Revista Nº17 " ECONOMIA"
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RESUMEN

 

Este trabajo pretende examinar el rol del poder ejecutivo en la implementación de las reformas neoliberales de la década del 90 en Argentina.  Enfrentado por una economía en gran crisis, el nuevo presidente Menem tenía muchos poderes a su disposición: facultades institucionales, control partidario y apoyo popular.  Este trabajo analiza cómo cada factor contribuía a la aplicación exitosa de la agenda presidencial. 

 

ABSTRACT

 

This paper seeks to examine the role of executive power in the implemenation of the neoliberal reforms carried out in the 1990s in Argentina.  Facing an economy in crisis, newly elected president Menem had many powers at his disposal: institutional resources, party control y popular support.  This paper analyzes how each factor contributed to the successful implentation of the president’s agenda.

 

 

Las reformas neoliberales y el presidencialismo en Argentina (1989-1992)

                           Por: Megan Hickey[1]

 

INTRODUCCIÓN

 

El presente trabajo estudia un tema de gran importancia para la década del ´90 en Sudamérica, las reformas en la economía y en el Estado que transcurrieron en la citada década en la Argentina. La rapidez y la relativa facilidad que tenía el presidente Menem para llevar a cabo los ajustes neoliberales justifican un examen sobre el poder ejecutivo en la República Argentina y cómo generaban tanto apoyo institucional y popular. 

 

Argentina fue uno de los países latinoamericanos que instituyeron ajustes estructurales en la década 1990. 
Acompañado por México, Brasil, Venezuela y Perú, Argentina cambió radicalmente las políticas heterodoxas implementadas por presidente Raúl Alfonsín en la década 1980 cuando la crisis empezó y promulgó las leyes más rápidamente que otros países. Esto justificaría algún análisis para explicar la particularidad con la cual se condujo.

 

El objetivo del presente trabajo es mostrar que la gran transformación del modelo económico en la Argentina en la década 1990 se implementó a través de una hegemonía institucional, partidaria y popular.  Incluso podrá observarse como este estilo con gran concentración de poder de decisión y acción en la presidencia ayudó enormemente a que la reforma y ajuste estructural se implemente con gran intensidad y velocidad.

 

De acuerdo a lo expresado anteriormente se llega a las siguientes preguntas:

·               ¿Cómo pudo concretar las reformas con éxito y en el menor tiempo posible?

·               ¿Cómo Menem construyó tanto apoyo popular para las reformas estructurales? ¿Por qué el mismo no enfrentaba una oposición institucional ni popular a sus políticas transformadoras?

La hipótesis de este trabajo intenta mostrar que: “Menem lograría las reformas neoliberales a través de una tradición preexistente de un fuerte liderazgo presidencial, concretamente a través del ejercicio de poderes institucionales del ejecutivo, hegemonía tradicional en la cultura política y la dominación del partido Justicialista.

 

MARCO TEÓRICO

 

Un examen de la crisis económica del fin de siglo XX será tratado con los trabajos de Daniel Muchnik, Marcos Novaro y James Broughton.

 

El marco general incluirá artículos de la página web sobre la historia económica de Argentina.  

 

El marco referencial de la cuestión del poder ejecutivo y las reformas neoliberales será tratado a partir de los trabajos de Mariana Llanos, Alberto Baldioli, junto con el trabajo de Ferreira Rubio y Matteo Goretti.

 

La tolerancia general de los ajustes económicos se abordará con el trabajo de Pablo Gerchunoff y Juan Carlos Torre y profundizada con los trabajos de Mariana Llanos, Ana María Mustapic y Alberto Baldioli.

 

La negociación con los sindicatos se servirá el trabajo de Hernán Fair.

 

ANTECEDENTES HISTÓRICOS

 

Antes de comenzar a evaluar las reformas estructurales de la década 90 en respecto al poder ejecutivo, resulta necesario explicar la situación económica que Menem enfrentaba cuando asumió el cargo de presidente.  Cuando Raúl Alfonsín transfirió poder al presidente electo Carlos Saúl Menem en Julio de 1989, dejó la presidencia en medio de un caos socio-político y económico.  Menem heredó una creciente economía en crisis, con graves problemas deficitarios, hiperinflacionarios y financieros. 

 

Crisis macroeconómica y Crisis de la deuda

El candidato de la Unión Cívica Radical, Raúl Alfonsín, asumió el cargo de presidente en 1983, en un momento turbulento de la historia económica del país. El año anterior, el sistema financiero nacional había colapsado, por lo tanto muchos elementos contribuían a la grave situación económica en la que Argentina se encontraba durante esta década.

 

Durante los 80 varios países latinoamericanos recibieron mil millones de dólares de acreedores internacionales.  Al comienzo de este periodo la región había acumulado grandísimas cantidades de deudas e intereses. En 1982, México anunció que no podía pagar sus deudas externas.  Este default provocaba la desconfianza en la región por financieros extranjeros, lo que profundizaba el espiral de inflación e insolvencia.  Los bancos comerciales negaban nuevos préstamos a países de América Latina, “países muy endeudados y con baja capacidad exportadora, lo que ubicó a la Argentina en una posición particularmente desfavorable” (Novaro: 2009: 108).  Al fin de 1983 cuando Alfonsín asumió el poder, la deuda externa de Argentina había ascendido a los 44 mil millones de dólares (Muchnik: 2004: 81).

 

Además del crisis de deuda externa, Argentina enfrentaba graves problemas macroeconómicos también.  El estado tenía un déficit fiscal enorme por varias razones que incluían demasiados gastos públicos y los requisitos por los servicios de las deudas.  Muchas de las empresas estatales sufrían pérdidas que le costaban al gobierno federal.  Sumado a esto, el Estado no podía pagar los servicios de la deuda, especialmente teniendo en cuenta las altas tasas de interés que cobraban los países acreedores. 

 

Las deudas contribuían considerablemente al empeoramiento de la situación macroeconómica. Para financiar los pagos, el Banco Nacional incrementó el suministro de plata.  Esta medida, que previno el default, aumentaba la tasa de inflación dramáticamente.  La inflación creció tan desmesuradamente que los salarios de los trabajadores argentinos no podían mantenerse. 

 

Además de esto, la inflación sólo sirvió para exacerbar la desconfianza de empresarios y financieros internacionales.  La sobrevaluación del peso indicaba la precariedad de la economía argentina e impulsaba la fuga de capitales.  Tras esta cadena de acontecimientos, la economía argentina entró en una recesión en 1984, el primer año del gobierno de Alfonsín.

 

Plan Austral de estabilización económica

Como parte de sus esfuerzos para promocionar la estabilidad económica del país, en 1985, el presidente Alfonsín implementó el Plan Austral.  Éste fue una estrategia heterodoxa y austera concebida por la administración de Alfonsín, principalmente su Ministro de Economía Juan Sourrouille para avanzar hacia una economía menos volátil. La idea sobre la que se basaba el plan fue que un retorno del crecimiento económico ayudaría resolver los desequilibrios fiscales. El problema principal que esta política pretendía abordar era la inflación y cómo lograr la deceleración.

 

Para combatir la creciente inflación, el Plan Austral propuso la devaluación y el reemplazamiento del peso argentino por una nueva moneda, el Austral.  Esta nueva unidad monetaria pretendía ser un cambio que ayudaba a controlar los precios por el suministro de plata. Junto con este cambio de denominación, la política implementó controles de sueldos y un congelamiento de precios.

 

El plan inicialmente saboreó el éxito.  La tasa de inflación empezó a decaer, indicio de un ámbito mas estable para los bancos extranjeros.  Sin embargo, las reformas del Plan Austral no fueron bastante para solucionar la crisis macroeconómica junto con las políticas para reestructurar la deuda ineludible.  En 1988, estaba claro que el programa había fracasado. La inflación subió a casi 400% ese mismo año mientras la deuda continuaba ascendiendo.

 

Además de mostrar la inoperancia de las medidas heterodoxas de los radicales para resolver la crisis macroeconómica, el Plan Austral también servía de precedente importante del rol del ejecutivo en tiempos de emergencia.  Alfonsín aprobó el Plan Austral a través de un decreto ejecutivo. Esta acción, que burló la autoridad de Congreso, el cual debe aprobar las leyes,” [fortaleció y extendió] la decisión centralizada que en forma acotada ya venía ejerciendo sobre los precios, los salarios y el tipo de cambio, mediante un congelamiento general” (Novaro: 2009: 135). Aunque Menem implementó reformas opuestas a las de su predecesor, el decreto de Alfonsín fue un precursor al tipo de liderazgo y autoridad que Menem ejercería en respecto al poder legislativo.

 

Esta acción del presidente Alfonsín también marcó una relación ejecutivo-legislativo muy diferente que la de Menem. El partido de Alfonsín, la Unión Cívica Radical, no tenía una mayoría fuerte en el congreso, como los justicialistas tenían casi tantos diputados.  Por resultado, cuando Alfonsín intentaba aprobar las privatizaciones,  el partido justicialista se oponía.  En contraste, Menem tenía una mayoría en ambos cámaras y los peronistas apoyaban las reformas neoliberales enérgicamente.  La actitud hacia el ejecutivo y cómo solucionar la crisis habían cambiado por la ascensión de Menem.

 

Plan Baker

El otro obstáculo que presidente Alfonsín tuvo que tratar de resolver fue la enorme y creciente deuda que la Argentina sufrió. 

Con la inauguración del mandato de Alfonsín empezó negociaciones con el Fondo Monetario Internacional para obtener préstamos con una tasa de interés más baja. Llegaron a un acuerdo que reestructuró la deuda externa, pero la ayuda del FMI fue acompañada por la intervención y la supervisión sobre la economía argentina hasta que logró la estabilidadEl FMI controlaba los programas de ajustes que este mismo proponía y apoyaba. 

 

En respuesta a la crisis de deuda global, en 1985, el secretario del tesoro de los Estados Unidos, James A. Baker III,  dirigió la creación de un plan para aliviar la deuda de países insolventes, muchos de los cuales estaban en América Latina.  Durante el diseño del plan, algunos miembros del FMI expresaban preocupación y creían que el Plan Baker debe incluir ajustes estructurales para desarrollar el crecimiento económico en adición a la reestructura de la deuda y los préstamos hasta un total de 20 mil millones de dólares. No obstante, la comisión decidió que el FMI no tuvo la autoridad para imponer estos ajustes y en lugar de ello, hizo sugerencias de política (Boughton: 2001: 418).

 

Últimamente, abandonó el Plan Baker porque él, también, había fracasado.  El programa tenía debilidades.  Por un lado, el plan dependía de los bancos comerciales de asumir el riesgo y prestar dinero a estos países profundamente endeudados.  En muchos casos, éste no pasó. Por lo tanto, Argentina experimentó un déficit de financiación. Y por otro lado, el éxito del plan requería que las reformas del mercado sean eficaces. A pesar de sus esfuerzos estratégicos, las reformas del alfonsinismo no fueron exitosas.

 

Consenso de Washington

Desafortunadamente, hacia el final del mandato de Alfonsín, estaba claro que las reformas implementadas no habían funcionado. Las reformas eran estrategias débiles e inútiles para controlar la hiperinflación. Cuando Alfonsín renunció a la presidencia en Julio de 1989, los precios “totalizaban un alza de 934% desde enero, mientras que el dólar había trepado un 2.426%” (Novaro: 2009: 306).

 

En este contexto de crisis, se realizaba en Estados Unidos un debate acerca de la problemática en América Latina, debate en el cual se llegó a un diagnóstico de crisis y a recomendaciones e indicaciones de políticas económicas. Dicho debate se encuadró en el Consenso de Washington, una reunión de organizaciones financieras internacionales, de bancos acreedores de la deuda y de los países económicamente más poderosos, convocados para diagnosticar la condición económica precaria de América Latina.

 

La responsabilidad por el espiral inflacionario que afligió a esta región del mundo y de los déficits fiscales y externos se
adjudicó al estado
 gigante y suenorme gasto público.  El Consenso de Washington sugirió un programa exhaustivo de
 
políticas para solucionar la crisis.   El eje central fue la reducción del tamaño del estado, lograda a través de políticas
 de corte neoliberal.

 

Las soluciones propuestas por el Consenso llegarían a desempeñar un rol muy fuerte en las políticas adoptadas por Argentina. 

 

LAS REFORMAS NEOLIBERALES

 

Frente un colapso económico y financiero, el nuevo presidente Menem inmediatamente implementó una serie de reformas estructurales para lograr estabilidad económica y desacelerar la grave hiperinflación. Crítico de las políticas heterodoxas fracasadas del alfonsinismo, Menem fue elegido con el prometido: “productividad, trabajo, tranquilidad, un dólar alto y libre” (Muchnik: 2004: 93).

 

Menem dirigió la implementación de reformas con esta idea fundamental como su base: la intervención estatal en la economía no resolvería los problemas crecientes.  Las reformas neoliberales marcaban una reorientación al libre mercado y una reducción del papel del estado en la economía argentina.  Los ajustes empezaron con un proceso de privatizaciones de empresas nacionales, políticas de desregulación comercial y desregulación financiera. 

 

Aunque el gobierno de Argentina está compuesto por tres poderes independientes, y en principio, iguales, hay una tradición de “hiperpresidencialismo” en la historia del país y de la región latinoamericana en general (Llanos: 2001: 68-69). Es decir, concentra en el presidente facultades institucionales y políticas que permiten el predominio del poder ejecutivo sobre las decisiones y acciones del estado. Los científicos políticos no coinciden todos sobre lo que da lugar a este fenómeno de un líder fuerte que a su vez se ven beneficiado por el mal uso de su poder, pero proponen teorías que incluyen: líderes carismáticos que inspiran confianza en el pueblo, momentos de crisis que requieren acción rápida y una interpretación hobbesiana de la relación entre líder y súbdito (Baldioli: 2003: 5).

 

En la estructura estatal argentina, el ejecutivo ocupa una posición preeminente en la balanza de poder con respecto a los otros dos.  El líder tiene recursos político-institucionales que permiten la subordinación de Congreso a la acción unilateral del presidente. 

 

Por ejemplo, según la Constitución Argentina, el presidente tiene la capacidad de proponer iniciativos legislativos.  En este sentido, esta capacidad del Ejecutivo infringió en un principio la separación de poderes establecido en la Constitución. El Ejecutivo puede actuar como un legislador, un rol que no sólo amplia el alcance del presidente sino que además acelera la implementación de la agenda presidencial. 

 

En el contexto de las reformas de la década 90, la fuerza unilateral del presidente sugiere que el poder ejecutivo dominara con un tipo de decisionismo extremo el recorrido político en la Argentina.  La tradición de un ejecutivo fuerte resultaba muy útil para aplicar inmediatamente las modificaciones económicas y estatales en Argentina.  El Presidente Menem aprovechaba esa concentración del poder para implementar rápidamente su proyecto de reforma.

 

Leyes de Emergencia

Sin embargo, Menem no tenía que depender de los recursos constitucionales preexistentes del Ejecutivo para lograr las políticas necesarias para la resolución de la crisisLas dichas “leyes de emergencia” fueron la Ley de Emergencia Económica y la Ley de Reforma del Estado y fueron aprobadas por el Congreso en Agosto de 1989. Estas leyes aumentaron la concentración del poder del poder ejecutivo más que nunca. 

 

La aprobación de las leyes de emergencia, números 23.696 y 23.697, señalaba un estado de emergencia en la Argentina. Este momento de crisis, teniendo en cuenta los errores político-económicos de la última década, confirmaba la necesidad de reformas de ajuste profundas, amplias y con rapidez (Gerchunoff y Torre: 1996: 733). El Congreso reconoció la urgencia de la situación económica y le otorgó a Menem poderes excepcionales. Como resultado, el congreso cedió al ejecutivo poderes que podían facilitar y acelerar la implementación de los ajustes económicos necesarios.

 

El clave poder que estas leyes le otorgaron a presidente Menem fue gracias al llamado Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU). La facultad de emitir decretos fue la herramienta institucional más importante y útil de Menem para lograr su agenda.

 

La autoridad dada al presidente para sancionar decretos que tenían el mismo peso que una ley del Congreso sacó el poder al Congreso y se lo otorgó al poder ejecutivo.  En esencia, Menem podría actuar sin aprobación del Congreso.  Por su uso extensivo, su administración llegaba a ser conocida como el decretazo.  Menem “dictó, entre julio de 1989 y agosto de 1994, 336 decretos de necesidad y urgencia, a través de los cuales, por ejemplo, creó impuestos, derogó leyes o modificó relaciones contractuales privadas” (Rubio y Gorretti: 1996: 444). La falta de limitación sobre los temas que Menem podían dictar le permitía implementar reformas muy amplias. 

 

Aunque la pérdida del poder que sufría la legislatura parecía poder generar impopularidad hacia el menemato dentro del Congreso, lo que hubiera hecho más lento el proceso reformativo, la oposición siempre era una minoría.   A lo largo de la primera mitad del menemismo, el Partido Justicialista controlaba el congreso.  Sostenía una mayoría absoluta en el Senado y una pluralidad en la Cámara de Diputados (Rubio y Goretti: 1996: 445). No obstante, Menem no sólo dominaba de los tres poderes del gobierno mediante el Partido Justicialista sino también él controlaba al partido en sí, lo que sería importantísimo para la ejecución de las privatizaciones de empresas estatales. 

 

Otra estrategia utilizada por el presidente fue la de manipular y modificar el poder judicial. En 1990, expandió el número de jueces en la Corte Suprema de cinco a nueve (Rubio y Goretti: 1996: 443).  Inmediatamente, Menem designó cuatro jueces de su partido al tribunal, que le dio una mayoría al Partido Justicialista en el Poder Judicatura. Este decreto fue un ejemplo de cómo Menem aplicó su poder discrecional para concretar su predominio institucional y prevenir oposición dentro del estado.  Aunque la Corte no tenía mucho que ver con la generación de las reformas o formación de la política, desempeñaba un papel clave en la defensa constitucional de los decretos de necesidad y urgencia.

 

 

Debido a que el pueblo no rechazó esta concentración del poder, esta infracción del principio democrático de la separación de los tres poderes, es una cuestión que muchos expertos en teoría política habían tomado como ejemplo. En cualquiera interpretación, el tema común es que la cultura política argentina ayudaba mucho a Menem para llevar a cabo sus reformas y neutralizar la oposición popular.

 

En su artículo “Neodecisionismo en América Latina: entre la apatía cívica y la participación política. Argentina y Brasil (1989-1992)”, Alberto Baldioli apeló al filósofo político Carl Schmitt para justificar la falta de oposición que el estilo neopopulista de Menem sufrió. La gran crisis económica de los 80 había provocado un “estado de naturaleza económica-social” que… (Baldioli: 2003: 5). Según esta idea hobbesiana, todos los ciudadanos cedieron al soberano algunos derechos individuales por la protección y el bien del grupo entero.

 

Con respecto al decretazo de Menem, esta interpretación indicaba que la crisis fue la fuente de la autoridad y la legitimidad del presidente.  Menem enfrentaba poca oposición popular porque el contexto grave señalaba que los intereses de la gente serían mejor protegidos por un presidente poderoso.

 

Según Guillermo O’Donnell, sugirió que la Argentina de los 90 era un ejemplo de una democracia delegativa (O’Donnell: 1994: 64).  En su interpretación, la situación de crisis fue sólo un catalizador para el desarrollo del estilo político preexistente en Argentina.  Esta tradición era un líder caudillista que dominaba el partido y los poderes legislativos y judiciales.  El pueblo estaba dispuesto a otorgar facultades excepcionales al ejecutivo y tolerar sus decisiones para el bienestar de la nación.  ODonnell enfatizó en su trabajo la discreción absoluta de este líder: no tenía que realizar los prometidos de su campaña ni satisfacer a nadie (O’Donnell: 1994: 60).

 

Aplicada al menemato, esta teoría explicaba la falta de oposición a la hegemonía del presidente y sus reformas.  Coincidía con el hecho de que los peronistas continuaban en apoyar a Menem a pesar de sus políticas que rompieron la ideología del partido.  Al elegirlo para la presidencia, eligieron confiar en su juicioAdemás, justificaba el descaro de Menem para sancionar reformas que podrían haber alienado totalmente a su partido y base de apoyo.

 

Privatizaciones

Las leyes anteriormente mencionadas que dieron a Menem el poder de realizar decretos de necesidad y urgencia permitieron las privatizaciones de empresas públicas. La Ley de Reforma del Estado comenzó el proceso de privatizaciones. Permitió que las privatizaciones podrían ser implementadas a través de decretos en vez de la ley del congreso. La primera fase fue cumplida en muy poco tiempo en respuesta a la urgencia causada por la hiperinflación.  De hecho, la mayoría de las empresas estatales había sido vendida por Octubre de 1990 (Gerchunoff y Torre: 1996: 739). Incluido en las empresas públicas identificadas para privatización fueron las compañías telefónicas, las aerolíneas, los medios de comunicación, el petróleo, la electricidad y el gas (Llanos: 2001: 76).

 

En adición a los poderes excepcionales del presidente, la dominación del partido tenía mucho que ver con la implementación rápida de las privatizaciones.  Aunque Menem frecuentemente sorteaba la autoridad del congreso a través del uso de decreto, cuando él proponía las leyes en la manera tradicional, la coalición de apoyo dentro del congreso era un aliado importante. Ana María Mustapic, una politóloga de Oxford, hizo una distinción importante entre “los poderes legislativos del presidente y los poderes partidarios” (Mustapic: 2000: 572-573). 

 

En un nivel, el hecho de que el congreso continuaba a apoyar a Menem podría ser explicado simplemente por la mayoría anteriormente mencionada del partido peronista en el congreso.  Sin embargo, esta mayoría sería nada sin el consenso y la acción colectiva del miembros del partido.

 

La primera presidencia menemista fue marcada por un alto nivel de disciplina partidaria dentro del congreso (Llanos: 2001: 83).  Por ejemplo, de las diez leyes de privatizaciones que Menem proponía al congreso durante su primer mandato, la legislatura no rechazó ninguno (Llanos: 2001: 94).  Los diputados y senadores justicialistas siguieron la dirigencia del presidente, entonces las reformas de la agenda presidencial se implementaron sin obstáculos políticos. Sus triunfos legislativos subrayaban  el control que Menem ejercía sobre su partido. 

 

Además del apoyo unificado de su propio partido, Menem logró reunir la colaboración de los partidos minoritarios también. Dentro de la legislatura, la cooperación constante de los partidos amistosos al partido justicialista era clave para la aprobación de las privatizaciones.

 

Teniendo en cuenta el gran grupo de adheridos que se veían representadas por el presidente Menem, parece antitético que su partido apoyaría enérgicamente las reformas de giro neoliberal.  Realmente, los ajustes que Menem implementaba en reacción a la situación de inestabilidad económica constituían una ruptura con la plataforma y tradición peronista, en la cual el estado desempeñaba un rol central en la economía.

 

Sin embargo, al contrario del esperado, en los primeros años de su mandato, Menem y sus políticas tenían un alto índice de aprobación (Gerchunoff y Torre: 1996: 765).  No sólo la fuerza de haber sido electo como presidente reforzaba dicha aprobación de los ajustes económicos de Menem sino también el carácter de los cambios. Con respecto a las privatizaciones de empresas estatales, éstas tenían gran aprobación social.

 

La gente argentina estaba dispuesta de acceder a las privatizaciones por varias razones.  Primero, a lo largo de la década pasada, la calidad de los servicios públicos se habían deteriorado apreciablemente (Gerchunoff y Torre: 1996: 740).  La ineficiencia de las empresas estatales sumado a los costos enormes para mantenerlas contribuían al apoyo popular para las privatizaciones.  En este sentido, las privatizaciones tenían gran legitimidad social que, en teoría, los beneficiarían a todos.

 

Otro factor que contribuía a la legitimidad general de las privatizaciones era el contexto de crisis de la nación.  La hiperinflación del última década había convencida al pueblo de la necesidad de las privatizaciones, a pesar de las  ideológicas políticas individuales (Gerchunoff y Torre: 1996: 738). Las tácticas del gobierno intervencionista obviamente no tenían éxito, que preparaba a los argentinos para el giro drástico del menemato. Por lo tanto, para la duración de su primer mandato, las privatizaciones no generaban mucha oposición popular.

 

Aún sí, otro aspecto que explicaba la tolerancia general de las políticas de privatización era la manipulación del apoyo político. 

Un sector del partido justicialista que ejemplificó la dominación de Menem sobre el apoyo partidario y la opinión pública era el movimiento sindical.  Durante la administración de Alfonsín, había muchos paros generales de la Confederación General de Trabajo. En contraste, a lo largo del primer mandato de presidente Menem, el mismo sindicato no se declaró en paro.

 

Tradicionalmente, el partido peronista estaba basado en el movimiento obrero. Apoyaba a Perón porque protegía los derechos de los trabajadores y promovía proyectos de justicia social.  No obstante, a pesar de todas las políticas que enfrentaban los intereses del dicho movimiento, “el Presidente logrará mantener en el tiempo el respaldo de los sectores más perjudicados por las políticas de transformación económica: los trabajadores” (Fair: 2008:2). Eso no quiere decir que no había desacuerdo entre los sindicatos.  Al contrario, dentro del sindicalismo había grupos que apoyaban las privatizaciones y otros que las oponían fervorosamente, como la la CGT Azopardo (Fair: 2008: 3).

 

En muchas maneras, las reformas, específicamente las privatizaciones y otras leyes laborales, dañaron los sindicatos.  Por una parte, las privatizaciones produjeron el desempleo.  Por otra parte, las leyes laborales que Menem implementó debilitaron el poder para negociar.  Sin embargo, Menem estratégicamente llegó a acuerdos con los sindicatos influyentes para mantener su apoyo, un fenómeno que algunos había llamado un “pacto sucio” (Fair: 2008: 6). Menem y los líderes sindicalistas hicieron un cambio de las obras públicas por la lealtad política. 

 

El Plan de Convertibilidad y sus impactos

En 1991, el presidente Menem nombró a Domingo Cavallo su Ministro de Economía, un cargo de gran importancia en este periodo.  Cavallo, como arquitecto de muchas de las políticas económicas, llegaría a compartir la culpa para el fracaso de las políticas de estabilización económica.

 

Sin embargo, el año de 1991 marcó un punto de inflexión en la administración de Menem. En contraste a la inestabilidad de los primeros dieciocho meses del mandato del presidente, con el nombramiento de Cavallo, a lo largo de 1991 Menem logró consolidar su poder y agenda firmemente.

 

El Plan de Convertibilidad fue central a las reformas de ajuste de la administración de Carlos Menem La creación de Cavallo, el programa intentaba mejorar la estabilidad macroeconómica y generar la confianza en la moneda argentina a través del control de la inflación.  El modo a través del cual logró esto fue un decreto para crear “una moneda convertible en una relación de 1 peso = 1 dólar y prohibió cualquier emisión monetaria sin el respaldo de divisas en las reservas del Banco Central” (Gerchunoff y Torre: 1996: 745).

 

El plan fue diseñado para limitar la capacidad del gobierno a realizar las políticas que aumentaría el suministro de plata. La meta era que   el valor fijo del peso y los límites en la política monetaria desacelerarían la tasa de inflación.  Además, esta ley redujo el papel del Banco Central, un giro radical de la administración precedente. 

 

En sus comienzos, durante los primeros meses del Plan de Convertibilidad, se pudieron constatar excelentes resultados. Después de la implementación al fin de marzo de 1991, el plan tenía efectos casi inmediatos y positivos.  La inflación continuaba de caer a lo largo del año y llegó a mínimo en agosto del mismo año, una tasa de 1,3% (Fair: 2008: 3).

 

El éxito inicial del plan profundizaba el apoyo popular para el menemato. Este contexto económico, mas favorable que en años anteriores, facilitó la victoria del Partido Justicialista en las elecciones legislativas de 1991.  Se celebraron estas elecciones para elegir la mitad de la cámara de diputados de la nación.  El partido justicialista ganó 40,3% de los votos que lo dio 61 nuevos cargos en la cámara (Gerchunoff y Torre: 1996: 746).  En consecuencia, el PJ logró la mayoría de los diputados.

 

El Plan de Convertibilidad ejemplificaba la culminación de los poderes populares de Menem. El congreso sancionó una reforma fuerte impulsada por el poder ejecutivo, a pesar de que la ley limitó las acciones monetarias que el gobierno podría hacer. Además, el periodo de desarrollo y recuperación que seguía la implementación del plan sería el máximo del apoyo partidario y popular que Menem conseguiría. 

 

CONCLUSIÓN

 

El propósito de este trabajo ha sido mostrar que los ajustes estructurales de orientación neoliberal adoptados en la Argentina en la década 1990 se implementó a través de una concentración en el poder ejecutivo de hegemonía institucional, partidaria y popular. 

 

En contraste a otros países de la región, por ejemplo, Brasil, Argentina implementó las reformas que redujo el tamaño del estado y abrió el mercado rápidamente y más profundamente.  Los cambios grandes a la estructura económica fueron posibles a través de la hegemonía que Menem ejerció sobre el gobierno y la sociedad. 

 

Los prácticos del hiperpresidencialismo expuestos por Menem se concretaban en la Reforma de la Constitución en 1994. Sin embargo, la coalición de apoyo no acompañaría con Menem a lo largo de su segundo mandato mientras él enfrentaba cuando la economía de México colapsó al fin de 1994.  

 

En conclusión, pretende exponer que los errores de los diez años anteriores activaron una tradición preexistente de dominación del líder.  Por lo tanto, la gente argentina estaba preparada para tolerar los cambios drásticos económicos y el desequilibrio del poder político para solucionar la grave situación que sufría la nación cuando Menem llegó. 

 

BIBLIOGRAFÍA GENERAL

 

LIBROS

 

  • Boughton, James M (2001): “Silent Revolution: The International Monetary Fund, 1979-1989”.  International Monetary Fund, Washington.

 

  • Muchnik, Daniel (2004): “Los últimos cuarenta años: Argentina a la deriva”.  Capital Intelectual, Buenos Aires.

 

  • Novaro, Marcos (2009): “Argentina en el fin de siglo: Democracia, mercado y nación (1983-2001)”. Paidós, Buenos Aires.

 

ARTÍCULOS

 

·         Baldioli, Alberto Amadeo (2003): “Neodecisionismo en América Latina, entre la apatía cívica y la participación política. Argentina y Brasil (1989-1992)”.Presentado en Red Latinoamericana de Cooperación Universitaria. Universidad de Belgrano. Buenos Aires.

www.rlcu.org.ar/revista/numeros/01-01-Octubre-  
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·         Botana, Natalio (1995): Las transformaciones institucionales en los años del menemismo”. Revista Sociedad, de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA). Buenos Aires.

 

  • Fair, Hern
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·         Gerchunoff Pablo y Torre Juan Carlos (1996). La política de liberalización económica en la 
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[1] Carrera de Historia, Georgetown University: Washington, DC, EE.UU.