Revista Nº29 "PSICOLOGÍA POLÍTICA Y MEDIOS DE COMUNICACIÓN"

 

 

Resumen

 

En 1973, días antes de la asunción de Cámpora como presidente, salió a la calle por primera vez la revista nacionalista católica Cabildo. Dirigida por Ricardo Curutchet, esta publicación vertió sus críticas hacia el peronismo, protagonista en la esfera pública desde 1945.

Este trabajo se propone engarzar la línea editorial de Cabildo en una larga tradición de reflexión nacionalista en Argentina durante el siglo XX. Y a su vez,  vincularla con el ejercicio periodístico político o editorialismo programático que se inicia - para el nacionalismo de derecha - con Nueva República de los hermanos Irazusta en 1927. La hipótesis de trabajo es que Cabildo, cataliza en sus páginas postulados que han madurado desde los inicios del Siglo XX, y no tiene nuevas claves de análisis para comprender las convulsiones políticas propias del devenir de finales de los 60 y los primeros 70.

 

Palabras clave: Revistas políticas – intelectuales  – peronismo – derecha nacionalista

 

 

 

Abstract

 

In 1973, some days before president Cámpora took into office, the nationalistic catholic magazine “Cabildo” was released for the first time. It was managed by Ricardo Curutchet, the publication expressed its criticism towards Peronismo, which has the leading role in the public eye since 1945.

This thesis proposes to link Cabildos´ editorial line in a long tradition of nationalistic reflection in Argentina during the XX century. And, at the same time, to link it to the exercise of politic journalism or  pragmatic “editorialism” that starts – for the right nationalism- with the New Republic of the Irazusta brothers in 1927. The hypothesis of this thesis is that Cabildo catalyses in its pages postulates that matured since the beginnings of the XX century, and does not have the new keys of analysis to understand the typical political unrest of the late 60s and early 70s.

 

Key words: Political magazines – intellectuals – peronismo – national right

 

 

 

La Revista Cabildo en la matriz de la derecha intelectual. Avatares del periodismo del nacionalismo católico en el siglo XX.

 

Lic. Norma Lidia Rodríguez[1]

 

Introducción

 

El recorrido de este artículo presenta expresiones nacionalistas de derecha dando cuenta, en primer lugar, de los orígenes de la preocupación por la cuestión nacional; en tanto que necesidad para marcar una identidad como pueblo argentino ante el panorama heterogéneo que explotó por la inmigración en los inicios del siglo XX. Esa búsqueda se orientó hacia un espiritualismo fundado en valores y se expresó en ensayos.

Posteriormente, en el período de entre-guerras mundiales, el nacionalismo europeo (sobre todo el español) sedujo a intelectuales locales por su apelación al catolicismo, al orden y a la tradición hispano-católica. Estas lecturas condujeron a un nacionalismo de derecha,  aristocratizante y antidemocrático.

El nacionalismo se constituyó en un grupo cultural que ocasionalmente tuvo frustradas aspiraciones partidarias durante la década infame, el gobierno peronista y la posterior proscripción. Como corriente política, compartió ciertos sentidos comunes sobre el devenir de la nación y que merced a coyunturales alianzas con gobiernos de facto o constitucionales lograron ingerir en la gestión concreta de gobierno. Aunque, también hubo sectores que eligieron mantenerse en el espacio incontaminado de la denuncia principista, para lo cual era necesario no participar como partido.

El equipo editorial de Cabildo está entre quienes se refugiaron en la barricada de papel, manteniendo  un discurso reaccionario de un nacionalismo que como grupo político activo estaba ya en franca decadencia. La larga experiencia del grupo Azul y Blanco que le había antecedido, ya había cerrado la etapa de presentarse en elecciones como opción de participación.

Cabe aclarar que este trabajo se enmarca en una investigación en proceso más amplia -correspondiente a la tesis de la Maestría en Sociología de la Universidad Nacional de Córdoba - titulada “Intelectuales y esfera pública. El sujeto  peronista en la disputa política-intelectual de 1973”. 

I.        La gestación de la matriz de pensamiento  nacionalista

 

    Abordar el nacionalismo en Argentina es una tarea compleja. Diversos autores han arriesgado definiciones y caracterizaciones que reconocen la diversidad de tendencias hacia el interior de ese gran paraguas teórico-político-cultural llamado nacionalismo.

 Sin duda, una primera aproximación la constituye la invocación a la nación como principio. Se la ha concebido como una esencia que está ahí, como si fuera un dato o un hecho objetivo, cuando en realidad es fruto de operaciones de construcción, es decir, “resultados contingentes de procesos sociales, políticos y significantes abiertos e indeterminados” (Máiz, 2007:10). La nacionalidad es, por tanto, una movilización político-significante. Como expresa Anderson (1997:23-25) es una comunidad imaginada. Es imaginada, porque jamás se conocerán a la mayoría de los compatriotas porque han estado en el pasado o porque son muchos en el presente o porque aún no han nacido. Sin embargo, sienten un compañerismo profundo. Se imagina limitada, porque tiene fronteras finitas. Por último, es soberana, porque sueña con ser libre.

A lo largo del siglo XX, intelectuales adscriptos a diversas corrientes ideológicas imaginaron la nación argentina, imaginaron su pasado y proyectaron su futuro[2].  La invocación de la nación como un valor absoluto conduce a una contienda entre facciones y partidos que intentan imponer ese valor (Pinto, 2011: 237). Los grupos nacionalistas coinciden en la denuncia de un complot y el llamado para una reconquista del país (Lvovich, 2011: 20). Consideran a la nación en peligro de sucumbir a su identidad frente a colonizaciones ideológicas y económicas. Y allí otro tópico que se va definiendo históricamente, ¿Cuál es esa identidad? ¿Qué es lo que hace entrar en colisión con la alteridad?

De esta complejidad a la hora de delimitar el nacionalismo da cuenta Ighina:

“… el objeto ‘nacionalismo argentino’ se construye históricamente. Esta condición histórica del objeto ofrece algunas particularidades. Primero, partiendo del ‘a priori colonial’, el nacionalismo argentino se constituye como una crítica a la situación argentina pero asimilando esa situación a las crisis de las democracias europeas. De allí (…) es que el pensamiento nacionalista se presenta como una visión de la historia universal basada en el legado latino imperial, en el tradicionalismo político español o en la corriente reaccionaria post revolucionaria francesa (…) Este reclamo reaccionario y antidemocrático – esos son los términos utilizados por los nacionalistas- se vinculó con fundamentos católicos que sirvieron de soporte doctrinal al nacionalismo” (Ighina, 2004, 27-28).

 

La reflexión de Ighina, marca una definición de reaccionario al nacionalismo argentino y de principios antidemocráticos. Y si bien esta ha sido una fuerte impronta en las diversas manifestaciones nacionalistas a lo largo del siglo XX, en algunos momentos participaron del juego electoral de la democracia. Otros tópicos que lo identifican son el antiliberalismo, anti-izquierdismo y el corporativismo. Amplios sectores adscribieron también, como parte de su antiliberalismo, a identificarse con la nación católica como estandarte de los valores tradicionales (Saborido, 2011:38).

Una de las formas privilegiadas para expresar las ideas fue el periodismo a través de revistas políticas o el editorialismo programático.

 

“Las revistas cumplieron un papel determinante en la conformación del campo cultural latinoamericano y formaron parte de lo que nosotros denominamos editorialismo programático que materializó nuevas formas de difusión cultural ligadas a alguna aspiración de algún manera revolucionaria. Las publicaciones y los vínculos intelectuales que promovía este tipo de editorialismo militante actuaban muchas veces como terreno exploratorio y en otras oportunidades, como actividad preparatoria de una acción política concertada o para la creación de un partido político” (Beigel, 2003: 108).

 

Ellas se convirtieron en verdaderas tribunas para el disenso. La crítica y la enunciación de principios programáticos.

Estos principios llevan a ubicarlo en un nacionalismo de derecha, para distinguirlo de versiones de nacionalismo que se gestaron durante los ‘60 que son reconocidas como de izquierda. La agenda política del nacionalismo de izquierda incluía el repudio a toda potencia colonial, el antiimperialismo, la soberanía y liberación nacional. Estas consignas políticas se difundieron  merced a  la gran recepción de la noción de imperialismo propuesta por Lenin, la cual considera que el capitalismo financiero divide al mundo en colonias y semicolonias. La conciencia de Tercer mundo en lucha contra el imperialismo por la liberación nacional se inspiró en el movimiento descolonizador iniciado desde 1945 y en  la adhesión que obtuvo “Los condenados de la tierra” de Franz Fanon (Rodriguez, 2015).  

Ahora, antes de continuar con este desarrollo, resulta valioso detenerse en caracterizar a qué se llama derecha. Boholavsky (2011) hace una revisión de la cuestión y señala que hay tres tendencias. Están las que sostienen que i) sí hay una derecha pero difieren en cuál es el punto que la delimita.; ii) hay pluralidad de derechas; iii) hay corrientes ubicadas a la derecha, es decir que no hay conceptos inmutables que la caractericen.

De acuerdo al desarrollo del autor, quienes defienden que sí hay una derecha señalan que es la que enarbola las banderas del capitalismo y la propiedad privada (de acuerdo a las lecturas marxistas); para otros sería la defensa del statu quo y la autoridad, aun a fuerza de represión. Dentro de este espectro de intentos de definición, se encuentra la que considera que lo propio sería la convicción pesimista de los hombres. Esta perspectiva, expresa, por tanto desilusión, temor y resentimiento ante los cambios que se producen en la sociedad.

Aquellos que esgrimen la pluralidad de derechas – siguiendo a Boholavski - dejan de lado los riesgos del esencialismo, entendiéndolas como un conjunto de tradiciones ideológicas que no están vinculadas necesariamente entre sí, pero tienen un conjunto de ideas o actores a los que se enfrentan. Esas tradiciones pueden ser clasificadas como moderadas, extremas, radicales, clericales.

El tercer enfoque - señalado por el autor referido - es de tipo relacional e implica abordar la co-contrucción que hacen de sí mismas tanto la derecha como la izquierda, desde un encuadre histórico y situacional. Para el analista dichas construcciones pueden ser afiliadas al conservadurismo, al liberalismo o al fascismo.

A los fines del presente trabajo, se toma como más productiva esta última acepción, ya que en el devenir de seis décadas la co-construcción de derecha e izquierda en Argentina, ha ido mutando sus significaciones - como se verá en los próximos apartados- aunque ha mantenido algunos tópicos comunes.

 

II.   Orígenes de la cuestión nacional en Argentina.

 

La preocupación por la identidad nacional se convirtió en preocupación del campo intelectual con motivo del primer centenario de la Revolución de Mayo. Tal es el caso de, por ejemplo, Ricardo Rojas. En una de sus obras, Blasón de Plata, propone como lo típico de la Argentina la fusión entre el indio, el español, el negro y el extranjero inmigrante. Rojas menciona como constitutivo del pueblo argentino un alma colectiva… “la eternidad de nuestro pasado está ya en ella, preñada de futura eternidad” (Rojas, 1941: 9). Esa obra ya da cuenta del hispanismo que caracteriza el nacionalismo posterior dado que realza la conquista como una gesta que deja la herencia del honor, el cristianismo y el castellano. El autor apela a una conciencia indiana como un instinto colectivo y territorial “y que es nacionalismo cuando mira al Estado y a la Civilización”.

Con el advenimiento masivo de inmigración italiana, el surgimiento del voto universal y el populismo irigoyenista; los ensayistas de esa generación coinciden en fundar la identidad argentina en la tradición hispánica para enfrentarse al cosmopolitismo liberal. Ellos expresan, además su temor por que las mayorías y no las mejores inteligencias tomen las decisiones. Así, se arma un frente intelectual antidemocrático que ve con menosprecio al fenómeno de las masas: La multitud según Gálvez, los hombres mediocres para Ingenieros y la ralea mayoritaria según Lugones. Lugones - en su afán de instaurar un nacionalismo frente al panorama de diversidad - proclama en 1913, como poema épico fundante de la argentinidad, el Martin Fierro de José Hernández. Lo gaucho se conforma en el mito identitario argentino (Alfieri, 2006: 529 - 532).

Esta tendencia, que por un lado apunta a lo cultural identitario y por otro lado, ejerce su crítica política al sistema liberal de partidos, permanece a lo largo de las diferentes manifestaciones de nacionalismo.

Un nuevo escenario perfila la actuación de los nacionalistas durante la década del ’30. Por un lado, el golpe de estado a Yrigoyen del 6 de septiembre de 1930 y por otro, la fundación del Instituto Juan Manuel de Rosas de Investigaciones Históricas en 1938.

El campo intelectual nacionalista toma como punto de partida la crisis ideológica manifestada en el quiebre del orden institucional democrático argentino, e incluso en el europeo marcado por el stalinismo y el fascismo. Un nuevo signo aparece. La firma del tratado Roca- Runciman hizo patente el imperialismo como rival y raíz de la postergación nacional. Propio de este período es el estrechamiento de los valores hispánicos con los valores católicos. Estos, tuvieron una gran manifestación pública en el Congreso Eucarístico de 1934 (Saborido, 2011: 37). Esta impronta católica incidió en la circulación de ideas antisemitas. Pero estas expresiones adversas a la colectividad hebrea no tenían los fundamentos del nazismo. Se remitían a exponer supuestas conspiraciones judías como instrumento para la invasión de ideas extranjerizantes, tales como el comunismo o el liberalismo. También se la identificaba con naciones como Estados Unidos o Inglaterra. Incluso se lo utilizaba como rechazo al extranjero que disputa puestos de trabajo al criollo. Desde el catolicismo se acicateaban estas ideas por considerar al judaísmo como deicida.

La principal forma de publicitar las ideas nacionalistas se dio a través del periodismo. Julio y Rodolfo Irazusta habían creado en 1927 el quincenario (más tarde semanario) Nueva República. Desde sus páginas se había repudiado al plebeyismo y demagogia de Irigoyen. Sin embargo, después de haber apoyado el golpe septembrino los fundadores de Nueva República, terminaron desengañados del uriburismo. En 1928 había nacido la revista Criterio asentada sobre la idea de una nación católica. Por ella, pasaron conspicuos representantes del nacionalismo como Marcelo Sánchez Sorondo, Julio Meinvielle y César Pico. Posteriormente, Ernesto Palacio fundaría en 1940, Nuevo orden, donde se exponían los principios del revisionismo histórico (Berazza, 2005: 27-32).

 El revisionismo se constituye en la dimensión cultural del nacionalismo. Y más que una escuela historiográfica es “un nuevo uso político de la historia nacional como reacción a otra anterior” (Chiaramonte, 2013: 260). Esta corriente se propuso legitimar una nueva lectura del pasado que pusiera en cuestión el panteón de héroes de la historiografía liberal, instalando nuevos referentes: Juan Manuel de Rosas, Facundo Quiroga, Felipe Varela, Juan Bautista Bustos, Chacho Peñaloza y José Artigas.

La conformación de los miembros del revisionismo incluía a individuos de trayectorias diversas ya que algunos eran intelectuales del campo de las letras, otros militares y otros provenían del campo de la política (Cattaruzza, 2009: 611). Esto da cuenta de la multiformidad en los mismos orígenes de la corriente, característica que perduraría por varias décadas.

Esta comunidad letrada nacionalista de derecha en sus inicios ha vislumbrado críticamente el disfraz de la democracia liberal que encubría a la república oligárquica, también combatieron el positivismo y el materialismo que apuntalaban la república-granero del mundo y ellos fueron quienes introdujeron la denuncia antiimperialista. Respecto a la faceta cultural, el revisionismo siguió considerando que la historia la hacen los individuos aunque hubiera cambiado los héroes por otros (Grüner, 2012: 9-11).

Este panorama inicial se encontró con nuevos desafíos políticos desde el golpe de estado de 1943 y la aparición en la escena política de Juan Domingo Perón.

 

 

 

 

III. Nacionalismo y peronismo: Alianzas y oposiciones.

 

Los nacionalistas vieron con beneplácito el golpe de Estado de 1943 y fue una oportunidad para que algunos de sus intelectuales incursionaran en puestos de gestión. Así fueron nombrados, entre otros, Gustavo Martínez Zuviría en el Ministerio de Educación, Tomás Casares en la Universidad de Buenos Aires, Jordán Bruno Genta en la Universidad del Litoral, José Ignacio Olmedo en el Consejo Nacional de Educación y Mario Amadeo como asesor de Relaciones Exteriores. Otro motivo para la esperanza de una restauración nacionalista era que, los militares en el poder tenían la intención de acercarse a la Iglesia Católica para neutralizar la oposición (Berazza, 2005: 33).

El golpe de 1943 permite que el antiliberalismo católico militante tuviera un lugar en el estado de mayor influencia. Frente al desorden liberal y las propuestas socialistas y comunistas, el ideal era construir el Reino de Dios construyendo una nueva Argentina que rechace el ateísmo, el imperialismo del dinero y al consumismo (Mallimacci, 2011: 43).

No obstante, las esperanzas del grupo comenzaron a decaer cuando notaron que la logia secreta de los oficiales del ejército, el GOU, era quien movía los hilos del poder vetando designaciones. Los nacionalistas no eran más que meros auxiliares. La piedra de toque en su relación con el gobierno de facto fue la cuestión de la neutralidad frente a la Segunda Guerra Mundial. Las presiones de Estados Unidos determinaron que el Presidente Ramírez rompiera relaciones con el Eje además de disolver los partidos y agrupaciones nacionalistas. Ante esta medida, los nacionalistas que estaban en el poder presentaron la renuncia a sus cargos (Berazza, 2005: 43-44).En este clima de conflicto político, es que asume general Farrel como presidente y aparece la figura de Juan Domingo Perón como director del Departamento Nacional del Trabajo.

El acrecentamiento de la adhesión a Perón suscitó distintas lecturas en el mismo seno del nacionalismo ya que algunos lo consideraban como la forma posible del nacionalismo en la Argentina, otros manifestaban su encono personal a Perón pero entendían al pueblo peronista y finalmente, quienes creían que la agrupación política Alianza Nacionalista podría tener un lugar en un eventual Frente Peronista. En las elecciones de 1946, los nacionalistas se vieron despojados de sus banderas ya que las levantaba Perón. Una vez, éste en el poder, muchos se incorporaron al nuevo régimen, otros se mantuvieron fuera con planteos idealistas. Este sector crítico veía al gobierno de Perón como un continuismo de la política del régimen liberal. Esta opción refractaria se disolvió como opción política partidaria (Berazza, 2005: 57-62).

Como en otros momentos de la historia, los nacionalistas participaron de la cosa pública a través del apoyo crítico o de la denuncia en medios periodísticos como Balcón (continuación de Nuestro Tiempo) de Julio Meinvielle, fundado en 1946. En el inicio del nuevo gobierno, miró con esperanza el momento de concordia de los argentinos. Pero luego, ante la ratificación del Acta de Chapultepec, Meinvielle llegó a ver  al peronismo como en la antípoda de la Revolución nacional.

El mismo Meinvielle tendrá una nueva tribuna en Presencia, a partir de 1948.

“En el campo de la política nacional, Meinvielle se proponía una tarea cuasi imposible en aquellos momentos: analizar el fenómeno peronista por fuera de la dicotomía creada en 1945 peronismo- antiperonismo. En tal sentido, Meinvielle reconocía los aciertos de Perón al no prestarse al juego del capitalismo internacional (…); la preocupación del gobierno por aumentar el nivel de vida de la masa asalariada del país y la adecuación del proyecto de Perón a la tradición del Occidente cristiano” (Berazza, 2005: 65-66).

 

Pero aun reconociendo esos aciertos, en 1949 publicó una editorial en la que afirmaba que el énfasis puesto por Perón en reivindicar a los obreros conduciría al comunismo clasista. Ésta crítica, sumada a la detracción a la megalomanía, demagogia y autoritarismo del líder peronista, fueron orientando al nacionalismo al lugar de la franca oposición. El conflicto con la Iglesia en 1954, selló finalmente la distancia ante el Régimen para comenzar entonces a participar en las conspiraciones que condujeron al golpe de estado de 1955.

 

IV.  El periodismo nacionalista como actor en los 60

 

En los años de la proscripción del peronismo, los nacionalistas tuvieron una activa participación en el periodismo, con una gran cantidad de lectores. Marcelo Sánchez Sorondo creó en 1956 Azul y Blanco que llegó a tener una tirada de 150. 000 ejemplares. Galván (2013) describe la tradición ideológica de la publicación como de derecha, anticomunista, autoritaria, corporativista y expone ideas del revisionismo histórico, catolicismo, elitismo, y el antiimperialismo.

La retórica nacionalista, la crítica a la política de censura y represión de la Libertadora convirtió en lectura recomendada para los sectores peronistas. En 1958, Ricardo Curutchet asume como secretario de redacción.  En 1960, tras un frustrado intento de fundar un partido político, Azul y Blanco sufre un quiebre interno que lleva a que se transforme en Segunda República. Por las fuertes críticas al presidente Guido como así también a los militares, el semanario fue clausurado. Sus responsables editoriales, Sánchez Sorondo y Curutchet, fueron encarcelados en 1963 (Berazza, 2005: 134).

En 1966, con la dirección de Curutchet, la edición de Díaz Vieyra y la colaboración del joven Juan Abal Medina como secretario de redacción, vuelve a editarse Azul y Blanco. Al principio del gobierno de Onganía, Azul y Blanco vio con buenos ojos la cruzada anticomunista y la proclamación de una nación católica, pero luego notaron que la gestión de Krieger Vasena fomentaba medidas modernizadoras antinacionales. Durante el onganiato, el semanario sufre dos clausuras más, una en 1967 y la definitiva en 1969.

 Para este entonces, el semanario había logrado captar la atención de jóvenes intelectuales, hijos de nacionalistas. Además se mantuvo cercano al público peronista a los largo de los años por sus denuncias a los fusilamientos de José León Suárez, denuncias contra las inhabilitaciones y despidos a profesores peronistas en la universidad y contra el encarcelamiento de líderes sindicales; también por el apoyo a las movilizaciones obreras contra las medidas liberales de Frondizi y los llamamientos para levantar la proscripción peronista (Galván, 2013:41).

Ricardo Curutchet representaba el sector más refractario a relacionarse con el peronismo y decide separarse del grupo de Sánchez Sorondo para iniciar su propio proyecto editorial Tiempo Político en 1970. En sus páginas escribieron Leonardo Castellani, Julio Meinvielle. El lema era “Por la Nación, contra el caos” y su intención era publicar las ideas del verdadero nacionalismo del que está excluída cualquier infiltración marxista. La publicación desapareció pero dejó el lugar a otra también breve carrera Vísperas que pretendía evitar que el peronismo los fagocite (Berazza, 2005: 287-289).

Ya en 1973, ocho días antes de la asunción de Héctor Cámpora como presidente, inicia Curutchet la revista Cabildo. Por la Nación contra el caos. Como en otros momentos, ponían su esperanza en un gobierno militar que restableciera el orden y pusiera en práctica sus propuestas. Saborido (2011) resume las ideas de la revista en un teísmo político que tiene como modelo el orden medieval, el desprecio por la razón moderna y la crítica al liberalismo y la democracia.

En su número 1 llama a la militancia del movimiento nacionalista autónomo como prefiguración de un orden nuevo que siga los pasos de generaciones puestas tras una fe común con el fin de “recuperar la dignidad que tuvieron en los momentos cenitales de nuestra historia, concretamente, cuando la federación de Juan Manuel de Rosas”[3].

En los números siguientes, se dedican a atacar los sucesivos gobiernos peronistas de Cámpora, Lastiri y Perón e incluso a la conformación del movimiento.

Para empezar, hace una diferenciación en el seno del movimiento entre el viejo peronismo que respeta los ideales nacionales y el nuevo peronismo con afinidades socialistas.  Por una parte, denosta la conformación del frente que lleva Cámpora como candidato. Lo ve al FREJULI (Frente Justicialista de Liberación) como un “intento gatopardista”[4]. Luego, con motivo del triunfo de Cámpora afirma que “es el viejo peronismo el vencedor absoluto en la lid electoral”[5]. Y en contrapartida, critica a aquello en lo que se convirtió: “de multitudinaria encarnación de lo nacional y popular hace tres décadas, se aviene hoy a apañar y hasta estimular, en el gobierno, su propia marxistización”[6]. Esta diferencia se convierte en profunda hendidura que llega a exponerse crudamente en la esfera pública “de aquellos polvos de la heterogeneidad (ahora se le llama pluralismo) estos lodos de la incongruencia”[7]. Cabildo amonesta semejante contradicción dentro del mismo peronismo y afirma que “está en crisis”[8].

En ese estado de crisis, “el partido electoralmente vencedor no es de suyo garantía suficiente de orden ni, mucho menos, de paz”[9]. Ante el ideal de nación inmutable, el peronismo del 73 es sólo un aval al caos. Asimismo, minimiza al movimiento como algo contingente frente a la superioridad de la patria.  “El peronismo, fraseología o estado de ánimo, ideología o doctrina, movimiento o partido, es simple, circunstancial y accesorio. El todo, permanente e inmutable, llámase Argentina”[10]. De esta manera, trata de romper el lazo de identificación que hizo el peronismo, entre su movimiento y los intereses de la patria.

En lo que hace a Perón como Conductor del movimiento, reconoce el innegable y masivo apoyo que le merecen las bases;  “es el líder de un movimiento que se pretende nacional y que ciertamente recibe su más decisivo aporte en ese sentido de su sustrato social (la clase obrera criolla)”[11]. Por otro lado, sólo le adjudica una pretensión de nacional, para seguir marcando la distancia del verdadero nacionalismo, del cual es portador Cabildo.

A su vez, le adjudican ciertas notas negativas como un actuar político acomodaticio. “El pragmatismo del viejo caudillo – actitud que puede caracterizarse como un incesante estar “a la hora de ahora” en materia política – conduce a que sus textos sean contradictorios y aun se nieguen entre ellos”[12]. Estas afirmaciones se hacen antes del retorno al gobierno de Perón. Ya manifestada la escisión entre la burocracia y la juventud peronista, el nacionalismo juzga que hay una merma en su capacidad de conducir el movimiento.

“Un hombre cuyo liderazgo, otrora innegable, sobrevive a su lógico y visible decaimiento sólo merced a la estulticia y el conformismo desplegados a lo largo de 18 años por el resto de la sociedad política argentina. Y cuyas personales posibilidades fácticas él mismo tuvo la honradez de declarar agotadas, cuando anunció a su regreso que volvía”[13].

 Cabildo, usa la estrategia de minimizar la capacidad del oponente, ya que considera que logra su poder sólo porque el resto del arco opositor no ha planteado opciones. Aún cuando las elecciones se han realizado con normalidad en septiembre, considera que no hay nada que festejar para la patria, puesto que sigue son su rumbo perdido en manos del peronismo: “…aquí no concluye ni empieza nada; todo sigue igual que antes, sólo que mucho peor porque está más cerca del despeñadero”[14].

A otro nivel del movimiento, el de las organizaciones militantes, merece en el tratamiento discursivo una especial animosidad.

El alto grado de movilización de la juventud peronista en apoyo a Cámpora es para el nacionalismo  una de las muestras de este peronismo que desatiende al peronismo histórico. “El régimen de Cámpora es una expresión de un frentismo marxistizado, el cual es opuesto al peronismo folklórico del 46”[15].  Ese peronismo folklórico se  caracteriza por la presencia sindical y una fuerte adhesión en las masas más empobrecidas. Cabildo no comprende ni acepta los nuevos rostros que entonan en el 73 el nombre de Perón. “Muchedumbre ideologizada hasta los tuétanos, mucho más procedente de la clase media revolucionaria que del proletariado sumergido, de los institutos universitarios que de fábricas y talleres, de los barrios burgueses que de circunscripciones obreras”[16]. Esos nuevos rostros son rotulados como una especie de credo opuesto a la profesión de fe nacionalista, son  “desembozados portadores del nuevo evangelio de redención, sea en la versión de Marx, de Trotsky, de Mao o en la bulgata[17] (sic)  del Che”[18]. Esta crítica la remarca respecto de las organizaciones armadas, a cuyos integrantes califica de “líricos y probablemente sinceros redentores de la humanidad”[19]. Al parecer, para Cabildo es una batalla religiosa, entre dos credos que proponen dos tipos distintos de redención.

Se califica a las organizaciones militantes peronistas revolucionarias de extranjerizantes. Se argumenta que Perón deja como documento que las inspira La hora de los pueblos (1968), en la que plantea su acepción de socialismo nacional. “Quedan englobados en su concepto de ‘socialismo nacional y humanista’ tanto el régimen chino, al que alude expresamente en el libro citado, como los sistemas escandinavos, citados como ejemplo en ocasión de su regreso al país… lo único que queda definitivamente excluído es el sistema del comunismo ruso[20]”. Esos militantes actúan en la esfera pública local como “instructores o veedores extranjeros”[21] de un socialismo que de ninguna manera podría llegar a ser nacional.

La otra caracterización que se hace de estas organizaciones militantes, sobre todo juveniles, que se manifiestan masivamente en las calles, es de ser portadoras de odio y de guerra. En ese sentido marca nuevamente la diferencia con el peronismo histórico: “Las juventudes peronistas – tan distintas a las del 17 de octubre”[22]. Esta calificación permanece a lo largo de todo el año, y se agudiza cuando Cámpora designa a Puigross como rector de la Universidad de Buenos Aires y a Jorge Taiana como ministro de educación.

“El gobierno de Cámpora había logrado desconcertar a la inmensa mayoría de sus electores y tender  sobre la totalidad del país, la amenaza de un régimen o de un estilo de vida cívica no querido por nadie, excepto por las pequeñas camarillas de advenedizos a las que conscientemente o no, había otorgado un papel decisorio en especial en el  orden de la cultura y educación pública”[23].

El enunciador de  Cabildo observa con estupor en este contexto como  “las mesnadas estudiantiles, ya lavado su cerebro, lavaran también las paredes, dinteles y columnas infamadas por tanto destemplado borrón de odio y guerra”[24]. Alude a las formas de intervención en la esfera pública de las organizaciones estudiantiles que no solo comunican a través de  la  toma territorial de los espacios callejeros, sino también a través de los grafittis.

Más, tarde en plena campaña de la fórmula Perón-Perón, Cabildo cronica, secuestros, extorsiones, atentados[25] y motines en cárceles en diferentes provincias argentinas. Ante esta situación acusa que: “los hechos violentos son auténticas expresiones de la ‘juventud maravillosa’ con que se llenan la boca los demagogos de todos los partidos, los curas del tercer mundo…”.

Se hace mención aquí, entre sus enemigos, a los integrantes del Movimiento de sacerdotes para el Tercer Mundo, quienes en Buenos Aires adhirieron a los ideales peronistas[26].

El pueblo peronista es definido con metáforas zoológicas, “masas rebañegas” o “domesticadas reses modernas”. También es caracterizado como  ajeno al verdadero sentido de la nación. “Un pueblo donde impera el hombre encastillado en la mezquina y ruin soberanía, ese puro individuo desconectado de la sociedad en que nace y por tanto, ajeno al destino histórico de la misma”[27]. De este modo, se desmerece el concepto de soberanía, del poder que reside en el pueblo. Esto es coherente con la idea aristocrática de poder que este nacionalismo sostiene. Se insiste, además, en que sólo por la aprehensión de la verdadera cultura el pueblo podría abandonar su estado de cosificación. “Los hombres reivindican su dignidad y dejan de ser ‘cosas utilizables’. Se congregan en un pueblo jerarquizado, responsable y solidario en torno al bien común”[28]. En ese momento, bajo el poder del peronismo, el pueblo ya no es solo un animal conducido, ahora es considerado un objeto bajo fines utilitarios. Se hace presente el ideal  deseable de una organización política jerarquizada en  la cual el pueblo está en la base pero la soberanía reside en una aristocracia que sabe lo que es necesario. Mediante la educación el pueblo debe reconocer la sublime patria.

Por su prédica antidemocrática Cabildo fue clausurada durante el gobierno de María Estela Martínez de Perón. Reaparecería más tarde en 1976, en la atmósfera política de la dictadura, más apta para su prédica. Pero esa etapa excede las pretensiones de este ensayo.

 

VI. Conclusión

 

La revista Cabildo, en su año inaugural, perfila sus principios programáticos, los cuales coinciden con la línea dura del nacionalismo. La importancia de este grupo cultural y de ideas políticas radica en el papel de interlocutor que ha tenido a lo largo de décadas del siglo XX con la política argentina y que sus postulados se mixturaron con otras expresiones políticas como el peronismo o con programas de organizaciones armadas o se convirtieron en fundamento para instaurar regímenes de facto. Otra herencia es el debate sobre el revisionismo ya que la lectura de la historia sigue siendo motivo de disputa a la hora de mirar el pasado para construir políticamente el presente.

Por otra parte, mirando líneas de continuidad con el presente, puede verse como se ha descalificado a la versión del peronismo más reciente  en el poder afirmando que tenía un discurso de odio y que ha entregado  al país en un caos y desorden. Otra idea, que permanece en el presente, es la de inferiorizar al pueblo usando motes denigratorios. Como en el caso de la criminalización de la pobreza.

Este trabajo espera haber sido un aporte a pensar la relación entre los medios de comunicación y la construcción de representaciones sobre la cosa pública.

 

 

BIBLIOGRAFIA                               

 

Libros

 

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Artículos internet

 

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Artículos en compilaciones

 

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REVISTAS

 Revista Cabildo. Por el orden contra el caos. Números 1 a 8. 1973.

 



[1] Escuela de Ciencias de la Información. Universidad Nacional de Córdoba, Argentina.

[2] Desde los modernistas como Lugones o Ugarte, a los integrantes de FORJA como Ortiz Pereyra y Scalabrini Ortiz o los  ensayistas literarios como Martínez Estrada, pasando por los nacionalistas populares peronistas como Hernández Arregui o Jauretche, hasta Ramos de la Izquierda Nacional - por dar sólo algunos ejemplos -  levantaron sus plumas para bosquejar  modelos de nación argentina.

 

[3] “Editorial” en Revista Cabildo. Año 1. Número 1. 17 de mayo de 1973.

[4] “Incógnitas políticas del espectro justicialista”. Año 1. Número 2. 14 de junio de 1973.

[5] “Del peronismo folklórico al frentismo marxistizado”.  Año 1. Número 1. 17 de mayo 1973

[6] Massot, Vicente “La responsabilidad histórica del Peronismo”. Año 1. Número 2. 14 de junio de 1973.

[7] “La política pendular de Perón”. Año 1. Número 8. 6 de diciembre de 1973.

[8] “Editorial”.  Año 1. Número 5. 6 de septiembre de 1973.

[9] Massot, Vicente “Ni peronista, ni socialista, la patria a secas”. Año 1. Número 3. 5 de julio de 1973.

[10] Massot, Vicente “Ni peronista, ni socialista, la patria a secas”. Año 1.  Número 3.  5 de julio de 1973.

[11] “Riva, Alvaro, “Disquisiciones en torno a un discurso”  Año 1. Número 5. 6 de septiembre de 1973.

[12] Trovatto, Ben, “Socialismo nacional y nacional socialismo” Año 1. Número 1. 17 de mayo 1973.

[13] “Editorial”.  Año 1. Número 5. 6 de septiembre de 1973.

[14] “Editorial” Año 1. Número 6. 4 de octubre de 1973.

[15] “Del peronismo folklórico al frentismo marxistizado.” Año 1. Número 1. 17 de mayo 1973.

[16] “Incógnitas políticas del espectro justicialista”. Año 1. Número 2. 14 de junio de 1973.

[17] En realidad debería decir Vulgata. La metáfora hace la vinculación con la traducción que Jerónimo de Estridón hizo de la Biblia al latin a fin de que lograra mayor difusión en el siglo IV.

[18] “Del peronismo folklórico al frentismo marxistizado.” Año 1. Número 1. 17 de mayo 1973

[19] “El hoy y aquí de la violencia… Guerrilla y terrorismo”. Año 1. Número 1. 17 de mayo 1973.

[20] Trovatto, Ben, “Socialismo nacional y nacional socialismo”.  Año 1. Número 1. 17 de mayo 1973.

[21] “El destino de las Fuerzas Armadas Argentinas”. Año 1. Número 1. 17 de mayo 1973.

[22] “Al borde del abismo”. Año 1. Número 5. 6 de septiembre de 1973.

[23] “Editorial” Año 1. Número 4. 2 de agosto de 1973.

[24] “Nada cambió todo sigue igual" Año 1- Número 7. 1 de noviembre de 1973.

[25] Asesinato del dirigente textil Mario Villalba en Chaco, El ERP ametralla al inspector mayor de la policía Tamagnini en Tucumán y Las FAP asesinan el secretario de la CGT Marcelino Mansilla.

[26] Ortiz (1977) presenta las convicciones de ese grupo porteño del MSTM: “…el pueblo argentino se identificaba con el peronismo; el peronismo reconocía un líder y este reconocimiento le daba identidad y autoconciencia. De allí que quien se apartara del peronismo, se apartaba del pueblo y en consecuencia del proceso revolucionario” (Citado por Cerutti- Guldberg,  2006: 251)

[27]  Massot, Vicente, “La responsabilidad histórica del peronismo”. AÑO 1. Número 2. 14 de junio de 1973.

 

[28] Montejano, Bernardino, “Cultura, política y masificación”. Año 1. Número 5. 6 de septiembre de 1973.