Revista Nº16 " ANALISIS ELECTORAL "

 

 

Resumen

 

En el escrito, se analiza el fen�meno de las derrotas electorales, propias de todo sistema democr�tico, y la forma como son administradas tradicionalmente estas derrotas por los diferentes actores participantes en las campa�as pol�ticas. Se describen, tambi�n, las ventajas y desventajas que representa para los �perdedores� el aceptar el resultado y �conceder� el triunfo a los adversarios. Se se�alan, adem�s, algunos recomendaciones del c�mo administrar la derrota electoral y, a partir de esta gesti�n, conservar y, en su caso, reconstruir capital pol�tico de cara a un nuevo proceso electoral. Se analiza el caso exitoso de Lula da Silva en Brasil y el �no tan exitoso� caso de L�pez Obrador en M�xico. Se concluye, que �el fracaso electoral de hoy, puede ser potencialmente la base del �xito pol�tico del ma�ana. De ah� la importancia de saber administrar, de manera creativa e inteligente, la derrota electoral.

 

Palabras clave. Democracia representativa, ganadores, perdedores, administraci�n de la derrota electoral, reconstrucci�n de capital pol�tico, Am�rica latina, Brasil, M�xico, Luis Ignacio Lula da Silva y Andr�s Manuel L�pez Obrador.

 

ABSTRACT

This paper analyzes electoral defeats under democratic political systems and the way they are managed by different actors in political campaigns. We also describe what advantages and disadvantages imply these results for those who have been defeated and had to accept opponents� victory.� We point out some recommendations in order to manage electoral defeat and keep or rebuild political resources to succeed in a new electoral process. We will analyze two different cases: Lula Da Silva in Brazil and L�pez Obrador in Mexico. As a conclusion it can be said that �the present electoral defeat can be potentially the basis of the future political success�. For these reasons it is quite important to know how to manage creatively and in a clever way, electoral failure.

Key words: Representative democracies � winners � losers � management of electoral failure � political building � Latin America � Brazil � Mexico � Luis Ignacio Lula Da Silva and Andr�s Manuel L�pez Obrador

 

 

 

Administraci�n de la Derrota Electoral y Reconstrucci�n del Capital Pol�tico:

Un an�lisis del caso Brasil y M�xico

 

Andr�s Valdez Zepeda *

Roberto Hilario Valadez Soto**

Luis Gonz�lez Delgadillo***

 

 

�El fracaso electoral de hoy, puede ser

potencialmente la base del �xito pol�tico del ma�ana�.

 

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1.      Introducci�n

 

Las campa�as electorales son procesos rutinarios de las democracias modernas para elegir representantes populares, en las que se busca construir mayor�as a trav�s de la obtenci�n del voto de los ciudadanos (Dahl, 1989 y Huntington, 1989). Estas campa�as generan indistintamente, por un lado, un grupo de candidatos ganadores y, por el otro, uno de perdedores (Varela, 2000). Es decir, la democracia electoral implica someterse a la decisi�n popular manifestada en las urnas y, por lo tanto, siempre habr� ganadores y perdedores, as� sea por un margen m�nimo de diferencia (Schumpeter, 1947 y Sartori, 1987).

 

Por su parte, una cultura democr�tica implica respetar los resultados electorales, producto de una decisi�n libre y soberana de los ciudadanos, as� como abstenerse de realizar pr�cticas coercitivas, fraudulentas o contrarias a los principios democr�ticos antes, durante y despu�s del proceso electoral, reconociendo el resultado final, sea este favorable o adverso (G�mez et al, 2005).

 

Sin embargo, en pa�ses con democracias emergentes la cultura del �conceder� o aceptar el triunfo de los opositores por parte de los perdedores es muy endeble,� producto, por un lado,� de la persistencia de pr�cticas y acciones pre-democr�ticas que salpican y manchan los comicios electorales, pero, sobre todo, de la falta de madurez y visi�n pol�tica de los candidatos perdedores que participan en los procesos electorales (Moreno, 2003).

 

De esta forma, en lugar de tratar de explicar su derrota debido a sus errores, insuficiencias y debilidades, sean est�s estrat�gicas o coyunturales, se trata de culpar a los adversarios de haber impulsado acciones fraudulentas o de enfrentar elecciones inequitativas� para tratar de explicar el resultado adverso. �Incluso, en muchos de los casos, se impugna no s�lo el resultado final ante los tribunales electorales competentes, judicializando los procesos electorales, sino que se llama a movilizaciones nacionales de protesta pol�tica para denunciar el �fraude electoral,� evitar la �toma de protesta� de los nuevos gobernantes o, inclusive, se forman �gabinetes alternos�� y se declaran �gobernantes leg�timos,� para tratar de diferenciarse de los �gobernantes legales� producto de las elecciones que ellos llaman fraudulentas.

 

Este tipo de actitud, genera un mayor nivel de conflictividad social, que se traduce en un prolongado conflicto poselectoral, cuyo prop�sito central es deslegitimar a la autoridad gubernamental y al propio proceso electoral, incluyendo sus instituciones.� Sin embargo, muchas veces, m�s que deslegitimar a la autoridad gubernamental, estas actitudes obstruccionistas y acciones poselectorales de cu�o �revanchista� deslegitiman a los propios candidatos perdedores, gener�ndoles un alto costo pol�tico, ante la incapacidad de poder gestionar adecuadamente su derrota. Es decir, sus acciones generan un tipo de efecto boomerang en la que el da�o que creen o piensan causar a sus adversarios se les revierte, reduciendo la posibilidad de volver a contender en las pr�ximas elecciones como candidatos competitivos.

 

En el escrito, se revisa este proceso, se analizan dos casos en Am�rica latina, uno exitoso (Brasil) y otro fracasado (M�xico) en la que no se supo administrar la derrota, se se�alan algunas de las ventajas de saber gestionar adecuadamente un resultado electoral adverso y se permiten algunas recomendaciones para reconstruir capital pol�tico a partir de la propia derrota electoral.

 

Este es un trabajo de car�cter exploratorio, sustentado en el estudio de caso, cuyo objetivo central es el dotar a los candidatos y precandidatos a un puesto de elecci�n popular de ciertos elementos indicativos para normar su juicio y poder administrar, de forma creativa e inteligente, la derrota electoral, siendo capaces de mantener y crecer su capital pol�tico en la derrota.

2.      Administraci�n de la derrota

 

La palabra administrar implica una conducci�n racional de actividades, esfuerzos y recursos con el fin de alcanzar a corto, mediano o lago plazo los prop�sitos buscados, imprimiendo, a su vez, cierta l�gica a las decisiones y acciones realizadas. En este sentido, administrar la derrota[1] implica tomar decisiones inteligentes y oportunas, de tal forma que, a pesar de no ser favorecido con el resultado electoral, independientemente de la causa, el capital pol�tico que se obtuvo durante el proceso electoral no s�lo se mantenga, sino que eventualmente crezca o se incremente de cara a un nuevo proceso electoral.[2]

 

Es decir, saber administrar la derrota implica asumir, por un lado, una actitud de responsabilidad y madurez democr�tica, ya que en toda democracia se gana o se pierde hasta por la m�nima diferencia, y, por el otro, de c�lculo pol�tico, sobre las ventajas y desventajas que puede generar en un futuro, el aceptar un resultado electoral adverso, independientemente de su origen. �Cu�les son estas� ventajas y desventajas? Hablemos primero de las ventajas, desde la perspectiva de la estrategia electoral.

En primer lugar,� posicionarse ante la opini�n p�blica como una persona con una madurez democr�tica al aceptar los resultados oficiales del proceso electoral, lo cual puede redundar en un futuro en mayores dividendos pol�ticos.

 

En segundo lugar, visualizarse� como un pol�tico con una actitud de responsabilidad con el sistema pol�tico y sus instituciones, al respetar el fallo final de las autoridades electorales, a pesar de ser adverso.

 

En tercer lugar, conservar las lealtades de los votantes que sufragaron a favor de su candidatura y su partido, esperando mejores tiempos para volver a buscar el espacio de representaci�n p�blica.

 

En cuarto lugar, ante el eventual fracaso de los gobernantes opositores, posicionarse en amplios sectores sociales como una alternativa diferente, seria, responsable y ben�fica de gobierno.

 

En quinto lugar, lograr una mayor visibilidad y reconocimiento social, present�ndose como un opositor responsable que redundar� en el futuro en una mejor imagen p�blica.

 

En sexto lugar,� poder negociar posiciones, recursos y paquetes de pol�ticas p�blicas con los gobernantes electos orientadas a cubrir los compromisos partidistas de campa�a y la agenda propia de gobierno.

 

En s�ptimo lugar, aprovechar momentos para la reflexi�n sobre los motivos de la derrota, tratando de convertir los errores en aprendizajes, que ayuden a sustentar una candidatura exitosa en tiempos venideros. Finalmente, ganar tiempo para la reorganizaci�n y definici�n de la estrategia pol�tica que transforme la actual derrota en un eventual triunfo en el futuro.�

 

Las desventajas de aceptar, sin cortapisa, la derrota electoral, son b�sicamente tres, a nivel de percepci�n social.

 

En primer lugar, mostrarse ante la opini�n p�blica y sus seguidores, principalmente los m�s radicales, como un pol�tico conformista, entreguista y, sobre todo, acomodaticio y complaciente con los ganadores.

 

En segundo lugar, verse como una persona sin principios ni car�cter, c�mplice de una elecci�n fraudulenta, que ha negociado �por debajo� el resultado electoral a cambio de posibles beneficios personales o de grupo.

 

Finalmente, mostrarse como un pol�tico carente de valent�a y/o coraje para enfrentar a sus adversarios, que demuestra poco br�o y arrojo en momentos claves de definici�n pol�tica.

 

3.      Construcci�n del capital pol�tico.

 

Existen diferentes conceptualizaciones de lo que es capital pol�tico. Guti�rrez (2001) y Lechner (1984), por ejemplo, definen el capital pol�tico como la elaboraci�n de contenidos ideol�gicos, con la producci�n de significaciones, de interpretaciones de la realidad cristalizadas en un discurso�. Por su parte, Bourdieu se�ala que el capital pol�tico es la legitimidad que tiene el individuo para actuar en pol�tica, es una especie de cr�dito social, una creencia socialmente difundida respecto a su valor (Miguel 2004).

 

Para el presente trabajo, se entender� por capital pol�tico el conjunto acumulado de haberes pol�ticos (notoriedad, aceptaci�n, simpat�a, apoyos, capacidad de influencia y liderazgo) que tiene un candidato, partido o coalici�n de partidos pol�ticos, mismo que se expresa por el n�mero de votos que obtiene en un proceso electoral determinado. Es decir, el capital pol�tico es un capital simb�lico que se materializa en apoyos y simpat�as populares que se traducen en votos en un proceso electoral.[3]

 

Ahora bien, la pol�tica debe ser entendida como un proceso de construcci�n, que implica esfuerzo, sacrificio, dedicaci�n y, sobre todo, perseverancia para poder sobrevivir en este campo tan competido, incierto y din�mico. De hecho, el mejor pol�tico es aquel con vocaci�n de arquitecto o ingeniero civil, que se dedica a construir capital pol�tico, entendido �ste como construcci�n de imagen, buena reputaci�n, credibilidad, confianza, liderazgo y, sobre todo, capacidad de influencia (Mann, 2004).

 

De esta forma, construir capital pol�tico se convierte en una actividad rectora de los pol�ticos exitosos, que bajo un sistema de impronta democr�tica se puede materializar, por ejemplo, en un mayor n�mero de votos durante un proceso electoral. �Sin embargo, como todo capital, este puede incrementarse o disminuir de acuerdo a la forma como se le �invierta,� gestione o maneje, y a la propia circunstancia que se est� viviendo.

 

Ahora bien, la pregunta en cuesti�n es s� es posible construir capital pol�tico a pesar de perder una elecci�n popular. La respuesta es, sin duda, afirmativa, ya que toda democracia implica, de cierta manera, la alternancia y rotaci�n de partidos y grupos pol�ticos en el poder,� determinado por la capacidad o competencia que se tenga para poder ganar elecciones. De hecho, toda campa�a electoral est� orientada a construir capital pol�tico, tratando de gestionar el afecto de los electorales para ganar su voto y evitar que los adversarios logren ganar el cargo de representaci�n. Los ganadores de los comicios son los que m�s capital pol�tico construyen y los perdedores menos, pero ambos logran avanzar, de cierta forma, sus prop�sitos pol�ticos. Adem�s, todo sistema democr�tico implica, intr�nsecamente, la posibilidad de que las minor�as se conviertan en el futuro en mayor�as y las mayor�as en minor�as.��

Si es posible construir capital pol�tico en la derrota, la pregunta consecuente es �c�mo lograr construir este tipo de capital? La respuesta no es sencilla, ni existe una receta m�gica ni un camino �nico. A continuaci�n, se enlistan algunas acciones y recomendaciones que pueden ayudar a construir o reconstruir capital pol�tico a pesar de la derrota electoral.

 

En primer lugar, es recomendable mostrar en los hechos una actitud responsable, que anteponga el inter�s general de la naci�n por encima del inter�s particular o de grupo, para aceptar la derrota a pesar de la celebraci�n de elecciones que pudieran haberse percibido como inequitativas y del impulso de presuntas acciones fraudulentas llevadas a cabo por los adversarios, mismas que pueden y deben, en su momento y forma, ser denunciadas p�blicamente y ante los tribunales competentes por el propio candidato y su partido. Es decir, aceptar no implica necesariamente callar o conceder sobre las acciones antidemocr�ticas que pudieran haberse impulsado por los adversarios durante el proceso electoral.

En segundo lugar, es aconsejable posicionarse como una oposici�n moderada, colaboracionista con las causas que generan el bien de la naci�n y nunca como una oposici�n radical, obstruccionista del desarrollo del pa�s y su gobierno.

 

En tercer lugar, es conveniente seguir con la posici�n critica del gobierno, especialmente cuando se comenten excesos, errores, esc�ndalos y, sobre todo,� cuando se incumplen las promesas de campa�a, tratando de evitar simplemente ser percibidos socialmente como oposici�n radical, obstruccionista y destructiva.���� �

 

En cuarto lugar, es sugerible el ser precavido con las acciones impulsadas como oposici�n, principalmente en la etapa inmediata al proceso electoral, tratando de evitar ser identificados por la poblaci�n como pol�ticos revanchistas, �ardidos� o como personajes que �no saben perder� o aceptar una derrota electoral.�� �

 

En quinto lugar, es necesario seguir con el trabajo pol�tico, buscando ampliar la presencia y cercan�a con los electores, trabajando por las causas que se consideren justas y apoyando las decisiones, pol�ticas y acciones que contribuyan al desarrollo y bienestar del pa�s y sus habitantes, sin importar quien las proponga o impulse.

 

Finalmente, es recomendable seguir impulsado la agenda de gobierno que se ofert� durante la campa�a, atendiendo a los grupos de electores afines a su partido� y a sus principios ideol�gicos y, sobre todo, seguir en la brega pol�tica con presencia y participaci�n en los asuntos de inter�s del partido. ����

4.      El caso Luis Ignacio Lula da Silva.

 

Luis Ignacio Lula da Silva fue tres veces candidato perdedor a la presidencia de la rep�blica de Brasil entre 1989 y 1998. Antes, en 1982, tambi�n hab�a perdido la elecci�n para el gobierno regional del estado de Sao Paulo.

 

En su primer intento por buscar la presidencia, en 1989, fue derrotado por Fernando Collor de Melo, candidato del Partido de Renovaci�n Nacional. Lula obtuvo el 47 por ciento de los votos como candidato del Partido de los Trabajadores (PT), mientras que Collor de Melo logr� el 53 por ciento de los sufragios.

 

En su segundo intento, en 1994, Lula fue derrotado otra vez, pero ahora en la primera vuelta por Fernando Enrique Cardoso, candidato del Partido Social Dem�crata de Brasil (PSDB), quien hab�a ocupado el Ministerio de Hacienda y hab�a sido factor clave para la estabilizaci�n econ�mica y financiera del pa�s a trav�s del Plan Real. En 1998, Lula vuelve, otra vez, a competir en contra de Fernando Cardoso y vuelve a perder, obteniendo tan s�lo el 32 por ciento de los votos. �

 

En estos tres intentos, Lula da Silva siempre mostr� una actitud responsable y moderada, reconoci� el triunfo de los opositores y, sobre todo, sigui� en la lucha pol�tica por avanzar y defender los derechos de los trabajadores brasile�os, principal bandera electoral del PT.

 

No fue sino hasta el 2002, despu�s de un arduo proceso de aprendizaje y maduraci�n pol�tica, que Lula da Silva gana, en su cuarto intento, la presidencia de Brasil, adoptando una visi�n menos radical de la pol�tica y present�ndose ya como un candidato moderado y no s�lo como l�der sindical. �Es decir, se realiza una metamorfosis de su imagen, de sindicalista a estadista, con posicionamientos centristas sobre la pol�tica nacional e internacional.

 

En enero del 2003, asumi� la presidencia de la rep�blica, tras ganar las elecciones con el mayor n�mero de votos de la historia democr�tica brasile�a (52,4 millones de sufragios) alcanzando el 61 por ciento de la votaci�n. En el 2006, se reelige como presidente compitiendo, en primera y segunda vuelta, en contra de Geraldo Alckmin, candidato del PSDB. En esta elecci�n Lula obtuvo el 60.8 por ciento de los votos, mientras que Alckmin logr� solo un 39.2 por ciento.

 

Para noviembre del 2010, Lula da Silva era considerado una de las personalidades pol�ticas m�s influyentes del mundo y fue evaluado como el mejor presidente de Am�rica latina, con un 83 por ciento de aprobaci�n por sus ciudadanos.[4] En la elecci�n de ese a�o, Dilma Rousseff, candidata del PT, logr� ganar la elecci�n presidencial con el 56 por ciento de los votos, gracias, en gran medida, a la popularidad de Lula y a sus resultados de gobierno, principalmente en materia econ�mica y pol�tica social.

 

5.      El caso Andr�s Manuel L�pez Obrador (AMLO).

 

En el 2006, se celebraron elecciones �en M�xico, donde participaron por la presidencia de la rep�blica cinco candidatos. Por el Partido Acci�n Nacional (PAN) compiti� Felipe Calder�n Hinojosa; por la Alianza por M�xico, integrada por el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el Partido Verde Ecologista de M�xico (PVEM), particip� Roberto Madrazo Pintado; por la Coalici�n por el Bien de Todos, integrada por el Partido de la Revoluci�n Democr�tica (PRD), el Partido del Trabajo (PT) y el Partido Convergencia (PC), compiti� Andr�s Manuel L�pez Obrador,[5] por el Partido Alternativa Socialdem�crata y Campesina (PASC), particip� Patricia Mercado Castro; y por el Partido Nueva Alianza, Roberto Campa Cifri�n.��

 

De acuerdo a los resultados dados a conocer por la autoridad electoral, Felipe Calder�n gan� la elecci�n al obtener el 35.89 por ciento de los votos, mientras que L�pez Obrador obtuvo el 35.33 por ciento y Madrazo el 22.23 por ciento. Por su parte, Patricia Mercado obtuvo el 0.96 por ciento y Campa Cifri�n un 2.71 por ciento de los sufragios. Esta fue una elecci�n controvertida, que gener� un grave conflicto postelectoral, en la que AMLO, alegando acciones fraudulentas y una elecci�n inequitativa, desconoci� e impugn� el resultado, se declar� ganador, convoc� a una protesta nacional, llam� presidente espurio a Calder�n, nombr� un gabinete alterno y se auto-design� como presidente legitimo de M�xico.

 

Durante varios a�os (2006-2010), impuls� acciones de protesta y desobediencia civil, se ha negado, hasta la fecha, a reconocer al presidente y ha impulsado diferentes pol�ticas de corte obstruccionista en contra del gobierno federal, lo que le gener� criticas y un gran desgaste pol�tico. De hecho, lo que en su momento fue el �efecto L�pez Obrador,� que gener� una gran simpat�a y apoyo popular para su causa y persona, se convirti� en �defecto,� generando rechazo y antipat�a entre millones de electores mexicanos.� �

 

En la elecci�n presidencial del 2012, L�pez Obrador vuelve a perder la presidencia de la rep�blica con un margen mayor al 6 por ciento de votos y, de cierta manera, repite su actitud de no reconocer su derrota y cuestionar tanto el proceso como los resultados electorales.�

 

Este caso muestra que la actitud tomada por el candidato, al no saber administrar adecuadamente su derrota, �independientemente de las causas de �sta, llev� a dilapidar un gran capital pol�tico para �l y la corriente pol�tica que representa, caso contrario a lo que se observ� en Brasil con Lula da Silva. ��

 

6.      Comentarios finales

 

Las campa�as electorales son procesos rutinarios de las democracias modernas con el fin de persuadir a los electores para construir mayor�as y elegir mediante el voto a los representantes populares o a los titulares de un cargo de elecci�n popular. Estos sistemas, se caracterizan por la pluralidad y competencia entre diferentes fuerzas pol�ticas y donde las minor�as electorales de hoy, pueden llegar a ser mayor�as en el futuro (Ibinarriaga 2009).

 

Una caracter�stica distintiva de los procesos y las campa�as electorales es que siempre habr� ganadores y perdedores. Por un lado, partidos y candidatos que se alzar�n con el triunfo y, por el otro, partidos y candidatos que tendr�n que conformarse con un segundo o tercer lugar en la contienda.

 

Bajo este tipo de sistema basado en la competencia pol�tica, es importante que los candidatos est�n preparados para ganar, pero tambi�n para perder, ya que en toda democracia siempre hay ganadores y perdedores, aunque, es necesario decirlo, los triunfos y los fracasos electorales son siempre ef�meros.

 

Los casos analizados, principalmente el de Brasil, muestra que s� se es competente para gestionar inteligentemente la derrota electoral, se puede conservar y/o reconstruir el capital pol�tico y es factible poder lograr el triunfo en futuros procesos electorales. Es decir, luego de la derrota, es posible alcanzar la victoria. Sin embargo, este triunfo se tiene que construir a partir de decisiones y movimientos t�cticos y estrat�gicos inteligentes, orientados a reposicionar y reconstruir el capital pol�tico, nunca a dilapidarlo, como fue el caso de L�pez Obrador en M�xico.

 

En otras palabras, es importante saber gestionar la derrota electoral y conservar y reconstruir el capital pol�tico,[6] ya que en una sociedad democr�tica, el fracaso electoral de hoy puede ser potencialmente la base del �xito del ma�ana. Todo depender� de la vis�n, sensibilidad y competencia o incompetencia de los candidatos y sus partidos para aprender del fracaso y saber administrar la derrota, tanto en la esfera pol�tica, social, familiar y personal. Recu�rdese que �el voto es de quien lo trabaja� y en una sociedad diversa y compleja �el individuo que se levanta, despu�s de haberse ca�do una o varias veces, es a�n m�s grande que el que nunca ha ca�do. �

 

���������������������������������������� Bibliograf�a

 

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��������������������������������������������� Acerca de los autores

 

*Andr�s Valdez Zepeda es Maestro en Administraci�n P�blica y Doctor en estudio latinoamericanos con especialidad en ciencia pol�tica por la Universidad de Nuevo M�xico (USA).� Autor de los libros 1) Campa�as Electorales Inteligentes y 2) Reglas de Oro de la Estrategia Electoral. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores desde 1998. Actualmente, se desempe�a como profesor-investigador de la universidad de Guadalajara. azepeda@cucea.udg.mx

 

**Roberto Hilario Valadez Soto. Es catedr�tico del CUCEA de la Universidad de Guadalajara y Secretario de la divisi�n de Gesti�n Empresarial. rvaladez@cucea.udg.mx

 

***Luis Gonz�lez Delgadillo. Profesor investigador del Departamento de Administraci�n de la Universidad de Guadalajara.

 

 



[1] As� como es importante saber administrar la derrota, igualmente importante es saber administrar el triunfo, evitando la� soberbia, los excesos y� la arrogancia.

[2] Al respecto, el pol�tico brit�nico Winston Churchill dec�a �el �xito es aprender a ir de fracaso en fracaso sin desesperarse.� Por su parte, el deportista norteamericano Michael Jordan se�alaba �he fallado una y otra vez en mi vida, por eso he conseguido el �xito.��

[3] Existen otras conceptualizaciones de capital pol�tico. Por ejemplo, de acuerdo a Guillermo Solarte Lindo (2005), se debe entender como capital pol�tico a la capacidad que tiene un territorio para orientar sus procesos sociales, econ�micos, culturales y ambientales de forma acertada y con la suficiente legitimidad para que tengan sostenibilidad. Es as� como el capital pol�tico se entiende como todos aquellos mecanismos que facilitan, promueven, garantizan derechos, deberes y procesos que fortalecen la democracia. El capital pol�tico es, por ejemplo, no la participaci�n o los niveles de participaci�n, sino los mecanismos que la garantizan; tampoco el nivel de participaci�n, sino aquellas normas, entidades que los promueve o incentiva. El capital pol�tico o debe asumirse como todo el conjunto de instituciones, entendidas de forma amplia, que son escenario jur�dico, legal y organizativo, que garantizan derechos y sostienen la democracia como proyecto pol�tico compartido por la sociedad. La ausencia de un s�lido capital pol�tico significa una fr�gil democracia y una alta posibilidad para que lo ilegal o lo informal se constituyan en la base de decisiones que afectan a toda la sociedad. No es la pol�tica electoral la base del capital pol�tico de una sociedad (V�ase� Solarte, Lindo Guillermo (2005). La democracia, un escenario pol�tico en contra de la pobreza, Bogot�, en http://www.misionrural.net/publicaciones/contenido_publica.htm , fecha de consulta: 10 de mayo del 2011.

 

 

[4] Al parecer, Lula da Silva tom� en seria la frase de inventor norteamericano Thomas Alva Edison que se�ala �Las personas no son recordadas pro el n�mero de veces que fracasan, sino por el n�mero de veces que tienen �xito.

[5] L�pez Obrador fue Jefe del gobierno del Distrito Federal y Presidente del Partido de la Revoluci�n Democr�tica.

[6] Para construir este capital ante un escenario de derrota es recomendable asumir actitudes moderadas y posiciones que antepongan el inter�s general por encima del inter�s particular o de grupo. Es aconsejable, adem�s, cuando se aceptan con anticipaci�n las �reglas del juego,� respetarlas a pesar de lo adverso del resultado.