Revista Nº30 "TEORÍA POLÍTICA E HISTORIA"

Resumen

En el presente trabajo se intentará analizar las democracias posibles frente a un liderazgo neopopulista. Para cumplir este objetivo, se explorarán los liderazgos de Menem (1989-1995) y Fujimori (1990-1995), respectivamente presidente argentino y peruano. Se estudiarán las similitudes y las diferencias entre sus maneras de gobernar y las consecuencias de esas. El estudio de esos líderes permitirá el análisis de las modalidades democráticas posibles de un gobierno neopopulista.

 

Abstract

The following paper attempts to analyze the possible democracies joint with a neo-populist leadership. To meet this objective, the leaderships of Menem (1989-1995) and Fujimori (1990-1995), respectively presidents of Argentina and Peru, will be explored. The differences between their ways of governing will be studied and the consequences of these will be analyzed. The study of these leaders will allow the analysis of the possible democratic traits of a neo-populist government.

 

RÉSUMÉ

 

Le papier suivant tente d’analyser les démocraties possibles face a une direction néo-populiste. Pour atteindre cet objectif, les gouvernements de Menem (1989-1995) et de Fujimori (1990-1995), qui sont respectivement présidents d’Argentine et du Pérou, seront étudiés. Ensuite seront soulignées les similitudes et différences entre leurs modes de gouvernance. L’étude de ces dirigeants permettra l‘analyse des différentes qualités démocratiques possibles face a un gouvernement néo-populiste.  


“Las modalidades democráticas posibles frente a un liderazgo neopopulista”

                 

Por: Daphne Petrich[1]

                                        University of Pennsylvania

 

Introducción

 

La cuestión del estudio de la democracia es algo muy importante en nuestra sociedad, porque en ella se respetan los derechos civiles e impide a las personas en poder de abusar de ella y utilizarla para su propio beneficio. Por definición un gobierno autoritario es el opuesto de un gobierno democrático. Algunos liderazgos están en el medio de prácticas democráticas y autoritarias y es interesante de notar que la línea entre los dos es borrosa. Este trabajo hará reflexionar sobre eso.

 

En la década del noventa del siglo XX, aparecieron dos figuras principales dentro de los liderazgos neopopulistas, con un fuerte corte neodecisionista, e imbuidos por las ideas del neoliberalismo imperante en ese momento. Estos dos líderes fueron Carlos Menem en Argentina, que provenía de un partido burocrático de masas llamado en esencia Partido Justicialista, y por el otro se llamó Alberto Fujimori en Perú, quién provenía del sector universitario, y que conformó un partido político catch all o profesional electoral, que se llamó “Cambio 90”. Ambos líderes, cuando llegaron al poder (Menem en 1989 y Fujimori en 1990), encontraron a sus respectivos países arruinados administrativamente y estaban frente al peor escenario de la hiperinflación.

 

El objetivo principal de este trabajo es analizar los liderazgos de Menem y Fujimori para demostrar la línea borrosa que crearon entre el autoritarismo y la democracia. Estos líderes neopopulistas hicieron reformas neoliberales a partir de la decisión política directa, con usos discrecionales del poder y este trabajo quiere analizar en que forma asumieron las modalidades autoritarias en el marco de sistemas democráticos. Las primeras medidas de gobierno que se tomaron fueron por decreto directo, y luego el gobernar por decreto se hizo una forma de gobierno, al mejor estilo schmittiano de la forma ejecutivista – administrativa. Esto nos llevará al siguiente  sistema de problemas:

¿Menem y Fujimori son comparables como líderes neopopulistas, decisionistas y neoliberales? ¿A Menem se le hizo más fácil su entendimiento con el Congreso Nacional que a Fujimori con su Parlamento? La forma de gobierno ejecutivista – administrativa, ¿es democrática?  ¿Cuál(es) fue(ran) la(s) calidad(es) democrática(s) que tuvieron estos dos líderes en sus respectivos gobiernos?

 

En un primer lugar, el trabajo hará una comparación analítica de los gobiernos de Menem y Fujimori. Explicará el contexto en el cual accedieron a la presidencia y los rasgos respectivos de sus liderazgos, siempre demostrando las similitudes y las diferencias entre los dos. En un segundo lugar, el trabajo hablará de la noción de democracia y la relacionará con los dos gobiernos neopopulistas para evaluar cuales rasgos o características democráticos tenían. Por ultimo, se expresaran conclusiones sobre lo analizado.   

 

Los liderazgos de Carlos Menem y Alberto Fujimori: neopopulistas, neodecisionistas y neoliberales.

 

Contexto histórico

 

Los estudios de los liderazgos de Menem y Fujimori no pueden ser analizados sin tener en cuenta el contexto histórico en que fueron elegidos. En 1989, Argentina, y en 1990, Perú, estaban sufriendo una crisis que afectaba severamente tres dimensiones: lo socioeconómico, lo político-militar y lo político-institucional.[2]

 

La presidencia de Raúl Alfonsín y la severidad de la crisis tuvieron una gran influencia en la elección de Menem. En un primer lugar, se puede afirmar sin duda que las reformas fallidas de solucionar la crisis económica por Alfonsín sentaron las bases para un apoyo fuerte hacia el peronismo. La economía del país estaba atrapada en un ciclo inflacionario incontrolable. Los esfuerzos de Alfonsín de calmar la inflación fueron múltiples. En términos económicos, se puede dividir el gobierno de Alfonsín en dos etapas distintas. La primera más heterodoxa, caracterizada por un intento de conformar un club de deudores para disminuir el pago de la deuda externa, acuerdos de salario, control de precios y políticas para los sectores más vulnerables como créditos a las pequeñas empresas. En este periodo el gasto publico aumento. La segunda etapa de las reformas económicas de Alfonsín es el Plan Austral. Este plan se implementó para poner fin al círculo vicioso de la inflación. De corte ortodoxo, el plan incluía la congelación de los precios y de los salarios, una baja del gasto público y la negociación con el FMI del pago de la deuda. Con este plan empezaron también las privatizaciones. Sin embargo, las reformas tuvieron un efecto opuesto. Aunque la inflación siempre fue habitual en los últimos anos del gobierno de Alfonsín, un nivel tan alto tan como eso fue sin precedentes. En efecto, durante el gobierno alfonsinista, la inflación mantenía alrededor de 30 al 40% anual, pero en 1988 esa tasa había alcanzado 114% por mes, dando una nueva definición a la hiperinflación.[3] En este periodo, hubo una disminución del precio de las materias primarias pero en particular el petróleo, que se encontró mas barato que lo estaba después el choque petrolero de 1979.[4] Además, las tasas de endeudamiento externo y déficit fiscal estaban incontrolables. Desde una mirada política-militar, el país estaba también en crisis. Su situación puede ser ilustrada por los tres levantamientos militares que fueron la Semana Santa en 1987 así que Monte Caseros y Villa Martelli en 1988. Esos tres levantamientos fueron llevado a cabo en contra el gobierno democrático de Alfonsín a causa de sus reformas ineficacias. Esos levantamientos fueron dirigidos por los denominados “carapintadas”, militares de extrema derecha que atacaron bases militares. Se batieron contra las fuerzas leales al gobierno en busca de la finalización de los procesos judiciales iniciados contra los represores durante el Terrorismo de Estado.[5] En este periodo, las Fuerzas Armadas no respondieron a los órdenes de supresión de Alfonsín, la CGT declaró la huelga general en defensa del gobierno constitucional y millones de personas protestaron en la calle para oponerse al alzamiento militar. Los esfuerzos de Alfonsín en calmar las rebeliones y establecer orden fracasaron. El estado económico y militar del país llevó a una “crisis de representación”[6] manifestada por una fuerte desconfianza y frustración con la política. Esa desconfianza era hacia los políticos presentes, como Alfonsín que fracaso en establecer orden o calmar la inflación. Esa desconfianza se expandió también hacia toda institución política notablemente el Parlamento. Los efectos conjuntos de esa crisis tridimensional dio lugar a la renuncia de Alfonsín, en junio 1989, y una semana después a la elección de Menem, un personaje que identificaba el opuesto del hombre político.

 

En Perú la situación fue muy similar. Al poder desde 1985 hasta 1990 había estado Alan García. Tenía que confrontar muchos retos como una crisis económica similar a la de Argentina, una violencia creciente en particular en los campos y una fragmentación del sistema político. En otras palabras, se puede hablar de una crisis tridimensional acá también. Como Alfonsín, García implementó en un primer lugar unas reformas económicas que parecían funcionar. Sin embargo, de la misma manera que el Plan Austral, menos que un ano después de la implementación la inflación volvió a mostrar una tendencia ascendente. Su programa consistía en una congelación de los precios, un cambio fijo, aumentos salariales, una reducción de los impuestos y un aumento de los gastos públicos.[7] Las diferencias con el Plan Austral de Alfonsín eran muchas. En un primer lugar, el gobierno limitó pagos del servicio de la deuda al 10% de los ingresos anuales de exportación. En un segundo lugar, la política fue diseñada para redistribuir el ingreso a los grupos más pobres. Finalmente, la política de García tenía una visión a largo plazo. Sin embargo, los resultados fueron similares a los de las reformas de Alfonsín: un periodo en que parecía funcionar seguido por una hiperinflación sin precedente, una reducción de los salarios y una deuda externa creciente. En fin de julio 1990, se habla de una inflación de 7650 % en Perú.[8] Hubo también mucha violencia en Perú en el mandato llevando a la elección de Fujimori, sin embargo de naturaleza terrorista. La actividad terrorista fue llevada a cabo por Sendero Luminoso y el MRTA (Movimiento Revolucionario Túpac Amaru) y había iniciado una década antes, pero se intensificó durante el mandato de García. Entre 1985 y 1990, los ataques terroristas aumentaron desde 2050 hasta 3149.[9] Esa violencia fue dirigida por la mayor parte hacia los campesinos, que representaban el 90% de las víctimas.[10] De esos actos de terrorismo nació una crisis político-militar. En efecto, como reacción, hubo actos de represión militar como la Matanza en los Penales en Lima en junio de 1986 y en la provincia de Cangallo en 1988. Esa violencia incrementada fue sin duda causada por la crisis económica y una frustración generalizada de la población con los políticos y su ineficiencia. Por eso, Perú fue también víctima de una “crisis de representación” similar a la de Argentina. La crisis se manifestó en diversas formas. Por un lado, los ciudadanos perdieron credibilidad en los partidos políticos ilustrado por una pérdida del peso electoral. Los partidos políticos se demostraron débiles en su capacidad de satisfacer las demandas de la gente ni siquiera su bienestar.[11]

 

        La Argentina de 1989 y el Perú de 1990 estaban sufriendo convulsiones generalizadas. Por un lado sufrían una crisis económica caracterizada por una hiperinflación incontrolable. El fracaso de sus líderes de resolver este problema llevo a violencia y frustración hacia las instituciones políticas y los lideres al poder. La multiplicación de levantamientos y ataques terroristas incrementó una desconfianza general de la población hacia el hombre político. Menem y Fujimori usaron esa situación de crisis tridimensional para conducir una campana neodecisionista, basado en sus rasgos personales en lugar de programa político.  

       

 

Base de legitimación: un discurso neodecisionista

 

La situación de emergencia caracterizada por esa crisis tridimensional fue la base de legitimación de Menem y Fujimori. A través de sus discursos neodecisionista, basado en sus rasgos carismáticos, la manipulación de las emociones y en la propaganda de los medios de comunicación lograron a ser elegidos. Los ciudadanos, frustrados por las instituciones, se ataron emocionalmente a estos líderes y a sus personalidades más que a sus programas.

 

Menem, del PJ (Partido Justicialista), usó un discurso peronista pero ajustado a la situación en que se encontraba. El sector industrial había encogido mucho, y por eso, Menem tuvo que cambiar de discurso para apelar a una base electoral más grande. Menem se esforzó para atraer a los cientos de miles de trabajadores desempleados y subempleados que había entrado en la economía informal urbana en los años 1970-1980.[12] Apeló a un discurso populista clásico, pero en lugar de llamar a los “trabajadores” como Perón lo había hecho, llamaba a los “hermanos y hermanas de mi patria”. Dejo de enfatizar la retórica tradicional del PJ para atraer una mayor cantidad de seguidores. Su campaña fue claramente basada en su carisma y en la manipulación de los medios de comunicación, y no en un programa estructurado. De repente sus promesas eran ambiguas y contradictorias: “prometía de abonar la deuda externa, al mismo tiempo que señalaba la necesidad de realizar una renegociación de la misma y acordar con los organismos multilaterales de crédito”[13]. Sus promesas eran vagas e incluían la implementación de ideales como un “Salariazo” y una “Revolución Productiva” sin más información sobre cómo lo iba a hacer. Vinculó la atención y el apoyo de su gente a través de la emoción y de sus “consignas religiosas de tipo mesiánicas”[14]. A través su discurso se retrataba como el líder “salvador” en una situación de emergencia total. Lo ayudó también el hecho que emergía de La Rioja, una región pobre del interior, y no de capital. Finalmente, los medios de comunicación, en particular la televisión, ayudaron fundamentalmente su causa. Su discurso neodecisionista urgía la importancia de “constituir un liderazgo ejecutivo que tomara decisiones soberanas para solucionar la situación de caos e ingobernabilidad política, económica y social.”[15] A través de este discurso neodecisionista basado en la persona en lugar de sus ideas, Menem logró aparecer como el hombre que iba a salvar Argentina de esa crisis tridimensional.

 

La estrategia de Fujimori fue muy similar. Su discurso se basó en su persona y puede ser caracterizado como neodecisionista. En su campaña faltaba un programa económica. En lugar de organizar eventos oficiales como lo hicieron los otros candidatos, notablemente Mario Vargas Llosa, su opositor, Fujimori estableció contacto directo con la gente. Fue a los barrios más pobres, literalmente para buscar apoyos. Fujimori atribuía su atención a la gente que históricamente había sido ignorada por los políticos. Menem hizo lo mismo durante su campaña. Haciendo eso, los dos lograron a establecer un distanciamiento con  las instituciones políticas tradicionales, lo cual fue muy positivo para ellos porque en este momento había esa desconfianza generalizada hacia la política. Fujimori se presentó a las elecciones solo 10 días antes con su nuevo partido CAMBIO 90. En Perú, un candidato presidencial necesitaba 50% de los votos para ser elegido, sino una segunda vuelta estaba necesaria. Los seguidores de Fujimori se multiplicaron muy rápidamente y los resultados de la primera vuelta fueron muy cercanos: Vargas Llosa tuvo 32.6% de los votos y Fujimori 29%.[16] Fujimori fue a las provincias más pobres para asegurar votos mientras que Vargas Llosa se concentraba en Lima. Una particularidad de Fujimori es que era el hijo de un inmigrante japonés. Uso eso rasgo para establecer un discurso divisivo con los “chinitos” y los “cholitos” en un lado en contra de los “pitucos”.[17] Se oponía a las reformas neoliberales de su opositor y promovía la reducción de importaciones y una producción mayor agrícola, similar a la “Revolución Productiva” de Menem. Fujimori ganó con 62.4% vs. 37.6% de los votos gracias a sus electores de clases bajas urbanas y rurales.[18]

 

        Menem y Fujimori llegaron al poder con unas campañas muy similares, basado en sus rasgos personales. Se distanciaron lo más posible de programas políticos, y apelaron mayormente a las clases bajas usando un discurso neodecisionista. Gracias a sus carismas y cómo se representaban a través de los medios de comunicación y de sus acciones, lograron a ser elegidos. Las dos personas, un hijo de inmigrante japonés, y un hombre del campo, representaban dirigentes periféricos, transgresores de las normas convencionales de líder. Las situaciones de emergencia de esos países ayudó la elección de esos dos. En clave schmittiana, los soberanos (Menem y Fujimori) representan el pueblo en su unidad y superan los intereses parciales y la lucha de los partidos políticos. En otras palabras, fueron elegidos como acción de orden simbólica más que como elección racional de candidato.[19]

 

 

La implementación de las reformas neoliberales

 

        Menem y Fujimori ejercieron poderes neopopulistas. Ese termino difiere de la noción de populismo en el sentido que incluye la aplicación de regulaciones neoliberales.[20] En efecto, Fujimori y Menem implementaron programas neoliberales inmediatamente después de ser elegidos: este cambio tan extremo es referido como el “giro de 180 grados”[21].

 

        Una vez al poder, Menem pasó desde una campaña prometiendo un “Salariazo”, una “Revolución Productiva” y un límite sobre los pagos de la deuda hasta una política completamente opuesta. Ese cambio se puede explicar por el fracaso de Alfonsín y la ausencia de otras soluciones. Las dos reformas – Ley de Economía Emergente y Reforma del Estado- marcan el proceso de aceleración del desmantelamiento del modelo peronista con la toma de medidas mas drásticas y profundas que había empezado antes de Alfonsín, bajo el gobierno militar. Las reformas eliminaron un gran numero de regulaciones, de controles de precio, de subsidios del gobierno, de restricciones en el comercio extranjero y siguieron las privatizaciones empezadas por Alfonsín. Hizo eso a la vez de empezar un programa de reestructuración que cortó casi 700,000 trabajos, un incremento de 277% de desempleados entre 1991-1995.[22] Las reformas neoliberales de Menem tuvieron éxito en el sentido que en dos años de presidencia, logró a parar la inflación y estabilizar la economía. Sin embargo eso vino a un costo importante político y económico. Políticamente, este giro fue una traición a los peronistas. Según Edward Gibson y Ernesto Calvo, el giro neoliberal de Menem iba en contra de casi todas las expectativas de la plataforma peronista.[23] Las reformas no solo abandonaron los principios peronistas pero iban en contra de ellos. Eso cambió el “espectro político de Argentina”, y marcó el inicio de un nuevo periodo de peronismo neoliberal: en otras palabras neopopulismo. Económicamente, las tasas de desempleados doblaron entre 1991-1994 y otra vez en 1994-1995. Además, hubo un aumento de las desigualdades de ingresos muy problemático que profundizaron la división rico-pobre. Menem, a través del clientelismo durante su campaña y su mandato, logro mantener un apoyo de la clase baja. Ese clientelismo variaba desde comida, hasta apoyo político.

 

 

        Fujimori, siguió un proceso idéntico a Menem en términos de reformas neoliberales. Sin embargo hay algunas características que hacen el caso peruano único. Se habla del “Fujishock” para hablar de la dureza de la implementación de las reformas económicas. El 8 Agosto de 1990, Fujimori implementó reformas más duras que cualquier otra propuesta por las organizaciones internacionales que presionaron bruscamente para la aplicación de políticas monetarias y fiscales.[24] Durante la noche, aumentó los precios de comida básica y retiró todas las subvenciones estatales. Por ejemplo, aumentó el precio del pan por 1567% y del aceite por 639%. Para asegurar el orden, lo hizo con el apoyo de tanques en las calles de Lima. El precio de la gasolina también se elevó de 3000%.[25] Después siguieron las privatizaciones y el resto de las reformas neoliberales. Como Argentina, Perú sufrió un aumento del desempleo y de una eliminación de ciertas subvenciones y programas sociales como consecuencia de las reformas. Sin embargo, se puede decir que el “giro de 180 grados” fue más duro en Perú porque en Argentina hubo factores quien mejoró los efectos del shock que no fueron presentes en Perú. En Argentina, había servicios como programas e instituciones para suavizar los efectos de sus reformas y proteger los miembros más vulnerables de la sociedad. Algunos de esos servicios del gobierno habían estado implementados antes del gobierno de Menem y estaban funcionando desde el mandato de Perón como por ejemplo clínicas de salud, vivienda pública, escuelas y programas de distribución de alimentos básicos.[26] En Perú, los efectos inmediatos del shock fueron muy rápidos y más drásticos: durante una noche dicen que la tasa de pobreza alcanzo a un 70 % durante la noche.[27] Es importante tener en cuenta que la situación de Perú estaba tan pésima que los ciudadanos aceptaron pasivamente esa transformación. La reacción pública fue mínima porque después de años de reformas fracasadas, sabían que la única manera de solucionar la crisis económica sería muy difícil al término corto. Además, es importante mencionar que había una renuencia a la protesta porque siempre eran asociados con el terrorismo históricamente presente. Además de esa pobreza, hubo desigualdades de renta muy fuerte, creando brechas enormes entre los más ricos y los más pobres. Finalmente, el sector informal es lo que hizo las reformas económicas especialmente desafiantes en Perú. El tamaño del sector informal estaba estimado al 50-70% de la población activa.[28] Eso complica muchos temas, como los impuestos y los sindicatos.

 

        En términos de reformas neoliberales, los programas de Menem y Fujimori fueron muy parecidos. Este trabajo demostró que Menem y Fujimori fueron líderes cuyo país estaba en situación de emergencia cuando condujeron una campaña neodecisionista, y por esa razón, las reacciones públicas no fueran de protestar sino de probar de sobrevivir. Una vez al poder, implementaron por decreto reformas parecidas muy intensas, en acuerdo con el Consenso de Washington. Hay diferencias estructurales en los países que resultan en resultados más nefastos en Perú que en Argentina, aunque los dos sufrieron mucho. 

 

Relaciones entre el poder ejecutivo y el legislativo

 

        Los liderazgos de Menem y Fujimori descritos en este trabajo han sido muy parecidos: el contexto histórico, la base de legitimación, la implementación de las reformas neoliberales y sus resultados. Aunque los acontecimientos no fueran idénticos, se puede afirmar que hay una real paralela entre los liderazgos de Menem y Fujimori. Sin embargo, las relaciones poder ejecutivo-poder legislativo fueron muy diferentes en los dos países en este periodo, especialmente en lo que respecta a la reelección.

 

        La particularidad de Argentina viene desde los actores estatales. Históricamente, el ejecutivo en Argentina siempre ha tenido mas poder que las otras ramas de gobierno.[29] En efecto, según Tussi y Acuna, eso es la consecuencia de la imposición repetida de los gobiernos miliarios con intervenciones brevas de mandatos dichos democráticos. Menem pudo ejercer un poder legislativo con relativamente poca resistencia desde el Congreso. Por eso logro en cambiar la constitución para asegurar su reelección.

 

        Menem y Fujimori tuvieron manieras diferentes de garantizar sus reelecciones al final de sus primer mandato. Menem cambió la Constitución a través de “La Reforma Constitucional Argentina de 1994” para estar permitido de presentarse a las elecciones en 1995. El denominado “Pacto de Olivo” es el pacto que abrió el camino para esas reformas constituciones. Marca el inicio de las negociaciones entre Menem y Alfonsín, presidente del UCR en 1993, que concluyó en la obtención del apoyo del ex-presidente de las reformas propuestas por Menem. Por fin, fue reelegido de manera oficialmente democrática, pero tuvo una gran responsabilidad en su reelección. Por otro lado, la estrategia de Fujimori fue mucho más agresiva. En Abril 1992, organizó un autogolpe durante el cual disolvió el Congreso e intervino en el poder judicial, rompiendo con el orden constitucional y asegurando una reelección no-democrática, o en otras palabras, una victoria auto anunciada. Además, las Fuerzas Armadas asumieron un papel de “compañero estratégico del gobierno”[30].

 

        Esa diferencia entre las relaciones de ambos líderes con el poder ejecutivo y legislativo es muy importante. Por un lado, se puede decir que gracias al análisis de las relaciones con las instituciones, específicamente con el Congreso, se puede notar que el liderazgo de Fujimori durante su primer mandato fue más personalista que lo de Menem. Por un lado el Pacto de Olivos demuestra que ese presidente argentino “no gobierna solo”[31]. En otras palabras, aunque Menem gobernó por decreto, no tiene la libertad de hacer cualquier cosa, o al menos no da la impresión que puede. Logró en asegurar su reelección pero tuvo que hacer negociaciones y comprometer algunas cosas como la diminución de la duración de su mandato. El Congreso representa entonces la institución que permite dividir el poder, o al menos asegurar que todo el poder no está concentrado en una persona. Sin embargo, la efectividad de las restricciones emitidas por el Congreso tienen que estar miradas con retiro.[32] En efecto, el jefe de gabinete elegido por Menem actuó como apoderado y en realidad no se interpuso en el camino de sus objetivos. Eso dio una “ilusión de negociación democrática”[33], más que una participación real en el poder. Eso difiere mucho con Fujimori, quien no puso tanta importancia en la imagen que dio de si mismo y llevo a cabo un autogolpe.

 

        El autogolpe de Fujimori marca la primera diferencia fundamental entre los dos líderes. Por eso, muchos intelectuales hablaron del menemismo como un modelo más democrático que el fujimorismo.

 

 

La Cuestión de Democracia

 

        La última parte de este ensayo trata de evaluar el neodecisionismo, en particular el de Menem y Fujimori durante sus primeros mandatos. El trabajo demuestra la complejidad de sus liderazgos, dicho “democrático” pero lleno de contradicciones, de acciones por decreto y de violencia. Por eso se puede hablar de las modalidades democráticas posibles en sus mandatos, y también ver que hay un espectro adentro del neodecisionismo.

 

        Para analizar los rasgos democráticos de los precedentes líderes, conviene establecer una definición de democracia. La democracia puede ser trazada hasta el siglo VI A.C. en Atenas. La idea y los modelos de democracias desde entonces han conocidos muchos cambios. Por eso, no es sorprendente que existen muchos modelos de democracia hoy en día. Arend Lijphart, un politólogo estadounidense y holandés, dedicó un libro entero a estudiar los contrastes más amplios entre las diferentes democracias. En “Modelos de Democracia”, Lijphart compara 36 instituciones políticas y analiza sus órganos legislativos y ejecutivos, partidos, sistemas electorales y tribunales. Según él, un gobierno democrático ideal puede ser definido como un gobierno en que las acciones están en perfecto acuerdo con la voluntad de todos sus ciudadanos. Es “el gobierno del y para el pueblo”. A partir de esa idea, divide las formas de democracia en dos modelos que son “el modelo de Westminster” y el “modelo de consenso”. “El modelo de Westminster” o “modelo mayoritario” es un modelo mejor representado por Gran Bretaña, de allí el nombre “Westminster”.  De manera simple, representa una legislatura elegida por la mayoría, con el poder de tirar el partido en el poder si no gobierna bien. El modelo consenso corresponde a un modelo similar a lo de Suiza o Bélgica. Difiere del modelo anterior este porque acorde más derechos a las minorías y más arreglo. El modelo Westminster es más apropiado para sociedades homogéneas y el modelo de consenso funciona mejor con las sociedades heterogéneas.[34]

 

Por un lado, es importante mencionar que Menem y Fujimori fueron elegidos de manera democrática. Ese detalle es innegable. Sin embargo, una vez en el poder, Menem y Fujimori asumieron sus poderes de manera más decisionista que democrática: utilizaron el “veto parcial y total en forma recurrente, el uso constante de decretos de necesidad y urgencia, la apelación de la legislación delegada y la cooptación del Poder Judicial”[35]. Sin embargo, se puede hacer una distinción entre los gobiernos de Menem y Fujimori y un simple líder decisionista. Según Leiras, el neodecisionismo se sirve de un Estado mínimo y difiere del decisionismo porque se usa conjuntamente con una aplicación de regulaciones neoliberales. El contexto en que se usa también es otro: el derecho no es eliminado sino atenuado.[36] Los dos elementos centrales del neodecisionismo son la estrategia neopopulista y las prácticas delegativas, pero en momentos de emergencias, las leyes son flexibles y el líder la puede interpretar como quiere. Menem y Fujimori tomaron decisiones legislativas para garantizar la legitimidad institucional, sin embargo abusaron de sus poderes. Se habla de “hiperpresidencialismo” y de “superpoderes”. Esa centralización del poder, va en contra de la idea del “gobierno del y para el pueblo” y este giro de 180 grados también. Menem y Fujimori entonces ejercieron su poder de manera neodecisionista, siguiendo el estilo schmittiano de la forma ejecutivista – administrativa.

 

        Como Menem, Fujimori ejercicio su poder de manera autoritaria: rompió promesas hechas a sus seguidores y aliados y eliminó a sus opositores. Una diferencia a notar es que Menem tenía un gran número de facciones: sindicatos el partido peronista, el legislativo, el judicial y algunos grupos empresariales. Fujimori, por otro lado, asumió el cargo solo, lo que hace su liderazgo más personalista y también parecer menos democrático. A pesar de esa falta de apoyo y de la imposición de un plan neoliberal al que estaba fuertemente opuesto durante su campaña, Fujimori mantuvo un índice de aprobación muy alto durante todo el periodo de estabilización  y por meses después.[37] Kurt Weyland explica bien las razones por las cuales esos gobiernos por decretos fueron aceptados. A pesar de la inversión ideológica que era la implementación de las reformas neoliberales, la gente estaba dispuesta a sacrificar su inmediato bienestar y confiar en los planes de sus líderes para enderezar la economía. Debido a la situación de crisis, que permite, por tanto, a sabiendas, una privación de los derechos de algún tipo.[38] Eso quiere decir que el contexto es muy importante en un gobierno neodecisionista: el contexto de crisis, y de situación de emergencia justifica la toma de decisiones por decreto. En una situación en donde el país no hubiera estado en crisis, ese tipo de liderazgo sería considerado como autoritario, y no democrático. Los ciudadanos sacrificaron su libertad de elección temporaria para garantizar un futuro mejor.

        Es claro que hay entonces una clara diferencia entre el decisionismo y el neodecisionismo. Sin embargo, algunas consecuencias negativas del decisionismo pueden encontrarse en el neodecisionismo, en particular la debilitación o eliminación de las instituciones y la cuestión de sucesión. En efecto, un estudio de Fabián Bosoer y Santiago Leiras demuestra que “un liderazgo personalista basado exclusivamente sobre la decisión y no la norma se encuentra prisionero de su propia lógica”.[39] Lo que quiere decir eso es que un liderazgo personalista, como lo indica su nombre, se basa en las ideas de una persona. Generalmente, y es el caso con Fujimori y Menem, hubo centralización del poder. En Argentina, las instituciones se debilitaron mucho y en Perú, hubo literalmente una desinstitucionalización. Mientras que durante un mandato y en un contexto neodecisionista, ese modo de gobernar puede parecer funcional, es en el momento de elegir la sucesión que hay un gran problema. Un ejemplo perfecto de eso es Hugo Chávez, cuya institucionalización fue de algún modo impedida por su liderazgo decisionista. Hoy se siente todavía el desafío y la dificultad de continuar el chavismo sin Chávez. Ese fenómeno se ve en una escala más pequeña en los casos de Menem y Fujimori, aún más fuerte en Perú que Argentina.

 

En la parte precedente, se habló de la “ilusión de democracia” en que se fijó Menem y que Fujimori ignoro una vez al poder. Mientras que Menem y Fujimori aseguraron sus reelecciones al final de sus primeros mandatos, uno lo hizo con una apariencia más democrática que el otro. Sin embargo, ambos líderes se fijaron a la cantidad de seguidores y se aseguraban que mantenían un cierto número de ciudadanos contentos. Utilizaron programas de gasto para fortalecer sus seguidores. En otras palabras, los ambos líderes son culpables de clientelismo.[40] Ese clientelismo tuvo forma de programas de educación, alimentación y salud. Según Raderstorf, una diferencia entre líderes populistas y líderes neopopulistas se manifiesta en esta práctica: mientras que líderes populistas se vieron obligados a contestar las demandas de sus masas, los líderes neopopulistas se preocuparon por movilizar al electorado con el fin de asegurar los votos y lo hicieron a través de prácticas clientelistas, con consecuencias positivas a corto plazo.

 

 

Conclusión

 

Para concluir, en América Latina en la década de los 90’ hubo lo que Leiras llama una “tercera ola”[41] de democratización. Se puede decir que Menem y Fujimori son emblemático del principio de esa ola marcada por liderazgos con orientaciones “ortodoxas” y “neoliberales” y que por primera vez no en un contexto dictatorial y por eso difieren fundamentalmente de líderes como Pinochet.

 

Carlos Menem y Alberto Fujimori ejercieron poderes de un nuevo estilo, denominado neopopulista. Con un discurso populista tradicional, basado en la persona antes de la norma, lograron a tener un apoyo muy fuerte mayormente desde las clases bajas. El carisma, la llamada a las emociones y la propaganda crearon esperanza en dos naciones en cuya no había mucha. De hecho, los países sufrieron de una crisis tridimensional, caracterizada en un primer lugar por una crisis socioeconómica, una crisis político-militar y una crisis político-institucional.

 

Una vez al poder, los líderes cambiaron de ideología e implementaron por decreto unos programas neoliberales en acuerdo con el Consenso de Washington. El programa consistía en privatizaciones, desregulaciones, la liberalización del comercio y la de-sindicalización. Los resultados al principio son muy nefastos, en particular en Perú; pero rápidamente se nota que los objetivos de las reformas fueran completos. Al fin de sus primeros mandatos, los países alcanzaron crecimiento económico y estabilidad, sin embargo vinieron al precio de un nivel desempleo enorme, y una profundización de las desigualdades sociales.

 

Este trabajo demuestro el paralelo entre los primeros mandatos de Fujimori y Menem mientras que contrastaba los matices y finalmente enfatizo la diferencia fundamental entre los dos. El análisis comparativo de los dos mandatos permitió a analizar y encontrar que dentro de esa “tercera ola” de democratización, se puede notar un espectro de democracia, con liderazgos neodecisionistas que pueden tener más o menos modalidades democráticas.

 

Los liderazgos de Menem y Fujimori son muy complejos, marcados por muchas contradicciones; por eso hicieron los temas de muchos debates. Mintieron a su gente, eliminaron sus opositores, centralizaron el poder y abusaron del mismo... Menem y Fujimori por un lado actuaron por decreto repetitivamente durante sus gobiernos respectivos, pero eso fue indirectamente un deseo de sus partidarios. Por otro lado, se puede preguntar si Fujimori es realmente lo mismo porque excedió esa línea cuando disolvió el Congreso, una acción que se acerca peligrosamente a la dictadura. Por eso muchos intelectuales hablan más de rasgos autoritarios cuando se refieren a Fujimori que a Menem. Sin embargo, sería una error hablar de Fujimori como dictador, y es muy importante distinguirlo de los dictadores “ilustres” como Pinochet, que viene de un régimen militar y desemboca al fin en una democracia.

 

Esos liderazgos, que marcan un nuevo estilo de democracia influenciaron fuertemente sus países. Hoy se puede todavía sentir algunas consecuencias de sus presidencias. Por un lado, se puede observar que la democracia que es Argentina hoy es más estructuralmente fuerte que Perú. Se puede preguntar si hoy, las modalidades democráticas en Argentina hoy serían más avanzadas que en Perú a causa de la desinstitucionalización completa efectuada por Fujimori.

 

 

 

 

 

 

 

 

Bibliografía:

 

Libros:

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[1]University of Pennsylvania

[2] LEIRAS, Santiago C., “Democracia y estado de excepción. Argentina 1983-2008”. (Comp.), Prometeo, Buenos Aires, 2012.

[3] RADERSTORF, Ben; “The Riddle of Argentine Neoliberalism: Menemism, Clientelism and inequality in the 1990’s”. December 21, 2012. p.8

[4] BALDIOLI, Alberto: En clase, UBA, Facultad de Ciencias Sociales, 3/29/2016.

[5] LEIRAS, Santiago C., “Democracia y estado de excepción. Argentina 1983-2008”. (Comp.), Prometeo, Buenos Aires, 2012.

[6] LEIRAS, Santiago C., “Democracia y estado de excepción. Argentina 1983-2008”. (Comp.), Prometeo, Buenos Aires, 2012. p.99

[7] MARCUS-DELGADO, Jane E.; “The Logic of Presidential Legitimacy and Neoliberal Reform in Argentina and Peru”, Baltimore, Maryland. November 1999.

[8] NIETO, Carlos; “Neoliberalisme au Perou: Bilan et perspectives de la politique economique”, Institut Universitaire d’etudes du developpement. Decembre 2001. P.17

[9] Ibid p.18

[10] CRABTREE, John; “Alan Garcia en el poder: Perú, 1985-1990”. Peisa. Lima. 2005

[11] CRABTREE, John; “Alan García en el poder: Perú, 1985-1990”. Peisa. Lima.

[12] RADERSTORF, Ben; “The Riddle of Argentine Neoliberalism: Menemism, Clientelism and inequality in the 1990’s”. December 21, 2012.

[13] LEIRAS, Santiago C., “Democracia y estado de excepción. Argentina 1983-2008”. (Comp.), Prometeo, Buenos Aires, 2012.

[14] Ibid. Por ejemplo “Siganme, no los voy a defraudar”.

[15] LEIRAS, Santiago C., “Democracia y estado de excepción. Argentina 1983-2008”. (Comp.), Prometeo, Buenos Aires, 2012.

[16] MARCUS-DELGADO, Jane E.; “The Logic of Presidential Legitimacy and Neoliberal Reform in Argentina and Peru”, Baltimore, Maryland. November 1999.

[17] GROMPONE, Romeo, DEGREGORI, Carlos Ivan; “Elecciones 1990: Demonios y Redentores en el Nuevo Peru”. Elecciones 1990. Lima: Instituto de Estudios Peruanos. 1991 p.14

[18] ROBERTS, Kenneth M, ARCE, Moises; “Neoliberalism and Lower-Class Voting Behavior in Peru”. Comparative Political Studies, vol.31, no.2 1998. pp.225-226

[19] SCHMITT, Carl; “Teología Política”. Buenos Aires, Folio, 1984.

[20] LEIRAS, Santiago C., “Democracia y estado de excepción. Argentina 1983-2008”. (Comp.), Prometeo, Buenos Aires, 2012.

[21] Ibid.

[22] RADERSTORF, Ben; “The Riddle of Argentine Neoliberalism: Menemism, Clientelism and Inequality in the 1990’s”. December 21, 2012. P.17

[23] Ibid.

[24] GRAHAM, Carol; “Safety Nets. Politics and the Poor”. Brookings Institution Press, Washington. 1994.

[25] MARCUS-DELGADO, Jane E.; “The Logic of Presidential Legitimacy and Neoliberal Reform in Argentina and Peru”, Baltimore, Maryland. November 1999. p.199

[26] Ibid.

[27] GRAHAM, Carol; “Safety Nets. Politics and the Poor”. Brookings Institution Press, Washington. 1994.

[28] MARCUS-DELGADO, Jane E.; “The Logic of Presidential Legitimacy and Neoliberal Reform in Argentina and Peru”, Baltimore, Maryland. November 1999.

[29] TUSSI, Diana; ACUNA, Carlos; “The Impact of Multilateral Development Banks on the Partiticipation of Social Actors on Argentina’s Structural Reforms: An analysis of the Reform Process in the Health and Labor Sectors”. Unpublished draft, FLASCO. Buenos Aires.

[30] STONE, Matthew; “Mercados libres, neopopulismo y asimetrías democráticas: La política de las reformas neoliberales en el Perú de Fujimori y la Argentina de Menem”, UBA, Revista ciencia política, numero 3, articulo 5.

[31] RUBIO, Ferreira; GORETTI, Matteo; “Cuando el presidente gobierna solo: Menem y los decretos de necesidad y urgencia hasta la reforma constitucional”. Desarrollo Economico. Vol. 36, no.141. 1996.

[32] RUBIO, Ferreira; GORETTI, Matteo; “Cuando el presidente gobierna solo: Menem y los decretos de necesidad y urgencia hasta la reforma constitucional”. Desarrollo Economico. Vol. 36, no.141. 1996.

[33] MARCUS-DELGADO, Jane E.; “The Logic of Presidential Legitimacy and Neoliberal Reform in Argentina and Peru”, Baltimore, Maryland. November 1999. P.157. En ingles: “illusion of democratic negotiation”.

[34] LIJPHART, Arend; “Modelos de Democracia”. Ariel. 2000

[35] LEIRAS, Santiago C., “Democracia y estado de excepción. Argentina 1983-2008”. (Comp.), Prometeo, Buenos Aires, 2012. NB: Esta cita esta escribiendo argentina pero el asunto es verdadero para ambos países.

[36] Ibid

[37] GRAHAM, Carol; “Safety Nets. Politics and the Poor”. Brookings Institution Press, Washington. 1994.

[38] WEYLAND, Kurt; “Neoliberalism and Democracy in Latin America: A Mixed Record”; Revista Latin American Politics & Society. Vol. 46. No. 1. 2004. pp. 135-157.

[39] LEIRAS, Santiago; BOSOER, Fabián: “Los fundamentos filosófico – políticos del decisionismo presidencial en la Argentina”, Eudeba, P. 79.

[40] RADERSTORF, Ben; “The Riddle of Argentine Neoliberalism: Menemism, Clientelism and Inequality in the 1990’s”. December 21, 2012. P.212

[41] LEIRAS, Santiago C., “Democracia y estado de excepción. Argentina 1983-2008”. (Comp.), Prometeo, Buenos Aires, 2012.