Revista Nº18 " INSTITUCIONES Y PROCESOS GUBERNAMENTALES"
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Resumen

 

Este paper  pretende reflexionar respecto de la sindicalización en Chile. Para ello relaciona la problemática en estudio con el fenómeno de la globalización y de las principales corrientes económicas que de una u otra forma estarían condicionando la situación actual de las empresas y con ello, de los trabajadores y de los sindicatos. De manera adicional a esta explicación se explora el rol del sujeto en la modernidad. Más allá de la importancia del sujeto en los nuevos paradigmas este trabajo concluye en la necesidad de impulsar la acción colectiva no sólo en miras a fortalecer el movimiento sindical en nuestro país sino en ubicar los derechos humanos y laborales en una posición central en las estrategias de desarrollo que Chile emprenda en el mediano y largo plazo.

 

Palabras Claves: Sindicalización, Globalización, Sujetos,  Acción Colectiva.

 

 

Abstract

 

The aim of this paper is to think about the trade union movement in Chile.  For this purpose it relates the issue in study to the phenomenon of the globalization and the principal economic currents that in one way or another would determine the current situation of the companies and with it, of the workers and the unions.  In addition to this explanation, the role of the subject is explored in the modernity. Beyond the importance of the subject in the new paradigms, this work concludes in the need to stimulate the collective action not only in gun-sights to strengthen the union movement in our country, but also in locating the human and labour rights in a central position in the strategies of development that Chile tackles in the medium and long term.

Key words: Union trade movement, Globalization, Subjects, Collective Action.

 

 

 

La Sindicalización en Chile: Una mirada desde la globalización y la necesidad de acción colectiva

 

 

Julio González Candia

Administrador de Personal y de Industrias. Tesista Doctorado en Procesos  Sociales y Políticos en América Latina. Actualmente se desempeña como Vice Decano de Docencia y Académico de la Carrera de Tecnólogo en la especialidad de Administración de Personal del Departamento de Tecnologías Generales  de la Facultad Tecnológica de la Universidad de Santiago de Chile. E-mail: julio.gonzalez@usach.cl

 

 

Myrna Videla Aros

Psicóloga  y Magíster en Dirección de Recursos Humanos.  Actualmente se desempeña como Académica de la Carrera de Tecnólogo en la especialidad de Administración de Personal del Departamento de Tecnologías Generales  de la Facultad Tecnológica de la Universidad de Santiago de Chile.

E-mail: myrna.videla@usach.cl

 

 

 

 

 

 

 

 

1. Introducción: El Concepto y Rol del Sindicalismo

 

 

El autor Jorge Machicado (2010) ha planteado que “se designaba con tal palabra “syndicus”, que ha conservado su sentido primigenio, a la persona encargada de representar los intereses de un grupo de individuos; la voz “síndico” retuvo, en las lenguas romances, el concepto de procuración y representación. Por traslación del representante a los representados, surgió el “sindicat” francés, del cual es traducción aceptada sindicato”. Es el mismo autor quien también entrega un definición del concepto Sindicato señalando que es la “unión libre de personas que ejerzan la misma profesión u oficio, o profesión y oficios conexos, que se constituya con carácter permanente y con el objeto de defender intereses profesionales de sus integrantes o para mejorar sus condiciones económicas y sociales” (Machicado, 2010:8-9).   Sin embargo y según Fernando Arrau (2008)  una noción concreta de los sindicatos sólo es posible obtenerla siguiendo su proceso histórico, a partir del momento en que dejaron de ser organizaciones ilegales, a mediados del siglo XIX, hasta su situación crítica en las dos últimas décadas del siglo XX y la primera del siglo XXI.

 

Según el autor Francisco Zapata  la acción del movimiento obrero ha jugado un papel relevante y/o significativo en la democratización de la sociedad capitalista.  Así ha señalado que “desde las revoluciones de 1848 en adelante, y con el fortalecimiento de las instancias políticas del sindicalismo, entre las cuales sobresale la creación de la Primera Internacional en 1864, los hechos que se derivan de la Comuna de París y la Segunda Internacional contribuyeron a la creación de un nuevo actor social, el movimiento obrero” (Zapata, 2005:112). En la mis línea, Gonzalo  Martner ha señalado que “de haber sido organizaciones ilegales a mediados del siglo XIX, los sindicatos pasaron a constituirse en fuerzas sociopolíticas junto a los partidos políticos, contribuyendo ambos a construir instituciones centrales en las sociedades capitalistas modernas e integrándose los primeros al funcionamiento institucional de los sistemas de relaciones industriales en casi todo el siglo XX” (Martner, 2011:2).

 

De igual forma y situándonos en esta parte del continente, el sindicalismo latinoamericano, después de haber desempeñado un importante papel en la organización de los trabajadores y trabajadoras en América Latina en general  - y también en los casos de Chile y Uruguay más particularmente -, en sectores como la minería, la industria manufacturera y la burocracia pública, de haber establecido estándares laborales y la negociación de contratos colectivos de trabajo, de haber desarrollado canales de participación política y haber contribuido significativamente al fortalecimiento de la democracia al igual que sus contrapartes europeas, atraviesa hoy por una crisis que guarda relación con las profundas transformaciones económicas, políticas  y sociales que han afectado a los países latinoamericanos desde la década de los 70 y por la modificación del contenido y de la forma de operar de los sistemas políticos  y de la redefinición de la democracia, todo esto en un contexto o escenario de globalización.

 

En la historia de Chile ha existido una relación, por así decirlo, tradicional entre el Sindicalismo y la Democracia,  considerando el fortalecimiento mutuo que se produce entre el movimiento sindical  y el tipo de gobierno democrático así como el debilitamiento del movimiento obrero en los gobiernos autoritarios y/o dictatoriales donde, además, decrece la  participación efectiva y calidad de vida de los trabajadores en una sociedad. Sin embargo, nos hemos encontrado con que el retorno a la democracia en Chile no ha generado – hasta nuestros días - el robustecimiento esperado en el sindicalismo. Esto nos indica que el tipo de gobierno hoy – en un contexto de globalización y transformación del escenario económico y productivo – es una variable insuficiente  para explicar el debilitamiento del movimiento y debemos explorar nuevos caminos para encontrar respuestas más amplias e integradoras.

 

La denominada crisis del sindicalismo en Chile y en gran parte de Latinoamérica debe ser analizada desde diversas ópticas porque como todo fenómeno social es multicausado y por ende, para poder comprenderlo de manera amplia es necesario seguir varios derroteros en búsqueda de las causas que lo constituyen y  contrastar varias hipótesis ya sea a nivel teórico y/o empírico. 

 

Según otro trabajo de uno de los autores de este artículo, los datos lo expresan con claridad, la tasa de sindicalización se encuentra hoy en uno de los niveles más bajos de la historia reciente en nuestro país (González, 2010:15). La proporción de trabajadores sindicalizados bordeó el 20% a principios de los años 90[1], y al año 2010 se encontró en un nivel cercano al  14%. Esto implica que en algo más de 20 años la tasa de sindicalización (que incluye a Asalariados sector privado + Personal de Servicio + Trabajadores por cuenta propia), ha disminuido en un tercio, tal como se aprecia en el siguiente cuadro[2]:

 

La comunidad intelectual se divide en explicar las razones de este fenómeno. Por un lado, están aquellos que sostienen que la crisis del sindicalismo en nuestro país  (y en otras partes del mundo) tiene, ante todo, una dimensión estructural. Esta es, por ejemplo, la mirada de Adolfo Arrieta, quien plantea que el sindicalismo debe dar cuenta de las modificaciones que sufre el mercado de trabajo nacional, crecientemente conectado a la globalización: una tendencia a la polarización entre un amplio segmento con pocas posibilidades de acceder a un empleo permanentemente versus otro segmento con trabajo calificado y bien remunerado (Arrieta, 2003:2).   Por otro lado, nos encontramos con la autora Solange Daroch quien sostiene que uno de los factores que influyen en la baja de la tasa de sindicalización, es que la razón para sindicalizarse ha perdido sentido para los trabajadores, porque los resultados de los mecanismos sindicales no han tenido un efecto real y positivo en el principal motivo de los conflictos laborales, “los ingresos” (Daroch, 2007:4).

 

También es necesario considerar lo expresado por Hugo Yanes y Malva Espinosa quienes han indicado que “hay un gran debilitamiento de las representaciones colectivas de los trabajadores, pero también es cierto, que hoy lo colectivo y especialmente, el colectivo de trabajadores, necesita más que nunca organizarse para imponer un nuevo orden social dentro del nuevo orden económico”[3]. Un desafío no menor para un actor (o actores) que pareciera no tener  hoy el “peso específico” para lograrlo.

 

Así como en otros fenómenos sociales, nos volvemos a encontrar con las explicaciones que van por la línea macro o estructural y las razones micro o particulares. En este caso, entre las características propias de la Globalización y sus dimensiones que impactan en las distintas esferas del quehacer humano y la pérdida de “sentido” para los trabajadores que los desmotivarían para emprender acciones colectivas tendientes a revertir la adversa situación que hoy viven como conglomerado.  

Para mencionar otras causas que se cruzan y permean la categorización anteriormente expuesta, citamos a un representante del sindicalismo, Carlos Bustos Patiño, quien sostiene que entre las principales causas de estos bajos niveles de sindicalización[4] se puede mencionar: “un movimiento sindical heterogéneo; dispersión y atomización sindical; estructuras sindicales inadecuadas u obsoletas; reducida globalización de la acción sindical; baja incorporación de las mujeres en las estructuras sindicales; incorporación de la tercerización productiva; elevados porcentajes de desempleo; desregulación laboral; una cultura de sindicalización basada en el trabajador formal y por empresas; insuficiente diálogo intersindical, entre otros”[5].

Para los autores ya citados, Hugo Yanes y Malva Espinoza los problemas de sindicalización están relacionados, no sólo y exclusivamente con factores de contexto, sino con factores internos de la misma orgánica sindical, los que sin embargo, están influidos por el desconocimiento de las normas, las actitudes empresariales y el temor frente a la inseguridad y/o pérdida del empleo por parte de los  trabajadores. En esta misma línea crítica del accionar interno del movimiento sindical, la autora María Ester Feres ha señalado que la democratización orgánica es trascendental para el sindicalismo chileno,  así ha sostenido que  “un actor que lucha por la democratización integral de la sociedad, no puede continuar con prácticas internas que reproducen vicios y enclaves propios de una democracia restringida, ni con discursos o políticas de representación excluyentes de los intereses de grupos mayoritarios de trabajadores, sin expresar la actual y dinámica heterogeneidad del mundo del trabajo” (Feres, 2008:47). Para trabajar este aspecto propone entre otras medidas;  establecer sistemas de elección directa, formar y promover nuevos liderazgos, establecer períodos máximos de renovación de la dirigencia, promover una estructura sindical flexible, entre otros cambios a impulsar.

 

En términos generales y siguiendo la línea argumentativa de Paul W. Drake podemos señalar que “durante los últimos treinta años en Chile, la trayectoria del movimiento obrero ha sido influenciada por tres factores principales: el contexto económico, el contexto institucional y el contexto político. Estos fueron drásticamente transformados por el golpe militar del 11 de septiembre de 1973. La situación actual de los trabajadores y sus sindicatos refleja la herencia anterior al régimen de Pinochet, las transformaciones profundas que ocurrieron bajo ese autoritarismo, y la evolución experimentada desde el retorno de la democracia con la llegada de la Concertación en 1990. En el fondo, es la historia del debilitamiento del movimiento laboral en su rol económico, en su posición institucional y en su poder político”[6]

 

Para desarrollar este artículo se ha decidido explorar con mayor detención dos posibles explicaciones que están asociadas a los bajos niveles de sindicalización en la actualidad. Se ha decidido a propósito dejar fuera la variable política puesto que ésta fue abordada en un trabajo anterior de los mismos autores. En primer lugar, a un nivel macro se abordará el tema de la Globalización con sus respectivas consecuencias en este fenómeno y en  segundo lugar se buscará dar una explicación teórica al debilitamiento y/o precariedad  que existe entre las relaciones de los trabajadores y como influiría esta en su capacidad de movilización y/o acción colectiva. Se finaliza planteando algunas conclusiones en relación a los tópicos abordados.

 

 

 

 

2. Hipótesis de Trabajo

 

Para iniciar el desarrollo de nuestras ideas plantearemos las siguientes hipótesis:

 

*      La globalización como fenómeno - especialmente en su dimensión económica – y sus premisas de base tales como: la apertura de mercados, el achicamiento del Estado, las privatizaciones, la desregulación y la flexibilización laboral han influido directamente en la gestión de las empresas productoras de bienes y servicios. Así, las empresas en su deber por lograr mayores niveles de competitividad nacional e internacional desarrollan estrategias para ajustar de manera permanente su estructura de costos, entre ellos el de mano de obra con los consiguientes efectos en las condiciones de trabajo y niveles de sindicalización.

 

*      El sujeto en la modernidad – desde la perspectiva de algunos autores – ha ido adquiriendo una centralidad no antes vista en la historia de la humanidad. Esta centralidad sumada a crecientes procesos de individuación atenta a la necesidad de establecer una acción colectiva que no sólo fortalezca el movimiento sindical sino que, además, posicione los derechos humanos y laborales en una posición estratégica en los ejes de desarrollo que Chile emprenda en el mediano y largo plazo.

 

 

3. La Globalización y sus consecuencias en la Sindicalización

 

Existen al menos dos posiciones referidas a la Globalización y a su relación con el movimiento sindical. Una de ellas, en los ámbitos tanto académicos como políticos, sostiene que las transformaciones que ocurren en el mundo del trabajo obedecen o son consecuencia directa de la aplicación de políticas neo-liberales en el marco de los procesos de globalización.  La otra corriente, por el contrario, sostiene que la globalización es sólo un escenario o el contexto de las profundas transformaciones ocurridas en el ámbito laboral durante el último siglo; donde si bien han influido fuertemente las variables del tipo económicas, han existido otras de igual fuerza o magnitud tales como las sociales, tecnológicas y obviamente, las políticas.

 

Da cuenta de esta tensión, o doble mirada, el académico Francisco Pucci quien señala que  en la medida en que la reestructuración productiva de numerosos países de América Latina[7]… se realizó, en el marco de procesos de integración regional, inspirados en la filosofía neo-liberal, también es cierto que las transformaciones en el mundo del trabajo que se producen en estos países no se pueden remitir únicamente a la aplicación de un modelo económico o social específico de desarrollo. Las mismas están inscriptas en modificaciones estructurales de largo plazo, asociadas a los cambios en el mundo del trabajo que se producen a escala internacional y que trascienden la aplicación de una política económica determinada o un marco político o ideológico específico, constituyéndose en transformaciones profundas y duraderas de la sociedad. Partiendo de estas premisas, consideramos que cualquier política de desarrollo que se inscriba en orientaciones económicas, políticas o ideológicas diferentes a las que se implementan en la actualidad debe asumir la presencia e irreversibilidad de estas nuevas realidades productivas” (Pucci, 2007:435). Pucci ha sostenido que si bien es cierto la globalización influye, no puede constituirse en la variable explicativa fundamental. Así ha indicado que “otro aspecto que debemos señalar es que la globalización no opera como causa de los fenómenos de transformación de los procesos productivos, sino que constituye un nuevo escenario que modifica los datos del contexto, sin necesariamente constituirse en la variable explicativa fundamental. En medios políticos y académicos, existe una tendencia a explicar los procesos de cambio en la organización productiva y en la acción sindical, así como la orientación, dirección e implementación de las políticas y los procesos de reforma laboral, como consecuencia del fenómeno de la globalización, aunque sólo en escasas ocasiones la relación de causa-efecto aparece debidamente especificada y justificada” (Pucci, 2007:436). El autor pone de sobre aviso a la comunidad intelectual respecto al  establecimiento de los nexos causales entre las variables y la necesidad de contemplar o tener en consideración que los impactos o efectos obtenidos como fruto del proceso investigativo pueden tener otros orígenes, razones o motivos que explican  debida e integralmente este fenómeno.

 

Salvando estas consideraciones preliminares, continuaremos este apartado con los postulados de  Elmar Altvater y Birgit Mahnkopf quienes han sostenido que “la globalización de los siglos XX y XXI es la continuación de una larga historia, que se inició  con los “grandes descubrimientos” del siglo  XVI y que experimentó una gran aceleración – cuyos efectos se siguen sintiendo hasta hoy – con la revolución industrial de fines del siglo XVIII” (Altvater y Mahnkopf, 2002, p.3).  Por otra parte, el autor Daniel Mato, ha señalado que, “suele hablarse de la globalización como si se tratara de un fenómeno con vida propia al cual se le pudiera imputar la causalidad de otros fenómenos”. También es común hablar del “proceso de globalización” como si se tratara de un proceso diferenciado y diferenciable” (Mato, 2009:11). Así cualquier tema por desarrollar inevitablemente va a estar ligado con este fenómeno al cual denominamos sin saber exactamente a qué hace referencia, qué actores están involucrados en ella y el complejo e interdependiente sistema de relaciones que establece. Respecto de esto, Manuel Antonio Garretón sostiene que “hay que distinguir entre las transformaciones reales, a nivel estructural, cultural y de la subjetividad individual y colectiva, y las ideologías que acompañan estas transformaciones” (Garretón, 2000:26). Distinción esta última muy necesaria para entender el fenómeno de la Globalización. El mismo autor plantea que la Globalización o la mundialización tienen diversas dimensiones. Así señala textualmente que, “la primera es económica y se refiere a la interpenetración de los mercados, en sus aspectos productivos, comerciales y, sobretodo, financieros, atravesando los Estados nacionales. La segunda es cultural, principalmente comunicacional e implica el estrechamiento del tiempo y del espacio, caracterizándose por la extraterritorialidad de las redes de información y comunicación. La tercera es la dimensión política, menos cristalizada en la medida que supondría instituciones de gobierno mundial, que implica el debilitamiento del Estado Nacional en manos de las dos dimensiones anteriores, en la medida en que tiende a predominar una sola gran potencia mundial y predominan los poderes fácticos en la escena transnacional” (Garretón, 2000:26-27).

 

Respecto de este fenómeno con vida propia – como diría Daniel Mato- no podemos dejar de señalar  que existe una mirada bastante negativa, así Jesús Guanche Pérez señala, “la globalización de tipo neoliberal, es un modelo de desarrollo artófago programado desde los centros del poder financiero internacional, por y para ellos, a costa de la explotación transnacional de los países periféricos (subdesarrollados o en desarrollo). Este puede ser interpretado también como un gran signo positivo visto desde el prisma de la conservación del desarrollo abismalmente desigual para garantizar y perpetuar que los ricos sean más ricos y los pobres no tengan más alternativa que su propia pobreza” (Guanche, 2003:1). Cabe mencionar que esta “explotación” se da en países de América Latina y se traspasa directamente a las personas, especialmente al grupo de trabajadores de menor calificación, que laboran en peores condiciones y que sufren los impactos de la permanente tensión por parte de las empresas de “maximizar sus utilidades y minimizar sus costos” para ser competitivas en el cada vez más complejo escenario productivo nacional e internacional.  Lo ha indicado Altvater al señalar que “en una sociedad capitalista, no se trata de lograr un crecimiento cualquiera sino un crecimiento con un objetivo concreto y este objetivo es la rentabilidad.” (Altvater, 2005:5). De esta forma, lo que sucede en las empresas, en una sociedad capitalista en un contexto de globalización, también afecta al movimiento sindical  puesto que si bien el sindicalismo es una instancia para defender los derechos laborales, éstos, no se alcanzan a generar o a gestar en condiciones de precariedad por falta de capacidad organizativa de los mismos sujetos y por las prácticas antisindicales que aparecen cuando se vislumbra la posibilidad del nacimiento de una organización sindical. Un ejemplo de lo anterior, es señalado por Altvater y Mahnkopf quienes han sostenido que las empresas con una orientación global aplican estrategias de personal para sus localizaciones en el extranjero que se adaptan a las respectivas culturas sociales; textualmente: “se aplican sistemas de remuneración unificados y, donde los compromisos locales lo permiten, se prescribe obligatoriamente a las sucursales en el extranjero el mismo comportamiento frente a los sindicatos (lo que se traduce) en concreto: (en) el debilitamiento del poder de representación sindical” (Altvater y Mahnkopf, 2002: 230).

 

Por otra parte, Aldo Ferrer, ha sostenido que “en definitiva, el debate actual sobre la naturaleza y alcances de la globalización no es nada nuevo. Se refiere al mismo problema histórico: cómo resuelve cada país el dilema de su desarrollo en un mundo global para no quedar atrapado en el sistema de relaciones articulado, en su beneficio, por los intereses y potencias dominantes”.  Se trata de determinar, nada menos, “si dentro del orden global contemporáneo, los países rezagados cuentan o no con suficiente libertad de maniobra para la elección del propio destino. Es decir, para diseñar y ejecutar proyectos nacionales viables de desarrollo que los convierta en participantes activos no subordinados de la globalización” (Ferrer, 1997:13).   Pareciera que “este margen de maniobra” al que hace referencia Ferrer es bastante limitado para los países - especialmente los latinoamericanos - desde la perspectiva que se les hace muy difícil a los gobiernos y a la sociedad en su conjunto generar “otros” modelos, proyectos o experiencias de desarrollo sin considerar las premisas de base de la globalización; esto es: menor participación del Estado en las actividades productivas, libre mercado como principio rector de la economía con los consiguientes efectos en los distintos ámbitos de la dinámica social tales como la educación, el trabajo, la salud, etc. Además de la clara dependencia de los países más desarrollados y/o de los centros de poder quienes definen los lineamientos a seguir por el resto de las naciones en una lógica compleja, no exenta de tensiones y dificultades para los países más pobres.

 

En la relación globalización – capitalismo no podemos dejar de mencionar como los Estados para acceder a los beneficios de la globalización y/o para incorporarse más activamente a la llamada “sociedad global” han propiciado políticas públicas y acciones tales como minimización de su participación en actividades productivas, liberalización y apertura de la economía, inversión extranjera, flexibilización de los mercados de trabajo y otras que de una u otra forma han afectado al sindicalismo en distintas partes del mundo y sin duda alguna,  en esta parte del continente. Estas premisas de actuación tienen relación e impactan fuertemente en los derechos de los trabajadores puesto que aunque una nación decida contar con una normativa pro laboral, las prácticas de las empresas que se ven obligadas a competir en mercados internacionales, hace muy difícil su aplicación en la práctica cotidiana.

 

 

 

4. La Sindicalización  y la necesidad de fortalecer la acción colectiva

 

El debilitamiento del interés colectivo entre los trabajadores que es considerado como una causa importante a la hora de explicar el problema de la sindicalización se puede abordar desde las características que son propias de los tiempos que corren, denominados por algunos teóricos como modernidad o modernidad radicalizada[8]. Son precisamente los autores contemporáneos quienes nos dan luces para entender lo que sucede hoy en la interacción entre los sujetos. Ya sean los nuevos elementos que forman parte de la relación, las motivaciones que existen detrás de ellas, lo necesario que es él volver a significarlas o comprenderlas dentro de un contexto histórico con características muy definidas.

 

Los autores a los cuales recurriremos en esta parte del trabajo para aportar antecedentes y visiones acerca del fenómeno son: Anthony Giddens, Gilles Lipovetsky, Tomás Moulián  y Alain Touraine.

 

Si deseamos comenzar caracterizando la interacción entre los sujetos podemos citar a Anthony Giddens quién plantea que existen diferencias nítidas en el cómo se establecían y cómo se establecen las relaciones entre las personas. Giddens señala que en anteriores períodos históricos las relaciones se basaban en el parentesco o por conexiones personalizadas dentro de la comunidad local. Ahora - en un mundo globalizado - la fiabilidad en un plano personal se convertiría en un proyecto, algo que debe ser "trabajado" por las partes involucradas. Clave resultaría en esta nueva forma de establecer relaciones la confianza, elemento que no está dado previamente y que debe conseguirse a través de un proceso de "auto-revelación" por parte de cada actor[9].

 

A su vez el autor Gilles  Lipovetsky nos presenta un diagnóstico muy poco alentador sobre las relaciones entre los sujetos. Sostiene que las relaciones humanas, públicas y privadas, se han convertido en relaciones de dominio, relaciones conflictivas basadas en la seducción fría y la intimidación.  Plantea además que sólo aparentemente los individuos se vuelven más sociables y más cooperativos, detrás de la pantalla del hedonismo y de la solicitud, cada uno explota cínicamente los sentimientos de los otros y busca su propio interés sin la menor preocupación por las generaciones futuras. Textualmente plantea que “el derecho a ser íntegramente uno mismo, a disfrutar al máximo de la vida, es inseparable de una sociedad que ha erigido al individuo libre como un valor cardinal, y no es más que la manifestación última de la ideología individualista; pero es la transformación de los estilos de vida unida a la revolución del consumo lo que ha permitido ese desarrollo de los derechos y deseos del individuo, esa mutación en el orden de los valores individualistas” (Lipovetsky, 2000:7-8).

 

El individualismo más puro y destructor es el que nos presenta este autor en la obra en referencia.  En relación al sindicalismo, se pueden evidenciar estas orientaciones y/o tendencias generales cuando, por ejemplo, Paul W. Drake ha señalado en relación al movimiento sindical en Chile después del Gobierno Militar que: “al mismo tiempo, los líderes sindicales encontraron una cultura trabajadora más dedicada al individualismo y al consumismo por sobre las identificaciones colectivas y políticas. Muchos sindicalistas lamentaron la evaporización de los valores de solidaridad de clase”[10].  El ya visitado autor Tomás Moulián también aporta ideas en esta perspectiva cuando señala que “esta parece una descripción apocalíptica pero es la enunciación de la moderna barbarie que se está enquistando en las sociedades más expuestas a la ideología individualista, que fragmenta y que corroe las tendencias a la asociatividad, que debilita los nichos comunitarios” (Moulián, 2001:35).

 

En este panorama tan poco alentador surgen así interrogantes relacionadas con la constitución de sociedades y de lo colectivo, especialmente del accionar propio de los sujetos: ¿se podrá revertir el interés por lo colectivo en sociedades individualistas cruzadas por el interés y el poder individual?, ¿Podremos ser capaces de intencionar desde algún lugar – la educación, el sistema democrático por nombrar algunos – la construcción de una sociedad distinta basada en la cooperación y la colaboración?, ¿Cómo se puede fortalecer la acción colectiva de las grandes masas de trabajadores en momentos en que se hace indispensable poder generar los contrapesos necesarios al poder empresarial, los gobiernos y otro actores con alto grado de poder y de influencia en los temas laborales?

 

Lipovetsky también señala que vivimos en un entorno destructivo que lejos de ayudar a la socialidad entre los sujetos se convierte en el peor enemigo para entablar entre las personas otro tipo de relación, más humana, más amable, más a escala humana. Él sostiene que todo nuestro entorno urbano (plazas, centros comerciales, etc.) y tecnológico está dispuesto para acelerar la circulación de los individuos, impedir el enraizamiento y en consecuencia pulverizar la socialidad. El autor señala que los individuos aspiran cada vez más a un desapego emocional, en razón de los riesgos de inestabilidad que sufren en la actualidad las relaciones personales. Tener relaciones interindividuales sin un compromiso profundo, no sentirse vulnerable, desarrollar la propia independencia afectiva, vivir sólo. El individuo no busca hoy el compromiso profundo de antaño, no desea sentirse vulnerable, "invadido" por los costos de la emocionalidad, la pena o la angustia. Pero sin duda, lo más complicado sobretodo por sus implicancias sociales sería el deseo del individuo postmoderno de "vivir sólo" con lo cuál estaría - al parecer - dejando atrás una característica eminentemente humana, la socialidad. En otra parte de la obra y para terminar con sus postulados,  Lipovetsky  señala que: "la era del consumo desocializa los individuos y correlativamente los socializa por la lógica de las necesidades y de la información, socialización sin contenido fuerte, socialización con movilidad" (Lipovetsky, 2000:111).

 

En el libro "¿Podremos vivir juntos? La discusión pendiente: El destino del hombre en la aldea global", Alain Touraine  comparte el poco alentador pronóstico para nuestra sociedad, las personas y la acción colectiva ya expresado por Giddens y especialmente Lipovetsky. En el capítulo 2 denominado "El Sujeto", Touraine plantea que éste está tan amenazado en el mundo de hoy en día por la sociedad de consumo que nos manipula o por la búsqueda de un placer que nos encierra en nuestras pasiones como lo estaba en el pasado por la sumisión a la ley de Dios o de la Sociedad. Habla también de la falta de identidad, del no saber ni siquiera a estas alturas quienes somos. Touraine expone que el individuo sufre al ser desgarrado, al sentir que el mundo vivido está tan descompuesto como el orden institucional o la representación misma de él.

 

Alain Touraine le asigna al sujeto el rol central de todo quehacer. Esto se puede evidenciar cuando señala que éste es el principio en relación con el cual se constituyen las relaciones de cada uno consigo mismo y con los otros. En relación al tema del modelo económico y sus implicancias sociales, concretamente en la relación individuo y sociedad, Touraine plantea que el individuo de las sociedades hipermodernas está constantemente sometido a fuerzas centrífugas, el mercado por un lado, la comunidad por el otro. La aparición de éstas conduce con frecuencia al desgarramiento del individuo y su conversión en un consumidor o un creyente. El sujeto se manifiesta en primer lugar y ante todo por la resistencia a ese desgarramiento, por el deseo de individualidad, es decir, de reconocimiento de sí en cada conducta y relación social[11].

 

Cabe mencionar que en los últimos años Alain Touraine en su texto Un nuevo paradigma para comprender el mundo de hoy, ha radicalizado sus planteamientos e incluso ha sostenido que hoy estaríamos frente al fin de lo social o a una nueva era en la que existen nuevas expresiones de lo social (con todos los fenómenos de descomposición y de resocialización que van anexos) y la centralidad que en el nuevo paradigma tienen el sujeto y los derechos culturales. Touraine sostiene que tiene a desaparecer toda referencia a la sociedad como principio de legitimidad de las conductas sociales en beneficio del propio individuo (destrucción de la idea misma de sociedad) y que sería el actor en persona, quien se atribuye esta capacidad de autolegitimación (Touraine, 2006:48).

 

Esta mirada es compartida por Manuel Castells quien ha sostenido que de la misma manera que el Estado y el poder fueron los conceptos centrales de los primeros siglos de la modernidad y así como el concepto de sociedad fue central para nuestros estudios durante más de un siglo, es evidente la noción de individuo es la que ocupa hoy este lugar central en una nueva era.

 

Ahora, si bien estas ideas pueden ser calificadas de novedosas, incluso de ingeniosas, nos resulta muy difícil imaginarnos a un sujeto sin sociedad. Es decir, sin ese marco de legitimidad y/o validación de las conductas sociales de todos los individuos incluidos ese mismo sujeto. Para la problemática que nos ha convocado y si bien podemos comprender hoy por qué ha faltado el sentido de lo colectivo en miras al fortalecimiento del movimiento sindical por las características  de estos tiempos tales como las tendencias a establecer entre las personas relaciones de dominio y del tipo conflictivas, búsqueda del propio interés, individualismo puro y destructor, desapego emocional, en fin y todo ello en un marco o escenario de globalización que asume una forma extrema de capitalismo, creemos que con mayor razón se necesita fortalecer la acción colectiva tendiente a aunar a los sujetos en pos de objetivos comunes en los distintos ámbitos y/o dimensiones de su vida. En este trabajo se ha relevado la importancia de la dimensión laboral – sindical, pero sin lugar a dudas esto se puede proyectar a otros ámbitos como el político, el educativo, etc.

 

El ya mencionado autor  Adolfo Arrieta respecto de esta posición es enfático en señalar que  “se debe ayudar al resurgimiento de una función sindical como agente de la vida democrática, entendiendo que las centrales sindicales son necesarias en el mundo actual, como un contrapeso natural de los trabajadores frente al poder de empresarios y gobierno. Tanto en la experiencia internacional como nacional, la capacidad de este actor social de permanecer en el tiempo dependerá de su renovación y reciclaje en todos los ámbitos de su actuación” (Arrieta, 2003:2). Retomando lo planteamientos de Touraine y Castells, pero con una nueva mirada y énfasis deseamos señalar que ojala en el tema de la sindicalización no sea el sujeto-individuo quien ocupe el lugar central, sino que sean los sujetos quienes con su acción colectiva – renovada y refundada -  logren ocupar una posición estratégica  en la dinámica  propia de una sociedad en general y del mundo del trabajo en particular.

 

 

5. Conclusiones

 

Para exponer las principales conclusiones del trabajo, hemos decidido volver a las hipótesis enunciadas en la primera parte del paper, para que además de guiarnos en la reflexión final demos cuenta de su nivel de aceptación.  Así tenemos:

 

Hipótesis Nº 1

 

*      La globalización como fenómeno - especialmente en su dimensión económica – y sus premisas de base tales como: la apertura de mercados, el achicamiento del Estado, las privatizaciones, la desregulación y la flexibilización laboral han influido directamente en la gestión de las empresas productoras de bienes y servicios. Así, las empresas en su deber por lograr mayores niveles de competitividad nacional e internacional desarrollan estrategias para ajustar de manera permanente su estructura de costos, entre ellos el de mano de obra con los consiguientes efectos en las condiciones de trabajo y niveles de sindicalización.

 

Hipótesis Aceptada.  La influencia de la globalización especialmente en su dimensión económica ha influido en las distintas esferas del quehacer humano. Se destaca la “mundialización de la producción y los intercambios” como una forma extrema de capitalismo. Uno de sus postulados esenciales “maximización de los beneficios y minimización de los costos” permean prácticamente todo el accionar de las organizaciones tanto en sus sistemas como subsistemas. Para no repetir lo ya expresado en las páginas precedentes deseamos cerrar la contrastación de esta hipótesis con una de las conclusiones del trabajo de Paul W. Drake quien ha indicado que  “en este nuevo siglo, la solidez del contexto liberal económico, institucional y político -tanto internacional como doméstico- indica la continuidad del rol modesto del movimiento obrero. Por lo menos, el futuro del sindicalismo no parece auspicioso. En este momento de globalización, el dominio mundial de los Estados Unidos, del modelo económico neoliberal, de los capitalistas móviles y de la democracia neoliberal parece firme, a pesar del descontento creciente en muchos países. Dentro de este marco liberal, Chile es el caso más exitoso y famoso en América Latina. Aunque tiene problemas serios, son pequeños en comparación con sus vecinos. Debido a su inmersión profunda en el régimen global del liberalismo, los logros y la estabilidad de su actual sistema económico y político, y la balanza de fuerzas entre los concertacionistas y la derecha, los cambios fundamentales en la trayectoria esencial de Chile parecen improbables. Sin algunas transformaciones masivas en estos factores, el resurgimiento pronto del movimiento de los trabajadores sería una sorpresa. Quizás la situación chilena está llegando a ser típica de la modernización neoliberal en este momento histórico del mundo occidental”[12]. Para agregar antecedentes a esta visión tan poco optimista en relación al movimiento sindical, los autores de este trabajo observan con preocupación que en el actual programa de gobierno del Presidente chileno Sebastián Piñera no se aprecien cambios significativos en los temas de fondo del país que de una u otra forma incidirían en generar nuevas condiciones para el resurgimiento del también llamado “movimiento obrero”. Nos referimos concretamente a una nueva Constitución realmente Democrática, modificaciones estructurales al sistema binominal, legislación en materias laborales tales como el derecho a huelga y ampliación de la negociación colectiva, en fin.

 

 

Hipótesis Nº 2

 

*      El sujeto en la modernidad – desde la perspectiva de algunos autores – ha ido adquiriendo una centralidad no antes vista en la historia de la humanidad. Esta centralidad sumada a crecientes procesos de individuación atenta a la necesidad de establecer una acción colectiva que no sólo fortalezca el movimiento sindical sino que, además, posicione los derechos humanos y laborales en una posición estratégica en los ejes de desarrollo que Chile emprenda en el mediano y largo plazo.

 

Hipótesis Aceptada.  Retomando algunas de las conclusiones de Alain Touraine, “el individualismo que triunfa sobre las ruinas de la representación social de nuestra existencia revela la fragilidad de un yo constantemente modificado por los estímulos que se ejercen sobre él y le influyen….. pero este individualismo tiene también otra dimensión: en una sociedad en la que dependemos no sólo de las técnicas de producción, sino también de las técnicas de consumo y comunicación, tratamos de salvar nuestra existencia individual, singular” (Touraine, 2006:257-258). No nos cabe duda que los tiempos que corren son tiempos difíciles para instalar la mirada de la solidaridad, el compromiso y la colaboración. El debilitamiento de las representaciones colectivas de los trabajadores logra ser comprendido cuando se aprecian tendencias de conflictos, intereses personales por sobre los generales, afán de poder y extremos personalismos, por nombrar los principales.  Esto se aprecia incluso dentro del mismo movimiento sindical cuando cuesta instalar y desarrollar los liderazgos, cuando las mujeres y los jóvenes – al igual que en otros ámbitos sociales -  son discriminados y marginados de posiciones más estratégicas, se cede ante presiones poco éticas por parte de los empresarios  hacia los trabajadores que dirigen los movimientos, en fin.

 

Para terminar reiteramos nuestra posición en el sentido que la libertad sindical y de asociación, y el derecho de sindicación y de negociación colectiva son derechos humanos por excelencia, cuya aplicación en las organizaciones y las empresas tiene gran impacto en las condiciones de trabajo y de vida de las personas, así como en el crecimiento y consolidación de los sistemas económicos y sociales. Por ende, son libertades que no pueden estar aisladas y desalineadas de las estrategias de desarrollo que nuestro país emprenda en el mediano y largo plazo.

 

Los autores

Noviembre  30 de 2012

 

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[1] Según Paul W. Drake en 1970, el porcentaje de la población activa en sindicatos llegó a casi un tercio en nuestro país.

[2] Compendio de Series Estadísticas 1990-2010 – Capítulo 1 Sindicalismo. Gobierno de Chile, Dirección Nacional del Trabajo, División de Estudios. En http://www.dt.gob.cl/documentacion/1612/articles-62614_recurso_1.pdf  visitada el 15 de abril de 2012.

[3] Yanes Hugo y Espinosa Malva. Sindicalismo en Chile: Un actor que sobrevive contra viento y marea. En temas laborales Nº 8. En www.direciondeltrabajo.cl visitada el 15 de julio de 2009

[4] Bustos Patiño cuando habla de estas causas, se refiere o toma como contexto a América Latina.

[5] Bustos Patiño Carlos, Federación Internacional de Sindicatos de trabajadores de la Química, Energía, Minas e Industrias Diversas – ICEM. En página web oficial visitada el día 10 de Octubre de 2011.

[6] Drake Paul W., El Movimiento Obrero en Chile: de la Unidad Popular a la Concertación. 2003. En revista de Ciencia Política, volumen XXIII, Nº 2. Págs. 148-158.

[7] El autor menciona específicamente a Uruguay en este apartado.

 

[8] Por Modernidad (sociedad) vamos a entender que es la afirmación de los sujetos (individuales o colectivos) capaces de hacer su historia más allá de los designios o determinismos naturales. En este sentido, no se confunde con ningún tipo particular de sociedad o instrumento tecnológico, ni tampoco con la modernización. Definición extraída de: Garretón M. Manuel Antonio, La Sociedad en vivi(re)mos – Introducción sociológica al cambio de siglo.. Lom Ediciones. Primera Edición, diciembre de 2000. Pág. 26. El término de Modernidad Radicalizada es sostenido por Anthony Giddens en su libro Consecuencias de la Modernidad.

 

[9] Giddens Anthony, Consecuencias de la Modernidad. 1999. Primera Edición en Ensayo. España.

[10] Drake Paul W., El Movimiento Obrero en Chile: de la Unidad Popular a la Concertación. 2003. En revista de Ciencia Política, volumen XXIII, Nº 2. Págs. 148-158.

 

[11] Touraine Alain, ¿Podremos vivir juntos? La discusión pendiente: El destino del hombre en la aldea global, 1997. Fondo de Cultura Económica. Argentina.

[12] Drake Paul W., El Movimiento Obrero en Chile: de la Unidad Popular a la Concertación. 2003. En revista de Ciencia Política, volumen XXIII, Nº 2. Págs. 148-158.