Resumen:
Este es un breve estudio sobre la democracia y
las dictaduras en el continente africano. El presente trabajo parte desde
perspectivas definicionales de los términos de “democracia” y “dictadura”, y de
algunos corolarios de la dictadura, tales como fascismo, autoritarismo y totalitarismo. Además se revisa desde
un ángulo historiográfico-analítico, la existencia en muchas naciones
independientes de África, de una supuesta democracia africana como forma exacerbada de la
democracia. Reflexiones y propuestas para una consolidación de la democracia en
África y la abolición de las dictaduras constituyen los últimos puntos
abordados en el estudio.
Palabras clave: África, dictaduras, democracia, historia, ensayo analítico.
Abstract:
This is a brief study concerning “democracy” and “dictatorships”
on the African continent. The paper commences with a definitional perspective
of the terms democracy and dictatorships, and such corollaries of dictatorships
as fascism, authoritarianism y totalitarianism.
Furthermore, it examines from an analytical-historiographical
viewpoint, the existence in many independent African nations, of a supposed African democracy as an exacerbated form
of democracy. Reflections and proposals on the consolidation of democracy in
Africa and the abolition of the dictatorships constitute the final points
raised in this study.
Key
words: Africa, dictatorships, democracy, history, analytic
essay.
DICTADURAS
Y DEMOCRACIA EN AFRICA: un ensayo de historiografía y análisis
Dr. Brahiman Saganogo
Departamento de Filosofía
Universidad de Guadalajara
La historia
política y contemporánea del continente africano ha sido marcada por tropiezos
por lo menos, en muchos países, eso después de la colonización.
La llegada de la
democracia en África coincide con el final de la primera mitad del siglo XX, y
aparece como un suceso de gran envergadura para los nuevos gobiernos autóctonos,
y a la vez, un momento crucial, hecho de hesitaciones y caos en muchos países
en el continente.
Si en África,
los demócratas (pro-independentistas) reclamaron la autonomía nacional ante la
metrópoli colonizadora, cabe anotar que al obtenerla, la euforia duró poco ya
que los nuevos Estados africanos todavía aprendices de las democracias europeas,
fueron desde el comienzo de su respectivo ejercicio del poder, cometiendo
errores de administración del mismo poder amenazando o traicionando los valores
fundamentales de la democracia. En otros términos, se tratan principalmente de
la gobernanza, del poder y su modo de devolución.
Tras la euforia
de las independencias que realmente duró poco tiempo, enseguida, surgió el
desencanto generalizado debido a “fantasmas políticos” que fueron sustituyendo
a los colonizadores, aniquilando a sus respectivos pueblos, y explotando
también para su provecho personal la libertad que juntos habían conquistado. De
tal manera que a las independencias africanas las siguió un sentimiento de
angustia, desesperanza a tal punto que la libertad conquistada y lograda se
hizo cada vez más hueca. Esta época marca el nacimiento en África, de gobiernos
o focos de regímenes autoritarios, dictatoriales, opresores, totalitarios y policíacos,
aunque aquéllos siguieron proclamándose democráticos.
¿Cómo se explica
la crisis de la democracia en África y el autoritarismo de los nuevos gobiernos
nacionales tras las independencias?
Contestaremos
hipotética y recapitulativamente que la crisis de la democracia africana se
debe a: la naturaleza de la democracia y las distintas crisis de la misma, la
incapacidad de realizar la unidad de una suma de individuos, la instalación de
regímenes concurrentes, las ambiciones desmesuradas y los proyectos de sociedad
poco realizables y por fin, por una autonomía muy relativa.
Nuestro trabajo
girará en torno a cuatro puntos fundamentales a saber: unas aproximaciones definicionales y análisis de los términos de “democracia”
y “dictadura”, la existencia de una supuesta democracia en África, una lectura
analítica de algunas dictaduras o Estados autoritarios en el continente y para
terminar, algunas reflexiones y propuestas para un fin de las dictaduras
africanas. Para ello, el estudio se abordará mediante principios metodológicos
de la historiografía y del análisis.
- Aproximaciones
definicionales y análisis de los términos de “Democracia” y “Dictadura”
Abusivamente, la
democracia es un modo de gobierno en el cual el pueblo ejerce la soberanía.
Según Abraham Lincoln, es “el gobierno del pueblo por y para el pueblo”1. En esta perspectiva
lincolniana, la democracia es sin duda alguna, el opuesto de cualquier poder
que no sea la emanación del pueblo. En ella, el verdadero responsable del poder
resulta ser el pueblo designado como primer soberano, dado que sería imposible
que ejercieran los ciudadanos dicha soberanía, y por coherencia, otorgan su
poder a un número reducido de representantes elegidos por vías de elecciones
libres y transparentes para que lo ejerzan en su lugar. Así que, el poder
ejercido por representantes lo será en el sentido propio, sólo cuando éstos
rinden cuentas al pueblo que se lo ha conferido.
En tanto que
forma de gobierno, la democracia surge en el siglo XIX en Francia, Inglaterra y
en los Estados Unidos de América. En estos países, la democracia llegó hasta el
punto de ser considerada como una forma de vida incluso una rutina puesto que
se ha manifestado por la competición pacífica entre distintos individuos o
grupos políticos que buscan el poder, el derecho de los ciudadanos a participar libremente en la elección de sus
dirigentes mediante sufragios libres, sobre todo transparentes y equitativos, y
por el reconocimiento y la garantía jurídica de las libertades individuales,
civiles y políticas de los ciudadanos.
Tocante al
segundo término de nuestro título “dictadura”, conviene mencionar de entrada,
que éste va a la par en cuanto a sentido, de los términos de autoritarismo, totalitarismo y mucho más, de fascismo.
La dictadura es
políticamente, un régimen en que gobierna un magistrado supremo déspotas, que
asume todo el poder sin responsabilidad alguna. Si la noción de dictadura ha
sido objeto de estudio en el jurista, conservador y nacionalista alemán Carl
Schmitt, quien publicó en 1921 sus conclusiones en las cuales insiste en la
etimología de la palabra y en la esencia del sujeto de la dictadura: Dictator est qui dictat. El dictador es
quien dice, dicta, el que en nombre de su poder, habla sólo.
En tiempos de la
República romana, la dictadura fue considerada como un período de suspensión
del derecho común y con la pretensión de salvar a la República, se alega la ley
fundamental para luego, re-establecerla. Designa entonces, la dictadura
cualquier forma de ejercicio del poder en el cual una sola persona habla. De
ahí que se trata de una autocracia sin carácter hereditario ni derecho divino,
pues, la mon-arquía de un siglo XX sin
fundamentos antiguos del poder, mejor dicho, sin basamentos divinos, tampoco
tradicionales.
El dictador al
hablar sólo, dictar e imponer, censura cualquier debate del parlamentarismo
moldeando así a una comunidad política obediente y al servicio de su jefe supremo.
Es el fin del racionalismo, también como consecuencia directa del
monólogo-soliloquio autoritario y totalitario.
El fascismo como
vertiente de la dictadura, se entiende como movimiento político, nacionalista, totalitario
y ultraderechista. Al respecto leamos los pasajes que siguen:
El
fascismo […] no cree en la posibilidad tampoco en la utilidad de la paz
perpetua. Por eso rechaza el pacifismo que oculta una renuncia de la lucha y
una cobardía ante el sacrificio. Solamente la guerra lleva al máximo todas las
energías humanas e imprime un sello de nobleza a los pueblos que tienen el ánimo de hacer frente a ella2.
Los fascistas exaltan la guerra,
tampoco la consideran como un crimen, ni como una necesidad deplorable, sino como
un modo de ser y estar, una expresión de la voluntad de poder que manifiesta y
hace crecer, o como una ley de la historia.
Caracterizado
por un idealismo sin sustancia, el fascismo se convierte en un movimiento sin
meta precisa ni fin, en una búsqueda acumulativa e indefinida de enemigos y de
proyectos guerrilleros: “Lo que debemos conquistar nos interesa más que lo que
hemos conquistado. La vida y la gloria de las naciones residen en este espíritu
venidero, en esta voluntad de proyectarse más allá del presente: esta actitud es
el signo heroico de la fe fascista”3.
La llamada “fe fascista” es una especie de ofensismo que apunta crear el imperio en tanto que la “más alta expresión humana del
poder”, lo que hace del fascismo un belicismo, autoritarismo, totalitarismo y
un imperialismo.
La esencia de la
dictadura y de las otras formas de gobierno mencionadas arriba, incluso del nazismo se basa en la práctica de “políticas
del espectáculo”. El discurso dictatorial dirigido exclusivamente a los sentidos
y a los ciudadanos convertidos en sujetos irracionales (por el propio
dictador), son constantemente invitados y evocados como simples sujetos pasivos
en audiencias pasivas. Emilio Gentile resume tal situación en los términos
siguientes:
Un
sistema político fundado sobre el irracionalismo reducido, casi
ineluctablemente, la participación política, individual y colectiva, al
espectáculo de masa. Cuando se menosprecia al hombre por su idealismo racional, su capacidad de conocimiento lógico de
la realidad, su necesidad de convicción y comprensión, el hombre se encuentra
reducido a un elemento celular de la muchedumbre y, como muchedumbre, sugerible
no a través de un discurso racional, sino únicamente mediante los instrumentos del
abuso de poder psicológico, de la violencia moral a través de la manipulación
de las conciencias, deteriorando la vida […] (Gentile, 2004, p. 142)4.
Y
el propio Gentile profundiza aún más sus reflexiones cuando afirma a
continuación que:
El
fascismo es una nueva forma inédita, de experiencia de dominación política
puesta en práctica por un movimiento revolucionario que profesa una concepción
integrista de la política, que lucha
para conquistar el monopolio del poder y que, tras haberlo conquistado, mediante
vías legales o ilegales, administra o transforma el régimen pre-existente y
construye un Estado nuevo, basado sobre el régimen de partido único y sobre un
sistema policíaco y terrorista como instrumento de la revolución permanente
contra los “enemigos interiores”. El objetivo
principal del movimiento totalitario es la conquista y la transformación de la
sociedad, a saber la subordinación, la integración y la homogeneización de los
gobernados sobre la base del principio del primate de la política más que
cualquier otro aspecto de la existencia humana. Ésta es interpretada, según las
categorías, los mitos y los valores de una ideología palingenésica,
dogmatizada bajo la forma de una religión política, que pretende moldear al individuo y a las masas por
una revolución antropológica, para crear una nueva especie de ser humano,
únicamente dedicada a la realización de los proyectos revolucionarios e
imperialistas del partido totalitario. En otros términos, se trata de crear una
nueva civilización de índole super-nacional y expansionista (Gentile 2001, pp. 245-246)5.
Para Robert Paxton,
el fascismo es sin duda, un tipo de:
comportamiento
político marcado por una preocupación obsesional por la decadencia de la sociedad,
su humillación y victimización y por los cultos compensatorios de la unidad, la
energía, la pureza; sus militantes, nacionalistas convencidos capacitados por un partido basado sobre la masa,
colaboran a menudo, de modo rugoso pero
eficaz con las élites tradicionales; el partido abandona las libertades
democráticas y prosigue, mediante una política con violencia redentora y sin contradicciones
éticas o legales, un doble objetivo de limpieza interna y de expansión externa
(Paxton, 2004, p. 373)6.
Con todo, la
dictadura y las demás formas de gobierno (fascismo, nazismo) son mucho más
culturales que ideológicas por caracterizarse por contradicciones internas, una
coherencia monolítica, y un discurso polifónico; y por ser prácticas políticas
reactivas. El actor fascista premedita sus
actos y arma sus estrategias en función del efecto de la manipulación, la
dominación y la sumisión que pretende lograr. El dictador nunca se dirige a la
razón sino que emplea lo racional de lo irracional como estrategia política.
- Consideraciones sobre una supuesta
democracia en África
En África, tras
la de-colonización, la democracia heredada de la metrópoli colonial será
privada de su contexto real en cuanto a la práctica. Es esta mala
administración la que precipitó al continente (buen número de países) al
autoritarismo bajo distintas formas: monopartidismo, golpe de Estado militar,
el patrimonialismo, la presidencia de por vida, el populismo militarista, entre
otros, y la formación del Estado-nación,
tirando por el suelo a la verdadera democracia. Todo eso orquestado por tiranos
y dictadores liberales, socialistas y marxistas. En efecto, para los
responsables del poder, bastó con darse una bandera, adherirse a una ideología
en “ismo” para proclamar la libertad.
La situación
social del continente africano, aprendiz de la democracia a los pocos días de
las independencias, da nacimiento a nuevas clases, sobre todo a una burguesía
que se instaló en un lujo “insolente” mientras que la masa trabajadora andaba
errando en una miseria. Muchos países
enfrentan obstáculos a nivel político,
social, económico (golpes de Estado militar, instalación de dictaduras y
poderes arbitrarios y represivos, corrupción y robos). Es la época del fracaso
de los procesos democráticos y sus corolarios de desencanto, desesperanza y de
angustia generalizada. Por eso, consciente de una posible exacerbación
de los principios democráticos, el escritor camerunés Maxime N´Debeka afirmó
durante una entrevista: “[…] Debemos ahora, exigir mucho de los que nos administran,
controlan y que quieren confeccionarnos ropa lista para vestir olvidando que
uno puede engordar o adelgazar”.
La democratización de África fue después de las independencias, un
proyecto de revolución política puesto que se ambicionaba desde luego, poner
fin al proyecto social de la colonia y
construir una nueva constitución. Así es como ésta será vista desde un
principio, como la vía del pueblo y una reacción contra las depredaciones del
neo-patrimonialismo autoritario y los costos de las reformas neoliberales de
los programas de estructuración estatales. El ideal suscitó el surgimiento de
dos tipos de democracias: la democracia liberal y popular. En el continente
africano, la democracia liberal caracterizada por la buena gobernanza, es la
más empleada por los países y ha representado una ventaja democrática aunque
necesita ser más reforzada.
Si a nivel político, se empieza a organizar elecciones multipartidistas,
a utilizar el sufragio universal como forma de elegir a los dirigentes
políticos y a instaurar el debate multipartidista, cabe notar que en la
práctica existen todavía grandes confusiones y contradicciones por el hecho de
que muchos gobernantes se empeñan a obstaculizar la buena gobernanza (la
liberación socio-política y económica y la aplicación de las reformas de
programas). Aquí es cuestión de la honestidad de muchos dirigentes políticos que
al teorizar sobre las instituciones democráticas terminan por no darles más
credibilidad.
La democracia en la mayoría de los países africanos ha venido siendo una
“democracia de papel” dado que la puesta en práctica de las instituciones
democráticas tales como el multipartidismo, la conferencia nacional, la
consulta popular, la política de de-centralización, la alternancia política, la
existencia de una Asamblea altamente multipartidista y garante del poder
legislativo, el consejo electoral independiente y el poder judicial autónomo
permanecen todavía –digámoslo-, titubeantes.
En resumidas cuentas, es de afirmar que la simple existencia de las
instituciones democráticas en África no es de ninguna manera, sinónimo de la de
un régimen democrático.
Desde el punto de vista teórico-formal la democracia en su sentido estricto, existe en África puesto
que los principales fundamentos del Estado de derecho a saber: la legitimidad
de los gobernantes, la separación de poderes y la autonomía de la magistratura
aparecen claramente en muchos países, aunque esta democracia resulta enigmática
a causa de la difícil alternancia y sus condiciones de emergencia. Esta
problemática es sobre todo, la que constituye el mayor obstáculo a la
consolidación de una verdadera democratización del continente africano, aunque
existen también factores culturales y étnicos.
¿La democracia a la africana? Además de los problemas subrayados como
obstáculos al proceso de democratización
del continente, añadimos otros motivos tales como los conflictos étnicos,
regionales, religiosos y las ambiciones personales que siguen frenando la
emergencia de una democracia real.
En suma, en África, una de las principales dificultades al nacimiento de
una democracia verdadera es la presencia de grupos étnicos muy arraigados
culturalmente, divididos y sostenidos entre sus raíces y el mundo moderno.
- Análisis de algunas dictaduras o Estados
autoritarios en África
De las independencias hasta hoy día, el continente africano conoció a
dirigentes poco capaces que se pusieron al margen de la democracia y de las normas
de la buena gobernanza. Tal situación provocó un estado de anarquía en muchos
países. Los nuevos Estados africanos post-independentistas serán desde luego,
naciones marcadas por rupturas, paradojas, ambigüedades y contradicciones. Es
en este período cuando surge el problema de posicionamiento político en varios
dirigentes en detrimento de las reglas democráticas, lo que se explica por el
hecho de que tras la obtención de la soberanía nacional, los llamados “Padres
de la independencia” ya Presidentes, se
negaron a compartir el poder. En esta maniobra de adueñamiento, fueron garante de su reconocimiento y
posicionamiento. De ahí que la democracia va cediendo paso al fenómeno conocido
como unipartidismo, y aun, a nivel social,
al tribalismo, nepotismo, despotismo, etnicismo, unilateralismo, totalitarismo,
fascismo y entre otros ismos, y
dictadura. Asistimos desde entonces, a una crisis o a una escisión a veces
aniquiladora entre gobierno y parte del pueblo inconforme, lo que solía
desembocarse en represiones violentas y sangrientas.
Para el gobierno represor, todo lo que no es obediencia es tildado
categóricamente de disidencia, anti-gobierno y perturbación del orden nacional, y por ende, debe ser reprimido y reducido
a la nada. La estrategia impuesta consistía en mantener un frente popular a la
vez autoritario, radical, omnipresente y anti-progresista que ha de encarar y
obstaculizar cualquier alianza o frente reaccionaria. Esta época es la de
gobiernos fascistas, dictatoriales en África y aun más de gobiernos
caracterizados según Georgi Dimitrov, por una “dictadura abierta y terrorista
de los elementos más reaccionarios,
patrioteros, imperialistas del capital financiero”7 y del capital político.
La toma del poder por los “Padres de la nación” en muchos países
africanos después de las independencias suscitó el establecimiento progresivo
de regímenes inéditos que serán vistos por unos (la mayoría) como fascistas
gracias a su retórica, y al estilo enérgico militarizado y unilateral, y como
democráticos por una minoría privilegiada.
La práctica errónea de la democracia en África tuvo sus primeras consecuencias notables de 1960 a 1970. El
decenio fue marcado por golpes de Estado derivados de la lucha de poder, la presencia
militar en el poder, la crueldad y la incompetencia política. La crisis entre
el poder y los intelectuales, el control de las universidades, las producciones
intelectuales, el fomento de la política
del silencio y la subordinación de la intelligentsia a la causa del régimen fueron tantas estrategias puestas en marcha para
consolidar y dar seguridad permanente a un Estado-provincia.
A esto, cabe añadir medidas unilaterales de exclusión que permitieron también
reducir a los movimientos de oposición favoreciendo una verdadera teocratización del régimen. Al respecto
revisaremos algunos casos de dictaduras:
•Caso
de Guinea bajo el régimen sanguinario y policíaco de Ahmed Sékou Touré.
Con la independencia lograda ante Francia en 1958, en vez de un mejoramiento
de la escena política del país, la vida de Guinea se empeoró drásticamente en
todos sus aspectos debido a la instalación de un régimen autocrático encabezado
por el primer jefe de Estado Sékou Touré. El proyecto político de Touré desde el
inicio de su poder, se mostró bastante confuso en cuanto a la idea de una
revolución mal concebida (fue un régimen pro-socialista y pro-soviético) y a la
administración de dicho poder. Algunos pasajes discursivos de Touré justifican
perfectamente lo anterior:
Como el día 28 de septiembre de 1958 / el partido del
pueblo / el partido de la libertad / el partido de la dignidad / dijo no
categóricamente no definitivamente no. […] No a la contra-revolución […] No al
renacer del racismo […] no a la corrupción […] No a la subversión […]. No a la
calumnia. No a las traiciones. No a la quiebra de la economía. No a la derrota
del pueblo […] y sí a la revolución, al progreso social y democrático […] a
cada régimen su moral y el sistema de educación de la clase en el poder / A cada régimen su base social y
el sistema de gobierno de la clase en el poder / A cada régimen su derecho y el sistema de coerción y de
dictadura de la clase en el poder / A cada régimen su economía y su modo de
producción conformes a los intereses de la clase en el poder […]. El pueblo de
Guinea eligió / Eligió la revolución que pertenece a todos / eligió a África,
su historia y sus valores reales / Eligió
a la humanidad que sufre y sus objetivos
de libertad de progreso en la justicia /
Eligió y eligió muy bien la clase [….]. No más piedad para los que dan la
espalda al honor y a la patria / No más piedad para los que encienden y roban a los consumidores y a los
usuarios / No más piedad para los que sin vergüenza, defraudan a los
trabajadores […] No más piedad para los
que por sus actos malsanos quieren oscurecer el horizonte de la juventud
[…] No más piedad para los que sacan ventajas económicas de sus funciones
políticas y administrativas […]8.
He aquí
secuencias discursivas sobre el programa político de Sékou Touré, los cuales
reflejan la situación socio-política de Guinea. Pasajes retóricos que no
expresan nada en especial, sino que producen efectos al captar de entrada, la
atención del auditorio cuando traza su perfil de culpable. Los discursos son también
la expresión de una voluntad de actuar y de convertir a la sociedad en un campo
político que debe ser regido por la obediencia.
De 1960 a 1961, Sékou Touré emprende fortuitamente hostilidades contra
la intelligentsia, precisamente
contra el magisterio de su país supuestamente opuesto a su ideología y autora del primer complot contra el nuevo
régimen. La reacción del régimen fue
inmediata, siete personas fueron reprimidas y condenadas a muerte por el
gobierno de Touré. Éstos son El hadj Lamine Kaba, Ibrahim Diallo, Koumandian
Keita, Djibril Tamsir Niane, entre otros intelectuales. Muy pronto, se abre la
era de la opresión comandada por una administración al servicio del
Presidente-dictador cuyo único objeto ha sido su pueblo; y sus medios, el uso
constante del ejército nacional, la cárcel, la tortura, y su fin, dar la muerte.
Uno de los fundamentos del comportamiento del régimen de Sékou Touré
residía en el lema siguiente: “el gobierno no necesita aportar pruebas: basta
con acusar, y se lo cree enseguida”. En base a éste, los supuestos culpables y
acusados fueron transferidos a los famosos campos militares llamados “Camp
Alpha Yaya” y “Camp Boiro” (conocidos mundialmente como campos de concentración
por el grado tan elevado e increíble de tortura).
Esta primera demostración de fuerza y autoritarismo del régimen de Touré
terminó llamando la atención del mundo sobre su proyecto de nación, en
particular, la de sus aliados ideológicos a saber las ex URSS (Unión de las
Repúblicas Socialistas Soviéticas) y RDA (República Democrática Alemana) a tal
punto que llegaron a un rompimiento de las relaciones bilaterales. Tras la ruptura de las negociaciones emprendidas por
el gobierno de Khrouchtcchev a favor de los detenidos arriba mencionados, Sékou
Touré inconforme de la intervención de la URSS, expulsa de manera unilateral a
Daniel Solod, embajador de la URSS en
Guinea.
Todos los sectores de la vida en Guinea sufrieron la dictadura de Sékou:
los periodistas (caso de Siradiou Diallo, Boubacar Kanté, éste último se había
refugiado en Costa de Marfil donde trabajó como periodista destacado hasta su
muerte), los obreros inconformes con el sistema de remuneración, los campesinos
agricultores desesperados con la política de explotación de sus tierras, la
población civil privada de sus derechos básicos, los comerciantes y algunos
grupos étnicos tales como los Peulhs y los Sossos9 víctimas del tribalismo y el nepotismo por no
pertenecer al grupo étnico del Presidente camarada Sékou Touré.
La estrategia del régimen de Touré descansaba principalmente en los
viejos métodos heredados de los fascistas italiano y alemán, y en otras
tácticas de opresión y tortura procedentes de Varsovia que resumimos en pocas palabras: humillar, reducir y destruir al ser humano. Para ello, el
principal espacio para llevar a cabo todas estas maniobras era el Campo Boiro
donde los detenidos sufrían maltratos psicológicos (provocaciones, insultos,
vivían entre sus excrementos, se les ahogaban con pañuelos hundiéndoselos por
la garganta) antes de ser ejecutados en la mayoría de los casos. Tal situación
hizo del régimen de Sékou no sólo un régimen policíaco sino el segundo en el
mundo detrás de los dictadores europeos (Mussolini, Hitler, Franco y Salazar
entre otros), y obligó a la Comisión Internacional de Juristas a emprender una
lucha a favor del mejoramiento de las condiciones en las cárceles y de los
presos en Guinea.
Este breve análisis de los discursos de Touré y de sus prácticas
autoritarias no remite indirectamente a la figura del pueblo como enemigo del
actor político enmascarado en actitudes totalitarias, éste en una evolución
mucho más compleja con respecto a la esencia de la democracia. El régimen de
Sékou Touré que terminó en 1984 (con la muerte de éste en el poder) se
caracterizó por una demagogia populista, el terror, el menosprecio de los
valores, la barbarie y la muerte gratuita.
•Caso de
Uganda con Idi Amin Dada.
Idi Amin Dada (1924-2003) fue presidente de Uganda de 1971-1979 tras un
golpe de Estado en 1971 contra el gobierno de Milton Obote, con la ayuda de Israel
e Inglaterra. Una vez en el poder, Idi Amin Dada no dudó en constituir un
régimen autoritario de ideología izquierdista, anti-occidental y religiosa (por
su acercamiento a los gobiernos de los países árabes y musulmanes del Cercano y
Próximo Oriente) de tal modo que su gobierno putchista fue considerado como uno de los más sanguinarios de la
segunda mitad del siglo XX al igual que el de Sékou Touré. El régimen de Idi
Amin muy pronto, se fue caracterizando además de las atrocidades cometidas durante el golpe
de Estado, por la violencia, la opresión
sin motivos reales, el maltrato psicológico
(por ejemplo se introducían también pañuelos en las gargantas de los detenidos)
y la manipulación de la realidad. Era además Idi Amin Dada, xenófobo y
antisemita por expulsar de Uganda a la minoría hindú en 1972. Sus “fuerzas del
orden” asesinaron a más de trescientos mil ugandeses, acto que enseguida, fue
considerado como uno de los peores genocidios en contra de la humanidad (dado
que la mayoría venía de clanes opuestos y constituían minorías sociales), y
durante la guerra del Yom Kipur, se declaró Amin Dada abiertamente anti-Israel
al quemar la bandera de dicho país y al expulsar a su Embajador de Uganda.
La represión de Idi Amin Dada no tuvo límites, de manera que muchos politólogos lo han comparado con
Hitler, como el “aprendiz de Hitler”. La crueldad de su régimen alcanzó dimensiones
impensables puesto que entre las víctimas de su barbarie figuraban sus mujeres quienes
fueron respectivamente asesinadas cobardemente por sus mercenarios y bajo sus
órdenes.
En suma, desde los puntos de vista tanto nacional como internacional, el
régimen de Sékou Touré y de Idi Amin
Dada se han identificado de sobremanera con el fascismo italiano y el nazismo alemán.
Fueron dos regímenes autoritarios, sangrientos y por fin, sin duda alguna,
dictatoriales por el ejercicio tan peculiar del poder. Dos jefes de Estado
en un momento crucial de la evolución de
su respectiva nación, que se estuvieron convirtiendo en Führer, Duce y Caudillo, y responsables de todos los
males de su país cuya memoria sigue siendo dolorosa.
He aquí de manera sumaria y numéricamente hablando, las dos principales
dictaduras africanas tocante a las cuales no habría duda alguna. Al lado de éstas,
se podrán mencionar a otros gobiernos un tanto dictatoriales: el gobierno de
Désiré Kabila en República Democrática de Congo (RDC) y el de Juvénal
Habyarimana en Rwanda, éste último responsable de la guerra civil genocidio
como consecuencia de la represión iniciada en 1993 y que no tardó en ser
considerada como el genocidio de las minorías Tutsis y Hutus por los Hutus y apoyados por el clero; matanzas
que se cifrará a más de un millón de muertos. Al respecto afirma Emmanuel
Viret:
Recordamos brevemente los hechos: en un centenar de
días, de abril a julio de 1994, aproximadamente 800,000 personas fueron
asesinadas, bajo las órdenes de una
coalición conformada por elementos del aparato del Estado, los partidos políticos
y de las fuerzas armadas rwandesas (FAR). Mundo rural y urbano, adeptos de
diversas confesiones religiosas, altos funcionarios o trabajadores agrícolas,
jornaleros, ni una región, ni un sector
se escapó de las consignas de
exterminación de la población Ttusi y de la liquidación de los opositores a la
coalición Power (Viret, 2009, pp.
4-5)9.
En todos los países mencionados arriba, la ideología del Estado apuntaba
a una masa quizás desde su nacimiento, miembro del partido presidencial,
partido único, a una masa sumisa y partidaria de una “cultura de la
obediencia”.
Los discursos son como lo podemos constar, más que una estrategia de posicionamiento, una manera
de legitimar de antemano, el desencadenamiento de una dinámica de la violencia
física y radical, y de una semántica del odio además, son discursos que
enuncian, un proyecto democrático como, según palabra de Sémelin, un “organización de la masacre” que
para fraseamos diciendo “una democracia de la masacre y del crimen” como
consecuencia de una “crisis de Estado”.
Las prácticas violentas de los dictadores resultan ser mensajes
dirigidos no a las víctimas actuales sino a los próximos disidentes. Se trata
de prácticas como dinámica de sumisión o eradicación de civiles un – según
Nahoum-Grappe – “uso político de la crueldad”, una demostración ejemplar para
intimidar psicológicamente.
- Reflexones
y propuestas para un fin de las dictaduras en África
No podemos terminar nuestro estudio sin intentar aportar soluciones
frente a la degradación creciente del Estado de derecho en muchos países africanos
desde las independencias hasta hoy en día, a pesar de la poca mejoría lograda a
partir de los años 1990 con el multipartidismo.
La instauración de una verdadera democracia en África dependerá de varios factores que deben de converger
hacia el establecimiento del Estado de derecho como sinónimo de racionalidad
socio-política.
En otros términos, se trata de crear y consolidar las instituciones
políticas y al mismo tiempo convertirlas en garantes de las libertades
individuales y promotoras del pluralismo tanto socio-político, económico, cultural
como religioso, y sobre todo, de una sincera alternancia política. Tal medida
implica una colaboración recíproca entre gobernantes o clase política y
ciudadanos.
El establecimiento de una democracia estricta en el continente ha de
pasar por una complicidad (en el sentido positivo) entre el Estado y la
sociedad civil. El Estado debe desde luego, reconocer y tomar en cuenta a una
sociedad nacional y plural, así se logrará un liberalización económica y
democrática cuyo locutor será el Estado democrático o el Estado Óptimo. Dicho Estado sólo habrá de considerar a la sociedad
civil como su alter ego, su partidaria y aun, como otra
institución de apoyo, pero no como enemiga.
A la necesidad urgente de una relación entre el Estado y la sociedad
civil como una de las condiciones de la instauración democrática, se plantea la
idea de la capacitación en democracia en el sentido de una formación continua
de las masas por la vía de las escuelas y las políticas de alfabetización.
Otro punto a favor de la vida democrática sería la resolución definitiva
y favorable de las condiciones de participación ciudadana sin restricción
alguna, de las minorías étnicas que muchas veces (casos de los Tutsis en
Rwanda, Ibos en Nigeria y de los Touaregs en Mali, Algería y Libia) no logran
llegar al poder supremo.
Los partidos políticos nacidos del multipartidismo deberán tener todas
las garantías para formarse libremente al igual que el partido en el poder.
Estos partidos han de evitar en sus filas los criterios étnicos, religiosos, regionalistas y de parentesco en provecho
de una contribución sincera a la formación de un Estado de derecho y a la
misión democrática.
Para lograr en el continente una democracia plena y eficiente, es tarea
urgente que se instituya una prensa libre y autónoma, una prensa no sujeta a las censuras políticas y
una prensa crítica e imparcial aun cercana a tal o cual formación política.
A este imperativo, cabe añadir el papel preponderante de los intelectuales
y las élites en África, que ineluctablemente ha de rechazar cualquier “política
de la barriga” y otros juegos políticos a fin de contribuir seriamente a la
edificación de una democracia real en el continente.
Más allá de todo eso, se han de reforzar los tres poderes (ejecutivo,
legislativo y judicial), garantizar siempre elecciones libres y transparentes y
combatir el monopartidismo velado y las segregaciones étnicas y regionales.
En resumidas cuentas, para lograr una democracia real en África, hará falta
que se debiliten a los Estados-providencia mediante la estructuración de las instituciones de integración y de justicia
social, para pretender una democracia-mundo.
En conclusión, muchos países del continente africano desde su
independencia hasta la actualidad, viven bajo regímenes dictatoriales o
semi-dictatoriales que confiscaron las libertades individuales y obstaculizaron
el buen funcionamiento de las instituciones políticas. Si es cierto que el
multipartidismo de los 1990 trajo consigo algunas esperanzas, conviene
mencionar que el cambio no fue del todo sustancial dado que el juego
democrático sigue siendo obstaculizado por la imagen y las maniobras sucias de
un Presidente que anhela constantemente permanecer en el poder de por vida
(aunque muchas veces la constitución dice lo contrario).
Por eso, a todas las posibles soluciones necesarias para el establecimiento
de una vida democrática, las más importantes serían la promoción de una cultura
democrática, la consideración de la democracia como una forma social, y el concebir
una teoría nueva sobre la democracia: la de la democracia-mundo. Obviamente, no será tarea fácil, sino una
cuestión de voluntad política porque ninguna institución funciona por sí sola.
Notas:
Bibliografía
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