Revista Nº9 "INSTITUCIONES Y PROCESOS GUBERNAMENTALES V"

Resumen
               El presente trabajo tiene por objeto analizar las presidencias de Menem, Duhalde y Kirchner en el marco de las teorías decisionistas.
               Para tal fin, luego de realizar una breve descripción de sus gobiernos, se responderán una serie de preguntas que guiarán el proceso de análisis.    Utilizando conceptos como emergencia, legitimidad, institucionalidad y poder, se buscará desentrañar las características principales del actual sistema político así como sus posibilidades de cambio.
               Habiendo consultado diferentes fuentes y definiciones es que se considera necesario continuar y actualizar las investigaciones sobre estas temáticas con el fin de incrementar y fortalecer el sistema institucional. El presente trabajo tiene la aspiración de ser entonces, al menos un pequeño granito de arena en esta tarea de construcción de una mejor democracia.
                         
                       
              
Abstract
The present paper aims to analyze the presidencies of Menem, Duhalde and Kirchner within the framework of the decisionist theories. In order to do so, we will first make a brief description of their governments and then some questions will be answered to guide the process of analysis.
We will use concepts such as emergency, legitimacy, institutionalization and power to unravel the main features of the present political system and its possibilities of change.
We have looked through different sources and definitions and because of that we consider it is necessary to continue and update different works on these issues in order to enforce the institutional system. The present work has the intention of helping in the building of a better democracy.

Neodecisionismo en Argentina (1989-2007). Un análisis de las presidencias de Menem, Duhalde y Kirchner.

Por:Damián Elencwajg*

Introducción
            Desde el regreso de la democracia en 1983, el sistema de gobierno republicano y presidencialista se ha ido consolidando pudiendo superar crisis de toda índole, logrando, de modo relativamente ordenado, la alternancia de candidatos y partidos en la primera magistratura, así como en el resto de los cargos institucionales y administrativos de los otros poderes y dependencias estatales.
            Si bien las cuestiones de carácter más formal o estructural han sido, en mayor medida, resueltas, mucho resta en cuanto a su contenido. A lo largo de los distintos gobiernos se ha observado un proceso de concentración del poder en manos del ejecutivo y un incremento de su peso por sobre los otros dos poderes republicanos.
            Esta situación, más allá de los problemas teóricos, genera complicaciones prácticas al dejar a la ciudadanía en manos de un ejecutivo con escasos limites. El rumbo de la nación termina dependiendo de los deseos y objetivos del líder.
            Es en este marco de consolidación democrática y fallas republicanas que resulta necesario un estudio centrado en algunas de sus figuras más relevantes. Particularmente este trabajo se centrará en las presidencias de Carlos Menem (1989-1995 y 1995-1999), Eduardo Duhalde (2002-2003) y Néstor Kirchner (2003-2007)1 . Si bien se pueden encontrar otras figuras de relevancia, el presente pone su eje en los gobierno peronistas sus continuidades y cambios.
            Se parte del gobierno menemista por considerarlo un punto de inflexión de la política contemporánea nacional, analizando desde dicha cosmovisión las otras dos presidencias, principalmente la de Néstor Kirchner.
            La presidencia de Fernando de La Rua no será considerada en profundidad por su procedencia no justicialista y por su fallida administración del poder que derivara en una rápida sucesión de presidentes hasta la elección de Duhalde por una asamblea legislativa. Su gobierno, aunque quizás no sea tan recordado en el futuro por sus medidas, resulta un elemento interesante y casi indispensable para el pasaje del “Menemismo” al “Kirchnerismo”2,
            Frente a este escenario presidencialista –hiper presidencialista o de presidencias imperiales según distintos autores- es que surgen una serie de interrogantes, algunas de las cuáles tratarán de ser respondidas a lo largo del presente trabajo.
            ¿Es el híper presidencialismo un rasgo inherente al sistema político argentino? ¿Hay alguna posibilidad de cambio en el modo de ejercer el poder? ¿Es el peronismo el único partido capaz de gobernar de modo efectivo?
            Si bien no se trata de un proyecto moralista ni deontológica acerca de la política, el eje no está sólo en el análisis comparativo sino que tiene por finalidad la de pensar la posibilidad o no de una mayor institucionalidad y fortalecimiento del sistema.
            Desde una postura no muy optimista y frente a la pregunta de si es posible otro tipo de política si se mantiene el actual sistema de partidos, es que se deja planteada la siguiente hipótesis:
            “Con la actual estructura y disposición del poder, en el corto y mediano plazo no se producirían grandes cambios en el modo decisionista de ejercer el poder”

Marco teórico
            Como marco general del estudio acerca del presidencialismo argentino se toma el estudio clásico de O'Donnell acerca de las democracias delegativas. Por otro lado, textos acerca del funcionamiento de los partidos políticos serán tenidos en cuenta en particular en lo referente a la capacidad de utilización y distribución de incentivos (A. Panebianco).
            A su vez un trabajo de Bosoer y Leiras será utilizado como punto de partida, definiendo y analizando éstos la nueva matriz ideológica que se impuso con el menemismo.
            Las relaciones entre ejecutivo y legislativo se entenderá partiendo desde el artículo de Mustapic, utilizando para el análisis particular y comparativo de las distintas presidencias una diversidad de fuentes destacándose entre ellos algunos escritos de Svampa, Leiras, Acuña, Lopez y Rubio-Goretti, Iazzetta, Quiroga y Novaro.

Los gobiernos presidencialistas.

Los partidos políticos y su sistema
            Si bien en este trabajo se centrará en el rol de los líderes, es importante conocer el marco en el que los mismos se desarrollan y actúan. Se presenta entonces una mínima descripción de algunos eventos del sistema político hasta el retorno de la democracia en 1983.
            Al igual que el sistema de partidos, el tipo de liderazgo se ha ido modificando con el tiempo y con los cambios en la concepción en la relación entre representantes y representados.
            El surgimiento del moderno sistema de partidos podemos ubicarlo hacia fines del siglo XIX, siendo el primero de los grandes cambios el surgimiento del partido radical de donde surgirían los primeros presidentes democráticos.
            Hacia la década de 1940, tras más de una década de gobiernos no democráticos aparecerá el movimiento peronista, partido de masas por excelencia y cuna de diversos caudillos políticos, tres de los cuales se analizarán en el presente trabajo.
            Como respuesta a este gran liderazgo de Perón, surgirá como contra cara una masa antiperonista que marcará los límites de “el juego imposible” que se inició con la autodenominada Revolución Libertadora. Los partidos peronistas estaban proscriptos y los radicales llegaban con baja legitimidad y limitada capacidad de gobernabilidad.
            El péndulo cívico militar del que habla entre otros ,Kvaternik, será un fiel reflejo de la situación hasta 1983. No se podía gobernar sin el peronismo pero los militares y otros sectores civiles tampoco permitían la participación del justicialismo. Si bien, la dictadura de Onganía ya había esbozado una especie de programa político que presagiaba el intento de perpetuarse en el poder, fue la dictadura iniciada en marzo de 76 la que más seriamente buscó imponer un proyecto propio.
            Finalmente tras siete oscuros años de dictadura, un mundial de fútbol, una guerra perdida, miles de muertos y desaparecidos y profundas consecuencias económicas, sociales y políticas, la democracia se instaló nuevamente en el país.
            En el año 1983, el radical Alfonsín triunfa en las primeras elecciones libres realizadas desde la década del 50 derrotando al hasta entonces imbatible partido justicialista.
            Con masiva participación ciudadana en las campañas, el gobierno radical asume en un clima de gran efervescencia y un impresionante nivel de expectativas puestas sobre un líder que se enfrentaría a un escenario realmente crítico.
            Sin control sobre las cámaras ni sobre las provincias, el nuevo gobierno no podrá solucionar los problemas económicos generados por el peso de la deuda y por las políticas desindustrialistas de Martinez de Hoz y compañía. A esto se le sumarán los planteamientos militares y la gran conflictividad social. La hiperinflación y los saqueos serán dos indicadores más de la inestabilidad y terminarán por acelerar la salida anticipada de Alfonsín en aras de la manutención de la institucionalidad recientemente recuperada.

Presidencias de Carlos Saúl Menem (1989-1995) - (1995-1999)
            Habiendo llegado al poder con promesas de revolución productiva y salariazo, el riojano rápidamente abandonó aquellas declamaciones más populistas y revolucionarias imponiendo desde temprano una solución neoliberal para la crisis argentina.
            En un contexto internacional favorable a este tipo de políticas, el gobierno de Menem, produjo diversas, rápidas y profundas reformas estructurales, las cuales condicionan aun hasta hoy el funcionamiento del país en todas sus dimensiones. Éstas no fueron obra de una casualidad sino que estaban enmarcadas en el consenso de Washington y estaban sostenidas por una nueva cosmovisión pragmática y modernizadora.
            Este nuevo proyecto de país estará sustentado en lo que Bosoer y Leiras llamarán la nueva “matriz ideológica”, la cual se basará en tres principios generales; una reinterpretación y resignificación del pasado, una resemantización de los fundamentos del poder político y una nueva base normativa capaz de sustentar el nuevo modelo y forma de ejercicio del poder3.
            La caída de Alfonsín ya no sería interpretada como una crisis de su gobierno sino como expresión del agotamiento del modelo estatista con el que hasta ese momento se gobernaba. Por lo tanto, con la asunción de Menem no se producía simplemente una alternancia democrática sino que se instauraba una nueva era; un nuevo modelo de país.
            Y como todo el mundo puede suponer, si ya resulta complicado gobernar un país de constantes crisis como el nuestro, la necesidad de refundar la nación sobre nuevos pilares requería la concentración del mando en una única persona; sólo con mucho poder y pocas limitaciones se lograría la celeridad y profundidad necesaria.
            Es debido a esta necesidad –o con esta simple excusa- que el presidente concentró de manera creciente los distintos resortes de poder ubicando al país dentro de los cánones de la democracia delegativa.
            Usando los Decretos de Necesidad y Urgencia como uno de sus principales arietes, el ejecutivo se irguió como máximo centro del poder.
            El poder judicial quedó supeditado tras la renovación y ampliación de sus miembros, logrando la tan útil “mayoría automática”4.
            A su vez, luego de la obtención del dominio partidario, no fue demasiado difícil lograr el control parlamentario. Menem supo hacer un buen uso de los incentivos y las prebendas para controlar los posibles disidentes y opositores, tanto de las cámaras como de los ejecutivos provinciales. Pese a este relativo control sobre el congreso, el riojano utilizó el decretismo pareció más una forma de gobernar que una herramienta del mismo. El parlamento iría desde ese entonces delegando cada vez más funciones quedando como un ente de control con escaso poder y esporádicas intervenciones de impacto.
            Por otro lado, la efectividad de las reformas económicas y el éxito de la convertibilidad en la contención de la hiperinflación lo terminaron de conformar como un exitoso líder. A partir de ese momento, la legitimidad pasó a depender más de la eficacia que de cualquier regla o principio moral..
            Fue esta espectacular mejora económica y en cierto punto el miedo a perder los beneficios obtenidos con el 1 a 1, lo que le permitió en el año 1995 ser reelecto pese a que las denuncias por corrupción ya habían comenzado a surgir y los indicadores socio económicos a decaer.
            Más allá de una clara victoria de Menem, previa reforma constitucional, y las incumlidas promesas de mejoras, a lo largo del segundo mandato su poder irá declinando fortaleciéndose sus opositores tanto dentro como fuera del partido. La opinión pública también cambiará su percepción al igual que los medios. Problemas que antes permanecían escondidos comenzaron a hacerse visibles. Los críticos se hicieron cada vez más fuertes y el presidente más débil. Pese a sus intentos, no logrará la re-re; con una imagen muy golpeada, enfrentamientos internos con Duhalde y una oposición unida, la caída del gran líder riojano no sería muy lejana.
            Menem había perdido legitimidad; había perdido la efectividad.

Presidencia de Eduardo Duhalde (2002-2003)
            En 1999 La alianza por el Trabajo, la Justicia y la Educación se impone con el 48% de los votos de la elección presidencial. La alianza, nueva agrupación formada por el tradicional partido radical y el creciente Frepaso5, asumirá el poder con promesas de cambios socio-políticos.
            A pesar de los problemas y limitaciones que ya dejaba ver el sistema de convertibilidad, ningún partido habría podido ganar una elección sin la promesa de la estabilidad económica. La población todavía tenía muy presente la hiper y el riesgo de una devaluación era temido por muchos.
            A su vez, más allá de haber logrado una clara victoria sobre el justicialismo, éste seguía controlando gran parte de las provincias, el senado nacional y una parte importante de los diputados.
            Habiendo asumido con grandes expectativas de cambio luego de 10 años de menemismo, el gobierno se mostrará incapaz de solucionar la creciente crisis económica, fallando al mismo tiempo en la lucha contra la corrupción y la mejora institucional6.
            Estas fallas e ineficiencias irán minando la legitimidad del gobierno. La propia alianza, se debilitó fuertemente con la salida del vicepresidente Alvarez   y el creciente proceso de retraimiento del presidente hacia su circulo más intimo.
            La desorientación llegó a un punto tal que terminó por llamar a al ex ministro Cavallo para solucionar el caos7. Las ortodoxas recetas aplicadas evidentemente no fueron las adecuadas siendo el corralito una de las principales causas de la explosión del 19 y 20 de Diciembre. Luego llegará el conocido final; declaración de Estado de sitio, renuncia, huida en helicóptero y caos.
            La experiencia aliancista había fracasado. La crisis fue demasiado fuerte para una alianza poco estructurada, un líder incapaz de capear la tormenta y una oposición muy fuerte que hizo muy poco para evitar su caída.
            El final del año 2001 traerá consigo varios presidentes hasta que en los primeros días de enero la Asamblea Legislativa designó a Duhalde como la persona que completaría el mandato hasta 2003.
            Asumió en medio de una gran crisis y caos social, donde pese a todo, se pudo lograr una salida institucional. Con un gran desprestigio de la política y de su entorno sintetizado en el “Que se vayan todos”, Duhalde se enfrentó al duro problema de lograr la vuelta a la normalidad. Habiendo recaído la declaración del default en el efímero gobierno del puntano Rodriguez Saa, al bonaerense le tocará la tan temida devaluación.
            Pese a los pésimos antecedentes con los que se contaba, en un tiempo relativamente corto y con una receta tradicional centrada en el control de las cuentas públicas, el gobierno logra contener la inflación y de a poco ir estabilizando la economía8.
            A la par de la economía, también crecerá la imagen de Duhalde, comenzando o fortaleciéndose sus intenciones de quedarse en el cargo luego de 2003.
            Pero el clima de ebullición social todavía no se había apagado y en una marcha de grupos piqueteros en junio de 2002, la policía reprimió con fiereza dejando dos militantes muertos9 como saldo de lo que después fue conocida como “La masacre de Avellaneda”
            Este echo sumada a las presiones de otros sectores de la política y de la sociedad en general, hicieron imposible la concreción de sus deseos, debiéndose concentrar entonces en la elección de un candidato propio.
            Una oposición débil y fragmentada y la presencia todavía fuerte de Menem dentro del partido justicialista, llevaron al presidente a buscar una solución creativa para tratar de lograr la victoria de un heredero10. Y el recurso fue la suspensión extraordinaria de las elecciones abiertas y el permiso a los distintos candidatos del justicialismo a presentarse por separado.
            En una elección muy polarizada, los dos primeros, Menem y Kirchner lograron tan solo el 22 y 24 por ciento de los votos respectivamente. Reconociendo la segura derrota, Menem decide no presentarse al balotage.

Presidencia de Néstor Kirchner (2003-2007)
            Una figura relativamente desconocida a nivel nacional, logra ser elegido por Duhalde como su delfín y con este importante apoyo y la promesa de que junto a él seguiría Roberto Lavagna en Economía11, Kirchner termina por ganar los  votos suficientes para llegar a la segunda ronda y finalmente quedarse con el premio mayor.
            Con un porcentaje tan bajo de legitimidad en las urnas12, a Kirchner le resultará muy efectivo el discurso transversal para tratar de sumar apoyos a su gobierno.
            Diferenciándose de la vieja política y del neoliberalismo de la década del 90 –al menos en lo discursivo- los primeros tiempos del nuevo presidente serán de un gran activismo buscando consolidar su figura, aumentar la institucionalidad y volver a dotar al Estado de la centralidad que supo tener en su momento.
            Uno de los ejes de su política fue el de los Derechos Humanos donde se logró la anulación de las leyes de obediencia debida y punto final, se promovieron distintas causas contra ex militares represores, y se hizo una reivindicación de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo13.
            La reforma de la Corte Suprema a su vez (modificación de los miembros y del sistema de selección) fue una muestra del cambio propuesto por Kirchner.     Las negociaciones con los tenedores de bonos y con los organismos internacionales de crédito serían parte de la búsqueda de una solución diferente y con mayor peso en el rol del Estado. Los conflictos con las privatizadas y la re-estatización de algunas otras serán otra evidencia de un nuevo estilo de gobierno.
            La recuperación económica fue otra de los elementos centrales de su gobierno y será otra de las causas de su afirmación en el poder, situación evidenciada en las legislativas de mitad de mandato.
            Ya fortalecido, Kirchner irá logrando el control del partido justicialista y se distanciará cada vez más de su antiguo mecenas y de todo transversalismo que no se someta a su mando.
            Al mismo tiempo, como ya había sucedido durante el menemismo, en determinado momento Kirchner se enfrentará con su Ministro de Economía, quedando él como el único responsable y artífice del exitoso modelo productivista.
            Con una rápida y efectiva construcción del poder, Kirchner gobernará con un importante contenido decisionista utilizando al igual que sus antecesores, la emergencia como condición legitimadora de su accionar14.
            Tras cuatro años de crecimiento económico, habiendo realizado algunas mejoras institucionales, y logrado el control partidario, logra imponer a su mujer como candidata a las presidenciales de 2007 obteniendo la victoria en primera vuelta.
            Cristina continuará en gran medida los lineamientos de su marido, entendiendo su mandato como una continuación del proceso iniciado en 2003. Será quizás en el período que lleva hasta ahora gobernando donde se profundizarán los rasgos decisionistas, con un discurso maniqueista y confrontativo por parte del matrimonio15.
            En el marco de una crisis económica internacional, decisiones polémicas comenzarán a minar la popularidad del kirchnerismo. Los turbios manejos en el INDEC, el conflicto con el agro, la reestatización del sistema jubilatorio y las candidaturas testimoniales serán algunos de los elementos más relevantes y actuales de esta tendencia.
            La profundidad de esta situación de malestar es algo muy difícil de pronosticar ahora. Quizás las elecciones de este Junio de 2009 sirvan de indicador de este proceso.
            Por otro lado, analizando los dos períodos como parte de un mismo proceso, pueden destacarse algunos rasgos similares al menemismo, especialmente en la relación con los otros poderes y la reinterpretación de la historia. Kirchner puso el inicio de la historia en 2003, desconociendo y demonizando toda historia previa. Al mismo tiempo, si bien hizo avances en cuanto a la independencia de la Corte Suprema, tuvo distintas situaciones donde presionó públicamente a la justicia para lograr la aceleración de causas vinculadas a los Derechos Humanos.
            Su relación con el legislativo tampoco fue la mejor, evitándolo en muchas oportunidades, y usando su fuerza disciplinada en el resto. Uno de las situaciones más extraordinarias de este vínculo fue el debate por la resolución 125 el cual finalizó con un sorpresivo voto no positivo del vicepresidente Cobos y la derrota del oficialismo.

Análisis comparado
            Habiéndose realizado ya una sucinta descripción de las últimas presidencias, es el momento de comenzar el análisis propiamente dicho, tratando de responder a los tres interrogantes básicos planteados en la introducción, buscando al mismo tiempo identificar las continuidades y rupturas entre los diferentes gobiernos.

¿Es el híper presidencialismo un rasgo inherente al sistema político argentino?
            Si bien, en los últimos años se ha venido observando una clara tendencia a la concentración y extra limitación de las funciones del ejecutivo, se cree falaz o pesimista el considerar el híper presidencialismo como un rasgo inherente al sistema político argentino.
            El régimen político actual es resultado de la articulación de un sistema presidencial, federal y republicano, un particular sistema de partidos y una cierta tradición y comportamiento de los actores que los componen.
            En el caso argentino, la atomización y debilidad de la oposición y la disciplina partidaria justicialista ha facilitado y/o favorecido el fortalecimiento del ejecutivo. Asimismo, la propia constitución –más aún luego de la reforma- cuenta con herramientas institucionales muy poderosas como ser el veto y el decreto. A su vez este decisionismo debe entenderse en una tradición fuertemente caudillista – patrimonialista con que muchas de las provincias son gobernadas aun hoy día.
            Igualmente el híper presidencialismo no implica la desaparición de los otros poderes; aún relegados a segundos planos, tanto la justicia como el congreso mantienen facultades autónomas y de control y el ejecutivo no puede darles la espalda y desconocerlas; si así fuera, el sistema directamente dejaría de lado su condición de democracia
            Por otro lado, observando las distintas presidencias vemos que generalmente lograron concentrar el poder y ejercerlo con gran efectividad pero, ¿es resultado directo del sistema o importa el rol del líder?           
            Analizando el fracaso del gobierno de la Alianza, la opción dos cobra una mayor relevancia.     
            Profundizando el análisis podemos encontrar algunos ejemplos interesantes vinculados a la centralidad de la imagen del líder en el éxito y legitimidad de su mandato.
            Tanto Menem como Kirchner se vieron muy favorecidos por coyunturas de bonanza económicas. Si bien esto los legitimó como grandes líderes también elevó el perfil de sus ministros de economía. Y es así que tanto uno como el otro terminaron por deshacerse de aquellos logrando quedar como los máximos responsables de los éxitos económicos16.
            Por otro lado, si bien los tres presidentes analizados, lograron un claro control se su fuerza y de la nación en su conjunto, generaron al mismo tiempo a los líderes que terminarían por hacerlos a un lado.
            En este sentido, habiendo sido Duhalde el vice de Menem en el 89, será luego uno de sus mayores opositores dentro del partido; A su vez, Duhalde, será años más tarde dejado de lado por Kirchner una vez que este se sintió lo suficientemente fuerte para prescindir de su mentor.
            Estas luchas internas y quiebres dentro del propio partido de gobierno evidencian cierta labilidad institucional, siendo en última instancia la fuerza y la negociación y (no un procedimiento conocido) lo que define al nuevo líder partidario.
            Más allá del origen común y de la contemporaneidad, la construcción se ha realizado por “sobre” el otro, realizando al igual que Menem, una reinterpretación histórica con intenciones fundacionales. Así, Duhalde se presentará como el líder de la nueva argentina del post 19 y 20 de diciembre. Y Kirchner será el responsable del nuevo modelo productivo iniciado en 2003. La única que hasta construyó “con” y no “sobre” fue Cristina, simplemente porque su mandato es una continuación del anterior; ella inició su mandato en el purgatorio dado que su marido había ya logrado salir del infierno que había recibido.
            Quizás esta situación y el echo de ver la presidencia como un juego de suma cero lo que favorezca las tendencias hiper presidencialismo. Al mismo tiempo si la legitimidad viene dada por la eficacia con que se cumplen las metas y se satisfacen las necesidades de la población, poco importan los medios.
            Roba, pero hace…

¿Hay alguna posibilidad de cambio en el modo de ejercer el poder?
            De 1989 en adelante, los líderes seleccionados han manifestado ciertos comportamientos comunes. Todos se presentaron como la única solución para los problemas de la nación y responsabilizaron a otros de los males que nos aquejan; A su vez, si bien los tres pasaron muchos años militando y ocupando distintos cargos, todos en mayor o menor medida buscaron diferenciarse de los vieja política, siendo ellos la encarnación de la renovación.
            Será común al mismo tiempo la necesidad de lograr el apoyo y control de los sindicatos y del partido como elementos básicos de la gobernabilidad y la hegemonía.
            Con distintos nombres, unos y otros harán uso de la emergencia y el miedo como elementos de cohesión y coerción. Híper inflación, convertibilidad, megacanje, blindaje, déficit cero, super poderes, riesgo país, corralito, neoliberalismo modelo, caos, etc., etc. Todas estas palabras y muchas otras fueron utilizados por los distintos líderes y con distintos significados según la circunstancia.

            Ahora bien; ¿ha sido el decisionismo y la emergencia una forma de gobierno o tan sólo una herramienta?
            Para poder responder a esta pregunta central, primero debe esbozarse algún tipo de definición.
            Se tomará como disparador a M. Maurich y G. Liendo para quienes “Un estilo o forma de gobierno decisionista es aquel que, de manera autocrática y discrecional, decide, diseña e implementa todas17 las políticas públicas en el interior de un sistema político”18Desde esta perspectiva (un tanto escueta), los autores argumentarán que el decisionismo implica por definición desinstitucionalización, lo cual no se condeciría con la situación en argentina; Menem habría sólo usado herramientas decisionistas, amparado por el momento de emergencia en que gobernó. Al mismo tiempo aseveran que “en el estudio empírico (…) realizado del caso argentino, las medidas tomadas, consideradas excepcionales y avasalladoras de los canales institucionales, no pueden atribuirse a la voluntad subjetiva de un líder, ya que respondieron a una circunstancia política nacional e internacional particular”
             Si uno se atiene a esta definición, no hubo en argentina -y probablemente en ningún país democrático- gobiernos decisionistas. Y cierto es que argentina pasó por diferentes crisis y emergencias que y los DNU resultaron una herramienta útil y efectiva. Pero amparar el decisionismo en las circunstancias políticas termina posibilitando abusos. Siempre van a existir circunstancias particulares y nunca un líder va a ser el responsable de todas las decisiones
            Lo que en un primer momento hubiera sido entendible en el marco de las emergencias sociales y económicas de finales del alfonsinismo, se naturalizó y lo que es aun peor se institucionalizó tras la reforma del 9419.
            Si tomamos otra definición, la situación argentina parece cuadrar en la categoría analizada. “…las teorías políticas “decisionistas” pueden distinguirse por tres rasgos básicos comunes; atribuyen una importancia central y definitoria a la decisión en las cuestiones políticas, conciben la soberanía como el poder de decisión definitivo y tienen al “estado de excepción” (o estado de emergencia) como la manifestación más pura y el modelo operativo propio de ese poder definitivo (varios autores.)20.
            Aquí radica el quid de la cuestión. En argentina nos hemos habituado a la normalización de la excepción. Paradójicamente todos los años se busca de alguna manera hacer permanente lo emergente, de extender las leyes de emergencia económica y aumentar los superpoderes. De darle contenido legal a la súper-extensión ejecutivista.
            Más allá de que muchos de los que permanecen en la oposición critiquen el decisionismo, una parte de ellos muy probablemente haría uso y abuso de esas herramientas si llegaran al poder. Haciendo una analogía economicista, al igual que todas las empresas claman por el un mercado de libre competencia, la mayoría de ellos estaría muy contenta de lograr una posición monopólica.
            Es mucho más fácil y efectivo gobernar sin control en nombre de una emergencia siempre amenazante, “… para el decisionismo, la crisis y la decisión política se implican y precisan mutuamente”21
            Y si bien muchas de las medidas que se toman, pueden ser realmente necesarias y hasta imprescindibles, el gran problema es que casi con la misma probabilidad, los decretos pueden ser totalmente inútiles y arbitrarios.
            La posibilidad de un presidente de tomar medidas excepcionales es una prerrogativa que aparece en otras constituciones y resulta una capacidad muy importante, sobre todo para épocas de excepción. El gran problema argentino no es por lo tanto la existencia misma de los DNU sino la escasa regulación y el abuso de los mismos.
            Si bien en los últimos años, todos los presidentes han pasado por crisis, la emergencia económica y las medidas extraordinarias se han extendido a lo largo del tiempo, aun cuando la situación distaba ya de una situación excepcional. Argentina probablemente seguirá con grandes problemas socio-económicos por muchos años más debido a su atraso y su posición en el mundo, pero esto no debería de poder ser utilizado como base para la utilización sistemática del decisionismo amparado en una vaga definición de la emergencia.
            Es importante destacar a su vez, que más allá del decreto en sí, lo que está implícito y es quizás el trasfondo de la cuestión es la voluntad implícita de gobernar autónomamente por sobre las reglas y los otros poderes. Quizás nuestra historia de discontinuidades y la falta de planes de largo plazo hace que cada uno que asuma desconozca todo el pasado y quiera construir todo de nuevo, solo y en función de sus intereses personales o partidistas.
            Igualmente, así como en un momento se multiplicó su aplicación, un próximo presidente podría limitar y controlar su uso recuperando un mayor grado de institucionalidad. Más allá de las ventajas del ejercicio unilateral del poder, no hay ningún elemento estructural que impida regresar a la situación previa a 1989.

¿Es el peronismo el único partido capaz de gobernar de modo efectivo?
            Aunque puede parecer obvio es interesante destacar que desde la victoria menemista en 1989, se han dado solamente dos años de gobierno no peronista. El resto de los líderes provendrán del justicialismo y sus diferentes ramas.
            Este origen común posiblemente tenga una influencia en el modo de entender y ejercer el liderazgo, repitiéndose situaciones, formas y modos.
            Los líderes justicialistas han logrado aggiornarse de modo muy efectivo a los cambios de época y de coyuntura. Han pasado de un programa brutalmente neoliberal en los 90 a un discurso más estatista en pocos años. Han sabido actualizarse a las nuevas campañas políticas y los electorados más volátiles.
            Pero lo más interesante y lo que posiblemente le ha permitido mantenerse en el poder todos estos años es que pese a todo, ha podido mantener su estructura nacional y una considerable aunque menguada lealtad de sus bases. El justicialismo aventaja a todos sus adversarios en una tradición de más de 50 años de apoyos y prebendas.
            Esto no implica que el peronismo permanezca ad eternum en el poder sino que por el momento tiene mejores capacidades que el resto de los partidos.
            Al mismo tiempo, si bien se han producido diferentes desprendimientos a lo largo del tiempo, la mayoría de ellos queda a la espera de que sectores mas afines a su persona asuman el control partidario. Se alejan pero permanecen alertas y expectantes. Podría afirmarse que la sed de poder es muchas veces más importante que las cuestiones ideológicas.
            Si bien la disciplina y el respeto por el líder están patentes dentro del partido, la misma no es una obediencia ciega; en cuanto este muestra signos de debilidad, muchos son los que comienzan a acercarse a otro referente. Puede verse como muchos de los ultra menemistas, duhaldistas o kirchneristas, han pasado por más de una “ista” en su carrera. El actual gobernador de la Provincia de Buenos Aires y candidato testimonial Daniel Sciolli es un gráfico ejemplo; llegó a la política de la mano de Menem, fue funcionario del gobierno de Duhalde y luego vicepresidente de Kirchner.
            Por otro lado, aun con alianzas y partidos opositores débiles, una crisis mal resuelta o cualquier otro evento extraordinario que reduzca el bienestar o aumente la inestabilidad, puede minar rápidamente la legitimidad del gobernante peronista y reorientar el voto hacia la oposición de turno.
            Resulta muy interesante en este punto el desarrollo que Acuña hace acerca de la relación del voto y la estabilidad.          
            “Por una parte, relativa estabilidad económica debería atraer esos votos y fortalecer la candidatura oficialista. Pero la tendencia se sostiene solo si estos votantes perciben la estabilidad todavía frágil. En este caso los votantes podrían razonar que una estrategia maximizadora vía un voto castigo al oficialismo puede arriesgar la estabilidad. (…) Por otra parte, si los que componen este grupo de votantes perciben a la estabilidad económica como ya alcanzada, el resultado puede ser devastador para el oficialismo: si la estabilidad se percibe como irreversible, podrían emitir votos de oposición, considerados de bajo costo y riesgo por la estabilidad alcanzada. En síntesis, la racionalidad del voto independiente que prioriza el bienestar personal esperado no sostiene una correlación necesaria entre apoyo político al oficialismo y estabilidad o éxito económico de sus políticos sino que esta relación se comporta de distinta forma dependiendo del contexto. Una relación directa entre estabilidad económica y apoyo electoral parece sostenerse en los márgenes extremos de estos procesos: si la situación es extremadamente caótica (como paso en las elecciones de 1989) estos votantes probablemente no percibirán que dándole una oportunidad a la oposición incrementará la incertidumbre y costos personales; si la situación es extremadamente satisfactoria ¿Para qué arriesgar un cambio?; sin embargo, la relación no se comporta con esta linealidad en los niveles intermedios de certidumbre y estabilidad económica…”
            “El factor clave , entonces es la forma en que el elector percibe los costos y beneficios relacionados con el apoyo al statu quo o, en su defecto, con la prosecución de una estrategia maximizadora…”22
            En este sentido, es que cobra un rol tan importante la percepción de la situación como de total estabilidad o de emergencia. Es por esto que si bien se expresarán todos los logros del gobierno, la posibilidad del caos permanecerá siempre presente. El “voto cuota” de 1995 o el discurso de Kirchner en las legislativas de este año de “nosotros o el caos” pueden leerse en esta clave.
            La posibilidad de que un gobierno no peronista logre el poder dependerá por un lado de la habilidad del líder para mantener su legitimidad y su buena imagen y por el otro del desempeño y organización de la oposición. El mero hecho de que la Alianza haya logrado la presidencia refleja la factibilidad del cambio.

Consideraciones finales.
            Uno de los ejes del trabajo ha sido tratar de identificar continuidades y cambios para tratar de dilucidar la posibilidad o no de modificaciones en el tipo de ejercicio del poder.               
            En este sentido, se considera que si bien todos los presidentes han llegado con discursos de renovación, el que generó un verdadero punto de inflexión fue el gobierno de Menem. Su modo decretista de gobierno, las reformas estructurales y las transformaciones socio-políticas y económicas condicionaron el desarrollo de la nación hasta hoy día. El resto ha continuado con los cimientos construidos por el riojano.
            Siguiendo el desarrollo de Novaro23, más allá de la renegociación de la deuda en default y ciertas reestatizaciones de servicios públicos (Correo Argentino y AySA), la retórica más estatista de Kirchner no estuvo acompañada de grandes cambios. Según el autor “…el crisol kirchnerista no es menos indiscriminado de lo que fue el menemista; la diferencia reside en el tipo de carnet de ingreso exigido: en los 90 se reclamaba adhesión a las reformas de mercado, ahora la adhesión a una retórica”.
            Por otra parte, si bien el eje se ha centrado sobre la fortaleza del poder ejecutivo, y si bien es cierto que los otros poderes han quedado por momentos subsumidos; estos aún mantienen cierta cuota de poder y capacidad de control.
            Igualmente aunque en cierta medida todos los gobernantes han actuado dentro de los límites de la ley, muchas veces los han extendido al máximo por medio de justificaciones de necesidad y urgencia, cláusulas y modificaciones ad hoc o excepciones extraordinarias. Con el pretexto de defender los intereses de toda la nación, los políticos terminan por quebrar o debilitar las normas que deberían respetar; “La emergencia lo autoriza todo”24.
            A fin de cuentas no importa demasiado si las medidas son correctas o no, porque así como pueden ser buenas, pueden no serlo. Ni siquiera puede defenderse el decisionismo por su mayor efectividad dado que si así lo fuera deberían haberse solucionado las desigualdades socio-económicas y el resto de los problemas del país. Y evidentemente esto no ha sucedido.
            En circunstancias excepcionales, es útil concentrar el poder en pocas personas, pero una emergencia no puede ser renovada año tras año y debe diferenciarse claramente una mala (y quizás permanente) situación, de un momento de emergencia.
                       
Conclusión
            Claramente, el decisionismo está presente entre nosotros, pero no debemos desesperar. Si este modelo se implantó en un momento no hay nada que impida creer que se modificará en algún otro momento o coyuntura. Igualmente, la tradición argentina es fuertemente personalista por lo que tampoco debe esperarse una corrimiento del eje del poder hacia el congreso o a gobiernos de coalición.
            Lo que tenemos en la actualidad es un nuevo modelo centrado en el ejecutivo, el cual invocando constantemente a la Necesidad y Urgencia, torna más frágil el Estado de derecho.
            En este sentido resulta muy interesante la reflexión de Iazzetta25 quien asegura que “Este modo recurrente de “salvar” la democracia también representa un modo de matarla gradualmente…”
El autor afirmará por otro lado que “Este decisionismo no podría comprenderse aisladamente sin considerar al mismo tiempo una sociedad que lo tolera y –en ocasiones- lo demanda (…) que revalida con sus múltiples y moleculares gestos cotidianos un desapego por la norma que no es del todo extraño al que practican nuestros dirigentes, con más recursos y mayor impacto público, (…). Asimismo, tampoco debe convertirse en una excusa para eximir de responsabilidad a una oposición que deserta de sus responsabilidades de control y seguimiento de los ejecutivos. La calidad de una democracia no sólo se juega en el desempeño del gobierno, sino también en el de las oposiciones que los controlan y en la cultura cívica de la sociedad”.
            La democracia es el resultado de las acciones y omisiones de cada uno de los actores involucrados. Quizás tengamos la democracia que nos merecemos, quizás la que podemos.

*Facultad de Ciencias Sociales – Carrera de Ciencia Política (UBA)
Bibliografía
Libros
            Bosoer, F. y Leiras, S. “Los fundamentos filosófico-políticos del decisionismo presidencial en la Argentina, 1989-1999: ¿Una nueva matriz ideológica para la democracia argentina?. Capítulo 2“.
Maurich, M y Liendo, G. “¿Estilo decisionista de gobierno o estrategia decretista de gobierno? La Argentina de Alfonsín y Menem”. Buenos Aires. Paidós. 1998.
Novaro, M. “Historia de la Argentina contemporánea. De Perón a Kirchner”. Buenos Aires. Edhasa. 2007.
Quiroga, H. “La Argentina en emergencia permanente”. Buenos Aires. Edhasa. 2005.

Documentos
Leiras. S. De Carlos Menem a Néstor Kirchner: cambios y continuidades en la democracia Argentina” VII Congreso Nacional de Ciencia Política de la Sociedad Argentina de Análisis Político. Noviembre de 2007.
Lopez, I.La República alterada: las presidencias imperiales de Carlos Menem y Néstor Kirchner”. Ponencia del VII Congreso Nacional de Ciencia Política. Junio 2007.
O'Donnell, G. (1992). ¿Democracia delegativa?”. Paper de trabajo Nº 172, Kellog Institute.

Revistas
Acuña, Carlos H. Política y economía en la Argentina de los noventa (o por qué el futuro ya no es lo que solía ser)”. América Latina Hoy. Revista de Ciencias Sociales. Segunda Época.  Nº 11-12. Diciembre 1995.
Armony, V. “Aportes teórico-metodológicos para el estudio de la producción social de sentido a través del análisis del discurso presidencial”. Revista Argentina de Sociología. Mayo/junio 2005, año/vol 3, num. 4. Consejo de Profesionales en Sociología. Buenos Aires, Argentina.
Botana, Natalio R. Las transformaciones institucionales en los años del menemismo” Revista Sociedad. Facultad de Ciencias Sociales. (UBA). 6 de mayo de 1995.
Ferreira Rubio, Delia y Goretti, Matteo. Cuando el presidente gobierna solo. Menem y los decretos de necesidad y urgencia hasta la reforma constitucional (julio 1989-agosto1994)” Desarrollo económico. Vol 36. Nº 141. Abril-junio 1996.
Iazzetta, O. “Reseña de “La Argentina en emergencia permanente” de Hugo Quiroga Araucaria, primer semestre, año/vol 8, número 15. Universidad de Sevilla. España.
Llanos, Mariana.Understanding Presidential Power in Argentina: a Study of the Policy of Privatisation in the 1990s”. Journal of Latin American Studies. Volume 33. Part 1. February 2001.
Mustapic, A. M. “”Oficialistas y diputados”: las relaciones Ejecutivo-Legislativo en la Argentina” Desarrollo económico. Vol 39. Nº 156. Enero-marzo 2000.
Svampa, M.Las fronteras del Gobierno de Kirchner: entre la consolidación de lo viejo y las aspiraciones de lo nuevo”. Cuadernos del CENDES. Año 24. Nº65. Tercera época. Mayo-agosto 2007.

 

WWW
            http://www.clarin.com/diario/2008/01/17/opinion/o-1587092.htm
            http://eltribunodelaplebe.blogspot.com/2007/06/democracia-delegativa-      el-creador-rompe.html
            http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=781900
            http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=942585
http://www.newsmatic.e-pol.com.ar/index.php?pub_id=99&sid=613&aid
            =28175&eid=32&Nombre  Seccion=Editorial&Accion=VerArticulo


1 El gobierno de Cristina Fernandez de Kirchner podría ser considerado como una continuación del gobierno de Kirchner siendo incorporado a las comparaciones entre los tres candidatos.

2 Entiendo ambas expresiones no como limitadas a la duración de su gobierno sino como momentos hegemónicos donde pueden identificarse un accionar particular y cierta composición y distribución del poder (y no otra).

3 Para un completo desarrollo de esta idea ver Bosoer, F. y Leiras, S. “Los fundamentos filosófico-políticos del decisionismo presidencial en la Argentina, 1989-1999: ¿Una nueva matriz ideológica para la democracia argentina?. Capítulo 2“

4 En abril de 1990, la corte fue ampliada de 5 a 9 miembros (ley 23774), Le da un sustento ideológico o legal a toda la reforma afirmando una reinterpretación del sistema republicano de balances y contrapesos hablando de “una división de funciones de un único poder indivisible” (Adolfo Vázquez, ministro de la Corte Suprema, en Clarin, 1/12/96: “Hay un solo poder y tres funciones”).

5 Frente País Solidario.

6 Uno de los casos mas resonantes -que en parte generó la renuncia de Alvarez- fue el de las supuestas coimas en el senado para la aprobación de una ley de reforma laboral.

7 Antes de Cavallo, De la Rua había designado Ministro de Economía a Lopez Murphy, quien solo se mantuvo 15 días en el cargo y fue reemplazado tras el anuncio de grandes ajustes.

8 Algunas de las medidas más importantes del período fueron entre otras, la pesificación asimétrica, la distribución de gran cantidad de planes sociales y las retensiones al agro.

9 Maximiliano Kosteki y Darío Santillán. Militantes del Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD) Aníbal Verón.

10 Luego de diversas negociaciones y mediciones, Duhalde terminará por apoyar al hasta ese momento poco conocido gobernador de Santa Crus, Néstor Kirchner.

11 Otros funcionarios del gobierno de Duhalde continuaron luego con el kirchnersimo. Entre las figuras más destacadas pueden mencionarse a Alberto Fernandez, Ginés Gonzalez García y José Pampuro.

12 Aunque es claro que en una segunda vuelta, Kirchner habría logrado un amplio triunfo, no debe dejarse de lado que una parte importante de los votos que recibiría serían de los sectores antimenemistas y no necesariamente simpatizantes de su persona.

13 Estas agrupaciones participaron de diversos y reiterados actos kirchnerista, especialmente en la primera etapa de su gobierno.

14 Según información publicada en el diario La Nación el 10 de septiembre de 2007, Kirchner habría emitido en 4 años 249 DNU.

15 El elevado perfil que mantendrá Néstor Kirchner, su accionar y principalmente su discurso agresivo será uno de los elementos más criticados y generará la idea de un “doble comando” que en nada beneficiará a la actual presidenta.

16 Tanto Cavallo como Lavagna, formarán luego partidos políticos de relativa pero efímera importancia.

17 Destacado en el original.

18 Maurich, M y Liendo, G. “¿Estilo decisionista de gobierno o estrategia decretista de gobierno? La Argentina de Alfonsín y Menem”.

19 La reforma del 94, institucionaliza los decretos de necesidad y urgencia pudiendo ser utilizados por el ejecutivo, “siempre que existiesen circunstancias excepcionales que hicieran imposible seguir el procedimiento legislativo ordinario” (Ferrerira Rubio y Goretti). Por otro lado, la constitución indicó la creación de una Comisión Bilateral Permanente para control de los DNU. La misma fue recién conformada en 2006 y hasta el momento no ha manifestado mayores impugnaciones a las medidas.

20 Bosoer y Leiras “Los fundamentos filosófico-políticos del decisionismo presidencial en la Argentina, 1989-1999: ¿Una nueva matriz ideológica para la democracia argentina?. Capítulo 2“

21 Ibid.

22 Acuña, Carlos H. “Política y economía en la Argentina de los noventa (o por qué el futuro ya no es lo que solía ser)”

23 Novaro, M. “Historia de la Argentina contemporánea. De Perón a Kirchner”.

24 Quiroga, H. “La Argentina en emergencia permanente”.

25 Osvaldo Iazzetta. Reseña de “La argentina en emergencia permanente” de Hugo Quiroga.