RESUMEN
En Imperio & Imperialismo, Atilio Borón critica la postura inocente, si se
quiere de Michael Hardt y Antonio Negri. Desde una perspectiva que combina la
sensibilidad por ciertos temas sociales, con la lucha popular, el autor
confiere un manto de sospecha sobre los argumentos que llevan a estos dos
grandes intelectuales, a suponer que el declive del estado nacional está
próximo.
ABSTRACT
On
his book Empire and Imperialism, Atilio Boron criticizes the innocence showed
by Michael Hardt and Antonio Negri. From a perspective that combines social
sensitivity and popular fight, the author suspects the reasons that led both
intellectuals to suppose that the decline of national state will come soon.
Imperio e Imperialismo. Una lectura
crítica de Michael Hardt y Antonio Negri. 2004.
Buenos Aires, CLACSO. ISBN 950-9231754
Revisión
Por Maximiliano E. Korstanje
International Society for Philosophers,
Sheffield,
UK.
En Imperio & Imperialismo, Atilio Borón
critica la postura inocente, si se quiere de Michael Hardt y Antonio Negri.
Desde una perspectiva que combina la sensibilidad por ciertos temas sociales,
con la lucha popular, el autor confiere un manto de sospecha sobre los
argumentos que llevan a estos dos grandes intelectuales, a suponer que el declive
del estado nacional está próximo. Borón, muy elocuentemente, parte de una gran
contradicción ¿cómo podemos afirmar que el mundo moderno se torna cada vez más
móvil cuando hay miles, sino millones de personas que no solo no pueden viajar,
sino que no tienen cubiertas sus necesidades básicas?, ¿cual ha sido el rol de
las entidades internacionales de crédito en la conformación de las asimetrías
materiales?. Esta reseña no es una crítica al libro de Atilio Borón, sino una
clarificación de los puntos o aspectos centrales entre las dos formas que
pugnan en la izquierda por ver el problema del capitalismo.
Borón
argumenta que parte de la fama y reconocimiento mundial por el trabajo Imperio
(Hardt & Negri) se debe a la necesidad ideológica del capitalismo para
reciclarse asimismo, a la vez que pone en evidencias las supuestas falencias
del estado nacional. Una ciudad sin estado, es el fin de la política, adhiere
implícitamente Borón. Pero el argumento de Hardt y Negri van más allá,
admitiendo que el Imperio se encuentra estructurado en un centro vacío, donde
la dependencia con la periferia ya no debe ser importante para los analistas
políticos. Vivimos una nueva forma desterritorializada de hacer el imperio, que en mayor o menor medida, se considera superador del imperialismo
clásico.
A
esta tesis, Borón replica que una de las fortalezas más representativas del
capitalismo, como forma de organizar el territorio y la economía, es su
ideología. Más allá de los pensadores a los cuales hayan acudido los autores y los
que han sido ignorados, tema muy debatido en el libro de referencia, la
realidad demuestra que el capitalismo sigue oprimiendo a una gran masa de
trabajadores, reduciendo los derechos de los inmigrantes de manera indignante,
y complaciendo las condiciones para que la reproducción del capital se pueda
acelerar. Con todo esto, Borón llama a la reflexión considerando que las
realidades de los pensadores italianos, distan mucho respecto a los
latinoamericanos. La formulación de una tesis que connota la desterritorialización
de un Imperio promovido por las Naciones Unidas, que en vías de la política
internacional anexa economías periféricas a través del uso de la fuerza,
demuestra que las instituciones internacionales son funcionales a los Estados
Unidos y a su política expansionista. Criticando exclusivamente la tesis de
Huntington, sobre la potencia solitaria, Borón advierte que una de las mayores
quimeras de los pensadores capitalistas es hacer creer que el estado nacional
se encuentra acabado, que sus funciones básicas debe ser absorbidas por el
mercado, y que las asimetrías materiales que el mismo mercado genera son
producto de la incompatibilidad cultural o la corrupción local. La unión de
varias economías en una sola exhibe un discurso que no solo dista de ser real,
sino que baja las defensas naturales del estado frente a la globalización. Aun cuando en política internacional, Estados Unidos haya promovido los
mercados comunes, o los convenios de asistencia financiera internacional, como
potencia dominante ha puesto diversos reparos y obstáculos a la hora de
conferir a un tercer estado o institución cuestiones que hacen a su soberanía.
En perspectiva, Borón no equivoca su critica a Negri & Hardt respecto a la
quimera discursiva sobre la cual se encuentra construido el libro Imperio. No
obstante, en esta pequeña reseña ampliaremos tres cuestiones centrales respecto
al libro de Borón, que ayudarán al lector a comprender la discusión.
En
primer lugar, cabe definir si las causas del capitalismo son similares a sus
efectos. Interesantes estudios post-weberianos en crítica cultural ha
desarrollado la idea que el capitalismo se condice por la necesidad racional
del control de los efectos, que obviamente ha creado al capital como
institución de mediación entre los hombres, empero que (como el joven Marx
comentó en sus primeros trabajos) incluye al propio proletariado. Si partimos
que el capitalismo se encuentra definido por el control burocrático y racional,
entonces, asumimos dos ideas centrales: a) la Unión soviética era un país tan
capitalista como Estados Unidos (Berger, 1989) y b) la masa proletaria una vez
en poder hace lo mismo que la clase burguesa pues su lógica de explotado es
idéntica a la del explotador. Ante esta cuestión, uno se pregunta si el capital
aliena al trabajador, ¿cómo podemos ayudar al trabador, dándole mayor capital?,
¿no agravaríamos su situación?, pero si nos mantenemos en forma pasiva, ¿no
validamos implícitamente la lógica burguesa de exclusión?.
Fillipi
(1988) parece habernos dado una respuesta en su trabajo sobre el marxismo
latinoamericano. Marx no era un político, no vindicaba (como si lo hacía Lenin)
una ruptura que mejorara las condiciones de la clase trabajadora. Marx veía el
avallasamiento capitalista como una condición natural al devenir de la historia. De hecho, documenta Fillipi, cuando Marx desde Nueva York apoya a los Estados
Unidos en su invasión con México por el actual estado de Texas (1847). A su
jactancia académica, que un país agrario como México triunfara sobre el industrial
Estados Unidos, podría haber complicado a Marx. Por eso no es extraño darse
cuenta que Marx, además de su genio, no era el luchador comprometido que
algunos intelectuales quieren presentar. Implícitamente, el esperar
pacientemente que se cumpla la profecía del final de la lucha de clases, podría
haber sido en el peor de los términos, la excusa ideológica para el
afianzamiento capitalista mismo. La pregunta vera en la siguiente dirección,
¿puede el marxismo, como praxis política de la teoría de Marx, puede igualarse
al marxianismo, a los estudiosos de Marx?.
Segundo,
los escritos en italiano del propio Negri distan radicalmente de sus
afirmaciones en Imperio, eso es real. La posición auto-inducida del italiano de
lengua periférica respecto al inglés, lo ha llevado a tener que sacrificar
muchas de sus ideas originales, matizadas bajo el argumento de Hardt, quien en
el fondo como muchos pensadores estadounidenses (incluso el mismo Chomsky)
siguen pensando en que Estados Unidos, si corrige ciertas inequidades, debe
convertirse en la potencia imperante, simplemente porque es “la república más
democrática del planeta. Dentro de Estados Unidos hay dos grupos de
intelectuales, a grandes rasgos ambos consideran que su país debe manejar la
política y la economía del mundo, aunque de forma diferente. Un grupo
radicalizado se refiere a la necesidad de intervenir directamente en
situaciones de inestabilidad, mientras que otros, de naturaleza más progresiva,
prefieren hacer una crítica que coadyuve en una forma más democrática, pero no
por eso menos imperialista, en materia de ayuda internacional (Coulter, 2012).
Tercero
y último, Borón asume que el capitalismo se encuentra reciclado en una nueva figura,
pero que ésta de ninguna manera es el final del estado nacional. Cabe una
distinción que nos ayuda a re-pensar porque Negri está tan interesado en el
final del estado nacional. Tanto en Imperio como en Multitud, Negri argumenta
que el estado nacional es la prueba más fehaciente del triunfo del capitalismo.
Una de las mayores torpezas de la URSS fue haber creído en el estado nacional,
y haber olvidado la universalidad de la lucha de clases. El estado se corresponde con el resultado de la lógica racional creada y mantenida
por el mercado, es decir, es la expresión más vivida del capitalismo. Esta
afirmación nos remite a algunas cuestiones irresueltas hasta el momento tales
como ¿qué hace similar a un obrero inglés de uno argentino?, ¿su pasión o
indiferencia por la guerra de Malvinas?, ¿un evento que denota cierto sesgo de
patriotismo, o el hecho de que ambos son explotados por la burguesía de sus
respectivos países?.
El
conflicto entre naciones lejos de apoyar al proletariado lo subsume frente a
una falsa ideología, enfrentar a la misma clase entre sí. Si abrazamos nuestra
hostilidad por el capitalismo, no podemos defender al estado nacional, el cual
se constituye como su aliado más representativo. En este sentido, el estado
nacional fue funcional a una fase imperialista del consumo, ese proceso que
bien ha observado Marx, pero se ha reciclado en un único imperio cuya
legitimidad no nace de la plusvalía del capital, sino de la bio-política
(entendida como la posibilidad de extender la vida fuera de toda frontera). Esta
es la causa principal por la cual Negri no comparte el mismo optimismo que
Borón por lo que pueda hacer el estado nacional respecto a la masa de
trabajadores. Gracias a que el Imperio se deshacer de las nefastas influencias
del estado; es que puede apelar a la creación de una multitud, que escape a la
mente adoctrinada de la ciudadanía. Un sujeto de la multitud, según Negri y Hardt, puede desestabilizar al sistema desde cualquier posición y geografía,
puede irse a vivir a Francia y desde allí organizar una revolución. El
ciudadano, por el contrario, tiene su pertenencia y su lealtad para con el estado; su visión representa una forma ideologizada del adoctrinamiento político.
Borón, sugiere que pensar de esta forma es aludir al final de la política, y que
sin ella, el sujeto es presa de los intereses corporativos del mercado. La
política nace de la pertenencia del sujeto a un territorio, y una autoridad
específica, ya sea en forma de ciudad, república o estado. Uno influido por la
filosofía francesa, el otro por la tesis del centro y la periferia. La contextualización de las crisis materiales -en este aspecto Borón no se
equivoca- que se dan sobre los sistemas económico productivos, indican que el
mundo no parece ir hacia una unión única, sino en dirección contraria. Irak simboliza (como lo explica Borón) no solo la ineficacia de las Naciones Unidas, sino
la disparidad de poder en las decisiones y la forma de legislar las leyes que tienen ciertos países respecto a otros. Si una nación puede invadir a otra, sin
sufrir sanción alguna, ¿cuál es el argumento que Negri puede dar respecto a la internalización del derecho?. Ciertamente, ninguna. Empero, agrega Negri en la
última parte de su libro Multitud, se da una paradoja inesperada, la masa se
transforma en multitud y puede de alguna u otra forma (que no específica)
destruir al imperio mismo desde dentro. Tanto Hardt como Negri asumen que el
Imperio ejerce un rol opresor sobre ciertos grupos (a diferencia de Hungtinton,
1993, 1997), y que en el peor de los casos puede ser esto una realidad
deseable, pero ambos en realidad se están refiriendo al proceso que Giddens
(1991) llama “reflexivilidad”, por medio del cual tanto la autoridad como el
conocimiento estarían cambiando. En este último punto, A. Borón tiene razones
de sobra para criticar el optimismo de Negri. La crítica de Borón es válida al
bienestar que hasta hace años gozaban los pensadores europeos. Bienestar que le ha sido negado a otros grupos humanos. No menos cierto, es que la reivindicación marxista latinoamericana también se ha sesgado acorde a valores que tienen que ver con la lucha y
el apego al estado. Por el contrario, los marxistas europeos visualizan al
estado (y a la democracia) como culminación más exitosa de la lógica
capitalista (éste tema, Borón no lo contempla con claridad). Funcional a la
liberalización de las costumbres, la democracia ha sido funcional a la
expansión capitalista. Pretender, como lo dejan en claro Negri y Hardt, combatir contra el capital resguardándose en el estado nacional es aceptar al capitalismo mismo. Los intereses de la clase terrateniente, las estructuras eclesiásticas,
los políticos, los jueces, los militares y la burguesía no son muy diferentes.
Hechas las
aclaraciones pertinentes, Imperio e Imperialismo se presenta como un libro que
estimula el debate académico respecto a las posibilidades que el materialismo
histórico presenta para los próximos años, un ensayo recomendable para
sociólogos y antropólogos interesados en temas latinoamericanos.
Referencias
Berger, P. (1989) La Revolución Capitalista. Cincuenta proposiciones sobre la propiedad, la igualdad y la libertad. Barcelona,
Península.
Coulter, G.
(2012). Jean Baudrillard: from the Ocean to the
desert or the Poetics of Radicality. New Smyrna Beach, Intertheory Press
Fillipi, A. (1988).
Instituciones e ideologías en la independencia hispano-americana. Buenos
Aires, Alianza.
Giddens, A. (1991) Modernity and Self-Identity: Self and Society in the Late Modern
Age. California, Stanford University Press.
Hardt, M. & Negri, A. (2000) Empire.
Massachusetts, Harvard University Press.
Hardt M. & Negri, A (2004). Multitude:
war and democracy in the age of Empire. New York, Penguin.
Huntington, S. P. (1993). The Third
Wave. Democratization in the Late Twentieth Century. Oklahoma, Oklahoma University Press.
Hungtinton, S.
P. (1997). The Clash of Civilizations: Remaking of World Order. New York, Touchstone Book.