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RESUMEN
El
objeto de presente trabajo es realizar un análisis comparativo de la política
de derechos humanos (DDHH) durante las gestiones de los presidentes Carlos Saúl
Menem y Néstor Kirchner. El trabajo se plantea demostrar la hipótesis de que el
kirchnerismo significó una ruptura y no una ratificación de los presupuestos
ideológicos del menemismo referido al tema DDHH.
ABSTRACT
This
work aims to compare human rights policy under Carlos Saúl Menem and Néstor
Kirchner presidential terms. The paper tries to prove the following hypothesis:
The presidency of Kirchner broke ideological assumptions of ‘Menemism’ in
connection with Human rights issue.
“LIDERAZGO
POLÍTICO Y DERECHOS HUMANOS: los gobiernos de Menem y Kirchner en perspectiva
comparada”
Por: Rodolfo Enrique Diringuer
INTRODUCCIÓN
El
proceso iniciado por el presidente Néstor Kirchner (2003-2007), a favor de los
Derechos Humanos (DDHH) y la búsqueda de Memoria, Verdad y Justicia como
políticas de Estado, luego continuado por su sucesora Cristina Fernández;
plantea en términos comparativos, una política opuesta, en este tema, a
la adoptada por la gestión del presidente Carlos Menem (1989-1999).
El
presente trabajo se propone explorar si el “kirchnerismo” representa la continuación de la matriz ideológica (Bosoer y Leiras 2001) en la política de Estado
referida a los derechos humanos durante la década de 1990; o se trató de una reformulación de los presupuestos ideológicos.
La hipótesis planteada es que: la política de Derechos Humanos
(DDHH) del menemismo responde a la consagración de un nuevo liderazgo que
restauraría la autoridad del Estado concentrando las decisiones en un núcleo de
poder. Este núcleo es el resultado de la alianza entre un presidente
plebiscitado convertido en supremo decisor, con el “establishment” económico.
La política de DDHH queda así subordinada a este “decisionismo” de nuevo cuño,
abocado a la reestructuración del Estado; “neoliberal” en lo económico, con
sesgo conservador en lo político.
Kirchner
(NK) accede a la Presidencia con el nivel más bajo de votos jamás registrado en
la historia argentina, y con este 22% de apoyo electoral declara que mantenía
con orgullo las convicciones políticas que había sostenido en el pasado. Los
DDHH se convierten por primera vez en la vida política de un Gobierno Nacional,
en política de Estado.
Schmitt
en su Teología Política, dice:” La decisión tiene valor en sí misma, dado que
en las cosas de mayor cuantía importa más decidir, que el modo como se decide
(…) Lo esencial es que ninguna instancia superior pueda revisar la decisión”
(K.Schmitt, 2005: 77)
Para
el decisionismo, la crisis y la decisión política se implican y precisan
mutuamente. ¿Cuáles eran las razones de Estado durante la gestión iniciada por
el presidente N.K. para tal decisión?
El
presente trabajo pretende demostrar nuestra hipótesis principal:
“El
kirchnerismo significó una ruptura en los presupuestos ideológicos
vinculados a la política de DDHH, con respecto al menemismo. Y que tal
presupuesto parecería más vinculado a la ética de la convicción y la ética de
la responsabilidad de las que hablaba Max Weber, que al decisionismo de Schmitt”.
ALGUNAS CONSIDERACIONES PREVIAS
Como
consecuencia de la crisis financiera de los años ‘70 la capacidad del Estado
interventor-benefactor para resolver las demandas sociales, resulta fuertemente
cuestionada. El golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 “terminaría para siempre
la Argentina cerrada, ineficiente, inflacionaria y artificial” que había
nacido al calor del primer peronismo. (Discurso inaugural del 2/04/76 –ministro
de Economía Martínez de Hoz).
La
Argentina a aniquilar con ese golpe, era la Argentina del desarrollo
industrial, de un movimiento obrero con capacidad de veto; la Argentina de un
Estado interventor, que a partir de entonces fuera sólo ejecutora de los
intereses del establishment.
El
proceso de reforma implementado se orientó a acomodar al estado para que
sirviera a las nuevas modalidades de acumulación del capital global. “El viejo
andamiaje, asociado a un modelo de acumulación que privilegiaba el mercado
interno, ya no era útil a los requerimientos del capital financiero” (Rey,
M.T: 2003, p.11)
Los más atroces Crímenes de Lesa Humanidad ejecutados por la dictadura tuvieron esos objetivos
como finalidad central. El resultado fue un triunfo a medias indisolublemente
ligado a los miles de desaparecidos, torturados y perseguidos.
La
dictadura produjo, apoyándose en el terrorismo de Estado, no sólo enormes
transformaciones económicas y sociales. Produjo también cambios culturales,
a partir de la difusión masiva de ciertos supuestos que, reproducidos desde la
política oficial, posibilitaron la posterior hegemonía de la ideología
neoliberal. La “solución privatizadora” se instaló así en los medios
masivos de comunicación. Periodistas, empresarios, funcionarios, fueron “educando”
a la sociedad desde esta nueva perspectiva para entender la Argentina (muy
recordada es la famosa “doña Rosa”, eficaz estereotipo creado por el periodista
televisivo Bernardo Neustadt para quejarse de los servicios públicos o la
consigna publicitaria oficial que rezaba “achicar el estado es engrandecer a la
patria”).
En
1983 el gobierno militar deja el poder y asume, a través de elecciones libres
y democráticas, la presidencia de la Nación el líder radical Raúl Alfonsín. El
legado era escalofriante, no sólo en materia de derechos humanos sino
también en lo social y lo económico.
Alfonsín
designa al frente del Ministerio de Obras y Servicios Públicos (MOSP) a Rodolfo
Terragno, quien de inmediato propone la privatización parcial de ENTEL (Empresa
Nacional de Telecomunicaciones), de Aerolíneas Argentinas y de YPF (Yacimientos
Petrolíferos Fiscales). Se define así con todas las letras la cuestión de la privatización
como prioritaria en la agenda estatal. El diagnóstico en el que se
basaba la propuesta de privatización era el deterioro irreversible de las
empresas estatales, el déficit crónico, y el fuerte endeudamiento externo,
circunstancias todas que marcaban la imposibilidad de generar recursos para la
inversión, condición indispensable para lograr la eficiencia de los servicios
públicos.
El
peronismo cerró firmemente el paso a esta iniciativa radical. Esto sumado a la
pérdida de capacidad política del gobierno, hicieron fracasar los proyectos
privatizadores que quedaron sólo como expresión de deseos al expirar el período
de Alfonsín. Sin embargo el tema había quedado instalado en el debate público.
El
reinado de la perspectiva neoliberal conservadora había triunfado. Los
organismos financieros internacionales, tras el Consenso de Washington,
propondrían como única solución posible, la contención del gasto público con
una férrea disciplina social; la reducción del rol del Estado a sus funciones
mínimas y el desarrollo, asociado a una apertura económica irrestricta.
El
resultado es un nuevo paradigma económico, no sólo para Argentina pues con
distintos matices, se transforma en una especie de “moda” y comienza a imperar
durante los años ‘90, en todos los países latinoamericanos. Para llevarlo
adelante hacía falta construir un soporte político vigoroso, con la férrea
voluntad de resolver de una vez la cuestión.
MENEM PRESIDENTE
El
14 de mayo de 1989, ante la renuncia anticipada de Alfonsín, hubo elecciones
presidenciales. La compulsa se polarizó entre la fórmula radical Eduardo
Angeloz-Juan Manuel Casella y la justicialista de Carlos Menem-Eduardo
Duhalde, que resultó ganadora con el 47,5% de los votos.
El
candidato radical encarnó el discurso privatista, que sintonizaba mejor con
los vientos neoliberales de la época. Esto le significó el rechazo masivo del
electorado que no se sintió seducido por los candidatos de un partido que
resultó ineficaz para controlar el desborde de la situación económica y social.
Se impuso “la incredulidad de los hombres, que nunca se fían en las cosas
nuevas hasta que ven sus frutos”. (Maquiavelo. El Príncipe, cap. XXVI)
La
promesas pre-electorales del candidato justicialista, muy resumidamente,
proponían un proyecto de “revolución productiva” y “salariazo” para
revalorizar la cultura del trabajo por sobre la especulación, que fuera
protagonista estelar del comportamiento económico de los argentinos a partir de
1976.Todo una ironía ante la evidencia de la política que luego se aplicó. Aún
así permitía descubrir el pragmatismo y la decisión del líder a la hora de
adecuarse a los requerimientos que la coyuntura exigía.
Su mandato
comienza declamando ante el mundo su compromiso de enfrentarse ante un
país “por
hacer” con un Estado por “rehacer” (Menem, C. y Dromi, R.:R.de E. y
T.N;1990, p 9)
“Ahora, los
argentinos dicen sí al cambio, a la transformación y simultáneamente dicen no a
la especulación, a la desinversión, al déficit fiscal, a la ineficiencia
estatal (…).Sólo con un Estado renovado, apoyado por la iniciativa privada,
comprometido con la inversión productiva, será posible poner en marcha la
producción, el ingreso, la utilidad (…) En suma, solidaridad y sacrificio
compartido son el tema de nuestro tiempo.”
“Necesitamos
capitales que se humanicen (…) La falta de racionalidad en la administración
del Estado ahuyenta el capital de riesgo y sólo promueve el capital de la
especulación (…) Por eso la Reforma del Estado sostiene una economía popular y
de mercado (...) No más empresarios subsidiados. No más Estado ineficaz e
invasor (…) El derecho democrático debe permitir al hombre la comunicación con
el Estado, como un nuevo lenguaje de los que mandan y de los que obedecen”
(Menem, C. Dromi,
R: 1990. Op. Cit, p 10-11-26-27-244)
Menem y los Derechos Humanos
El
29 de diciembre de 1990, con la sanción del decreto 2741 suscripto por el
presidente Carlos Menem, se cierra el círculo de impunidad abierto con las
leyes de Punto Final y Obediencia Debida, sancionadas durante el gobierno de
Raúl Alfonsín. Se indulta o perdona a los militares hallados culpables y
condenados por los atroces y aberrantes delitos cometidos durante la última
dictadura militar. La historia jurídica y política argentina no registraba
antecedentes de reos condenados y procesados por tantos y tan graves crímenes en el
marco de un total respeto a las garantías del debido proceso y la intervención
de los más altos tribunales del país con el reconocimiento de la comunidad
internacional.
Entre
los fundamentos para su decisión decía que era una contribución para afianzar
el proceso de pacificación en que están empeñados “los sectores verdaderamente
representativos de la Nación”. Agregaba que por sobre toda consideración
ideológica, era la única solución posible para la reconciliación definitiva de
todos los argentinos.
Así,
Menem incorpora a los militares como partícipes subordinados de su
estrategia de gobierno; “sólo en ese marco tiene sentido considerar la cuestión
de los DDHH” (Novaro, M:Cara o Ceca: 61)(…)” Su estrategia de pacificación
supuso cerrar definitivamente la revisión del pasado y los juicios, como paso
para asegurarse la obediencia firme de los uniformados en vista a
los objetivos que realmente importaban: la integración al mundo unipolar que resultara
de la caída del Muro de Berlín y el desmembramiento del bloque soviético, y la
adecuación del aparato estatal a una nueva etapa de expansión capitalista”.(Novaro,
M.: Cara o Ceca:61)
La
causa de la “reconciliación y el olvido” tenía entusiastas partidarios en la
iglesia, las FFAA y un sector importante del PJ y de la UCR. La premisa que
sostenían era que los crímenes cometidos desde el Estado no alcanzaban a
deslegitimar lo que las Fuerzas Armadas se habían visto obligadas a hacer en salvaguarda
de los superiores intereses de la Nación, como lo fue combatir la subversión.
Con
este ánimo fue que Menem proclamó el cierre de tan largo ciclo de inestabilidad
y se proclamaría a sí mismo artífice de la definitiva pacificación del país.
“Como
presidente de los argentinos, me comprometo ante Dios y ante mi pueblo a suturar
definitivamente estas heridas, para que a partir de la unidad nacional
marchemos hacia la patria grande…” (Dársena Norte 30/09/89). A sólo siete días
de pronunciar estas palabras (07/10/89) firmará los primeros indultos dejando
en libertad a más de 250 represores. Al año siguiente firmará los últimos,
liberando al resto, entre ellos a los condenados en el juicio a los
comandantes.
Así
comenzó su gestión Menem, la década del ’90 encuentra a nuestro país con todos
los genocidas en libertad a través de mecanismos constitucionales. Gozaban de
libertad y especulaban con la posibilidad de una reivindicación de lo actuado:
“Casi unánimemente se coincide en que el liderazgo militar convergerá sobre
Jorge Rafael Videla por la forma casi mística y sin momentos de flaqueza
espiritual con que sobrellevó sus 5 años de prisión (…) el comportamiento de
Videla fue inobjetable en todo momento (Editorial “Ámbito Financiero”
22/08/1989)
La
decisión de dejar en libertad a los máximos responsables del Terrorismo de
Estado recayó en una acción unipersonal sin necesidad de consensos. Cabe
recordar que como contracara de esto, Alfonsín necesitó de dos leyes del
Congreso, y su intervención personal en la votación. Por cierto, la concepción
schmittiana de la acción política está presente desde la cúspide del poder; la
decisión como impulso vital de la acción política, que se impone en un
contexto de emergencia económica y social, sobre la deliberación pública. Si
durante la campaña electoral, Menem se cansó de repetir la frase “sólo un tonto
puede confundir pacificación con amnistía”, los indultos marcaron el comienzo
de un profundo cambio para la Argentina indisolublemente ligados a las profundas
transformaciones de la economía política estructural, y le permitieron
conformar una coalición económico-social y política marcadamente heterogénea
que se encolumnó detrás de su liderazgo sin cortapisas. Sin ese apoyo
difícilmente hubiese podido lograr sus objetivos reformadores.
Menem
pudo lograr con cierto éxito llevar a cabo su política neodecisionista, gracias
a una sociedad individualista y atomizada, con una oposición fragmentada.
“Las
teorías políticas decisionistas pueden distinguirse por tres rasgos básicos
comunes:
1) Atribuyen
una importancia central y definitoria a la decisión en las cuestiones
políticas.
2) Conciben
la soberanía como el poder de decisión definitivo.
3) Tienen
al estado de excepción o de emergencia, como la manifestación más pura de ese
poder definitivo” (Heller, A. 1989; Schmitt, C. 1984, 1985,1994).
El
nuevo decisionismo o neodecisionismo del que se habla en los ’90, tiene importantes
diferencias con ese decisionismo de la teoría, pues aparece como respuesta al
desafío de la globalización y la crítica de las estructuras de representación
institucional. Aporta una lógica eficientista, frente a la lógica de los
procesos deliberativos de control horizontal que se muestran como ineficaces
para conjurar esa crisis. Este estilo neodecisionista de gobierno “coincide con
una forma de democracia “delegativa” que reinterpreta el estilo republicano de
la división de poderes (…) como división de funciones” de un mismo y único
poder estatal”. El decreto, el veto, el control de la Corte Suprema de Justicia
fueron parte central de esta estrategia para reformar el aparato estatal a
gusto del mundo empresarial y actores internacionales.
Tanto
la política de impunidad, como la concreción de un plan de despojo de los
recursos nacionales pasados a manos privadas (y todos los símbolos de los ’90:
indultos, flexibilización laboral, la reglamentación del derecho de huelga,
adhesión de Isaac Rojas y Martínez de Hoz a la política económica, la venta de
empresas del Estado, despidos masivos, tropas al Golfo Pérsico, política de
sumisión a los EEUU) no hubiesen sido factibles sin la intervención y
aprobación de los representantes del Estado en su conjunto (Congreso de la
Nación, Corte Suprema o Poder Ejecutivo). Fue un Estado fuerte,
legitimado, el que logró un marco legal a la política de impunidad en todos sus
términos; siendo además garante del cumplimento de esos “pactos”.
A
partir de esta forma de liderazgo tomará forma una “matriz ideológica” sustentada en:
a) “Una
determinada interpretación de la historia que resignifica el pasado.
b) Una
reestimación de los fundamentos del poder político como constructor de orden y
c) Una estructura
normativa capaz de articular los contenidos doctrinarios, jurídicos y
organizacionales de la decisión política.”(Bosoer-Leiras: cap.2)
La
definición de una “matriz ideológica” se explica a partir de la aplicación del
sistema de ideas y creencias como un mapa que “orienta la navegación en el mar
de la política” (Sartori, G., 1992).
Así,
la figura de Carlos Menem encarnará el ascenso de esta coalición
político-ideológica convirtiéndose en el “hombre de Estado” que logra
controlar la situación y se hace cargo de plasmar “una nueva voluntad
colectiva”.
KIRCHNER, LOS DDHH Y UNA NUEVA MATRIZ IDEOLÓGICA
Néstor
Kirchner es el emergente de la gran crisis de 2001. Asume la presidencia de la
Nación con un magrísimo 22% de los votos y un peronismo dividido que debe
reconstruir legitimidad sobre ese porcentaje. Una y otra vez apelará a esta
situación para justificar su decisionismo concentrador. “Todas las mañanas me
doy cuenta de que no ha quedado nada. Que no hay Estado. Que sólo estoy yo” en
una interesante glosa de la frase de Luis XIV, “El Estado soy Yo”,
superpuesta a la de Carl Schmitt, el soberano es quien decide en el
Estado de Excepción” (reportaje revista Debate junio 2003)
El
kirchnerismo se nos presenta, entonces, como un intenso fenómeno de poder a
secas al punto que N.K. en las dos primeras semanas de su gobierno produjo por
sorpresa dos hechos decisivos, que marcaron su mandato presidencial. En
la primera semana descabezó la cúpula del renacido Partido Militar, en
la segunda promovió el juicio político contra la mayoría automática en la Corte
Suprema. Y pidió al Congreso la ratificación de la convención internacional
que determina la imprescriptibilidad de la desaparición forzada de personas y
la declaración de nulidad de las Leyes de Punto Final y de Obediencia Debida.
¿Era
una cuestión de “emergencia decisionista” donde crisis y decisión se precisaban
mutuamente, el que después de casi 30 años Kirchner reabriera este capítulo
procesal?
¿Se
trataba de un anacronismo utilizado políticamente como carta demagógica
populista para aumentar su exigua base electoral?
Lo
cierto es que el gobierno de Kirchner mostró una actitud muy clara en relación
con los derechos humanos. No le interesó escuchar argumentos contrarios a su
posición, ni tampoco le importó justificar su actitud o entreverarse en un
debate frente a quienes mostraban ideas contrarias a las oficiales; no aceptó
correcciones a su postura. La agenda de los DDHH volvió a colocarse en el
centro de la escena política a partir de su llegada a la presidencia. Vale
recordar que durante todo el período post-1983 se preservaron la mayor parte de
las lógicas de represión policial selectiva y persecución a disidentes
políticos.
En
agosto de 2003, el Congreso declara “insanablemente nulas” las leyes de Punto
Final y Obediencia Debida. Hasta el año 2010, producto de esta medida hay 820
miembros de las Fuerzas Armadas y de seguridad procesados y un total de196
condenados.
Esta
inusual situación, contrasta de manera drástica con lo acontecido durante la
gestión del Presidente Carlos Saúl Menem que intentó cerrar la cuestión del
Terrorismo de Estado en Argentina.
El
propio Alfonsín había intentado cerrar el tema con un juicio “ejemplar”; Menem
con los indultos de “pacificación”; De la Rúa rechazando las extradiciones y la
cooperación penal internacional. Néstor Kirchner provoca la sustitución de la
noción de impunidad por la de una justicia universal con la reapertura de las
causas. El contraste es notable no sólo con las gestiones de signo partidario
opuesto, sino con las del partido de su mismo signo político (el peronismo), un
verdadero viraje en la materia.
N.K,
tuvo la visión de encarar como propio un viejo anhelo de justicia: el de los
familiares y de los organismos de DDHH, acompañados por importantes sectores de
la vida política argentina en la lucha contra la impunidad.
El
24 de marzo de 2004, en el acto en la ESMA (Escuela de Mecánica de la Armada),
Kirchner mostraba una voluntad de negación de la experiencia acumulada desde el
Estado y desde la sociedad en veinte años de gobierno civil, entraba en lo
que había sido un reducto emblemático de la represión ilegal y el exterminio. Pedía
perdón en nombre del Estado, en un acto organizado fuera del predio,
despojado de las características propias de una ceremonia de Estado, sin
representantes parlamentarios, ni del poder judicial o de la oposición y casi
sin gobernadores.
“Ese
día también es nuestro, a pesar de la discriminación ideológica que ni el peronismo
ni sus votantes merecen”, expresaban su descontento un grupo de gobernadores
desaprobando el modo en que Kirchner se había conducido. Lo hacían a través de
una solicitada titulada “Nunca Más”, publicada en el diario “La Nación” del 24
y 25 de marzo de 2004.
La
proclama de Kirchner era sobre todo un acto de militancia. Revisaba y
dejaba atrás una posición política sobre el pasado que había estado vigente en
el peronismo, de Luder a Menem y Duhalde. El PJ no se acomodaba fácilmente a
ese giro. Prueba de ello fue el congreso partidario realizado pocos días
después, donde De la Sota arrancaba una ovación de la mayoría de los presentes
reivindicando a Rucci. Las políticas de gobierno reabrían el camino de la
justicia recibían más apoyo de la oposición radical y de centroizquierda que
en el propio partido y el sindicalismo peronista.
La
decisión política de Kirchner fue determinante, ante todo porque forzó un
cambio de postura en su propio partido. Además, la renovación de la Corte Suprema
apoyada por casi todo el espectro político, garantizaba la continuidad de una
posición jurídica favorable al enjuiciamiento de crímenes considerados de lesa
humanidad.
La
compleja relación entre justicia, historia y memoria nace de la relación que
éstas tienen con la noción de verdad. La Comisión la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, consideran una cuestión de principios en lo
que se refiere a los estados, el deber de poner a disposición de los individuos
y de las sociedades, todos los medios necesarios y las informaciones en su
poder, al fin de conocer “(…) la verdad íntegra, completa y pública sobre los
hechos ocurridos, sus circunstancias específicas y quienes participaron en
ellos” (Cfr. Informe N° 25/98, par 95 de la CIDH).
El
hecho de que el Estado deba poner a disposición todos los medios necesarios a
fin de satisfacer el derecho a la verdad de una parte no implica necesariamente
el involucramiento del poder Judicial.
Por
eso el pronunciamiento de la Corte Suprema en la confirmación de la derogación
de las leyes de amnistía, representa un momento relevante para el
reconocimiento de la promoción y tutela de los DDHH. El razonamiento de los
jueces supremos, haciendo referencia a la Constitución, encuentra su propio
fundamento en el significado jurídico propuesto por la comunidad internacional.
El derecho penal, como garantía de derecho a saber lo que sucedió, es derecho
de verdad, o bien de conocer los hechos y sus responsables, como garantía de no
repetición y posibilidad para una sociedad de encontrarse, repensarse y
redefinirse.
Vale
traer a colación, que debió ocurrir el Holocausto para que, por primera vez, se
estableciera un tribunal para juzgarlos. El Tribunal de Nüremberg, que fue
severamente criticado entre otros motivos, por haberse constituido por las
potencias vencedoras y establecerse con posterioridad a los hechos creando un
Estatuto especial para juzgar a los responsables, sin embargo dio respuesta,
aunque parcial y limitada, a la aspiración de justicia. Este Tribunal tuvo el
altísimo mérito de abrir un fructífero camino que inició una nueva etapa en el
derecho penal internacional.
Su
principal triunfo podríamos decir, fue haber vencido el obstáculo que significa imaginar una realidad distinta a la que se tiene.
El
25 de mayo de 2003 N.K. tuvo la valentía de decirle al Congreso de la Nación
“yo no vine para dejar las convicciones en la puerta de la Casa Rosada”. Y de
seguido además de haber llevado al banquillo a los represores removió la
desprestigiada Corte menemista para integrar un supremo tribunal con juristas
respetados, independientes y sin nexos espurios con el Poder Ejecutivo; juristas
todos, que pasaron por un proceso de selección revisado por asociaciones
civiles sin vínculo político alguno con el gobierno.
NK
“imaginó” una Justicia comprometida con el derecho, no sometida al decisionismo
del Ejecutivo y procedió en consecuencia.
“El
racionalismo positivista ha hecho del derecho un instrumento universal al
servicio de cualquier ideología” (Dromi, R. 1994 op. cit.). Desde esta
concepción asume el menemismo asume que el derecho está cargado de axiología
al servicio de idearios políticos, cualesquiera sean.
Por
lo tanto, “el derecho debe estar comprendido, comprometido, responsabilizado
con el sistema político” (Dromi, R., 1994. Op. cit.)
Desde
esta visión, el derecho deja de ser un sistema de reglas que permite la
coexistencia de distintas concepciones y creencias acerca de cuestiones como
“el bien”, “la verdad” o “la buena sociedad” y pasa a ser “la herramienta de la
verdad”. (Dromi, R., 1994. op. cit.)
“La
realidad denuncia que la Constitución está sitiada. El Estado ha cambiado y la
Constitución no puede permanecer indiferente. Muchas cláusulas constitucionales
ya han dejado de estar vigentes por el propio desuso (…) Este divorcio entre la
Constitución escrita y la Constitución vivida, entre la Constitución formal y
la Constitución real nos está dando el imperativo de reformar ahora la
Constitución” (Dromi, R., op. cit.)
Así
la CSJN con la integración de aquéllos años avaló la constitucionalidad tanto
de las leyes de impunidad como de los indultos a condenados y procesados. “La
matriz ideológica, en este caso, fue un principio de legitimación agregado,
aunque claramente diferenciado, al de legitimación democrática”(Bosoer-Leiras:
op. cit. P.43)
Tal
continuidad se “rompió” en la era “k”.
De
hecho, la nueva Corte Suprema fue tan autónoma que varios de sus fallos
sorprendieron, comprometieron e incluso perjudicaron los intereses del propio
gobierno “k” (como por ejemplo la queja que hizo pública la Presidenta
Cristina Fernández por las medidas cautelares a favor de los medios
audiovisuales, sentencias que consideró “pro-monopolio”).
La
matriz ideológica menemista, surge con absoluta transparencia, de manera
similar a como había ocurrido con Kirchner, pero ubicada en las antípodas. En
1989 ni bien asume Menem, su Ministro de Defensa Italo Luder sincera la
política respecto del Terrorismo de Estado y declara que “el gobierno
argentino perdonará a militares rebeldes acusados de violar los derechos
humanos como parte de una estrategia para aumentar la credibilidad del país y
atraer inversiones extranjeras (…) el inversor no es filántropo, asume un
riesgo; sino tiene reglas claras en el campo económico y solución del conflicto
militar entre otros aspectos” (El cronista Comercial 25/08/1989)
La
sinceridad más brutal llegará a partir de 1990 con una seguidilla de hechos. En
marzo las Madres de Plaza de Mayo son acusadas por Menem de traición a la
patria; en abril es detenida otra vez la ex detenida/desaparecida Graciela
Daleo, en junio las Madres reciben su cuarto atentado (robo y destrucción de la
Casa de las Madres) y en noviembre Menem pide que “dejen de cargar con sus
muertos, y olviden, que los muertos lloren a los muertos”.
En
plena implementación de la Reforma de Estado el presidente de la nación
advierte a la población que participaba de marchas de repudio a su política
económica, y sobre todo a los jóvenes que repudiaban sus planes para la
educación que “no vaya a ser que volvamos a tener otro contingente de Madres
de Plaza de Mayo reclamando por sus hijos” (Página 12. 09/07/1992)
Esta
inversión de los términos de la responsabilidad sobre lo sucedido durante la
dictadura, la criminalización de los actos militantes y el descuido de
sus madres, se enlaza con la peor tradición de la dictadura en Argentina y una
campaña similar lanzada por la Policía Federal (1976/77) “¿sabe usted señora
dónde está su hijo ahora?”
La
dictadura mató miles de ciudadanos para aplicar un plan económico que se plasmó
en los ’90, pero preservando a la vez la figura del Estado, para monopolizar
nuevas decisiones con autoridad.
N.K.
por el contrario, tendrá un sinnúmero de gestos contundentes: a la semana de
asumir descabeza la cúpula del ejército y recibe a las Madres de Plaza de Mayo
(08/06/2003). Al mes deroga el decreto de De La Rúa y restablece la cooperación
internacional en materia penal (decreto 420/03 del 25/07/2003). Ese año el
Congreso Nacional declara nulas las leyes de impunidad y en diciembre, el día
internacional de los derechos humanos, en una nueva edición de la Marcha de la
Resistencia por los DDHH, convoca otra vez a las Madres a la Casa Rosada. El
nuevo aniversario del golpe militar (24/03/2004) lo encuentra dando un discurso
en la ESMA y transformando el lugar en Museo de la Memoria, mientras retira los
cuadros de los generales de la dictadura. En diciembre de 2007 se produce la
primera sentencia desde la reapertura de los juicios; en 2008 el país suscribe
el convenio sobre desaparición forzada de personas (sólo dos naciones lo hacen
en ese momento: Argentina y Francia) y en sólo 3 años son casi doscientas las
condenas.
Mientras
Menen culpabilizaba los actos militantes, Néstor Kirchner, en el discurso
de la ESMA de 2004 y también ante NU reconoció la lucha de los familiares de
desaparecidos y pide volver a tomar como ejemplo la militancia social de
los desaparecidos (de hecho, en las últimas sentencias, la militancia política
de las víctimas ha sido considerada un agravante en la pena, algo impensado en
el juicio a los comandantes).
Esta
nueva situación, de reconocimiento del componente militante político y social
de “un proyecto nacional y popular”, traza un relato que retoma a sus
protagonistas y les devuelve su lugar político.
Por
eso la distancia entre lo que bien se hace actualmente, impone por momentos un
abismo. “Y podemos sostener que la situación es inédita no sólo en nuestra
historia reciente, sino en el siglo y medio que nos separa de la conformación
de un Estado que ha resuelto sus conflictos sociales con una violencia
inusitada y nunca antes revisada desde una noción de justicia institucional
hacia las víctimas”. (Napoli, Bruno. Cara o Ceca. P.75)
El
26 de diciembre de 2006 el Presidente Néstor Kirchner recibió en la Casa Rosada
a la titular de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini.
Durante
el encuentro Bonafini le realizó una entrevista al Presidente para el programa
“Pariendo Sueños” que se emitió en una edición especial el jueves 28 a las 22
hs por AM 530 La Voz de las Madres, y por internet en www.madres.org.
“Los
juicios por los DDHH- decía N.K- son juicios en muchos casos que trascienden a
las personas, abarcan a las instituciones. Hay muchos que están pensando,
cuando se vaya este “loquito” de la presidencia todo volverá a ser como antes”.
“La reconciliación sin justicia es imposible, especulando con que dejemos el
pasado. Y ese pasado es presente. La construcción del presente democrático
argentino tuvo muchos huecos porque tendió a tener una actitud cómplice con ese
pasado que fue horrendo.”
“Es
imposible quedar bien con todos los intereses. Hay intereses que van a
reaccionar. También hay quienes dicen que quieren el cambio y la transformación
y son socios del pasado abrazados con la oligarquía, burlándose.”
“El
sistema tradicional- concluía- no responde, está agotado. Hace falta construir
un espacio político nacional y popular dejando la política del jerarca que
tanto daño hizo. El gran desafío es la construcción de poder popular como lo
vemos en Venezuela, Ecuador y la Bolivia de Evo”.
La
Asociación Madres de Plaza de Mayo recibió con satisfacción la decisión de la
Corte Suprema de Justicia de anular los indultos dictados por el menemismo con
los que buscó beneficiar a los genocidas.
“La
medida constituye un verdadero acto de justicia que permite reafirmar el camino
para lograr el juicio y castigo para los responsables de los crímenes cometidos
durante la dictadura. Este fallo termina de derribar el muro de impunidad con
que se pretendió ocultar el pasado sobre la base del olvido. Las Madres, ahora
más que nunca, seguiremos reclamando la cárcel para los genocidas de nuestros
hijos.” (01/07/2007)
Alfonsín
había recibido a la Madres de P. de M. y a la A.P.D.H. (Asamblea Permanente por
los Derechos Humanos) de la qué él era co-presidente y fundador, en noviembre
de 1983 siendo presidente electo pero no en funciones. Ya a cargo del ejecutivo
las recibe el 06/08/85, y escucha las quejas por la sucesión de ascensos a
militares denunciados por crímenes de la dictadura. En la última audiencia con
ellas (24/06/86) no se presenta, va a una gala del Teatro Colón y las Madres
ocupan la Casa de Gobierno durante 20 horas esperándolo. Luego de esto, nunca
volverá a recibirlas.
Menem,
no sólo no las recibe sino que las ataca sin miramientos en cada tribuna que
puede. De la Rúa hace lo propio.
Kirchner
no sólo las recibe tempranamente y las reivindica sino que las convoca
asiduamente., transformándolas en parte simbólica y material de su gestión.
“En
junio de 2003 N.K. me pregunta ¿qué es ser presidente? ¿Los ganaderos, el
helicóptero…? O cambiamos lo que estamos haciendo o no tiene ningún sentido…”
Eran los primeros gestos. (Reportaje a Aníbal Fernández –Ministro del Interior-
en radio AM 530 el 26/02/07).
“La
policía que pegaba no debe, no debería estar más. Nosotros estamos
desarrollando una policía profesional. Las manifestaciones populares son
contenidas por personal policial sin armas de fuego. La contención debe estar
dada en el marco de la democracia; explicar, convencer, desarrollar estrategias
que nos muestren que con la autoridad uno puede ganar, y no con el palo.”
“De
las fuerzas a cargo del Ministerio del Interior, Policía Federal, Gendarmería,
Prefectura, Policía Aeroportuaria, nadie tiene habilitación para pegarle a
nadie. Los gestos de genuflexión de las fiestas fastuosas de champagne y
habanos que terminan estafando
al que menos tenía, se terminaron. La calidad institucional ha mejorado mucho.
No tenemos un palco en el Tabarís como Juan Duarte, o la testa rosa.”
“Para
que a uno le vaya bien tiene que saber hacer participar al resto de la
sociedad. Manu militari no sale nada. Para desarrollar una política de
estrategia social que sea comprendida y acompañada tiene que tener la gente al
lado, sino no lo van a entender ni a acompañar.”
“¿Cómo
hacer sino para desarrollar una política pública en la que nos crean que
estamos yendo hacia un determinado lugar? No puede ser que saque una ley y le
de dos garrotazos en la cabeza para que usted acepte que la ley es buena.
Circunstancialmente puede ser que a algunos no les haga todo lo bien que
desean, pero le tiene que hacer bien al conjunto de la sociedad. Escuche a
todos que nunca le va a ir mal.”
CONCLUSIONES
El
juicio a las Juntas Militares fue un hito en la lucha contra la impunidad, sin
embargo la política de DDHH de Alfonsín tuvo como objetivo someter sólo a
juicio a unos pocos. Desde el inicio se pensó en la obediencia debida, así fue
como se sancionó la ley 23.049 que modificaba el Código de Justicia Militar con
el objeto central de excluir la responsabilidad institucional de las Fuerzas
Armadas. De esta manera el gobierno instauraba la idea de un origen
individual de los crímenes, descartando la existencia de un plan y una metodología
institucional.
En
la misma línea de debilitamiento de la calidad institucional, el
gobierno de Alfonsín confirmó la permanencia en sus funciones de los
miembros del Poder Judicial que habían actuado durante la dictadura.
Y
en cuanto a derecho internacional no declaró la imprescriptibilidad de
los crímenes, ni estableció su carácter de lesa humanidad, o sea no se
aplicaron con efectividad las nociones de derecho internacional.
El
argumento utilizado fue la necesidad de armonizar las instituciones con la
conciliación entre los argentinos. La CSJ finalmente avaló la
política de gobierno y declaró válidas las leyes.
Los
sucesivos gobiernos que lo sucedieron, de los presidentes Carlos Menem,
Fernando De La Rúa y Eduardo Duhalde, negaron sistemáticamente todo pedido de
colaboración judicial y de extradición solicitados por los países que habían
iniciado causas penales contra argentinos por crímenes de lesa humanidad.
Max
Weber decía en “La política como vocación” ”…sacaré la conclusión de que no
han estado a la altura de sus propios actos, no han estado a la altura del
mundo tal como realmente es, ni a la altura de su tiempo (…) carecieron de la
vocación política que creían poseer…”
El único gobierno que, ni bien asumió dio signos inequívocos, fue el de
Néstor Kirchner tal como se señaló precedentemente. En agosto de 2003 el Congreso
de la Nación sanciona la ley por la que se declararon insanablemente nulas
las leyes de impunidad. La CJN coordina una comisión interpoderes que
también monitorea el estado de las causas y permite que en su seno se discutan
las distintas problemáticas. Debe decirse que por iniciativa del gobierno de
Néstor Kirchner, el avance de estos juicios se ha tornado una política
de Estado, más allá del Gobierno. Con “Instituciones capaces de convertir
las libertades en derechos, instituciones capaces de fijar límites precisos
entre el poder político y la sociedad civil” (Botana, N.:1994)
Podemos
afirmar entonces que la gestión de Kirchner en el tema DDHH se caracterizó por
un “decisionismo” sin crisis ni emergencia que mutuamente se
precisaran y “autorizara todo” y reconstruye la trama institucional. La
historia jurídica argentina no registra antecedentes de reos condenados
y procesados por tantos y tan graves crímenes, con total respeto a las
garantías del debido proceso por los más altos tribunales del país y el
reconocimiento de la comunidad internacional.
Demuestra
una nítida reformulación de los presupuestos ideológicos,
contenidos en la matriz ideológica del menemismo y todos los otros
gobiernos que lo precedieron o sucedieron.
Recordando
a Max Weber “… nadie puede sentenciar si hay que proceder conforme a la ética
de la responsabilidad o de acuerdo a la ética de la convicción; no son términos
opuestos entre sí, son complementarios que deben concurrir a la formación del
hombre auténtico, que pueda tener “vocación política”. Llegado aquí, estimado
auditorio, me permito emplazarlos para que hablemos nuevamente de este tema
dentro de diez años”.
Bibliografía:
Libros:
Bosoer,
F. y Leiras, S.(2001). “Los fundamentos filosóficos del decisionismo
presidencial en la Argentina, 1989-1999: ¿Una nueva matriz ideológica para la
democracia argentina? (págs. 41-89). En Pinto, Julio (Compilador).Argentina
entre dos siglos. La política que viene. Buenos Aires: EUDEBA.
Botana,
Natalio, (1995): “Las transformaciones institucionales en los años del
menemismo” .Revista Sociedad, de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA)-conferencia
del 04/11/1994-
Leiras,
S. (2008): “De Néstor Kirchner a Cristina Fernández: entre la continuidad y el
cambio”. Revista N°12 “Actualidad I”
Baldioli,
Alberto. “Neodecisionismo en América Latina: entre la apatía cívica y la
participación política. Argentina Brasil (1989-1992).
Thwaites
Rey, Mabel (2003): “La (des)ilusión privatista. El experimento neoliberal en la
Argentina”. EUDEBA
Andreozzi,
Gabriele (coordiador)(2011): “Juicios por crímenes de lesa humanidad en
Argentina”. Ed. Cara o Ceca.
Menem
C. y Dromi R.,(1990): “Reforma del Estado y Transformación Nacional”. Ed.
Ciencias de la Administración.
LINKS
http://es.wikipedia.org/wiki/kirchnerismo
http://www.madres.org
http://revcienciapolitica.com.ar
Documentos
Baldioli,
Alberto. “Neodecisionismo en América Latina: entre la apatía cívica y la
participación política. Argentina Brasil (1989-1992).
Levy,
Guillermo (28/04/2012):”El legado de Martínez de Hoz”. Diario Pág.12: p10.
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