Revista Nº26 "INSTITUCIONES Y PROCESOS GUBERNAMENTALES"
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Resumen: El objetivo principal de este trabajo es aproximarse a la figura del ex presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva durante su primer mandato de gobierno, a partir de los esbozos teóricos bosquejados por María Matilde Ollier. Según la autora, en contextos de democracias de baja institucionalización, la presencia de fuentes extrapartidarias de poder, la dinámica que cobra la relación presidente-oposición, la posición política institucional del presidente y la existencia de configuraciones partidarias ayudarían a comprender, desde otro punto de vista alternativo, el surgimiento y consolidación de nuevos liderazgos delegativos en la región.

 

 

Abstract:  Taking as a starting point the theoretical concepts outlined by María Matilde Ollier, this paper aims to approach the figure of Brazilian former president, Luiz Inácio Lula da Silva, during his first administration. According to her, within contexts of low-institutionalized democracies, the presence of sources of power outside the political parties, president-opposition dynamics, president’s institutional politics position and the existence of party configurations would help understand, from a different angle, the emergence and consolidation of new delegative leaderships in the region.


 

Del Sertão a Brasilia: El liderazgo presidencial de Luiz Inácio Lula da Silva (2002-2006)

Mariel Zani Begoña (UBA)

“Solo aquél que esté convencido de que no se desintegrará aunque el mundo, desde su punto de vista, sea demasiado estúpido o demasiado mezquino para merecer lo que él pretende ofrecerle, sólo aquel que sea capaz de decir “¡A pesar de todo!”; tiene vocación política”

Max Weber

Introducción:

A fines del siglo XX, las jóvenes democracias sudamericanas experimentaron una de las mayores crisis de toda su historia –aunque ésta se presenta con distintos matices entre los distintos países-. Los gobiernos de América del Sur se hallaban inmersos en un panorama adverso con el devenir del nuevo milenio. Sin embargo, luego de la debacle económico-social que azotó a varios países de la región, estos comenzaron lentamente a resurgir de sus cenizas. Los presidentes de la región, acostumbrados a hallarse en el centro de la escena, tomaron las riendas de la situación. Cualquier estudio sobre América del Sur que se proponga abordar los sucesos de la primera década del siglo XXI debe hacer referencia obligada a los primeros mandatarios sudamericanos, quienes si bien históricamente siempre han tenido una importancia central, en los primeros años transcurridos del nuevo milenio se han consolidado como la cara visible del “renacer” de las democracias sudamericanas

            Este estudio introductorio tiene como protagonista central a Luiz Inácio Lula da Silva y a todos aquellos actores y cuestiones que giran en torno a su figura. Se busca colocar en el centro de la escena el peso del liderazgo político del primer mandatario brasileño. Este artículo considera que, en las democracias sudamericanas, los jefes del poder ejecutivo desempeñan –más que ningún otro poder- un papel fundamental en la vida política al interior de las fronteras del país; y es en este sentido que pretende concentrarse en la figura presidencial y en los aspectos singulares que hacen de un presidente una personalidad tan emblemática de la vida política sudamericana.

Siguiendo los esbozos teóricos de Maria Matilde Ollier, el artículo plantea que en contextos de democracias de baja institucionalización, la presencia de fuentes extrapartidarias de poder, la dinámica que cobra la relación presidente-oposición, la posición política institucional del presidente y la existencia de configuraciones partidarias ayudarían a comprender, desde otro punto de vista alternativo, el surgimiento y consolidación de nuevos liderazgos delegativos en la región.

            El trabajo se estructurará de la siguiente forma: primero se bosquejará la perspectiva de análisis. Continuaremos delineando sucintamente los antecedentes históricos y el contexto en el cual asume Lula da Silva; para luego dedicar un apartado a la “dimensión subjetiva del liderazgo”, es decir, a la historia personal y experiencia política del primer mandatario brasileño. Seguiremos, a continuación con la dinámica propiamente política: nos referimos al análisis de las relaciones del presidente con las fuentes extrapartidarias de poder, en particular con los sindicatos y los medios de comunicación, los cuales serán el principal agente de oposición al régimen; para concluir con la relación de éste con el parlamento. Finalmente, el trabajo terminará con unos párrafos dedicados a las reflexiones finales.

Perspectiva de análisis:

Muchos estudios sobre los fenómenos políticos de nuestras latitudes son abordados bajo la perspectiva de cómo deberían ser, en lugar de estudiarlos cómo realmente son. Este paper se encamina en esta última dirección. 

Nos gustaría comenzar delimitando ciertos conceptos básicos que utilizaremos a lo largo del trabajo. En primer lugar, nos valdremos de la ya clásica distinción que Sergio Fabbrini esbozara entre líder y relación de liderazgo. Un líder será aquel “individuo en particular investido de un poder decisional[1]. Llamaremos liderazgo a aquella “relación que se activa para solucionar un determinado problema, o para poner en marcha un determinado proceso decisional (…) El liderazgo es una actividad que se desarrolla en un contexto institucional y en un tiempo histórico[2]. Teniendo en cuenta estas definiciones este artículo abordará el fenómeno desde dos perspectivas diferentes.

            Una de ellas concernientes a la personalidad del líder y a su historia personal, a partir de la cual se podrán delinear las características singulares y únicas de Lula da Silva como líder político.

            Y la otra atendiendo a las características de las democracias de baja institucionalización que hemos mencionado en la introducción del trabajo –este punto será desarrollado en profundidad en párrafos posteriores. A partir del análisis de las mismas será posible observar al liderazgo político como una relación.

A la hora de aventurarnos al estudio de los liderazgos presidenciales sudamericanos, resulta imposible obviar las reflexiones que Juan Linz ha realizado en su ya famoso artículo “Los peligros del presidencialismo[3]. Los esbozos teóricos del mencionado autor han abierto en la academia un rico debate. Autores como S. Mainwaring, M.M Ollier y A. Pérez Liñán, entre muchos otros, han aportado nuevas visiones sobre los sistemas presidenciales[4]. Mientras Linz nos “advertía” de lo “peligrosos” que podrían ser los regímenes presidenciales  para nuestras jóvenes democracias, a fines del siglo XX se producirían una serie de fenómenos conocidos en la disciplina bajo el nombre de “inestabilidad presidencial”[5]. Estos nuevos fenómenos que se sucedieron en diversos países sudamericanos, matizarán aquellas reflexiones teóricas que Linz realizara. Si bien las nuevas democracias experimentaron crisis de gobernabilidad de distinta envergadura, la continuidad del régimen democrático de gobierno no se vio amenazada; aunque de forma tumultuosa en algunos casos, las jóvenes democracias sudamericanas lograron sobrevivir. Parecería ser que la fuente de inestabilidad que antes residía en el régimen democrático de gobierno, y en el particular papel desempeñado por las fuerzas armadas, se ha trasladado a la figura de la persona que ocupa el sillón presidencial. Durante estos procesos de inestabilidad presidencial, es notable observar cómo las instituciones adquieren una renovada importancia, impidiendo que el régimen democrático se derrumbe. Ejemplo de esto han sido la implementación exitosa de mecanismos de juicio político (Collor de Melho, 1992) y de la ley de acefalía (Fernando de la Rúa, 2001)

Es interesante observar cómo, luego de presidentes inestables y procesos de crisis de gobernabilidad, hacen su aparición liderazgos presidenciales fuertes. Observemos que nos dice Santiago Leiras al respecto en su análisis del caso argentino: “En Sudamérica durante la última década, y para evitar la diseminación del poder y la profundización de la crisis en medio de grandes debates parlamentarios, se estableció un nuevo carácter, una necesidad que deviene en un estilo o estrategia de gobierno de acuerdo a la excepcionalidad de cada situación nacional en consideración”.[6] Con todo esto lo que queremos dejar en claro es como estos dos fenómenos de inestabilidad y concentración presidencial conforman lo que Ollier denomina el Patrón democrático sudamericano[7], donde liderazgos presidenciales endebles e inestables son sucedidos por liderazgos delegativos, concentradores de poder.

Pasaremos ahora al tratamiento de un concepto que es harto problemático en nuestra disciplina, nos estamos refiriendo al concepto de “populismo”. De acuerdo a lo planteado por M. Mackinnon y M Petrone en el artículo central de su obra[8],  hay casi tantas definiciones sobre populismo como artículos sobre el tema. El problema de caracterizar a los liderazgos sudamericanos rápidamente como fenómenos “populistas” es justamente que al carecer de una definición unívoca y ampliamente aceptada, se encasillan bajo este título distintos liderazgos presidenciales, cuyas únicas características aparentemente comunes —además de su condición de “populista”- serían tratarse de presidentes fuertes. Presentadas estas reservas hacia el concepto, el artículo se abstendrá de caracterizar al liderazgo del ex presidente de Brasil en estos términos, puesto que para ello se requeriría una investigación más en profundidad, no sólo de su primer mandato presidencial sino también de las distintas definiciones sobre populismo que aparecen en la bibliografía de las ciencias sociales; al mismo tiempo que sería necesaria una comparación con otros fenómenos políticos que podrían ser descriptos en tales términos.

“Existe un zapato –la palabra ʿpopulismoʾ- para la cual existe un pie en algún lugar. Existen toda clase de pies que casi lo puedan calzar, pero no nos deben engañar estos pies que casi ajustan a su medida. (...); en algún lugar, estamos seguros, espera un pie denominado populismo puro. Este es el núcleo del populismo, su esencia. Todos los otros populismos son desviaciones y variaciones de éste pero en algún lugar se oculta, furtivo, el populismo verdadero, perfecto, que puede haber durado sólo seis meses, o haberse dado en un solo lugar... Este es el ideal platónico del populismo, todos los otros son versiones incompletas o perversiones de aquel.”[9] Para ilustrar este punto nos gustaría incorporar la definición que nos brinda Santiago Leiras –quien ha estudiado de forma exhaustiva las características de los liderazgos neodecisionistas en Sudamérica- sobre los fenómenos neopopulistas. Según al autor podríamos definir al neopopulismo como “aquella expresión de carácter institucional que supondría no sólo la definición de un determinado estilo de decisión política fundado en la innovación programática –o más bien transgresión ideológica-, la carencia de un discurso político movilizador y la constitución de alianzas inauditas desde el punto de vista ideológico, sino también como sustento principal en la implementación de políticas de ajuste estructural en las democracias instauradas en América Latina”[10]. Lo primero que debemos tener en cuenta es que, en este caso el autor ha utilizado esta definición para acercarse al estudio de los liderazgos presidenciales de fines de la década del noventa –es de público conocimiento la numerosa cantidad de artículos que le ha dedicado el autor a estos temas. ¿Podría ser posible aplicar esta definición de forma parcial al estudio de los nuevos liderazgos sudamericanos que han surgido al calor del nuevo milenio? ¿Es factible la utilización del mismo concepto para fenómenos políticos tan disímiles como pueden ser la presidencia de Fernando Collor de Melho, desde ya signada por la inestabilidad, y los dos mandatos consecutivos de Lula da Silva con altos  índices de aceptación popular? No quisiéramos dar ninguna respuesta apresurada a estos temas que requieren de un estudio en profundidad. Esta conceptualización parecería ajustarse a, por lo menos, el primer mandato de Lula da Silva que es el objeto de estudio de este artículo, sin embargo, lo hace parcialmente y quizás es la parte más sustancial de ella la que no describe exhaustivamente el período de gobierno que estamos analizando. Quedando demostradas las dificultades  de la utilización del concepto, es por ello que el artículo se abstendrá de emplearlo. 

            La fuente de inspiración de nuestro trabajo proviene, principalmente, de los bosquejos teóricos de María Matilde Ollier desarrollados en varios de sus artículos[11]

Muchos estudios sobre los fenómenos presidenciales en Sudamérica han utilizado a las instituciones como principal variable explicativa –el mencionado trabajo de Linz es quizás uno de los más famosos, aunque definitivamente no el único. Debido a que la mayoría de los países de la región presentan democracias de baja institucionalización, Ollier nos propone sumergirnos en el estudio de los fenómenos de liderazgo presidencial desde una perspectiva alternativa, trasladando el énfasis antes colocado sobre las instituciones per ser, a otros rasgos característicos de este tipo de democracias.

Ahora bien, ¿Cuáles son esas características peculiares que poseen las democracias sudamericanas de baja institucionalización? Según nuestra autora, la baja institucionalización de estas democracias –de las cuales se excluye a Chile y a Uruguay por poseer características distintas al resto de los países de la región- se hace evidente en:  la existencia de configuraciones partidarias en lugar de los clásicos sistemas de partidos, la presencia e influencia  en las decisiones políticas del primer mandatario que poseen ciertas fuentes extrapartidarias de poder – como por ejemplo los sindicatos, los medios de comunicación, la iglesia, las fuerzas armadas, los grupos empresarios, etc.- y la importancia que adquiere la dinámica presidente-oposición –reemplazando a la relación oficialismo-oposición. 

            Los aspectos antes descriptos nos permiten observar la posición-política institucional de un presidente. Ayudarán, por lo tanto, a identificarla no sólo las características de la alianza partidaria que lleva al primer mandatario al poder sino también aquellas relaciones estratégicas que entablare con distintos sectores por fuera del espectro partidario.

Con configuración partidaria nos referimos aquí, siguiendo a Ollier, a aquellos rasgos que hacen de los partidos políticos sudamericanos altamente fragmentados. Teniendo en cuenta el contexto de baja institucionalización de las democracias del sur de América, se recurre al concepto de configuración partidaria en lugar de sistemas de partidos para hacer hincapié en la informalidad de las reglas que guían y enmarcan las relaciones tanto entre los distintos partidos entre sí como entre los mismos miembros de un partido, y es esta informalidad de reglas lo que impide la referencia de los partidos políticos como un sistema.

Otro rasgo digno de mención es la debilidad que tienen los partidos políticos. En su lugar han cobrado relevancia los movimientos políticos, los cuales evidencian también a las claras el involucramiento de otros actores, ajenos a la vida partidaria, al mundo de la política. Es por la debilidad de los partidos políticos sudamericanos que los liderazgos y las fuentes extrapartidarias de poder antes mencionadas, por lo tanto, adquieren un rol central. Estos actores provistos de una alta capacidad de injerencia en la vida política sudamericana, formarán parte de los recursos de poder que el presidente deberá intentar conquistar si desea establecerse como un líder fuerte. Al depender exclusivamente de la capacidad negociadora y conciliadora del líder del ejecutivo es que consideramos a estas alianzas como recursos de poder subjetivos, en el sentido de que la “lealtad” o “enemistad” de los actores extrapartidarios de poder dependerá de cómo elija el presidente relacionarse con aquellos. Y es por tal motivo que estas alianzas estratégicas devenidas en recursos de poder, podrán cambiar constantemente de bando, alineándose o enfrentándose con la cabeza del ejecutivo.

Para finalizar, veamos cómo establece Ollier una conexión entre todo lo expuesto y el concepto de democracia delegativa esbozado por O’Donnell.

“En las DPdeBI, un liderazgo presidencial delegativo (personalista y concentrador) es posible cuando la posición político-institucional del presidente se encuentra atravesada de un modo particular por las tres dimensiones que caracterizan  la debilidad institucional de estas democracias: 1) la fuerza política del primer mandatario ocupa un lugar decisivo en la configuración partidaria y él constituye un referente, sino el más importante de la misma, al ocupar el sillón presidencial; 2) las principales fuentes extrapartidarias del poder partidario se disciplinan bajo su conducción o tienden a ser sus aliados; y 3)en la dinámica presidente/oposición, las dimensiones 1 y 2 al ser favorables al jefe de estado le otorgan mayor fortaleza frente a la oposición, cuyo nivel de fragmentación impide contrarrestar el decisionismo del presidente.”[12]

Antecedentes históricos y contexto de asunción:

Luego de haber perdido las elecciones tres veces de manera consecutiva, en el año 2002 el migrante nordestino, Luiz Inácio Lula da Silva vencería a José Serra, el candidato del oficialismo, en las elecciones presidenciales en segunda vuelta con un total del 61,3% de los votos válidos. De la mano del Partido dos Trabalhadores (PT), una persona de origen humilde con experiencia en el movimiento sindical, se convertía en la figura política más importante de la república brasileña.

Es innegable que el contexto en el cual asume el nuevo presidente jugará un rol clave en la consolidación de su liderazgo, ya que, en caso de ser favorable, representaría un recurso de poder objetivo en manos de la cabeza del ejecutivo. Sin embargo, en caso que el contexto de asunción sea adverso –como efectivamente ocurrió aquí- dependerá de la astucia del presidente capitalizarlo a su favor.

Mencionada la importancia del contexto de asunción, puesto que retomando la definición de Fabbrini, toda relación de liderazgo se sitúa en un contexto histórico, en este apartado nos dedicaremos a una rápida revisión de los gobiernos democráticos instalados durante la tercera ola democratizadora, haciendo especial hincapié en los gobiernos de Fernando Hernique Cardoso (FHC), que prepararán el terreno y posteriormente, desencadenarán  el triunfo de Lula da Silva.

Comúnmente, se han caracterizado a las dos últimas décadas del siglo XX como “décadas perdidas”. Con la reinstauración del régimen democrático de gobierno luego de más de veinte años de dictadura, la embrionaria democracia brasileña atravesó un período de reforma de su constitución. Proceso de reforma en el cual Lula da Silva fue protagonista central, principalmente a través de su participación en el movimiento Direitas Já (en referencia a la restauración inmediata de las elecciones libres y abiertas).

Brasil entraba a una nueva década con una Constitución reformada (la misma se promulgaría el 5 de octubre de 1988) y con las esperanzas de dejar atrás una década de casi estancamiento de su economía. El pueblo brasileño depositaría sus esperanzas en Fernando Collor de Melho, quien por entonces era diputado por el estado de Alagoas. Lula se enfrentaría a Collor de Melho, quien lo vencería en segunda vuelta. Se han escrito varios artículos sobre el papel relevante que desempeñaron los medios de comunicación a la hora de inclinar la balanza a favor de Collor en esta elección. 

El corto período de Collor de Melho a cargo de la presidencia de la república –quien presentó su renuncia y posteriormente fue sometido a un proceso de juicio político luego de que se hicieran públicos  ciertos episodios de corrupción que lo involucraban directamente- estuvo signado por el espíritu de la época: la implementación de una batería de políticas en consonancia con lo “recomendado” por Williamson en su ya célebre Consenso de Washington[13]. Estas medidas, entre las cuales se incluyen la apertura de la economía, la política de privatizaciones y desregulaciones entre muchas otras, serían profundizadas bajo la administración de FHC y su ministro de hacienda Luis Carlos Bresser Pereyra[14].

Cardoso llegaría a la presidencia de la República de la mano de la implementación exitosa durante el gobierno de Itamar Franco, quien sucediera a Collor, de un plan para contener la inflación, denominado Plan Real.

El corolario de la décadas del ochenta y noventa fue, según Jorge Mattoso “la existencia de la menor tasa de crecimiento económico del siglo XX (1,65%) y apenas 2,3% al año durante los ocho años de gobierno de FHC[15]. Según estadísticas presentadas por el mismo autor, el desempleo en la región metropolitana de Sao Paulo ascendía, a principios del año 2002 al 19%; mientras que  en las demás regiones metropolitanas se observaba un desempleo del 7,9%. Además, entre 1991 y 2002, gracias al Plan Nacional de Desestatización (PND), se privatizaron 69 empresas y participaciones estatales federales en los siguientes sectores estratégicos: eléctrico, petroquímico, portuario, de minerales, financiero, entre otros.[16]

Es en estas condiciones adversas en las que Lula da Silva es electo presidente. El candidato del PT, quien como ya mencionamos había tenido otros tres intentos fallidos de conquistar la presidencia, esta vez decidió realizar un cambio de estrategia. Históricamente el partido se había caracterizado por mantener una inflexible política de alianzas, circunscriptas éstas en las elecciones anteriores a partidos de izquierda. En esta ocasión, Lula y los demás dirigentes del PT optaron por salir a la conquista del votante del centro del espectro político ideológico. Para lograrlo, el PT decidió abandonar a su clásico aliado –el Partido Comunista- y abogar por una alianza capital-trabajo, expresada ésta en la fórmula presidencial de aquel año con José Alencar como candidato a vicepresidente, quien  pertenecía al por aquel entonces denominado Partido Liberal (actualmente el partido lleva el nombre de Partido Republicano). El caudal de votos conquistados gracias a esta alianza estratégica le permitió al ex líder sindical finalmente, luego de varios intentos fallidos, convertirse en el primer presidente obrero de Brasil.

Esta inteligente maniobra política no sólo coadyuvó para que el PT por fin se hiciera con la presidencia, sino que sería el primer indicio de lo importante que sería la capacidad del partido y, principalmente de su máximo líder, de adaptarse rápidamente a las cambiantes condiciones nacionales y mundiales. Gracias a esta estrategia y a la batería de políticas que implementaría luego, Brasil se convertiría en un país confiable a los ojos del gran capital, quien siempre ha observado con recelo el ascenso de líderes con pasado en la dirigencia sindical o provenientes de movimientos de izquierda. Prueba del recelo del gran capital es, sin lugar a dudas, la gran fuga de capitales que experimentó el país antes de las elecciones de aquel año. La conocida Carta Ao Povo Brasileiro (Carta al pueblo brasileño) fue el instrumento del cual se valió el PT para brindar “tranquilidad” al capital internacional. El mencionado documento, en palabras de uno de sus propios miembros fundadores y actual ministro de gobierno de Dilma Rousseff, “representó un compromiso de responsabilidad política con una transición gradual de los programas neoliberales fracasados a las nuevas directrices políticas expuestas en el documento Otro Brasil es Posible[17]. Este compromiso tenía  un carácter fundamentalmente táctico. Se trataba de conservar la estabilidad monetaria, seriamente amenazada por la fragilidad estructural de nuestra economía en ese momento y agravaba por una coyuntura política de transición que generaba incertidumbre y desconfianza”[18]. Esa coyuntura de desconfianza se veía agravada por la profunda crisis argentina, simbolizada en los trágicos episodios de diciembre del 2001.

Hasta aquí observamos el panorama en el cual el presidente brasileño asumiría su mandato el 1 de enero del año 2003. Conozcamos un poco mejor a este migrante nordestino que, por una serie de circunstancias, se convertiría en el Jefe de la República Federativa de Brasil

Dimensión subjetiva del liderazgo

El país más grande de Sudamérica, se ha caracterizado históricamente por sus marcadas desigualdades regionales. Ha sido una práctica común para los habitantes del sertão brasileño, migrar hacia el sur en busca de oportunidades, con el deseo de progresar. La historia familiar de Lula es tan sólo una de aquellas miles de familias que año tras año migraban hacia las ciudades del sur de Brasil, en busca de empleo y mejores condiciones de vida de las cuales carecían en el por aquel entonces olvidado norte del país.

No quisiera detenerme en realizar un recuento pormenorizado de la historia de vida de Lula da Silva[19]. Dignas de mención son sus experiencias al frente del movimiento sindical y del anteriormente comentado, Direitas Já, las cuales, sin lugar a dudas han contribuido a formar sus dotes de líder de masas.

En estas palabras se definiría Lula durante una de las entrevistas concedidas a Denise Paraná: “No siempre la elaboración intelectual tiene un (o mejor) componente político. Yo tengo conciencia de que hoy no soy más un obrero con lenguaje de obrero. Soy un obrero intelectualizado”[20] 68. A tal punto se siente identificado con los trabajadores del Brasil que llega a afirmar “Puedo no recordar el número de mi documento de identidad, pero no me olvido nunca de la matrícula (de afiliación al sindicato)”[21]

Uno de los principales y más sobresalientes rasgos que hacen de Lula un líder político, es su capacidad de adaptarse a lo que las circunstancias le deparan. Frente a aquellos intelectuales de izquierda que han criticado al PT, y por consiguiente al mismísimo presidente, por su reformismo, Mercadante afirma que la praxis y la capacidad de adaptar las estrategias políticas a las condiciones reinantes, siempre ha sido algo que ha caracterizado al partido. Claro ejemplo de la praxis política del partido de gobierno, es este primer mandato llevado adelante por Luiz Inácio Lula da Silva. Según nuestra visión, la alianza con el Partido Liberal y las medidas económicas implementadas durante la primera administración petista no implicarían ningún “giro a la derecha”, sino que, una vez más demuestran como “la praxis sobredeterminaba la teoría y la ortodoxia ideológica[22]. Esta alianza capital-trabajo demostró ser una estrategia que dio sus frutos, logrando ganarse no sólo la confianza del capital internacional que miraba con recelo la asunción de un presidente de izquierda, sino también conquistando los votos necesarios que se le habían negado en las tres elecciones anteriores.

La importancia de la praxis política también será resaltada por Juan Domingo Perón, quien en su libro dedicado a los conductores políticos escribía: “La acción está siempre por sobre la concepción (…) El mundo no vive de buenas ideas; vive de buenas realizaciones. Por eso creo que las doctrinas son movimiento, son acción, no sólo pensamiento (…) Este es el punto de partida de la conducción”[23]

La dinámica política:

Fuentes extrapartidarias de poder y su relación con el presidente: el gobierno y el movimiento sindical    

            Intentar describir en un solo artículo minuciosamente las relaciones de la cabeza del ejecutivo con todas las fuentes extrapartidarias de poder que influyen en la vida política brasileña sería casi imposible de un solo artículo. Por lo tanto se recurrirá, a modo de ejemplo, a describir las relaciones que el líder petista entabla con el movimiento sindical y los medios de comunicación. Estos últimos representarán el principal agente de oposición al gobierno.

            Siendo Lula da Silva un dirigente político que ha adquirido la mayor parte de su experiencia política en el ámbito sindical no sorprendería encontrar la presencia de personalidades que compartan el mismo origen en la administración pública. “Durante el primer gobierno de Lula, varios cargos importantes, incluidos 12 ministerios, fueron ocupados por sindicalistas, ex-sindicalistas o líderes partidarios cercanos al movimiento sindical cutista. El Ministerio de Trabajo, por ejemplo, fue ocupado por Jacques Wagner (ex-sindicalista petrolero), Ricardo Berzoini (del sindicato de los bancarios) y Luiz Marinho (metalúrgico y ex-presidente de la CUT)”[24].

            Dicho esto, uno quizás esperaría un total alineamiento del movimiento sindical detrás de su figura. Sin embargo, de las dos centrales sindicales más importantes del vecino país, Central Única de los Trabajadores y Fuerza Sindical, sólo la primera apoyó la candidatura presidencial de Lula da Silva. Sin embargo, esto no redundó, como quizás podría esperarse, en un sindicalismo estéril y poco combativo frente a las decisiones del ejecutivo. De hecho, las relaciones distaron de ser amistosas. La CUT buscó lo que R. Radermacher y W. Melleiro denominan una “solidaridad crítica[25]. Durante el primer mandato petista, se sucedieron varios conflictos. Dos de los más significativos atañen a dos reformas, por demás importantes, impulsadas por el gobierno. En primer lugar, nos referiremos a la reforma del sistema previsional de los empleados públicos en todos los niveles del estado sancionada en el año 2003. Entre los principales puntos de la reforma previsional se destacaban una mayor rigidez en los criterios para la jubilación que aumentó la edad mínima jubilatoria, al igual que “estableció la ampliación del tiempo de contribución y el establecimiento de un valor máximo en las jubilaciones”[26]. La reforma generó varios “portazos” y cruces al interior de las propias fuerzas de apoyo del presidente.

            Situación similar se dio con el proyecto de reforma sindical y laboral. En esta oportunidad el gobierno optó por la creación de un espacio de diálogo, negociación y conciliación denominado el Foro Nacional del Trabajo (FNT), en este participarían representantes del gobierno, del movimiento sindical y del mundo empresarial. Finalmente, luego de muchas idas y vueltas el proyecto fue enviado al parlamento para el año 2005  pero debido al escándalo y agitación política provocado por el mensalão, el proyecto de reforma nunca prosperó durante la primera administración petista. En mayo de 2006 el presidente dictó dos decretos mediante los cuales se creaba el Consejo Nacional de Relaciones de Trabajo y se legalizaban las centrales sindicales. Sin embargo, una vez más, las iniciativas del gobierno no prosperaron, la propuesta fue rechazada por el poder legislativo. Observaremos más adelante la relación entre estos dos poderes.

            De la misma manera, durante este periodo, las centrales sindicales presionaron al gobierno por el aumento de los salarios mínimos y la corrección anual de la tabla del impuesto a la renta; ambas reivindicaciones, importantísimas para la clase trabajadora, lograron ser conquistadas. 

El presidente y los medios de comunicación: Los medios de comunicación devenidos en oposición.

            El sistema de medios de comunicación de masas brasileño se caracteriza por ser sumamente concentrado. La prensa escrita posee su circuito de distribución en el eje Río de Janeiro-Sao Paulo y se caracteriza por orientarse a miembros de la élite y a los formadores de opinión –a diferencia del sistema de televisión que tiene un público más masivo, orientado principalmente a las clases populares. Dice Goldstein citando a Lima “la histórica ausencia en Brasil de una tradición partidaria consolidada genera el marco para el cumplimiento de funciones partidarias por parte de los medios de comunicación, como son: construir agenda pública, generar y transmitir informaciones políticas, fiscalizar las acciones de gobierno, ejercer la crítica de las políticas públicas y canalizar demandas de la población[27]

Podemos identificar dos períodos en la relación entre el presidente y los medios de comunicación. El primero se extiende desde el inicio de su mandato hasta el escándalo del mensalão; el segundo período, que se iniciará a partir de las graves denuncias de corrupción, estará marcado por la abierta confrontación en plena campaña electoral por la reelección.

La primera etapa estará signada por una desconfianza mutua aunque no franca oposición. Es a partir del mensalão donde la relación comienza a volverse más abiertamente conflictiva. Serán los medios gráficos quienes impulsarán los pedidos de la oposición de juicio político al presidente; al cual le adjudicaban responsabilidad en el conocimiento de estos hechos. Estos episodios son, desafortunadamente, comunes en la vida política brasileña. El PT sin embargo tenía, hasta ese momento, un expediente intachable. El gobierno de Lula tomó cartas en el asunto y, finalmente terminó saliendo mejor parado. El presidente sería reconfirmado en las próximas elecciones.

 

Relación presidente-parlamento

 

Analizar las relaciones que establecen entre el ejecutivo, y en particular el presidente de la República, y el Congreso no es tarea sencilla. Por empezar, la cantidad de  diputados que conforman el poder legislativo brasileño es de un total de 513 personas.

 

La elección disputada en el año 2002 dio como resultado que un total de 19 partidos se encuentren representados en el parlamento. De hecho, desde 1988 ningún partido logra elegir más de 20% del total de diputados[28]. Debido a estas características del parlamento brasileño, la política de alianzas adquiere un rol protagónico. Dice Mercadante al respecto “la frágil y atomizada estructura de partidos de Brasil obliga a sus gobernantes a practicar lo que se acordó llamar el presidencialismo de coalición, una composición de fuerzas multipartidaria que asegura, en el Congreso, la mayoría necesaria para dar sustento político y legislativo  al Poder Ejecutivo”.[29]

            Este tipo tan particular de gobernar en Brasil convierte a la capacidad del ejecutivo de adaptarse a las circunstancias de su entorno en crucial para asegurar que sus decisiones y reformas lleguen a buen puerto.

            En este apartado observamos a las claras como, en el poder legislativo brasileño, existen muy pocas posibilidades de lograr una mayoría propia. En términos de recursos de poder, el ganar las elecciones no le garantiza al gobierno el rápido tratamiento de sus proyectos. En este caso, observamos que dependerá de la política de alianzas estratégicas del partido que gobierna el ejecutivo, que el parlamento se convierta temporariamente en un recurso de poder a su favor, aunque bien sabemos que cuando hablamos de política no hay alianzas que duren para siempre

           

Conclusión

 

Se ha intentado abordar  la primera presidencia de Lula da Silva desde una perspectiva diferente a la de los clásicos análisis institucionalistas puesto que consideramos a Brasil como una democracia de baja institucionalización. Las instituciones per se, por lo tanto, son insuficientes a la hora de explicar la dinámica política regional. Es por ello que hemos hecho hincapié en la importancia e influencia de las fuentes extrapartidarias de poder en las decisiones políticas del primer mandatario y hemos ejemplificado este punto con el análisis de las relaciones entre el sindicalismo y los medios de comunicación y el primer mandatario.

 

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Documentos:

Constituição da República Federativa do Brasil (1988)

 

 

 

 

 



[1] Fabbrini, Sergio. El Ascenso del Príncipe democrático. Quién gobierna y cómo se gobiernan las democracias. Buenos Aires, FCE, 2009

[2] Ibidem

[3] Linz, Juan J. Los peligros del presidencialismo, en Larry Diamond y Marc F. Plattner, eds. El resurgimiento global de la democracia, México D.F.:IIS-UNAM, 1996

[4] Véase Mainwaring, Scott & Matthew Soberg Shugart . Presidencialismo y democracia en América Latina:revisión de los términos del debate, en Mainwaring y Shugart (comps.), Presidencialismo y democracia en América Latina, Buenos Aires: Paidós, 2002 ; Ollier, María Matilde. Más allá del presidencialismo y el parlamentarismo, en POSTData. Revista de Reflexión y Análisis Político, vol. 11 (pp. 223-33), 2006; Pérez Liñán, Aníbal. Instituciones, coaliciones callejeras e inestabilidad política: perspectivas teóricas sobre las crisis presidenciales, América Latina Hoy Ediciones Universidad de Salamanca, 2008.

[5] Véase Pérez Liñán A., art. Cit;  Hochstetler, Kathryn. Repensando el presidencialismo: desafíos y caídas presidenciales en el Cono Sur, Ediciones Universidad de Salamanca América Latina Hoy, 49, pp. 51-72, 2008; Marsteintredet Leiv. Las consecuencias sobre el régimen de las interrupciones presidenciales en América Latina”. América Latina Hoy Ediciones Universidad de Salamanca, 2008; Ollier, María Matilde. La institucionalización democrática en el callejón: la inestabilidad presidencial en Argentina (1999-2003), América Latina Hoy Ediciones Universidad de Salamanca, 2008

[6] Leiras, Santiago. Introducción, en Leiras, Santiago. “Democracia y estado de excepción. Argentina, 1983-2008” , Buenos Aires: Prometeo, 2012

[7] Ollier, María Matilde. El liderazgo presidencial: Síntoma de un patrón sudamericano (el caso argentino, 2003- 2007), Paper presentado a XXIX Congreso Internacional de Latin American Studies Association (LASA), Toronto, Canada, 2010

[8] Mackinnon, María Moira; Petrone, Mario Alberto. Los complejos de la Cenicienta, en Mackinnon, María Moira y Petrone, Mario Alberto. Populismo y neopopulismo en América Latina: el problema de la Cenicienta, Buenos Aires: Eudeba, 2011

[9] Citado en: Mackinnon, María Moira y Petrone, Mario Alberto, art. cit  p. 11

[10] Leiras, Santiago (2008): “Liderazgo político: estilo (neo) populista, estrategia (neo)decisionista. Hacia un modelo de interpretación en contexto democrático”. Revista Ecuador Debate. Pág 50

[11] Para una enumeración exhaustiva de los mismos véase la bibliografía al final del trabajo

[12] Ollier, María Matilde, op. cit. p. 12

[13] Realizado a finales de 1989 en Washington, Estados Unidos, durante un seminario titulado Latin Americ Adjustment: How Much Has Happened?

[14] Quien también se desempeñó como académico. Una síntesis de sus esbozos teóricos puede encontrarse en Bresser Pereyra, Luiz Carlos. La reforma del Estado de los años noventa: lógica y mecanismos de control. En: Revista Desarrollo Económico Nº 150, vol. 38, Julio- Septiembre 1998.

[15] Mattoso, Jorge. El Brasil heredado, en Sader, Emilio y Aurelio García, Marco. “Brasil entre el pasado y el futuro”. Buenos Aires: Capital intelectual, 2010Pp 49-50

[16] Op. cit. p.  62

[17] Documento en el cual se sintetizaba el programa de gobierno

[18] Mercadante,Aloizio.“Brasil de Lula a Dilma: 2003-2013”  Madrid: Clave intelectual, 2013.  p. 62

[19] La biografía publicada por Denise Paraná hace un trabajo excepcional al respecto

[20] Paraná, Denise. Lula, el hijo de Brasil. Buenos Aires: Eudeba, 2010. p 68

[21] Op. cit p. 114

[22]Mercadante, Aloizio. Op. cit. p. 38

[23] Perón, Domingo Juan . Conducción política. Buenos Aires: Editora Casa Gaspar Campos, 1997. p. 65

[24]  Radermacher, Reiner  y Melleiro Waldeli. El sindicalismo bajo el gobierno de Lula. Nueva Sociedad 211, Septiembre - Octubre 2007, p. 3

[25] Ibidem

[26] Ibidem

[27] Goldstein, Ariel. Los conflictos entre los medios y los gobiernos sudamericanos: el caso del primer gobierno de Lula Da Silva en Brasil. Argumentos. Revista de crítica social. Comunicación, medios y políticas públicas. El panorama actual en América Latina (no. 13 octubre 2011). p. 9

[28] Von Bülow, Marisa; Lassance, Antonio. “Brasil después de Lula: ¿Más de lo mismo?  Rev. cienc. polít. (Santiago) vol.32 no.1 Santiago, 2012 Pp 49-64

[29] Op. cit p. 45