Revista Nº1 América Latina del Siglo XX "Repensando la década del noventa"

Resumen

              En el año 1989, en medio de una prolongada crisis económica-social, comparable al estado de  naturaleza, emerge Carlos Menem como una figura emblemática. Concentrando un excesivo poder, caracterizado por ejercer un mandato hiperpresidencialista y neodecisionista.
              El presente trabajo aborda el tema del hiperpresidencialismo, el neodecisionismo y el decretismo de Carlos Menem, durante su primer mandato. A su vez, lo compara con  El Leviatán, de Tomas Hobbes, buscando profundizar acerca de las características comunes entre Menem y el Leviatán y tratando de averiguar si Carlos Menem fue el Leviatán.

Abstract

                In 1989, during a long economic and social crisis, compared to the natural human state, Carlos Menem arises as an emblematic figure. Holding absolute power, he is recognized for having ruled his country through highly- centralized power and decision-making.
              This article deals with Carlos Menem first presidency, ruling through highly-centralized power and decision-making as well as excessive decree-passing. This work also compares his first presidency with The Leviatan by Tomas Hobbes, trying to find any similar characteristics between Menem and The Leviatan, or trying to find if Carlos Menem was The Leviatan.

 

Política y Economía  Latinoamericana:
"El liderazgo político de Carlos Menem" (1989-1995).

Por Natalia Laura Melul

2. Introducción

              El liderazgo de Carlos Menem es un tema muy importante que debería ser analizado minuciosamente para comprender cómo lograría emerger como una figura predominante durante la década de los "90" en el siglo que pasó. Además estableceré una conexión conceptual a través de su liderazgo entre autores clásicos y teóricos modernos.

              La finalidad de este trabajo es desarrollar un enfoque teórico para comprender el liderazgo de Menem frente al estado de naturaleza económico-social, que encontró al asumir el poder en el año 1989; y cómo lograría manejar los hilos del poder para solucionar la crisis y cuáles serían las consecuencias de su accionar en su primer mandato.

              Al comprender el proceso y las condiciones en las que Carlos Menem asumió el poder en 1989, podemos entender ciertas ambiciones y expectativas del nuevo presidente.
              Pero más allá de esta cuestión, la idea del trabajo es poder comprender: ¿hasta dónde la concentración de poder y centralización en la figura de Carlos Menem, significaría una verdadera democracia basada en la figura de un líder, pero respetando la división de poderes?, o ¿sería un Leviatán que concentró poder, más allá del bien de la población?
              Justamente por eso, trataré de buscar los elementos necesarios que justificarían o negarían si ¨El Liderazgo de Carlos Menem durante su primera presidencia tendría las mismas características del Leviatán¨. De acuerdo a las expectativas que marca dicha hipótesis en el trabajo seguiré analizando el caso.

3. Algunas Consideraciones Sobre el Tema del Poder

              El estado de la cuestión en cuanto  a los estudios sobre hiperpresidencialismo, decretismo, y decisionismo, está en pleno auge, ya que la presidencia Menemista dejó una marca muy profunda en los argentinos. Hubo un antes y un después. En la actualidad todavía continúa el debate acerca de las consecuencias que dejó la experiencia del ¨Menemato¨. Además las cuestiones sobre el tema del poder, su concentración y centralización, son muy contemporáneos.

              El presidente actual de la República Argentina Nestor Kirchner, junto a Hugo Chavez en Venezuela y muchos otros, son utilizados como ejemplos para analizar el tema del poder.

              Los autores que surcan el  recorrido del texto son algunos de los tantos que escriben sobre este tema.

              El presente trabajo se concentrara en la forma, construcción y fortalecimiento de ese liderazgo en la figura de Carlos Saul Menem. Los partidos políticos no son ya los protagonistas orgánicos de la vida cívica y por eso se concentra tanto poder.

              La gobernabilidad en Occidente ya no está necesariamente vinculada con el liderazgo de un presidente, sino con la interacción entre órganos gubernamentales y no gubernamentales, para una acción mixta, pública y privada. Pero en Argentina no fue así, porque la personalidad del ex presidente Menem era muy fuerte y mostraba una gran ambición de poder. Eso se vislumbraría a través de su intensivo decretismo. A continuación desarrollaré en Profundidad esta cuestión.

4. El Hiperpresidencialismo de Carlos Menem

              El 8 de julio de 1989 Raúl Alfonsín (U.C.R.) entregó la presidencia de la nación a Carlos Saúl Menem (PJ). El nuevo presidente desde el comienzo de su gestión apeló a fórmulas de liderazgo para remontar la situación de emergencia económica (provocada principalmente por la hiperinflación) que estaba atravesando el país.

              A través de un modelo hiperpresidencialista, basado en: un mandato presidencial de término fijo, pero sin posibilidad de reelección ejecutiva  (esto se daría gracias a la reforma constitucional de 1994), por lo que tuvo que crear la emergencia para ella, capacidad de dictar decretos, de vetar parcialmente leyes, de distribuir una gran cantidad de recursos, etcétera.

              Además de poseer en este caso particular un discurso populista centrado en el ¨caos¨, el presidente concentró tanto poder, que sus desiciones muchas veces fueron tomadas y llevadas a cabo sin el apoyo ni la autorización del poder legislativo: ¨En los cuerpos políticos el poder de los representantes es siempre limitado, y quien prescribe los límites del mismo es el poder soberano. En efecto poder ilimitado es soberanía absoluta, y el soberano, en todo estado, es el representante absoluto de todos los súbditos…¨1. Así apareció la división de poderes del estado, como una mera división de funciones.

              A este hiperpresidencialismo, se le sumó otro elemento centralizador que fue el decisionismo: Un estilo de gobierno decisionista es un ¨modo¨ de gobierno que en forma autocrática y discrecional resuelve todas las cuestiones públicas sin excepción, reforzando las atribuciones del poder ejecutivo en detrimento de otros órganos de gobierno, en lo que a toma de decisiones se refiere2. En este se imponían las prerrogativas del ejecutivo sobre los demás poderes. Cuando prima el decisionismo, se produce la desinstitucionalización, sumado en este caso a las excesivas medidas de excepción que utilizó el ex presidente. Gran parte de los gobiernos democráticos, luego de los gobiernos militares, se han caracterizado por su decisionismo. Fue el caso de Menem, que gobernó bajo medidas autocráticas y discrecionalistas, aislándose de los canales institucionales correspondientes.

              Al gobernar por decreto, acusando al poder legislativo por su lentitud, el presidente se justificó a la hora de tomar decisiones en forma independiente. Carlos Menem fue un líder neodecisionista: porque en él se aúnan el concepto Schmittiano de soberano (es quien decide en estado de excepción), el de príncipe moderno de Gramsci, pero a diferencia de éste, el agente modernizador regulador de la sociedad no es el partido político, sino el viejo príncipe de Maquiavelo, más afín a los tiempos que corren (partidos profesionales electorales) que se confía más en la personalidad del candidato por su poder de atracción, que por el programa partidario, en los tiempos de la ¨videopolítica¨, la imagen y las condiciones actorales del político valen más ante los espectadores3 La idea del presidente era construir una nueva hegemonía. El ejecutivo gobernó de manera plenamente discrecional, excluyendo al parlamento en la toma de decisiones. Cuando las cámaras no se encontraban con la docilidad que Menem pretendía, él utilizaba los recursos de excepción, como los decretos de necesidad y urgencia y los vetos parciales, confiando en que en última instancia, lo apoyaría la corte suprema (luego de haber incorporado a sus ¨aliados¨ como jueces de la nación). Por la época de crisis que estaba viviendo el país, hubo una alta tolerancia social al decisionismo en el que se desenvolvió Menem.

              Las crisis hiperinflacionarias de 1989 y 1990 constituyeron un momento clave en el proceso abierto por la dictadura militar. Porque en esos años, a través de la quiebra del estado, que garantizó ese funcionamiento económico y social específico, se pusieron en manifiesto los límites que enfrentaba la valorización financiera. Estructuralmente el colapso estatal se generó por la imposibilidad de mantener las notables y crecientes transferencias hacia los sectores dominantes cuando sus ingresos estaban vinculados, principalmente, con una masa salarial decreciente. Esto sumado a la fragmentación de la clase alta, la alta deuda externa, y la inexistencia de respuestas ante las demandas sociales, llevó al país a encontrarse en un estado de naturaleza, dificultándose la posibilidad de lograr la estabilidad política y la económica.

              El rasgo peculiar de esta etapa fue el estancamiento y la escasez de financiamiento internacional. Hubo un notable predominio de los grupos económicos y algunos conglomerados extranjeros, en detrimento de los acreedores externos, sobre el funcionamiento del estado y el destino del excedente. Lo principal que exigía la ciudadanía era combatir la hiperinflación. La salida a la crisis de un modelo centralizado y estatista, consistía desde la perspectiva del gobierno, en reestructurar el estado, especialmente mediante la privatización de las empresas públicas y a través de la apertura importadora, y esto fue lo que implementó el presidente Menem al llegar al gobierno. Pareciera haber cierta relación entre los contextos de crisis, y etapas de intensas reformas estructurales, y el estilo decisionista del gobierno. ¨En rigor, lo que el gobierno procuró, desde el principio de su gestión- y sin abandonar nunca ese propósito-, es establecer una fórmula que le permitiera concentrar plenamente el poder decisorio en sus manos. No le importaba tanto que ello tuviera lugar por un medio u otro: una clausura del parlamento o una cooptación de algunos líderes de la oposición que garantizara una obediente mayoría parlamentaria, le resultaban indistintos, siempre que resolvieran el problema¨4.

             El neodecisionismo menemista, aparece como respuesta al desafío de la globalización, la crisis del empleo, la rebelión de las elites, la descomposición de los sistemas cerrados, la crítica de las estructuras de la representación institucional y de los grandes relatos colectivos y el predominio de los paradigmas liberales. Al predominar el liberalismo económico, se buscó desmontar el aparato estatal regulador y prestador de servicios, a través de una legitimación eficientista y una gestión decisionista. Así se neutralizaban los casos críticos y las resistencias de dicho desmantelamiento5.

              Los posibles resultados del hiperpresidencialismo son dos: bloqueo (cuando hay oposición relevante), o hegemonía (cuando el presidente es exitoso en dividir y controlar a la oposición como alternativa de poder), y el segundo resultado fue el que obtuvo el presidente Menem, por lo menos durante su primer mandato presidencial.

               Ante la crisis que estaba atravesando la Argentina, Menem aprovechó para reforzar su autoridad y conformar un nuevo liderazgo presidencial, el cual se vio reforzado por el sentido de urgencia y el temor al caos político de excepción altamente propicio para tomar decisiones rápidas y fulminantes. Así quedó liberado de los compromisos y las orientaciones que lo ataban a su partido y a su electorado. Ese fue el contexto en el que se produjo la instalación de Menem, galvanizando, en primer lugar, su disposición a introducir las reformas y, luego, allanando el camino para su implementación.

              El menemismo comprendió que para implementar las reformas necesitaba captar el apoyo de los actores económicos predominantes y para ello, adoptó el pragmatismo y no dudó un instante en abrazarse al mundo empresario. Esa decisión constituyó la principal estrategia para hacer frente a la crisis del Estado: apuntó a la conformación de una coalición entre un gobierno que disponía de un fuerte respaldo popular y quienes se suponía podían controlar las variables económicas. Las reformas eran el medio para forjar una inédita coalición social.

              El decretismo fue otro elemento característico de su gobierno, donde los decretos de necesidad y urgencia fueron utilizados recurrentemente por el presidente para poder implementar nuevas leyes de manera inmediata y sin consultarlo con el poder legislativo, y así evitar el veto por parte de éste. En cambio el presidente utilizó recurrentemente el veto parcial (incluido recién en nuestra constitución en la reforma del 94´) a los proyectos de ley provenientes de las cámaras, modificando así la esencia de éstos y evitando su aprobación.

              Con el aumento del número de comisiones parlamentarias, Menem logró incrementar la burocracia legislativa y de esta forma adquirió más poder político; y con el aumento de la cantidad de miembros de la corte suprema, logró tener más aliados, que ampararon su decretismo ¨por la situación de emergencia económica¨ que estaba viviendo el país. Para asegurarse el apoyo a su política, Menem a través de un pedido que luego paso al Senado y finalmente aprobó la Cámara de Diputados en 1990, aumentó de 5 a 9 los integrantes de la Corte Suprema, ya que veía que este era el único sector de poder en el cual el no podía influir. El presidente designo los nuevos miembros del Máximo Tribunal, asegurando, de esa manera, el respaldo judicial a su política: ¨… todos los demás jueces no son sino ministros de aquel o aquellos que tienen el poder soberano¨6. Así una vez más aparece Menem cumpliendo una de las premisas del Leviatán.

              Su gobierno se basó en  una democracia ¨delegativa¨, donde los ciudadanos ¨dejaron hacer¨ sin cuestionar, por la apatía y distanciamiento al que se enfrentaban ante el espacio político. De esta manera al presidente se le facilitó la toma de desiciones de manera unilateral. En el Leviatán de Hobbes también hay un especie de gobierno delegativo, donde no hay participación si no plena aceptación de las desiciones del soberano, y el cuestionamiento de éstas por parte de los súbditos incluso es castigado.

              Con el nuevo desicionismo de Menem, primará la excepción a las normas:¨… de los 336 decretos de necesidad y urgencia dictados por el presidente Menem, en congreso ratificó, por ley, en forma total 26…¨7. A principios de la primera gestión, Menem lleva a cabo un paquete de leyes: de emergencia económica, reforma del estado, privatizaciones, etc. Junto a una alta desregulación de los mercados, la eliminación de varios instrumentos de intervención estatal en la economía, etc. ¨El establecimiento del Plan de convertibilidad y la estabilización monetaria afirmarán más tarde el nuevo bloque de poder resumido en la alianza entre un presidente plebiscitado y ¨supremo decisor¨ y el ¨establishment¨ económico: un nuevo Príncipe moderno y ¨las fuerzas del mercado¨8. En esta cita se puede observar que distintos autores toman a Menem como ¨el supremo decisor¨, que sería lo mismo que decir el Leviatán.

              Al anterior se le sumaron otros factores que contribuyeron a facilitar la concentración de poder en manos del Ejecutivo: por un lado, el control que el partido de gobierno tenía sobre los principales ámbitos institucionales públicos como las Cámaras del Congreso, la Corte Suprema de Justicia, el Ministerio Público y los órganos de fiscalización y control. El PJ controlaba, además, la mayoría de las provincias. Y el segundo factor fue la concentración de expectativas en el Ejecutivo que se produce frente a la crisis económica, que generan en la opinión pública una fuerte demanda de gobernabilidad y eficacia en la solución de los problemas.

              Las primeras medidas de estabilización económica y de política de cambio estructural comenzaron a perfilarse con la aprobación del Congreso de dos leyes importantes: la ley de Emergencia Económica y la ley de Reforma del Estado. La ley 23.697 de Reforma Económica apuntaba a hacer frente a la crisis de financiamiento del estado propiciando medidas inmediatas y temporarias de reducción del gasto público expresado en regímenes de subsidios. Así, determinaba la suspensión de subsidios y subvenciones, la suspensión en los gastos de la administración pública, la venta de bienes raíces, el establecimiento de la autonomía del banco Central a fin de preservar el valor de la moneda y evitar cualquier financiamiento directo o indirecto a los gobiernos nacional y provinciales. Otras medidas procuraban modificar condiciones más permanentes del mercado apuntando, por ejemplo, a la igualdad del capital productivo nacional y extranjero y la suspensión del trato preferencial para bienes de industria nacional.

              En tanto, la ley de Reforma del Estado marcó el comienzo del fin de otro de los pilares del patrón de desarrollo preexistente al fijar el marco normativo para la privatización de gran número de empresas públicas, que incluían las compañías de teléfono, de aviación comercial, los ferrocarriles, los complejos siderúrgicos, las rutas y puertos y varias empresas petroquímicas. Esta ley fue el pilar de la política de privatizaciones. La ley de Reforma del Estado convirtió a las privatizaciones en una de las políticas centrales de la reforma económica, y determinó, como ese programa sería llevado a cabo.

              Parecería que el Poder Ejecutivo y su gabinete eran los encargados de conducir el proceso de reestructuración del sector público, y no el Congreso. La presidencia actuó con una independencia y autonomía nunca vistas antes. La discrecionalidad, la informalidad, la arbitrariedad y una escasa sensibilidad institucional marcaron un nuevo estilo personal que recuerda al caudillismo; y de esta forma el Congreso, perdió legitimidad y visibilidad frente a la iniciativa del presidente. Menem aprovechó el contexto de crisis para desarrollar una política de confrontación con el Poder Legislativo en nombre de la decisión urgente.

              Durante el primer año y medio de la presidencia menemista se trató de controlar la inflación con impuestos de emergencia, reducciones del gasto público, ajustes en la tasa de cambio y políticas de ingresos negociados con los empresarios. Al principio la tasa de inflación se redujo del 200% al 6% mensual. Pero ante una nueva embestida especulativa, en diciembre del 89´ y marzo del 90´ de desencadenó nuevamente una ola inflacionaria. La cual fue seguida por nuevos impuestos de emergencia, la suspensión de los pagos a los proveedores del estado y amplios recortes al gasto público. Ante esta nueva crisis, el gobierno sustituyó de forma masiva, los depósitos a plazo fijo en el sistema bancario por bonos públicos a largo plazo denominados en dólares. Así para marzo de 1990, el gobierno pudo poner fin a la hiperinflación, a través de una política monetaria altamente restrictiva.

              No obstante, los resultados en materia de estabilización fueron otra vez desalentadores, ya que persistieron elevadas tasas de inflación, en un promedio del 25 % mensual, además de que la actividad económica entró en un proceso recesivo. La política de restricción monetaria llevó un aumento de la tasa de interés que significó una fuerte sobre valuación de la moneda nacional. Cuando no pudieron seguir postergándose los pagos gubernamentales, por lo que se debió incrementar la emisión de moneda para financiar el déficit fiscal, se produjo otra escalada especulativa contra la tasa de cambio.    

              Este nuevo episodio hiperinflacionario condujo a un cambio del ministro de economía, ocupando el cargo Domingo Cavallo, quién implementó el régimen de convertibilidad para lograr la estabilidad económica.

              El Plan de Convertibilidad adoptado a principios de 1991 jugó un papel central no sólo en el éxito de la estabilización argentina y los esfuerzos de reforma durante la última década sino también en su trágico colapso. El objetivo esencial del plan era terminar con décadas de inestabilidad económica y financiera asegurando que el país tendría moneda sana. Esto se cumpliría anclando el valor de la moneda nacional a una paridad uno a uno con el dólar de Estados Unidos, con la garantía de que los pesos podían ser cambiados por dólares a voluntad.

              Al Banco Central se le dio independencia del gobierno, con el mandato que mantuviera la convertibilidad conservando reservas en dólares contra las deudas monetarias nacionales (reservas bancarias comerciales y monetarias). Ese requisito de reservas al 100% podía ser reducido a 80% en situaciones de emergencia declaradas por el gobierno, en cuyo caso el banco central podría mantener hasta 20% de sus activos en deuda del gobierno. Por lo demás, al Banco Central se le prohibía imprimir dinero para financiar al gobierno. Esas condiciones tenían como misión dar seguridad creíble que el persistente problema argentino de rápida inflación generada por la monetización de déficit fiscal no podía repetirse con el Plan de Convertibilidad.

              Más allá del Plan de Convertibilidad mismo, el gobierno argentino adoptó importantes medidas para asegurar un sistema bancario sólido, especialmente después de la Crisis del Tequila. Se privatizaron los bancos comerciales y la mayor parte de esos bancos fueron tomados por grandes bancos extranjeros de España y Estados Unidos. A los bancos comerciales se les exigía que estuvieran bien capitalizados y gerenciados prudentemente; y, después de 1995, se los alentaba a negociar líneas de crédito extranjero a modo de reaseguro para el caso de una eventual crisis de moneda extranjera.

              Como suele ocurrir con los esfuerzos de estabilización basados en la tasa de cambio, especialmente surgidos a partir de situaciones de hiperinflación, el Plan de Convertibilidad funcionó muy bien al principio. Con el nuevo peso rígidamente ligado al dólar, el índice de inflación cayó de 4.000% al año a un solo dígito en menos de tres años. Con una situación de razonable seguridad en materia de estabilidad monetaria, la economía se recuperó rápidamente de la devastación económica que había generado la hiperinflación. Sin embargo, la tasa de cambio real se apreció y la cuenta corriente arrojó un déficit importante.

              La prueba decisiva para el Plan de Convertibilidad llegó en 1995 con la crisis del tequila. Aquí, se pusieron en evidencia los puntos fuertes del plan, contrariamente a lo que había ocurrido con muchos otros esfuerzos de estabilización basados en paridad cambiaria. El gobierno usó las provisiones de emergencia para relajar las limitaciones de 100% de reservas en moneda extranjera, y eso permitió al banco central de la república cierto margen de maniobra para evitar una política monetaria tan restrictiva como de otra forma habría tenido que aplicar por la pérdida de reservas. No obstante, las condiciones monetarias se ajustaron considerablemente y subieron las tasas de interés bastante por encima de las tasas equivalentes en Estados Unidos.

              De no haber sido por las importantes mejoras en la salud bancaria y por la buena suerte en cuanto a condiciones externas, el Plan de Convertibilidad podría no haber sobrevivido la crisis del tequila.

              Después de que se pasó con éxito la prueba de la crisis del tequila, algunos podrían decir que había llegado el momento justo para salir en forma ordenada de la convertibilidad. Pero el Fondo seguía apoyando el Plan de Convertibilidad en los años siguientes a la crisis del tequila y el gobierno argentino estaba decidido a preservar la convertibilidad (y hasta posiblemente considerar un giro hacia la total dolarización), y ésta indudablemente gozaba de amplio apoyo popular en Argentina.

              Luego de soportar décadas de inestabilidad financiera, marcada por ocasionales crisis financieras, la mayoría de los argentinos agradecían la estabilidad que había generado la convertibilidad, aunque algunos reconocían que las limitaciones impuestas por la convertibilidad tenían costos importantes.

              En la crisis del tequila, la tasa de desempleo creció notablemente, y se mantuvo relativamente alta en la subsiguiente recuperación. Había mucha presión para bajar los costos nacionales, particularmente en las industrias expuestas a la competencia externa; y eso resultó en ajustes en los salarios nominales y reales. Los trabajadores en las industrias afectadas, muchos dirigentes de sindicatos obreros, y algunos políticos (especialmente en el partido peronista) no estaban satisfechos. Sin embargo, aunque en forma general a los argentinos les preocupaban estos problemas, no necesariamente los atribuían a la convertibilidad; y, en todo caso, no mostraban inclinación a abandonar el plan por el riesgo que implicaba para la estabilidad financiera y para el valor de sus propios ahorros.

              En realidad, entre los defensores del Plan de Convertibilidad estaban todos los que veían que una de sus ventajas más importantes era que obligaba a hacer cambios, dolorosos pero necesarios, en la economía y en la sociedad argentina. Luego de décadas de proteccionismo y otras intervenciones estatales en apoyo de sectores especialmente favorecidos de la economía, las instituciones de los mercados laborales necesitaban flexibilizarse y la economía argentina necesitaba lograr más eficiencia. Desde esta perspectiva, el Plan de Convertibilidad, que gozó del amplio y profundo apoyo político, proporcionó el apalancamiento político para lograr esos deseables resultados. Así Menem logró aumentar su base política y reafirmar su soberanía.

              En 1994 Menem impulsó la reforma a la constitución para poder ser reelecto. Este proceso se realizó a través de un proceso de gestiones entre el presidente y el dirigente Raúl Alfonsín. Esto derivó en una serie de beneficios otorgados para la oposición, como ser la creación de un "Jefe de Gabinete", la elección de 3 senadores por provincia, de los cuales uno debía pertenecer a la minoría y la incorporación del balotaje. De esta manera el abril del `93’ ambos líderes firman el Pacto de Olivos.

              En 1995  Menem fue reelecto. Este encabezo la formula presidencial junto con Carlos Ruckauf, obteniendo casi el 50% de los votos y fue elegido directamente de acuerdo a la reforma constitucional del año anterior. El poder de Menem también se puede observar a través de su reelección, fue elegido por segunda vez consecutiva en los comicios presidenciales, lo que le otorgó nuevas razones para concentrar más poder. Al igual que el Leviatán, que necesita de la perdurabilidad en el tiempo y del apoyo de sus súbditos, Menem logra reproducir esta premisa.

              Por todo lo explicado anteriormente se podría decir que la presidencia de Menem podría ser comparable  al Leviatán de T. Hobbes. Ya que en el Leviatán el soberano dispone de un poder irrevocable capaz de protegerse automáticamente frente a posibles intentos por parte de los contratantes para recuperar los derechos a él enajenados. Lo que importa es que los súbditos se sometan a la discrecionalidad del soberano. Si el soberano ejerce un poder de facto, capaz de satisfacer nuestro interés racional en un gobierno efectivo, si es capaz de evitar que caigamos en un estado de guerra, hemos de entender que goza de la misma legitimidad que aquel al que explícitamente nos sometimos. Lo que importa es que cumpla el fin para el que exista, independientemente de cómo se haya constituido. Pretende evitar el fraccionamiento del poder, la quiebra del principio indivisible de la soberanía. Toda hendidura abierta en su poder unitario esta llamada a provocar su ruina. Los estados son instituidos para conservar la paz y la justicia, el fraccionamiento del poder tiende a la disolución de un Estado. El poder soberano debe mantenerse firme y unitario para garantizar la paz civil y el bienestar general del pueblo.

              Esto parecería ocurrir durante la presidencia Menemista, donde a través del decretismo parecería un gobierno netamente discrecional, donde el presidente para lograr el orden del país toma desiciones de manera independiente al poder legislativo y de forma unitaria, donde se produce una amplia centralización del poder. A su vez al ser reelegido, se refuerza el apoyo del pueblo, un pueblo hasta ese momento acrítico de las características hiperpresidencialistas de su soberano…como debería ser según Hobbes en el Leviatán: ¨…resulta que cualquier cosa que el soberano haga no puede constituir injuria para ninguno de sus súbditos, ni debe ser acusado de injusticia por ninguno de ellos.¨9

5. Conclusión

              La Argentina durante el primer gobierno del Dr. Menem creyó haber logrado estar fuera de los denominados países tercermundistas y haber iniciado el proceso inserción dentro de los países del primer mundo, por eso Menem logró llevar a cabo su política hiperpresidencialista con escasas críticas por parte de la mayoría de la población y le fue muy fácil concentrar tanto poder. Respecto a la situación interna, se pudo observar un favoritismo muy marcado hacia los grupos económicos que fueron los verdaderos pulsadores del poder político del país. De esta manera el presidente obtenía el apoyo vital para continuar con su política un tanto hobbesiana.
              Como conclusión de este trabajo, no se podría admitir que el Liderazgo de Carlos Menem durante su primera presidencia tendría las mismas características del Leviatán; ya que aunque tuvo características similares resumidas en: el hiperpresidencialismo, el excesivo decretismo, la concentración de poder a través de distintas facultades excepcionales y otras explicadas a lo largo el trabajo, no fue un Leviatán por completo. Y esto significa que aunque logró un apoyo importante y tuvo mucho poder, éste también estuvo limitado por los organismos internacionales (FMI y BM), por su dependencia con los países centrales, principalmente Estados Unidos y con los grupos empresarios nacionales y extranjeros.
               El gobierno del presidente Menem busco a los EE.UU. como un socio privilegiado, pero la relación entre ambos países se caracterizo por una unilateralidad estratégica, de manera que un país escasamente relevante como Argentina, se vio obligado a evitar conflictos políticos, reduciendo toda controversia al ámbito económico y a mostrarse como el mejor alumno en América Latina; la globalización generó la desaparición de la entidad de los espacios nacionales y el debilitamiento del papel del poder ejecutivo en el proceso económico. Lo que se opondría a decir que Menem fue el Leviatán.
              Las empresas transnacionales pesaron más que el estado por el poder que ejercían en nuestro país, además de manejarse con una total autonomía por el poco control que se aplicó a las privatizaciones. Por lo cual se podría asumir que la soberanía de Menem no fue ilimitada, y aunque sí logró concentrar mucho poder, ante ciertas cuestiones debió subordinarse a intereses externos y a los grupos económicos dominantes. Por lo que un verdadero Leviatán en su totalidad sería aquel que sólo se subordina ante Dios y objetivamente este no fue el caso de Carlos Menem.

              Además al ser reelegido por la población Argentina, independientemente de que él haya sido quien impulsó la reforma constitucional del 94´, no se lo puede acusar de ser el Leviatán, ya que fue el pueblo quién decidió otorgarle nuevamente su voto con total libre albedrío, por lo que su triunfo no fue por medio de una imposición unilateral.

              En cuanto a la división de poderes, si bien es cierto que Menem no la respeto del todo, él necesitó del apoyo del poder legislativo para aumentar el número de miembros de la corte y para llevar a cabo las reformas estructurales, y lo obtuvo, por lo cual no se puede responsabilizar solamente al ex presidente por la concentración de poder que tuvo en determinados niveles; pero que a su vez, fue limitada en mucho otros, donde interferían organismos, empresas y funcionarios extranjeros o de mucho poder a nivel nacional.

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6. Bibliografía

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Natalia Laura Melul Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires

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2 Eugenio Kvaternik (compilador); “Elementos para el análisis político: la Argentina y el Cono Sur en los 90”;
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3 Alberto A. Baldioli: ¨Neodesicionismo en A. Latina: entre la apatía Cívica y la Participación política. Argentina y Brasil (1989-1992)¨, Argentina, octubre, 2003, Pág. 6.

4 Vicente Palermo: ¨Reformas Estructurales y Régimen Político¨; Agora, núm 3, 1995, Pág. 100.

5 Véase en: “Argentina entre 2 Siglos, la política que viene”; capítulo 2
(autores Bosoer y Leiras), editorial Eudeba, Julio Pinto (compilador),  Pág 62.

6 Thomas Hobbes: ¨De los ministros públicos del poder soberano¨, en Leviatan, Fondo de Cultura económica, México, 1940, pág 199.

7 Delia F. Rubio y Matteo Goretti: ¨Cuando el presidente gobierna solo: Menem y los decretos de necesidad y urgencia hasta la reforma constitucional (1989-1994)¨, Desarrollo Económico Revista de Cs. Sociales, Argentina, 2000, N-156, pág 457.

8Julio Pinto (compilador): ¨Argentina entre 2 siglos, La Política que viene¨, capítulo 2, autores Bosoer y Leiras, Eudeba, pág 55.

9 Thomas Hobbes: ¨De los derechos de los soberanos por institución¨, en Leviatan, Fondo de Cultura económica, México, 1940, pág 145.