RESUMEN
En este trabajo pretendo describir y analizar, a la luz de
ciertos aportes teóricos fundamentales al tema, las diferentes formas que
adoptó el Estado de Bienestar en los países industrializados. Lejos de
conformar una estructura idéntica a todos los casos, el EB es producto de una
multiplicidad de factores históricos, sociales y económicos diversos.
ABSTRACT
In this paper the aim is to describe and analyze, using
some important theoretical contributions, the different ways of welfare state
in the industrialized world. Welfare state has not been the same in all
countries and this must be understood as a result of multiple historical,
social and economic causes.
El Estado de Bienestar: tres regímenes clásicos para los países
industrializados y la modalidad argentina de cara al nuevo siglo. Una
perspectiva comparada
Alejandro Damián Rodríguez
Introducción
En este trabajo pretendo describir y analizar, a la luz de ciertos
aportes teóricos fundamentales al tema, las diferentes formas que adoptó el
Estado de Bienestar
en los países industrializados. Lejos de conformar una estructura idéntica a
todos los casos, el EB es producto de una multiplicidad de factores históricos,
sociales y económicos diversos.
Nos basamos en la tipología del EB desarrollada por Esping-Andersen
y en la revisión que a posteriori realizaron Huber y Stephens. En primer lugar
nos dedicaremos a explicitar las particularidades de cada modelo teórico o tipo
ideal del EB que los autores mencionados construyeron, en segundo término
intentaremos establecer algunas relaciones con el caso argentino. Si bien
entendemos que el desarrollo del EB ha revestido particularidades diferentes
para cada país, también consideramos que, como sugieren los autores mencionados,
pueden, al menos, establecerse tres recorridos típicos para los países
industrializados. Aunque las características históricas de cada país han
“impreso una marca” única sobre la forma del EB, también existen tendencias
globales que nos permiten, a partir de la observación de dimensiones
estructurales, agrupar muchos casos bajo la égida de uno u otro de los tres
modelos teóricos típicos que vamos a desarrollar más adelante.
Nuestra intención es analizar, en primera instancia, las
dimensiones estructurales de cada modelo del EB y, luego, indagar como la
conformación de un determinado modelo prototípico del EB influyó en el
desarrollo futuro de cada país, impactó de forma distinta en cuestiones económicas
y sociales y contribuyó a la conformación de un sistema de protección social con
características diferentes.
En segundo término nos interesa destacar ciertos trabajos
dedicados al caso argentino. Intentaremos establecer los quiebres y las continuidades
con los modelos del EB de los países industrializados y, además, pensar con que
tipo ideal encuentra nuestro país mayor afinidad.
Finalmente, intentaremos, de forma muy preliminar ya que se
trata de un escrito muy breve -que, además, solo retoma un número reducido de
estudios sobre un tema que ha sido ampliamente abordado por la ciencia política-,
indagar alguna hipótesis sobre el futuro del EB en nuestro país.
Todo esto porque entendemos que en los albores del siglo
XXI es sumamente pertinente repreguntarse por el EB argentino. Como ha sido
analizado ampliamente por la literatura especializada en ciencia política, a
partir de la década de 1990 se inició en nuestro país un proceso de
reestructuración del Estado que implicó cambios profundos en la matriz del EB
argentino. Acusado de ineficiencia y falta de equidad, el EB nacional fue “reformado”
y retraído a funciones delimitadas como “básicas”.
La aparición de una “nueva cuestión social” -como han
apuntado Rosanvallon y Castel- demandaba soluciones nuevas frente al fenómeno
de la exclusión social. El EB argentino, basado en la sociedad salarial, no poseía
en su abanico de respuestas las soluciones prácticas a estos nuevos problemas
que comenzaban a vislumbrarse.
El proceso de reforma del EB argentino fue avalado
legalmente mediante las leyes de Reforma del Estado y de Emergencia Económica que
se aprobaron en agosto de 1989. En el marco de la retracción general del EB y
de la aparición de nuevos problemas -“la nueva cuestión social”-, que indicaban
una crisis general del sistema para integrar a los también nuevos excluidos de
la sociedad salarial, las respuestas que se adoptaron como estrategias de
Estado para paliar el fenómeno se basaron en la focalización, la
descentralización y la privatización de las políticas públicas.
También es nuestra intención aquí plantear una serie de interrogantes:
a más de 10 años de la crisis de 2001, ¿de que manera vislumbramos el futuro
del EB argentino? En el actual contexto argentino ¿Qué relación puede vislumbrarse
a futuro entre EB y democracia? ¿Qué sistema de protección social puede
preverse? ¿Qué tipos de políticas sociales serán prioritarias?
Como sostienen Draibe y Riesco (2009:IX) “hay ya muchas
señales que apuntan hacia un cierto agotamiento del actual ciclo de
transformaciones del modelo económico y del paradigma neoliberal bajo el cual
fue implementado”. Si así fuere, ¿podemos considerar la reconstitución de un EB
acorde a las necesidades del nuevo siglo? No pretendemos dar respuesta a estos
interrogantes, sólo consideramos que, más allá del legado negativo de reformas
neoliberales, es imperativa la necesidad de plantear el debate acerca del EB
argentino frente a un nuevo escenario nacional, regional y mundial.
Una tipología comparada de los tres regímenes del Estado de Bienestar
En este apartado nos proponemos describir someramente las
principales características de los tres regímenes típico-ideales del EB que
elaboró Esping-Andersen. Muchos autores han analizado el EB a través de hipótesis
argumentativas que, si bien lo abordan, también lo terminan explicando a partir
de otras variables incorporadas ad hoc tales como la crisis del
capitalismo, el choque de clases, las relaciones de poder, entre otras.
Entendemos en cambio y junto con Esping-Andersen que un análisis serio del EB
requiere que se lo tome como objeto de estudio “en si”, sin recurrir a argumentos
exteriores para su explicación. Se trata de emprender un análisis per se
del EB, o, en palabras del mismo autor, de un estudio “sociologizado” de él.
El EB conforma una modalidad de Estado, al igual que el “Estado
vigilante” o “de funciones mínimas” del siglo XIX, que implica mucho más que
redes estatales amplias de redistribución social y transferencia de renta y/o
servicios. Por el contrario, el EB es “una fuerza activa en el ordenamiento de
las relaciones sociales” (Esping-Andersen, 1993:44) que imprime su “sello” y
marca nuevas reglas de juego entre las clases sociales. Como el desarrollo
histórico de las naciones no ha sido igual, tampoco lo ha sido la forma en que
el EB terminó “decantando” en cada nación del mundo industrializado. Como veremos
a continuación, el EB ha tomado -al menos- tres caminos diferentes.
Existe un primer grupo de países, vinculados a cierta
tradición de pensamiento anglosajona, que desarrollaron un EB -que podría denominarse-
de matriz liberal. Dentro de este conjunto de naciones podemos agrupar a
Estados Unidos, Nueva Zelanda o Canadá. Esta modalidad del EB privilegia la
focalización de la asistencia social casi exclusivamente sobre los que no
tienen medios de subsistencia. Se trata de una matriz del EB que podría vincularse,
de algún modo, a la antigua noción de Estado mínimo del siglo XIX.
Un segundo grupo de países con representantes tales como Austria,
Francia, Alemania o Italia no se encuentran enraizados a una tradición de
pensamiento liberal. Por el contrario, su desarrollo histórico se encuentra
vinculado al poder de las corporaciones; algunas de ellas tuvieron un papel
central en la génesis del mismo Estado nacional. Por tal motivo es evidente que
el rol de la Iglesia en la conformación de este tipo de EB ha sido central. Por
ello, para esta matriz europea continental del EB ideas tales como “familia” o
“maternidad” son centrales. Este tipo de EB también ha privilegiado una mirada
de las relaciones laborales que priorizan los acuerdos corporativos entre
agencias estatales y corporaciones sindicales, antes que los arreglos
individuales. Se trata, en definitiva, de un enfoque que entiende que el sujeto
es tal en cuanto pertenece a una organización determinada; por tales motivos,
este dispositivo del EB encuentra grandes problemas a la hora de combatir “la
nueva cuestión social”, ya que los “nuevos excluidos” se caracterizan,
justamente, por estar por fuera de casi todas las redes de integración social
ciudadana.
La tercera modalidad del EB es característica de países
tales como Suecia, Noruega o Dinamarca. En las antípodas del modelo liberal del
EB, el tipo sueco, que constituye el ejemplo más característico de todos, ha
sido el resultado de un pacto político entre partidos socialdemócratas y
sectores agrarios. Se puede sostener que se trata de un tipo de EB que
privilegia un enfoque de “clase media” de la cuestión: en lugar de atender a las
necesidades mínimas de quienes no tiene medios de subsistencia, se promueve la
difusión de bienes y servicios de sectores medios hacia todos los sectores de
la población. Así, se busca igualar “hacia arriba” basándose en los estándares
de los sectores más elevados. Sin embargo, es sabido que estos países están
actualmente atravesando un proceso de cambio en las configuraciones de sus EB.
El envejecimiento de la población, los altos impuestos y los excesivos costos
económicos del sistema de protección social han provocado que, en los últimos
años, los gobiernos adoptaran cambios radicales en la matriz del EB: “el
gobierno -se refiere al gobierno sueco- se vio obligado a reducir el gasto
público, recortar la política social y encarar privatizaciones -algo impensado
hasta entonces- en áreas como la salud y la educación” (Diario La Nación, 31 de
julio de 2005).
(Des)Mercantilización, estratificación social y empleo en los tres regímenes
del Estado de Bienestar
Hasta aquí hemos realizado solamente una breve descripción
de los tres regímenes típicos del EB del mundo desarrollado. Ahora haremos hincapié
en tres cuestiones que adoptan modalidades distintas según el tipo de EB que se
trate. Nos referimos a la (des)mercantilización, la estratificación social y el
empleo.
A partir del análisis de estos tres aspectos intentaremos componer
internamente a cada régimen típico del EB. De hecho, creemos que todo análisis
sociológico que pretenda responder a la pregunta ¿Qué es el EB? debe dar cuenta
de estos aspectos, antes que colocar la atención sobre el gasto público u otras
variables de análisis.
La primera cuestión está relacionada con la (des)mercantilización;
este concepto hace referencia a cuando “se presta un servicio como un asunto de
derecho y cuando una persona puede ganarse la vida sin depender del mercado”
(Esping-Andersen, 1993:41).
El régimen del EB que hemos denominado de matriz liberal es
el que posee menos rasgos desmercantilizadores de la fuerza de trabajo. Por el
contrario, el papel del mercado es vital en la configuración general de este
tipo de EB. En el régimen liberal del EB los trabajadores dependen casi
enteramente del mercado para satisfacer sus necesidades individuales. Las redes
de asistencia y de seguridad social existentes funcionan como mecanismo de
“último recurso” para quienes fracasaron en el mercado, principal proveedor de
empleo y de servicios. Como es de prever, beneficiarse de estas redes de
asistencia social -en forma de subsidios o planes asistenciales- suele estar
asociado a algún tipo de estigma negativo por parte de la opinión pública y/o
la mirada de los otros.
Los trabajos de Loïc Wacquant han reflejado claramente este
fenómeno a partir del estudio del gueto negro de Chicago. Sin embargo, como
podemos ver en Los condenados de la ciudad. Gueto, periferias y Estado,
este nuevo fenómeno que vincula explosivamente exclusión, mercantilización de
la fuerza de trabajo y estigmas sociales, lejos de radicarse exclusivamente en
países con un EB de matriz liberal, como es el caso de los Estados Unidos,
también puede observarse ahora en Francia, vinculado a una tradición del EB
distinta. Suponemos que esto requiere de un análisis más profundo, para
observar como modalidades en principio distintas, convergen y se muestran
entrelazadas y superando a los mismos modelos teóricos.
El régimen corporativista, en cambio, se encuentra “a medio
camino” entre el de matriz liberal y el socialdemócrata. Esta configuración del
EB, característica de los países de Europa continental, posee un Estado más
activo así como derechos de ciudadanía social más extendidos que el liberal.
Sin embargo, bajo este paradigma del EB, la extensión de derechos se circunda
casi exclusivamente a la órbita del trabajo. Paradójicamente, el proceso de
desmercantilización de la fuerza de trabajo, en tanto proceso cuyo fin es
limitar las fuerzas del mercado, se da a través del empleo. Para lograr un
acceso pleno a los derechos y beneficios de la ciudadanía se debe pertenecer a
la sociedad salarial, ya sea directamente como trabajador o indirectamente a
través de su grupo familiar.
El último de los regimenes del EB, característico de los
países nórdicos, debería considerarse como el de tendencia más
desmercantilizadora de la fuerza de trabajo. El acceso a los derechos de
ciudadanía social no se realiza a través del mercado o a partir de la
pertenencia a la sociedad salarial y/o a las corporaciones. Por el contrario,
se basa en la misma noción de “ciudadanía”, sin embargo, este proyecto no se ha
demostrado todavía como totalmente desmercantilizador, en el sentido de que
configure una alternativa real al trabajo. Además, como hemos dicho más arriba,
estos países están virando la configuración de su EB hacia modelos más
conservadores, por lo que entendemos que es muy probable que este régimen del
EB adopte características más mercantilizantes en el futuro.
Como dijimos al principio de este trabajo, el EB constituye
en sí mismo una fuerza activa que interviene -como otro actor más- en el
ordenamiento de las clases sociales. Así, para cada régimen del EB, y en
relación a una mayor o menor (des)mercantilización de la fuerza de trabajo, se
configura un tipo de estratificación social diferente, el segundo de los
aspectos que nos interesa tratar en este apartado.
El EB liberal, apoyado en el rol central del mercado y, en
definitiva, en la mercantilización avanzada de la vida que caracteriza a todo
el modelo, contribuye a la consolidación de un sistema de estratificación
social dual: por un lado, quienes triunfaron en el mercado y pudieron
vincularse al trabajo efectivamente, por el otro lado, quienes fracasaron y
deben sobrevivir de la seguridad social. Además del estigma social con el que
cargan sus beneficiarios, este tipo de políticas sociales basadas en prestaciones
mínimas contribuye a la conformación de una clase social específica compuesta
de sujetos excluidos, under-class (esta categoría es siempre sometida a
amplias discusiones) o parias del sistema de clases.
Por su parte, el EB corporativista, como sugiere
Esping-Andersen, se creó para intervenir deliberadamente en la configuración
general del sistema de clases de su época. A partir de las medidas de Bismarck
para el caso alemán, quizá el mejor exponente de este modelo del EB, se trazaba
como meta consolidar un sistema de clases atento a las diferencias de status de
la burocracia pública. Entonces, este tipo de EB lega una configuración de
clases compleja donde distintos grupos corporativos poseen derechos y
privilegios diferentes de acuerdo a su condición salarial y status social.
El EB caracterizado como socialdemócrata, como ya hemos
dicho, al priorizar un enfoque universalista de la cuestión y al mismo tiempo,
promoviendo la difusión de bienes y servicios de sectores medios hacia toda la
población interviene de forma clara en la configuración de clases de esas
sociedades. Como también ya hemos advertido, el interrogante es hasta donde
este modelo “de clases medias” del EB puede financiarse impositivamente, sin
conducir a una crisis general del sistema en esos países.
El tercer y último aspecto que entendemos como central para
“componer sociológicamente” a cada régimen del EB es la cuestión del empleo. Para
mediados de la década de 1970, los tres regímenes del EB sumaban problemas de muy
difícil resolución tales como el envejecimiento general de la población y la
baja tasa de fecundidad. Esto repercutía en los altos costos fiscales de todo
el sistema para sostener las redes de protección social. Así se producía un
efecto demográfico explosivo: por un lado, una maternidad en baja, y, por el
otro, una población económicamente no activa cada vez mayor. El panorama
general para los tres regímenes del EB era una fuerza de trabajo activa cada
vez más reducida.
Sostener el sistema de protección social a través de la vía
impositiva se hacía cada vez más difícil; una suba general de impuestos –los
cuales de por si ya eran muy altos- crearía una situación aún más crítica. Además,
a los conflictos internos de los tres regímenes del EB se sumaron los problemas
económicos globales desencadenados por la cuadriplicación del precio del
petróleo en 1973. Claro está que los países más afectados fueron aquellos que
dependían más del petróleo, o sea, todo el mundo industrializado. El efecto
inmediato fue una suba de las tasas de inflación y la reducción drástica de la
actividad económica. En este contexto general la reforma del EB se hacía
inminente. Cada país optó por una estrategia diferente, aunque ligada a la
naturaleza de su EB nacional.
El grupo de países vinculados a la tradición liberal del EB
optó, en líneas generales, por una estrategia basada en la desregulación del
mercado de trabajo. Así, para combatir el paro generalizado de la actividad
económica se impulsó una flexibilización general de las condiciones de trabajo
que incluía aparición de trabajos a medio tiempo y por contrato, baja general
de salarios, flexibilización de las condiciones de contratación de mano de obra
y reducción de las cargas sociales para las empresas y los costos laborales en
general. Si bien se pudieron observar resultados positivos en el corto plazo con
esta estrategia, en el largo plazo, por el contrario, los resultados fueron un
aumento de la desigualdad social, la suba de los índices de pobreza y la
profundización de la sociedad dual.
El conjunto de países caracterizados por un EB corporativo,
por su parte, se encontraron en una encrucijada de difícil solución. En algunos
casos, se impulsaron estrategias de ajuste más cercanas al EB liberal, en otros,
se propugnó que “adelgazar” el EB no era la respuesta a la crisis. Si bien parece
existir un acuerdo general para eliminar las “rigideces” del mercado laboral a
fin de reformar el EB, en la práctica política es muy difícil llevar adelante
estas medidas sumamente antipopulares. Así, en el caso francés, la propuesta de
retraso de la jubilación de 60 a 62 años provocó una huelga general violenta en
2010, o, en el caso español, los pedidos de ciertos sectores económicos para
iniciar un proceso de reforma del EB chocan con la postura de los gobiernos de
turno que no desean pagar un costo previsiblemente muy alto. Se trata de una
encrucijada de difícil solución: el consenso común indica que se deben eliminar
las “rigideces” del mercado de trabajo, sin embargo, como sostiene
Esping-Andersen, esas mismas “rigideces” constituyen intrínsecamente el
bienestar de la población en forma de seguridad laboral, altos salarios y
contribuciones sociales.
Finalmente, el caso escandinavo, frente a los mismos
problemas, optó por una estrategia activa de promoción de políticas de empleo
vinculada a la equiparación de oportunidades para ambos géneros. Se fomentó
ampliamente el trabajo femenino; el aceitado mecanismo de servicios sociales
(entre ellos las guarderías) de este régimen del EB -especialmente el sueco-
permitió a las mujeres armonizar empleo y maternidad. Sin embargo, como
sosteníamos al principio de este trabajo, el modelo escandinavo del EB parece
estar alcanzando sus propios límites. Los altos costos del sistema obligan a
los gobiernos a pensar en posibles transformaciones del EB tales como reducción
del gasto, privatizaciones o ajustes en el sistema de protección social, algo
impensable algunas décadas atrás.
Génesis y reforma del EB argentino
La tipología tripartita del EB se ajusta muy bien a los
países del primer mundo, ahora, ¿que sucede con las naciones que han creado su
EB más recientemente, o con aquéllos países que lo han reformado en profundidad?
Además, ¿Qué ha quedado del EB luego de esas reformas integrales?
Entre los países que han construido un EB más recientemente
deberíamos observar, por un lado, a los países asiáticos y, por el otro, a los
países del ex-bloque comunista. En cambio, entre los países que han realizados reformas
estructurales de su EB, podemos observar el caso argentino y el caso chileno,
por citar dos ejemplos característicos de nuestra región.
No nos dedicaremos aquí al análisis de los países que han
desarrollado un EB ex nihilo. En cambio, haremos algunos comentarios sobre
el grupo de países que han reformado globalmente su EB, particularmente, el
caso argentino. Muchos autores se han dedicado al estudio de la cuestión, en
este apartado retomaremos solo dos trabajos para observar que vinculaciones pueden
establecerse entre la perspectiva general de esos autores y la tipología del EB
que hemos analizado hasta aquí.
El primero de los trabajos es el de Guillermo Alonso, Política
y seguridad social en la Argentina de los ´90. En este trabajo el autor realiza
un estudio del sistema previsional y de obras sociales argentino en perspectiva
histórica. Para ello retoma centralmente la tipología de Esping-Andersen.
Debemos decir en este punto del escrito que, ya que no lo hemos explicitado
hasta ahora, la tipología tripartita del EB de Esping-Andersen es tributaria de
los escritos de Richard Titmuss. Sin embargo, el autor incorpora un enfoque
distinto sobre la tipología, porque a diferencia de Titmuss, desvincula cada
régimen del EB de un mecanismo de etapas secuenciales de avance de la política
social, enfatizando, por el contrario, que cada EB tiene características
propias que no se corresponden con un estado de avance determinado.
Alonso también se hace eco de otro trabajo central entre
los estudios del EB: Development and Crisis of the Welfare State. Parties and Policies in Global Markets,
de Evelyne Huber y John Stephens. Para estos dos autores,
si bien tienen un enfoque atento al esquema conceptual desarrollado por
Esping-Andersen, el problema debe ser abordado en relación también con más
variables. Especialmente, dedican central atención al conflicto de clases y entienden
al EB como una “arena de lucha”, en la que diversos actores intentan apropiarse
de recursos de poder:
“Nuestro enfoque está más estrechamente relacionado con la
escuela sobre la movilización de recursos de poder en la lucha de clases”
(Huber y Stephens, 2001:17) (traducción propia).
La mirada de estos autores enfatiza la idea de que las disputas
entre clases y sectores sociales para moldear al EB -y a sus políticas
sociales- constituyen, en definitiva, luchas por la apropiación de recursos y la
redistribución de rentas y/o servicios económicos. En esta perspectiva se
encuentran cercanos a los apuntes de Esping- Andersen, ya que el autor entiende
que cada régimen característico del EB, como hemos explicitado anteriormente,
es producto de un determinado sistema de clases. A su vez, el EB interviene
-como un actor más- en la lucha de clases como “una fuerza activa” que se
incorpora al juego político.
Siguiendo con el ejemplo argentino, Alonso termina argumentando
en su trabajo que el caso acabará consolidándose como un tipo de EB mixto con
un sistema de seguridad social caracterizado por combinar ciertos elementos del
modelo corporativo -que ya poseía de antaño- con nuevos elementos importados
del modelo vinculado a la tradición liberal anglosajona.
El segundo de los trabajos que destacamos es La nueva
oscuridad de la política social. Del Estado populista al neoconservador. En
este libro, Lo Vuolo y Barbeito también retoman la tipología que hemos
desarrollado hasta aquí y la analizan a la luz del caso argentino. Para estos
autores, el EB argentino, en su génesis, se construyó como un híbrido
institucional que albergaba elementos, tanto del tipo corporativo, como del
modelo socialdemócrata. Por el contrario, las características del régimen
liberal nunca tuvieron un peso relevante. Por ejemplo, el acceso a la educación
y a la salud es público y universal; en este sentido, el régimen argentino del
EB encuentra mayor afinidad con el modelo social demócrata. En cambio, componentes
tales como el sistema de previsión social, las obras sociales y las
asignaciones familiares emparentan más el modelo con el régimen corporativo.
La reforma del Estado argentino de la década de 1990
modificó sustancialmente esa configuración del EB nacional. Podríamos sostener
que se “trocaron” los elementos afines al modelo socialdemócrata por otros más
emparentados al modelo liberal. El EB argentino continuó siendo un híbrido institucional,
pero “trocó” sus piezas internas. Para Lo Vuolo y Barbeito, esta
reconfiguración del EB argentino implicó la “profundización de los fenómenos
más preocupantes de estas dos experiencias” (1998:90). O sea, los autores se
refieren a que, por un lado, el régimen argentino se acercaba demasiado a la
experiencia europea continental que, en esa época, empezaba a flexibilizar sus
condiciones generales de contratación de mano de obra, aumentaba forzosamente
la productividad y reducía la plantilla de trabajadores tanto en el sector
privado como en el público, y, asimismo, y por el otro lado, la tendencia que
se avizoraba indicaba, de forma cada vez más palpable, la conformación de una
sociedad dual de “ganadores” y “perdedores”, muy parecida a la realidad de los
países de tradición liberal, como por ejemplo, Estados Unidos.
Si bien en esa época, el discurso esgrimido por los
defensores de la reforma del EB sostenía, más o menos, que esos cambios
conformaban la “única salida” para un contexto general de crisis, los apuntes
realizados por Huber y Stephens demuestran que, en un contexto crítico similar,
otros países optaron por estrategias distintas a la argentina. Así, mientras
que para el caso argentino y el chileno prevaleció el componente
liberal-residual, Brasil optó por una estrategia mixta que vinculó el carácter
corporativo del EB con la universalización de servicios. Por el otro lado,
Costa Rica constituye un ejemplo paradigmático en la región ya que su modelo de
EB se tornó cada vez más socialdemócrata. Concretamente, entendemos que debemos
“echar por tierra” definitivamente aquella tesis que proponía la existencia de una
“única opción” para reformar el EB, ya que, por el contrario, la realidad
indica que las opciones elegidas por los países de la región en contextos
similares fueron muy disímiles.
Comentarios finales sobre el EB argentino de cara al nuevo siglo
En este trabajo hemos examinado el EB a la luz del enfoque
teórico de Esping-Andersen y de algunas de las revisiones que realizaron Huber y
Stephens a posteriori. Entendemos que existen otras perspectivas, sin embargo,
el hecho de que dos trabajos relevantes sobre la temática tales como el de
Alonso, por un lado, y el de Lo Vuolo y Barbeito, por el otro, hayan hecho
hincapié también en esas obras nos indica que volver sobre esos viejos enfoques
teóricos es, al menos, pertinente.
Hemos caracterizado brevemente los tres regímenes típicos
ideales del EB -liberal, corporativo y socialdemócrata- y, luego, hemos
analizado los tres componentes fundamentales para la comprensión de la dinámica
interna general del EB: su grado de (des)mercantilización, la estratificación
social y el empleo. Posteriormente, hemos intentado esbozar las características
principales del EB argentino en su génesis y la manera en que la reforma
estructural del Estado de la década de 1990 produjo cambios sustanciales en su
conformación interna.
Una de las preguntas con la que iniciamos este escrito versaba
así: después de la reforma del Estado, y a más de 10 años de la crisis de 2001,
¿de que manera deberíamos vislumbrar el futuro del EB argentino? Entendemos que
el actual contexto económico, social y político amerita nuevas interpretaciones
sobre el EB y su futuro. En tal sentido, los procesos de consolidación
democrática y expansión económica de la región indicarían la necesidad de
regenerar un EB acorde a las necesidades actuales.
El nuevo siglo se ha abierto de un modo distinto, nutrido
de cambios positivos que indicarían cierto agotamiento del paradigma neoliberal
-aunque puede volver a reconstituirse en hegemónico- que auspició las reformas y
ajustes estructurales del EB. Sin embargo, lejos estamos todavía de la
reconstitución global de un EB acorde a las nuevas necesidades. Nos debemos un
tratamiento amplio de cuestiones tales como la reconfiguración global del sistema
de protección social del EB, o sobre los tipos de políticas sociales qué deberían
ser consideradas prioritarias en el futuro.
Son debates, claro está, que no podemos zanjar en este
breve trabajo, sólo intentamos plantearlos. A modo de ejemplo, una de las opciones,
que muchas veces se vuelve a discutir, y que cuenta con defensores (Rifkin) y
opositores (Esping-Andersen), gira alrededor de la implementación del ingreso
ciudadano o renta básica universal.
El ingreso ciudadano o renta básica universal es un
beneficio que se vincula a la ciudadanía: se trata de un ingreso al que se accede
en carácter de ciudadano y no requiere de ninguna contraprestación en parte. Se
trata de una renta desvinculada de la órbita del trabajo; es un derecho de
ciudadanía. Las voces a su favor hacen hincapié en la universalización del
beneficio y la democratización de las condiciones de vida en una sociedad que
es cada vez más excluyente. Las críticas, en cambio, se centran en que la transferencia
de renta, si bien en el corto plazo es indiscutiblemente efectiva, en el largo
plazo puede incidir en la generación de nuevos pobres y en el sistema de
estratificación social negativamente; implicaría, mas o menos, asalariar la
exclusión, en términos de Rosanvallon (1995).
Plantear estos debates es sumamente necesario ya que
conjugan a la vez los modos de construir ciudadanía con el futuro del EB. Es
decir, como es sabido, la expansión de la ciudadanía social se ha dado vis a
vis a la consolidación del EB, y de hecho, la propuesta central de Marshall
y Bottomore (1998) es que la noción de ciudadanía social se encuentra en el
núcleo del EB. Desde nuestro punto de vista, y siguiendo a Levin, la ciudadanía
social debe entenderse como “un vínculo de integración social que se construye
a partir del acceso a los derechos sociales siempre cambiantes en una
comunidad” (2000:117).
La expansión y/o retracción de la ciudadanía social constituye
un aspecto central en cualquiera de los regímenes del EB mencionados; para
analizar el tema es necesario, además, vincular la cuestión con la relación que
se da entre Estado y mercado en cada modo típico del EB. En definitiva, todos estos
debates tratan de estudiar la(s) manera(s) de construir vínculos sociales
efectivos que posibiliten la creación y/o la ampliación real de la ciudadanía.
En este marco, la discusión conceptual sobre el futuro del EB es siempre, no sólo
pertinente, sino obligada.
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