Revista Nº9 "TEORIA POLITICA E HISTORIA IV"

Revolución o Re-evolución

Por la conservación del orden
Por: Lic. Tomás Bieda*

Resumen: La Reforma del Sistema Electoral de 1912 en Argentina – la llamada “Ley Sáenz Peña” – produjo una inflexión política que cambiaría la historia del país. Pero entendemos que su implementación no se fundamentó – únicamente – en aspectos ideológicos de tinte reformistas/democrátizadores, sino que consistió – en lo sustantivo - parte de una estrategia política dentro de un conflicto inter-faccioso de la élite. Así, la Reforma Electoral fue uno más de los recursos políticos disponibles por el Poder Ejecutivo para conformar su Coalición Electoral y de Gobierno.
Abstract: The reform of the Electoral System of 1912 in Argentina - the so call “Ley Sáenz Peña” - produced a political flexion that would change the history of the country. But we believe that its implementation did not have - exclusively - a democratizing and ideological base, but consisted – deep root – a part of a political strategy within a Inter-elite conflict. Thus, this Electoral Reform was one of the political resources available by the Executive authority in the process of conforming its Electoral and Government Coalition.
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El 12 de octubre de 1916, a las 14 horas, el nuevo Presidente electo se dispone a prestar juramento ante el Honorable Congreso de la Nación. Luego, recorrerá un kilómetro y medio para dirigirse a la Casa Rosada, iniciando formalmente su período de gobierno. Ya desde tempranas horas, las “multitudes” han ido reuniéndose en la avenida, para presenciar semejante acto. La policía y las tropas del ejército se encuentran preparadas para frenar a los hombres y mantener libres las calzadas. A esa hora ya no cabe una persona más en la avenida, sin embargo las “olas humanas” continúan llegando. Dentro del recinto, vestido con un protocolar frac y alta galera, Hipólito Yrigoyen se dispone a prestar juramento. Ya uncido Presidente de la República, comenzará a descender por las escalinatas del Palacio Legislativo. Cien mil personas claman su nombre, en un mismo grito. El Presidente, el Vicepresidente y dos altos jefes del Ejército y la Armada, se suben a su carroza. Un grito de “¡A pulso!” interrumpe la ya desordenada escena. Las multitudes desenganchan los caballos y los reemplazan en su tarea. El Presidente pide a las tropas del ejército que intervengan evitando semejante actitud. Pero estos ya se han perdido entre la multitud. Yrigoyen será conducido hasta la Casa de Gobierno, arrastrado por las multitudes1.
De esta forma, Gálvez relata el episodio de la asunción de Hipólito Yrigoyen, una vez electo Presidente, en los comicios de 1916. Al guiarse por sus consideraciones, se reafirmaría aquella primaria noción básica sobre la significación simbólica – y real – que revistió el advenimiento de Hipólito Yrigoyen y la Unión Cívica Radical (U.C.R.) al cargo político más alto de la Nación. Pero, ¿realmente revistió su presidencia aquélla “revolución democrática”, que se lee entre líneas en la historiografía clásica sobre el período? Esto es, ¿cuán sinceras resultarán la reinterpretaciones tradicionales sobre aquel “clamor angustioso en las gargantas de los argentinos” congregados en la Plaza de los Dos Congresos? Nuestra discusión pretenderá alejarse de la reflexión sobre este relato anecdótico en sí (ya que hacerlo resultaría inconducente o extremadamente superficial), e intentará indagar acerca de los significados políticos mayúsculos y simbólicos a los cuales remitiría dicho relato, y que caracterizaron este período.
Resulta entonces nuestra consideración, que lo narrado por Gálvez es sólo el producto de un trazo ficcional (incluso asumiendo la realidad efectiva de dicho episodio): el relato histórico, un artificio político. En cambio, no creemos que el ascenso de Yrigoyen a la Presidencia haya resultado un pronunciamiento democrático sustantivo, ni tampoco, el “ingreso de las masas a la política”. En este sentido, consideramos que su triunfo debe explicarse por la negativa, en tanto el resultado electoral-institucional de un intenso conflicto faccioso dentro de la opositora “oligarquía política argentina”, y no sólo por el virtuosismo propio de este líder radical, ni por las dinámicas internas “horizontales” de su partido político. Es decir, no creemos correcto entender su triunfo electoral de 1916, por ser aquél el “apóstol de las libertades” o el “abanderado de las reivindicaciones democráticas” – de acuerdo a la caracterización de Félix Luna2.
Así, para intentar bucear el ascenso del “radical” a la Presidencia de la Nación, retrotraeremos nuestro análisis a las dinámicas internas de lo que Natalio Botana ha consagrado como “Orden Conservador”3. Reflexionaremos acerca de las formas políticas instituidas desde 1880, con la presidencia de Roca. De este modo, nuestra intención central será alcanzar un entendimiento del ascenso de Yrigoyen, a partir de analizar las formas adoptadas para la supervivencia política de ciertos “Presidentes del Orden”. Para esto, consideraremos los mecanismos de agregación y repulsión política, y las formas de ingreso y rechazo a la arena pública del período anterior a la Presidencia radical. Analizaremos entonces la institución de las “elecciones políticas”, marcando como epicentro de conmoción pública la reforma electoral introducida en 1912 por Roque Sáenz Peña. A su vez, entendemos necesario estudiar ciertos recursos del Poder Ejecutivo, como la intervención federal, un dispositivo institucional poderoso para la construcción de Coaliciones y la contención de Adversarios, y el Ministro del Interior, como principal actor y nexo de negociación con las poderosas unidades subnacionales: las Provincias. Estos, componentes claves en la arquitectura coalicional.

Hacia un orden conservado: Desde la primera Presidencia de Roca
Suele etiquetarse al período iniciado en 1880 con la Presidencia de Julio Argentino Roca, como de “orden y progreso”. El primer sustantivo que adjetiva dicho ciclo histórico (“orden”), se le adjudica debido a que el advenimiento de Roca permitió poner fin a todo un intenso y violento período político que comenzara en 1862 con la Presidencia de Mitre. En aquellos años, las movilizaciones, los enfrentamientos armados en los días de los comicios, los duelos, los asesinatos, la agitación, y la violencia, resultaban los “mecanismos no tradicionales de intervención en la escena pública”4. De este modo es que Hilda Sábato5 nos ilustra nítidamente los mecanismos informales y no institucionalizados de la política argentina (período 1860 - 1880). En esos años, la dimensión electoral era excedida por un conjunto de prácticas informales de participación en la esfera pública. A pesar de resultar escandalosas, estas nos demuestran la existencia temprana de una actividad política por fuera de las élites, y desconcentrada en diversos actores políticos con poder de hecho. Esto es, en este período previo a la “República Conservadora”, la política estará ordenada en principios informales de actividad, y no se estructurará en torno a partidos políticos, como principales dispositivos de acción política. Resultará entonces desconcentrada en actores no institucionalizados. Estos poseerán un gran poder de movilización, y llevarán a la ulterior institucionalización real de una práctica informal clientelar. De esta forma, el sufragio no se efectuará, sino que lo producirán las distintas dirigencias locales. A su vez, los triunfos no serán electorales, sino el resultado de la medición de fuerzas entre diferentes grupos de poder, en términos de movilización de recursos y personas. Entonces, la política en el período previo a 1880, no resulta el privilegio de una élite calificada (como lo había dispuesto Alberdi en sus Bases), sino la cooptación de la arena pública por “ciudadanos colectivos”, y “colectivizados”: “…un sistema con sufragio universal, voto restringido, participación ampliada y prácticamente sin ciudadanía política en sentido estricto…”6.
Todo este sistema que rigidizaba un desorden estructural y violento, encontrará su punto culmine – y final –, con la rebelión en Buenos Aires de Carlos Tejedor, en contra de la capitalización de dicha ciudad. La misma será aplastada por decisión política del Presidente Avellaneda, y por acción militar de Roca. Esta abrumadora derrota, y el ascenso del Partido Autonomista Nacional (P.A.N.) a las esferas superiores de la política, marcarán el surgimiento de un nuevo régimen político.
La instalación de este nuevo régimen en la Argentina, implicó la institucionalización y formalización de un orden de dominación, en el que sólo regirán los intereses, objetivos y medios de un grupo privilegiado. Entrañó pues la adopción de una fórmula prescriptiva de República7, en la que sólo unos pocos ejercitarán los placeres de las libertades políticas, a cambio de una creciente y progresiva generalización de los derechos básicos/civiles de ciudadanía. En este sentido, entendemos susceptible de ser interpretado el advenimiento de Roca a la Presidencia de la República, como el despojo y la verticalización ascendente de los medios y canales legalizados/formalizados de acción política. Así, el surgimiento del P.A.N. consiguió apartar a la política de las calles, e iniciar un comienzo ascendente hacia su objetivación en instituciones formales- reconocidas. La política dejará de estar en manos de “individuos”, para pasar a estar regida por Partidos Políticos – encauzando la historia política nacional en un lento sendero hacia una despersonalización. Así, con la aparición del P.A.N. en el escenario público, la política se elevará (y alejará), para concentrarse y centralizarse en una disputa facciosa elitista. Este partido conseguirá expandirse hasta abarcar la totalidad - literal - de la esfera pública, absorbiendo para sí el conflicto político. Y de tal modo, la política nacional se transformará y reescribirá en torno a las disputas internas de un – sólo - partido político, hasta fundar aquella fórmula prescriptiva/restrictiva a la que Botana hacía referencia. En este nuevo escenario, la conflictividad de la política nacional sólo será capaz de ser codificada dentro – y con - las dinámicas propias de este partido. Toda persona ajena al mismo resultará un mudo, o un extranjero, “una bestia o un Dios”.
 El P.A.N. se forjó en torno a una liga de doce Gobernadores provinciales (en la que las poderosas Buenos Aires y Corrientes quedarán excluidas debido a su simpatía con Tejedor), en un clima de inexistencia de competencia política partidaria. Así, se irán conformando distintas ligas internas8. Consideramos entonces, que el mecanismo político de supervivencia que habría activado dicha clase “oligárquica”, inicialmente en la persona de Roca, y siempre en la institución del P.A.N., resulta la constricción del escenario político. Es decir, la reducción del electorado, el ajuste del número y “tipo” de hombres/ciudadanos que detentarán la suma del poder político decisorio-electivo. De esta forma, sólo ciertos distinguidos poseerían la capacidad política de controlar el presente y futuro políticos. Estos, en su mayoría, Gobernadores provinciales.
La Coalición de Gobierno que “ascenderá” al poder a Roca, resulta muy extensa/amplia, ya que – como mencionamos – incluyó a doce de los catorce focos de poder selectivo. Este sistema será capaz de sobrevivir - en un comienzo - debido a su intensa lealtad, complementada con una gran afinidad interna de sus miembros: la oligarquía en el poder. Pero con el tiempo, esta afinidad irá diluyéndose en las ligas y facciones intestinas del partido, flexibilizando la coherencia interna del mismo, y haciendo peligrar su supervivencia política/sectorial9: la lealtad intrapartidaria/intraoligárquica mermará, los diversos Adversarios buscarán conformar su propia coalición (y aumentar así su poder) ofreciendo futuros bienes privados, el costo de traición crecerá,  y muchos estarán dispuestos a asumirlo. La coherencia y - aparente - cohesión de la Coalición oligarca comenzará rápidamente a fragmentarse.  

Dispositivos Institucionales de Poder Presidencial
A nuestro entender los Presidentes del período de 1880 a 1916, habrían contado con cuatro dispositivos institucionales, que implementaron alternadamente para alcanzar su supervivencia política. Estos son:

  • El control de la sucesión
  • La Junta de Electores y su funcionamiento práctico,
  • El Senado Nacional y las Legislaturas Provinciales,
  • Las Intervenciones Federales.

Control de la Sucesión
“…Este País, según mis convicciones después de un estudio prolijo de nuestra historia, no ha votado nunca…”10
Uno de los principales dispositivos institucionales informales que implementaron los distintos Presidentes de la Nación - o Líderes de la Coalición – para imponer su voluntad – en este período - resulta el control de la sucesión. Esto es, en este lapso histórico los recursos políticos y las capacidades electoras residirán sólo formalmenteen el “pueblo soberano de la nación argentina”… la decisión política (real) estaba en los gobernantes. Esto cobra una importancia sustantiva si contemplamos - a la vez - la incapacidad legal-constitucional de reelección del cargo presidencial. Entonces, en un régimen restrictivo y con elecciones sólo como escenificación formal de un proceso de selección vacío (el voto como una refrenda), la capacidad del Líder de instalar un delfín, resulta un recurso vital para asegurarse la propia permanencia y - principalmente – la continuidad del “Orden Conservador”. Dicho control de la sucesión no debe contemplarse como una mera instancia lineal designativa, siendo un Líder con la suma del poder político quien poseería la capacidad de “crear legitimidad” arbitrariamente y depositarla en un tercero. En cambio, resultará de una negociación, estrategia y juego de poder faccioso. Así, el Líder realizará las acciones pertinentes para intentar bloquear el advenimiento de su principal adversario político, negociando la sucesión con terceras facciones o grupos menores potenciadas. Y, al elevar - y en el mismo acto subordinar - a hombres y facciones que no poseían previamente la autonomía propia para acceder a altos cargos políticos, y rebozarlos con un poder que no les pertenece genuinamente, el Líder conseguirá retener – parcialmente - el control político de la situación. Así, continuará influenciando ciertos Ministerios o conduciendo con “su gente” determinadas instituciones políticas centrales, pudiendo al fin seguir afectando el curso político de la Historia.
Sin embargo, la fragmentación y problemática creciente que implica la sucesión presidencial, provocó – a nuestro entender -  el escenario propicio para la activación de ciertos grupos vanguardistas excluidos en la dinámica política. De esta forma, si tuviéramos que describir rápidamente el período que se inaugura en 1880 y finaliza en 1916, podríamos afirmar que se trató de una cúpula política decisoria oligárquica, con intensos conflictos internos por el control máximo y total del sistema, en la que ciertos grupos de la misma oligarquía, para combatir a los viejos sectores tradicionales, iniciarán una reforma política, provocando pequeñas aperturas y desconcentraciones de los accesos al poder (por eso, como lo muestra la ilustración I, vemos el ascenso progresivo y el mejor desempeño electoral de ciertos partidos menores ”no oligarcas”). Esto es, la misma dinámica restrictiva de lo público optará por ciertos caminos de apertura, como forma de contrarrestar el gran peso de ciertas facciones reaccionarias  tradicionales, provocando en el mismo acto su potencial cuasi autodestrucción. La lógica condicional de la “República Verdadera”, migra hacia la “República Democrática”, para intentar reconstruir el orden inicial Oligárquico. Pero como veremos, esta arriesgada jugada no resultó victoriosa.

Junta de Electores
Este tipo de dispositivo institucional fue incluido en la Constitución Nacional, acorde con las aspiraciones Alberdianas de control y mediación “iluminada” de la soberanía popular. Esto, como una instancia media capaz de traducir – y depurar - la “ignorancia popular”. Y al disponer una forma de elección indirecta, se inaugura a su vez una nueva instancia para la intervención de los Líderes en la formación de sus Coaliciones, al partir agregar una instancia más para la repartición de bienes privados.
Hasta la reforma de la ley electoral de 1912, el sistema que rigió las elecciones fue de “lista completa”, sin representación de las minorías: la fórmula que obtuviese la mayor cantidad de votos en el distrito, se llevaría la totalidad de esos electores. El número total de electores fue aumentando en el período: de 1880 a 1886, hubo un total de 228 electores; de 1886 a 1892, 232; de 1892 a 1910, 30011. De esta forma, las elecciones del período demuestran (ver ilustración I) que Roca en su primera Presidencia (1880-1886) obtuvo el 69% de los electores. Juárez Celman (1886-1890), el 79%. Luis Sáenz Peña (1892-1895), el 95%. Roca, en su segundo mandato (1898-1904), el 85%. Quintana (1904-1906), el 81%. Finalmente, Roque Sáenz Peña (1910-1914), el 99%.
De estos datos, la primera conclusión rápida que podríamos extraer resulta la vasta mayoría que constantemente fue consiguiendo la fórmula oligárquica ganadora. Una posible explicación de esto podría resultar – como adelantábamos anteriormente – la ausencia de competencia electoral, combinada con la alta capacidad de los ciertos Líderes de bloquear a Adversarios (miembros de otras facciones del Partido), y de negociar con terceras facciones “débiles”, unciéndolas al máximo cargo.
La segunda reflexión que nos sugiere dichos datos, resulta el carácter mayoritariamente creciente que posee el ganador. Esto nos permitiría asumir la capacidad incremental de los Líderes para obtener coaliciones de Gobierno cada vez más grandes, capturando los electores de cada vez más cantidad de provincias, al negociar con estas y repartirles cada vez más bienes públicos de manera privada. En este sentido, creemos que lo que marcará la diferencia entre un porcentaje en el orden de los 60 puntos (Roca primera Presidencia), y uno en los 90 (Roque Sáenz Peña), resultaría el comportamiento electoral de cuatro distritos que en este período se han opuesto constantemente a los candidatos oficiales. Esto es, distritos en los el Adversario - de cada caso - habría conseguido controlar y mantener alejados de las “ofertas” del Líder. Los distritos son: Buenos Aires, Capital Federal, Tucumán y Corrientes. En repetidas ocasiones sus electores se han opuesto a los candidatos oficiales. En este sentido, Buenos Aires brinda en el período 1880-1910 un promedio de 50 electores, con una desviación media de 12,5. Así, Buenos Aires se opuso al candidato oficial en 1880, en 1886 y en 1898. En segundo término, Capital Federal (el cual no era distrito en la elección de 1880), se opondrá al candidato oficial en la elección de 1898 y la de 1904, cuando el distrito repartía 44 electores. En tercer lugar, Tucumán, reparte un promedio de 15 electores en el período, con una desviación en la muestra de 2,3. Sus electores se han opuesto al candidato oficial en las elecciones de 1886, 1892 y 1904. Finalmente, Corrientes reparte un promedio de 16,67 electores en el período, con un desvío de 1,15. Se opondrá al candidato oficial en 1880 y 1898.
Reflexionando sobre todos estos datos conjuntamente, encontramos que en la elección de 1880, Roca obtuvo el 69% (155 electores de un total de 228) de los votos de electores, ya que sufrió la oposición de Buenos Aires y Corrientes (que entregaban 54 y 16 electores respectivamente, un total de 70 electores en contra). Juárez, en la elección de 1886, consiguió el 79% (168 electores de 232), teniendo la oposición de Buenos Aires y Tucumán (36 y 14 electores respectivamente, 50 en contra). Finalmente, Quintana en 1904 obtuvo el 81% de los electores, ya que padeció la oposición de Capital Federal (44 electores) y Tucumán (18 electores), por lo que puedo obtener 240, de los 300 electores totales. Estos resultan los tres casos del período de “menor” desempeño en el colegio electoral (de todas formas vale remarcar los altos porcentajes que siempre sostuvieron). Así, comenzaríamos a ver cómo el tamaño de la Coalición responderá a un reacomodamiento diferencial en el Colegio Electoral de las provincias (sugiriéndonos el poder de este recurso para la construcción de Coaliciones Presidenciales). De aquí entonces, la importancia de la Junta de electores como espacio de negociación y poder, ya que constituye un momento culmine para la conformación acabada de la Coalición de Gobierno inicial del Líder.
Senado
“…Basta ser Gobernador de provincia para tener asegurada la banca en el Senado, y basta como consecuencia tener una banca en el Senado para aspirar con éxito a las gobernaciones de provincia… es un juego de niños. Simple cambio de asientos: yo bajo, tú subes – guárdame esa banca yo te reservo esta gobernación – bríndame con esa gobernación yo te obsequio con esta banca…”12
En el esquema teórico de los Federalistas, el Senado funcionaba como un contrapeso iluminado frente a la barbarie e ignorancia de la Cámara de Diputados. En el caso argentino, también revestirá dicho carácter “especial”. En primer término, el Senado tiene el objetivo de re-presentar en igualdad de condiciones (igual cantidad de senadores) a las Provincias. Los Senadores (en aquel entonces) duraban nueve años en el cargo, con una posibilidad de reelección. Al contemplar sus principales funciones, entendemos que resulta una institución espacio de gran poder para estas subunidades nacionales. El Senado funciona como un “comité ejecutivo”, tomando parte en el proceso de designación de los Jueces de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, y de los tribunales inferiores, de los Ministros del Presidente, de los cargos religiosos y militares. A su vez, el Presidente requiere en múltiples instancias y procesos de la aprobación de este órgano luminoso. De aquí pues, la gran importancia para el Líder de intentar controlar o mantener en su Coalición a un gran número de Provincias y Gobernaciones, ya que esto implicará - a su vez - una mayor cantidad de Senadores en su favor, y más cuotas de poder, recursos y maniobra en el accionar político relacional.
Por otra parte, los Senadores serán designados por las Legislaturas Provinciales. Con lo cual la conformación del Senado Nacional guardará una íntima relación con las elecciones provinciales.
En este sentido, el Senado consistió un dispositivo institucional central durante el período 1880- 1916, debido a la naturaleza y procedimientos de su conformación y a la relación histórica que urdió con el resto de los poderes. No sólo fue concebido teóricamente como un órgano conservador/elitista, sino que pronunció dicho carácter en su conformación real. Independientemente de los nombres particulares de los Senadores, de los 8 Presidentes distintos que tuvo el período - y luego de abandonada la Presidencia -, tres de ellos continuaron su carrera política en el Senado. Así, Roca fue Senador desde 1880 hasta 1894, José Uriburu de 1901-1910 y Carlos Pellegrini, de 1895 a 1904. Otro de ellos - Figueroa Alcorta - luego terminado su mandato en 1910, no se dirigió al Senado, sino a la Corte Suprema de Justicia de la Nación, hasta 1931. Aquí, se nos podría reclamar que dicho número no resulta realmente significativo. Pero si consideramos que de los 8 Presidentes, dos murieron en ejercicio de sus funciones (Quintana y Roque Sáenz Peña) y dos fueron obligados a renunciar – convirtiéndose en virtuales “muertos políticos” (Juárez Celman y Luis Sáenz Peña), la cifra de cuatro Presidentes que continuaron en el Senado o en la Corte, cobra sustancia13.
A su vez, encontramos otro dato interesante al considerar a los Gobernadores – también actores sustantivos en dicho proceso. De los 143 senadores totales que tuvo el período 1880-1916, 62 habían desempeñado previamente el cargo de Gobernador.
Entonces, del total de Senadores del período (143), 65 ocuparon previamente el cargo de Gobernadores o Presidentes. Es decir, que el 45% de los Senadores al momento de ejercer su extenso mandato (recordemos 9 años con la capacidad de ser renovable), habían desempeñado previamente un importante cargo ejecutivo. Esto, nos ayuda a remarcar el carácter conservador, restrictivo y repelente del Régimen. Y a su vez, nos invitaría a reflexionar acerca de cómo resultó posible para un Líder en salida, durante este período, poder mantener su Coalición de Gobierno, a pesar de no ocupar con su persona el cargo máximo. Es decir, no solo el sistema formal/teórico, sino también su funcionamiento real, propendieron al status quo y a la estabilidad del Régimen. Pues “Gobernar” resultó - en mayor medida - la anulación o bloqueo del Líder de la facción adversaria. Se gesta así un sistema resguardado bajo la noción de la ausencia de competencia política institucionalizada, con una fuerte restricción e incapacidad real de acceso al escenario público-formal de actores políticos ya vigentes (como el radicalismo y el socialismo). En este sentido, consideramos que el caso paradigmático es el de Julio Argentino Roca, quien a pesar de ejercer sus Presidencias entre 1880 y 1886 y entre 1898 y 1904, será siempre el actor pivotal central y decisivo en la conformación de las distintas Coaliciones y la estabilidad del Régimen, hasta el día de su muerte, en 1914. Esto es, constantemente durante el período fue urdiendo alianzas y destruyendo distintas candidaturas y fórmulas presidenciales. Un ejemplo de dicho accionar, resulta el veto a la fórmula de Mitre-Bernardo de Yrigoyen, en el episodio denominado las “Las Paralelas”. Otro, el conflicto con Carlos Pellegrini después de la disputa suscitada entre ellos, a partir de reacciones opositoras a la negociación en Londres por la unificación de la deuda pública (en la que Pellegrini había conseguido lo que Roca le había ordenado, pero al regresar y comunicarlo – y sufrir dichas reacciones – Roca retirará el proyecto, humillando públicamente al primero). Así, Roca fue el actor central del período y su decisión provocó reposiciones, alineamientos, nuevas coaliciones… hasta la hábil maniobra política de Sáenz Peña hijo.
Intervenciones Federales
“…no se recurre a la intervención federal con un fin constitucional propiamente dicho, pues en muchos casos se interviene para sostener, reponer o reconstruir autoridades ejecutivas, legislativas o judiciales depuestas, amenazadas o disueltas por la sedición armada o la astucia política, y en la mayoría en la época contemporánea, la intervención se ha convertido en un recurso ordinario de unificación electoral de todos los grandes resortes efectivos, localizados en los gobiernos…”14
Según las disposiciones constitucionales, la intervención federal fue diseñada como un recurso del Gobierno Federal para garantir la forma republicana de gobierno, en caso de sedición interna o invasión exterior, y a requisición de las autoridades soberanas del distrito. En su forma manifiesta, la intervención implica la destitución de las autoridades ejecutivas y el control directo del Gobierno Nacional, por intermedio de un “interventor”. La tensión emergente de este recurso es cuasi evidente. Básicamente le brinda al poder nacional una gran discrecionalidad en la definición de la situación no/anti republicana, otorgándole pues, una capacidad irrestricta de intromisión y dominación sobre las provincias. Por eso, y en un intento de disminuir este gran poder insubordinado que funde formalidad pública con interés privado, los constituyentes decidieron agregarle la condición del “requerimiento de las autoridades locales”.
La segunda cláusula de control al poder del Presidente en este dispositivo, resulta de la necesidad del apoyo del Congreso. Sin embargo, esta condición es fácilmente eludible, ya que el Poder Legislativo no es un poder constante (frena en su ejercicio generalmente entre los meses de noviembre y marzo) y el Ejecutivo se encuentra activo constantemente. Por lo que rápidamente uno estimaría estratégico esperar hasta el fin de las sesiones ordinarias, para dictar libremente las intervenciones (incluso tampoco importan las sesiones extraordinarias, ya que la agenda es cerrada). Como intentaremos ver más adelante, este resulta un recurso político de poder no exclusivo de este período, sino frecuentemente implementado en distintos momentos de la historia Argentina.
En el período 1880-1916, se registran un total de 40 intervenciones federales. Siendo Luis Sáenz Peña el que lidera el ranking con un total de 8 intervenciones, y Quintana el último, con 1 intervención. El promedio de intervenciones de todo este período es de 4 intervenciones, con una desviación media de 2,5. A su vez, de las 40 intervenciones, 25 serán con acuerdo del Congreso, mientras que las otras 15 serán por decreto15. En un análisis superficial y fugaz de dicha diferencia, podríamos alegrar nuestras reflexiones, ya que la mayoría de las intervenciones fueron realizadas con acuerdo del Congreso. Pero, rápidamente debemos amargar esa alegría naciente y recordar que prácticamente no había oposición partidaria en el Congreso (aunque sí facciosa), y que gran parte de las Coaliciones de Gobierno se mantenían en las cámaras legislativas, al estar estas pobladas – como vimos - de antiguos Gobernadores y algunos ex Presidentes. Otro dato importante a remarcar es que las Presidencias de Carlos Pellegrini, Luis Sáenz Peña y José Uriburu  - que se extienden entre los años 1890 y 1898 – sufrieron el brote revolucionario constante de la emergente Unión Cívica. Por eso, sus presidencias realizarán 17 de las 40 intervenciones totales del período  (es decir, el 42%) (Ver cuadro III).
Por otro lado, las provincias más intervenidas en esos años resultaron Catamarca y San Luis (6 intervenciones cada una), Corrientes (5) y Buenos Aires y Santiago del Estero (4, cada una). Como recorrimos brevemente en párrafos anteriores, Buenos Aires y Corrientes fueron dos de las provincias que en este período se opusieron en repetidas ocasiones al poder presidencial. Por lo que recibieron a cambio el peso de la Intervención Federal. Por el contrario, San Luis y Catamarca, resultaban provincias de apoyo electoral constante al poder oficial16. Esto demostraría cómo el poder central nacional interviene las provincias, deponiendo autoridades para eliminar a su Adversario, quitándole espacios institucionales de recolección y distribución de recursos coalicionales, y apoyando a grupos opositores del poder oficial provincial; y cómo a su vez, es susceptible de intervenir para respaldar a miembros de la propia Coalición que se encuentran en una situación coyuntural de debilidad (por lo que la presencia del Estado Nacional y el Ejército Nacional ayudarían a resolver a su favor aquella situación conflictiva en la que se encontrasen). Esto también se vería más claramente al analizar lo expuesto por H.J. Sommariva. Él muestra que 14 intervenciones fueron iniciadas en base al requerimiento de las autoridades provinciales y 19, sin requerimiento. Según continúa analizando el autor, 5 de las 14 con requerimiento, fueron en apoyo de grupos opositores al Gobierno Oficial Provincial  (35%) – opositor del Gobierno Nacional -, al igual que 14 de las 19 sin requerimiento (42%)17. Así, 19 de la totalidad de las intervenciones (consideremos que el análisis de Sommariva sólo toma hasta 1910, por lo cual su total es de 33 y no 40 intervenciones) se realizaron como forma de romper las Coaliciones del Adversario. Esto es, el 57% de las intervenciones del período reposaron sobre una intención sustantiva de reparación/corrección de un desvío del sendero del Líder, o de conservación de los miembros plenos de su Coalición de Gobierno18.

Reforma Electoral: eliminando la vieja política
Nuestra intención en este apartado es analizar la Reforma Electoral de 1912, bajo la iniciativa central del Presidente Roque Sáenz Peña (hijo de Luis), y su ministro del Interior, Indalecio Gómez. Para adelantar nuestro argumento – y romper todo tipo de suspenso que pudiera surgir -, afirmamos que la intención primaria, profunda y tácita de dicha reforma no resulta aquella esgrimida retóricamente como “de apertura democrática”, o “reformismo conservador”. Esto es, sí consideramos que implicó una proto apertura democrática y que de hecho fue una “reforma conservadora”, impulsada por ciertos sectores reformistas de la élite. Pero, su intención – en cambio - fue producto de una estratégica política coalicional, frente a un conflicto inter-faccioso con ciertos sectores de la oligarquía. Así, creemos que fue el producto de una maniobra política impulsada por Sáenz Peña (hijo) y Carlos Pellegrini, en un intento de desterrar definitivamente a viejas cúpulas políticas de la oligarquía – cuya figura más visible resultaba el dos veces Presidente de la República, Alejo Julio Argentino Roca. En este sentido pues, la Reforma Electoral – tan declamada por ciertos sectores de la academia y que ha trascendido a la Historia como la virtuosa y libertaria apertura democrática impulsada por sectores de “avanzada” – nos resulta sólo un recurso de poder dentro de una estrategia coalicional presidencial. Con esta, Roque Sáenz Peña buscará reestructurar las dinámicas de obtención de poder público, habilitar el acceso al poder institucional de minorías (pero sólo en tanto eso, poderes minoritarios), y redefinir cualitativamente los procesos políticos de conformación de Coaliciones, conmocionando las formas normales de cooptación de su Adversario.

Prácticas Electorales Previas a 1912
Las prácticas electorales anteriores a dicha reforma resultaban intensamente fraudulentas, permitiéndole a las cúpulas de poder tradicionales mantener controlada las elecciones, y así las sucesiones, las designaciones y las selecciones de los cargos públicos. Las formas comunes del fraude resultaban la formación y control de los registros (vigilando la inclusión en los padrones electorales), el voto colectivo, los comicios dobles, la desaparición de ciertos padrones, la repetición del voto, la compra de sufragios y el robo de urnas. En este sentido, la práctica electoral resultaba “voluntaria”, no secreta y con lista completa. De esta, y de tantas otras formas, se mantenían controladas las elecciones y contenida la política en cúpulas decisorias. Pero – y aquí lo sustancial – este control y restricción no sólo se realizaba contra el “pueblo” o ciertas fuerzas políticas emergentes “minoritarias”, sino – y principalmente -  también se aplicaba a las otras facciones de la oligarquía. El acceso se encontraba cerrado para todo extranjero. 
A su vez, la Justicia Electoral Nacional sólo poseerá jurisdicción para dictaminar casos de fraude en las elecciones a Presidente y Diputados Nacionales. Los Senadores – como vimos – eran designados por las Legislaturas Provinciales, y nada podían hacer estos controles institucionales-legales sobre aquellos. Así, se profundizará aquél carácter primordial, elitista y poderoso que les atribuíamos a los Senadores, en sus relaciones con los Gobernadores, las Legislaturas Provinciales y el Presidente.
De esta forma, el fraude se combina con un sistema electoral de lista completa, resultándole casi imposible a fuerzas minoritarias - como la Unión Cívica Radical -, obtener siquiera una banca legislativa. Y en el improbable caso de alcanzar un mejor desempeño electoral, siempre rondará el fantasma de la intervención federal.

Conflicto Intra-oligárquico
En 1898 retornará el hábil actor “pivote” a la esfera pública: Roca obtenía su segunda Presidencia de la Nación. Con una presencia manifiesta, intentará reestructurar la política según sus propios designios e intereses. Así buscará que su voluntad sea política. Esto le traerá rápidamente fuertes conflictos. Una de las primeras rupturas significativas en el trayecto hacia la reforma de 1912, fue – como mencionamos anteriormente – con Carlos Pellegrini, su más fiel Senador. El conflicto advino luego de que Roca lo enviase a negociar en Londres un acuerdo fiscal respecto a una deuda pública. Una vez retornado el Senador y publicado su “logro”, Roca retirará el proyecto, dejando al descubierto y en humillación a Pellegrini. En ese acto, Pellegrini se convertiría en el principal Adversario de Roca durante la década del 1900. Aquél rápidamente comenzaría a construir su Coalición adversaria.
En 1904, con el problema de la sucesión presidencial nuevamente en puerta, Roca y su aliado Ugarte (Gobernador de la Provincia de Buenos Aires), fácilmente impondrán la candidatura – y posterior triunfo – de Quintana. A su vez, se adosará al candidato presidencial, la vicepresidencia de Figueroa Alcorta. Roque Sáenz Peña describía la situación como “…el pueblo, desde el intelectual al analfabeto, desde el grande al pequeño ha desaparecido y queda sólo el Presidente [Roca] y el Gobernador [Ugarte]…”19.
Distintos conflictos y muertes (como la del Presidente Quintana y Pellegrini) llevan en 1906 a Figueroa Alcorta al máximo cargo político, con una gran influencia de ciertos sectores ministeriales afines al difunto Pellegrini. Alcorta comenzará una serie de purgas políticas contra Roca, a partir de distintas intervenciones federales (San Luis, Corrientes, Córdoba y San Juan). En todas ellas, el Presidente conseguirá desterrar bastiones de poder del Roquismo, ya que este último obtenía la mayor parte de su poder político de esas provincias intervenidas.
De esta forma, vemos cómo existían dos grandes facciones en conflicto al interior de la oligarquía. Por un lado, el sector liderado por Roca, más cercano a los valores tradicionales y a las formas conocidas de ejercicio político. Por otro lado, el sector que comenzara a guiar Pellegrini y que luego de su muerte, encabezará Roque Sáenz Peña y - en menor medida - Indalecio Gómez. Este sector reformista, intentará modificar los procedimientos políticos, sin transformar sustantivamente el Régimen Oligárquico. Así, se organizará sobre finales de la primera década del Siglo XIX, en torno a un nuevo movimiento consagrado como “Unión Nacional”. Rápidamente cobrará un impulso nacional, pudiendo captar - o cooptar - la adhesión de la mayoría de las provincias, y transformándose en un vehículo novedoso de comunicación y relación entre las oligarquías tradicionales locales, los Gobiernos Provinciales y el Gobierno Nacional. Sin embargo, su tinte seguirá siendo tan oligárquico como el P.A.N. Y será bajo este nuevo movimiento político, con el que Sáenz Peña se reunirá repetidas veces con el líder de la Unión Cívica Radical – Hipólito Yrigoyen. Su intención, unirlo a su Coalición de Gobierno, ofreciéndole ciertos puestos en el gabinete nacional ministerial. El “radical” rechazará constantemente los ofrecimientos. Con esa oferta, Sáenz Peña buscaba aprehender a la fuerza revolucionaria - y así desmovilizarla –, para poder focalizar todos sus esfuerzos en la eliminación del “Roquismo”. No se veía a la U.C.R. como una fuerza poderosa ni peligrosa. Sólo resultaba un partido minoritario.

Reforma Electoral
El proyecto que triunfa en 1912 no será el del sufragio uninominal por circunscripciones implementado para las elecciones de 1906 e impulsado por Joaquín V. González, sino el de “lista incompleta” respaldado por el Ministro del Interior, Indalecio Gómez. En términos generales, esta combinaba la obligatoriedad del voto y su secreto, con un sistema de listas incompletas. Se creía que de esta forma – y aquí la crítica a la propuesta de González –se conseguiría efectivamente la participación y representación real de las minorías, al garantizarles a priori un tercio de los electores por distrito. Así, se incluiría a ciertos partidos políticos minoritarios en el ejercicio de la representación política, descomprimiendo parcialmente la “restricción”. Mediante este mecanismo, los “reformistas” creían poder desterrar de manera acabada a las cúpulas políticas tradicionales de puestos políticos desde donde distribuir bienes (y armar coaliciones). Roque Sáenz Peña intentará entonces fragmentar la arena política en una multiplicidad de nuevas fuerzas minoritarias, para así conseguir contrarrestar el poder histórico del “Roquismo”, y comandar él el curso de la política nacional. Esto es, fundar la dinámica política en una institucionalidad política, como los partidos, para desterrar a viejas individualidades-caudillos-tradicionales. A su vez, aquél se entendía lo suficientemente poderoso para conseguir contener y coordinar a las “nuevas” fuerzas políticas “minoritarias”. Además, estaba convencido que mediante su “épica democratizadora”, advendría como un nuevo Líder. Finalmente, toda esta estrategia política descansó sobre la consideración de estas “nuevas fuerzas políticas” como minoritarias, principiantes e inexpertas en la función política. Eso lo convencía aún más de su potencial capacidad de control total final del proceso. Él, trascendiendo a la Historia, como quien terminó con Roca y abrió el juego político a “nuevos actores”. ¿Un “Demócrata”, o una hábil maniobra coalicional?
Así, Sáenz Peña intentó combinar un carácter elitista y parcialmente cerrado del ejercicio político, con una apertura relativa del Régimen. Sin embargo, - reiteramos -toda su estrategia política coalicional descansaba en el menosprecio del poder real de la U.C.R. y el Partido Socialista. Se entendía capaz de emerger pues como el “Gran Reformador” y como el único experto y capacitado en la “nueva política” para coordinar los distintos actores, y la dinámica de la arena política. Él, como el único entendido en la distribución efectiva de bienes para la formación de la Coalición de Gobierno. Él, el único preparado para garantizar la “gobernabilidad” y estabilidad política, con un pie en el “viejo mundo tradicional”, y el otro en el “nuevo mundo democrático”. Roque Sáenz Peña, auto-consagrándose con esta Reforma Política, como la única opción de los Conservadores frente al inminente “aluvión radical”, y como la única oportunidad real de acceso de los Radicales y Socialistas al Régimen cerrado. Él, intentando convertirse en el nuevo actor pivote,  haciendo que el sistema no pudiera funcionar sin su persona, creando la necesidad de su sí.
Entonces, nos resulta vital poder entender la Reforma Electoral en estos términos: como un nuevo y único dispositivo institucional para la creación de Coaliciones de Gobierno, que provocará la reestructuración de las formas y pautas de ordenamiento de las dinámicas de distribución y creación de poder político, cambiando las reglas del juego y creando nuevas, en las que su principal Adversario – el Roquismo – no podría (por sus estilos de acción), ni captar adeptos por afinidad, ni conseguir puestos decisionales desde los cuales distribuir bienes – o prometer bienes futuros – para disfrutar de una gran lealtad. En estos términos, creemos que la Reforma Electoral constituyó el artificio institucional más poderoso del período, ya que consiguió excluir acabadamente a su principal Adversario, modificó las bases sobre las que operaría la política coalicional, y tornó las herramientas normales de distribución del poder del Adversario en obsoletas. Esto es, con el voto secreto y obligatorio anuló el fraude por compra de votos o votos colectivos, y con la lista incompleta, consiguió romper con el monopolio total de la política. Creó – al institucionalizar – nuevos selectores, nuevos actores políticos con poder decisional/electivo, que interpretó más afín a su propia coalición que a la de su Adversario, y creyó así susceptible de aprehender/atraer. En este sentido, la reforma de la arena política que realizase Sáenz Peña, podría ser reinterpretada, no como una apertura democrática por principios rectores y Buenos en sí, sino como una distribución privada al Radicalismo, al Socialismo y a la Liga del Sur (es decir, a actores minoritarios excluidos), de un bien público (como es el voto). Y mediante esa “ofrenda”, esperó obtener su lealtad, y los pretendió incluidos en su Coalición de Gobierno. Pero, los resultados electorales le enseñarían otra realidad.

 

De la Oscuridad al Trono: el ascenso de Yrigoyen
“… pero lo que no se previó fue que radicales o socialistas, que no se consideraban rivales peligrosos, pudieran aventajar a `nacionales´ y `cívicos´. Fue un resultado del voto secreto que ponía fin a la práctica de compra directa de sufragios…”20
La primera elección en la que se aplicó la nueva ley electoral 8.871, conocida como ley “Sáenz Peña”, fue en las elecciones para diputados, de 1912. En la misma, el partido conservador obtuvo 43 diputados (destacan los 14 de Buenos Aires y los 7 de Córdoba). Mientras que las fuerzas minoritarias consiguieron en total 15 diputados (12 la U.C.R., 2 el Socialismo y 1 la Liga del Sur). Estos primeros resultados, permitirían reflexionar en esta primera instancia, la Reforma como realmente efectiva para Sáenz Peña, habiendo podido conseguir todo lo que se había propuesto. Es decir, excluyó al Roquismo, abrió el juego político a nuevos actores (confiriéndole más legitimidad a su plan, ya que efectivamente repartió ciertas diputaciones y no fue una mera instancia retórica), pero a su vez los mantuvo contenidos como una débil minoría.
Esta situación comenzará a revertirse con la elección en la Capital Federal de 1913. En esta, triunfaría el Partido Socialista con 50 mil votos, llevándose los tres puestos de diputados que estaban en juego. Esta derrota, será rápidamente reinterpretada por el Presidente Sáenz Peña al decir que estos partidos (como el Socialista y el Radical) “… se tratan de partidos que operan dentro del orden y de la libertad, con sus doctrinas y sus banderas, amparados por la Constitución. Por el hecho de votar no son partido revolucionarios…”.21 De esta forma “prolija”, el Presidente intentaría rescatar la situación al enmarcarla en la legalidad, y proclamarla como un “triunfo del sistema”. Pero su Coalición rápidamente comenzará a desintegrarse. Este triunfo, así como los que lo proseguirán, activarán a los “partidos minoritarios” en tanto poderosos Adversarios. En realidad, nunca estuvieron de hecho en la Coalición del Líder y el precio de la “traición” no resultaba muy elevado en un momento en el que la apertura de la competencia electoral habilitaba y “legalizaba” la “volatilidad” y los realineamientos.
En las elecciones para diputados de 1914, la situación empeorará aún más para el “nuevo” sector conservador. Este obtendrá 33 bancas de diputados (principalmente mantendrá 9 de Buenos Aires). La U.C.R. conseguirá 21 (destacan los 6 de Entre Ríos y los 5 de Santa Fe), y el Partido Socialista alcanzará los 7 diputados (nuevamente por Capital Federal). De esta forma, las “fuerzas minoritarias” conseguirán 30 nuevos diputados, frente a los 33 que conquistaba el Frente Conservador. El nueve de agosto de ese mismo año, el Presidente Sáenz Peña moría, y su Vicepresidente, Victorino De la Plaza, lo sucedía en el cargo.
Finalmente, el momento tan temido y esperado por todos. El dos de abril de 1916 se celebraban las elecciones para Presidente y Vicepresidente de la Nación - las primeras con el nuevo sistema electoral. Según cifras oficiales, sólo el 30% de la población habilitada para votar concurrió ese día a los comicios. Esto demostraría cómo aún la obligatoriedad pautada por la ley no se encontraba rigiendo plenamente. El Radicalismo con su fórmula Yrigoyen-Luna, se imponía obteniendo la mayoría en la Capital Federal, Córdoba, Entre Ríos, Mendoza, Santiago del Estero, Tucumán y finalmente (luego de un alineamiento de último momento de los Radicales Disidentes en el Colegio de Electores) en Santa Fe, y minorías significativas en Buenos Aires y Corrientes. Así, conseguía el total de 152 electores (143 propios y 9 de los Radicales Disidentes de Santa Fe), frente a los 104 del Partido Conservador, los 20 del Partido Demócrata Progresista (liderado por Lisandro de la Torre) y los 14 del Partido Socialista. Finalmente, la Unión Cívica Radical había obtenido la mayoría necesaria para proclamar a su candidato como Presidente de la República.
De esta manera, la Reforma “Sáenz Peña” terminó por potenciar el poder de un Adversario invisible (o por lo menos no visto). Al habilitar el acceso a cargos públicos y liberar ciertos canales y accesos institucionales de participación, también inauguraría a estos nuevos actores la posibilidad de la oferta de futuros bienes privados. Evidentemente, la Reforma implicó una práctica mayúscula y virtuosa, en la dimensión que respecta a la eliminación de cúpulas históricas de poder. Pero en lo que concierne a los nuevos actores, creemos que se encontraba revestida de un gran formalismo, menospreciando el poder real potencial a entregar. Esto es, la Reforma no resultaba sólo la concesión u obtención de una banca en la Cámara de Diputados Nacional, sino – principalmente – abría la posibilidad de comenzar a distribuir potenciales cargos y bienes, de forjar alianzas con promesas futuras, de acceder a cierto control sobre bienes públicos (para poder distribuirlos en carácter privado)… de formar coaliciones más vastas. Así, la Reforma entregó un horizonte de futuro, al inaugurar una arena de negociación. Y el Radicalismo y su Líder, supieron aprovecharlo. 

El Radicalismo en el Poder: Coalición Inicial de Gobierno
Esa escasa diferencia que distanció a Yrigoyen de Rojas (el candidato Conservador) en la Junta de Electores, se tradujo en una debilidad estructural inicial en el gobierno Radical. Esto es, nominalmente habían alcanzado la victoria, al poder reunir la mayoría necesaria, pero en la práctica el Conservadurismo aún controlaba el país espacial y temporalmente. Es decir, todavía mantenía las Gobernaciones de la mayoría de las provincias, y definía las formas, procedimientos y dinámicas históricas de acción política. En este sentido, la élite conservadora gobernaba el mecanismo de distribución de bienes, y eran sus métodos los que regían la formación de Coaliciones.
La U.C.R. tenía una minoría en el Congreso Nacional. En la Cámara de Diputados, sólo alcanzaba 45 miembros, mientras que los Conservadores tenían 55 y los Socialistas 15. Entonces, la oposición en Diputados se elevaba hasta 70, ya que resultaría habitual la unión coyuntural entre Conservadores y Socialistas. En la Cámara de Senadores, la debilidad era aún mayor. De las 25 bancas, el Radicalismo sólo controlaría 4. Entonces, como bien relata la Dra. Mustapic en un importante artículo sobre el período, la principal oposición que sufrirá Yrigoyen en su primer mandato presidencial, vendrá desde el Congreso Nacional, bajo la figura principal de las interpelaciones parlamentarias (consagradas en el artículo 63 de la Constitución Nacional)22. Así, el Conservadurismo potenciará y ponderará olvidadas instancias institucionales, como recurso de control y poder sobre el Ejecutivo Nacional. Esto es, el sector conservador deberá recurrir a ciertas instituciones constitucionales, como único medio visible de acción política sobre su adversario. Pero, como bien evidencia Mustapic, esta principal arma del Conservadurismo resulta sumamente débil e ineficaz, ya que no acarrea ninguna reacción o reacomodamiento político posterior: es sólo declamativa. Es decir, sólo genera “humillación pública”, y de nada sirve en la conformación de Coaliciones Adversarias, ni tampoco provoca ninguna traición o detracción por parte de legisladores radicales. Es una mera instancia retórica y superficial.
Otro aspecto que nos resulta interesante de analizar es la composición del primer Gabinete de Ministros de Yrigoyen. Al confrontar los miembros y su origen, vemos un primer intento que realizara el Caudillo Radical para incorporar a sectores “claves” a su Coalición de Gobierno. Esto es, lograr la aprehensión y el alineamiento a su favor de reconocidos miembros de la Sociedad Tradicional filo-conservadora. Por eso, a Honorio Pueyrredón lo nombra Ministerio de Agricultura, a Federico Álvarez de Toledo, el control de la Marina, a Pablo Torello, el Ministerio de Obras Públicas, y a Carlos Becú, el de Relaciones Exteriores. Luego, otra jugada estratégica, resulta el nombramiento de Domingo Salaberry al Ministerio de Hacienda . Este, un hombre reconocido y de alto prestigio dentro del sector bancario y comercial. Y, finalmente, buscará la participación de dirigentes radicales provinciales en ciertos Ministerios centrales para el accionar político. Así, a Elpidio González (de Córdoba) lo nombrará Ministro de Guerra, a Ramón Gómez (un hombre de Santiago del Estero), Ministro del Interior, y a José Salinas (reconocido jujeño), Ministro de Justicia e Instrucción Pública. De esta forma, concluye la estrategia coalicional en la distribución de Ministerios. Creemos que resulta interesante, ya que en primer lugar incluye a ciertos sectores conservadores, pero en “Ministerios estériles”, no tan importantes en poder de hecho. Esto es, les “entrega” el “control” directo sobre la Agricultura – área típica de los sectores tradicionales argentinos -, pero a su vez, los subordina dentro de su propia Coalición, por lo que su autonomía y libertad sería relativa. Y a su vez, les “entrega” el Ministerio de Relaciones Exteriores, lo cual resultaría interesante - a nuestro parecer - si uno lo pensase por la negativa. Es decir, los acerca al mundo, pero los aleja de las dinámicas internas de su propio país. En cambio, en el control y relación directa con las provincias, en el puesto clave para la creación de Coaliciones, en el espacio ministerial axiomático para intentar revertir el gran poder de los sectores conservadores en las provincias, nombra a un hombre del interior, Radical y cercano a sí: Gómez. Esto evidencia a nuestro entender, por dónde Yrigoyen entendía que sucede el proceso político.
Entonces, Yrigoyen asumirá su primer mandato en una situación de aparente debilidad coalicional e intentará distribuir mínimamente los cargos entre sectores tradicionales que pudiera “comprar”. Así, su Coalición inicial de Gobierno resultará muy pequeña, y por eso, muy leal. Pero, como intentaremos ver más adelante, esa situación estructural inicial y ese tamaño coalicional pequeño, Yrigoyen lo traducirá de “debilidad” en una gran discrecionalidad de Gobierno. Y será precisamente ese tamaño lo que le permitirá accionar con tanta libertad, ya que sus decisiones de Gobierno no tendrán que ser consultadas ni debatidas, ni deberán satisfacer intereses heterogéneos - como sí lo tendría que haber hecho con una coalición más grande. Así, esa primera situación que podría aparecer como de flaqueza, terminaría siendo la principal virtud en la que se asentarán los primeros años de su primer mandato presidencial, y lo que generará todas esas oposiciones y críticas conocidas hacia su figura “personalista”. No creemos que este carácter atribuido a su persona se deba a una condición psicológica, sino principalmente, al tipo y tamaño de su Coalición inicial de Gobierno, y al entorno hostil y conservador en el que dicha Coalición se insertara, ya que le imposibilitarán todo tipo de acción concertada, “horizontal”, “democrática”. Yrigoyen no podía negociar – en este comienzo – con los sectores conservadores, sin perder así el Liderazgo de su Coalición. Y no podía incluir a tantos adversarios en su Coalición, ya que eso terminaría siendo una derrota por identificación. Además, y principalmente, su poder estaba en claro ascenso, y sólo recientemente había accedido al cargo más poderoso para la distribución de bienes. Así, debía crear una Coalición muy leal (y eso sólo se puede inicialmente reduciendo el tamaño de la Coalición y aumentando de esta forma el costo de traición), que le permitiera destruir definitivamente a su Adversario. Si lo cooptaba, perdía. Debía derrotarlo, al eliminarlo. Y a esto -  creemos - se deberá el carácter reservado, restrictivo y limitado de su Coalición inicial, y el humor de su accionar político.
“Reparando” la Política Argentina: las Intervenciones Federales Yrigoyenistas
“Las autonomías provinciales son de los pueblos y para los pueblos y no para los Gobiernos… Debemos partir de las bases del derecho común. Suponer que pudiera cumplirse el veredicto nacional fragmentariamente, importaría no sólo descalificar a la reparación sino que justificaría el pasado…”23
En un clima hostil a la negociación política, una de las formas más efectivas que encontró Yrigoyen para afianzar su propia Coalición, fue eliminando a la Coalición del Adversario. Para ello, un arma sumamente efectiva es – como vimos - la intervención federal. Esta – nuevamente - suspende los distintos poderes provinciales y le otorga el control al Ejecutivo Nacional. En este sentido, resultaba un dispositivo interesante para los objetivos políticos de Yrigoyen, ya que así podría eliminar “legalmente” a la fuerte oposición conservadora en las provincias. De esta forma, el Caudillo radical resulta el Presidente que más intervenciones federales decretó: diecinueve en su primer período (ver ilustración III), y la mayoría meses antes del inicio de las sesiones ordinarias del Congreso24 (nunca hubiera podido aprobar una intervención en el Congreso a provincias conservadoras con una clara mayoría conservadora en las Cámaras).
La primera intervención que decretó Yrigoyen fue sobre la principal y más grande Provincia del país: Buenos Aires. La misma había resultado en las elecciones de 1916 el principal foco de oposición, y el central bastión de la resistencia al Radicalismo (recordemos que además entregaba 60 electores, de los cuales 40 fueron por mayoría al conservadurismo). Tal como relata Richard Walter en su estudio sobre la provincia de Buenos Aires, luego de la asunción de Yrigoyen el 12 de octubre de 1916, se sucedieron en la Provincia bonaerense una serie de intensos conflictos entre las fuerzas conservadoras y el radicalismo. El último y principal, suscitado en la ciudad de Tres Arroyos. Walter relata cómo Gómez utilizó este último enfrentamiento como una advertencia al Gobernador (y Líder del Conservadurismo) Marcelino Ugarte: el Gobierno Nacional estaba dispuesto a implementar “todos los medios a su disposición” para contrarrestar su poder25. El Gobernador respondió alegando que los asuntos de las provincias concernían únicamente a los Gobiernos Provinciales. La intervención era inminente.
Y así fue. El 24 de abril de 1917, a sólo seis meses de asumir el máximo cargo, Yrigoyen embarcó en un tren a La Plata a José Luis Cantilo y a un batallón del Ejército Nacional para intervenir la provincia, y remover a Ugarte de su puesto. Consideramos a este caso como paradigmático, ya que un año después de la intervención federal sobre la provincia, se sucederán - en 1918 - las elecciones regulares a Gobernador. En estas, resultará electo la mano derecha de Yrigoyen, José Camilo Crotto. Así, la intervención había conseguido desterrar al conservadurismo de la provincia, y transformar al distrito en miembro de la Coalición de Gobierno del Líder. El dispositivo institucional había funcionado plenamente: eliminó a la oposición de puestos distribucionales jerárquicos estatales, y generó las condiciones necesarias para el ascenso de su propio candidato a la gobernación. Buenos Aires, el distrito más importante de la Argentina - por lo menos aquí en términos de electores - pasaba a formar parte de la Coalición de Gobierno de Yrigoyen. Y por esta efectividad, creemos, sobrevendrán una batería de intervenciones: Mendoza, La Rioja, Catamarca, Salta, Santiago del Estero, San Luis, Tucumán.
La aplicación sistemática de este dispositivo institucional resultará altamente efectiva para los objetivos políticos de Yrigoyen. Sólo en los primeros dos años de Gobierno consiguió eliminar a los Conservadores como Adversarios reales en el escenario público, desterrándolos de espacios ejecutivos de distribución de bienes, y utilizando para ello herramientas legales-constitucionales, sin necesidad de reformar las reglas procedimentales sustantivas del accionar político-legal. Pero esta eliminación de quien fuera su principal adversario electoral en 1916, no implica en absoluto la inexistencia de Adversarios en general. La política siempre es conflictiva. Así, hábilmente ciertos sectores tradicionales del conservadurismo fueron ingresando en las filas del radicalismo de las provincias, creando de esta forma conflictos intestinos en el partido. En consecuencia, los verdaderos Adversarios peligrosos surgirán - en el primer período Yrigoyenista - de las mismas filas de la U.C.R26. Esto es, de las distintas facciones opositoras provinciales: los “oficialistas” de Jujuy, los “azules” de Córdoba, los “disidentes” de Santa Fe, los “blancos” de Santiago del Estero, los “locales” de Mendoza, etc.27. La política Coalicional de Yrigoyen deberá entonces refinarse y aumentar su efectividad para alcanzar la supervivencia política.
Existió un conflicto interno entre el Líder y un Adversario que nos resulta interesante para dar cuenta de la política coalicional de Yrigoyen. Este se suscitó entre las dos facciones surgidas en Buenos Aires: los “provincialistas”, de la mano del Gobernador de la Provincia Crotto, y los “metropolitanos”, vinculados a la Capital Federal y al Gobierno Nacional28. Es decir, a Yrigoyen. Básicamente resulta un conflicto por las atribuciones que el Gobernador creía poseer, en contra de las pretensiones de control absoluto y directo del Presidente sobre aquella provincia. Yrigoyen intentaba imponer a sus hombres como ministros provinciales, y Crotto denunciaba la autonomía absoluta de su distrito. Así, este último se fue transformando en un Adversario de gran peso político. De hecho, en las elecciones para diputados provinciales de 1918, su facción opta por la abstención electoral, haciendo peligrar el triunfo del Radicalismo, y perdiendo 47 de los 107 distritos de la Provincia frente a los conservadores29.
Lo que nos interesa poderosamente de esta situación será la reacción de Yrigoyen. Este comenzará una intensa presión política para obtener la obediencia del Gobernador, o su renuncia. Frente a la negativa de Crotto, Yrigoyen amenazará con la intervención federal, iniciando los preparativos. Crotto responderá incluyendo en su Coalición al Jefe de la Policía provincial – Mario Cima – y declarando la resistencia armada frente al poder nacional. Finalmente, el conflicto se enfriará. Crotto renunciará, dejando el cargo en manos de su Vicegobernador Monteverde, un hombre rápidamente adosado a la Coalición de Gobierno de Yrigoyen (al darle ciertas concesiones fiscales a la provincia, ya que la Legislatura provincial había vetado el aumento de impuestos y el pedido de créditos, reclamado por el nuevo Gobernador para enfrentar la crisis económica de Buenos Aires). De esta forma, vemos cómo Yrigoyen encontrará a los peligrosos Adversarios dentro de su Coalición de Gobierno, en tanto detractores, traidores. Mostrando además, aquella desactivación sustantiva experimentada por el Conservadurismo, como actor político de poder. Sin embargo, el Caudillo Radical, no dudará en utilizar todos los recursos institucionales del Poder Ejecutivo a su disposición para contener el desarrollo ulterior de Adversarios. Y Crotto, antes que Radical, era un muy poderoso potencial Adversario.

Conclusiones: entre el partido y la respiración
Los conflictos intestinos al interior de las facciones Radicales y Conservadoras, las distintas disputas entre los Gobiernos Provinciales y el Estado Nacional, así también como la Reforma Electoral efectuada por Sáenz Peña, los consideramos útiles para comenzar a entender la política argentina desde dinámicas de poder más genuinas. Entendemos axiomático estudiar los procesos desde una mayor profundidad, intentando captar la realidad de ciertas mecánicas políticas. Nuestra intención pues, resulta provocar un corrimiento de las declamaciones retóricas y de determinadas etiquetas ingenuas aplicadas por ciertos sectores. Porque de no hacerlo, el análisis político de la historia se encontrará – a nuestro entender - condenado al anacronismo. 
De esta forma, por ejemplo, el hecho que Yrigoyen estuviese realmente dispuesto a intervenir una provincia que se encontraba nominalmente bajo el control de su partido, nos dice mucho acerca del funcionamiento coalicional que primó en el período por nosotros aquí analizado. En primer lugar, nos muestra cómo la política ha sufrido una transformación sustantiva desde sus expresiones últimas decimonónicas. Es decir, el sector Conservador ha perdido su peso histórico, trasladando los verdaderos y poderosos Adversarios hacia el interior de otros sectores partidarios. El Conservadurismo ha sido desplazado del centro de la política (como partido político), y – nos atreveríamos a afirmar –nunca más podrá ingresar a la arena pública por los canales de acceso institucionalizados durante el “orden conservador”. Así, tendrá que recurrir a nuevos dispositivos institucionales, fiscales y administrativos, (e incluso a ciertos mecanismos meta-institucionales, “ilegales”) y a otros nuevos actores políticos, para crear y conformar novedosas Coaliciones de Gobierno.
En segundo lugar, entendimos la Reforma Electoral de 1912 como un recurso político altamente efectivo. La misma resultó una Revolución en las dinámicas y basamentos políticos, pero inspirada en un ideal de cambio progresivo por lenta evolución del sistema. Esto es, consideramos que el objetivo primario de los impulsores de la Reforma resultaba la eliminación de una Adversario tan poderoso como Roca, pero a su vez intentando no transformar sustancialmente el perfil oligárquico y cuasi restrictivo del Régimen. Para esto, la Reforma erigirá una multiplicidad de nuevos selectores - por definición – minoritarios. Es decir, intentará crear pequeños y débiles actores con potestad electiva/designativa, que tuviesen el poder y la novedad suficiente para fragmentar las bases Coalicionales provinciales de Roca, pero que a su vez sufrieran una debilidad estructural – sistema de lista incompleta – que los condenara a una “eterna minoridad”. Así, Sáenz Peña creía conseguir su doble objetivo, mediante un mismo accionar: eliminar a Roca con la institucionalización de “nuevas minorías” y contener a esos “nacientes” grupos con cierto carácter oligárquico, propio de Roca. Así, la de Sáenz Peña nos resulta una inteligente, efectiva y hábil maniobra política, que fracasó por triunfar.
Finalmente, esto nos permitiría  reflexionar que si lo que verdaderamente se encuentra en juego resultase el mantenimiento de la estabilidad y cohesión de la Coalición de Gobierno, o más aún, la supervivencia política, no importará efectuar una intervención federal contra un “aliado” o una Reforma Política contra el mismo Régimen del que uno es parte. Esto es, frente a la supervivencia, no existen ideales democráticos, ideologías superadoras, principios rectores. Sólo medios, estrategias y maniobras políticas para la creación de Coaliciones de Gobiernos más resistentes, que consigan equilibrar su tamaño y distribuir eficientemente bienes, para crear una intensa lealtad hacía el Líder, y retardar así la inexorable derrota del tiempo. En efecto, consideramos vital aprehender a la supervivencia política en tanto la verdadera pulsión coalicional. Los colores partidarios, los “ideales democráticos”, la “mentalidad reformadora-modernista”, la pertenencia social, sólo resultan ropajes con los que se vestirá una silenciosa búsqueda de la “respiración política”.
 

*Licenciado en Ciencia Política (UBA) – Doctorando en Ciencia Política (UTDT)

ANEXO
Ilustración 1


Fuente: Zalduendo, Geografía Electoral de la Argentina

Ilustración 2

Fuente: La Prensa 1914-1942

 

 

Ilustración 3

Fuente: Zalduendo, Geografía Electoral de la Argentina


 

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2 Luna, Félix (2004): Hipólito Yrigoyen, Buenos Aires, Grupo Planeta.

3 Botana, Natalio (1985): El Orden Conservador, Buenos Aires, Hyspamerica.

4 Sábato, Hilda (2004): La Política en las Calles, Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes, pp. 285.

5 Sábato, Hilda (2004): La Política en las Calles, Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes.

6 Sábato, Hilda (2004): La Política en las Calles, Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes, pp. 181.

7 Botana, Natalio (1985): El Orden Conservador, Buenos Aires, Hyspamerica.

8 Alonso, Paula (2003): “La Política y sus laberintos. El Partido Autonomista Nacional entre 1880 y 1886”, en H.Sábato y Alberto Lettieri (coord.), La vida política en la Argentina del Siglo XIX: Armas, Votos y Voces, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica.

9 Incluso, como intentaremos reflexionar más adelante, la reforma institucional electoral, que implicará la finalización de la hegemonía puramente oligárquica en manos del Partido Radical, será el producto y un arma en una disputa facciosa oligárquica. 

10 González, Joaquín,Discurso en la cámara de Senadores, sesión del 1-2-1912, en Congreso Nacional. Diario de Sesiones, Cámara de Senadores, Vol. 2, pp. 289.

11 Zalduendo, Eduardo (1958) Geografía Electoral de la Argentina, Buenos Aires, Ancora. 

12 Escapelo (pseudónimo) (1891): El Senado de 1890, Buenos Aires, Brocha Parlamentaria, p.19.

13 Fuente: Cámara de Diputados de la Nación

14 González, Joaquín (1910): “El Juicio del siglo o cien años de historia argentina”, en La Nación Argentina del Centenario, Buenos Aires.

15 Fuente: Archivo General de la Nación, caja “intervenciones federales”. 

16 Botana, Natalio (1985):  El Orden Conservador, Buenos Aires, Hyspamerica, pp.130-137.

17 L.H. Sommariva: Intervenciones federales en las provincias, s.c, s.e

18 Botana, Natalio (1985): El Orden Conservador, Buenos Aires, Hyspamerica, pp.135.

19 Discurso de Sáenz Peña, 14-10-1903.

20 Pinedo, Federico (1946): En tiempos de la República, Buenos Aires, Editorial Mundo Forense.

21 Mabragaña, M.: Los Mensajes, Discurso Presidencial de Roque Sáenz Peña de 1913.

22 Mustapic, Ana María (1984): Conflictos Institucionales durante el Primer Gobierno Radical 1916-1922, en Desarrollo económico, Vol.24, No.93, pp.88.

23 Luna, Félix (2003): Los Gobiernos Radicales, Buenos Aires, Editorial Planeta, p.19.

24 Materiales para la Reforma Constitucional (1957), La Intervención Federal, Comisión de Estudios Constitucionales, Buenos Aires.

25 Walter, Richard (1985): The Province of Buenos Aires and Argentine Politics 1912-1943, New York, Cambridge University Press, p.43.

26 Situación que cambiará en su segunda Presidencia, ya que los “Adversarios Peligrosos”, surgirán del sector militar, como el caso de Agustín Pedro Justo.

27 Luna, Félix (2003): Los Gobiernos Radicales, Buenos Aires, Editorial Planeta, p.20.

28 Walter, Richard (1985): The Province of Buenos Aires and Argentine Politics 1912-1943, New York, Cambridge University Press, p.46-63.

29 Walter, Richard (1985): The Province of Buenos Aires and Argentine Politics 1912-1943, New York, Cambridge University Press, p56.