Revista Nº43 "TEORÍA POLÍTICA E HISTORIA"
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H. C. F.  Mansilla

 

La cultura política autoritaria y la carencia de racionalismo en la vida social boliviana

 

La cultura política del autoritarismo es aún hoy predominante en Bolivia, donde la modernidad ha tenido un impacto relativamente moderado. Pese a su retórica revolucionaria, los partidos y movimientos de izquierda preservan una mentalidad conservadora en sus prácticas cotidianas y en sus valores efectivos de orientación. Ello se percibe también en los amplios prejuicios sociales acerca de problemas ecológicos y demográficos y en la falta generalizada del uso de la razón. Debido a la enorme influencia de las ideologías izquierdistas sobre la población y los intelectuales, es imposible pensar en una democratización y modernización del país sin el concurso de las fuerzas izquierdistas, que deberían transitar por la senda de un racionalismo social.

 

Palabras clave: autoritarismo, Bolivia, desarrollo demográfico, Fausto Reinaga, indianismo, medio ambiente

 

 

H. C. F.  Mansilla

 

Authoritarian Political Culture and Lack of Rationalism in Bolivia’s Social Life

 

The political culture of authoritarianism is still prevailing in Bolivia, where modernity has had a relatively moderate impact. Although leftist political parties and movements practice a revolutionary rhetoric, they have preserved a conservative mentality in their daily activities and in their effective orientation values. This can also be ascertain in the very extended social prejudices about ecological and demographical issues and in the generalized lack of utilization of reason. Due to the vast influence of leftist ideologies on the population and on the intellectuals, it has proved impossible to think of a democratization and modernization in this country without the concurrence of the leftist forces, which should go the way of social rationalism.

 

Key words:  authoritarianism, Bolivia, demographical development, environment, Fausto Reinaga, indianism

 

 

H. C. F.  Mansilla

 

La cultura política autoritaria y la carencia de racionalismo en la vida social boliviana

 

El peso de la izquierda

 

En Bolivia y con urgencia necesitamos una izquierda moderna, democrática, tolerante, pluralista y dialogante, que comprenda a los otros, es decir, a sus oponentes, una  izquierda abierta al uso de la razón para analizar y solucionar problemas políticos, una izquierda favorable al Estado de derecho y a perspectivas éticas que superen el cinismo consuetudinario y la indiferencia moral que han sido inherentes a las revoluciones soviética, china y cubana y que no han estado ausentes en los procesos bolivianos de reforma radical. Esto es muy importante, porque la izquierda boliviana en sus muchas variantes es extraordinariamente vigorosa, popular y bien enraizada en la mentalidad general del país. Sin su apoyo, el país y la sociedad no cambiarán. En Bolivia la izquierda es muy pobre en el terreno de la producción teórica, pero muy fuerte en la captación de masas, hábil para el reclutamiento de funcionarios e indudablemente exitosa en la manipulación de la opinión pública.

 

   Muchos intelectuales de izquierda, en todas sus formas de manifestación, están todavía contra un orden social abierto, moderno y pluralista. Como dijo en una entrevista el destacado historiador mexicano Enrique Krauze[1], estos intelectuales se parecen mucho a los obispos católicos del siglo XIX: son provincianos y pueblerinos, y también dogmáticos, arrogantes y se creen los únicos depositarios de la verdad histórica. Aquí está el principal problema de las fuerzas de izquierda en su configuración actual: no son conscientes de los peligros y las consecuencias que entraña un orden autoritario. A los intelectuales progresistas les falta igualmente la virtud de la ironía, que es, entre otras cosas, la capacidad de cuestionar las convicciones propias más profundas y verse a sí mismos con algo de distancia crítica.Y, como agrega Krauze, el populismo levanta alas cuando “los más lúcidos renuncian a decir la verdad por miedo a ser impopulares”.

 

   Por otra parte Rafael Archondo habla de la “indulgencia apabullante”[2]que los cronistas y analistas progresistas emplean cuando se refieren a los hechos y los errores de la izquierda, indulgencia que asimismo abarca fenómenos como el surgimiento de élites privilegiadas, el desprecio del Estado de derecho y el fomento del narcotráfico y otras actividades ilícitas. Para la mayoría de nuestros intelectuales de izquierda no ha existido el totalitarismo de la Unión Soviética bajo Stalin o de la China en la época de la Revolución Cultural. Ellos prefieren ignorar asuntos como Cambodia bajo Pol Pot, Corea del Norte desde la instauración de la dinastía Kim o Cuba durante la dictadura de los hermanos Castro. Los intelectuales progresistas no quieren percatarse de que a menudo los regímenes izquierdistas y populistas han resultado ser un remedio peor que la enfermedad socio-histórica que pretendían curar.

 

La carencia de un espíritu crítico con el ejemplo del indianismo

 

   Se puede afirmar, con cierta cautela, que en Bolivia los intelectuales no se interesan efectivamente por los derechos de terceros, por los problemas del medio ambiente o por una educación moderna, racionalista y democrática. La crítica de las izquierdas es indispensable porque a través de este esfuerzo podemos acercarnos a comprender la magnitud y la intensidad de la cultura política autoritaria, que lamentablemente todavía predomina en el país. La crónica de los últimos años en Bolivia nos han recordado la vigorosa persistencia de valores tradicionales, que van desde el machismo cotidiano hasta la irracionalidad en las altas esferas burocráticas. Las consecuencias son muy variadas: la pervivencia de una burocracia[3] muy inflada y poco productiva, el saqueo irracional de los bosques y de otros ecosistemas naturales, la improvisación en todos los ámbitos y el pensar permanente en el corto plazo. Un ejemplo elocuente de esto último es el reparto de los parques nacionales a favor de agentes inescrupulosos que siempre tienen buenos contactos en la burocracia estatal. En el campo gubernamental la preocupación por la conservación del entorno natural a largo plazo ha mostrado ser mera retórica, y esto en todos los gobiernos.

 

   Los pensadores izquierdistas reproducen las clásicas cualidades de las personas provenientes de los estratos sociales privilegiados: arrogancia, megalomanía y egocentrismo. Este tema no es insignificante y trivial, porque está estrechamente vinculado a la aparición y consolidación de un desprecio dogmático con respecto al que piensa de modo distinto. Precisamente este fenómeno se da también en círculos indianistas, que una opinión ingenua podría considerar como el espacio privilegiado de la modestia, la tolerancia y la reivindicación de viejos anhelos de justicia histórica. Un ejemplo claro ha sido Fausto Reinaga,hasta ahora el pensador e inspirador más importante del indianismo[4], quien – sin ironía – se comparó explícitamente con los grandes oradores de la historia universal, desde Demóstenes y Cicerón hasta Lenin y Trotzki, exclamando alborozado en su autobiografía Mi vida: “Domé, dominé y poseí a mi auditorio”[5]. Como Reinaga mismo admitió, en 1944, cuando fue candidato oficialista a la Convención Nacional durante el gobierno de Gualberto Villarroel, utilizó toda clase de mañas y artimañas para conseguir una victoria electoral, instigando abiertamente a la violencia física contra sus opositores. En la obra citada él relató con auténtica fruición las trampas y los engaños que concibió para ganar por la fuerza una diputación[6].

 

   Menciono estos hechos, en el fondo baladíes, porque las actitudes reiterativas de Reinaga y las normativas éticas que subyacen a las mismas son aquellas que practican numerosos miembros de todas las fracciones de la clase política boliviana. Lo relevante reside en el hecho de que hasta ahora nadie ha criticado a Reinaga por este asunto, porque las triquiñuelas que utilizó son parte cotidiana de la cultura autoritaria del país, la que se ha convertido en algo naturalizado como obvio y sobreentendido, es decir en una porción importante – y apreciada favorablemente – de la mentalidad nacional.

 

   En numerosos escritos Reinaga predicó la lucha de razas[7] en lugar de la confrontación de programas e ideas y para ello legitimó todo uso de la violencia física. Distinguidos escritores del presente predican lo mismo, pero ahora revestido de un tenue barniz científico a la moda del día. Él y sus allegados no se dedicaron a promocionar una educación moderna o una actitud abierta y humanista entre sus adherentes, sino que propiciaban lo rutinario y convencional en la vida de los partidos políticos bolivianos: “el adoctrinamiento de los militantes”, quienes recibían “las lecciones” de la jefatura indianista, que luego debían reproducir sin dudas ni discusiones. Esta enseñanza no podía ser cuestionada porque contenía “verdades de fuego”[8], como escribe Hilda Reinaga Gordillo, la guardiana actual del Movimiento Amáutico. El propio Reinaga realizó un importante aporte a una indoctrinación autoritaria al alentar una formación de la consciencia infantil basada en el “dogma sagrado”[9] que sería la tradición indianista, que así quedaría exenta de todo cuestionamiento. Por otra parte, él propalaba la idea tradicional de que la principal meta de la revolución india estaría representada por la conquista del poder político a cualquier costo; su divisa era: “Poder o muerte”[10], es decir lo habitual de las prácticas políticas autoritarias.

 

   Estas manifestaciones claras de una mentalidad autoritaria no pueden ser relativizadas mediante el cómodo procedimiento postmodernista de aludir al “contexto” en que surgió el indianismo, en el cual habría sido necesario “levantar la auto-estima”[11] de las masas indígenas, como aseveran ahora los representantes de la ortodoxia indianista. Con este argumento se puede justificar cualquier violación a los derechos de terceros. Según esta concepción todos los distintos modelos de organización social poseen una historia auténtica, que no puede ser comparada con otras y menos aún criticada desde un punto de vista racionalista. La existencia de valores propios de orientación mostraría que estos últimos son los mejores y los más elevados para el sujeto respectivo, lo que impediría cualquier crítica desde afuera. Así, profilácticamente, se condena todo análisis de las tradiciones de uno mismo, de los saberes ancestrales y – lo más importante – del legado de autoritarismo e irracionalismo que puede contener la propia historia. En el caso boliviano se consigue así un blindaje perfecto con respecto al pasado y a las culturas prehispánicas, que de esta manera quedan fuera de toda crítica seria[12]. Parece que la evolución posterior de las varias tendencias del movimiento indianista no ha superado esta situación liminar[13].

 

El autoritarismo no es una cualidad exclusiva de las tendencias izquierdistas. Basta referirse al nazismo alemán, al fascismo italiano y a sus variantes contemporáneas en numerosos países, por ejemplo en los Estados Unidos. La fuerza que representa Donald Trump es aún muy grande: más de setenta  millones de fieles partidarios, muy similares a los fanáticos religiosos de tiempos pretéritos. Esa potencialidad de totalitarismo en los Estados Unidos ya fue estudiada mediante datos empíricos por Theodor W. Adorno, quien en 1950 publicó su estudio sobre la personalidad autoritaria, que desde entonces ha abierto el camino para muchas investigaciones de este tipo[14].

 

Además: los apologistas de Reinaga (y de tendencias afines) insisten en que hay que comprender su visión del mundo y sus invocaciones a comportamientos radicales, prosiguen perdonando todas las exageraciones del maestro y terminan justificando el autoritarismo del gran pensador. Además: todas las escuelas sucesorias de Reinaga incluyen un embellecimiento del pasado prehispánico (la Edad Dorada de las civilizaciones precolombinas), que no está fundamentado en ningún dato documental o empírico y que solo produce una distorsión de la propia identidad y de su concepción de la historia[15]. El tratamiento edulcorado y celebratorio del pasado andino antes de la llegada de los españoles[16] produce una visión arcaizante y simplificadora de una temática compleja y contribuye así a la preservación de una mentalidad infantil en temas sociales y políticos.

 

   Los izquierdistas e indianistas se molestan si alguien califica de premoderno, prerracional y predemocrático a un sector de la población. Creen que es una forma sofisticada de racismo, es decir algo muy peligroso y malvado. Estos términos son axiológicamente bastante neutrales y no constituyen una condenación de los fenómenos descritos. No se puede evitar la alusión a la modernidad y a sus metas normativas porque, entre otros aspectos, casi todas las etnias bolivianas desean vivir en un medio modernizado y tecnificado, empezando por sus sectores juveniles.

 

   Hay que señalar que la mayoría de los feminicidios ocurren precisamente en la Bolivia premoderna. Se trata, por supuesto, de un tema incómodo, y por ello muy interesante para una discusión teórica. Igualmente incómoda resulta la aseveración siguiente. Los sucesos de los últimos tiempos nos señalan claramente que una buena parte de la población boliviana es reacia a comprender concepciones abstractas como el distanciamiento social en ocasión de pandemias, los derechos de terceros, el  pluralismo cultural, el Estado de derecho y el pensar en el largo plazo. Son fenómenos asociados al racionalismo, tendencia teórica y social que fue muy escasa en la época colonial y que no ha sido aclimatada adecuadamente durante la república. El sistema escolar, las tradiciones populares y hasta los intelectuales más ilustres promueven un modelo civilizatorio basado en los sentimientos, las emociones y las intuiciones, que puede ser muy fructífero en el campo cultural y en la vida familiar, pero que es anacrónico y  hasta peligroso en las esferas política y económica.

 

La mediocridad general de los actores políticos

 

   Los partidos opositores al gobernante Movimiento al Socialismo (MAS) no han hecho hasta hoy nada relevante para reducir la cultura del autoritarismo[17] y para fomentar actitudes racionales. La oposición al MAS – de una apabullante mediocridad en todo sentido – no representa un “destino errático”[18], como afirma un texto editorial de Página Siete, sino que desde un comienzo (2005) ha configurado una vocación errática, que difícilmente va a cambiar en el corto plazo. Hay que considerar fríamente que los políticos de todos los partidos provienen de una cultura común y comparten valores de orientación similares. Por ello a corto plazo no hay que esperar grandes cambios en la esfera pública. Hay que señalar que el ámbito de la cultura es mucho más reacio al cambio que el terreno de lo técnico. Por ello en el campo de las prácticas cotidianas la mentalidad tradicional se ha consolidado claramente desde enero de 2006. Ahora se nota, de manera más evidente que antes, que el pluralismo de ideas y el Estado de derecho eran sólo un barniz relativamente delgado y efímero.

 

La falta de un racionalismo social a la vista de la temática ecológica y demográfica

 

Todo lo dicho hasta aquí se puede deducir también de lo siguiente. La educación masiva, la mayoría de los medios de comunicación y las prácticas familiares no son favorables a normativas racionales, como la consideración del largo plazo, la protección del medio ambiente, la democracia pluralista, la vigencia efectiva de los derechos humanos, la lucha contra la corrupción y la discusión pública de opciones programáticas. Siendo muy generosos, podemos suponer que unas diez mil personas leen los artículos de opinión y los suplementos culturales de los pocos periódicos serios del país que se consagran a difundir estos valores. Siendo aún más generosos y optimistas, podemos pensar que unas cien mil personas comparten estos puntos de vista. Esto no llega al uno por ciento de la población del país.

 

La inmensa mayoría de la nación boliviana no es, por supuesto, partidaria explícita del autoritarismo y de la irracionalidad socio-política. En el ambiente familiar y local ha desarrollado valiosas normativas de orden ético congruentes con principios racionales, que, lamentablemente, no son extendidos al conjunto de la sociedad y menos a la esfera política. El potencial antidemocrático y antipluralista, por lo tanto, sigue siendo alto porque el culto de los sentimientos y las emociones colectivas y el desdén del racionalismo político permanecen como predominantes. Esto se percibe claramente en la incomprensión de concepciones abstractas como distanciamiento social (en el tiempo de la pandemia del coronavirus), derechos de terceros, pluralismo ideológico y cultural de parte de dilatados sectores de la nación.Un estudio realizado por la Oficina Regional de Educación para América Latina y el Caribe, dependiente de la UNESCO de las Naciones Unidas,con el aval y la colaboración del Ministerio de Educación y hecho público en 2021, llegó a la conclusión de que una parte muy considerable de los escolares bolivianos (alrededor del 62 %) tendría considerables dificultades para realizar operaciones matemáticas elementales, para hacer inferencias lógicas y para comprender los textos leídos[19]. La base del irracionalismo social sigue más o menos incólume.

 

   Algunos detalles de esta temática se pueden aclarar mencionando fenómenos recurrentes en la región andina. Al lado de la grandiosidad del paisaje de las altas montañas se halla la chatura de la obra humana: la majestuosa cordillera como telón de fondo y la basura plástica anunciando la proximidad de los asentamientos urbanos. Lo más grave reside en el hecho de que nadie es consciente de este reino de la fealdad: ni los movimientos sociales, ni los partidos políticos, ni los intelectuales progresistas. La mayoría de los bolivianos, independientemente de su origen geográfico, social o étnico, es rutinaria y convencional en su vida cotidiana y en sus valores de orientación, pero no es conservacionista en la acepción ecológica: no cuida de manera conveniente y efectiva los vulnerables suelos y paisajes y más bien se consagra a destruir la naturaleza. Casi todos los grupos sociales contribuyen, a veces sin sospecharlo, a una verdadera catástrofe medio-ambiental. Tratan, por ejemplo, de ensanchar la frontera agrícola incendiando el manto vegetal en las regiones tropicales, lo que significa según ellos llevar el progreso a la selva. En 2019 y 2020 ocurrieron inmensos incendios en el Oriente boliviano. Ardieron por lo menos cinco millones de hectáreas. A casi nadie le importó. Ningún partido de izquierda, ningún intelectual indianista, ninguna organización indigenista y ninguna representación de intereses campesinos mostró indignación o inició una leve protesta por este fenómeno, inducido por la mano del Hombre para ampliar la frontera agrícola. El resultado general que se puede constatar empíricamente en Bolivia es deplorable: bosques incendiados, superficies taladas, terrenos erosionados. En una palabra: la muerte de la naturaleza rondando a cada paso. Prósperos empresarios y trabajadores modestos son por igual responsables de este desastre. ¿Desastre? En el fondo todos están contentos – salvo algunos cultivadores marginales afectados directamente por el incendio y alguna gente sensible en los centros urbanos –, pues ahora el terreno puede ser utilizado de manera mucho más rentable y fácil. En todas partes una superficie desboscada por el fuego es económicamente mucho más valiosa que una cubierta aún por la incómoda selva.

 

   En el caso específico de los suelos tropicales y subtropicales se puede aseverar lo siguiente, para lo que me baso en obras aparecidas en las últimas cuatro décadas, obras que no han perdido su eficacia explicativa y que muy tempranamente señalaron la gravedad de la situación ecológica. En Perú y Bolivia hay que mencionar a los campesinos consagrados al cultivo de la coca y a la elaboración de cocaína, los cuales coadyuvan en gran escala a la expansión de la frontera agrícola. Otros sectores, como los colonizadores, los agricultores, los ganaderos, los trabajadores de subsistencia y los buscadores de oro y minerales valiosos en ríos tropicales, hacen también su parte en la reducción de las arboledas en las tierras bajas. En suma: es difícil encontrar un sector social que no preste su ayuda a la progresiva eliminación de los bosques tropicales.

 

   La crisis ecológica también toca a los colonizadores provenientes de tierras altas que tratan de encontrar una nueva existencia en las zonas húmedas de la Amazonía. Segúnel testimonio muy temprano de Wagner Terrazas Urquidi[20], los suelos tropicales son altamente vulnerables por contener generalmente una capa de humus muy delgada y frágil, que se deteriora de manera irremisible después de que se destruye la cubierta vegetal original[21].Ante el agotamiento relativamente rápido de la productividad de los suelos tropicales y el surgimiento de superficies erosionadas, los colonizadores están obligados a buscar constantemente nuevas áreas de cultivo y a ampliar sin cesar la frontera agrícola. Este grupo social tiene una capacidad de ahorro muy limitada. Su alta movilidad geográfica no es favorable al surgimiento de comunidades estables. Esto repercute negativamente sobre el nivel educacional de las generaciones jóvenes. Pero lo más relevante es que los colonizadores, mediante su sistema itinerante de cultivos, socavan y destruyen la propia base de su existencia futura. En este caso la crisis ecológica genera una situación dramática de descomposición social a largo plazo.

 

La temática demográfica

 

    Para evitar precisamente este horroroso escenario, la humanidad tendría que tomar ahora mismo severas medidas en los terrenos de la demografía y la ecología y no dedicarse a manifiestos y conferencias que sólo sirven para tranquilizar la consciencia de los poderosos. Pero debo admitir que todo argumento razonable en pro del control del incremento demográfico no tiene, lamentablemente, muchas oportunidades realistas de ser considerado en serio en dilatadas regiones del Tercer Mundo. Elementos del subconsciente imágenes de connotaciones sexuales se entremezclan con ideas normativas tradicionales (como las defendidas irracionalmente por la Iglesia Católica) y con intereses político‑económicos de corto aliento, que creen ver en el crecimiento poblacional la solución de muchos problemas de desarrollo y que parten ingenua pero comprensiblemente de la presunción de que una evolución bien lograda está indefectiblemente ligada a lo grande y poderoso. Así, por ejemplo, muchos empresarios privados son favorables al crecimiento económico acelerado porque creen que las reivindicaciones obreras pueden ser satisfechas sin tocar la sustancia del producto social. No pocos empresarios comparten plenamente la opinión de los ideólogos izquierdistas de que una población mayor representa un mercado interno virtual de dimensiones apreciables.

 

   Sobre todo los programas de contención demográfica les parece a todos estos sectores algo excepcionalmente perverso. Hasta hoy, pese a los avances del feminismo, hay algo de machismo encubierto y de fantasías eróticas elementales en torno a la absoluta bondad del crecimiento biológico. Esto se expresa en la negativa a considerar como necesarias a largo plazo las medidas de limitación del incremento poblacional[22]. En ello se puede encontrar un vigoroso residuo de un catolicismo elemental, pero aún vigente.

 

   Por ello intercalo aquí un recuerdo personal. A partir de febrero de 1975 empecé a publicar textos sobre asuntos ecológicos y demográficos. Entonces existía en Bolivia un solo suplemento cultural en los periódicos, que era Presencia Literaria en el seno del cotidiano Presencia, el más importante del país, propiedad de la Iglesia Católica. En Presencia aparecieron en total 111 ensayos míos. Sin embargo y pese a repetidos esfuerzos nunca pude publicar allí mis artículos que se referían, aunque sea de manera muy indirecta, a cuestiones demográficas. Mis gestiones me llevaron a conversaciones con el director del suplemento cultural, Monseñor Juan Quirós, un destacado especialista en temas de historia literaria, y con los redactores de la planta principal del periódico, que eran personas de ideas izquierdistas. Todo fue inútil: la Divina Providencia, por un lado, y el desarrollo justo de los pueblos, por otro, no debían ni podían aceptar las constricciones propuestas por intelectuales desalmados que no creían en la santidad de la vida.

 

    Tempranamente se pudo constatar en Bolivia una vigorosa campaña contra toda reflexión crítica en torno al crecimiento demográfico, que estaba encubierta por una ideología que se decía partidaria de los valores más altos y nobles del ser humano: el amor a la vida, a la familia y a la maternidad. El fundador y jefe del Partido Demócrata-Cristiano, Remo Di Natale, afirmó en 1964 que la sobrepoblación no era ni nunca sería un problema para América Latina y Bolivia debido a la bajísima densidad de la población. La densidad poblacional de Israel debía ser determinante para el Nuevo Mundo, y según este parámetro Argentina debía tener por lo menos trescientos millones de habitantes. Habría que saludar “jubilosamente” la explosión demográfica, pues el horizonte histórico sólo brindaba esperanza a las naciones gigantes, y la primera condición para convertirse en un país gigante era poseer una población enorme.[23] Ese mismo año Arturo Urquidi, el notable sociólogo marxista y redactor de la ley de Reforma Agraria (1953), exhortó a superar el pesimismo y aseveró que el crecimiento demográfico acelerado es siempre un impulso al desarrollo económico y un arma contra el colonialismo[24]. En marzo de 1975 el episcopado boliviano, mediante una carta abierta que encantó a los izquierdistas de toda laya, declaró que todo intento de controlar el crecimiento demográfico se debía a la “intención egoísta” de las organizaciones internacionales para legitimar su propósito de dominio mundial. En octubre de 1976 el cardenal Clemente Maurer, arzobispo de Chuquisaca, escribió al Presidente Hugo Banzer y le dijo que gobernaría sobre un país “débil y despoblado” si aceptaba cualquier programa de regulación de la natalidad[25]. En abril de 1983 un sacerdote católico, Hermann Artale, incitó a los bolivianos a “saltar como serpientes” sobre aquel que se pronunciara a favor de cualquier control del crecimiento demográfico y a morderlo “sin piedad”[26]. A riesgo de aburrir a los lectores menciono in extenso estas ideas porque las tendencias izquierdistas han sostenido y sostienen aún opiniones doctrinarias muy similares. Entre las novelas, los relatos y las películas más populares del país – consideradas además como parte irrenunciable del patrimonio cultural de la nación – se hallan aquellas en las cuales se censura amargamente todo proyecto de planificación familiar y todo intento de reducir el número de hijos en los matrimonios jóvenes[27]. En el fondo las corrientes progresistas exhiben su naturaleza conservadora al promocionar las familias numerosas y al ensalzar a las mujeres que paren muchos hijos como un aporte valioso y patriótico a la lucha contra el imperialismo. Bajo Stalin la constelación era semejante en la antigua Unión Soviética.

 

   Aludo a estos testimoniospara señalar cuán difícil ha sido y es toda discusión sobre la limitación del incremento poblacional y cómo estas concepciones están enraizadas en el imaginario colectivo. Yo sé que el tema es tedioso, pero sirve para mostrar la persistencia de una misma mentalidad hasta hoy. En lo relativo a la protección del medio ambiente la situación es similar porque las metas normativas de desarrollo de casi todas las líneas políticas prescriben un crecimiento económico acelerado, que no debería ser limitado por innecesarias preocupaciones ecologistas, propias de sociedades ricas y decadentes. En la Primera Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente Humano (Estocolmo 1972), Galo Plaza, entonces Secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA) y ex-presidente del Ecuador (por el Partido Liberal), afirmó que las medidas de protección al medio ambiente representarían “un lujo” para los países latinoamericanos, los que tendrían proyectos de desarrollo más serios para llevar a cabo[28]. Enfatizo esta frase porque casi todas las corrientes políticas se han identificado hasta hoy con estas palabras.

 

La carencia del pensar racionalmente y en el largo plazo

 

   Insisto en debatir esta temática porque nos muestra lo difícil que es para la mentalidad tradicional boliviana el pensar racionalmente y a largo plazo. Por ello creo que la gravedad de la situación a largo plazo, dependiente de la conjunción del crecimiento demográfico con una utilización abusiva de nuestros fundamentos y recursos naturales, no es comprendida en toda su magnitud e intensidad por la mentalidad tradicional de la mayoría de la población, ni tampoco por los círculos políticos hoy prevalecientes ni por los intelectuales que podrían influir sobre la opinión pública. Como los síntomas actuales son de un empeoramiento progresivo, pero no dramático de las condiciones ecológicas, existe el peligro de que los gobiernos implementen medidas serias para salvaguardar el medio ambiente cuando ya sea demasiado tarde. Los factores tiempo, irreversibilidad, acumulación cuantitativa de hechos que repentinamente originan una nueva calidad, representan lamentablemente elementos de juicio que están fuera del pensamiento pragmático, utilitario y centrado en el corto plazo que prevalece aún en la mayoría de la sociedad boliviana[29].

 

   Estos argumentos y, en general, los postulados pro-ecológicos apuntan a un plano racional, mientras que las ansias de crecimiento y progreso materiales tienen que ver primordialmente con el nivel preconsciente y emotivo de la mentalidad colectiva. Ninguna sociedad renunciará a edificar instalaciones industriales que brinden trabajo, ingresos y adelantamiento económico si alguien demuestra que a largo plazo ellas conllevarán daños para los nietos. Primero viene la satisfacción de los anhelos urgentes y de los profundos, mucho después la reflexión sobre las consecuencias de nuestros actos. Además, poquísimas personas están (y estarán) dispuestas a poner en cuestión las bondades aparentes de la industrialización, la agricultura intensiva y la modernización, pues estas actividades encarnan los esfuerzos sistemáticos y los éxitos indiscutibles de varias generaciones. Al hombre normal no se le pasa por la cabeza que las labores más esmeradas y tecnificadas de buena parte de la humanidad vayan a ser en el futuro las causantes de estragos irreparables.

 

   Se puede argüir, evidentemente, que la situación ha cambiado bastante en América Latina en los últimos años, expandiéndose una razonable simpatía y comprensión en torno a asuntos medio‑ambientales, que alcanza a funcionarios de las administraciones públicas, empresarios privados, periodistas, universitarios y líderes de movimientos indigenistas[30]. Pero en el ámbito sindical, en círculos populistas, en partidos de las izquierdas convencionales y en el campo naciona­lista ha sido preservada una ideología simplista que ha hecho del progreso acelerado una nueva fe secular, que ve en los planteamientos de los ecologistas una especie de adversario. Como toda doctrina prerracional, este credo relativamente dogmático está basado en emociones, prejuicios y anhelos vehementes. En cuanto a popularidad, resistencia, energía y voluntad se refiere, estos credos seculares son infinitamente más eficaces que cualquier argumento racional.

 

   La fascinación que han ejercido los regímenes socialistas sobre la consciencia intelectual del Tercer Mundo no se debe tanto a una mejor oportunidad de alcanzar libertad política y justicia social, sino al hecho de que estos regímenes parecen garantizar mayor rapidez en el proceso de modernización e industrialización en sociedades periféricas. Los sistemas socialistas se han caracterizado por un modelo fallido de modernización, rico en signos superficiales, que bajo un centralismo estricto y severas restricciones al consumo de la población, fomentó una cierta acumulación de capital y logró, por ende, reproducir temporalmente algunos aspectos exteriores de la civilización occidental, postergando, sin embargo, el adelantamiento político, cultural y económico-técnico.

 

   La incorporación de las masas indígenas al proceso político – mejor dicho: de los que hablan en nombre de las masas indígenas – no ha conllevado una democratización profunda e institucionalizada de la formación de voluntades políticas en el área rural boliviana, sino una consolidación de prácticas autoritarias habituales de índole inquisitorial. Numerosos comentaristas han enaltecido la ruralización de la vida política boliviana como signo y resultado de un notable progreso social. Pero la ruralización del conjunto de la nación significa también la pérdida de la urbanidad en el trato social, el descuido de los derechos de terceros, la declinación de la proporcionalidad de los medios y del principio de plausibilidad, la simplificación forzada de procesos complejos, la expansión de un abierto cinismo desde esferas oficiales y la reaparición de formas elementales y hasta primitivas de hacer trabajo político, todo ello bajo el engañoso renacimiento de lo autóctono.

 

La mentalidad tradicional sigue vinculada a los sentimientos colectivos y a las emociones profundas, sentimientos y emociones que tienen mayoritariamente una opinión despectiva con respecto a los análisis racionales; por ello rara vez intentan comprender el campo discursivo del adversario[31]. Como se sabe, el peligro inherente a las emociones, a las intuiciones y la mística en el terreno cultural es el surgimiento de élites privilegiadas de iluminados que interpretan la realidad – siempre complicada, plural y opaca – en nombre de las masas. Los sentimientos son extremadamente importantes en la vida íntima de las personas, pero cuando son transferidos al campo político se exponen con relativa facilidad a ser manipulados por los expertos en cuestiones públicas. Es la eterna repetición de lo ya conocido y experimentado.

 

   Todo lo dicho hasta aquí no significa una esencia nacional de carácter conservador, una identidad invariable y siempre fiel a sí misma, inmune al paso del tiempo. También la Bolivia profunda es pasajera. Las pautas normativas de comportamiento pueden durar varias generaciones, pero pueden ser transformadas paulatinamente por la educación y los contactos con otras culturas. Ahí reside la esperanza para una democratización efectiva de la sociedad boliviana. Para construir un orden social exento de autoritarismo e irracionalidad necesitamos ineludiblemente el concurso de una izquierda democrática.



[1]   Enrique Krauze, “El pueblo soy yo” (entrevista-conferencia del 3 de octubre de 2018 en la Casa de América (Madrid), en: EL PAÍS del 13 de noviembre de 2018.

 

[2]   Rafael Archondo, Chato y sus huérfanos, en: PÁGINA SIETE (La Paz) del 14 de enero de 2021, p. 13.

 

[3]Para una de las escasas críticas a la burocracia estatal cf. Carlos Hugo Molina, Muerte a las filas o las filas de la muerte, en: PÁGINA SIETE (La Paz) del 12 de enero de 2021, p. 12.

 

[4]Sobre la relevancia de Fausto Reinaga cf. Gustavo R. Cruz,  Los senderos de Fausto Reinaga. Filosofía de un pensamiento indio,La Paz: CIDES / Plural 2010; Pablo Stefanoni, “Qué hacer con los indios…” Y otros traumas irresueltos de la colonialidad,La Paz: Plural 2010.

 

[5]   Fausto Reinaga, Mi vida,La Paz: Fundación Amáutica Fausto Reinaga 2014, p. 132.

 

[6]   Ibid., pp. 133-135.

 

[7]   Fausto Reinaga, Tierra y libertad, en: Fausto Reinaga, Obras completas,La Paz: Convenio Andrés Bello / Vicepresidencia del Estado 2014, t. I, vol. 1, pp. 149-219, aquí p. 177.

 

[8]   Hilda Reinaga Gordillo, Gestación de “La revolución india”, en: Fausto Reinaga, La revolución india, edición 50º aniversario al cuidado de Hilda Reinaga / Luis A. Gómez, La Paz: Fundación Amáutica Fausto Reinaga / La Mirada Salvaje 2020, pp. CLXXXV-CCXX, aquí pp. CLXXXIX-CXCI.

 

[9]   Fausto Reinaga, La revolución india, op. cit. (nota 8), p. 131.

 

[10]   Citado en: Hilda Reinaga Gordillo, op. cit. (nota 8), p. CCVI.- Para un retrato intelectual de Fausto Reinaga cf. Guillermo Bonfil Batalla, Utopía y revolución: el pensamiento político contemporáneo de los indios en América Latina, México: Editorial Nueva Imagen 1981, pp. 60-86.

 

[11]   René Ticona Condori, Una lectura crítica de “La revolución india”, en: Fausto Reinaga, op. cit. (nota 8), pp. LXXIII-LXXXIX, aquí pp. LXXVI-LXXVII.

 

[12]   Octavio Marino Pedoni, Fausto Reinaga (aún) tiene razón, en: Fausto Reinaga, op. cit. (nota 8), pp. CXXXII-CXLVII, aquí p. CXXXVII.

 

[13]   Iván Bustillos, Felipe Quispe, el indianismo hoy, en: LA RAZÓN (La Paz) del 24 de enero de 2021, suplemento ANIMAL POLÍTICO, pp. e4-e5.

 

[14]   Theodor W. Adorno et al., The Authoritarian Personality, New York: Harper & Row 1950.

 

[15]  Cf. dos obras que representan el embellecimiento acrítico de las culturas prehispánicas en el área andina: Ramiro Reynaga Burgoa, Tawantinsuyu: cinco siglos de guerra queswaymara contra España,La Paz: Centro de Coordinación y Promoción Campesina Mink’a 1978; Iván Apaza Calle, Colonialismo y contribución en el indianismo, El Alto: Pachakuti / Awqa 2011, pp. 70-71, 76, 87, 90, 119.

 

[16]   Sobre el pensamiento socio-político en la región andina en la época prehispánica cf. Enrique Ipiña Melgar, Cultura y pensamiento abstracto-discursivo en el mundo indígena andino anterior a la conquista, en: ESTUDIOS BOLIVIANOS (La Paz), Nº 25, diciembre de 2016, pp. 25-48.

 

[17]   Sobre la cultura política en Bolivia cf. Observatorio de la cultura política en Bolivia (comp.), Cultura política en tiempos de cambio. Institucionalidad, conflicto y región en Bolivia, Cochabamba: LAPOP / Ciudadanía 2009; René Antonio Mayorga, Antipolítica y neopopulismo,La Paz: CEBEM 1995; Jorge Lazarte, Entre dos mundos: la cultura política y democrática en Bolivia,La Paz: Plural 2000.

 

[18] Elecciones en entredicho[editorial], en: PÁGINA SIETE del 12 de enero de 2021, p. 10.

 

[19]   Leny Chuquimia, Matemáticas y lectura, el punto débil de la educación en Bolivia, en: PÁGINA SIETE (La Paz) del 7 de febrero de 2021, p. 20.

 

[20]Wagner Terrazas Urquidi, Bolivia: país saqueado, La Paz: Camarlinghi 1973, pp. 62-68 (capítulo II/4: “El mito de las tierras feraces”).

 

[21]  Cf. entre muchos otros escritos en torno a esta temática: Peter D. Little / Michael M. Horowitz / A. Endre Nyeres (comps.), Lands at Risk in the Third World: Local-Level Perspectives, Boulder / Londres: Westview 1987; S. Hecht / A. Cockburn, The Fate of the Forest. Developers, Destroyers and Defenders of the Amazon, Londres: Verso 1989.

[22]   Cf. losexcelentes artículos que no han perdido vigencia: Gerd Kohlhepp, The Destruction of the Tropical Rain Forests in the Amazon Region of Brazil An Analysis of the Causes and the Current Situation, en: APPLIED GEOGRAPHY AND DEVELOPMENT (Tübingen), vol. 38 (1991), pp. 87-109; cf. también: Eduardo Viola, El ambientalismo brasileño. De la denuncia y conscientización a la institucionalización y el desarrollo sustentable, en: NUEVA SOCIEDAD (Caracas), Nº 122, noviembre / diciembre de 1992, pp. 139-155.

[23]   Remo Di Natale, América Latina hoy: esquemas populares demócrata-cristianos, Caracas: Nuevo Orden 1964, pp. 23-24.

 

[24]   Arturo Urquidi, Latinoamérica y el “crecimiento explosivo” de su población, en: PRAXIS (La Paz), vol. 1, Nº 1, mayo de 1964, p. 14.

 

[25]Carta del Cardenal Clemente Maurer al Presidente Hugo Banzer del 1 de octubre de 1976, en: PRESENCIA (La Paz) del 2 de octubre de 1976, p. 3.

 

[26]   Hermann Artale, ¿Densidad de población o quizás densidad de problemas?, en:PRESENCIA (La Paz) del 5 de abril de 1983, p. 3.

 

[27]   Todos los lugares comunes de esta posición están concentrados en: Ángel Fucaraccio et al., Imperialismo y control de la población, Buenos Aires: Periferia 1973, passim.

 

[28]  Galo Plaza, Alocución[ante el pleno de laConferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano] (Estocolmo), en: AMÉRICAS (OEA / Washington), vol. 24, Nº 9, septiembre de 1972, p. 3.

 

    [29]La conjunción de muchas variables con consecuencias temporales diferentes ha sido analizada de modo pionero por el Club de Roma. Cf. por ejemplo: Mihajlo Mesarovic / Eduard Pestel, Mankind at the Turning Point. The Second Report to the Club of Rome, Londres: Hutchinson 1975, pp. 1-17; cf. también uno de los primeros estudios sobre esta temática: Barbara Ward / René Dubos, Only One Earth. The Care and Maintenance of a Small Planet, Hardmondsworth: Penguin 1973.- Este tipo de análisis no es habitual en los medios intelectuales y universitarios bolivianos.

[30]   Tempranamente sobre la consciencia ambiental en América Latina cf. el número monográfico, dedicado esta temática, de CONTRIBUCIONES (Buenos Aires), vol. X, Nº 1 (= 37), enero / marzo de 1993; Eduardo Gudynas, Ensayo de conceptualización de la ecología social: una visión latinoamericana, en: CUADERNOS DE ECOLOGIA SOCIAL (Montevideo), Nº 1, diciembre de 1988, pp. 3-17; Ponencias del Primer Encuentro de “Cultura, ética y religión frente al desafío ecológico”, Montevideo: CIPFE 1989.

[31] Sobre la teoría andina del sentipensar cf. entre otros: A. Escobar,  Sentipensar con la Tierra. Nuevas lecturas  sobre desarrollo, territorio y diferencia,Bogotá: Unaula 2014;Patricio Guerrero, Corazonar: una antropología comprometida con la vida. Mirada desde Abya-Yala para la descolonización del poder, saber y del ser, Quito: Abya-Yala 2010; Claudia Zapata (comp.), Intelectuales indígenas piensan América Latina, Quito: UASB / Abya-Yala 2007; Luz María de la Torre, Un universo femenino en el mundo andino, Quito: Fundación Hanns Seidel 1999; Eduardo Viveiros de Castro, La mirada del jaguar. Introducción al perspectivismo amerindio, Buenos Aires: Tinta Limón 2008