Revista Nº11 "INSTITUCIONES Y PROCESOS GUBERNAMENTALES VII"

Resumen
El presente trabajo sobre el liderazgo de De la Rúa (1999-2001) permite evidenciar la relación entre un líder y el contexto histórico en el que se desenvuelve. A lo largo del trabajo descubrimos que la relación no es determinante en sentido unívoco sino recíproco y complejo. En el presente caso, la combinación del liderazgo débil con el agravamiento de los condicionamientos, produjeron una “crisis total” sin precedentes.
Palabras clave: De la Rúa - crisis - liderazgo - Argentina - Alianza

Abstract

The following analysis of De La Rúa (1999-2001) leadership shows the relationship between a political leader and his context. We found that this relation has not an only way but it is a complex one. In the present example, a weak leadership joined to the aggravation of the existence problems and finally caused an unknown “total crisis”.

Key words: De la Rúa – crisis – leadership – Argentina - Alliance

 

De la Rúa: “Un liderazgo débil en tiempos de crisis” (1999-2001)

                                                                Por Danilo Degiustti1

 

Introducción

Este trabajo pretende analizar el liderazgo de Fernando De la Rúa, durante su breve pero intenso período como Presidente de la Nación Argentina, entre el 10 de diciembre de 1999 y el 20 de diciembre de 2001. Se considerarán  los aspectos teóricos de todo liderazgo político para a partir de allí definir el perfil específico de su liderazgo. Este tema es significativo para arrojar luz sobre la incapacidad de De la Rúa para hacer frente a los condicionamientos contextuales que derivaron en la crisis general de 2001.
A partir de este desarrollo se plantea el interrogante de si De la Rúa era el tipo de líder adecuado para ese contexto  de crisis de 1999. En el desencadenamiento de la crisis de 2001, ¿Qué responsabilidad le cabe al tipo de liderazgo de De la Rúa? Y ¿cuál es la incidencia del contexto socio-económico?

1.1 Contexto histórico

La década de 1990, signada por el menemismo, había evidenciado una flexibilización de los partidos políticos y la emergencia de liderazgos fuertes relacionados con la población a través de los medios de comunicación masivos.  Carlos Menem, durante su presidencia (1989-1999), se había convertido en el máximo exponente de esta nueva tendencia, que lentamente se convertiría en hegemónica dentro de la política nacional.
En el plano económico las reformas de corte neoliberal (flexibilización laboral, liberalización económica, privatizaciones y convertibilidad) llevadas a cabo por Menem y el ministro de Economía, Domingo Cavallo, terminaron instalándose como las nuevas reglas de juego y fueron aceptadas por la mayoría de la sociedad. De esta forma, ni siquiera los principales partidos opositores criticaron las bases del nuevo modelo económico.
En fin, la resignificación de la historia a partir de una bisagra en el año 1989; las grandes reformas del Estado, bajo la emergencia económica y la convertibilidad; la reestructuración del plano jurídico a través de la reforma de 1994; y el liderazgo neodecisionista, terminaron por establecer una nueva matriz ideológica que impactó tanto en la sociedad como en la dirigencia política (LEIRAS: 2007).
Sin embargo esta “modernización” de acuerdo al Consenso de Washington, luego de un repunte económico durante el primer mandato (1989-1995), produjo una fuerte desindustrialización, el aumento de 100.000 millones de la deuda externa y culminó en una recesión prolongada a partir de 1998 por el impacto de las crisis rusa y brasilera. Esto produjo graves consecuencias sociales, ya que si bien la hiperinflación fue superada, el nuevo modelo traía hiperdesocupación. (Anuario Clarín: 1999-200).

2. Marco Teórico
El liderazgo político, llamativamente, no suele ser un concepto muy desarrollado dentro de la ciencia política. La caracterización analítica de este concepto aún se encuentra en estado embrionario.  En cambio, es mucho más común encontrar trabajos biográficos sobre liderazgos específicos, generalmente presidentes, pero sin presentar una definición teórica que nos permita entender de qué hablamos cuando hablamos de liderazgo político. Los trabajos de Weber sobre caudillaje y liderazgo carismático no han sido debidamente actualizados. En la actualidad la especificidad del liderazgo ha quedado oculta detrás de la temática del populismo o reducida a las mediciones de las encuestas de opinión en el marco de una campaña electoral.
Por eso creo necesario, para encuadrar este estudio de caso, hacer referencia a la conceptualización analítica de liderazgo político que desarrolla Blázquel Vilaplana en relación a las siguientes variables:
1. - Las características personales: aquellas que lo hacen sobresalir, ya sean por su capacidad oratoria; por el poder de seducción; por el poder y la facilidad de adaptación; atractivo personal, etc.
2. - Las circunstancias políticas, sociales y personales: tanto del personaje analizado, formación ideológica y política, como de la sociedad en la cual desarrolla su actividad política y el momento histórico en la que ésta se encuentra (transición; dictadura; democracia consolidada; etc.)
3. - Los condicionamientos: aquellos aspectos que determinan el que actúe de una manera u otra, tales como situaciones de crisis; luchas internas de partido; procesos de renovación; etc. Sin olvidar aquí, el factor suerte o fortuna.
4. - Las necesidades políticas: las situaciones y capacidades que definen qué es necesario en cada momento histórico, social, económico, político, etc. las cuales van a venir determinadas por la capacidad del líder para adaptarse a los cambios y a las dificultades que se le pueden plantear, tanto en el ámbito interior como exterior. Lo que también se conoce como visión política.
Estos aspectos deben ir intrínsecamente unidos a dos temas de especial relevancia en todo análisis sobre el liderazgo político en la sociedad contemporánea: a) el partido político con el cuál se identifique el líder del cual forme parte; b) el acceso y relación con los medios de comunicación, elemento determinante en la sociedad de la información en la cual nos insertamos. (BLÁZQUEL VILAPLANA: 2002, 3-4)
A este análisis debemos agregar la distinción conceptual entre líder y liderazgo. Un líder político es aquel sujeto particular investido de poder de decisión, mientras que el liderazgo es la relación que el líder activa para resolver una determinada cuestión. Este contenido relacional del liderazgo evidencia que el líder se desenvuelve en un contexto histórico, que determina más o menos su accionar (LEIRAS: 2003, 46-47).
A partir de esta base teórica es posible abordar el estudio de caso sobre el liderazgo de Fernando De la Rúa con mayor sustento.

Un marco general sobre todo el gobierno lo encontramos en el artículo de Leiras y el libro de Saborido. Para adentrarnos en el análisis sobre la coalición de gobierno y los partidos políticos miembros resulta esclarecedor el trabajo de Marcos Novaro. A su vez el paper de Gervasoni es clave para comprender la interrelación entre la crisis económica y política. El trabajo de Felder permite abordar las políticas económicas. Los artículos periodísticos de distintos diarios y el libro de Rosendo Fraga aportan en la comprensión de la coyuntura y la personalidad de De la Rúa. Finalmente el trabajo de Bonvecchi sobre los distintos análisis que se hicieron de la crisis nos será útil para abordar nuestra pregunta principal, a saber, cuál fue el rol de De la Rúa y cuál el del contexto en el estallido de la crisis de 2001.

3. Biografía y personalidad

Fernando De la Rúa nació en Córdoba el 15 de septiembre de 1937. Se recibió de abogado a los 21 años en la Universidad Nacional de Córdoba, con medalla de oro. De joven comenzó a militar en la Unión Cívica Nacional (UCR). En 1973 su nombre llegó a la escena nacional cuando el 23 de setiembre fue candidato a la vicepresidencia de la Nación como compañero de fórmula de Ricardo Balbín enfrentando al binomio Juan Perón - Isabel Perón. Ese mismo año, ganó una banca de senador por la ciudad de Buenos Aires, en elecciones directas, frente a Marcelo Sánchez Sorondo, del FreJuLi. Su mandato duró sólo tres años, ya que en marzo de 1976 se produjo el golpe de Estado a María E. Martínez de Perón. Desde el Senado, siendo el cuadro político más joven de la UCR, De la Rúa fue la expresión del resguardo de las formas republicanas y del respeto a las garantías individuales. “Cauteloso y ante las encrucijadas, titubeante, De la Rúa mantuvo un estilo entre la prudencia y la duda permanente. Así en el principio de su carrera parlamentaria, como en el final, veintitrés años después.” (VIDAL: 2001).
En 1983, frente al llamado a elecciones democráticas, disputó la interna presidencial de la UCR frente a Raúl Alfonsín. Representando a la corriente balbinista, De la Rúa fue derrotado contundentemente. Sin embargo, en las elecciones del 30 de octubre de 1983, ganó nuevamente una banca como senador por la Capital Federal frente al candidato justicialista Carlos Ruckauf. Durante su mandato, que culminó en 1989, fue presidente de la Comisión de Asuntos Constitucionales y acompañó la gran mayoría de las decisiones del gobierno de Alfonsín. No obstante luego de la derrota de Angeloz y los saqueos, le quitó su apoyo al gobierno.
En 1989 triunfó nuevamente en las elecciones a Senador por la ciudad de Buenos Aires, pero no pudo acceder a su banca por un acuerdo en el Colegio electoral entre la UCeDe y el PJ. El apoyo del electorado porteño hacia De la Rúa era incuestionable y además era el presidente del Comité Capital Radical. Fue elegido diputado en 1991 y se desempeñó como jefe de bloque de la UCR. No obstante tuvo un papel titubeante cuando estalló el escándalo de los "diputruchos", el 26 de marzo de 1992. En abril de ese año, en un contundente discurso, se opuso al cierre del Parlamento peruano impuesto por Alberto Fujimori. (VIDAL: 2001).
En 1993 volvió a ser electo como Senador por la Capital Fedral, con más del 50% de los votos. En 1994, luego del pacto de Olivos entre Menem y Alfonsín, De la Rúa representó a la corriente radical que se oponía tanto al pacto como a la Reforma Constitucional. Sin embargo, la nueva Constitución abrió la posibilidad de un paso importante en la carrera de De la Rúa, al declarar la autonomía de la Ciudad de Buenos Aires. En junio de 1996, con el 40% de los votos, De la Rúa fue electo Jefe de Gobierno de la ciudad. Asi, luego de una extensa trayectoria en el ámbito legislativo, ahora asumía posiciones ejecutivas. Por el hecho de ser el primer gobierno autónomo se aplicaron vastas reformas y se crearon gran cantidad de organismos para acatar lo establecido en la Constitución Nacional reformada y en la nueva Constitución de la ciudad.
En 1997 la UCR y el FrePaSo, a través de sus dirigentes Raúl Alfonsín, De la Rúa, Rodolfo Terragno, Chacho Álvarez y Graciela Fernández Meijide, conformaron la Alianza por el Trabajo, la Justicia y la Educación. En las elecciones legislativas de 1997 la Alianza se impuso a nivel nacional y logró una gran cantidad de bancas. Así, se imponía como protagonista para las elecciones generales de 1999. Para determinar su candidato, en 1998 se realizaron internas abiertas entre un precandidato de la UCR  y otro del FrePaSo. Fernando De la Rúa, como presidente del Comité Nacional, fue el elegido de la UCR mientras Fernández Meijide  representó al FrePaSo. Finalmente, De la Rúa se impuso con el 62% de los votos, asumiendo la candidatura presidencial en una fórmula compartida con Chacho Álvarez. La campaña presidencial fue muy intensa y efectiva por parte de la Alianza. Los spots televisivos, centrados en la personalidad del candidato, generaron un efecto muy positivo en los electores. En uno de ellos, De la Rúa admitía “Dicen que soy aburrido”. Su publicista, Ramiro Agulla, explicaba el efecto buscado: “Era mostrar a un tipo capaz de hablar de lo que sea. Hablaba con honestidad. Y si se pensaba que De la Rúa era un tipo que dudaba, era mejor tener a la gente pensando que no, que es aburrido. Porque se puede ser presidente y aburrido, pero no se puede ser presidente dubitativo o débil.” (Mochkofsky: 1999).
El 24 de octubre de 1999 la Alianza, con la fórmula De la Rúa-Álvarez, se impuso con el 48.5% de los votos frente al  38.1% del PJ con la dupla Duhalde-Ortega. El 10 de diciembre De la Rúa asumió como presidente de la Nación.

4. Contexto político y social

El contexto de fines de la década del ´90 combinó en Argentina los siguientes factores: estabilidad democrática, baja calidad institucional, corrupción e inequidad social. La Alianza prestó atención a estos temas y los convirtió en ejes de su propuesta programática. Se presentó como un cambio moderado. En materia económica proponía bajar el desempleo y combatir la exclusión social, pero dentro del régimen de convertibilidad, con todo lo que ello implicaba. En cuanto a la calidad institucional prometía transparencia en la gestión, combatir la corrupción, respetar la independencia de poderes y revitalizar la participación ciudadana.

4.1 La exclusión social

En el año 1999 se alcanzó la peor distribución de la riqueza, superando incluso las cifras de la hiperinflación de 1989. En Capital y Gran Buenos Aires el 20% de las personas más pobres recibía sólo el 3.9% de los ingresos, y el 20% más rico el 55.2%, es decir 14 veces más (Anuario Clarín: 1999-2000, 108-109). Para fines de 1999 se estimaba que la pobreza en el Gran Buenos aires alcanzaba al 32.4% de sus habitantes, en su mayoría menores de edad.
Las características del modelo económico también se reflejaban en el desempleo, que para agosto de 1999 alcanzaba el 14.5% de la PEA. A esto hay que sumarle otro 14.9% de subocupados. Además, el 40% de los asalariados trabajaba en negro, sin ninguna protección social y con salarios subvaluados (Anuario Clarín: 1999-2000, 106-107). A este panorama desolador hay que agregar que durante los ´90 también se agravó la situación de los trabajadores en blanco mediante la reducción de beneficios sociales y la creciente flexibilización laboral.
Como vemos, la situación social en la que debía asumir la Alianza era muy negativa y no tenía perspectivas de resolución dentro del modelo económico vigente. Luego de un período inicial de gracia, el gobierno debería brindar resultados económicos para aplacar la conflictividad social.

5. Los condicionamientos

A lo largo del gobierno de Fernando De la Rúa se hicieron evidentes distintos aspectos que condicionaron estructuralmente, en mayor o menor grado, su capacidad de liderazgo.

5.1 La situación económica

El gobierno de De la Rúa, a raíz de la recesión del año 1999, dispuso de una muy escasa libertad de maniobra para corregir e intervenir sobre el rumbo económico. Las últimas medidas del gobierno de Menem contribuyeron a complicar la situación: aumentó el endeudamiento y el gasto público (con un déficit de 10.000 millones para el año 2000), asumió compromisos a largo plazo con empresas, gobernadores y sindicatos, y aprobó la “ley de responsabilidad fiscal”, que estableció un compromiso para reducir progresivamente el déficit (NOVARO: 2003, 86).
La pesada herencia económica quedó expresada por De la Rúa en su discurso inaugural ante la Asamblea Legislativa, el 10 de diciembre de 1999: “La situación es peor que la anunciada por el gobierno saliente, que habla de un orden financiero que no existe” (Anuario Clarín: 1999-2000, 61)
El modelo económico neoliberal, la convertibilidad y el crecimiento de la deuda externa habían hecho de Argentina un país vulnerable al sector externo y a las crisis internacionales, como la del Tequila en 1994/5 y las crisis rusa y brasileña de 1998/9. Por estos motivos, nuestro país entró en recesión a mediados de 1998. La devaluación del real profundizó la caída de la producción argentina.
El aumento del riesgo país obligaba a refinanciar la deuda a intereses más altos. En el año 2000 los intereses de la deuda bordeaban el 15% del presupuesto nacional, mientras en 1990 eran de apenas el 5%. A pesar de la extensión de las privatizaciones, durante la década del 90 el endeudamiento creció en 100.000 millones. Por eso, los acreedores y los organismos internacionales de crédito no tardaron en presionar a De la Rúa. Rápidamente reclamaron seguir con la política de ajuste neoliberal llevada adelante por el menemismo, pero con menos corrupción y más eficiencia. Las consignas del Fondo Monetario Internacional (FMI) para negociar con el gobierno de De la Rúa fueron: flexibilidad laboral, equilibrio fiscal (tanto para la Nación como para las provincias), apertura de la economía y saneamiento de las cuentas públicas (Anuario Clarín: 1999-2000, 95-97).

5.2 Gobierno dividido

El contundente triunfo de la Alianza en las elecciones generales de 1999 no se vio expresado en la composición parlamentaria. En la Cámara de Diputados la Alianza era la primera minoría ya que contaba con 127 miembros de un total de 257. De esta forma quedaba cerca del quórum propio, que requiere 129 bancas. Sin embargo, en la Cámara de Senadores, todavía no electa por voto directo, la situación era adversa. El Partido Justicialista contaba con 39 senadores, mientras que la Alianza sólo 22, sobre un total de 72 (LEIRAS: 2003, 53).
La oposición que tenía el nuevo gobierno en el Senado iba a ser determinante en el futuro, ya que dificultaba convertir en ley las iniciativas presidenciales. Asimismo, De la Rúa ya no podía apelar al decreto constantemente como Menem, ya que la calidad institucional y la crítica al decretismo habían sido pilares de la campaña de la Alianza. 
A nivel provincial, el PJ mantenía su predominio en 15 provincias, incluyendo distritos decisivos como Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba. Por su parte, la Alianza gobernaba  en siete distritos: la Ciudad de Buenos Aires, Entre Ríos, Mendoza, Catamarca, Chaco, Río Negro y Chubut.
La conformación de la Corte Suprema de Justicia, por su parte, ya no iba a brindar la “mayoría automática” de la que disfrutó Menem. También el nuevo gobierno debía convivir con la oposición peronista del sindicalismo y la CGT.

5.3 Relación entre el líder y la coalición

La relación de De la Rúa con los partidos de la coalición fue desde un principio conflictiva. Una de las causas es que la Alianza no avanzó en el fortalecimiento institucional, sino que se reducía a sus cinco miembros fundadores. La Alianza, luego de ser una solución electoral, se transformó en un problema de gobernabilidad. Era la primera vez en la historia argentina que un presidente llegaba al poder a través de una coalición.
En el interior de la UCR la disputa fue entre De la Rúa y Alfonsín. El primero, seguidor de Balbín y representante de la visión más conservadora, tenía contrapuntos en materia económica con el segundo, de extracción socialdemócrata. De la Rúa, a fin de ganar autonomía, se alejaba cada vez más del sector alfonsinista del partido, llegando a un peligroso aislamiento. El nuevo presidente tenía un estilo extremadamente reservado y desconfiado (NOVARO: 2003, 84-85). Además durante todo el gobierno de De la Rúa el presidente del Comité Nacional del radicalismo fue Raúl Alfonsín. Así el líder del gobierno no era a su vez el líder partidario, algo extraño en el Argentina desde la recuperación democrática.
La relación con el FrePaSo pasaba exclusivamente por el vínculo personal, también inestable y conflictivo, entre De la Rúa y Chacho Álvarez. La Alianza carecía de mecanismos institucionales para dividir el poder y elaborar políticas de consenso.
El primer gabinete iba a demostrar que no era fácil el traspaso de una exitosa herramienta electoral a una verdadera coalición de gobierno. Dentro del gabinete se destacaban tres sectores:
- El FrePaSo, representado por Graciela Fernández Meijide y Alberto Flamarique en los ministerios de Acción Social y Trabajo, respectivamente.
- La UCR, personificada en Federico Storani, Ricardo Gil Lavedra, José Luis Machinea y Ricardo López Murphy, en los ministerios del Interior, Justicia, Economía y Defensa. Se destaca en este sector el jefe de Gabinete, Rodolfo Terragno.
- El entorno presidencial, conformado por Adalberto Rodríguez Giavarini en la cancillería, Nicolás Gallo en el ministerio de Infraestructura  y Vivienda, Héctor Lombardo en Salud y Jorge De la Rúa en la Secretaría General de la presidencia. Cabe destacar también la presencia de Fernando de Santibañez en la Secretaría de inteligencia. Finalmente, Juan Llach ocupó la cartera de Cultura y Educación.
Este gabinete reprodujo la heterogeneidad de la Alianza, pero nunca llegó a funcionar como una unidad articulada. Salvo por el equipo económico, los ministerios “reprodujeron en su interior la yuxtaposición de representantes de las diversas fuerzas (...), amplificando una tendencia al internismo que derivó al poco tiempo en inmovilismo.” (NOVARO: 2003, 87). A esta situación debemos sumar el aislacionismo del presidente y la irrelevancia de la Jefatura de Gabinete para marcar un rumbo claro y unívoco.

6. La visión política

En este apartado abordaremos las decisiones que toma el líder político para hacer frente a los condicionamientos y problemas que se le plantean a lo largo de su mandato. En el caso de De la Rúa los condicionamientos no pudieron ser solucionados y generalmente fueron agravados con el correr del tiempo.

6.1 Las primeras medidas económicas

Durante la campaña electoral De la Rúa ya había garantizado la continuidad del régimen de convertibilidad. Es más, esta era la única política económica clara de la Alianza desde un principio. La convertibilidad era un factor muy difícil de cambiar, sobre todo por tres aspectos: a) la gran popularidad de la paridad 1$=1u$s en la opinión pública, poniendo fin a la inflación; b) la alta dolarización de los depósitos y de los pasivos, tanto públicos como privados; c) la oposición peronista en el Senado y la presión de los grupos económicos financieros y de servicios, locales e internacionales.
La primera medida económica del gobierno fue un paquete impositivo con una fuerte presión sobre el consumo y los ingresos, afectando sobre todo a la clase media, donde paradojalmente se concentraba la mayor parte del electorado de la Alianza. Según los funcionarios de Economía, esta medida llevaría tranquilidad a los mercados y le permitiría continuar con los programas del FMI.
Mario Vicens, secretario de Hacienda, afirmaba el día de asunción de De la Rúa: “El ajuste es el único camino que hay para reactivar la economía” (Clarín, 10 de diciembre de 1999, 32). En abril de 2000 se anunció un ajuste fiscal que incluyó el recorte salarial a empleados públicos; el aumento de los impuestos al consumo; la eliminación o fusión de algunas dependencias estatales; la paralización de obras de infraestructura; y la eliminación de varios programas de asistencia social. Este ajuste, más que impulsar la recuperación económica, agravó la recesión, reduciéndose también los ingresos fiscales. El déficit aumentaba y la desconfianza  sobre la capacidad de pago del país obligaba a refinanciar la deuda a intereses crecientes (FELDER: 2007).

6.2 Sobornos en el Senado

El hecho de no tener una mayoría partidaria en el parlamento, sumada a la tensa relación con los propios partidos de la coalición, dificultaba a De la Rúa la tarea de transformar sus proyectos en ley. Por estas razones, la sanción en el Senado de la ley de Reforma Laboral en abril del 2000 generó rápidamente suspicacias.
La flexibilización laboral buscaba aumentar la competitividad de la producción nacional, ante la imposibilidad de alterar la tasa de cambio. Esta medida era parte de un paquete de medidas que recomendaba el FMI para seguir manteniendo los préstamos hacia el país.
El 29 de marzo de 2000 el sindicalista Hugo Moyano, luego de una reunión con el ministro de Trabajo, Alberto Flamarique, divulgó a la prensa que el ministro, para que el senado apruebe la ley de Reforma Laboral, tenía “la Banelco”. Un mes después, finalmente, los senadores habían aprobado la reforma en cuestión, cuya importancia era muy alta para el gobierno. Recién el 12 de julio, el senador Antonio Cafiero, ante los rumores que corrían, pidió al Senado que investigara si había existido efectivamente el pago de coimas por parte del gobierno a algunos senadores del PJ. Los rumores habían hecho del Senado una caldera. El 15 de agosto, Chacho Álvarez difundió un anónimo con un detalle de quienes habrían pagado y cobrado los sobornos. El 28, ante el primer juez de la causa, Carlos Liporaci, Cafiero le dio el nombre de tres senadores del PJ que habrían recibido coimas. Se señalaba como intermediarios en el Gobierno al ministro Flamarique y al jefe de la SIDE, Fernando De Santibañez, íntimo amigo de De la Rúa.
El vicepresidente Chacho Álvarez, como presidente del Senado, proponía ir a fondo con la investigación, reclamando el alejamiento de los senadores y funcionarios cuestionados. Sin embargo, De la Rúa no mostraba la decisión política para investigar, desligando el tema en la justicia y minimizando su relevancia. De esta forma se quitaba las presiones que le había impuesto Álvarez, al pedir su apoyo político para la resolución de la causa.

6.3 Cambios en el Gabinete y renuncia del vicepresidente

Debido al escándalo que produjo el supuesto pago de coimas en el Senado, el presidente De la Rúa buscó retomar la iniciativa política y consideró necesaria una reestructuración del Gabinete, que se produjo en los primeros días de octubre.
El Jefe de Gabinete, Rodolfo Terragno, era sustituido por Chrystian Colombo; Ricardo Gil Lavedra dejaba el ministerio de Justicia en manos de Jorge De la Rúa; el cuestionado Alberto Flamarique era promovido a la Secretaría general de la presidencia, mientras que Patricia Bullrich ocupaba la vacante en el ministerio de Trabajo;  Fernando de Santibañez continuaba al frente de la SIDE.
El 6 de octubre del 2000, a menos de diez meses de gobierno aliancista, Chacho Álvarez presentó su renuncia indeclinable. Los cambios en el gabinete, manteniendo a De Santibañez y promoviendo a Flamarique, evidenciaban la poca predisposición que tenía el presidente de perseguir a los responsables del escándalo. En el texto de su renuncia, Álvarez resaltaba las diferencias con De la Rúa sobre cómo abordar el tema de los sobornos: “sé que el cargo de vicepresidente no permite mayores desacuerdos con un tema tan sensible como el de los sobornos en el Senado. (...) Parece paradójico y a la vez resulta cada vez más chocante, cuanto más avanza la pobreza, la desocupación, el escepticismo y la apatía, desde no pocos lugares se responde con dinero negro, compra y venta de leyes, más pragmatismo y más protagonismo para quienes operan en la política como si fuera un gran negocio para pocos. Esta realidad no acepta medias tintas, no se puede tratar el cáncer con aspirinas. Ni alcanzan los discursos que remiten a la acción de la Justicia (...) Esta situación debe enfrentarse con una enorme cuota de coraje y decisión. O se está con lo viejo que debe morir o se lucha por lo nuevo que esta crisis debe ayudar a alumbrar.” (La Nación, 7 de octubre de 2000).
A pesar de la renuncia del principal referente del FrePaSo, se dejó en claro que la Alianza no se quebraba y que continuaría la cooperación con la UCR, tanto en el ejecutivo como en el parlamento. Sin embargo, el gobierno salía debilitado de la crisis, perdiendo autoridad hacia fuera y hacia adentro de la Alianza (LEIRAS: 2003, 56-57). La credibilidad de la coalición se desplomó, ya que la promesa de erradicar la corrupción fue sustituida por las viejas prácticas políticas prebendarias.
Los cambios en el gabinete y la renuncia de Álvarez contribuyeron a fortalecer el pequeño círculo del entorno presidencial. Desconfiado hasta de su propia sombra, De la Rúa tomaba distancia de los partidos de la coalición, conformando un gabinete más disciplinado, pero también más aislado. Los radicales “delarruistas” siempre habían mirado de reojo al FrePaSo y sentían que su alejamiento del gobierno le daba más poder al presidente. Para ellos “De la Rúa debía gobernar sólo” (NOVARO: 2003, 88-89). Sin embargo, la concentración de poder en torno a De la Rúa no se expresaba en decisiones claras pero sí en un detrimento de su legitimidad.

6.4 La incorporación de Cavallo

En diciembre de 2000 se implementó una nueva política económica: el Blindaje financiero. Consistía en aumentar las reservas, para poder mantener la convertibilidad y reducir el riesgo país, a través de préstamos por 40.000 millonea del FMI, el Banco Mundial, El Banco interamericano de Desarrollo, el gobierno español y bancos privados internacionales. A cambio, los organismos internacionales de crédito, pedían ajuste fiscal, restricciones presupuestarias, y ajuste de las administraciones públicas nacionales y provinciales. Sin embrago, el Blindaje no logró reactivar la economía y el gobierno no pudo cumplir con los compromisos del FMI (FELDER: 2007).
En el verano de 2001, el riesgo país seguía creciendo, al igual que el malestar social y las protestas sindicales. El 5 de marzo, José Luis Machinea renunció al ministerio de Economía, al no poder controlar el rumbo. De la Rúa designó a Ricardo López Murphy como su sucesor, un economista radical fuertemente ortodoxo. El nuevo ministro anunció un recorte del orden de los 2000 millones que afectaba sobre todo a la educación pública y a las administraciones provinciales.  Esto produjo el descontento social y la presión de los radicales alfonsinistas y del FrePaSo por su renuncia, que finalmente llegó el 19 de marzo. Al día siguiente Domingo Cavallo volvía al ministerio de Economía, cargo que ya había ocupado por más de un lustro en el gobierno de Carlos Menem, con el objetivo de llevar tranquilidad a los mercados y bajar el riesgo país. Su llegada no fue una decisión aislada del presidente, sino que contaba con el aval de Chacho Álvarez y parte del FrePaSo y la UCR. Sin embargo la creciente relevancia de Cavallo iría en detrimento de los partidos de la coalición, conformándose una “nueva alianza” con el partido Acción por la República. El 20 de marzo hubo más cambios en el gabinete: Federico Storani renunció al ministerio del Interior y asumió Ramón Mestre (también radical); Hugo Juri fue reemplazado en Educación por el radical Andrés Delich; en Desarrollo social ante la renuncia de Graciela Fernández Meijide primero y de Marcos Makon después, asumió Juan Pablo Cafiero; el cavallista Carlos Bastos asumió el ministerio de Infraestructura. También de la mano de Cavallo llegó Armando Caro Figueroa como vicejefe de gabinete. Entre estos cambios, se barajaba la vuelta de Chacho Álvarez al gobierno, esta vez como Jefe de gabinete, sin embargo, De la Rúa desestimó esa posibilidad conformando un gabinete de “delaurristas” y “cavallistas”. Tanto el FrePaSo como el sector alfonsinista de la UCR hacían el mismo diagnóstico: "La supuesta convocatoria a un gobierno de unidad nacional quedó en la nada. Y ni qué hablar de la Alianza" (Clarín, 21 de marzo de 2001).

En materia económica, Domingo Cavallo dio marcha atrás con el ajuste de López Murphy a cambio de “superpoderes” que le otorgó el Congreso. Propuso una nueva convertibilidad, entre el paso y una canasta de monedas (dólar, euro, real), y una nueva ley de competitividad. Los objetivos del plan económico eran reducir la fuga de capitales (incentivada por el riesgo país), reducir el gasto público y aumentar los ingresos, para reducir la necesidad de refinanciación de la deuda externa (LEIRAS: 2003, 58). En mayo de 2001 Cavallo anunció el “megacanje” y un nuevo plan de ajuste fiscal, lo que permitió reestablecer las negociaciones y préstamos del FMI. Sin embargo, el riesgo país seguía siendo altísimo, la fuga de capitales no se detenía y la recesión económica se agravaba. En julio De la Rúa y Cavallo presentaron el plan “Déficit cero”, por el cual todas las erogaciones estatales, salvo el pago de intereses de deuda, quedaban subordinadas a la disponibilidad de recursos (FELDER: 2007). A su vez, se implementó un recorte del 13% en los salarios de estatales y en las jubilaciones. En octubre se intentó, sin éxito, reestructurar la deuda pública para poder retrasar el pago de intereses.
Las políticas económicas de ajuste, en un marco de debilidad y deslegitimación institucional, no lograron levantar la economía. El riesgo país y la creciente fuga de capitales planteaban serias dudas sobre la continuidad del régimen de convertibilidad. A partir de estas evidencias podemos decir que las medidas de política económica que tienen por objetivo reestablecer la confianza, no logran su cometido cuando existen dudas básicas sobre la fortaleza y las chances de supervivencia del gobierno. Los inversores, para sentir seguridad, no sólo desean políticas favorables a sus intereses, sino también gobiernos suficientemente sólidos como para poder implementarla. Muchas veces en un contexto político inestable, políticas económicas drásticas con fuertes señales hacia los mercados e inversores, como el Megacanje, el Déficit cero y el Corralito, pueden ser vistas negativamente como “manotazos de ahogado” (GERVASONI: 2003, 172-173).

Lo sectores sindicales, encabezados por la CGT, programaron distintas movilizaciones y paros generales por los bajos salarios y la flexibilización laboral. La oposición peronista también criticaba frontalmente al presidente. Eduardo Duhalde, en declaraciones a la prensa, aseguró que lo ve "mal" y que "todavía es muy alto el porcentaje" de la población que piensa que el Presidente "tiene que irse, tiene que renunciar" (Clarín, 6 de abril de 2001). Mientras tanto, también en abril, los gobernadores de la Alianza, el presidente de la UCR Raúl Alfonsín y Chacho Álvarez, planteaban su apoyo crítico al presidente y a Cavallo. Buscaban recomponer la Alianza recuperando lugares en el gabinete.

7. La crisis de 2001

Las mencionadas decisiones políticas tomadas por De la Rúa, en el marco de los condicionamientos vistos, finalmente desencadenaron en una crisis de hegemonía expresada en distintos ámbitos. La crisis de 2001 fue una combinación superadora de crisis de distinto índole que se potenciaron mutuamente.

7.1 Crisis de representación

El 14 de octubre de 2001 se celebraron las elecciones legislativas. Pero en esta ocasión hubo otro protagonista además de los candidatos; se trataba del voto bronca –una sumatoria de los sufragios blancos y anulados- que registró un notable crecimiento.
El número de abstenciones se incrementó del 18.4 al 26.3%, lo que representó que alrededor de 2.500.000 ciudadanos no acudieron a la votación. Los votos en blanco y anulados sumaron el 22 % del total, mientras que en 1999 dicha proporción había sido del 6.6 %. De modo que alrededor de 4.000.000 de personas, cuatro veces más que en las elecciones anteriores, eligieron no pronunciarse por nadie. Sobre un padrón electoral de 25 millones votó el 74 por ciento (18.500.000 personas), no concurrieron 6.500.000 (26 por ciento) y hubo 14.500.000 votos positivos (58 por ciento).
Las elecciones fueron ganadas a nivel nacional por el peronismo, que de ese modo se aseguraba el control de ambas cámaras legislativas. Ramón Puerta quedaba como Presidente del Senado y primero en la línea de sucesión presidencial.
A pesar de la fuerte derrota de la Alianza frente al PJ en la provincia de Buenos Aires, con el duelo Alfonsín-Duhalde, el partido de gobierno triunfó en la Capital Federal con la candidatura a senador de Rodolfo Terragno. En la campaña electoral, incluso los aliancistas se habían pronunciado en contra del modelo económico que sostenía Cavallo, proponiendo algún tipo de salida de la convertibilidad. Frente al descontento social que se había expresado en las urnas De la Rúa afirmó: “No me voy a tapar los oídos sobre las quejas a mi gestión” (Clarín, 15 de octubre de 2001).

7.2 Crisis económica: el corralito

El 1 de diciembre de 2001, el ministro de Economía Domingo Cavallo, anunció en conferencia de prensa:

  1. No se podrán retirar más de 250 pesos o dólares en efectivo, por semana, de las cuentas bancaria, prometiendo que la restricción será levantada en 90 días.
  2. Las extracciones se realizarán en pesos o dólares y los bancos no podrán cobrar comisión.
  3. No habrá restricción a los movimientos de fondos entre cuentas bancarias.
  4. Se prohíben las transferencias al exterior.

 El “corralito financiero” había sido dictado por De la Rúa mediante el decreto de necesidad y urgencia Nº 1570. Sin embargo todas estas medidas iban en contra de la legislación vigente, ya que el 29 de agosto el Congreso había sancionado la Ley 25.466 de intangibilidad de los depósitos.
El 5 de diciembre el Fondo Monetario Internacional, instaló en el gobierno, en la economía y en la opinión pública un dilema que hasta ahora nadie había planteado; se trataba de optar entre devaluación y dolarización. Desde entonces la presión de este organismo fue cada vez más fuerte y anunció que no le concedería al país un préstamo ya previsto para diciembre de 1.264 millones de dólares justificándose en que le país no había cumplido con las metas preestablecidas. Ante esto, el ministro Cavallo viajó de improviso a Washington para tratar de destrabar la cuestión, pero no logró su cometido. La convertibilidad ahora era cuestionada hasta por el FMI, sin embargo, su derogación no estaba entre las alternativas que manejaban Cavallo y De la Rúa.
El corralito agravó aún más la recesión económica (por la baja de dinero circulante y la bancarización forzada) y potenció el descontento social en todos los sectores: los ahorristas sentían que sus depósitos, muchos de ellos en dólares, corrían peligro; los comerciantes vieron desplomarse las ventas; los trabajadores de la economía informal, por la falta de liquidez, disminuyeron rápidamente sus ingresos; el consumo se derrumbó, ya que no todos los negocios aceptaban el pago con tarjetas de débito.
El 14 de diciembre de 2001, Argentina canceló obligaciones por 700 millones evitando, de ese modo, la suspensión de pagos. El Fondo insistió en que el gobierno debía presentar un presupuesto 2002 con fuertes ajustes. El ministro Cavallo estaba evaluando recortes por 6.000 millones de pesos que, entre otras cosas, mantenía la poda del 13 por ciento en los sueldos estatales y las jubilaciones y preveía eliminar 24.000 empleos públicos. Además, era una alternativa posible suprimir los aguinaldos.

7.3 Crisis social: los saqueos

El jueves 13 de diciembre comenzaron los saqueos en la ciudad de Rosario, donde los mismos comercios, en muchos casos, optaron por repartir alimentos. Ese día las tres centrales obreras convocaron al séptimo paro general, contra las restricciones bancarias, que detuvo al país. Asimismo en varias ciudades del país hubo asaltos a supermercados protagonizados por gente que pedía comida y movilizaciones de empleados estatales y desocupados. Al día siguiente los saqueos se extendieron a Mendoza y otras grandes ciudades. “Era evidente que a los iniciales saqueos espontáneos en la provincia de Buenos Aires le estaban sucediendo otros dirigidos y alentados por punteros políticos del duhaldismo, que veían en esta situación la posibilidad de alcanzar finalmente el gobierno que las urnas le habían negado” (SABORIDO: 2006, 162). El martes 18 de diciembre continuaron los asaltos a supermercados en varios puntos del país. Hubo enfrentamientos violentos en Capital, San Isidro, Munro, El Palomar, Ciudadela, Ramos Mejía, Morón, Moreno, Lanas y La Tablada así como en las provincias de San Juan y Santiago del Estero. A las 22, cuando los desmanes empezaban a multiplicarse en el oeste de la provincia de Buenos Aires, De la Rúa dijo: “No encontramos motivos para que haya una magnificación de estos episodios. El problema existe, pero no debe ser motivo de alarma o de hablar de un conflicto general” (Clarín, 19 de diciembre de 2001).
El 19 de noviembre los saqueos se multiplicaron y se expandieron también a la Capital. En el conurbano y otras once provincias se estima que los saqueos alcanzaron a 9000 comercios. La represión de los desbordes provocó 7 muertos, 137 heridos y más de 500 detenidos en pocas horas.

7.4 Crisis de liderazgo e institucional

Los condicionamientos iniciales, los errores posteriores y la coyuntura de diciembre de 2001 habían minado el gobierno de Fernando De la Rúa. Su liderazgo siempre había sido débil pero nunca tan cuestionado como en esos días de diciembre. El 19 por la tarde, tras una reunión del comité de crisis convocado por De la Rúa, se anunció la instrumentación de un plan de emergencia que distribuiría alimentos por 7 millones de pesos, para aplacar los saqueos en los puntos más críticos del país, y el pago de los planes Trabajar atrasados desde hacía varios meses (La Nación, 20 de diciembre de 2001). El 19 por la noche, ante la magnitud de los saqueos, De la Rúa habló por cadena nacional, cuestionando los hechos y llamando a la pacificación. Asimismo, hizo público el ofrecimiento al PJ para un gobierno de coalición y anunció que había decretado el Estado de sitio, por treinta días en todo el territorio nacional. La respuesta popular fue inmediata: luego del discurso, comenzaron espontáneamente los “cacerolazos” y “bocinazos”, que progresivamente se expandieron y se trasladaron a la Plaza de Mayo y al Congreso, al grito de “que se vayan todos”. Era un mensaje popular de cansancio y hartazgo con respecto a la clase política. También hubo escarches en la casa de Cavallo y en la quinta presidencial de Olivos, pidiendo la renuncia de ambos. Esa noche, “se produjo la convergencia entre las crisis económica, social y política, que provocó una crisis institucional” (SABORIDO: 2006, 162). De la Rúa, y el gobierno en general, ya no tenían legitimidad; su liderazgo, siempre débil, ahora era inexistente.
En las primeras horas del 20 de diciembre Cavallo renunció y todo el gabinete puso su renuncia a disposición del presidente, para descomprimir la conflictividad social. Luego de los festejos de los manifestantes en Plaza de Mayo, la Infantería de la Policía Federal comenzó a reprimir.

Mientras tanto el PJ, ante su inminente vuelta al poder, se negó a conformar un gobierno de unidad. Por el contrario, se dispararon disputas internas sobre la sucesión presidencial. Era algo lógico, ya que ni siquiera los propios partidos de la coalición mantenían un firme apoyo al gobierno. La decisión de De la Rúa de gobernar sólo, con un gabinete conformado por su entorno personal, lo había llevado al aislamiento del resto de los actores políticos, y ya era tarde para cambiar el rumbo.
Con mayoría en ambas cámaras del Congreso, el PJ extendió las sesiones ordinarias hasta febrero y evaluaba derogar dos decretos considerados clave para la política económica del ex ministro Cavallo: los superpoderes y el corralito. Pero, a pesar de la presión del PJ, “los conflictos verdaderamente explosivos surgieron del seno de la Alianza” (NOVARO: 2003, 90).

Desde la mañana del jueves 20, grupos de manifestantes, organizaciones sociales (incluyendo las Madres de Plaza de Mayo) e independientes comenzaron a concentrarse nuevamente en Plaza de Mayo, reclamando la renuncia del presidente y la renovación de toda la dirigencia política. Inmediatamente la caballería de la Policía Federal comenzó a reprimir. A medida que pasaban las horas la represión y el caos se acrecentaba. “el saldo de los operativos represivos fue de ocho muertos y más de noventa heridos de bala” (SABORIDO: 2006, 163). Ante estos hechos, la jueza federal María Romilda Servini de Cubría acusó a De la Rúa por homicidio y le prohibió salir del país. Indagó el mismo 20 a la noche al jefe de la Policía Federal, Rubén Santos, y al secretario de Seguridad Interior, Enrique Mathov, como responsables por las muertes, los heridos y las privaciones ilegales de la libertad, tras considerar ilegítimo el decreto de estado de sitio. Haría lo propio con el presidente saliente y el ministro del Interior, Ramón Mestre. Por otro lado dejó en libertad a la mayoría de los detenidos de la agitada jornada.
A las 17.40 De la Rúa volvió a hablar por cadena nacional, donde nuevamente convocó al Partido Justicialista, y a todas las fuerzas políticas, para participar de un gobierno de unidad nacional.  Los párrafos más destacables del discurso fueron:
"La situación política, económica y social pasa por graves momentos, estamos en una situación crítica. Lo importante no son las personas sino las instituciones."
"Enorme endeudamiento, gran déficit, una crisis social de magnitud, con un alto índice de desempleo y una crisis económica. Frente a todo eso, hemos ido actuando en busca de soluciones."
"He ofrecido al PJ que participe en un gobierno de unidad nacional, con amplitud y generosidad. Estoy dispuesto a los cambios que sean necesarios. Les pido un gesto de grandeza." "Un cambio sustancial es reclamado, lo haré."
"Asumo las responsabilidades por el momento que vive el país".
Luego del mensaje, De la Rúa se comunicó con algunos gobernadores peronistas para que acepten su propuesta. Pero fue en vano, el PJ no estaba dispuesto a correr el riesgo político de sumarse a un gobierno tan desgastado.
Finalmente, ante el vacío político que él mismo había contribuido a gestar, De la Rúa renunció cerca de las ocho de la noche y se marchó de la Casa Rosada hacia la quinta de Olivos en helicóptero, mientras que en Plaza de Mayo continuaba la “batalla campal”. El sueño de la Alianza terminaba de la peor manera.

8. Consideraciones finales

A modo de conclusión es interesante evaluar qué tipo de análisis permite comprender con integridad el tipo de liderazgo de De la Rúa y su relación con la crisis de 2001. Como señala Bonvecchi (2006), en las explicaciones de la crisis, es importante evitar caer en el determinismo. En este sentido, ni el estilo de liderzazo débil del ex presidente determinó la crisis económica, social y política; ni el contexto político y socioeconómico, complejo y condicionante, determinó el accionar errante de De la Rúa. En todo caso, existió una combinación de factores desencadenantes que se agregaron de forma holística en una crisis total.
A partir del presente estudio de caso podemos afirmar que el tipo de liderazgo político débil que ejerció De la Rúa no era compatible con el contexto de crisis de 1999. Los distintos condicionamientos (gobierno de coalición, presidente sin liderazgo partidario, crisis económica y gobierno dividido) se complementaron con la tendencia de De la Rúa al aislamiento, conformando un liderazgo incapaz de tomar decisiones contundentes y verosímiles de cambio. Esta carencia produjo una rápida erosión de su legitimidad. Finalmente, la crisis en torno al liderazgo político de De la Rúa, debido al carácter fuertemente presidencialista de nuestro país, exento de rendición de cuentas (tanto horizontal como vertical), se extendió a todas las instituciones políticas. Por este motivo fue posible, con los posteriores liderazgos de Duhalde y Kirchner, que se diluya la deslegitimación institucional con el correr del tiempo, sin realizarse ninguna reforma política sustancial que mejore la calidad de nuestra democracia.

 

Bibliografía

Libros y artículos académicos

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FRAGA, Rosendo (2001): Los 90: la ilusión perdida (Buenos Aires: El Ateneo).

GERVASONI, Carlos (2003). "¿Son las crisis políticas causa de las crisis financieras? Evidencias del gobierno de la Alianza (1999-2000)". En: POSTData, nº 9, Septiembre de 2003. pp. 141-180

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LEIRAS, Santiago (2003): “Gobernabilidad y crisis de liderazgo: los difíciles años del gobierno de Fernando De la Rúa” en Legnani, Néstor (Comp.) La democracia  y sus laberintos. (Buenos Aires: Tierra Firme).

NOVARO, Marcos (2003): “Presidentes, equilibrios institucionales y coaliciones de gobierno en Argentina (1989-200)” en Lanzaro, Jorge (Comp.) Tipos de presidencialismo y coaliciones políticas en América Latina. (Buenos Aires: CLACSO).

SABORIDO, Jorge y DE PRIVITELLIO, Luciano (2006): De la Revolución Libertadora a Kirchner (Argentina: Alternativas)

Diarios

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Clarín, 1999, 10 de diciembre
Clarín, 2001, 19 de diciembre
La Nación, diciembre de 2001
Página/12, diciembre de 2001

Sitios de Internet

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“Rige el estado de sitio después de los saqueos; renunció Cavallo”, La Nación, 20 de diciembre de 2001. Disponible en: http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=360753

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Documentos

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1 Estudiante de Ciencia Política, Facultad de Ciencias Sociales, UBA.