Revista de Ciencia Poltica
Revista Nº13 " INSTITUCIONES Y PROCESOS GUBERNAMENTALES IX "

RESUMEN

La década de los 90’ en América Latina, se caracterizó por el fin del modelo estatal-nacional y un resurgir del populismo en tanto régimen híbrido entre autoritarismo y democracia. El presente trabajo propone examinar los neopopulismos de Carlos Menem en Argentina (1989-1999) y Abdalá Bucaram en Ecuador (1996).
Luego de caracterizar el fenómeno populista, nos abocaremos en los caracteres neopopulistas y el caudillismo carismático de Carlos Menem y Abdalá Bucaram en el marco de las economías neoliberales, con particular énfasis en el mecanismo político de clientelismo en tanto política-espectáculo de ambos líderes y en sus liderazgos personales como fenómenos que irían en detrimento de las instituciones democráticas del Estado.

ABSTRACT
The decade of 1990 will be remembered as the period of the end of the state and national politics mainstream and the resurgence of populism as a hybrid regime that combines authoritarianism and democracy. The present work aims to examine two neo populisms: Carlos Menem in Argentina (1989-1999) and Abdalá Bucaram in Ecuador (1996).  
After depicting populism phenomenon, we will study neo populist features and charismatic leadership of Carlos Menem and Abdalá Bucaram ruling under neo liberal economies, emphasizing spoils system, the particular spectacle they would have made of politics and their personal leaderships as phenomenon that would finally undermine democratic institutions.  

 

“Análisis de los liderazgos de Abdalá Bucaram (1996) en Ecuador y de Carlos Menem (1989-1999) en Argentina a la luz de la transformación estructural de los respectivos regímenes democráticos”.


Por: Eve Labandeyra *

1. Introducción

El análisis comparado de los liderazgos políticos presidenciales de Carlos Menem en la Argentina y de Abdalá Bucaram en Ecuador en el marco de la crisis de representación política tradicional y transformación de la democracia durante los años 90’, caracterizada por el fin del modelo estatal-nacional; resultaría interesante para comprender cómo ambos neopopulismos y en especial el mecanismo político de clientelismo en tanto política-espectáculo de ambos líderes; conllevan un creciente grado desestructuración social; ingobernabilidad y pérdida de confianza pública sobre la eficacia de las practicas institucionales democráticas.
                               

Partiendo de la definición del populismo latinoamericano como régimen híbrido entre autoritarismo y democracia, el objetivo principal de este trabajo es analizar el fenómeno del neopopulismo comparando los casos de Argentina y Ecuador poniendo énfasis en la estrategia de caudillismo carismático de Carlos Menem y Abdalá Bucaram, respectivamente; para comprender finalmente su relación con las instituciones democráticas.
                               
A mediados de los años ochenta al igual que otros países latinoamericanos, Argentina  y Ecuador ven renacer un fenómeno político que parecía extinguido: el populismo. Se trata de una vieja forma de discurso y manera de hacer política que se caracteriza por su interpelación constante al “pueblo”, su ruptura con el establishment, su habilidad para utilizar múltiples ideologías y su organización sobre la base de un caudillo carismático. Son los casos de Carlos Menem en Argentina y Adbalá Bucaram en Ecuador.
Cabe destacar que el populismo que emerge en los años ochenta lo hace en un escenario totalmente nuevo: en regímenes democráticos. Este populismo conocido como "neopopulismo" o populismo de derechas, se basa en 'las alianzas eclécticas, desmovilización y desactivación pronta del conflicto con propagación massmediática de consensos difusos o llamados episódicos de atención y  transgresiones programáticas' (Bosoer y Leiras, 2001: 66).
Ambos caudillos populistas aplicaron políticas económicas de corte neoliberal siguiendo la receta del denominado consenso de Washington y gobernaron al margen de las instituciones democráticas. Los dos concentraron el poder y abusaron del liderazgo personal.
Carlos Menem se autoproclamó como discípulo de Perón. Sus dos presidencias (1989-1999) señalaron el retorno al populismo, incluyendo una reforma constitucional que permitió su reelección, el uso abusivo de Decretos de Necesidad y Urgencia y cambios institucionales para fortalecer el ejecutivo. Su lema “yo ó el caos” mostró un claro mensaje populista apelando al nacionalismo y a promesas de una vida mejor.
Por su parte, Abdalá Bucaram, ganó las elecciones de 1996 con un discurso contra la “oligarquía blanca”; en 1983 creó su propio movimiento, el Partido Roldosista de Ecuador (PRE) que representó los sectores marginados de la sociedad. Presentándose como líder popular que jugaba al fútbol y tocaba la guitarra y su actuación en el grupo musical “Los Iracundos”, fueron episodios que mostraron su intento de llamar la atención en su extravagancia como líder popular.
El retorno a la democracia en América Latina no ha significado el fin del populismo, sino que éste ha experimentado un nuevo auge. En nuestro subcontinente, no se trata sólo de un “populismo en las calles”, sino de un “populismo en el poder”, que pese a su sesgo autoritario, coexiste con un marco democrático formal y al ser un híbrido entre democracia y autoritarismo, el populismo es casi un régimen político propio como etapa más en el proceso de construcción de la democracia en la región.
Una comparación entre Argentina y Ecuador durante los años 90', refiriéndonos al neopopulismo de Carlos Menem y Abdalá Bucaram en tanto caudillos carismáticos que han abusado de su liderazgo convirtiendo la política en un escenario del espectáculo, nos permitirá comprender ¿cómo el clientelismo y el particularismo presentes en el neopopulismo iría en detrimento de las instituciones democráticas? Más precisamente, partiendo desde la caracterización de estos populistas quienes suelen tener un discurso confrontativo y acentuar los antagonismos entre ricos y pobres, nacionales y “vendepatrias” y no ofrecen derechos sino favores; el presente trabajo nos ayudará a comprender cómo el neopopulismo en estos países fomenta el clientelismo, el patronazgo y los vínculos personales en el poder en desmedro de la democracia representativa, en tanto el populismo refleja una cultura política que confía más en el liderazgo personal que en las instituciones democráticas del Estado.

 

2. Marco Teórico
 
El tema del neopopulismo en América Latina de la década del 90'  y su consecuente desplazamiento de los mecanismos de representación en las sociedades democráticas por un estilo que privilegia la acción los liderazgos políticos ha sido desarrollado por autores como Carlos de la Torre, Yannuzi y Cavarozzi quienes ponen énfasis en el estudio del neopopulismo como sustento de implementación de políticas de ajuste en las democracias latinoamericanas en el marco del neoliberalismo. Así, frente a la gran diversidad de literatura, el populismo puede ser entendido como un régimen político propio característico de América Latina como lo ha afirmado Rafael Correa o bien, como un estilo de liderazgo tal como lo estudian Novaro y Palermo como así también Ernesto Laclau y Gino Germani, estos últimos haciendo injerencia en la seducción carismática del líder sobretodo. Otros autores como Guillermo O’Donnell han comprendido el fenómeno populista como un fracaso de las democracias representativas en la región, dando lugar a un tipo especial de democracia la cual el denomina "democracia delegativa".
El foco aquí está se ha puesto en la profundización del análisis del fenómeno del neopopulismo de Argentina y Ecuador sobretodo; poniendo especial injerencia en la capacidad que tiene este fenómeno para garantizar la movilización de la ciudadanía a través de la escenificación massmediática donde el caudillo (Carlos Menem y Abdalá Bucaram en nuestro caso) que moviliza y lidera frente a la política desestatizada, se transforma, una vez en el poder, en el presidente que repolitiza al Estado encarnándose él mismo en su expresión unívoca y por tanto; jaqueando la estructura tradicional de las democracia

1. El populismo,  un término laxo.

El populismo deriva del latín pópulos que significa "pueblo". Este término tiene su origen en la Republica de Roma donde emergieron líderes que se opusieron a la aristocracia tradicional conservadora y utilizaron las asambleas del pueblo para llevar a cabo medidas populares tales como una mejor distribución de la tierra, el alivio de las deudas de los más pobres y la mayor participación democrática del grueso de la población.
El populismo resulta ser un tema complejo y problemático, el cual ha recibido gran cantidad de acepciones y produjo intensas polémicas entre los estudiosos sin llegar a un acuerdo, y ello, sin duda, es debido a la laxitud del término. Laclau (1997:121) dice que “pocos conceptos han sido más  ampliamente usados en el análisis político contemporáneo y, sin embargo, pocos han sido definidos con menor precisión.”  Dicho autor define el populismo como “la construcción discursiva de la sociedad como un campo antagónico y maniqueo en el que se enfrentan el pueblo y la oligarquía”.
Así, ante esta complejidad que implica el término que nos ocupa, cabe preguntarse: ¿Se trata de una categoría analítica? ¿Es una descripción de ciertos fenómenos políticos? ó ¿Es sólo un adjetivo que sirve para descalificar a los adversarios políticos?
Podemos aproximarnos a decir que el populismo, en términos generales, es un concepto político utilizado para designar corrientes heterogéneas pero caracterizadas por su aversión a las élites, su rechazo de los partidos tradicionales, su denuncia de la corrupción política por parte de las clases privilegiadas y su constante apelación al pueblo como fuente del poder.
Sin embargo, es necesario tener en cuenta que existen muchos fenómenos históricos que han sido calificados como «populistas»: movimientos sociales o políticos ocurridos en Asia, África, Europa, Rusia o Estados Unidos.
Ahora bien, para la comprensión de la realidad latinoamericana, la mayoría de los especialistas relacionan el fenómeno populista con el nacionalismo económico, el antiimperialismo, la industrialización, la urbanización, las migraciones internas, la emancipación económica o políticas externas más autónomas. Algunos autores consideran que el populismo es un fenómeno que se ha desarrollado particularmente en América Latina el cual  habría estado determinado por las consecuencias inmediatas obtenidas de la crisis de 1930 y la Segunda Guerra Mundial. Así, se coloca al populismo como consecuencia lógica de la crisis de la oligarquía y del propio proceso de democratización ocurrido en los países de ésta región, en donde fue necesario que se apoyara en algún tipo de autoritarismo.
En este sentido, el populismo se trata de un fenómeno político con múltiples facetas que se presenta como la expresión de la emergencia de las clases populares en el escenario político. Emergencia que es posible, dada la crisis del estado oligárquico-liberal que eclosionó como consecuencia de la Gran Crisis de 1930, y aparece como la responsable de la ruptura de esa hegemonía oligárquica liberal. Dicha crisis hegemónica fue producto de la incapacidad de cualquiera de las clases para imponerse por sobre las otras y asumir el poder, dejando un espacio vacío para ser ocupado por los diferentes movimientos populares.
En este sentido, Carlos De La Torre define al populismo como “un estilo político basado en un discurso maniqueo que presenta la lucha del pueblo en contra de la oligarquía como una lucha moral y ética entre el bien y el mal, la redención y la ruina”(De la Torre, 1996: 28) y completa su definición afirmando que “el populismo es un estilo de movilización política basado en una poderosa retórica de apelación al pueblo y a la acción de las masas al servicio de un líder” (Ibid., p.4).
Asimismo sostiene que “en términos muy amplios el populismo puede ser definido como un estilo de hacer política sustentado en la movilización de masas y un liderazgo carismático. Surge como parte de los procesos de modernización social y política limitados. Estos se caracterizan por un sistema partidario frágil, debilidad institucional y amplios segmentos de la población no incorporados o excluidos de la política” (Ibarra, 2004:130).
Otros autores también han restringido el uso del concepto exclusivamente para tratar situaciones políticas latinoamericanas y dentro del período comprendido por los años de 1930 y 1960.  Especialmente el sociólogo argentino Gino Germani: 1977:12-19), quien parte del presupuesto de que el populismo sería un fenómeno que ocurre en una situación de “transición”, o sea en la transición de una sociedad atrasada, rural, pre-capitalista, hacia la sociedad moderna: industrial, capitalista y urbana. Germani, encuentra un rasgo común en los países subdesarrollados que se resumiría en el «asincronismo técnico y asincronismo geográfico; o sea, la utilización de los adelantos más recientes de la técnica al lado de la supervivencia de instrumentos ya caducados, o bien, el contraste entre “regiones evolucionadas” y “regiones atrasadas”. Las raíces deben ser buscadas, según el autor,  precisamente en la asincronía de los procesos de transición de una sociedad a otra.
De este modo, podemos ver que el término populismo trae consigo discordia y confusión en tanto ha recibido diversas acepciones por parte de los especialistas en el tema. Al mismo tiempo existen diversas hipótesis en referencia a las causas del fenómeno populista, que van desde razones culturales hasta económicas.
Una de ellas, (donde podemos ubicar a Carlos de La Torre) entiende que el populismo en América Latina es consecuencia de una cultura política de redes clientelares donde las políticas surgen como regalo del caudillo a cambio de apoyo político. Otra de las tesis afirma que la dependencia económica externa de los países latinoamericanos ha impedido el desarrollo de sociedades democráticas con bienestar social. Y, Finalmente; la tesis que explica debilidad democrática de la región a través de la crisis de la democracia representativa donde los gobiernos elitistas no han creado una verdadera ciudadanía política inclusiva.

2. El populismo: ¿Forma más elevada de democracia ó su enemigo?

Considerando lo anteriormente expuesto y asumiendo que el populismo es uno de los términos más controvertidos y más ambiguos en las ciencias sociales, aplicable a un discurso político, a un movimiento popular ó bien, a un tipo de liderazgo político, el presente análisis partirá de la presunción del populismo como liderazgo político para, en una segunda instancia, abordar el fenómeno en perspectiva con el  régimen político y su relación con la democracia.
Es en América Latina donde el populismo está más arraigado históricamente, siendo considerado por muchos autores en la actualidad como un fenómeno principalmente latinoamericano en la constitución del régimen político.
Podemos ubicar al populismo en la categoría de “regímenes híbridos”1 pero que tiene sus propias características, como lo son:

  1. Relación directa entre líder y pueblo a través de una estructura vertical de poder. Como hemos visto, Ibarra define el populismo como un estilo de hacer política sustentado en la movilización de masas y un liderazgo carismático. No existe mediación de instituciones entre el líder y el pueblo y difícilmente puede existir el populismo sin la presencia de un líder carismático quien se presenta como persona con facultades extraordinarias apelando al pueblo. Según Gino Germani, “el populismo se basa en la seducción demagógica del líder carismático” (1978:44), cuyo principal riesgo es el autoritarismo.
  2. Ausencia de una ideología. El populismo representa más bien una alianza multiclasista integrada por la clase media y los sectores más pobres de la sociedad.
  3. La llegada outsiders al poder con un discurso anti-elitista. Los líderes populistas son personas que en general por su trayectoria se distinguen del establishment político tradicional.
  4. Un alto grado de apoyo popular e inclusión de los marginados. Los populistas apelan al discurso democrático y su éxito o fracaso depende, en gran parte; de la mayoría de la población. Al no contar con el apoyo popular, perderían legitimidad.
  5. Debilitamiento de las instituciones democráticas. Los populistas gobiernan al margen del poder legislativo y el poder judicial y tienden a concentrar el poder en el ejecutivo. Al mismo tiempo, muchas veces rechazan los partidos tradicionales y sustituyen las estructuras democráticas mediante un discurso que promete soluciones rápidas basadas en lealtades personales.

 

El populismo, entonces, refleja una cultura política que confía más en el liderazgo personal que en las instituciones democráticas del Estado, las cuales no son percibidas como instancias neutrales que garantizan derechos, sino como parte de la lucha por el poder político. Como veremos a lo largo de nuestro trabajo, podemos inferir que hasta cierto punto, el populismo latinoamericano revela el fracaso de la democracia representativa presente en  América Latina.
Los líderes populistas pretenden trasladar la democracia de las instituciones a las calles ó a los espacios mediáticos directos. De esta manera, resulta difícil establecer una demarcación explícita entre democracia populista  ó un autoritarismo cuasi-democrático ya que, al dirigirse a los sectores más pobres de la sociedad y al incorporar elementos de democracia participativa, el populismo resulta por un lado, inclusivo y participativo; pero, por el otro, polariza la sociedad al hacer referencia a “nosotros” (los amigos) y “los otros” (los enemigos). Así también el discurso populista suele ser confrontativo y acentúa los antagonismos entre ricos y pobres, blancos y no blancos, nacionales y “vendepatrias”. La corrupción y el clientelismo son atribuibles a prácticamente todos los populismos en el poder. Además, los populistas manipulan al pueblo, desarticulan las instancias de control democrático, de-institucionalizan, concentran el poder y no ofrecen derechos sino favores, debilitando las instituciones democráticas y su función mediática.

3. El nacional-populismo en la región.

El populismo surge en América Latina en el contexto de la transición de sociedades rurales a sociedades industriales caracterizado por el modelo de sustitución de importaciones que predominó hasta los años  80’ del siglo pasado. Por tanto, el proyecto político de este tipo de populismo será básicamente estatista, siendo conocido como el nacional populismo histórico de los años 40’ ó 50’.
Como hemos visto en el primer apartado, el populismo histórico fue la respuesta tardía a una crisis del Estado liberal oligárquico dominado por los terratenientes. Esta transición produjo nuevos actores políticos, cuyas  demandas sociales canalizó el populismo de forma vertical y contribuyó a crear Estados-nación a través de la inclusión de las capas urbanas menos favorecidas de la población.
Casos ejemplares de dicho fenómeno serán Juan Domingo Perón en Argentina, Getulio Vargas en Brasil, José María Velasco Ibarra en Ecuador ó Lázaro Cárdenas en México. Todos estos líderes carismáticos promovieron el voto universal, la inclusión de los obreros y crearon sistemas de protección social.
Las primeras experiencias de populismo en Latinoamérica serán interrumpidas por los regímenes militares que sacudieron a dichos países en la década en la década del 70’, renaciendo en los 90’ bajo la forma de neopopulismo.

4. El Neopopulismo en la región.

Hemos llegado al punto de interés para el análisis de nuestro presente trabajo. Sin  embargo, para abordar el nuevo populismo no podíamos dejar de caracterizar el fenómeno que lo antecede. Al mismo tiempo, cabe destacar que en el siglo XXI el fenómeno populista no ha desaparecido sino que se presenta de otra manera con sus características particulares (conocido como populismo de izquierda ó neopopulismo militar ó si se quiere, militarismo popular) pero detenernos en el análisis del mismo excedería el objetivo de este trabajo.
El populismo sobrevivió a la fuerte represión de las dictaduras militares que sacudieron a los países latinoamericanos en los años setenta. Sin abandonar muchas de las características descriptas, el neopopulismo presentará particularidades que nos ayudarán a distinguirlo de su versión original. En particular, los neopopulistas abandonaron el intervencionismo económico del Estado para aplicar las políticas económicas de corte neoliberal siguiendo la receta del denominado Consenso de Washington. Además, los neopopulistas “pusieron más énfasis en su rechazo a los partidos políticos tradicionales como así también abandonaron ciertos sectores sociales cruciales para los antecedentes clásicos como los sindicatos y los magnates de la industria” (Conniff, 2003: 31).
La variable socioeconómica, entonces, nos permite distinguir el proyecto populista, el cual será estatista en el caso del nacional-populismo y liberal para el caso del neopopulismo. Así, gran parte de los sectores que habían apoyado a los populistas clásicos, repudiaron el neoliberalismo adoptado por los neopopulistas, principalmente los sindicatos, asociaciones empresariales y empleados públicos que sintieron rechazo por las políticas de libre mercado y las privatizaciones.
Los nuevos líderes fueron populistas de derecha que abusaron del liderazgo personal, concentraron el poder y gobernaron al margen de las instituciones democráticas.
Serán los principales representantes de este nuevo populismo Carlos Menem, en Argentina, y Abdalá Bucaram, en Ecuador. Ambos aplicaron políticas económicas basadas en las recetas del Fondo Monetario Internacional: combatir la inflación, reducir el tamaño del Estado, privatizar empresas estatales y fomentar la apertura comercial. Los dos representaron los intereses de los grandes inversores, aunque promovieron también el ascenso de un nuevo grupo de empresarios nacionales. Y también dejaron un balance desastroso que requirió una profunda reconstrucción política, social y económica en sus países.

En un contexto como el de los años 90' donde hubo en general un gran rechazo de la dirigencia política por parte de sectores de clase media e incluso sectores más bajos de la sociedad, estos nuevos líderes se presentan como outsiders al tiempo que el electorado tenía puesto el interés en líderes opuestos al statu quo, como consecuencia a la realidad que se vivía en sus países: falta de

eficacia política, inseguridad y crisis económica heredada de la década anterior. Es en este escenario donde los líderes neopopulistas aparecen como solución inmediata a los problemas socioeconómicos, prometiendo a las masas una vida mejor.

 

4.1. El caso argentino: Carlos Menem (1989- 1995 / 1995-1999)

La década de 1990 en América Latina y el resurgir del populismo por esos años, se desarrolla en un contexto de transformación estructural de las nuevas democracias, caracterizado por la crisis del modelo estatal-nacional, por un proceso creciente de fragmentación y desestructuración social, y una crisis de representación y representatividad política.2
La Argentina de 1989, en particular; estaba atravesando un proceso de crisis económica y una falta de gobernabilidad heredada del gobierno predecesor. Raúl Alfonsín (1983-1989) fue el primer presidente de la Argentina post-gobierno autoritario que debió soportar una inflación del 600% y reservas fiscales casi agotadas. Para hacer frente a ello, Alfonsín implementó una serie de medidas heterodoxas que no lograron controlar la inflación, sino que continuó aumentando hasta llegar a un proceso hiperinflacionario, el cual dio lugar a la aplicación del conocido Plan Austral3 , sin lograr mayores resultados. Esta situación, se agudizó a causa del fenómeno especulativo y la suspensión de todo tipo de préstamo por parte de los organismos financieros internacionales.4
En este contexto, aparece la figura particular de Carlos Menem en la Argentina, como líder populista alejado del establishment, hijo de padres de ascendencia siria. “El turco”, como lo habían apodado, estudió abogacía en la Universidad Nacional de Córdoba, tomando conocimiento público cuando defendió profesionalmente presos políticos durante el gobierno militar de la Revolución Libertadora.
En 1956, fue detenido durante el gobierno del general Pedro Eugenio Aramburu; y al año siguiente fundó la Juventud Peronista de su provincia, mientras se desempeñaba como asesor legal de la Confederación General del Trabajo y de otros sindicatos de La Rioja.
En 1973, con la vuelta de la democracia, fue electo gobernador de su provincia. En marzo de 1976, tras el derrocamiento de la presidenta María Estela Martínez de Perón, fue detenido por la Junta Militar que gobernó el país durante el Proceso de Reorganización Nacional hasta 1981. En octubre de 1983, con el fin del régimen militar y el regreso de la democracia a la Argentina, Menem fue electo nuevamente como gobernador de La Rioja.
En 1988 en las elecciones internas del Partido Justicialista, derrotó a Antonio Cafiero (Renovación) y fue proclamado candidato a la Presidencia de la Nación por el Frente Justicialista Popular.

4.1.1. Síganme, no los voy a defraudar

En las elecciones del 14 de mayo de 1989 Carlos Menem, con un mensaje claramente populista: “síganme, no los voy a defraudar” generó mayor atracción a los argentinos que el candidato de la Unión Cívica Radical, Eduardo Angeloz quien, con un discurso que apuntaba a la liberalización económica, obtuvo el 32,45% en contraste con el 47% de los votos que llevaron a Carlos Menem a su triunfo electoral.
El líder carismático, asumió la presidencia de Argentina el 8 de julio de 1989, tras el retiro anticipado de Raúl Alfonsín. Fue por entonces la primera sucesión presidencial entre dos presidentes constitucionales desde 1928, y la primera desde 1916 entre presidentes de diferentes partidos políticos. En ese momento “se superpone el agotamiento y colapso del modelo estatal vigente durante los pasados cuarenta años. El ascenso de Menem al poder es construido simbólicamente con la llegada del caudillo restaurador-revolucionario” (Bosoer – Leiras, 2001:64); éste lideraría el descontento social en un marco caracterizado, como mencionamos, por la hiperinflación, inestabilidad político-social, crisis fiscal y endeudamiento. La existencia de una realidad económica que se visualizaba como inmanejable en la Argentina, previa a las elecciones de 1989, permitieron, en cierta medida, a Carlos Menem, construir un discurso económico populista que se plasmó en frases como “revolución productiva y salariazo” en alusión a mantener un Estado fuerte en la economía.
Sin embargo, debemos ser cuidadosos y no caer en la correlación espuria de atribuir el triunfo electoral del Primer Mandatario a la hiperinflación de 1989, más bien; deberíamos tener en cuenta, como hemos visto, el resurgimiento del populismo por estos años, y a partir de allí visualizar su capacidad de liderazgo y su adaptabilidad a las circunstancias de aquel momento, más allá de la fuerte recisión económica que dejo al finalizar su mandato en la Argentina.
Carlos Menem se autoproclamó como discípulo de Perón y fue reinterpretado por la ciudadanía (sacudida por el desempleo, la falta de bienes básicos y los altos precios) como “el regreso a aquel papel histórico asignado al peronismo como ‘movimiento nacional’, frente a la incapacidad de la ‘democracia de partidos’ para resolver la crisis estatal” (Ibíd. p.45). De éste modo, la ingobernabilidad política y económica generaría un terreno propicio para el surgimiento de Menem como un  líder diferente de la clase política tradicional. Más allá de presentarse a candidato por el Frente Justicialista en el cual ocupaba un lugar indiscutido, él mismo destacó su pertenencia a la clase media y portavoz de una provincia chica en la política argentina como La Rioja, contraponiéndose a la clase dirigente tradicional en la Argentina, proveniente del gran Buenos Aires.
Por otra parte, durante su campaña, Menem hizo varias visitas al interior del país con un discurso religioso emotivo e invocando a Dios y a la Virgen, consiguiendo persuadir a muchos sectores populares de aquellos barrios, construyendo su liderazgo e identificándose con la causa del “pueblo”: “Ante la mirada de Dios y ante el testimonio de la historia yo quiero proclamar: Argentina, levántate y anda” [Discurso de Carlos Menem, 7/1989 en Sagrera, 2007:13)].
Además de aparecer como un líder mesiánico capaz de superar la crisis hiperinflacionaria y sacar al país del caos, Menem demostró autoridad y manejo en la política. En este sentido, y como veremos más adelante, podemos inferir que Menem desarrolló de modo más profundo su capacidad de liderazgo, a diferencia de Abdalá Bucaram, en tanto consideró necesario no solo investirse con el traje del pueblo, sino también presentarse imperativamente él mismo como un outsider de la política, “como caudillo que descendía de una provincia muy pobre” ( Nun, 1998: 63) y diferenciándose del ciudadano común, lo que permitiría, en última instancia y mediante sus mensajes retóricos, ganar el apoyo de diversos estratos sociales.

 

4.1.2. “Cirugía mayor sin anestesia”: Neopopulismo neoliberal

“Esta economía de emergencia va a vivir una primera instancia de ajuste. De ajuste duro. De ajuste costoso. De ajuste severo. Pero la economía argentina está con la soga al cuello, y ya no queda lugar para los titubeos”.   (Nun, 1998:17)

El neopopulismo se expresó “como principal sustento en la implementación de políticas de ajuste estructural en las democracias latinoamericanas jaqueadas por la crisis terminal de los modelos estatistas de desarrollo” (Bosoer- Leiras, 2001: 64). En este punto, a pocos meses de su llegada al gobierno en 1989, Menem, ofreció el Ministerio de Economía al grupo económico Bunge & Born, quien proveyó los dos primeros ministros. Además, sus intentos de lograr estabilidad económica culminarían en con la Ley de Convertibilidad, implementada por el Ministro de Economía Domingo Cavallo en 1991, la cual  establecía la paridad del peso con el dólar norteamericano y prohibía la emisión monetaria sin el respaldo de divisas en las reservas del Banco Central.
Si bien dicha paridad cambiaria logró combatir la inflación,  más tarde, llevaría a una gran recesión, aumento de la desigualdad y desocupación, como consecuencia del aumento del consumo masivo de productos importados, que trae aparejado el  deterioro de la industria nacional, provocando que muchas empresas se vieran obligadas a cerrar. Medidas como estas, marcaron el comienzo del giro liberal del nuevo gobierno.
Así también, al inicio de su mandato, Carlos Menem dio a  conocer las Leyes de Emergencia Económica y de Emergencia Administrativa aprobadas rápidamente por el Congreso que le permitieron intervenir en el proceso económico, controlar el gasto público, contener la inflación y llevar adelante el proceso de privatizaciones de empresas estatales. Este último, significó la apropiación por parte del mercado de tareas realizadas por el Estado. En Argentina, las empresas transferidas al sector privado estuvieron relacionadas con la aeronavegación, el teléfono, canales de televisión, la electricidad, el agua, el correo y el petróleo. Con ello, se lograría mayor eficiencia en la prestación de los servicios y su universalización, y una rebaja en las tarifas. De todas maneras, esta situación culminaría altos niveles de desempleo en tanto las empresas privadas redujeron el personal y los salarios en el mercado laboral.
La aplicación de políticas económicas de corte neoliberal siguiendo la receta del denominado Consenso de Washington y su respaldo por los organismos financieros internacionales (el FMI y el Banco mundial), estaría facilitada por la retorica neopopulista de Menem, en la medida en que encarnaba la protección y el bien común, atacando los intereses particulares de los grupos organizados. De acuerdo a ello, Menem redefinió el papel del Estado reduciéndolo a su mínima expresión, y llevó adelante un modelo de acumulación basado en el libre mercado.5
Todas estas medidas, dejaron inmediatamente en claro que el gobierno de Menem transitaba por senderos económicos muy diferentes de aquellos con que se asociaba comúnmente al peronismo clásico.
Además, otras dos situaciones contribuirían a la implementación de las reformas de mercado. Por un lado, el apoyo que el líder carismático obtuvo desde los grupos desorganizados, gracias al cual; vería aumentada su capacidad para desarticular a la elite económica tras las inmejorables condiciones para la inversión extranjera que trajo la liberalización. Y, por el otro, el esfuerzo de Menem por extender su personalidad y capacidad de acción, que tras la liberalización del mercado de capitales y trabajo, llevaría al debilitamiento de los partidos políticos, movimientos sociales y estructuras burocráticas.
El “turco” se las arregló para llevar adelante las reformas económicas a través de recursos clientelares y prebendas, ganándose el apoyo de los agentes económicos más importantes, como así también de los sectores populares afines al peronismo. Es la doctrina histórica del Peronismo y su “reconversión menemista” (Ibídem.) en una realidad diferente a la de la Argentina de 1945, lo que le servirá como herramienta para llevar a cabo las reformas neoliberales.
Por otra parte, el neoliberalismo en ese país ayudó en cierta medida a fortalecer el discurso populista y su aplicación practica en tiempos electorales. Si bien con las reformas se disminuyó el tamaño del Estado, las mismas tendieron al control de la inflación y mejorar el sistema de recolección de impuestos. Con estos recursos, Menen obtendría un mayor margen de maniobra para implementar planes sociales visibles y con un gran impacto mediático, manteniendo de este modo, el apoyo de los sectores populares.

4.1.3. La estrategia transgresora: cambios y lealtad peronista.
 
“(…) El hecho de tener por preceptor a un ser que es medio bestia y medio hombre no quiere decir sino que el príncipe necesita saber usar una y otras naturalezas; y que la una sin la otra no puede perdurar (…) porque el león no sabe defenderse de las trampas ni la zorra de los lobos. Es, pues, necesario ser zorra para conocer las trampas y león para atemorizar a los lobos”. 
(Maquiavelo, 1990: 36).

Durante su campaña electoral para llegar al poder, Carlos Menem apeló a las identificaciones del peronismo tradicional afirmando que “solo el peronismo puede gobernar” y haciendo referencia al sentido obrero del movimiento con las consignas del “sala­riazo” y la “revolución productiva”.
Sin embargo, y como vimos en los apartados anteriores, una vez en el poder, a diferencia de Perón, optó por una política económica neoliberal. Su gobierno, se caracterizaría por medidas muy distintas a las que sus seguidores habrían imagi­nado: privatizaciones, apertura internacional, liberalización financiera, desintegración de la industria nacional. De este modo, “la gestión menemista constituye una revolución, aunque de signo y dirección muy distintos a los esperados por el movimiento político que lo llevó al poder” (Acuña, 1994: 71).
La escisión con el sello político económico que la sociedad civil tenía de los gobiernos de Perón era evidente; pese a ello, Menem continúo apelando a la identidad peronista para reivindicar su gestión. Es así que el caudillo carismático logró vincular el emblema del peronismo tradicional con un proyecto político-económico claramente diferente.
En cuanto a los sindicatos y en su intento de demostrar su capacidad imperativa, Menem se negó a aceptar reivindicaciones corporativas y si bien no los descartó del todo, sí pudo fraccionarlos con audacia y limitar su participación a través de pactos con los dirigentes de ciertos gremios que se oponían a las reformas. Entre estos últimos, encontramos la facción encabezada por Lorenzo Miguel quienes seguían siendo leales a la estrategia de Vandor en mantenerse alejados del gobierno para, en todo caso; poder golpear ó negociar. Por otra parte, “los colaboracionistas”, unidos a Menem desde 1988, era el sector más dispuesto a entablar negociaciones con el gobierno a través del intercambio de recursos en el marco de relación de patronazgo.6
Por lo tanto, al dejar de lado la definición del peronismo como partido político per se y definirlo como “movimiento renovador”, como estructura política poco consolida, Menem lograría que la política sindical mutara en política clientelar, lo que a la vez le permitiría adaptarse a sus condiciones históricas y terminar con la tradición liberal, históricamente opuesta al movimiento.
Ahora bien, ¿Quiénes serían los enemigos de Carlos Menem? ¿La opinión pública, los sindicalistas, el sector empresarial, los agentes económicos internacionales? A diferencia de los líderes populistas que polarizan la sociedad, refiriéndose a “nosotros” y “los otros”, Menem no mostró una clara definición de sus enemigos, no utilizó el discurso confrontativo “el pueblo versus la oligarquía” como lo haría Abdalá Bucaram, sino que, por el contrario, sus enemigos serían más difusos delineando una frontera borrosa que dificultaría su identificación.
El caudillo carismático también se negó a negociar de forma corporativa con el sector empresarial. Aunque el origen y surgimiento de Carlos Menem lo encontramos dentro del peronismo, esta estrategia populista con el empresariado, deviene de su intención de fortalecer su imagen de outsider. Así, las negociaciones con este sector, tuvieron lugar fuera del espacio político y separadamente llevó a que el Estado privilegiara y priorizara su respuesta a determinadas demandas, y dejara de lado otras. Esta situación, más que menguar la capacidad del Estado, contribuyó a concentrar la gobernabilidad en manos del Poder Ejecutivo.
La expresión más exacerbada de la concentración del poder en manos del Ejecutivo, fue el acuerdo entre Raúl Alfonsín y Carlos Menem en 1993 que se materializo en la firma del “Pacto de Olivos”, dando lugar a la reforma constitucional de 1994. Ésta, redujo el período del mandato presidencial con posibilidad de reelección, introdujo la segunda vuelta en el periodo electoral y la elección directa por el pueblo. Por otro lado, la nueva Constitución ampliaría los poderes legislativos del presidente otorgándole al PEN la capacidad de dictar Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) así poder de veto total o parcial sobre las leyes aprobadas por el PL, entre otras atribuciones.
La reforma constitucional no solo permitirá a Carlos Menem su reelección presidencial en 1995, sino también continuar con las reformas iniciadas en su primer mandato. Mientras tanto, en aquellas reformas más difíciles de concertar con la oposición en el Congreso, Menem usó los DNU que lo apartarían del campo político de negociación con opositores, al tiempo que generaría una vinculación más fuerte con los ciudadanos. En otras palabras, la utilización de los decretos le permitirá a aquel líder carismático, gobernar de forma directa, sin intermediarios; característica fundamental del populismo.
Sin embargo, y continuando con la referencia de la oposición en el Congreso, es importante destacar que  Menem contaba con mayoría propia en el Senado lo que contribuyó, sin demasiados inconvenientes que la  ley de Emergencia Económica fuera aprobada por el Congreso de manera rápida. Además, como hemos sostenido previamente, el uso los DNU permitió a Menem aislar a la oposición de los miembros parlamentarios, en tanto pudo evitar los debates y negociaciones con el poder Legislativo.
Así, todas estas medidas llevadas a cabo, sumadas a la importancia que ha tenido en el juego político la reforma constitucional de 1994, han sido factores que proporcionaron a Carlos Menem (además de su reelección) la posibilidad de llevar adelante la reforma del modelo estatal al tiempo que concentraba y reforzaba su poder y personalismo.
En una época en la cual se trataba de crear un nuevo orden, Menem tuvo la capacidad de adaptar la tradición peronista a dichos cambios. Esta estrategia, estaría legitimada por la necesidad de salir de la crisis y la aparición de Menem “como intérprete de un país verdadero” (Bosoer – Leiras, 2001: 44), como figura providencial que vendría a salvar al pueblo y formar, de esta manera, un nuevo Estado.
Entonces, la paradoja reside, en que es la reformulación de los fundamentos del peronismo histórico la que le da la herramienta para mantener ciertos elementos del mismo y romper definitivamente con otros. Su identificación con el peronismo le daría la posibilidad de profundizar sus medidas al tiempo que desestructuraba la base social de aquella tradición que Perón había fundado.
En su campaña electoral, Menen ganó el apoyo de los trabajadores con sus promesas de aumentos de salarios y justicia social. Sin embargo, esta justicia social ya no referiría a una rei­vindicación precisamente obrera,  sino, más bien,  a un problema  que afecta a la sociedad entera. El “discurso de legitimación” ya no se construye en la oposición a la oligarquía y a la explotación (componente clásico del discurso populista), sino que incluye la interpelación al pueblo argentino en su totalidad: “El gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, no puede depender del mandato de un hombre, del capricho de un partido, de la imposición de un sector. El gobierno de unidad nacional es propiedad de todos los argentinos. Nadie puede sentirse indiferente. Nadie puede sentirse no convocado”  [Discurso de Carlos Menem 7/1989 en: Sagrera, 2007:14)].
De este modo, la representación va más allá de la alusión a los sectores corporativistas e incluyendo a la sociedad en su conjunto, el líder populista logra crear “una nueva voluntad colectiva” (Bosoer – Leiras, 2001: 44)

4.1.4. Liderazgo consolidado: la reelección

Con el apoyo de mayoría del Partido Justicialista en la cámara de senadores, y con la reforma constitucional del año 1994, Carlos Menem se presentó en las  elecciones presidenciales el 14 de Mayo de 1995 y fue reelegido con un 47, 8% de los votos. Este segundo mandato en su gobierno, el cual le daría continuidad a las políticas económicas ya desarrolladas en el primer período, así como a la reforma de Estado, pone de manifiesto la atracción que la figura del líder pragmático había generado en la ciudadanía argentina. La población, que había experimentado la hiperinflación durante los gobiernos anteriores, era cociente de los daños que un proceso inflacionario podría producirle en su vida diaria. “La primera y fundamental batalla que deberá ganar esa economía de emergencia es la batalla contra la hiperinflación. El principal enemigo contra la justicia social es la hiperinflación, que devora salarios y bienestar en millones de hogares argentinos” [Discurso de Carlos Menem, 7/1989 en: Sagrera, 2007)].
La retórica de Menem y su lema “yo ó el caos”, como figura providencial que revertiría el caos social-económico, será un hecho crucial para su reelección ante una sociedad que temía la posibilidad de una revolución. En este sentido, los resultados de la implementación de las políticas neoliberales fueron visibles en la construcción de escuelas, caminos y hospitales, la posibilidad de viajar al exterior, entre otros, etc. pero, y sobretodo; en el control de la inflación y la convertibilidad que aseguraba a la población un contexto de estabilidad.
Sin embargo, en la generación de empleo y en el combate contra la pobreza, el plan de convertibilidad provocaría un efecto distorsionador sobre la economía. La apertura económica y su las importaciones de bienes de consumo, llevarían a la población al endeudamiento tras el consumo desmedido.
Así, la realidad fue cambiando para Carlos Menem en tanto gran parte de la ciudadanía comenzó a sufrir el desempleo, la pobreza y falta de seguros sociales que culminó en una recesión económica. Esta situación, sumada a las denuncias de corrupción que recibiría el Primer Mandatario, hizo que su popularidad decayera. Finalmente, en un enfrentamiento con la oposición y con Eduardo Duhalde, quien en ese entonces desarrollaba sus funciones como Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, el líder carismático presentó la renuncia para su tercera candidatura.

4.1.5. El rol de los medios de comunicación y el Show menemista.

        El neopopulismo menemista introdujo una forma más novedosa de movilización política: las imágenes. De acuerdo al nuevo orden mundial, las redes de comunicación como organizadoras de la globalización, ocuparon (y ocupan en la actualidad) un lugar estratégico en tanto ha ocurrido un  desplazamiento en el espacio público y de la batalla cultural, desde el ágora de hacia los medios de comunicación. De aquí, que el lugar de encuentro entre el líder y las masas ya no será la plaza pública, sino que el caudillo pragmático aparece en  televisión propagando su imagen con una amplia cobertura mediática. Esta ultima, estuvo garantizada sobre todo por la pertenencia de Carlos Menem al Partido Justicialista, el cual, contaba con una gran cantidad de adheridos en la población.
Por otra parte, el personalismo y el perfil carismático de Menem fue llevado al extremo mediante la escenificación que lo situaba en el centro de la política, al tiempo que aumentaba su poder y personalidad a la hora de aplicar las reformas. Tal es así, que este líder y si se quiere, a la inversa; iba él mismo en busca de sus seguidores recorriendo las provincias y zonas rurales del  país a través de su “menemóvil”.
Menem no solo utilizó el canal de televisión pública sino también estaciones de radio, diarios y canales de cable de la Capital Federal para mostrar los resultados de sus políticas a la población. Una vez en el gobierno, los medios de comunicación y, sobretodo, la televisión serían un medio eficaz  para la difusión de las ideas del caudillo en el imaginario colectivo, y para llegar al sentido común de los ciudadanos, aumentando aún más su popularidad.  

Los medios de comunicación, entonces, “resultan ser empresas que proveen al político la escena ideal para buscar representar sus ideas frente a la población, permitiendo manipular ciertos símbolos con una capacidad de amplificación enorme, encontrando al individuo en una posición de intimidad, sin necesidad de que éste tenga que

formar parte de una masa presencial como tiempos pasados, es decir, los de la movilización callejera” (Huerta, Otero y Figueroa, 2009:141). Siguiendo esta idea, la nueva “movilización de las imágenes” como intermediario entre las masas y el líder, refiere a la desarticulación de intereses explicada en el apartado 3 (El nacional-populismo en la región), en tanto Menem, logró limitar el rol de los sindicatos de tradición peronista en la toma de decisiones. Así, en lugar de activar a sus partidarios, fue él mismo quien se movilizó “en busca de sus adherentes, mediante las caravanas y la televisión”, lo que le permitió, en última instancia, reducir al mínimo la presencia de las organizaciones partidarias.
        Por otra parte, Menem se ha distinguido por sus pequeñas excentricidades y una vida pública llena de peculiaridades. Era común ver imágenes del presidente al volante de un Ferrari, que recibía en su residencia a los Rolling Stones o que jugaba al fútbol con su amigo, Diego Maradona. Así, el líder populista se las arreglaba para aparecer como verdadero showman y formar parte de la farándula argentina. Además de aparecer varias veces en los programas junto a Marcelo Tinelli, también incursionó en el automovilismo deportivo, compitiendo asiduamente en Rally en los años '80, con un Peugeot 504 primero y luego con un Renault 18, el que más tarde le cedió a su amigo Juan María Traverso.
         Con su aparición en la escena de la vida pública y en el mundo de la farándula, Menem terminó por inundar todos aquellos espacios donde fue posible aumentar su popularidad y repartir su imagen hasta llegar a conquistar a la clase media argentina con sus performances: juega al futbol, al básquet y se casa con una ex Miss Universo.
Como vemos, el discurso populista como práctica, atraviesa el espectáculo de la política: la campaña electoral, la demagogia de la oferta, y genera una sensación de poder social en los ciudadanos a través de la imagen de comunidad, la cual; muchas veces se asienta sobre ideas antagónicas como la lucha entre el “pueblo” y la “oligarquía”, entre “nosotros” y los “otros”. Éste será el caso de Abdala Bucaram que trataremos a continuación. En el caso de Carlos Menem, como hemos visto en el apartado 3,  la frontera para identificar a sus “enemigos” más difusa.
Por otra parte,  la aparición de líder mesiánico tanto de Menem como de Bucaram llega incluso a referirse a imágenes religiosas, lo que demuestra, en última instancia; el carácter individualizado del liderazgo populista de ambos mandatarios.

4.2. El caso ecuatoriano: Abdalá Bucaram (1996)

Ecuador no sólo fue el primer país latinoamericano que restableció en 1978 el orden democrático, sino también uno de los primeros donde la democracia representativa entró en una seria crisis que perdura hasta la actualidad. En los últimos diez años, el país estuvo gobernado por ocho presidentes, puesto que ninguno de ellos pudo terminar su mandato. La destitución de tres primeros mandatarios por protestas populares comprueba que la “política de las calles” es un poderoso recurso de poder que vincula populismo y democracia. Por tanto, el populismo ecuatoriano es un fenómeno que surge tanto desde arriba (por líderes carismáticos) como desde abajo (por movimientos populares).
Vistas así las cosas, el fenómeno populista, con sus nuevas lógicas sociales, constituye un elemento sin el cual no podría analizarse la realidad de Ecuador. Carlos de la Torre asegura que "la apelación a lo popular y el uso de formas de participación litúrgica no liberal democráticas son parte constitutiva de la modernidad ecuatoriana. Además, no sólo Abdalá usa estos recursos populistas: aunque en forma menos radical, son utilizados por la mayoría de quienes aspiran al poder político" (33: 1996).
Es así que a lo largo de este apartado, intentaremos responder al siguiente interrogante: ¿Cómo es que definimos como populista la gestión de Abdalá Bucaram? Ahora bien, antes de responder, es preciso elaborar un marco referencial y recuperar algunos rasgos del presidente ecuatoriano.

4.2.1. Abdalá Bucaram

Abdalá Bucaram, de origen libanés, nació en el seno de una familia  cuyos miembros tuvieron un papel importante en la vida política de Ecuador. En particular, su cuñado, Jaime Roldós, fue presidente de la República y a causa de su muerte, Abdalá Bucaram formaría el Partido Roldosista Ecuatoriano. Fue su tío Assad Bucaram Elmhalin, quien como líder político, llevó al poder a Jaime Roldós. Cofundador del partido Concentración de Fuerzas Populares (CFP), Assad Bucaram también fue alcalde de Guayaquil y Presidente de la Cámara Nacional de Representantes. Además, su primo Averroes Bucaram fue presidente del Congreso Nacional, y su sobrina Martha Roldós Bucaram fue electa asambleísta constituyente en el 2008 y candidata a la Presidencia en 2009.
Abdalá Bucaram inició su carrea política en 1979 y en 1984 ganó las elecciones para la alcaldía de la de la ciudad de Guayaquil por el Partido Roldosista Ecuatoriano.
Abogado y licenciado en educación física, Abdalá se destacó como deportista ecuatoriano, conformó el equipo olímpico de atletismo en las Olimpiadas de HYPERLINK "file:///E:/w/index.php?title=Olimpiadas_de_Munich&action=edit&redlink=1"Múnich de 1972, y durante su periodo presidencial, fue nombrado presidente del equipo de fútbolBarcelona Sporting Club” de Guayaquil.
Tales hechos demuestran la personalidad particular de Abdalá Bucaram, quien con una actuación tragicómica y moralista, durante su desempeño como Alcalde de Guayaquil publicó "los dieciséis mandamientos de Abdalá", inició una presentación de prostitutas y homosexuales que desfilaron alrededor del Palacio Municipal y más tarde, se dedicó coser las faldas de mujeres con el fin de que no pudieran mostrar sus piernas. Con referencias sexistas, con bailes y canciones, Abdalá se presentó ante los ojos de los sectores marginados como un ejemplo de quien podría superar la pobreza. Así y como veremos más adelante, actitudes como estas le permitieron asumir la exclusión y carencias de los pobres como problemáticas propias.
El escenario del desarrollo de su carrera política no quedaría exento de los hechos que nos llevan a pensar en Abdalá Bucaram como un personaje especial. Tal es así, que durante su desempeño como alcalde de Guayaquil en 1984 fue condenado a cuatro días de prisión por una supuesta difamación en contra del presidente de la república de entonces León Febres Cordero.
Además, en Agosto de 1985 Bucaram se exilió en Panamá en tanto habría acusado a las Fuerzas Armadas ecuatorianas de malgastar el dinero. Sin dejar de participar en la política, retornó a Ecuador en noviembre de 1986. Durante su exilio su imagen política creció y la imagen de reivindicación de las clases populares impulsó el crecimiento del PRE, partido que llevó a su hermana Elsa Bucaram a ocupar la Alcaldía de Guayaquil.
Luego de las elecciones de 1988, Abdalá Bucaram se presentó como candidato a Presidente de la República donde fue vencido por Rodrigo Borja, en ese momento sufrió un nuevo exilio en Panamá. Se culparía a Bucaram de una presunta malversación de fondos por la Contraloría General de la Nación, siendo finalmente amnistiado por el Congreso Nacional, regresó en noviembre de 1990.

4.2.2. La fuerza de los pobres, ¡Un solo toque!

Como hemos visto, el populismo recobra fuerza como posibilidad en un mundo atravesado por el neoliberalismo de los años 90' y en Ecuador, este renacer, será después del triunfo electoral de Abdalá Bucaram Ortiz como su principal representante.
Por otra parte, también hemos visto que podemos aproximarnos al populismo desde diferentes perspectivas y privilegiar (o no) una de ellas. "Una cosa es llamar populista a un movimiento que trata de llegar al poder y otra darle ese nombre a un movimiento ya convertido en gobierno o, simplemente, a la manera de operar de un régimen político en una fase determinada" (J.Nun, 1994:35).
Así, con la intención de dar una aproximación al interrogante planteado en cuanto a cómo es que definimos en términos populistas la gestión de Abdalá Bucaram, es necesario que nos detengamos en el análisis de la práctica gubernamental del mismo.
Después de dos derrotas sucesivas en campañas electorales (1988 y 1992), en 1996 Abdalá Bucaram construyó un sujeto social adecuado para su mensaje: "los pobres", con quienes se identificó, apelando a las tradiciones y a valores populares. Esta actitud sumada al miedo de la sociedad ecuatoriana a una reedición de un nuevo gobierno socialcristiano y con Rosalía Arteaga como candidata a la vicepresidencia de la República (ministra saliente del gobierno de Durán Ballén)  ayudaron a Abdalá Bucaram a obtener votos y llegar a segunda vuelta electoral en competencia con el socialcristiano Jaime Nebot. Bucaram resultó electo con 2'258.458 votos ganando en el 95% de la Republica del Ecuador.
Este caudillo carismático, apeló al pueblo como unidad homogénea en tanto su fuerza electoral serían los pobres. Así, demostrando su capacidad para derrotar a los adversarios, lanzó su campaña con el eslogan “la fuerza de los pobres”, “un solo toque” provocando una gran movilización popular. Podemos decir que Bucaram se las ingenió para vender su discurso a los sectores populares al utilizar la tradicional fórmula ‘pueblo contra oligarquía’. Es así que De la Torre afirma que “las élites modernizantes y las clases altas crearon la imagen de Bucaram como la del 'repugnante otro': la encarnación de todos los valores contrarios a la ‘civilización', a la ‘democracia' y a las `buenas costumbres’” (1996:41).
A pesar de las controversias y oposiciones, Abdalá Bucaram obtuvo un apoyo masivo en su tercer intento por llegar a la Presidencia de Ecuador, desplegando durante su campaña un gran abanico de prácticas populistas, en palabras de Bucaram: “Yo creo ser el pueblo, yo creo ser el indio, el cholo, el negro. Yo los conozco, yo me compenetro con ellos” (www.tropicanafm.com). En relación directa con el pueblo, este seductor demagógico, apareció como un miembro más de los sectores marginados afirmando sus costumbres.
El nuevo presidente ecuatoriano llegaría al poder con un discurso anti-elite característico (como hemos visto) de los líderes populistas que en general por su trayectoria se distinguen del establishment político tradicional. En este sentido, tanto Abdalá Bucaram en Ecuador como Carlos Menem en Argentina gestaron su llegada al poder como outsiders teniendo en cuenta que los padres del primero eran de origen libanés; mientras que al segundo de origen sirio. Ninguno de ellos pertenece a la elite tradicional de sus países, tampoco siguieron carreras militares. Sin embargo, los populistas de su época eran predominantemente de clase media, universitarios y elocuentes, habían viajado al exterior y podían hablar de ‘problemas globales’.
Además, ambos cultivaron una verdadera farandulización de la política. En medio de una época marcada por la ruptura con la forma tradicional de expresión, donde la plaza pública como lugar de encuentro entre el líder y las masas, es reemplazada por el ágora de la asamblea televisiva: Menem aparece jugando al básquet, corriendo en auto y practicando boxeo; por su parte, Bucaram protagonizó un video con el dúo argentino “Los Pimpinela” y con Diego Maradona.
Desde esta movilización mediática y manteniendo el estilo populista, Menem buscaría a sus adherentes con caravanas mientras Bucaram se cortaría el bigote durante una subasta donde recauda casi un millón de dólares para los pobres. Inundando la escena política con su carisma, ambos líderes populistas se dedicaron a realizar campañas publicitarias de masas, dirigiéndose al pueblo sin intervención de las organizaciones lo que a la larga llevó a una desestructuración de las bases sociales; así como también a un deterioro de las instituciones democráticas, como veremos más adelante.
Finalmente, el 5 de febrero de 1997 una heterogénea coalición de sindicatos  de trabajadores   públicos,   grupos   de   interés, el movimiento indígena, organizaciones de industriales, banqueros y comerciantes y partidos políticos de oposición convocaron a un Paro Cívico Nacional; con demostraciones en las calles y en el marco de las protestas transmitidas   directamente   por   televisión el Congreso destituyó al presidente con un argumento legal de dudosa validez: “incapacidad mental”.

4.2.3 Un loco que ama

Para festejar su triunfo electoral Abdalá Bucaram, realizó una gira con el grupo musical Los Iracundos. En Noviembre de 1996, en la última cumbre iberoamericana a la que asistiría, regaló a los presidentes de otros países un disco que contenía 13 canciones cantadas por él mismo, grabado bajo el título "Un loco que ama". Ese año, el espectáculo se instaló en la presidencia de Ecuador. Al llegar al poder,  Abdalá Bucaram, amenazaría de muerte al entrenador Hernán Borillo Borges.
Con actuaciones alocadas, el nuevo presidente mantuvo su imagen retórica al tiempo que atacó a los jóvenes de pelo largo, y al rock, redujo los horarios de lugares de entretenimiento nocturno y prohibió la venta de alcohol los días domingo. Asistía al Congreso vestido de sport y hasta practicó footing fuera de la casa de gobierno con los periodistas detrás de él.
Además de mandatario farandulero, Abdalá Bucaram fue un populista a la vieja ultranza que nada tenía que ver con el contexto en que se vivía. En su oposición a la iglesia, propuso la pena de muerte para los violadores y planteó la castración; a tiempo que prohibía películas que atentaban contra la moral, como La Luna, de Bertolucci.
Sus actos excéntricos como los insultos a periodistas y la aparición de su hijo menor Jacobo en los medios de comunicación, festejando su primer millón de dólares luego de haber estado cinco meses a cargo de las aduanas, llevarían a Bucaram a su caída. Además, el líder mediático tuvo que disculparse ante la escandalosa fiesta que realizó en el Congreso Nacional su hermano, Santiago Bucaram, quien estaba desempeñándose como legislador del país en ese momento: “Quiero expresar mis más sentidas disculpas al pueblo ecuatoriano por una serie de errores que están cometiendo mis funcionarios y aspiro que no vuelvan a ocurrir” (El Universo,Guayaquil, 9/1996 cita en J. Nun).
Durante su práctica gubernamental, Abdalá entregó servicios de teléfono y agua, además de casas y alimentos a un precio menor, todos etiquetados con su nombre. Con esta política clientelar, el líder carismático cooptó sus bases, al tiempo que acusaba a los dirigentes sindicales y a las organizaciones sociales que no aceptaran su política. En este escenario y continuando con las apariciones televisivas, se sancionó la ley de electrificación que permitió la venta de activos del ente estatal de electricidad. Esta ley, fue concertada por sus “enemigos” socialcristianos, con quienes Abdalá habría acordado garantizar la  gobernabilidad de su régimen y prometió apoyar financieramente al alcalde de Guayaquil, Febres-Cordero.
Es así que podemos dar cuenta de la atracción y los límites de Bucaram: “la ambigüedad entre fuertes planteamientos de resistencia popular anti-oligárquicos y la falta de proyectos clasistas para terminar con la oligarquía” (De la Torre, 1996: 23). De esta manera, Bucaram generó un espacio donde gobernaron representantes de los grupos más poderosos del país, al tiempo que se dirigía a los pobres diciendo que lo hacía en favor de ellos. En  sus suscitadas visitas a las provincias, entregó públicamente un millón de sucres a personas con recursos escasos; recursos que provendrían en general de su sueldo o de sus amigos en el gabinete.
Por otra parte, siguiendo a Catherine Conaghan (1995: 221), el Partido Roldosista Ecuatoriano (PRE), presenta importantes características  de formación populista: organización personalista y caudillista, discurso populista y debilidad ideológica.  Comenzando por el primero, si bien el PRE se creó desde la ciudad de Guayaquil para representar los intereses de nuevos empresarios  y de sectores sociales diversos, el origen y desarrollo del partido estuvo claramente supeditado al liderazgo de Abdalá Bucaram. Él creó el PRE como un instrumento para conquistar el poder y ejercerlo, dada la exigencia establecida de afiliación partidista para competir electoralmente.
En estas circunstancias le imprimió un liderazgo caudillista al partido, situándose como autoridad máxima e indiscutida de todas las decisiones del mismo. El  populismo es otro rasgo distintivo del PRE. Así, en sus estatutos se define como un “partido del pueblo y para el pueblo (...) que busca transformar las estructuras sociales y económicas del sistema bajo el marco democrático, para que no existan clases sociales” (arts. 1 y 2).  Su meta fundamental es “triunfar en la gran empresa de la liberación nacional  de las clases marginadas” (art. 4). Esta interpelación al pueblo como sujeto histórico y la tensión con la ideología del establishment caracterizan a su discurso como populista. La habilidad para  recurrir a múltiples ideologías es otra seña de identidad del PRE y de los partidos neopopulistas. De hecho, tanto los analistas como los dirigentes políticos de otros  partidos ecuatorianos tienen dificultades para ubicar ideológicamente al PRE y subrayan su carácter pragmático y su estilo de hacer política populista (como si se tratase de un “show”).
Desde su práctica cotidiana y desde su propio partido, Bucaram desarrolló una propuesta que llevó consigo la aspiración de los pobres. Con intervenciones mediáticas, al igual que Menem, pretendió interpretar los deseos e intereses de la nación, representar a los trabajadores, los jóvenes, así como mujeres y empresarios.
En lo que respecta al régimen social habría reformas que Bucaram no pudo cumplir, tales como la educación básica en 10 años, una red nacional de 1.800 farmacias populares, un programa de salud para un millón ochocientos mil indios, 200 mil soluciones habitacionales y alimentación y protección a 800 mil menores de 18 años. Es así que lo en social, Bucaram no ofreció un perfil claro para el pueblo en general y optó por una propuesta clientelar que produjo un deterioro de la base social. Este caudillo, por ejemplo, no presto profundizó el tema indígena y tampoco ofreció una estructura a las organizaciones sindicales, muchas de las cuales habían prestado su apoyo para su campaña electoral.
Su propuesta social se expresó en una familia ampliada, integrada por los roldosistas y la elite libanesa. Pertenecer a esta “gran familia” creó cierta identidad basada en el intercambio de recursos económicos y simbólicos. Aquellos ocuparían puestos importantes en toda la administración, sean ministerios o consulados; donde muchos miembros del PRE o sus amigos dominarían el gabinete presidencial, al estilo de un nepotismo. Esta opción en lo social, muestra una de las características del populismo,  en tanto el populismo representa una alianza inauditas integrada por la clase media y los sectores más pobres de la sociedad encarnada esta vez,  en la figura clientelar y paternalista de Abdalá Bucaram. Ejemplo de ello fue, como vimos, la entrega de los productos y servicios etiquetados con el nombre del líder. Tarde o temprano, este clientelismo7 , llevaría inevitablemente a una desestructuración de la base social.
Al compás de su escandaloso estilo, Abdalá Bucaram se las arregló para desarticular a sus rivales y envolver nuevos aliados. Incluso, propuso construir un nuevo oleoducto a cargo de la administración extranjera de acuerdo a los representantes del Consenso de Washington donde la figura de Abdalá estaba siendo aceptada en función de su propuesta económica, como veremos a continuación.

4.2.4. El legado Neoliberal y la huella de Domingo Cavallo

Como sabemos, Abdalá Bucaram Ortiz logró convertir sus manifestaciones en enmiendas religiosas e incluso, en encuentros deportivos. Tanto él como Carlos Saúl Menem, conquistaron el escenario deportivo y la farándula como medios novedosos de expresión política. A su vez, ambos llegaron al poder apelando al pueblo, sin una dirección específica de gobierno.
Ahora bien, una diferencia que hemos de destacar es que al llegar Bucaram al poder, no existía en Ecuador la crisis política y el proceso hiperinflacionario que sacudió a la Argentina de Carlos Menem, al menos en la magnitud con la que se dio en ese país. Pero podemos advertir que si bien Bucaram no propuso una clara línea de cómo gobernaría, lo que sí dio a conocer (y esto, a diferencia de Carlos Menem) fue su intención de implementar medidas neoliberales. Tal es así que a pocos días de asumir como Presidente de Ecuador, afirmó: "Yo les pregunto a todos esos genios (ecuatorianos) de la economía: ¿Las medicinas que toman, las descubrieron adentro (del país)? ¿Las operaciones de corazón abierto las descubrimos adentro? No, fue afuera. Es necesario un capitalismo donde las empresas compitan entre sí, dejando de lado la concentración de la riqueza y los monopolios” (El Comercio, Guayaquil, 13/8/1996 cita en De La Torre). De esta manera, con la apertura económica, el objetivo sería beneficiar a pequeños y medianos productores.
El ferviente neoliberalismo de Bucaram se instaló a las pocas horas de su triunfo electoral y ello se vio plasmado en la conformación de su cuerpo económico, protagonizado por el gerente del Banco Central y otras figuras poderosas, en su mayoría empresarios fundamentales del proyecto económico vigente.
Es en este escenario y siguiendo su política carnavalera, donde Bucaram se dedicó a continuar con la apertura comercial y la política económica liberal. En aquella época, un diario argentino publicó un artículo con el titular: “El presidente Abdalá Bucaram aseguró que es necesario contar con asesores extranjeros (…) para diseñar los planes económicos de su país.” (Clarín, Argentina, 19/8/1996). Así, el líder ecuatoriano defendió la necesidad de contar con asesores extranjeros para diseñar la política económica de su gobierno.
Sucesos como este, parecen ser propios de un país como Ecuador, donde las clases dirigentes necesitan reivindicar sus decisiones con algún razonamiento tomado desde afuera, al preferir lo fabricado en cualquier otro país que no sea el propio.
Por otra parte, en ese mismo artículo; Bucaram afirmó: Tienen que irse acostumbrando a Cavallo y a algunos otros “Cavallos” que vengan por acá”. Es así que Domingo Cavallo, ex-ministro de Economía de Carlos Saúl Menem, llevó su idea a la República de Ecuador y fue contratado por Abdalá Bucaram como asesor personal. El plan de Cavallo de imponer la convertibilidad monetaria en Ecuador (tal como lo había implementado en Argentina en 1991) consiste en fijar el precio de la moneda nacional a la del dólar, a través de una caja de conversión que contendría un monto en la divisa estadounidense equivalente o mayor al del dinero circulante, como respaldo. En otras palabras, lo que se intentaba hacer era dejar en libertad la circulación del dólar evitando la inflación y lograr por lo tanto, un mejor respaldo a la política exterior. La idea era, en definitiva; dolarizar la economía. Cabe destacar que hubo otros ajustes anunciados en el plan económico de Abdalá Bucaram, de los cuales muy pocos llegaron a aplicarse.8
El plan de convertibilidad entre el sucre y el dólar planteado por Domingo Cavallo habría servido para tranquilizar a los agentes económicos, en cambio; la prensa ecuatoriana, lo rechazaría en tanto conocían los resultados de dicho plan en Argentina: había salvado la hiperinflación pero no logró superar la recesión.9
Sin entrar en detalles acerca de las consecuencias que trajo consigo la aplicación del ajuste estructural en Ecuador, que fueron visibles sobretodo en el período del presidente sucesor, Jamil Mahuad; lo que ciertamente nos interesa saber es: ¿Qué implicancias tiene la política neoliberal sobre el carácter populista de Abdalá Bucaram? Y ello en la medida en que, como hemos visto; es la variable socioeconómica la que tarde o temprano, nos permite distinguir el proyecto populista clásico del neopopulista, en tanto este último, abandonó el intervencionismo económico del Estado para aplicar las políticas económicas de corte neoliberal. Sin embargo y a pesar de los cambios en el contexto socio-económico, político y cultural, recordemos también que este nuevo populismo no deja de presentar ciertas características del populismo clásico como ha de ser una limitada participación y representación políticas, una construcción débil de ciudadanía, un sustrato clientelar en la política nacional, etc. sumado al carisma, dedicación a las masas y el personalismo del líder.
La aplicación del neoliberalismo en Ecuador como modelo de desarrollo económico combinado con las actuaciones alocadas de Abdalá Bucaram y su identificación con los pobres, hizo posible la consolidación de un nuevo modelo de concentración de la riqueza. Más bien, la política populista del nuevo líder le sirvió como una herramienta para profundizar el neoliberalismo en Ecuador.
La primarización, la desindustrialización, la flexibilización laboral y en general, la informalización de la economía que trae aparejada este modelo de desarrollo económico, condujo inevitablemente a una mayor pauperización de los sectores populares y en consecuencia, a una creciente centralización del poder. Por tanto, en lo que respecta al régimen económico y sin dejar de lado el tradicional discurso “pueblo versus oligarquía” al calor de un marco internacional signado por la globalización, Bucaram terminaría adecuándose a las políticas neoliberales e incluso, profundizándolas. Dadas así las cosas, parecería ser que las el modelo de desarrollo neoliberal encontraría facilitada su viabilidad en Ecuador y en la Argentina, a través del caudillismo de Abdalá Bucaram y de Carlos Menem; respectivamente. Existen de hecho, muchos autores caracterizan al neopopulismo como fenómeno adecuado al neoliberalismo en su intento de favorecer a los sectores focalizados en riesgo.

 

5. Consideraciones Finales

Luego de haber indagado sobre las características que el populismo supone, y tras haber desarrollado el caudillismo carismático de  Carlos Menem y de Abdalá Bucaram, lo que nos interesa ahora analizar es una de las consecuencias más características del neopopulismo: el deterioro de las instituciones democráticas. Para ello, deberíamos profundizar el interrogante ya planteado: ¿Es el populismo, una parte constitutiva de la democracia o una desviación?
Muchas veces, al hablar de populismo nos referimos a él como fenómeno democratizador e incluyente; pero, ¿Hasta qué punto? Según Carlos de la Torre, el populismo "tiene significados ambiguos para la democracia" (1996: 37) en tanto que por un lado se presenta con un discurso renuente a un proyecto modernizador excluyente, pero; por otro lado, el líder expresaría dicha resistencia mediante su discurso apelando a los pobres y al pueblo como postulación de la nación en su conjunto. Sin embargo, esta construcción no permite la articulación de intereses de la sociedad.
Los líderes populistas pretenden trasladar la democracia de las instituciones a las calles y/o a los espacios mediáticos directos. En este punto, tanto Menem como Bucaram fueron expertos en el uso de imaginarios discursivos populistas y también en actitudes desafiantes (expresadas en su discurso maniqueo) como fue su lucha por llegar al poder y en su desempeño en la administración pública.
Hasta cierto punto, y como hemos afirmado al comienzo de nuestro trabajo, el populismo latinoamericano revela el fracaso de la democracia representativa presente en  América Latina y sugiere otro tipo de democracia: una “democracia delegativa”, en términos de Guillermo O‘Donnell, donde el gobernante afirma  “encarnar el conjunto de la nación, sus anhelos e intereses, sin sentirse obligado ni exigido a rendir cuentas a las demás instituciones del Estado ni organizaciones privadas o semiprivadas; más aún considera al Congreso y al Poder Judicial como ‘incomodidades' u obstáculos para imponer las necesarias políticas y reformas neoliberales” (1992: 98)
De acuerdo a lo que hemos visto, la práctica gubernamental bajo un caudillo carismático como Bucaram, con estilo retorico, siguió una opción económica aperturista acorde al marco internacional donde las privatizaciones, concesiones o capitalizaciones aparecieron como solución a la escasez de recursos fiscales. Así sucedió, por ejemplo, con la aplicación de la desregulación laboral o la privatización del petróleo. Tales medidas, en lugar de contribuir al desarrollo de las organizaciones sociales, las debilitan. Podemos citar a la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), que estaría viendo desdibujada su actividad tradicional en detrimento del reciente Ministerio de Etnias ecuatoriano.
Por su parte, Menem sumergido en un contexto de crisis hiperinflacionaria crisis abrió el espacio para cumplir con ciertas reformas estructurales. Su poder se expresó a través de los numerosos decretos de necesidad y urgencia dictados sin la cooperación del congreso. Esta tendencia se debió por tanto al resurgimiento del populismo a la vieja ultranza hacia la década de los 90’ en un momento marcado por la crisis económica y social,  que dio como resultado la figura de un Presidente más fortalecido y  transformado en el símbolo de la nación.
Algo que también resulta interesante destacar, es la relación vertical-clientelar que desarrollaron ambos lideres populistas. Esta relación, hace reforzar la desigualdad existente en una sociedad, en dos sentidos. En primer lugar, el clientelismo,10 se caracteriza por distribuir bienes o servicios a individuos y grupos singulares, al margen de criterios generalistas. Fomenta, pues, el particularismo. En palabras de Bucaram: “tú me das tu voto, yo te doy una escuela; tú me das tu voto, yo te doy la libertad; tú me das tu voto, yo  te doy salud...” mientras que Menem concentraría alianzas con los dirigentes sindicales y obtendría su apoyo mediante la entrega de prebendas. En segundo lugar, una estructura clientelar dificulta el establecimiento de relaciones horizontales y de cooperación entre los que ocupan la posición inferior, y más desfavorecida, de la estructura clientelar (los clientes), lo que inhibe la acción colectiva de éstos en pro de sus intereses y  lleva también a un deterioro de las instituciones democráticas.
Apelando a la fuerza de los pobres e identificándose como uno más de ellos, Abdalá Bucaram sintetizó una forma particular de atraer a los sectores populares. Ahora bien y de acuerdo a lo tratado anteriormente, ¿Se agotaría, lo social, en sus discursos o tendría una aplicación práctica? Lo que ciertamente se intentaría hacer sería “vaciar” las organizaciones de la sociedad en tanto la mayoría de los organismos de control del Estado se vieron copados al tiempo que el  Congreso Nacional vio limitar el desarrollo de sus actividades. En este escenario, la justicia sufre una subordinación al poder del Estado hasta llegar a su anulación, muchas veces en el intento de negociar con los socialcristianos. Este accionar está destinado a concentrar el poder en un sola persona: el presidente, tal como lo hizo Menem.
Vemos así que los líderes populistas han tendido a manipular al pueblo, desarticulando las instancias de control democrático, de-institucionalizan, concentran el poder y no ofrecen derechos sino favores. Esto tiende a  debilitar las instituciones democráticas y su función mediática. Además, tanto Menem y Bucaram, se encargaron de intentar controlar el “cuarto poder”: los medios de comunicación.
Sin embargo, en ninguno de los casos, podemos equiparar el populismo con el autoritarismo. Los presidentes han sido democráticamente elegidos, han tenido el apoyo popular y fomentan la inclusión política y social de los marginados. Pero tampoco han respetado es su totalidad los espacios  democráticos. Prefieren el liderazgo presidencial y lealtades personales antes que instituciones democráticas y rechazan la democracia representativa. Identifican “su democracia” con el líder que une y representa los intereses del pueblo y la “democracia de los otros” con las instituciones liberales y los intereses de la élite. Con este discurso profundizan la brecha política, fomentan la polarización y excluyen a sus enemigos u opositores de su proyecto.
Es esta práctica, de imponer en vez de negociar un proyecto político y la concentración de poder en manos del presidente, que les sitúa cercanos al autoritarismo sin salirse del marco democrático formal. Su defensa de un proyecto hegemónico y excluyente les sitúa en el amplio espacio entre la democracia y el autoritarismo. 
¿Podremos definir, entonces, el neopopulismo en América latina como democracia electoral sin Estado de derecho?

 

 

* Carrera de Ciencia Política (UBA)

 

FUENTES BIBLIOGRAFICAS

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1 Schmitter (1997:243) señala que entre el regreso a la autocracia y el progreso hacia la  democracia hay dos alternativas: un ‘régimen hibrido’ que combina elementos de democracia y autocracia, y una democracia persistente pero sin consolidar.

2 Veáse Leiras ,2008.  y Cavarozzi, 1991.

3   El Plan Austral comprometía al gobierno a no realizar nuevas emisiones monetarias, además; se congelaban los precios de los productos, los salarios y se daba vida a una nueva moneda, el Austral que equivalía a 10.000 pesos argentinos y tenía paridad con el dólar.

4 Veáse Acuña ,1994.

5 Sobre el modelo de acumulación y las reformas estructurales y en la Argentina, véase Basualdo. E., 2001.

6 Sobre el sindicalismo y su relación con Menem, véase Novaro y Palermo, 1996.

7 Reestructuración de la deuda privada y la reinserción al mercado internacional mediante una emisión de bonos; equilibrio fiscal obligatorio mientras el saldo de la deuda internacional equivaliera por lo menos al 45% del PBI; fondo de reserva del petróleo; reducción del impuesto a la renta; abolición del impuesto al ahorro; reestructuración de petroecuador por medio de concesiones; fiscalización a la venta del petróleo; flexibilización laboral, revisión de la contratación colectiva, aprobación de la contratación laboral por horas; concesión de aeropuertos, vías y rutas.

8 En Ecuador, a diferencia de lo ocurrido en Argentina, antes de la dolarización se devaluó el sucre un 500% en una semana.  Jamil Mahuad reconsideró que la economía del país debía modernizarse y que el problema fundamental de la economía ecuatoriana era su moneda débil y la mala administración de las exportaciones y el petróleo. Así, siguiendo el programa de Cavallo del establecimiento de una convertibilidad monetaria, privatizó el petróleo.

9   El clientelismo es quizás la expresión más conocida de la informalidad política. Se
trata de una relación política altamente jerárquica entre un “patrón” y un “cliente”,
que intercambian bienes y servicios políticos de diverso tipo, por ejemplo respaldo
electoral a cambio de dinero o promesa de empleo