Resumen
Este
paper pretende reflexionar respecto de la sindicalización en Chile. Para ello relaciona
la problemática en estudio con el fenómeno de la globalización y de las
principales corrientes económicas que de una u otra forma estarían condicionando
la situación actual de las empresas y con ello, de los trabajadores y de los
sindicatos. De manera adicional a esta explicación se explora el rol del sujeto
en la modernidad. Más allá de la importancia del sujeto en los nuevos
paradigmas este trabajo concluye en la necesidad de impulsar la acción
colectiva no sólo en miras a fortalecer el movimiento sindical en nuestro país
sino en ubicar los derechos humanos y laborales en una posición central en las
estrategias de desarrollo que Chile emprenda en el mediano y largo plazo.
Palabras
Claves: Sindicalización, Globalización, Sujetos, Acción Colectiva.
Abstract
The aim of
this paper is to think about the trade union movement
in Chile. For this purpose it relates the issue in study to the phenomenon of
the globalization and the principal economic currents that in one way or another
would determine the current situation of the companies and with it, of the
workers and the unions. In addition to this explanation, the role of the
subject is explored in the modernity. Beyond the importance of the subject in
the new paradigms, this work concludes in the need to stimulate the collective
action not only in gun-sights to strengthen the union movement in our
country, but also in locating the human and labour rights in a central position
in the strategies of development that Chile tackles in the medium and long
term.
Key
words: Union trade movement, Globalization, Subjects, Collective Action.
La Sindicalización en Chile: Una mirada desde la globalización
y la necesidad de acción colectiva
Julio González Candia
Myrna Videla Aros
1. Introducción: El Concepto y Rol del
Sindicalismo
El
autor Jorge Machicado (2010) ha planteado que “se designaba con tal palabra
“syndicus”, que ha conservado su sentido primigenio, a la persona encargada de
representar los intereses de un grupo de individuos; la voz “síndico” retuvo,
en las lenguas romances, el concepto de procuración y representación. Por
traslación del representante a los representados, surgió el “sindicat” francés,
del cual es traducción aceptada sindicato”. Es el mismo autor quien también
entrega un definición del concepto Sindicato señalando que es la “unión
libre de personas que ejerzan la misma profesión u oficio, o profesión y
oficios conexos, que se constituya con carácter permanente y con el objeto de
defender intereses profesionales de sus integrantes o para mejorar sus
condiciones económicas y sociales” (Machicado, 2010:8-9). Sin embargo y
según Fernando Arrau (2008) una noción concreta de los sindicatos sólo es
posible obtenerla siguiendo su proceso histórico, a partir del momento en que
dejaron de ser organizaciones ilegales, a mediados del siglo XIX, hasta su
situación crítica en las dos últimas décadas del siglo XX y la primera del
siglo XXI.
Según
el autor Francisco Zapata la acción del movimiento obrero ha jugado un papel
relevante y/o significativo en la democratización de la sociedad capitalista.
Así ha señalado que “desde las revoluciones de 1848 en adelante, y con el
fortalecimiento de las instancias políticas del sindicalismo, entre las cuales
sobresale la creación de la Primera Internacional en 1864, los hechos que se
derivan de la Comuna de París y la Segunda Internacional contribuyeron a la
creación de un nuevo actor social, el movimiento obrero” (Zapata,
2005:112). En la mis línea, Gonzalo Martner ha señalado que “de haber sido
organizaciones ilegales a mediados del siglo XIX, los sindicatos pasaron a
constituirse en fuerzas sociopolíticas junto a los partidos políticos,
contribuyendo ambos a construir instituciones centrales en las sociedades
capitalistas modernas e integrándose los primeros al funcionamiento
institucional de los sistemas de relaciones industriales en casi todo el siglo
XX” (Martner, 2011:2).
De
igual forma y situándonos en esta parte del continente, el sindicalismo
latinoamericano, después de haber desempeñado un importante papel en la
organización de los trabajadores y trabajadoras en América Latina en general -
y también en los casos de Chile y Uruguay más particularmente -, en sectores
como la minería, la industria manufacturera y la burocracia pública, de haber
establecido estándares laborales y la negociación de contratos colectivos de
trabajo, de haber desarrollado canales de participación política y haber
contribuido significativamente al fortalecimiento de la democracia al igual que
sus contrapartes europeas, atraviesa hoy por una crisis que guarda relación con
las profundas transformaciones económicas, políticas y sociales que han
afectado a los países latinoamericanos desde la década de los 70 y por la
modificación del contenido y de la forma de operar de los sistemas políticos y
de la redefinición de la democracia, todo esto en un contexto o escenario de globalización.
En la historia de Chile ha existido
una relación, por así decirlo, tradicional entre el Sindicalismo y la
Democracia, considerando el fortalecimiento mutuo que se produce entre el
movimiento sindical y el tipo de gobierno democrático así como el
debilitamiento del movimiento obrero en los gobiernos autoritarios y/o
dictatoriales donde, además, decrece la participación efectiva y calidad de
vida de los trabajadores en una sociedad. Sin embargo, nos hemos encontrado con
que el retorno a la democracia en Chile no ha generado – hasta nuestros días -
el robustecimiento esperado en el sindicalismo. Esto nos indica que el tipo de
gobierno hoy – en un contexto de globalización y transformación del escenario
económico y productivo – es una variable insuficiente para explicar el
debilitamiento del movimiento y debemos explorar nuevos caminos para encontrar
respuestas más amplias e integradoras.
La denominada crisis del
sindicalismo en Chile y en gran parte de Latinoamérica debe ser analizada desde
diversas ópticas porque como todo fenómeno social es multicausado y por ende,
para poder comprenderlo de manera amplia es necesario seguir varios derroteros
en búsqueda de las causas que lo constituyen y contrastar varias hipótesis ya
sea a nivel teórico y/o empírico.
Según otro trabajo de uno de los autores de este
artículo, los datos lo expresan con claridad, la tasa de sindicalización se
encuentra hoy en uno de los niveles más bajos de la historia reciente en
nuestro país (González, 2010:15). La proporción de trabajadores sindicalizados
bordeó el 20% a principios de los años 90,
y al año 2010 se encontró en un nivel cercano al 14%. Esto implica que en algo
más de 20 años la tasa de sindicalización (que incluye a Asalariados sector privado + Personal de
Servicio + Trabajadores por cuenta propia), ha disminuido en un tercio, tal como
se aprecia en el siguiente cuadro:
La comunidad intelectual se divide en
explicar las razones de este fenómeno. Por un lado, están aquellos que
sostienen que la crisis del sindicalismo en nuestro país (y en otras partes
del mundo) tiene, ante todo, una dimensión estructural. Esta es, por ejemplo,
la mirada de Adolfo Arrieta, quien plantea que el sindicalismo debe dar cuenta
de las modificaciones que sufre el mercado de trabajo nacional, crecientemente
conectado a la globalización: una tendencia a la polarización entre un amplio
segmento con pocas posibilidades de acceder a un empleo permanentemente versus
otro segmento con trabajo calificado y bien remunerado (Arrieta, 2003:2). Por
otro lado, nos encontramos con la autora Solange Daroch quien sostiene que uno
de los factores que influyen en la baja de la tasa de sindicalización, es que
la razón para sindicalizarse ha perdido sentido para los trabajadores, porque
los resultados de los mecanismos sindicales no han tenido un efecto real y
positivo en el principal motivo de los conflictos laborales, “los ingresos”
(Daroch, 2007:4).
También es necesario
considerar lo expresado por Hugo Yanes y Malva Espinosa quienes han indicado
que “hay un gran debilitamiento de las representaciones colectivas de los
trabajadores, pero también es cierto, que hoy lo colectivo y especialmente, el
colectivo de trabajadores, necesita más que nunca organizarse para imponer un
nuevo orden social dentro del nuevo orden económico”. Un desafío no menor para un
actor (o actores) que pareciera no tener hoy el “peso específico” para
lograrlo.
Así como en otros fenómenos sociales,
nos volvemos a encontrar con las explicaciones que van por la línea macro o
estructural y las razones micro o particulares. En este caso, entre las
características propias de la Globalización y sus dimensiones que impactan en las distintas esferas del quehacer humano y la pérdida de “sentido” para los
trabajadores que los desmotivarían para emprender acciones colectivas
tendientes a revertir la adversa situación que hoy viven como conglomerado.
Para mencionar otras causas que se cruzan y permean la
categorización anteriormente expuesta, citamos a un representante del sindicalismo,
Carlos Bustos Patiño, quien sostiene que entre las principales causas de estos
bajos niveles de sindicalización se puede mencionar: “un movimiento sindical heterogéneo; dispersión y
atomización sindical; estructuras sindicales inadecuadas u obsoletas; reducida
globalización de la acción sindical; baja incorporación de las mujeres en las
estructuras sindicales; incorporación de la tercerización productiva; elevados
porcentajes de desempleo; desregulación laboral; una cultura de sindicalización
basada en el trabajador formal y por empresas; insuficiente diálogo
intersindical, entre otros”.
Para los autores ya
citados, Hugo Yanes y Malva Espinoza los problemas de sindicalización están
relacionados, no sólo y exclusivamente con factores de contexto, sino con
factores internos de la misma orgánica sindical, los que sin embargo, están
influidos por el desconocimiento de las normas, las actitudes empresariales y
el temor frente a la inseguridad y/o pérdida del empleo por parte de los
trabajadores. En esta misma línea crítica del accionar interno del movimiento
sindical, la autora María Ester Feres ha señalado que la democratización
orgánica es trascendental para el sindicalismo chileno, así ha sostenido que “un
actor que lucha por la democratización integral de la sociedad, no puede
continuar con prácticas internas que reproducen vicios y enclaves propios de
una democracia restringida, ni con discursos o políticas de representación
excluyentes de los intereses de grupos mayoritarios de trabajadores, sin expresar
la actual y dinámica heterogeneidad del mundo del trabajo” (Feres, 2008:47). Para trabajar este aspecto propone entre otras medidas; establecer sistemas de
elección directa, formar y promover nuevos liderazgos, establecer períodos
máximos de renovación de la dirigencia, promover una estructura sindical
flexible, entre otros cambios a impulsar.
En
términos generales y siguiendo la línea argumentativa de Paul W. Drake podemos
señalar que “durante los últimos treinta años en Chile, la trayectoria del
movimiento obrero ha sido influenciada por tres factores principales: el
contexto económico, el contexto institucional y el contexto político. Estos
fueron drásticamente transformados por el golpe militar del 11 de septiembre de
1973. La situación actual de los trabajadores y sus sindicatos refleja la
herencia anterior al régimen de Pinochet, las transformaciones profundas que
ocurrieron bajo ese autoritarismo, y la evolución experimentada desde el
retorno de la democracia con la llegada de la Concertación en 1990. En el fondo, es la historia del debilitamiento del movimiento laboral en su rol económico, en su posición institucional y en su poder político”.
Para
desarrollar este artículo se ha decidido explorar con mayor detención dos posibles
explicaciones que están asociadas a los bajos niveles de sindicalización en la
actualidad. Se ha decidido a propósito dejar fuera la variable política puesto
que ésta fue abordada en un trabajo anterior de los mismos autores. En primer
lugar, a un nivel macro se abordará el tema de la Globalización con sus respectivas consecuencias en este fenómeno y en segundo lugar se
buscará dar una explicación teórica al debilitamiento y/o precariedad que
existe entre las relaciones de los trabajadores y como influiría esta en su
capacidad de movilización y/o acción colectiva. Se finaliza planteando algunas
conclusiones en relación a los tópicos abordados.
2. Hipótesis de Trabajo
Para
iniciar el desarrollo de nuestras ideas plantearemos las siguientes hipótesis:
La globalización
como fenómeno - especialmente en su dimensión económica – y sus premisas de
base tales como: la apertura de mercados, el achicamiento del Estado, las
privatizaciones, la desregulación y la flexibilización laboral han influido
directamente en la gestión de las empresas productoras de bienes y servicios.
Así, las empresas en su deber por lograr mayores niveles de competitividad
nacional e internacional desarrollan estrategias para ajustar de manera
permanente su estructura de costos, entre ellos el de mano de obra con los
consiguientes efectos en las condiciones de trabajo y niveles de
sindicalización.
El sujeto en la
modernidad – desde la perspectiva de algunos autores – ha ido adquiriendo una
centralidad no antes vista en la historia de la humanidad. Esta centralidad
sumada a crecientes procesos de individuación atenta a la necesidad de
establecer una acción colectiva que no sólo fortalezca el movimiento sindical
sino que, además, posicione los derechos humanos y laborales en una posición estratégica
en los ejes de desarrollo que Chile emprenda en el mediano y largo plazo.
3. La Globalización y sus consecuencias
en la Sindicalización
Existen al menos dos
posiciones referidas a la Globalización y a su relación con el movimiento
sindical. Una de ellas, en los ámbitos tanto académicos como políticos,
sostiene que las transformaciones que ocurren en el mundo del trabajo obedecen
o son consecuencia directa de la aplicación de políticas neo-liberales en el
marco de los procesos de globalización. La otra corriente, por el contrario,
sostiene que la globalización es sólo un escenario o el contexto de las
profundas transformaciones ocurridas en el ámbito laboral durante el último
siglo; donde si bien han influido fuertemente las variables del tipo económicas,
han existido otras de igual fuerza o magnitud tales como las sociales,
tecnológicas y obviamente, las políticas.
Da cuenta de esta tensión,
o doble mirada, el académico Francisco Pucci quien señala que “en la medida en que la
reestructuración productiva de numerosos países de América Latina…
se realizó, en el marco de procesos de integración regional, inspirados en la
filosofía neo-liberal, también es cierto que las transformaciones en el mundo
del trabajo que se producen en estos países no se pueden remitir únicamente a
la aplicación de un modelo económico o social específico de desarrollo. Las
mismas están inscriptas en modificaciones estructurales de largo plazo,
asociadas a los cambios en el mundo del trabajo que se producen a escala
internacional y que trascienden la aplicación de una política económica
determinada o un marco político o ideológico específico, constituyéndose en
transformaciones profundas y duraderas de la sociedad. Partiendo de estas
premisas, consideramos que cualquier política de desarrollo que se inscriba en
orientaciones económicas, políticas o ideológicas diferentes a las que se
implementan en la actualidad debe asumir la presencia e irreversibilidad de
estas nuevas realidades productivas” (Pucci, 2007:435). Pucci ha sostenido que si bien es cierto la globalización
influye, no puede constituirse en la variable explicativa fundamental. Así ha indicado
que “otro aspecto que debemos señalar es que la globalización no opera como
causa de los fenómenos de transformación de los procesos productivos, sino que
constituye un nuevo escenario que modifica los datos del contexto, sin
necesariamente constituirse en la variable explicativa fundamental. En medios
políticos y académicos, existe una tendencia a explicar los procesos de cambio
en la organización productiva y en la acción sindical, así como la orientación,
dirección e implementación de las políticas y los procesos de reforma laboral,
como consecuencia del fenómeno de la globalización, aunque sólo en escasas
ocasiones la relación de causa-efecto aparece debidamente especificada y
justificada” (Pucci, 2007:436). El autor pone de sobre aviso a la comunidad
intelectual respecto al establecimiento de los nexos causales entre las
variables y la necesidad de contemplar o tener en consideración que los
impactos o efectos obtenidos como fruto del proceso investigativo pueden tener
otros orígenes, razones o motivos que explican debida e integralmente este
fenómeno.
Salvando
estas consideraciones preliminares, continuaremos este apartado con los
postulados de Elmar Altvater y Birgit Mahnkopf quienes han sostenido que “la
globalización de los siglos XX y XXI es la continuación de una larga historia,
que se inició con los “grandes descubrimientos” del siglo XVI y que
experimentó una gran aceleración – cuyos efectos se siguen sintiendo hasta hoy
– con la revolución industrial de fines del siglo XVIII” (Altvater y
Mahnkopf, 2002, p.3). Por otra parte, el autor Daniel Mato, ha señalado que, “suele
hablarse de la globalización como si se tratara de un fenómeno con vida propia
al cual se le pudiera imputar la causalidad de otros fenómenos”. También es
común hablar del “proceso de globalización” como si se tratara de un proceso
diferenciado y diferenciable” (Mato, 2009:11). Así cualquier tema por desarrollar
inevitablemente va a estar ligado con este fenómeno al cual denominamos sin
saber exactamente a qué hace referencia, qué actores están involucrados en ella
y el complejo e interdependiente sistema de relaciones que establece. Respecto
de esto, Manuel Antonio Garretón sostiene que “hay que distinguir entre las
transformaciones reales, a nivel estructural, cultural y de la subjetividad
individual y colectiva, y las ideologías que acompañan estas transformaciones” (Garretón,
2000:26). Distinción esta última muy necesaria para entender el fenómeno
de la Globalización. El mismo autor plantea que la Globalización o la
mundialización tienen diversas dimensiones. Así señala textualmente que, “la
primera es económica y se refiere a la interpenetración de los mercados, en sus
aspectos productivos, comerciales y, sobretodo, financieros, atravesando los
Estados nacionales. La segunda es cultural, principalmente comunicacional e
implica el estrechamiento del tiempo y del espacio, caracterizándose por la
extraterritorialidad de las redes de información y comunicación. La tercera es
la dimensión política, menos cristalizada en la medida que supondría
instituciones de gobierno mundial, que implica el debilitamiento del Estado
Nacional en manos de las dos dimensiones anteriores, en la medida en que tiende
a predominar una sola gran potencia mundial y predominan los poderes fácticos
en la escena transnacional” (Garretón, 2000:26-27).
Respecto
de este fenómeno con vida propia – como diría Daniel Mato- no podemos dejar de
señalar que existe una mirada bastante negativa, así Jesús Guanche Pérez
señala, “la globalización de tipo neoliberal, es un modelo de desarrollo
artófago programado desde los centros del poder financiero internacional, por y
para ellos, a costa de la explotación transnacional de los países periféricos
(subdesarrollados o en desarrollo). Este puede ser interpretado también como un
gran signo positivo visto desde el prisma de la conservación del desarrollo
abismalmente desigual para garantizar y perpetuar que los ricos sean más ricos
y los pobres no tengan más alternativa que su propia pobreza” (Guanche,
2003:1). Cabe mencionar que esta “explotación” se da en países de
América Latina y se traspasa directamente a las personas, especialmente al
grupo de trabajadores de menor calificación, que laboran en peores condiciones
y que sufren los impactos de la permanente tensión por parte de las empresas de “maximizar sus utilidades y minimizar sus costos” para ser competitivas
en el cada vez más complejo escenario productivo nacional e internacional. Lo
ha indicado Altvater al señalar que “en una sociedad capitalista, no se
trata de lograr un crecimiento cualquiera sino un crecimiento con un objetivo
concreto y este objetivo es la rentabilidad.” (Altvater, 2005:5). De esta
forma, lo que sucede en las empresas, en una sociedad capitalista en un
contexto de globalización, también afecta al movimiento sindical puesto que si
bien el sindicalismo es una instancia para defender los derechos laborales,
éstos, no se alcanzan a generar o a gestar en condiciones de precariedad por
falta de capacidad organizativa de los mismos sujetos y por las prácticas
antisindicales que aparecen cuando se vislumbra la posibilidad del nacimiento
de una organización sindical. Un ejemplo de lo anterior, es señalado por
Altvater y Mahnkopf quienes han sostenido que las empresas con una orientación
global aplican estrategias de personal para sus localizaciones en el extranjero
que se adaptan a las respectivas culturas sociales; textualmente: “se
aplican sistemas de remuneración unificados y, donde los compromisos locales lo
permiten, se prescribe obligatoriamente a las sucursales en el extranjero el
mismo comportamiento frente a los sindicatos (lo que se traduce) en concreto:
(en) el debilitamiento del poder de representación sindical” (Altvater y
Mahnkopf, 2002: 230).
Por
otra parte, Aldo Ferrer, ha sostenido que “en definitiva, el debate actual
sobre la naturaleza y alcances de la globalización no es nada nuevo. Se refiere
al mismo problema histórico: cómo resuelve cada país el dilema de su desarrollo
en un mundo global para no quedar atrapado en el sistema de relaciones
articulado, en su beneficio, por los intereses y potencias dominantes”. Se
trata de determinar, nada menos, “si dentro del orden global contemporáneo,
los países rezagados cuentan o no con suficiente libertad de maniobra para la
elección del propio destino. Es decir, para diseñar y ejecutar proyectos
nacionales viables de desarrollo que los convierta en participantes activos no
subordinados de la globalización” (Ferrer, 1997:13). Pareciera que “este margen de maniobra” al que hace referencia Ferrer es bastante
limitado para los países - especialmente los latinoamericanos - desde la
perspectiva que se les hace muy difícil a los gobiernos y a la sociedad en su
conjunto generar “otros” modelos, proyectos o experiencias de desarrollo sin
considerar las premisas de base de la globalización; esto es: menor
participación del Estado en las actividades productivas, libre mercado como principio
rector de la economía con los consiguientes efectos en los distintos ámbitos de
la dinámica social tales como la educación, el trabajo, la salud, etc. Además
de la clara dependencia de los países más desarrollados y/o de los centros de
poder quienes definen los lineamientos a seguir por el resto de las naciones en
una lógica compleja, no exenta de tensiones y dificultades para los países más
pobres.
En
la relación globalización – capitalismo no podemos dejar de mencionar como los Estados
para acceder a los beneficios de la globalización y/o para incorporarse más
activamente a la llamada “sociedad global” han propiciado políticas públicas y
acciones tales como minimización de su participación en actividades
productivas, liberalización y apertura de la economía, inversión extranjera,
flexibilización de los mercados de trabajo y otras que de una u otra forma han
afectado al sindicalismo en distintas partes del mundo y sin duda alguna, en
esta parte del continente. Estas premisas de actuación tienen relación e
impactan fuertemente en los derechos de los trabajadores puesto que aunque una
nación decida contar con una normativa pro laboral, las prácticas de las
empresas que se ven obligadas a competir en mercados internacionales, hace muy
difícil su aplicación en la práctica cotidiana.
4. La Sindicalización y la
necesidad de fortalecer la acción colectiva
El
debilitamiento del interés colectivo entre los trabajadores que es considerado
como una causa importante a la hora de explicar el problema de la sindicalización
se puede abordar desde las características que son propias de los tiempos que
corren, denominados por algunos teóricos como modernidad o modernidad radicalizada.
Son precisamente los autores contemporáneos quienes nos dan luces para entender
lo que sucede hoy en la interacción entre los sujetos. Ya sean los nuevos
elementos que forman parte de la relación, las motivaciones que existen detrás
de ellas, lo necesario que es él volver a significarlas o comprenderlas dentro
de un contexto histórico con características muy definidas.
Los
autores a los cuales recurriremos en esta parte del trabajo para aportar
antecedentes y visiones acerca del fenómeno son: Anthony Giddens, Gilles
Lipovetsky, Tomás Moulián y Alain Touraine.
Si
deseamos comenzar caracterizando la interacción entre los sujetos podemos citar
a Anthony Giddens quién plantea que existen diferencias nítidas en el
cómo se establecían y cómo se establecen las relaciones entre las personas.
Giddens señala que en anteriores períodos históricos las relaciones se basaban
en el parentesco o por conexiones personalizadas dentro de la comunidad local.
Ahora - en un mundo globalizado - la fiabilidad en un plano personal se
convertiría en un proyecto, algo que debe ser "trabajado" por
las partes involucradas. Clave resultaría en esta nueva forma de establecer
relaciones la confianza, elemento que no está dado previamente y que debe
conseguirse a través de un proceso de "auto-revelación" por
parte de cada actor.
A
su vez el autor Gilles Lipovetsky nos presenta un diagnóstico muy poco
alentador sobre las relaciones entre los sujetos. Sostiene que las relaciones
humanas, públicas y privadas, se han convertido en relaciones de dominio,
relaciones conflictivas basadas en la seducción fría y la intimidación. Plantea
además que sólo aparentemente los individuos se vuelven más sociables y
más cooperativos, detrás de la pantalla del hedonismo y de la solicitud, cada
uno explota cínicamente los sentimientos de los otros y busca su propio interés
sin la menor preocupación por las generaciones futuras. Textualmente plantea
que “el derecho a ser íntegramente uno mismo, a disfrutar al máximo de la
vida, es inseparable de una sociedad que ha erigido al individuo libre como un
valor cardinal, y no es más que la manifestación última de la ideología
individualista; pero es la transformación de los estilos de vida unida a la
revolución del consumo lo que ha permitido ese desarrollo de los derechos y
deseos del individuo, esa mutación en el orden de los valores individualistas” (Lipovetsky,
2000:7-8).
El
individualismo más puro y destructor es el que nos presenta este autor en la
obra en referencia. En relación al sindicalismo, se pueden evidenciar estas
orientaciones y/o tendencias generales cuando, por ejemplo, Paul W. Drake ha
señalado en relación al movimiento sindical en Chile después del Gobierno
Militar que: “al mismo tiempo, los líderes sindicales encontraron una
cultura trabajadora más dedicada al individualismo y al consumismo por sobre
las identificaciones colectivas y políticas. Muchos sindicalistas lamentaron la
evaporización de los valores de solidaridad de clase”. El ya visitado autor Tomás Moulián también aporta ideas en esta
perspectiva cuando señala que “esta parece una descripción apocalíptica pero
es la enunciación de la moderna barbarie que se está enquistando en las
sociedades más expuestas a la ideología individualista, que fragmenta y que
corroe las tendencias a la asociatividad, que debilita los nichos comunitarios” (Moulián, 2001:35).
En
este panorama tan poco alentador surgen así interrogantes relacionadas con la
constitución de sociedades y de lo colectivo, especialmente del accionar propio
de los sujetos: ¿se podrá revertir el interés por lo colectivo en sociedades
individualistas cruzadas por el interés y el poder individual?, ¿Podremos ser
capaces de intencionar desde algún lugar – la educación, el sistema democrático
por nombrar algunos – la construcción de una sociedad distinta basada en la
cooperación y la colaboración?, ¿Cómo se puede fortalecer la acción colectiva
de las grandes masas de trabajadores en momentos en que se hace indispensable
poder generar los contrapesos necesarios al poder empresarial, los gobiernos y
otro actores con alto grado de poder y de influencia en los temas laborales?
Lipovetsky
también señala que vivimos en un entorno destructivo que lejos de ayudar a la
socialidad entre los sujetos se convierte en el peor enemigo para entablar
entre las personas otro tipo de relación, más humana, más amable, más a escala humana.
Él sostiene que todo nuestro entorno urbano (plazas, centros comerciales, etc.)
y tecnológico está dispuesto para acelerar la circulación de los individuos,
impedir el enraizamiento y en consecuencia pulverizar la socialidad. El autor
señala que los individuos aspiran cada vez más a un desapego emocional, en
razón de los riesgos de inestabilidad que sufren en la actualidad las
relaciones personales. Tener relaciones interindividuales sin un compromiso
profundo, no sentirse vulnerable, desarrollar la propia independencia afectiva,
vivir sólo. El individuo no busca hoy el compromiso profundo de antaño, no
desea sentirse vulnerable, "invadido" por los costos de la
emocionalidad, la pena o la angustia. Pero sin duda, lo más complicado
sobretodo por sus implicancias sociales sería el deseo del individuo
postmoderno de "vivir sólo" con lo cuál estaría - al parecer -
dejando atrás una característica eminentemente humana, la socialidad. En otra
parte de la obra y para terminar con sus postulados, Lipovetsky señala que: "la
era del consumo desocializa los individuos y correlativamente los socializa por
la lógica de las necesidades y de la información, socialización sin contenido
fuerte, socialización con movilidad" (Lipovetsky, 2000:111).
En
el libro "¿Podremos vivir juntos? La discusión pendiente: El destino del
hombre en la aldea global", Alain Touraine comparte el poco
alentador pronóstico para nuestra sociedad, las personas y la acción colectiva
ya expresado por Giddens y especialmente Lipovetsky. En el capítulo 2
denominado "El Sujeto", Touraine plantea que éste está tan amenazado
en el mundo de hoy en día por la sociedad de consumo que nos manipula o por la
búsqueda de un placer que nos encierra en nuestras pasiones como lo estaba en
el pasado por la sumisión a la ley de Dios o de la Sociedad. Habla también de
la falta de identidad, del no saber ni siquiera a estas alturas quienes somos.
Touraine expone que el individuo sufre al ser desgarrado, al sentir que el
mundo vivido está tan descompuesto como el orden institucional o la
representación misma de él.
Alain
Touraine le asigna al sujeto el rol central de todo quehacer. Esto se puede
evidenciar cuando señala que éste es el principio en relación con el
cual se constituyen las relaciones de cada uno consigo mismo y con los otros. En
relación al tema del modelo económico y sus implicancias sociales,
concretamente en la relación individuo y sociedad, Touraine plantea que el
individuo de las sociedades hipermodernas está constantemente sometido a
fuerzas centrífugas, el mercado por un lado, la comunidad por el otro. La
aparición de éstas conduce con frecuencia al desgarramiento del individuo y su
conversión en un consumidor o un creyente. El sujeto se manifiesta en primer
lugar y ante todo por la resistencia a ese desgarramiento, por el deseo de
individualidad, es decir, de reconocimiento de sí en cada conducta y relación
social.
Cabe mencionar que en los últimos años
Alain Touraine en su texto Un nuevo paradigma para comprender el mundo de hoy,
ha radicalizado sus planteamientos e incluso ha sostenido que hoy estaríamos
frente al fin de lo social o a una nueva era en la que existen nuevas
expresiones de lo social (con todos los fenómenos de descomposición y de
resocialización que van anexos) y la centralidad que en el nuevo paradigma
tienen el sujeto y los derechos culturales. Touraine sostiene que tiene a
desaparecer toda referencia a la sociedad como principio de legitimidad de las
conductas sociales en beneficio del propio individuo (destrucción de la idea
misma de sociedad) y que sería el actor en persona, quien se atribuye esta
capacidad de autolegitimación (Touraine, 2006:48).
Esta mirada es compartida por Manuel
Castells quien ha sostenido que de la misma manera que el Estado y el poder
fueron los conceptos centrales de los primeros siglos de la modernidad y así
como el concepto de sociedad fue central para nuestros estudios durante más de
un siglo, es evidente la noción de individuo es la que ocupa hoy este lugar
central en una nueva era.
Ahora, si bien estas ideas pueden ser
calificadas de novedosas, incluso de ingeniosas, nos resulta muy difícil
imaginarnos a un sujeto sin sociedad. Es decir, sin ese marco de legitimidad
y/o validación de las conductas sociales de todos los individuos incluidos ese
mismo sujeto. Para la problemática que nos ha convocado y si bien podemos
comprender hoy por qué ha faltado el sentido de lo colectivo en miras al
fortalecimiento del movimiento sindical por las características de estos
tiempos tales como las tendencias a establecer entre las personas relaciones de
dominio y del tipo conflictivas, búsqueda del propio interés, individualismo
puro y destructor, desapego emocional, en fin y todo ello en un marco o
escenario de globalización que asume una forma extrema de capitalismo, creemos
que con mayor razón se necesita fortalecer la acción colectiva tendiente a
aunar a los sujetos en pos de objetivos comunes en los distintos ámbitos y/o
dimensiones de su vida. En este trabajo se ha relevado la importancia de la
dimensión laboral – sindical, pero sin lugar a dudas esto se puede proyectar a
otros ámbitos como el político, el educativo, etc.
El ya mencionado autor Adolfo Arrieta
respecto de esta posición es enfático en señalar que “se debe ayudar al
resurgimiento de una función sindical como agente de la vida democrática,
entendiendo que las centrales sindicales son necesarias en el mundo actual,
como un contrapeso natural de los trabajadores frente al poder de empresarios y
gobierno. Tanto en la experiencia internacional como nacional, la capacidad de
este actor social de permanecer en el tiempo dependerá de su renovación y
reciclaje en todos los ámbitos de su actuación” (Arrieta, 2003:2). Retomando
lo planteamientos de Touraine y Castells, pero con una nueva mirada y énfasis
deseamos señalar que ojala en el tema de la sindicalización no sea el
sujeto-individuo quien ocupe el lugar central, sino que sean los sujetos
quienes con su acción colectiva – renovada y refundada - logren ocupar una
posición estratégica en la dinámica propia de una sociedad en general y del
mundo del trabajo en particular.
5. Conclusiones
Para
exponer las principales conclusiones del trabajo, hemos decidido volver a las
hipótesis enunciadas en la primera parte del paper, para que además de guiarnos
en la reflexión final demos cuenta de su nivel de aceptación. Así tenemos:
Hipótesis
Nº 1
La globalización
como fenómeno - especialmente en su dimensión económica – y sus premisas de
base tales como: la apertura de mercados, el achicamiento del Estado, las
privatizaciones, la desregulación y la flexibilización laboral han influido
directamente en la gestión de las empresas productoras de bienes y servicios.
Así, las empresas en su deber por lograr mayores niveles de competitividad
nacional e internacional desarrollan estrategias para ajustar de manera
permanente su estructura de costos, entre ellos el de mano de obra con los
consiguientes efectos en las condiciones de trabajo y niveles de
sindicalización.
Hipótesis
Aceptada. La influencia de la globalización especialmente en su dimensión
económica ha influido en las distintas esferas del quehacer humano. Se destaca
la “mundialización de la producción y los intercambios” como una forma
extrema de capitalismo. Uno de sus postulados esenciales “maximización de
los beneficios y minimización de los costos” permean prácticamente todo el
accionar de las organizaciones tanto en sus sistemas como subsistemas. Para no
repetir lo ya expresado en las páginas precedentes deseamos cerrar la
contrastación de esta hipótesis con una de las conclusiones del trabajo de Paul
W. Drake quien ha indicado que “en este nuevo siglo, la solidez del
contexto liberal económico, institucional y político -tanto internacional como
doméstico- indica la continuidad del rol modesto del movimiento obrero. Por lo
menos, el futuro del sindicalismo no parece auspicioso. En este momento de
globalización, el dominio mundial de los Estados Unidos, del modelo económico
neoliberal, de los capitalistas móviles y de la democracia neoliberal parece
firme, a pesar del descontento creciente en muchos países. Dentro de este marco
liberal, Chile es el caso más exitoso y famoso en América Latina. Aunque tiene
problemas serios, son pequeños en comparación con sus vecinos. Debido a su
inmersión profunda en el régimen global del liberalismo, los logros y la
estabilidad de su actual sistema económico y político, y la balanza de fuerzas
entre los concertacionistas y la derecha, los cambios fundamentales en la
trayectoria esencial de Chile parecen improbables. Sin algunas transformaciones
masivas en estos factores, el resurgimiento pronto del movimiento de los
trabajadores sería una sorpresa. Quizás la situación chilena está llegando a
ser típica de la modernización neoliberal en este momento histórico del mundo
occidental”.
Para agregar antecedentes a esta visión tan poco optimista en relación al
movimiento sindical, los autores de este trabajo observan con preocupación que
en el actual programa de gobierno del Presidente chileno Sebastián Piñera no se
aprecien cambios significativos en los temas de fondo del país que de una u
otra forma incidirían en generar nuevas condiciones para el resurgimiento del
también llamado “movimiento obrero”. Nos referimos concretamente a una nueva
Constitución realmente Democrática, modificaciones estructurales al sistema
binominal, legislación en materias laborales tales como el derecho a huelga y
ampliación de la negociación colectiva, en fin.
Hipótesis
Nº 2
El sujeto en la
modernidad – desde la perspectiva de algunos autores – ha ido adquiriendo una
centralidad no antes vista en la historia de la humanidad. Esta centralidad
sumada a crecientes procesos de individuación atenta a la necesidad de
establecer una acción colectiva que no sólo fortalezca el movimiento sindical
sino que, además, posicione los derechos humanos y laborales en una posición
estratégica en los ejes de desarrollo que Chile emprenda en el mediano y largo
plazo.
Hipótesis
Aceptada. Retomando algunas de las conclusiones de Alain Touraine, “el
individualismo que triunfa sobre las ruinas de la representación social de
nuestra existencia revela la fragilidad de un yo constantemente modificado por
los estímulos que se ejercen sobre él y le influyen….. pero este individualismo
tiene también otra dimensión: en una sociedad en la que dependemos no sólo de
las técnicas de producción, sino también de las técnicas de consumo y
comunicación, tratamos de salvar nuestra existencia individual, singular” (Touraine,
2006:257-258). No nos cabe duda que los tiempos que corren son tiempos
difíciles para instalar la mirada de la solidaridad, el compromiso y la
colaboración. El debilitamiento de las representaciones colectivas de los
trabajadores logra ser comprendido cuando se aprecian tendencias de conflictos,
intereses personales por sobre los generales, afán de poder y extremos
personalismos, por nombrar los principales. Esto se aprecia incluso dentro del
mismo movimiento sindical cuando cuesta instalar y desarrollar los liderazgos,
cuando las mujeres y los jóvenes – al igual que en otros ámbitos sociales -
son discriminados y marginados de posiciones más estratégicas, se cede ante
presiones poco éticas por parte de los empresarios hacia los trabajadores que
dirigen los movimientos, en fin.
Para terminar reiteramos nuestra posición
en el sentido que la libertad sindical y de asociación, y el derecho de
sindicación y de negociación colectiva son derechos humanos por excelencia,
cuya aplicación en las organizaciones y las empresas tiene gran impacto en las
condiciones de trabajo y de vida de las personas, así como en el crecimiento y consolidación
de los sistemas económicos y sociales. Por ende, son libertades que no pueden
estar aisladas y desalineadas de las estrategias de desarrollo que nuestro país
emprenda en el mediano y largo plazo.
Los autores
Noviembre 30 de 2012
Bibliografía
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Francisco. 2003. ¿Crisis del Sindicalismo en América Latina?. Centro de
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Ediciones de la Universidad Autónoma de Yucatán. México.
Webgrafía