Revista Nº10 "TEORIA POLITICA E HISTORIA V"

Resumen:
La Reforma Electoral de 1912 –comúnmente conocida como “Ley Sáenz Peña” – suele ser analizada en términos netamente políticos, examinando por ejemplo, sus consecuencias en la arena pública, en las estructuras organizacionales partidarias intestinas y en las dinámicas políticas generales. Nuestra intención aquí es explorar las consecuencias que la misma habría tenido a su vez en la sociedad argentina de comienzos del Siglo XX. Más específicamente, las profundas transformaciones que la reforma habría iniciado en la clase alta/aristocrática y sus hábitos de consumo y espacios de aparición social. Para ello, se analizará el caso de la ciudad de Mar del Plata. 

Abstract:
The Electoral Reform of 1912 - commonly known as “Ley Sáenz Peña” - is usually only analyzed in political terms, examining for example, its consequences on public scenery, and its effects on organizational structures of political parties and on the general political dynamics. Our intention here then is to explore the consequences that this Reform had as well in the Argentine society of beginnings of 20th Century. Specifically, we try to explore the deep transformations that the Reform initiated in the aristocratic high class and its habits of consumption and spaces of social appearance. For this purpose, we will study the case of the city of “Mar del Plata”.

Democratizando el Mar
Hacia una nueva dinámica social

Por: Lic. Tomás Bieda*

 

“…Las orquídeas son las flores que más lucen no por ser las más bellas, sino por ser las más costosas”
Buenos Aires, Vida Cotidiana y Alienación, Juan José Sebreli


Introducción

En el presente trabajo intentaremos rastrear ciertas transformaciones en la “alta” sociedad argentina de comienzos del Siglo XX. Nuestra intención resulta pues reinterpretar los cambios actitudinales y fisonómicos individuales en la elite como síntomas – o expresiones materiales manifiestas - dentro de una transformación estructural/holística mayor y más profunda, que provocaría – entre otras cosas – una mutación en la composición social de dicha cúpula, así también como en sus dinámicas, acciones y relacionamientos identitarios con el resto de la sociedad. Para ello, buscaremos adentrarnos en este universo cambiante a partir de iluminar ciertas variaciones en sus prácticas sociales, hábitos de consumo y espacios de encuentro, pensándolos como “portales” testigos de este cambio.
Para dar cuenta entonces del cambio, entendemos pertinente en primer lugar intentar entender qué y cómo resultaba aquel objeto/sujeto en deconstrucción/transformación. Esto es, caracterizar y definir a la elite argentina de finales del Siglo XIX y comienzos del Siglo XX. Roy Hora, con su clásico libro “Los Terratenientes de la Pampa Argentina”1, nos ayudará en esta empresa. Él definirá a la clase alta como el grupo social más influyente de la sociedad argentina, en términos sociales, económicos, políticos y hasta culturales. Reconoce que su gran poder se funda en el control y propiedad sobre la tierra y en el establecimiento (por lo menos en intención) de relaciones no conflictivas con resto del cúmulo social2. A su vez, caracterizará al período como de clausura del asenso social (poca movilidad social), principalmente por el cerramiento de la frontera agrícola. Así, nos muestra la importancia que tenía la tierra dentro del período, en tanto el basamento sobre el que se erigiría la totalidad del modelo económico de producción (modelo agroexportador), y así la política y el país en general. En efecto, la obtención de tierra era considerada como el principal canal institucional de ascenso social. De tal modo, el autor señala cómo con un precio de la tierra cada vez más alto (debido a la escasez de la misma) y un aumento de la mano de obra (por la gran oleada inmigratoria) configura un escenario de alta demanda de tierra y alta oferta de mano de obra, desalentador para los “no poseedores”.
A su vez, Hora ilustra cómo la clase alta-terrateniente argentina, a partir de mantener las compuertas de acceso selladas, se habría podido entregar libremente al consumo suntuoso. Así, estos se entregarán a lo que Losada denominara su “afrancesamiento”. Esto es, la auto-construcción de un “linaje” y diferenciación social, edificando una necesaria segregación y distinción social en torno a hábitos de consumo y formas de relacionamiento únicas y selectivas. Así, lo que se puede registrar en sendos autores, es la idea de la unción de una elite en tanto operación política de construcción artificial de un presente virtuoso, anti-criollo y distinguido, pero no como la altura “natural” luego de un largo linaje tradicional. Esto, debido a la juventud del país, y a la imposibilidad de la elite de reclamar para sí (y para su elevación) un pasado “Real” (ya que resultará precisamente contra aquel pasado Real-hispánico contra el que se habría buscado forjar una identidad y organización estatal netamente “argentina”). “…En la Argentina, el encandilamiento frente a lo Europeo […] enfrentó menores obstáculos y tuvo mayores posibilidades de arraigarse por la inexistencia de profundas tradiciones locales valoradas por las elites…”3. Entonces, la elite argentina de comienzos del Siglo XX, fundará artificialmente su naturalidad, y declamará como “tradicional” una altura recientemente adquirida. Para ello, buscará renegar de toda formalidad y materia que sea susceptible de ser re-catalogada como “criolla”, y recorrerá los empolvados álbumes de fotos familiares buscando algún antepasado que pueda ser pronunciado con toda la elegancia del idioma francés.
 En búsqueda de su elevación social, la elite argentina asistirá cotidianamente a espacios selectos como el “Club del Progreso” o el “Jockey Club”: ámbitos de relacionamiento y encuentro (y fabricación) “de clase”. Estos, así también como las constantes fiestas celebradas, resultaban las instancias necesarias para construir y reafirmar su categoría superior. Para ello, también recurrirán a una batería de prácticas distintivas, comola comida y chefs franceses, los vestidos de diseñador europeos, la adquisición de objetos de arte y joyas, el paseo por las calles porteñas en elegantes carruajes, la organización vertical del vivir construyendo palacetes en Barrio Norte, y la garantía de una señorial eternidad en excelsas tumbas4. Tal como mencionábamos anteriormente, un proceso de europeización (como sinónimo de refinado, elegante, señorial) de la vida local elitista, repeliendo todo aquello sospechoso de contaminación “criolla”. Así, se provee la construcción de una “aristocracia” argentina, no en función de un origen histórico (que como vimos resultaba improbable), sino por un estilo de vida: una identidad fundada sobre hábitos de consumo. “…La condición aristocrática era independiente del origen social…”5.  
Este distanciamiento simbólico/metafísico de lo local, se podría registrar también geográfica y espacialmente, debido a que en dicho período se reconoce una migración urbana dentro de los sectores altos, desde la zona cercana a Plaza de Mayo, hacia - su reclusión - detrás de altos muros en los barrios de Palermo y Barrio Norte. En este desplazamiento, encontramos un significado sustantivo: el alejamiento de la elite de lo público y lo político. Esto se expresa precisamente en el distanciamiento del centro neurálgico e histórico de la política local (Plaza de Mayo), demostrando un creciente desinterés por la cosa pública. Como dijimos, el poder de la elite decimonónica argentina se fundaba en una próspera situación “modelar” económica, sobre la que se erigiría asimismo aquella distinción socio-cultural que tratábamos de hacer referencia hace instantes. De tal modo, quedaría parcialmente ratificado que el poder y posición - de la mayoría - de los miembros de esta alta clase no provenía netamente de su participación en espacios estatales burocráticos o de decisión política. Y así será que el período comenzará a registrar un progresivo desfasaje entre el mundo económico/social y la arena política6.
Entonces, nuestra hipótesis central resulta que el profundo cambio en la sociedad – y principalmente en la composición y dinámicas de la clase alta argentina - que se iniciara esquemáticamente en la década de 1910, habría sólo sido posible precisamente debido a ese desfasaje y desarticulación (y hasta en algunas instancias, conflicto) entre el mundo de lo social/económico y el de lo político. Esto es, la Reforma Electoral de 1912 - la famosa “Ley Sáenz Peña” – que aquí postulamos como el evento político inflexivo central en la puesta en marcha de una lenta y profunda transformación societal, sólo podría haber acontecido (a riesgo de sonar contrafácticos) con el reinado de dicho desinterés mayúsculo en la política por parte de aquel sector económico poderoso. Incluso, esta clase habría estado tácitamente a favor de la imposición del nuevo régimen electoral propuesto por Roque Sáenz Peña e Indalecio Gómez, ya que lo entendieron como artefacto político capaz de contrarrestar el creciente clientelismo politiquero y desmantelar las máquinas electorales de las diversas facciones7. Así, la clase alta (económica) argentina encontraba en la propuesta de los “conservadores reformistas” una forma efectiva de “purificar”, “civilizar” y hacer “más respetable” al salvajismo político local. Lo irónico resultará que la reforma a la que dicho sector suscribió (tácitamente), acabaría por producir, en primer lugar, el efecto contrario que estos buscaban (no “purificó”, sino que reactivó lógicas movimentistas), y en segundo lugar, desacomodaría y conmovería la totalidad de la estructura social reinante. Entonces, declaramos a la Reforma Electoral de 1912, como el evento político mayúsculo en la transformación de la sociedad de comienzos del Siglo XX en la Argentina. Esto es, como la coyuntura crítica que iniciará el lento proceso hacia una “sociedad moderna”, “de masas” y “democrática” en este país.

La Reforma
El 10 de febrero de 1912 el Congreso Nacional argentino sancionaba la Ley General de Elecciones - número 8.871 -, conocida comúnmente como “Ley Sáenz Peña”. La misma constituyó una profunda transformación de las prácticas políticas normales, consiguiendo clausurar el desorganizado y caótico proceso del sufragio reinante desde 1862 (tan bien descripto por la Dra. Sábato en “La Política en las Calles. Entre el Voto y la Movilización. Buenos Aires 1862-18808). Genéricamente, se suele mencionar que dicha reforma eliminó ciertas prácticas fraudulentas cotidianas dentro del proceso electoral vigente, al establecer el voto universal (masculino), secreto y obligatorio. Esto, principalmente debido al instituido carácter secreto del sufragio, facilitando la eliminación de ciertos procedimientos potencialmente permeables y heterónomos – como el voto a mano alzada y “a viva voz” (en público). A su vez, lo que Sábato también nos enseña es que en el período anterior a 1912, no resultaba frecuente el voto de las clases altas (por lo que el Orden Conservador de Botana no se fundaría únicamente en un control electoral de la política, sino también en la constitución de una República Excluyente). De tal modo, con el nuevo régimen electoral, Sáenz Peña habría también propiciado cierta activación – mandatoria – de aquellos sectores recluidos en Barrio Norte. Pero, lo que instauró la Reforma, y que a nuestro entender resulta aún más trascendente, es el sistema de “lista incompleta”. Es decir, una garantía y asignación a priori de un tercio de las bancas para las minorías electorales. De tal modo, se buscaba “desfoguear” - mínimamente - el carácter restrictivo del régimen oligárquico y comenzar a incluir a los pequeños partidos políticos (principalmente la Unión Cívica Radical y el Partido Socialista) – pero limitados estructural y esencialmente a un carácter minoritario. Así, al incluir formalmente a nuevas fuerzas políticas, el ala reformista conservadora buscaba legitimar su gobierno, manteniendo simultáneamente contenida a la competencia.
Las primeras dos elecciones llevadas a cabo bajo este nuevo régimen electoral (1912 y 1914) presentaron comportamientos esperados - y provechosos – por Sáenz Peña. Pero, el problema acaeció en las elecciones presidenciales de 1916: con una escasa ventaja en el Colegio Electoral (producto de un realineamiento a último momento de los Radicales de la provincia Santa Fe), la Unión Cívica Radical – con Hipólito Yrigoyen a la cabeza – conseguiría la Presidencia de la Nación, desplazando a los Conservadores del Poder Ejecutivo, y obligándolos a recluirse en el desprestigiado y reactivo Poder Legislativo. En efecto, “el pueblo” y realidades retóricamente más masivas se adentraban en la arena política… y así, cierto espíritu democrático se filtraba en los altos mandos decisorios estatales. De tal modo, desde 1916 se activará una movilización laboral y politización creciente, provocando un aumento en la conflictividad social. El conflicto, en tanto entidad de la política, se inscribía legalmente en lo público.
Pretenderemos entonces registrar los cambios sociales que esta inflexión institucional-política habría producido en la composición, hábitos y hábitats de la clase alta argentina. Para ello, nos gustaría emprender el camino citando una reflexión de Hora:
“…El sufragio popular no cambió radicalmente al país, pero sí contribuyó a crear un nuevo espíritu político, en el que tenían peso creciente las demandas de justicia social e igualdad económica. Al dar voz a una sociedad que se había vuelto políticamente más compleja y socialmente menos armoniosa, la democratización debilitó la posición de las clases propietarias. No parece desacertado afirmar que la reacción de los grandes terratenientes a la democracia se volvió menos tolerante no solo por el ascenso radical sino también porque la competencia democrática obligó a los conservadores a replicar las estrategias y el estilo político de sus rivales…”9
Lo que se inició pues en la Argentina de fines de la década de 1910, pero principalmente en la década de 1920, fue un despertar – y florecimiento – del espíritu democrático. Esto es, no tanto la instalación de una “democracia plena”, sino la disposición sobre la sociedad de un manto o sentir democrático: un aire igualitarista. Según nuestro análisis, lo que la Reforma habría conseguido – entre otras cosas - es “demostrar” la viabilidad de una deconstrucción, y transformación social y política: la desobjetivización de la realidad. Esto es, habría ayudado a des-cubrir a todo lo existente como un artificio político - por lo tanto, susceptible de ser modificado. Habría permitido divisar las compuertas de acceso, vislumbrar posibles senderos de cambio. Y así, sacudirá la estructura y ordenamientos sociales reinantes, reconfigurando los espacios y dinámicas que coordinaban y pautaban los lazos sociales inter e intra clases, enseñando – por la fuerza quizá – que la voz y las demandas de la mayoría no podrían continuar siendo sistemáticamente negadas10. La postulamos - en definitiva - como el principal componente político argentino (de comienzos del Siglo XX) de afección de lo social y creación (o formalización) de nuevos actores.
Entonces, lo que habría comenzado a cambiar en la sociedad, luego de aquella afección de lo público/político en la década de 1920, fue la exclusividad de ciertos espacios urbanos y hábitos de consumo, “democratizándolos”, masificándolos, haciéndolos más accesibles – aunque sea por imitación grotesca – a las nacientes clases medias burguesas. Se rompe entonces el aislamiento hermético que resguardaba a los sectores altos de toda contaminación. Así, los sectores medios – y hasta en ciertas circunstancias las clases populares – comenzarán a acercarse – física y simbólicamente – a las clases altas. Pero, no porque se anulasen las prácticas sociales y hábitos de consumo de estas últimas, sino porque las otras clases comenzarán a imitarlas (por poseer - citando a Sebreli – “[mucho] dinero que aún huele a resina del taller o a aceite de máquina”) y a ocupar espacios anteriormente reservados únicamente para la elite. En este sentido, la sociedad argentina de 1920 adquirirá una mayor velocidad y aceleración, propiciando mayores instancias de movilidad social (cuestión también impulsada por la transformación del modelo económico de producción, de Agroexportador a Industrial). Y así, progresivamente, las membranas protectoras de la clase alta se tornan cada vez más porosas. Además, por el cambio que comienza a operarse sobre el modelo económico, la clase alta – principalmente en su versión terrateniente – dejará de ser considerada como un “norte social”, y será rápidamente recatalogada como proto-parasitaria y estéril, ya que la fuente de su riqueza – la tierra – dejará de ser juzgada económicamente como un “gran valor”.

El largo camino a Mar del Plata: democratizando el Mar
En este sentido, nos gustaría finalizar el presente ensayo tomando un ejemplo paradigmático de dicho movimiento en la sociedad: los cambios ocurridos en la ciudad de Mar del Plata. Creemos que la trayectoria político-social de esta ciudad a comienzos del Siglo XX representaría de manera sincera y límpida el recorrido y traslación social que intentamos reproducir. Para ello, seguiremos los principales lineamientos esgrimidos por los Doctores Pastoriza y Torre, en su artículo Mar del Plata, un sueño de los Argentinos11 . En primera instancia, estos nos iluminan acerca del posicionamiento privilegiado que tuvo históricamente esta ciudad. Su fundador – Pedro Luro – vislumbró la posibilidad de hacer de esta ciudad balnearia un espacio de recreación para la elite social porteña12. Desde su nacimiento entonces, la proto-ciudad recibió el apoyo de poderosos políticos y “acomodados” hombres de la clase alta, como Dardo Rocha y Carlos Pellegrini. Rápidamente, se desplegó sobre la naciente ciudad una batería de obras públicas, con el objetivo de “embellecerla” y hacerla más elegante y distinguida. Así, Mar del Plata comenzará a disponer de nobles plazas, paseos, explanadas, ramblas, hoteles de lujo… con el objeto de convertir a esta ciudad en una extensión - veraniega - del lujo porteño. “…El veraneo en Mar del Plata es un rito obligado, complemento indispensable de la vida aristocrática en Buenos Aires…”13. Así, esta ciudad se transformó – a comienzos del Siglo XX – en el espacio exclusivo – y excluyente – de la clase alta. Debido a la inaccesibilidad – sólo llegaban pocos trenes de primera clase - Mar del Plata se elevaba como el dominio puro de la distinción, asegurándose una separación radical (y espacial) de lo desagradable de la sociedad porteña. A su vez, dicha ciudad se uncía como tiempo y espacio de aparición y encuentro “con-los-pares”, con los “iguales”, transformando a las vacaciones en un neurótico ritual de pertenencia. “…Nadie va a Mar del Plata a disfrutar del mar […] porque todo el día, con una sinceridad que desarma, las gentes se vuelven la espalda al océano y no tienen ojos más que para los paseantes. Se va a Mar del Plata a lucirse, a lucir la fortuna…”14. La imagen de una clase alta de espaldas al océano nos resulta ilustrativa del espíritu marplatense del 1900, ya que nos permite iluminar al veraneo en esta ciudad en tanto un ritual/protocolo necesario de la pertenencia y distinción. Nuevamente, Mar del Plata como un rincón de prestigio, riqueza, elegancia… una lujo netamente aristocrático (aunque rebosante de sabor a artificial).
Pero, nuestra intención es analizar cómo la Reforma Electoral de 1912 también trastocaría el carácter gentil de ese centro urbano veraniego. En 1920, Mar del Plata se convertirá en el primer distrito en la historia argentina en el que triunfaría el Partido Socialista, alcanzando el Poder Ejecutivo Municipal – precisamente por aquellas nuevas instituciones dispuestas por dicha Reforma. Podría resultar irónico que en el espacio de exclusividad por antonomasia de la clase alta de aquel entonces, triunfara un Partido Político relacionado – genéricamente – con el polo e ideología trabajador. Esto - aquí cuasi anecdótico - debido a que jurisdiccionalmente en Mar del Plata votaban en su mayoría los residentes de la ciudad (trabajadores y “servidumbre” de las estadías temporales de la elite). De tal modo, el Partido Socialista, bajo la figura del nuevo Intendente Teodoro Bronzini, iniciará un proceso de socialización y masificación de “La Feliz”, intentando extender dicho privilegio hacia las otras clases. Para ello, crearán la “Comisión de Propaganda”, una institución destinada a acercar a Mar del Plata al pueblo. Así, crearán boletos combinados (tickets más baratos para viajar a la ciudad), construirán nuevos hoteles (más populares, ampliando la reducida capacidad hotelera), e implementarán nuevos transportes – el Micro – más popular y más barato, así también como trenes de segunda clase. De tal modo, comenzará un lento proceso de democratización de espacios exclusivos de la Aristocracia15: “Mar del Plata ha dejado de pertenecer exclusivamente a la clase alta para entregarse a las clases sociales: hoy pertenece al mundo…”16. Sin embargo, la reacción no se hizo esperar: en 1920 se creará la “Comisión Pro-Mar del Plata”, una suerte de brigada contra-reformista, que intentará restringir – de toda forma posible - el acceso popular a la ciudad, aunque sin éxito. Aún así, las clases altas continuarán veraneando en la Ciudad, sólo que migrarán hacia el sur de la misma – Playa Grande y Playa Chica, y el recientemente creado barrio “Los Troncos” – construyendo pequeños palacetes, e intentando alejarse de la chusma, la cual ya (les) había cooptado el centro, el casino, la rambla. Entonces, vemos materializado cómo la Reforma electoral de 1912, al haber permitido el triunfo del Partido Socialista, habría producido (e iniciado) a su vez, un punto inflexivo sustantivo en la sociedad argentina: despejar el sendero hacia una progresiva (y lenta) democratizaciónde los espacios públicos y políticos.

Conclusión
La Reforma Electoral de 1912 produjo mediante cambios en la formalidad institucional un proceso de conmoción societal, forjando un sendero difícil de revertir. La misma, al posibilitar la representación política de fuerzas acalladas artificialmente con la mordaza de una república excluyente, habría inaugurado no el triunfo necesario de nuevas fuerzas, sino la legalización, cristalización, formalización e incorporación de nuevos actores a la arena pública. Y una vez reconocidos – en términos de Rancière – como sujetos con voz, resultará ya muy difícil silenciarlos o no escucharlos. La Reforma habría pues derribado una compuerta anteriormente sellada, proveyendo no sólo la transformación de la política y sus dinámicas, sino también una serie de profundos y progresivos pequeños cambios en los hábitos de consumo, en los estilos de vida, en los espacios de encuentro, que terminarían gestando una profunda modificación de la sociedad argentina en general. Esto es, la Reforma Electoral de 1912, como la causa necesaria y primera (inicial) de una serie de pequeñas modificaciones en los comportamientos individuales, en las pautas de consumo grupales y en las dinámicas sociales generales, alterando el carácter elitista y excluyente de la sociedad argentina de comienzos del Siglo XX.


* Licenciado en Ciencia Política (UBA) – Doctorando en Ciencia Política (UTDT)

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BIBLIOGRAFIA

  • Botana, Natalio. 1977. El Orden Conservador. Hyspamerica, Buenos Aires.
  • Devoto, Fernando y Marta Madero (1999); Historia de la vida privada en la Argentina. Buenos Aires: Taurus, c1999. Tomo II. Pp 21 - 45
  • Hora, Roy, “Los Terratenientes de la Pampa Argentina”, Siglo XXI, Madrid
  • Losada, Leandro. 2009. “Historia de las Elites en la Argentina”, Editorial Sudamericana, Buenos Aires.
  • Pastoriza, Elisa y Juan Carlos Torre. “Mar del Plata, un sueño de los argentinos”, en Historia de la Vida privada en la Argentina, F. Devoto y M. Madero, Taurus, Buenos Aires.
  • Sábato, Hilda. 2004. La política en las calles. Entre el voto y la movilización. Buenos Aires, 1862-1880. Universidad Nacional de Quilmes Editorial, Buenos Aires.
  • Sebreli, Juan José. 1965. Buenos Aires, Vida Cotidiana y Alienación, Siglo XX, Buenos Aires.
  • Torrado, Susana (2007): “Estrategias de desarrollo, estructura social y movilidad” ( pp. 31-38) en Susana Torrado ( comp.) Población y Bienestar en la Argentina del Primero al Segundo Centenario, Tomo I.
  • Zimmermann, Eduardo: “La sociedad entre 1870 y 1914” en Academia Nacional de Historia: Nueva Historia de la Nación Argentina, Tomo IV. Tercera Parte.

1 Hora, Roy, “Los Terratenientes de la Pampa Argentina”, Siglo XXI, Madrid, pág.200.

2 Hora, Roy, “Los Terratenientes de la Pampa Argentina”, Siglo XXI, Madrid, pág. 205-215.

3 Losada, Leandro. 2009. “Historia de las Elites en la Argentina”, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, pág.185.

4 Losada, Leandro. 2009. “Historia de las Elites en la Argentina”, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, pág. 215-225.

5 Losada, Leandro. 2009. “Historia de las Elites en la Argentina”, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, pág.193.

6 Hora, Roy, “Los Terratenientes de la Pampa Argentina”, Siglo XXI, Madrid, pág. 225.

7 Hora, Roy, “Los Terratenientes de la Pampa Argentina”, Siglo XXI, Madrid, pág. 241.

8 Sábato, Hilda. 2004. La política en las calles. Entre el voto y la movilización. Buenos Aires, 1862-1880. Universidad Nacional de Quilmes Editorial, Buenos Aires.

9 Hora, Roy, “Los Terratenientes de la Pampa Argentina”, Siglo XXI, Madrid, pág. 248.

10 Losada, Leandro. 2009. “Historia de las Elites en la Argentina”, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, pág.180.

11 Pastoriza, Elisa y Juan Carlos Torre. “Mar del Plata, un sueño de los argentinos”, en Historia de la Vida privada en la Argentina, F. Devoto y M. Madero, Taurus, Buenos Aires.

12 Íbidem, pág. 50.

13 Del Solar, Benjamín.1907. La vida en Mar del Plata. Pinceladas realistas, Buenos Aires, pág. 61.

14 Huret, Jules. 1913, En Argentine, Vol.II, París.

15 Pastoriza, Elisa y Juan Carlos Torre. “Mar del Plata, un sueño de los argentinos”, en Historia de la Vida privada en la Argentina, F. Devoto y M. Madero, Taurus, Buenos Aires., pág. 58.

16 Pastoriza, Elisa y Juan Carlos Torre. “Mar del Plata, un sueño de los argentinos”, en Historia de la Vida privada en la Argentina, F. Devoto y M. Madero, Taurus, Buenos Aires., pág. 58.