This work searchs to examine with
depth the leaderships of Carlos Menem in Argentina and Fernando Collor de Mello
in Brazil during years 1989 and 1992, in the heat of break of the national model and birth of the neoliberal one. In this are analyzed the reasons that
favored the success at the moment of apply this model in the case of Menem, and
the failure of Collor. For this reason, it tries to reveal the alliances, the
styles and the supports of both presidents, so much before as during their
governments, as well as their capacities and the bonds established with
important sectors of power. The purpose of the work is to show the importance
that would acquire during this period the mass media and some of its exponents
as power factors and source of social legitimacy. This importance sees so much
to install the subject of the reform of the state in the public agenda as for
it creates imaginary social a new one in Argentina and Brazil.
“Comunicación
y Política: Los medios y la creación del liderazgo político. Las experiencias
de Menem en Argentina y Collor de Mello en Brasil. (1989-1992)”
María Victoria Vaccaro
1. Introducción
Mucho se ha
escrito e investigado acerca de los liderazgos de Carlos Menem en Argentina y
Fernando Collor de Mello en Brasil y de la forma en que estos llevaron a cabo
la reforma del Estado según pautas establecidas por el Consenso de
Washington. Sin embargo, es preciso analizar con profundidad la relevancia
que en estos años tuvieron ciertos sectores de poder que habrían posibilitado
que las reformas neoliberales fueran exitosas en el caso de Menem, y que se
frustraran en el intento de Collor. La importancia de esta trabajo, radica en
la necesidad de desentrañar ciertos vínculos entablados por ambos mandatarios
con los grupos de poder para volver este nuevo orden legítimo.
Mi propósito
es examinar la actuación de estos líderes entre los años 1989 y 1992, y de qué
manera forjarían su liderazgo con el fin de demostrar específicamente la
relevancia que habrían tenido en este proceso los medios de comunicación y
algunos de sus máximos exponentes, tanto durante las campañas electorales como
una vez asumidos los cargos. A la vez, realizaré un estudio sobre la
legislación referente a medios de comunicación en Argentina y Brasil para
aportarle al análisis el peso determinante del “cuarto poder”.
Tanto Menem como Collor de Mello
pretendieron insertar a sus países en el nuevo orden mundial, lo que implicaba
poner fin definitivamente al modelo estatal hasta entonces vigente en mayor o
menor medida en Argentina y Brasil. Estos nuevos líderes, aún cuando provenían
de sectores completamente distintos, recurrieron a importantes medios de
comunicación para llevar adelante sus campañas electorales. Una vez en el
poder, se distinguen por lo siguiente: el entonces presidente Collor de Mello
al cabo de dos años y seis meses de mandato pierde el respaldo que los medios
le habrían brindado, siendo estos mismos parte de la oposición que lo lleva a
dejar la presidencia del Brasil en 1992 en medio de denuncias de corrupción y
tráfico de influencias. Por su parte, el ex presidente Menem no solo no parece
haber perdido apoyo mediático sino que el mismo se habría visto reforzado a lo
largo de su primer período presidencial a tal punto que muchas de las sospechas
de corrupción y enriquecimiento ilícito que se le imputaban durante su gestión
habrían sido minimizadas por importantes sectores de la prensa nacional. ¿Cómo
se justifica el apoyo aportado a dichos líderes por parte de los medios? ¿Cuál
fue la razón de la pérdida del mismo en el caso Collor? ¿Hubo concesiones por
parte de Menem a los medios que justificaran prácticas dudosas? Para esto,
primero se realizará un repaso de los principales ejes del nuevo modelo estatal
y de las formas en que fueron insertados en los países a analizar. A su vez, se
explorarán las causas del triunfo del programa neoliberal en Argentina de la
mano de Menem y el fracaso de la gestión Collor.
2. Algunas consideraciones previas
En el ocaso
de la década del 80’, un nuevo paradigma económico comienza a reinar en los
países latinoamericanos. El nuevo orden, imperante ya en naciones
desarrolladas, revolucionaba las funciones del Estado y, en consecuencia, a la
sociedad en su conjunto. Robert Packenham
explora las posibles causas de su implementación en América Latina, y las
distintas formas en que éste se impuso en la región. Para profundizar en el
estudio de los estilos, alianzas y apoyos de cada líder en particular, en sus
logros, fracasos y capacidades, se seguirán las líneas conceptuales de Bosoer y
Leiras en el caso Argentino, y las de Osvaldo Iazzetta en el de Brasil. Para
analizar comparativamente los casos de Argentina y Brasil, Packenham utiliza
cuatro hipótesis que explican los contrastes de la administración Menem y
Collor, que responden a la necesidad de comprender el por qué de las variaciones
de tiempo y logros en cada caso. Estas hipótesis servirán de base para este
artículo, que hará también hincapié en las capacidades técnicas y de gobierno
de ambos mandatarios, utilizando categorías de Osvaldo Iazzeta. Se emplearán
asimismo las nociones de democracia delegativa y de accountability aportadas
por O’Donnell con la intención de comprender a estas nuevas poliarquías.
Una vez
introducido el tema de los medios de comunicación, se aplicarán algunos
recursos gramscianos que aportarán al entendimiento de la importancia de los
mismos en el proceso de reforma del Estado, así como también criterios de
comunicación política relativos a la función de los medios en la misma de los
autores McCombs y Shaw. María Cristina Mata servirá al trabajo para ilustrar el
panorama de las campañas llevadas a cabo por ambos líderes en los albores del
decenio de 1990, junto con Eliseo Veron y Dominique Wolton que permitirán
integrar conceptos de comunicación y política.
3. Instalando las nuevas
ideas
La crisis
financiera de los años 70’ originó un profundo malestar general respecto a las
capacidades de las instituciones estatales para resolver las demandas sociales.
Las críticas más radicales al Estado interventor- benefactor que había reinado
durante 40 años fueron planteadas por la perspectiva neoliberal conservadora.
Tras el Consenso de Washington, en 1990, los organismos financieros
internacionales diagnosticaron los errores del modelo anterior y propusieron la
única solución posible: el retorno a las premisas del laissez faire, la
contención del gasto público, la incitación al ahorro y la inversión privada,
la drástica reducción de las demandas dirigidas al Estado y el establecimiento
de una férrea disciplina social basada en la responsabilidad individual. La
estrategia del nuevo modelo que se volvía hegemónica instaba a luchar contra la
hipertrofia del aparato estatal reduciendo al mínimo sus funciones e igualando
desarrollo a apertura económica irrestricta.
América Latina
se vio obligada a aceptar tales recomendaciones en el marco de una aguda
emergencia económica que siguió a la crisis de la deuda externa y la imperiosa
necesidad de recibir ayuda financiera internacional. Packenham suma a esta
explicación del viraje hacia la liberalización otras dos posibles causas: La
primera de ellas indica que siendo el nuevo paradigma una especie de moda,
se va imponiendo en el mundo como teoría dominante. La segunda causa es el
pragmatismo de los líderes latinoamericanos, que lleva a seguir este rumbo con
la convicción de ser el único posible en vías de obtener buenos resultados
económicos, caído ya el comunismo soviético.
La
recuperación macroeconómica exigía el equilibrio de la balanza de pagos, el
control del déficit fiscal, de la inflación y la necesidad de estabilizar del
tipo de cambio. Estas políticas iban acompañadas por propuestas de ajuste
estructural que pretendían modificar el papel del Estado en la economía, por lo
que urgían a privatizar, desregular, abrir el comercio mas allá de las
fronteras nacionales y liberalizar la economía.
Sin embargo, la
reformulación del Estado comienza a aplicarse en Argentina durante el
denominado “Proceso de Reorganización Nacional”, entre los años 1976 y 1983.
Este régimen tomó el poder con un propósito básico: restituir a la Nación Argentina sus “valores esenciales”, “erradicar la subversión y promover el
desarrollo económico de la vida nacional.”
De esta manera, implantó en la sociedad un régimen del terror como herramienta
para terminar con el “caos”. A la vez, comenzó el desmantelamiento de la
industria nacional, la apertura económica y el achicamiento del Estado, ya que
en su imaginario, un Estado grande era sinónimo de desorden, y el mercado era
el lugar de la eficiencia. Así fue como el “Proceso” adquirió en sus comienzos
un innegable respaldo internacional, ya que llegaba tanto para apalear los
vicios del populismo y de la izquierda, como para insertar al país en el
mundo occidental y cristiano. Durante este período comenzaron a instalarse
con fuerza ciertas directrices neoliberales que hicieron eco en la sociedad
civil, tentada por los “beneficios” de la plata dulce y el dólar barato.
Junto a algunas empresas trasnacionales, crecieron grandes grupos empresarios
locales, es decir el stablishment económico que en los 90’ apoyaría a Carlos Menem.
En 1983 se convocó a
elecciones libres. El gobierno militar dejó el poder y asumió la presidencia de
la Nación ese año el radical Raúl Alfonsín. El legado era escalofriante, no
sólo en materia de derechos humanos sino socioeconómicos. El país se hallaba
inmerso en una profunda crisis económica y financiera, producto de una pésima
gestión y de una abultada deuda externa. La sociedad civil, por su parte,
festejó el retorno a la democracia, que pronto sobrevino en desazón producto de
la dificultad de un Estado malherido de satisfacer múltiples demandas. Para
1987, el gobierno dejó de lado las medidas que había implementado sin éxito y
propuso un nuevo plan de reformas que contaba con el aval de los organismos
internacionales de crédito. Dichas reformas procuraban conciliar la necesidad
del ajuste del Estado con los intereses de los grandes empresarios. Esto sería
acompañado por una política de privatización de empresas estatales y una
drástica reducción del gasto público. Las iniciativas fueron encaradas por el
entonces Ministro de Obras y Servicios Públicos, Roberto Terragno, quien
proponía asociar a las empresas estatales capital privado nacional y
extranjero. Estas ideas provocaron una tenaz reacción de sectores políticos,
militares y sindicales. El peronismo, aprovechando su superioridad numérica en
el Senado, conformó una férrea oposición que apelaba a los más claros
argumentos de su doctrina, en defensa del papel del Estado en la economía, de
la soberanía y del patrimonio nacional.
En medio de
este clima febril los únicos que no abdicaban en contra de la privatización y
lo manifestaban públicamente eran economistas, asesores financieros,
periodistas y empresarios de los medios. Buscaban fundar estas ideas en el
sentido común con el único fin de ser favorecidos en el reparto de la torta
privatista, como se verá mas adelante. Esta particular performance de los
medios se hizo mucho mas evidente en Brasil, donde la prensa desarrolló a
partir de los 80’ profundas manifestaciones a favor de la vuelta a la
democracia y en repudio al aparato estatal. La campaña por las "Diretas
Já" en 1984 representaba la intrínseca relación entre comunicación y
política en defensa de intereses particulares y la capacidad de los medios para
establecer entre la sociedad los temas de importancia.
En este país,
fueron los medios quienes erigieron las ideas neoliberales como solución de
todos los males, razón por la cual en 1989 apoyaron incondicionalmente la
mediática campaña política del liberal Collor de Mello. Cabe señalar que el
proceso de privatizaciones había sido impulsado por gobiernos anteriores y por
la agencia tecnoburocrática estatal (BNDES), por motivos más “prácticos” que
ideológicos, pero sin la voluntad política que le añadió Collor. Así lo expresa el
periodista Emiliano José: “La ideología neoliberal que es asumida por los periodistas, o por la
mayoría de ellos, se expresa bajo varios aspectos, pero cabe destacar la
aversión al Estado y el elogio de la iniciativa privada. La demonización de lo
que es estatal, la sacralización del mercado. Parece
que todo lo que es estatal es ineficiente, parasitario, sombrío y corrupto. Y
que el reino de la iniciativa privada lo es de la eficiencia, de la
productividad, de la transparencia, de la mejoría de servicios”.
McCombs y Shaw
plantean que los medios, en la construcción del espacio público, no sólo
informan sino que además provocan que el público que recibe la información
aprenda de ellos cuánta importancia debe otorgarle a una cuestión o un tema,
gracias al énfasis que los mismos medios le otorgan. En este sentido, los
medios determinan temas de importancia y relevancia; en otros términos,
establecen la “agenda” pública.
4.
Mediatización de la política
En 1988 Carlos Menem en Argentina y Fernando Collor de Mello
en Brasil emprendieron sus campañas electorales con una característica
singular: la apelación constante a los medios de comunicación masiva y, en
consecuencia, al contacto directo con la sociedad. Esto es producto de la importancia
adquirida por los medios en la construcción de imaginarios sociales y de su
ascenso definitivo durante fines del 80’ y principios de los 90’, como factor de poder y legitimidad social. Eran los únicos bastiones de credibilidad que
habían quedado impunes a las represalias que la sociedad había impuesto sobre
las instituciones estatales y partidarias, de ahí su peculiar importancia para
lograr consenso a las políticas reformistas.
Ambos líderes inauguraron plenamente la era de la videopolítica,
una nueva forma de hacer política por la cual bastaba con responder sin
límites a entrevistas radiales o asistir a populares programas de televisión
para dar a conocer sus opiniones sobre los más diversos temas, recibir y
procesar las demandas sociales. A propósito de esta cuestión, María Cristina Mata plantea que: “Se
alude repetidas veces al “eclipse” de lo político, a su “desventura” en el
marco de una nueva cultura, la mediática, que organizada en torno a
dispositivos tecnológicos, informativos y a canales de naturaleza masiva y
creciente ubicuidad, actúa sobre las prácticas políticas que se
constituyeron en marcos sociales sustentados en otras tradiciones intelectuales
y que durante siglos mantuvieron algunas continuidades”
Menem
lanzó su contienda electoral con la responsabilidad de hacer del peronismo un
partido unificado en torno a su persona, capaz de superar sus escisiones
internas y de sacar al país de su larga agonía. Su estrategia fusionaba las más
antiguas herramientas populistas - la confianza en el líder como conductor de la Nación, las invocaciones contra la clase política tradicional, y el pragmatismo peronista que
le permitió alinearse con distintos sectores - con vastas innovaciones a la
hora de captar al electorado peronista y a la opinión pública en general.
Señala Eliseo Verón
que en todo discurso político debe interpelarse un prodestinatario (el
destinatario positivo) y un paradestinatario que incluye al destinatario
independiente e indeciso, en la medida que no se pueda confiar en ganar una
elección movilizando tan sólo a una identidad política dada. Menem logró
hablarle al conjunto de los argentinos, reemplazando los clásicos “compañeros
peronistas” y “trabajadores” por “hermanos y hermanas de mi
patria” o “a todos los argentinos sin distinciones”.
Lo mismo cuenta para Collor, quien pudo asegurarse el apoyo tanto de los
sectores empresariales y más poderosos de Brasil como de los “descamisados”,
que veían en su persona al “héroe solitario que restauraría la justicia”.
El
argentino inauguró también una forma de movilización política en la que el
movilizado era él mismo. A bordo del menemóvil el candidato recorría la
ciudad, inspirado en el papa Juan Pablo II, dialogando con la gente cara a
cara, sin mediaciones y bien alejado de los tradicionales ritos políticos. A la
vez, lo mismo hizo Collor, participó de todo tipo de programas de T.V y de
radio, llevando su mensaje a la sociedad entera. Esto hace que, como observa
Mata, en la actividad política se produzca un desplazamiento de la plaza a
la platea. Lo que tradicionalmente era el lugar del intercambio político
directo - la plaza -, como reconocimiento de la mediación y la
confrontación de intereses y el actuar colectivo, pasa a ser desplazado por la
platea como espacio público y privado al mismo tiempo. Esta platea es pública
en tanto permite acceder un espacio común de representación, y es privada
en tanto lugar de la contemplación, de la recepción.
El público
brasileño, sobrepasado por las promesas incumplidas de la “Nova República”
inaugurada por Sarney y desencantado de la cultura política tradicional,
accedió a este espacio por medio de una incesante campaña mediática que
postulaba al candidato del PRN como un nuevo tipo de político, un outsider,
alejado de los vicios de la clase política. Pese a que correspondía a la vieja
cultura, ya que había sido alcalde de Maceió, luego diputado federal por
Alagoas y más tarde gobernador del mismo estado, consiguió despegar su figura
del desprestigiado mundo político brasileño. Carlos Menem, si bien pertenecía a
un partido enérgicamente arraigado en la sociedad argentina, generó algo
similar debido a su estrategia de campaña y a que venía de la provincia de La Rioja, hecho que lo apartaba de la menoscabada dirigencia. Ambos recurrieron a estos métodos
para desligarse de la desconfianza que despertaban los políticos y los partidos
en sus respectivos países. Los candidatos fortalecían su imagen de salvadores,
apelando al caos y a la corrupción generalizada, entablando a través de los
medios una relación directa con la masa que permite definirlos como líderes neopopulistas.
Llegado de la T.V, pues su familia era dueña del mayor grupo
multimedia de Alagoas, el joven empresario Collor de Mello se impuso por sus
ansias, su fama y por una impresionante operación de marketing electoral que
recicló por completo su imagen. Se dio a conocer en la portada de la revista Veja que lo calificó
como “El Cazador de maharajah ”. Sectores políticos
conservadores y un poderoso círculo empresarial financiaron la campaña y
patrocinaron al candidato “modernizador” en la lucha contra su contrincante,
Luiz Inacio Lula Da Silva, exponente de la izquierda. Los medios de
comunicación dieron sin duda apoyo incondicional a Collor, hecho que se
adjudica en especial a la Rede Globo:
“O Globo trató tan favorablemente a Collor durante su campaña, que el
propio Marinho – dueño de la red- se encargó de editar el último debate
televisivo con Lula Da Silva. No sólo quitó pasajes en los que Collor salía
deslucido, sino también los dos tramos en que Lula lo avasallaba claramente” El
episodio, sumado a una grave denuncia del PRN contra Lula que también tomó
estado público junto con otras estrategias orientadas a deteriorar su imagen,
colocó a Collor en una posición muy favorable en las encuestas y en el posterior
desenlace electoral.
María Cristina Mata y Dominique
Wolton, coinciden en llamar a este proceso Mediatización de la Política. Este
concepto se presta tanto para aludir a la centralidad que adquieren los medios
masivos en el conjunto de las prácticas políticas como a su influencia
específica en los resultados electorales. En términos globales, “por
mediatización de la política se entiende el proceso en y por el cual los medios
de comunicación masivos –preferentemente los que emplean tecnología audiovisual
e informática- imponen crecientemente su lógica en la construcción de la
realidad política.” La mediatización de la política supone que los medios
pasan a ser mediadores entre los espacios clásicos de la política (el
gobierno, el parlamento, los partidos) y la ciudadanía, que en este proceso de
mediatización se transforma en público.
Esta
eventual sustitución permite integrar la lógica del marketing político, ya que
la construcción de consensos y adhesiones pasa a estar relacionada más con lo
afectivo- emocional que con la racionalidad. Esto se debe a que en esta
construcción del espacio público realizada por los medios se genera una espectacularización
de la política, más ligada con el espectáculo televisivo que con la política
tradicional, teniendo los políticos que ajustar sus discursos a este nuevo
escenario. En las campañas presidenciales de Brasil en 1989, en tanto que se
iba polarizando la contienda entre Collor, exponente de la derecha, y Lula, de
la izquierda, debutó el horario electoral gratuito, que la ley brasileña
concede a todos los candidatos en campaña, en el que cada uno exponía su
plataforma. Mientras Collor disfrutaba de la aprobación de Globo, Lula disparó
con la “Rede Povo” - parodia estético-crítica de Rede Globo – que
funcionó como contrapunto político e ideológico de las concepciones colloridas,
y que también actualizó el formato de la política en nuevas configuraciones
ideológicas y mediáticas.
5. Los líderes en el poder
Tanto Argentina como Brasil se hallaban sumergidos en graves
crisis económicas y sociales que las gestiones de Alfonsín y Sarney no habían
conseguido disipar. Esta situación produjo un profundo descreimiento por parte
de dos sociedades golpeadas y fracturadas a su interior. Menem y Collor
supieron aprovechar la coyuntura para imponerse como líderes natos. Para esto
apostaron con éxito al recurso mediático que les dio una popularidad inédita a
la vez que establecía las ideas neoliberales. La opinión pública aceptó de
inmediato sus discursos y los tomó como propios. Sobre tan sólida base de
legitimidad, arriban a la jefatura de sus países con el consenso activo de la
población.
5.a. El gobierno de Menem
El 14 de mayo del 89’ las elecciones nacionales dieron como ganadora a la fórmula justicialista Menem- Duhalde por un 47% de los votos,
muy por encima de su contrincante radical. El peronismo se impuso en casi todas
las provincias, alcanzando mayoría propia en el Senado. Si bien el traspaso
estaba decidido para el 10 de diciembre de ese año, el deterioro económico y la
conmoción social hicieron que Menem asumiera en funciones cinco meses antes. En
tal estado, la necesidad de orden público y estabilidad era tan imperiosa que
cualquier camino a seguir sería tolerado en pos de mantener el sistema
democrático con vida.
En la campaña electoral Menem había prometido
“salariazo” y “revolución productiva”, alejándose del discurso neoliberal de
Angeloz, pero ya desde 1988 comenzaba a codearse con varias figuras del
stablishment para discutir lineamientos de la futura política económica. Sin
embargo, sostienen Palermo y Novaro,
esto no habilitaba a prever la profundidad del giro planteado por Menem al
llegar al poder, pero permitía descubrir el pragmatismo y la decisión del líder
a la hora de adecuarse a los requerimientos que la coyuntura exigía. También
fueron llamativas las declaraciones que el candidato hacía respecto del futuro
del país. Los autores hacen referencia a las constantes contradicciones y
ambigüedades de Menem en sus discursos pre electorales, en los cuales por
ejemplo se manifestaba alternativamente favor de cumplir los compromisos con
los organismos de crédito y no pagar la deuda externa, negociar la soberanía de
Malvinas y expropiar propiedades británicas, privatizar las empresas públicas y
oponerse a la enajenación del patrimonio nacional denunciando a Angeloz, todo
lo cual vislumbraba una clara estrategia de cooptación del público en general,
transmitiendo espontaneidad y transparencia frente a la hipocresía que
caracterizaba a los políticos.
A pesar de estas idas y vueltas, llamó mucho la
atención la conformación de su primer gabinete, en el que se agrupaban
conocidos dirigentes del justicialismo como Ítalo Luder en el Ministerio de
Defensa, Eduardo Bauzá en Interior, Julio Corza en Salud y Acción Social, el
economista de la Fundación Mediterránea Domingo Cavallo en Exterior, el juez
que había participado del juzgamiento a las Juntas de la dictadura León
Arslanian en Justicia, el sindicalista Jorge Triaca en Trabajo, el midista
Antonio Salonia en Educación, Roberto Dromi en Obras Públicas, y el directivo
de la empresa transnacional Bunge y Born, Miguel Angel Roig al frente de
Economía. Esta última designación anticipaba el rumbo liberal de las recetas a
implementarse, junto con el nombramiento del ucedeísta Alberto Albamonte al
frente de la Secretaría de Comercio Exterior y del liberal Álvaro Alsogaray
como asesor presidencial. Si bien el nuevo gabinete se mostraba decidido a
entablar lazos con el stablishment económico, este último no estaba tan seguro
de la veracidad del incipiente impulso liberal del presidente. Comenzó así su
mandato, con la creciente necesidad de demostrarle al mundo su convicción
reformista y su compromiso con la economía popular de mercado; “Estamos
frente a un cambio de cultura, porque es un cambio de estilo de vida. Estamos
constituyendo un nuevo país y nuestra herramienta básica es la Reforma del Estado. Si no lo hacemos nosotros, ¿quiénes?. Si no ahora, ¿cuándo?
Pero la frutilla del postre llegó con la asunción de Guido Di Tella en
Exterior, donde comenzó la etapa de “relaciones carnales” con el gigante
del norte, y el traspaso de Cavallo a Economía, Ley de Convertibilidad en mano.
Menem se presentaba a sí mismo como el elegido para
llevar a cabo una profunda conversión que escapaba de las ideologías y dejaba
de lado el pasado: “Las ideologías ceden espacio al espíritu pragmático que
agiliza las transformaciones. La única verdad es la realidad. Las ideologías no
pueden estar jamás por encima de los intereses de la patria.”
En este marco lanzaba el primer paquete de medidas que empezaban a
establecer el nuevo modelo estatal: la Ley 23.696 de “Reforma del Estado y
Reestructuración de empresas públicas” que declaró la necesidad de privatizar
una extensa lista de empresas del Estado, y la 23.697 de “Emergencia Económica”
que suspendía todo tipo de subsidios, privilegios y regímenes de promoción,
autorizando también el despido de empleados estatales. Dichas leyes otorgaron
el Ejecutivo la facultad de legislar por decreto “salteando” los obstáculos de
un Congreso “demasiado lento” en la toma de decisiones. Llegaba entonces el
turno de ajustar a su medida a la Corte Suprema de Justicia: en abril del 90’ se ampliaron de cinco a nueve sus miembros, ejerciendo el Ejecutivo un control
sobre el tribunal que le permitió actuar expeditivamente y sin frenos. De esta
manera, el líder fue perfilando un estilo neodecisionista de gobierno
que según Bosoer y Leiras
“se corresponde con una forma de democracia “delegativa” y reinterpreta el
principio republicano de la división de poderes … como “división de funciones”
de un mismo y único poder estatal.” Por medio del decreto, el veto total y
el parcial
y el control de la Corte, Menem fue desarrollando su estrategia de reforma del
aparato estatal a gusto de sectores del mundo de los negocios y de actores
internacionales, debilitando los mecanismos formales de accountability Esto se
inscribe bajo los menesteres de gobernabilidad, ajuste estructural e inserción
de Argentina en el derrotero global.
Habiendo controlado su desorientado partido, que ahora lo
postulaba como su primer jefe “pos Perón”, debilitada la oposición radical y
con la UCeDé aliada en su contienda, Menem se ocupó de animar la fractura de la CGT y de debilitar la burocracia estatal. Tal era el ansia de poder del mandatario, que
durante sus primeros meses de gobierno acudió a gestos insólitos para
regodearse de apoyos de todo tipo. Ejemplos de esto fueron el abrazo con el
“ultragorilista” almirante Rojas y el indulto a los militares procesados o
condenados en el marco de una supuesta “reconciliación nacional” que incluyó
asimismo la repatriación de los restos de Juan Manuel de Rosas. Este acto fue
asumido por el equipo presidencial como un triunfo más para la revolución
conservadora encarada por Menem. Otro de los pivotes de su gobierno fue la Iglesia, encarnada en la figura del cardenal Antonio Quarracino, arzobispo de Buenos Aires,
quien moderó a los sectores opositores mientras que Menem lo acompañaba en la
defensa de posiciones tradicionales como el rechazo al aborto, además de
conceder a la Iglesia Católica, - decreto 858/90-, la posibilidad de instalar
más de cien emisoras de radio en todo el país.
Llegados a este tramo, solo falta examinar lo que
ocurría con la opinión pública y los medios de comunicación. El punto más
álgido que los intelectuales orgánicos del menemismo debían tratar era
justamente el de la creación de una nueva hegemonía. Bosoer y Leiras
describen en detalle la nueva matriz ideológica desde la que operó el menemismo
en su pretensión de aportar a la ya indiscutible legitimidad democrática del
presidente un principio de legitimación cultural. En este proceso se
revela al caudillo como restaurador y revolucionario a la
vez, que viene a romper definitivamente con el pasado, en el “marco de la
doble transición del autoritarismo a la democracia y del estatismo económico a
políticas de libre mercado, desregulación y activa adaptación a los ritmos
impuestos por el proceso de globalización capitalista.”
De aquí se desprende la recurrente mediatización de la figura presidencial
y su particular imagen, suerte de personalidad fuerte y decidida, líder
neopopulista y “hombre light”
que inserta a la Argentina en la cultura del instante, la lógica del
consumo y el despilfarro más rococó que barroco. Por eso Packenham
insiste en no dejar de prestar atención a ciertos aspectos del estilo del
presidente que son en realidad poderosos símbolos con consecuencias políticas –
acumular poder, producir consenso y enfrentar conflictos -. Entre éstos figuran
sus glamorosas amistadas, muchas del mundo del espectáculo, sus romances luego
del divorcio, su vestuario “informal”, camperas de cuero y zapatillas último
modelo, o un regalo que casi no fue devuelto, la Ferrari Testarrosa. El mandatario se convirtió en un personaje más de la farándula criolla,
asistiendo tanto a programas de T.V como a megafiestas de la noche porteña.
Pasó asimismo a integrar la “prestigiosa” lista de “Personajes del año” de la
revista Gente, franco baluarte oficialista, cuyo propietario era su
amigo Constancio Vigil.
De esta manera se fue creando en el imaginario
colectivo la convicción de estar inmersos en el “primer mundo”, mas cerca de la
sociedad norteamericana que de las vecinas latinoamericanas, del lujo y de los
viajes por el mundo. Los medios de comunicación, claramente favorecidos con las
reformas, y varios de sus exponentes, fueron los responsables, como factores de
credulidad social, de transmitir a la sociedad las nuevas pautas, en
consonancia con lo que el rito menemista manifestaba, logrando instalar en la
agenda pública las bondades de la reforma. Durante los primeros meses de
gestión, la popularidad de Menem se ubicó entre el 60 y el 80%, cayendo a
niveles más bajos a fines del 89’y del 90’, pero luego de los momentos de crisis subió hasta colocarse en un medio de entre el 40 y 60% de adhesión. La
relación entrañada entre el presidente, la opinión pública y los medios se
cristalizó con nitidez en la “Plaza del Sí” en abril del 90’ cuando, convocados por sectores del gobierno y figuras de los medios,
muchos argentinos de diferentes estamentos se concentraron en Plaza de Mayo
expresando su apoyo al camino seguido por el presidente.
5.b. La experiencia de Collor
Collor de Mello ganó las elecciones del Brasil en diciembre
de 1989, luego de vencer en segunda vuelta al candidato del PT Lula Da Silva
por el 53% de los votos. Lo distintivo de esta elección, las primeras en las
que se permitía el voto a los analfabetos, fue la polarización que se produjo
en torno a dos candidatos que carecían de una sólida estructura partidaria, en
un escenario electoral ambientado por los medios de comunicación. Por otro
lado, se elegía presidente de la república separado de las elecciones de
carácter local como gobernadores o diputados. El carácter de “solteiras” de las
mismas, hizo que sólo se trataran en la agenda de campaña de los candidatos
temas de interés nacional, que envolvían a la sociedad en su conjunto. Collor
supo aprovechar este hecho de una manera sobresaliente, centrando su campaña en
la denuncia a los “marajás” de la administración pública, la promesa de
terminar con la corrupción gubernamental y la hiperinflación que azotaba el
país con un discurso liberal modernizante que captó la atención de todos los sectores
sociales, desde la derecha antiestatista hasta los sectores populares y la
clase media. Collor consiguió ampliar su prédica a todos los estratos sin
distinción, atrapando al volátil electorado brasileño.
Las
cuestiones que Collor puso sobre el tapete durante su campaña habían sido
implantadas en la sociedad previamente por los medios de comunicación: “Los
medios, a través de noticieros y otros programas de gran audiencia como las
telenovelas, agendaron temas que se tornaron centrales en la elección, como
aquellos referidos a la descalificación de los políticos, del Estado y de los
funcionarios públicos, emblemáticamente simbolizados como “marajás”,
omnipresentes y avasalladores en esa época”. Por esta razón, tal respaldo al candidato del PRN, al
que llegaron a denominar “fenómeno Collor”, y la amplia receptividad que
tuvieron sus decisiones entre el público.
Al
asumir en su cargo, el 15 de marzo del 90’, el presidente electo llegó
a acuerdos con cinco fuerzas parlamentarias: el PFL, el PDS, el Partido
Laborista Brasileño (PTB), el Partido Demócrata Cristiano (PDC) y el Partido
Liberal (PL), conformando una mayoría pro gubernamental de neta impronta
derechista. Sin embargo, durante sus primeros meses de gestión gobernó
prescindiendo del Congreso mediante el uso de Medidas Provisorias, herramienta
creada por la Constitución del 88’,
en una actitud petulante fruto de la relación directa que había construido con
las masas. Este tipo de democracia se inscribe dentro de lo que O’Donnell
denomina democracia delegativa, una democracia con instituciones
débiles, en la que el poder está personalizado en un presidente que gobierna
despóticamente.
Ante la
emergencia económica, Collor anunció un “plan de choque” diseñado para “matar
de un solo tiro” a la inflación, que implicó comprimir la demanda de bienes
mediante la confiscación por 18 meses de los depósitos de ahorro de
particulares y empresas por encima de los 50.000 cruzados, la congelación
temporal de precios y salarios y el incremento de las tarifas de los servicios
públicos. Se restableció el cruzeiro como divisa nacional en sustitución del
cruzado creado por Sarney, con un valor de canje de uno por uno mientras durara
el período de retención de activos. Simultáneamente se puso en marcha la
reestructuración económica y administrativa que significó la reducción el papel
económico del Estado, el recorte de la burocracia y el fomento de la economía
de libre mercado. Uno de los pilares fue el Programa Nacional de
Desestatización, dirigido a transferir empresas estatales al sector privado. En
este marco se concretó la privatización de la poderosa empresa siderúrgica
USIMINAS, a partir de la cual se privatizaron durante la gestión 18 empresas
estatales más.
Iazzetta asegura que el mismo
día que asumió, Collor dispuso mediante la Medida Provisoria 151 la extinción de 24 autarquías, fundaciones y sociedades de economía
mixta, lo que significó el despido de 14.500 empleados públicos. Todas estas
medidas de ajuste buscaban aumentar los ingresos del Estado, ya que Collor
estaba decidido a cumplir con los compromisos financieros asumidos con los
acreedores internacionales, colocando a Brasil en la corriente de desregulación
y liberalización económica que pisaba con fuerza en todo el continente.
Sin embargo,
el plan de estabilización fracasó clamorosamente en su propósito de luchar
contra la hiperinflación. En diciembre, los precios presentaron un crecimiento
acumulado del 1.657%, mientras que las súbitas caídas del consumo y la
inversión por la intervención financiera del gobierno aparejaron una recesión
del 3,3% del PBI para el conjunto de 1990, cuando 1989 había registrado una
tasa de crecimiento del 3,6%. Desde los comienzos de Collor, aproximadamente
7.500.000
trabajadores habían sido despedidos y la deuda externa había escalado a los
120.000 millones de dólares. El plan de Collor no sólo fue un rotundo desastre,
sino que también sumió al Brasil en la peor coyuntura económica en décadas.
En las elecciones legislativas
federales y estatales de octubre y noviembre de 1990, que produjeron un
Congreso asombrosamente fraccionado, la coalición de partidos que sostenía al
mandatario sumó una precaria mayoría de 245 diputados sobre 513 y perdió a
manos de los partidos de izquierda los gobiernos de todos los estados con poder
político o económico. El PRN, por su parte, no pasó del quinto lugar en el
Congreso con 40 diputados y 4 senadores.
El 30 de enero de 1991, mientras la inflación seguía creciendo,
Collor presentó un segundo plan de estabilización que fue acogido con desconfianza
y resignación en Brasil, pero positivamente por los operadores financieros del
exterior. La confianza en el país regresó también al FMI y el Club de París
(formado por los países acreedores de deuda pública), que reanudaron las
negociaciones con el gobierno.
La actitud de los agentes foráneos
para con Collor contrastaba con la creciente dificultad para entenderse con los
cabecillas partidistas locales. El carácter arrogante e impetuoso de este
particular líder, poco hábil para los imprescindibles cabildeos de la política
brasileña, tuvo mucho que ver con el fracaso de sus conversaciones con el PMDB
y el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), que representaban el
centro político, mientras que entre los demás partidos de derecha abundaba el
nerviosismo y trascendían las dudas sobre la capacidad del presidente para
gobernar el país. Así lo ilustra Iazzetta en el trabajo que se viene citando: “El
“narcisismo arrogante” y la “omnipotencia” no resultaron respuestas adecuadas
para enfrentar el complejo cuadro político que Brasil presenta. La aptitud que
había demostrado para conquistar votos no pareció acompañarse de igual lucidez
para reconocer uno de los trazos más fuertes del sistema político brasileño
actual.”
En este país, la combinación de un presidencialismo con grandes prerrogativas,
un pluripartidismo fragmentado e indisciplinado y un federalismo ineludible
hace que la gobernabilidad sea muy engorrosa. Collor no supo manejar estas
cuestiones ni forjar alianzas que le posibilitaran mantenerse en el poder.
6. Relaciones peligrosas
En la Argentina del “Proceso”, la censura y el control sobre los medios era moneda corriente. Los
canales de televisión abierta 9, 11 y 13 - expropiados durante el último
gobierno de Perón- y las emisoras del Servicio Oficial de Radiodifusión, eran
administrados por el Estado, y fueron utilizados por el gobierno de facto para
difundir mensajes pro gubernamentales. En el año 1980, la Junta Militar sancionó la Ley de Radiodifusión 22.285, vigente en la actualidad con leves
modificaciones. La necesidad del gobierno de lograr el control ideológico de la
sociedad, y el interés en las nuevas ideas económicas por parte de las
asociaciones de medios, confirmaban su conexión.
Algo similar
ocurría en Brasil. Este país tampoco disfrutó de una vida democrática estable y
duradera desde que en 1930 triunfó el golpe de Estado que llevó al poder a
Getulio Vargas. Tras un impasse democrático, en 1964 los militares volvieron a
tomar el poder
con dos argumentos: “alejar el peligro comunista” y “combatir la
corrupción”; y se quedarían en el mismo hasta 1985. Se
ocuparon en un principio de expandir los poderes del Ejecutivo limitando al
Congreso, aunque - a diferencia del argentino - éste no fue abolido. A su vez,
buscaron fortalecer el desarrollo de la industria nacional con la intención de
proyectar al Brasil como potencia mundial. Sin embargo, aquí inevitablemente
coinciden las prácticas castristas argentino- brasileñas, el derecho a la
información y la libertad de prensa también fueron coartados. Como relata el
periodista Marcelo
Beraba, Director editorial del periódico Folha de Sao Paulo en Río de Janeiro:
en los 70’ “Brasil aún vivía bajo una dictadura militar y los periódicos no
podían hablar de la corrupción del gobierno. La prensa estaba amordazada por
las imposiciones de la censura y por las persecuciones policíacas y económicas
que se abatieron sobre periodistas y empresas periodísticas.” Estas trabas a la
prensa, sostiene Beraba, devinieron mas tarde en un periodismo deformado y
ajeno a la realidad nacional, que no buscaba develar los secretos y los intereses de las
elites. En
estos años – en la actualidad también es así - el Estado proveía gran parte de
los fondos para el desarrollo de la infraestructura en comunicación además de
los fondos destinados a la publicidad oficial, y las emisoras garantizaban a
cambio su apoyo al gobierno. Por lo tanto, en pleno auge del Estado
nacionalista e industrial brasileño, los medios fueron conformándose a la
sombra de unos pocos grupos de poder que mantenían coincidencias básicas con
los militares.
En 1965,
Roberto Marinho funda el canal de televisión O Globo, aunque manejaba emisoras de radio y
un diario desde antes. Para fines de los 60’, O Globo mantenía contratos con emisoras independientes del país, las cuales trabajaban como cadenas repetidoras.
Mediante esta operación, Globo lanzó el Jornal Nacional, primer programa
de transmisión simultánea en todo el país. La Rede Globo cubre hoy el 99,9% de los municipios
del país y se constituye como el cuarto canal de televisión
abierta del mundo
La concesión y
autorización del Ejecutivo para explotar servicios de radiodifusión sonora y de
sonidos e imágenes fueron reafirmadas en la Constitución del 88’, incisos XI y XII del artículo 21. Establece además en su artículo 223
la atribución para que este Poder pueda otorgar concesiones, permisos y
autorizaciones para el referido servicio. En Brasil, una de cada cuatro
licencias comerciales de TV está en manos de políticos o familias políticas,
ejemplificado en el caso citado de la familia Collor en Alagoas, o la familia
Sarney en Maranhão,
que posee una emisora de T.V retransmisora de Globo, radios y un periódico.
Así como Rede Globo es el principal grupo multimedia en Brasil y ha
recibido grandes concesiones de los gobiernos, es posible considerar de esta
manera en Argentina al Grupo Clarín. Desde 1977, gracias a una “invitación” de
Videla, pasó a compartir la titularidad de la producción de papel junto al
Estado, al diario La Nación y al caído La Razón, en su calidad de mayor accionista minoritario de la empresa Papel Prensa S.A. Este hecho provocó que más
tarde muchos diarios se vieran imposibilitados de financiar los costos de
impresión, ejemplo de esto es la adquisición del diario Página 12 por Clarín.
Además, Clarín había adquirido ilegalmente y por testaferros en 1988 LR 6 Radio
Mitre, de la ciudad de Buenos Aires.
“Alineado al candidato del Partido
Justicialista durante las elecciones presidenciales de 1989,“Clarín” presionó
al nuevo gobierno para lograr al mismo tiempo la privatización de los canales
de televisión abierta de la Ciudad de Buenos Aires, hasta ese momento en manos
del Estado, y la modificación del artículo 45 de la ley vigente que le
permitiera participar en los concursos públicos para adquirir las licencias. A
contramano de la historia de radiodifusión argentina, una de las primeras
medidas del gobierno de Carlos Menem fue llamar a licitación para otorgar las
licencias de televisión abierta y privatizar los canales de la Ciudad de Buenos Aires.
Mediante la sanción de las leyes de Emergencia Económica y de Reforma del
Estado se modificó la normativa para la radiodifusión. Durante la
privatización de los canales, el gobierno nombró como interventor de LS83 TV
Canal 13 a un integrante del directorio de la empresa periodística Clarín,
anticipando de alguna forma el resultado de la operación.”
La razón de tal nombramiento fue la relación que habían entablado con el Grupo
dos hombres de Menem. Manzano primero, y Bauzá luego, operaron a favor de
Clarín en la licitación del 13, previo acuerdo. No es de extrañar por tanto
que, en palabras de Julio Ramos,
Clarín siempre tratara bien a Bauzá y fuera el único medio que no se sumara a
las denuncias que fluirían contra Manzano, hasta que fue desplazado
políticamente.
La Ley 23.696 de 1989, en su artículo 65, sustituye el inciso e)
del artículo 45 de la Ley de Radiodifusión 22.285, que decía:
“No ser propietario ni socio de
diferentes sociedades de radiodifusión. No tener vinculación jurídica o
económica con empresas extranjeras. Tampoco con empresas periodísticas
nacionales.”
por el siguiente:
“No tener vinculación jurídica
societaria u otra forma de sujeción con empresas periodísticas o de
radiodifusión extranjeras.”
La presión del Grupo Clarín por modificar este inciso no era nueva, sino
que venía desde el 88’ cuando gestionó ante el gobierno radical esta
posibilidad, pero Alfonsín solo llegó a enviar al Congreso el proyecto de ley.
Esta modificación, al quitar la prohibición de asociación con empresas
periodísticas nacionales, permitió el mismo año el ingreso al sistema de medios
de teleradiodifusión al diario Clarín y al Grupo Atlántida de Vigil, con la
adjudicación de Canal 13 y 11 respectivamente. En 1992, Clarín entró al negocio
de la T.V por cable, con la adquisición de Vídeo
Cable Privado, rebautizado Multicanal. Era dueño además de FM100 y la agencia de noticias
Diarios y Noticias. Por su parte, Grupo Atlántida era dueño de Editorial
Atlántida,
Radio Continental AM y Radio FM Hit, entre otros negocios vinculados al sector
editorial.
Julio Ramos advierte que una vez conforme con lo dispuesto en la
modificación de la ley, Clarín se alejó taxativamente del presidente y
emprendió una disputa entre éste y el grupo que duraría muchos años, producto
de la necesidad del medio de desvincularse de Menem y las acusaciones que
comenzaban a rondarlo.
7. Victorias y naufragios: Conclusiones
La gestión Menem era para fines del 91’, una gestión “exitosa” en términos de adopción de una estrategia neoliberal según criterios de
Washington. Las reformas se realizaban a pasos agigantados, con una celeridad y
desprolijidad asombrosas. Mientras tanto, su par brasileño lidiaba con serios
conflictos internos y comenzaba a verse desgastada su base de sustento social.
Si bien el programa “modernizante” de Collor estaba incorporando las
privatizaciones de las empresas estatales, estas eran catalogadas de “lentas”
por los agentes económicos locales y extranjeros. Esto se debió a que Brasil
contaba con un ente tecnoburocrático estatal permanente (el BNDES) cuyo equipo
técnico configuró un programa privatizador con “lógica propia” por el cual se
resguardó el patrimonio estatal brasileño respetando los tiempos en cada
operación.
En Argentina, la primera ola de privatizaciones,
del 89’ al 91’ con el ministro Dromi a la cabeza, careció de un organismo
técnico especifico que las ejecutara. La velocidad que adquirieron las
transferencias comprometieron su transparencia y seriedad. En 1991 Cavallo
asumió al frente de la cartera económica y se rodeó de un equipo de técnicos
buscando mayor efectividad en los negociados. Empero el presidente, en su afán
de generar confianza a los inversores, privilegió la premura a la mesura. Entre
1990 y 1993 fueron transferidas al sector privado 82 empresas y unidades de
negocios, 23 servicios fueron otorgados a concesión junto a 86 áreas del sector
petrolero.
No obstante los diferentes resultados
obtenidos, Menem y Collor compartieron un estilo de gestión de marcado
personalismo, concentrando en sus figuras la toma de decisiones. Ambos pasaron
por encima del Congreso debilitando las instituciones y los mecanismos de
accountability horizontal. Sin embargo, Menem contó con mayores capacidades de
gobierno que le permitieron llevar a cabo su cometido y consagrarse victorioso.
En cambio Collor, sin respaldos de ningún tipo, naufragó en los mares de un
impeachment que lo dejó fuera de juego.
Estas victorias y naufragios, pueden
desagregarse en cuatro ejes principales:
la estructura situacional de los presidentes al asumir. Menem venía del
peronismo, uno de los partidos más importantes de Argentina, circunstancia que
lo dotaba per se de una notable credibilidad y respaldo. Collor, con un
partido minoritario y desconocido, solo poseía el aval de la derecha y centro
derecha, más por oposición a una izquierda en ascenso que por convicción. Por
otra parte, el sistema de partidos argentino era más fuerte, organizado
y disciplinado que el brasileño. Esto dotó al argentino de consenso e impidió a
Collor obtenerlo a la hora de hacer alianzas. El tercer eje analítico es el liderazgo
presidencial. Para generar consensos, no solo se requiere de partidos
fuertes, sino que es indispensable un líder competente. Menem fue sin duda un
político más habilidoso y capaz que el brasileño, que finalizó su mandato
forzadamente, con la derecha y la izquierda en su contra, cuestiones que han
sido analizadas en apartados anteriores. Lo que interesa a los fines de este
trabajo, es sin duda el consenso de la sociedad civil. Luego de dos años
de administración, Menem se puso a prueba en las elecciones para legisladores y
gobernadores. El Partido Justicialista ganó 14 gobernaciones e incrementó el
número de diputados de 112 a 119, hecho que fue considerado de facto como un
plebiscito en favor de su programa. Contaba con un sólido consenso y había
logrado fundar en la sociedad un modo de vida acorde con el liberalismo.
Mientras Menem incrementaba el beneplácito de la gente, Collor lo iba
perdiendo con la misma rapidez. Su imagen pública, que antes de asumir figuraba
en un 71% de aceptación, fue cayendo a mitad de su mandato al 18%, para
terminar con un 9% de aprobación, a la vez que su imagen negativa trepaba al
68%. La persistente inflación que vapuleaba a Brasil, la crisis fiscal, deuda
externa, fuga de capitales y de inversiones, sumado a la más terrible
desigualdad social que incrementaba la pobreza, el crimen, el desempleo, las
matanzas de niños, conflictos con los “sin tierra”, la corrupción, etc.,
terminaron de deshacer la precaria gobernabilidad collorista hasta su derrumbe.
Collor fue expulsado de la
presidencia de la misma manera en que fue lanzado a la misma: por medio de una
denuncia que su hermano Pedro le hizo en … la revista Veja. En la
entrevista, Pedro relató detalles y presentó documentos levantando la sospecha
de que el empresario Paulo César Farias, tesorero de la campaña presidencial de
Collor, había orquestado una red de tráfico de
prebendas, contratos ilícitos y desvío de fondos.
Poco después la Cámara de Diputados aprobó la instalación de una Comisión Parlamentaria Investigadora con el
objetivo de verificar las irregularidades y confirmó las ilegalidades cometidas
por la dupla Collor-Farias. Collor
fue acusado de corrupción por la Cámara de Diputados de la asamblea brasileña.
Mientras mantenía su inocencia, cedió su puesto al vicepresidente Itamar
Franco. En esta situación, “los mismos periódicos y revistas que habían apoyado a
Collor en su elección en 1989, incluso de forma servil, encontraron el valor para
publicar reportajes con denuncias” Esperaron primero a que
se comprobara la corrupción de Collor para atacar, “Los medios jamás combatieron las reformas neoliberales
introducidas por Collor y, por ellas, fueron tolerantes hasta el límite con la
corrupción del grupo llamado “República de Alagoas”, formado por los más
íntimos amigos y familiares del presidente.”
En diciembre de 1992, al
inicio del juicio por parte del Senado brasileño, dimitió como presidente de
Brasil. El veredicto le impidió desempeñar un cargo público durante un período
de ocho años.
En Argentina, Menem ya
había comenzado a ser blanco de acusaciones de corrupción por parte de sectores
de la prensa nacional. Éstos, en comparación con la parte de la prensa que lo
defendía, eran muy escasos. Julio Ramos, amigo personal del mandatario y dueño
del diario Ámbito Financiero, señalaba por entonces que esos ataques al
presidente eran parte de una “campaña de deslegitimación” que buscaba
“ensuciar” al gobierno que “había dado uno de los mayores pasos para
combatir la corrupción grande en el país” Y continuaba declarando que “había
corrupciones menores que eran aprovechadas por sectores trotskistas de la
prensa – en alusión a Clarín y Página 12 - muy alarmados por la
consolidación de un gobierno que, siendo de bases populares, como el peronismo,
derivó a formas liberales.”
8. Comentario final
A lo largo de este trabajo se han intentado explorar
los liderazgos de Menem en Argentina y Collor en Brasil con el propósito de
desentrañar vínculos que propiciaron el éxito del primero, y el fracaso del
segundo, planteados en la introducción. La novedosa forma de apelación a los
medios en sus respectivas campañas evidencia la importancia de los mismos para
establecer pautas en la sociedad, a la vez que se constituían como ejes de
legitimación.
Es cierto que los medios no pueden decirnos qué
o cómo pensar, pero sí son los únicos que marcan el sobre qué
cosa pensar. Este arma tan particular supo ser aprovechada por Menem y Collor
en la construcción de su imagen, y fue utilizada por el primero a lo largo de
su presidencia. Menem sacó provecho de los medios de comunicación para
establecer en la sociedad una ideología, en el sentido gramsciano del
término, que implicaba un conjunto de valores, un estilo de vida e
idiosincrasia particulares, y que acompañaba a las reformas. La lógica
nihilista se apoderó de un país que antepuso los virtuales beneficios a las
sospechas y a la creciente pobreza que lo azotaba. En la conformación de
alianzas y apoyos de los mandatarios, queda evidenciada la mayor capacidad de
Menem para llevar a cabo su cometido, consagrándose como “líder del pueblo”.
Esto no solo se debió al éxito del plan económico de Cavallo, sino también a la
astucia con la que el presidente enhebró relaciones con potenciales opositores.
En el caso de
Brasil, en toda la historia de Collor, desde su ascenso hasta su caída, los
medios fueron partícipes absolutos en la creación de este liderazgo que parecía
excepcional y terminó siendo más de lo mismo. Acompañaron la tumultuosa
movilización de la sociedad civil que con sus caras pintadas reclamaba en la
calle Fora Collor y exigía que la ética pasara a ser parte de su
contaminado sistema. La sobre-exposición de Collor fue tal que, como se
ha visto, fue una revista de gran tirada la que descubrió al país entero las
tretas del funcionario ya en obvia decadencia, hecho que se vio reforzado luego
por la T.V. El inconveniente está en la desaparición de la frontera entre lo
público y lo privado. En un país con elevadísimos índices de analfabetismo y de
miseria como Brasil, la televisión no solamente es el principal medio de
entretenimiento, sino también de información. Y es ahí dónde reside el peligro,
los medios llegan a ser el único patrón de legitimidad.
Cuando los
mecanismos de accountability en Brasil respondieron bien a las demandas
sociales y actuaron como verdaderos mecanismos de control, parecía que la
democracia iba tomando forma. Pero aquí surge una cuestión que abre el camino a
futuras investigaciones: ¿qué hubiera pasado si no se hacían públicas las
acusaciones? ¿Se abría investigado a Collor y a Farias hasta llegar a un juicio
político en una frágil democracia como la brasileña?
Para
terminar, me permito tomar prestada la misma cita de Piglia con la que Bosoer y
Leiras dan comienzo a su artículo porque ilustra lo que he querido demostrar: “Cuando
se ejerce el poder político se está imponiendo una manera de contar la
realidad(…) El poder también se sostiene en la ficción. El Estado es también
una máquina de hacer creer.”
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