| Resumen             El eje principal de esta  monografía es el estudio del liderazgo político presidencial en regímenes  democráticos. En líneas generales, podría decirse que la década del ’90 en  América Latina se habría caracterizado por la implementación de las  recomendaciones de reformas estructurales emanadas desde el Consenso de  Washington, para lo cual la presencia de fuertes líderes presidenciales habría  jugado un papel central. Mediante un estudio histórico comparativo de la  utilización de los recursos constitucionales de veto presidencial e insistencia  legislativa, se analizarán las relaciones de fuerzas interórganos operantes en  Argentina y Brasil entre 1989 y 1995. Diferentes condicionantes históricos,  políticos, sociales y económicos serán explorados en pos de encontrar una clave  que permitiría comprender tanto el éxito del presidente argentino Carlos Saúl  Menem como el fracaso de los presidentes brasileños para imponer sus agendas  neoliberales durante el período indicado.  Abstract             The main axis of this monograph is the study of the presidential  political leadership in democratic regimes. In main lines, it could be said  that the decade of the' 90 in  Latin America would have been characterized by the implementation of the  recommendations of structural reforms emanated from the Consensus of  Washington, for it the presence of strong presidential leaders would have  played a central role. By means of a comparative historical study of the use of  the constitutional resources of presidential veto and legislative insistence,  will be analyzed the interorgans forces’s relationship operating in Argentina and Brazil between 1989 and 1995.  Different historical, political, social and economic conditioners will be  explored in pursuit of find a key that would allow understanding so much the  success of Argentine president Carlos Saúl Menem as the failure of the  Brazilian presidents to impose its neoliberal agendas during the indicated  period.   “El  poder de veto del Ejecutivo y de insistencia del Legislativo en Argentina y  Brasil entre 1989 y 1995.” “Comparación  de las fortalezas y debilidades presidenciales.”
 Vanesa Elizabeth Túñer 1- PRESENTACIÓN             Hablar de liderazgo  político presidencial en un régimen democrático remite inmediatamente a la  capacidad del primer mandatario para imponer, mediante mecanismos  institucionales, su punto de vista en materia de políticas públicas. Una de las  variables claves para analizar esa capacidad es el estudio de las relaciones  entre el Poder Ejecutivo y el Legislativo.               Tomando como punto de  partida la utilización de los recursos constitucionales de veto presidencial e  insistencia legislativa dentro del proceso de elaboración de leyes, a lo largo  de este trabajo se intentará examinar comparativamente cómo habrían sido las  relaciones de fuerzas interórganos operantes en la Argentina y el Brasil  entre 1989 y 1995 y por qué el liderazgo presidencial habría resultado más  efectivo para inclinar a su favor la balanza de poder en el caso argentino que  en el brasileño.              Se tratará de averiguar:  ¿por qué dos naciones marcadas por sendos fracasos de medidas económicas implementadas  en los ’80 (Plan Austral en el caso argentino y Plan Cruzado en el Brasil) y  que intentaron en el primer lustro de los ’90 implementar las reformas  económicas (desregulación, flexibilización laboral, apertura económica y  privatizaciones) auspiciadas desde el Consenso de Washington habrían seguido caminos tan dispares en cuanto a la continuidad y  credibilidad presidencial? ¿Por qué, más allá de las diferencias  institucionales en la duración de los mandatos, en Argentina hubo un único  presidente durante el período (e incluso logró la reelección en primera vuelta  en 1995) mientras que en Brasil luego del fin del mandato de José Sarney (15/03/1990) el primer presidente electo democráticamente  después de 25 años (Fernando Collor de Mello) se mantuvo en su cargo por sólo 2  años 6 meses y 17 días como resultado del impeachment iniciado por el Congreso  ante denuncias de corrupción, debiendo asumir la primera magistratura el  vicepresidente Itamar Franco quien finalizó el mandato  constitucional el 1º de enero de 1995? ¿Qué factores habrían entrado en juego  para que, en líneas generales, se pudiera hablar de un período cooperativo en  el caso argentino mientras que en el brasileño habría sido de clara  confrontación? ¿Cuáles habrían sido los actores de veto presentes en el Brasil  y por qué casi no los hallaríamos en Argentina? ¿Cuánto habría pesado, en cado  caso, el sistema de partidos y la concepción del federalismo? ¿Qué grado de  influencia habrían tenido el clientelismo  político argentino para favorecer la gestión presidencial de Menem y los  resabios de coronelismo brasileño para entorpecer la de Collor e Itamar Franco?             La hipótesis del trabajo es que “entre 1989 y  1995 el presidente argentino Carlos Saúl Menem, mediante la neutralización de  los potenciales actores de veto, habría logrado construir un liderazgo  presidencial fuerte mientras que en el caso brasilero las prácticas  paraconstitucionales habrían impedido la concreción de uno similar durante el  mismo período”. 2- ALGUNOS  ANTECEDENTES             Los fundamentos conceptuales  acerca de los controles interórganos (Poder Ejecutivo y Poder Legislativo) han  sido ampliamente desarrollados por Karl Loewenstein, mientras que los  referentes al accionar de los distintos actores de veto (que si no logran  institucionalizarse no pueden ser considerados actores de veto) serán tomados  de George Tsebellis. En lo referente a los poderes institucionales y  partidarios del presidente se recurrirá a la definición de los mismos dada por  Scott Mainwaring y  Matthew Shugart, mientras  que la explicación de las prácticas paraconstitucionales necesarias para la  supervivencia del régimen democrático presidencialista será tomada de Fred  Riggs. La intención es valerse de estos conceptos teóricos para, bajando el  nivel de abstracción, lograr situarlos empíricamente en las distintas  interacciones entre el Ejecutivo y Legislativo de ambas naciones durante el  período histórico bajo análisis.             Ya que el objetivo del  trabajo es realizar un estudio comparativo del liderazgo presidencial en ambos  países tomando como punto de partida ciertas características formales de sus  diseños institucionales en lo referente al proceso legislativo, como pilares  normativos serán utilizadas la   Constitución de la Nación Argentina de 1853 y sus  reformas de 1860, 1866, 1898, 1957 y 1994 y la Constitución de la República Federativa  del Brasil de 1988 y sus enmiendas (en portugués ) de 1992, 1993, 1994 y 1995.             Como introducción al  problema serán tenidos en cuenta los antecedentes históricos de Argentina y  Brasil, principalmente desde la redemocratización de los ’80. En referencia a  los mismos, serán utilizadas las investigaciones previas de autores como Mario  Toer, Ana María Mustapic, Liliana De Riz, Juan Carlos Torre, Scott Mainwaring y  Leôncio Martins Rodrigues.
 A lo largo del desarrollo  del nudo temático se tomarán  en  consideración los trabajos previos sobre la relación Ejecutivo-Legislativo  analizada a través de la labor parlamentaria en los casos bajo análisis. Para  ello se recurrirá principalmente a Molinelli, Iazzetta, Negretto, Mustapic y Ferreti para  Argentina y a Iazzetta, Mainwaring, Cheibub Figueiredo y  Limongi para Brasil.
             Finalmente, en las  conclusiones se intentará dar respuesta a los interrogantes presentados en esta  introducción, esperando haber realizado un aporte útil y original a futuras  investigaciones sobre el tema, ya sea en perspectiva comparada o para  profundizar un estudio de caso. 3-  DEFINICIONES CONCEPTUALES             Que en un  presidencialismo, en determinado momento histórico, el Poder Ejecutivo logre preeminencia  práctica sobre el Legislativo y el Judicial dependerá del diseño  constitucional, de las prácticas paraconstitucionales, de la suma de poderes  institucionales y partidarios con que cuente el presidente, de la  neutralización de los actores de veto y, principalmente, de su inteligencia  para valerse de todos estos mecanismos.
 Para  poder analizar las relaciones entre los poderes Ejecutivos y Legislativos de  Argentina y Brasil  entre 1989 y 1995 es  necesario desarrollar conceptualmente estos términos.
 3.1- Los controles interórganos           Como señala Karl Loewenstein, en los Estados democráticos  los “controles interórganos operan en las  respectivas relaciones que se establecen entre los diversos e independientes  detentadores del poder”2. 3.3-  Poderes institucionales y poderes partidarios *           Al  hablar de presidencialismo hay que tener en cuenta que los sistemas  presidenciales varían entre sí y que esas variaciones influyen en la relación  entre el Ejecutivo y el Legislativo, en la gobernabilidad y en la estabilidad  democrática. Siguiendo el planteo de Scott Mainwaring y  Matthew Shugart se puede señalar que las variaciones entre los  presidencialismo se producen “sobre todo  en relación con 1) los poderes constitucionales asignados al presidente y 2) el  tipo de partidos y de sistema de partidos”3.
 “Los poderes constitucionales, tales como la atribución de vetar  proyectos de ley o de emitir decretos-ley, permiten al presidente dar forma a  los resultados de políticas del sistema sin importar que sean o no líderes de  un partido o bloque de partidos en control de una mayoría legislativa. (…) Los  poderes partidarios son la capacidad de modelar (o, incluso, de dominar) el  proceso de confección de la ley que se origina en la posición del presidente  ante el sistema de partidos. (…) La interacción entre los poderes  constitucionales y partidarios de los presidentes da forma al carácter de las relaciones  entre el Ejecutivo y el Legislativo y determina en gran medida la capacidad de  los presidentes para transformar en políticas un programa legislativo”4.
             “Hay dos rasgos del sistema de partidos que son fundamentales para  comprender cómo funciona el presidencialismo en diferentes contextos: el número  “efectivo” de partidos en el Congreso y el nivel de disciplina partidaria. Con  un elevado número efectivo de partidos, ningún partido controla una mayoría en la Legislatura, de modo  que se requiere alguna forma de gobierno de coalición. Si el partido del  presidente no controla una porción significativa de los escaños legislativos, a  menudo se hace difícil para el presidente la formación de una coalición  legislativa estable que le permita realizar algún objetivo de política  importante. (...) Un grado moderado de disciplina partidaria facilita la  predictibilidad de las relaciones entre el Ejecutivo y el Legislativo. (…) Las  relaciones entre las ramas del gobierno serán más fluidas si los presidentes  tienen un partido grande que los respalda o si tienen al menos suficiente apoyo  partidario para asegurar que sus vetos puedan sostenerse, de modo tal que sea  improbable que se los margine del proceso de formulación de políticas”5.             Los poderes  constitucionales con que puede contar un presidente pueden dividirse en dos  categorías: reactivos (capacidad de mantener el status quo frente a una  legislatura dispuesta a cambiarlo) y proactivos (capacidad de alterar el status  quo ignorando al Congreso). Tanto unos como otros adquieren mayor importancia  cuando estamos ante presidentes que carecen de una sólida base de apoyo  partidario.              Entre los reactivos se  halla el poder de veto, cuya eficacia está relacionada con los requisitos de  insistencia del Legislativo que pueden variar desde una mayoría simple hasta el  veto casi absoluto, siendo los más comunes la mayoría absoluta y el voto de los  dos tercios. Según el tipo de mayoría necesaria para anular un veto  presidencial podemos hablar de veto débil (un partido o coalición mayoritario  pueden insistir sobre el proyecto de ley y anular el veto sin recurrir a la  ayuda de legisladores de otros partidos) o veto fuerte (para superarlo será  necesario contar con la ayuda de los otros partidos). Por otra parte, el veto  puede ser total (se veta todo el proyecto de ley y se mantiene el status quo a  menos que el Legislativo logre superar el veto) o parcial (se promulgan los  artículos de la ley con los cuales el Ejecutivo está de acuerdo y se vetan y  reenvían al Congreso para su reconsideración sólo esas partes).             Entre los proactivos  figuran los de decreto que pueden ser: reglamentarios (implementación de la  legislación existente), facultades delegadas (materias expresamente delegadas  por el Congreso en el Ejecutivo por un período de tiempo predeterminado),  legislativos6 (sanción de leyes sobre  materias no delegadas expresamente por el Legislativo y que permiten establecer  un nuevo status quo) y poderes de emergencia (suspensión temporaria de algunos  derechos). Hay que tener en cuenta que “aún  cuando una mayoría pueda rescindir un decreto, el presidente sigue desempeñando  un papel fundamental a la hora de dar forma a la legislación porque: 1) a  diferencia de una ley aprobada por el Congreso, un decreto presidencial es ya  una ley antes de que la otra rama del gobierno tenga la oportunidad de  reaccionar ante ella; 2) los presidentes pueden invadir la agenda del Congreso  con una avalancha de decretos, tornando difícil para el Congreso la  consideración de las medidas antes de que tengan un efecto posiblemente  irreversible; y 3) un presidente puede hacer un uso estratégico de su poder de  decreto, con el objeto de discernir un punto en el espacio de las políticas en  el cual la mayoría parlamentaria sea indiferente ente el status quo y el  decreto”7.             También debemos considerar  el derecho de iniciativa exclusiva para las propuestas legislativas en ciertas  áreas de políticas. En tanto y en cuanto el presidente puede evitar todo cambio  de status quo en dichas áreas simplemente no introduciendo un proyecto de ley,  estamos ante otro poder reactivo.              Según sea el tipo y número  de poderes institucionales con que cuente el presidente estaremos, yendo de  mayor a menor número de atribuciones, ante un Ejecutivo potencialmente  dominante, proactivo, reactivo o potencialmente marginal. Para comprobar si  esas potencialidades se materializan o no habrá que analizar la relación  establecida entre el Ejecutivo y el Congreso y en esta relación entran en juego  los poderes partidarios del presidente medidos en términos de apoyo  parlamentario y grado de disciplina partidaria. “La habilidad del presidente para implementar las reformas políticas a  favor de las cuales haya hecho campaña es producto de la interacción de los  poderes formales que éste posee y la posición que ocupa con respecto a los  partidos representados en el Parlamento. A su vez, el número de partidos y su  grado de cohesión interna se halla relacionado con el sistema electoral  utilizado para las elecciones parlamentarias y presidenciales”8. 3.4-  Prácticas paraconstitucionales             En los sistemas presidenciales la separación de poderes  entre el presidente y el Congreso, ambos con igual autonomía y legitimidad,  sumado a los mandatos fijos y a la concentración en el presidente de las  funciones de Jefe de Gobierno y Jefe de Estado, genera cuatro problemas básicos  que representan una amenaza sistémica a la supervivencia del régimen: la  confrontación del Ejecutivo y el Legislativo, la parálisis del Congreso, la  debilidad del sistema de partidos y el arbitraje del Poder Judicial. La  historia norteamericana está signada por una ininterrumpida continuidad  democrática mientras que los demás países que adoptaron la forma presidencial  de gobierno han sufrido quiebres del régimen. Quizás una de las claves para  entender cómo resolvió y resuelve Estados Unidos estos problemas radique en  concentrarse en lo que Fred Riggs denomina pautas para-constitucionales: “pre-requisitos para la  supervivencia del sistema, aún si no están incluidas en el propio texto de la  Constitución”9 y, como son esenciales  para su supervivencia, deben ser consideradas parte integrante de la misma y no  simples costumbres incidentales ya que influyen en el comportamiento de los actores políticos  y permiten la estabilidad.              El enfoque de Riggs es un estudio de caso que “invierte explícitamente el paradigma que  culpa a otros países de su fracaso en hacer funcionar el tipo de Constitución  norteamericana, en cambio de centrar la atención en los rasgos intrínsecos de la Constitución que  hacen que ésta sea, más o menos, viable”10. 3.5-  Diseños y cambios constitucionales              Tanto la Argentina como el Brasil  forman parte de la categoría de regímenes constitucionales federales y sistemas  presidencialistas. Por ser repúblicas federales, existe a su interior una  división vertical del poder, con un gobierno federal con competencia exclusiva  sobre determinadas áreas y un conjunto de estados o provincias que conservan  los poderes no delegados al gobierno federal, habiendo también temas de  competencia concurrente. Por ser sistemas presidenciales, presentan tanto a  nivel federal como estatal, una división horizontal del poder en tres ramas  (Poder Ejecutivo, Poder Legislativo y Poder Judicial) con independencia  recíproca y legitimidad autónoma.             La Constitución de la Nación   Argentina de 1953, planteó las bases de la organización  política nacional, la cual fue alcanzada en 1880, bajo la presidencia de Julio  Argentino Roca. La   Constitución sufrió reformas parciales en 1860, 1866 y 1898,  y una a la que no hubo necesidad de convocar en 1880, pues la legislatura de la  provincia de Buenos Aires, luego de los combates por la federalización,  consintió en desprenderse de la ciudad de Buenos Aires que pasó a ser la Capital del país.              Con  la reforma de 1898, se institucionalizaron las libertades y se resolvió  normativamente el conflicto federal. Bajo esta Constitución, prevista para una  sociedad abierta con la centralización del poder en el Estado, se produjeron  tres cambios de régimen político: 
                  1853-1861:  la fragmentación mediante guerras entre el Estado de Buenos Aires y la Confederación  de Paraná. 
                  1862-1880: el  período de las presidencias de Mitre, Sarmiento y Avellaneda. 
                  1880- 1916:  El régimen del orden conservador, basado en el control de la sucesión  presidencial  por la oligarquía gobernante (la Generación del ’80).              El  ciudadano estaba presente normativamente en la Constitución, sin  embargo no se cumplía el ítem principal del modo de la participación en los  procesos políticos: el voto. El régimen electoral previsto por la misma no formó  parte de los intentos reformistas. La oposición cuestionaba al régimen  político, no porque se creyera que la Constitución en la que se apoyaba era injusta, sino  porque no se la cumplía. En 1912,   a través de la Ley   Sáenz Peña que introdujo el voto secreto, igual, obligatorio  y universal para todos los ciudadanos masculinos mayores de 18 años, se  estableció la democracia política la cual perduró hasta 1930.             A  partir de 1930, reflejando la crisis institucional y de legitimidad que se  vivía, hubo un cambio  en la concepción  que asumía cualquier intento de proyecto de reforma constitucional. Así, cada Constitución  instaurada o restaurada era símbolo de triunfo o exclusión, según el lugar que  ocuparan los distintos actores en el plano institucional: la Constitución justicialista  de 1949, impugnada por su ilegitimidad de origen por la oposición radical, la Constitución de  1853-60 reimplantada en 1956 por el gobierno de facto de la Revolución Libertadora,  la reformada de 1957 con la proscripción del peronismo y la enmienda  constitucional dictada por el gobierno militar en 1972. Los proyectos de  reforma que dieron lugar a las modificaciones mencionadas tenían en cuenta los proyectos  anteriores. A partir de la inestabilidad política predominante entre 1930 y  1983, se pugnó por la instauración de proyectos excluyentes y hegemónicos de  instauración y restauración constitucional. 
 La historia de la Constitución Argentina,  y la de sus reformas gira en torno al problema del consenso institucional. Esa  falta de consenso está presente en la dimensión normativa, que es el texto de  1853/60, y en los procesos de reforma en respuesta a interrogantes valorativos  o a crisis concretas. La reforma constitucional adquiere doble sentido: es una  herramienta para mejorar la eficiencia y efectividad del régimen político y la  representatividad, o bien es una respuesta a un conflicto o crisis coyuntural.11
             La historia de la Constitución de la República Federativa do Brasil no difiere demasiado de la  argentina si tenemos en cuenta que las fechas de alteración, ya sea por cambio  de Constitución o enmienda de la previamente vigente, en gran medida coinciden  con cambios de régimen político.             En 1891 el primer  documento jurídico de la   República recién instaurada fue la Constitución republicana,  muy influenciada por la   Constitución norteamericana de 1787.             La enmienda de 1926 trajo  grandes cambios al texto original. Uno de los más significativos fue el aumento  de la posibilidad de intervención federal en los Estados.             En 1933, el entonces presidente provisorio Vargas decidió dotar al país  de una nueva Constitución convocando a una Asamblea Constituyente. El nuevo  texto, adoptado en 1934, preveía particularmente el derecho al voto de las  mujeres, la seguridad social para los trabajadores y la elección del presidente  por el Congreso. La nueva Constitución, muy  influenciada por la Carta  de Weimar de 1919, instauró la Segunda República.              La Constitución de 1937 también otorgada por Getulio Vargas, marcó el inicio del  Estado Novo, no legitimado por un plebiscito. No hay en ella ninguna referencia  a la armonía e independencia de los poderes, con la afirmación de la  “prevalencia” del Poder Ejecutivo. La de 1946, representó el fin del Estado  Novo.              En 1961, como parte del  acuerdo alcanzado entre quien debía asumir la presidencia, João Goulart, y los militares la Constitución fue  enmendada para confiscar la mayor parte  de los poderes ejecutivos del presidente en favor del Primer Ministro y del  gobierno, responsables delante del Congreso.             Ya nuevamente bajo el  régimen militar en 1967 se dio una nueva Constitución que rigió hasta 1988.  También en el ’67, tuvo sanción el Decreto-Ley nº 200 que direccionó toda la  trayectoria administrativa del Estado brasileño durante el régimen autoritario.  En 1969, el Acto Institucional nº 5 fue el principal hito de la fase de mayor  represión a los derechos políticos e individuales bajo la dictadura militar.             A partir de 1985 el país  recuperó nuevamente la democracia, dándose origen a la Nueva República. La Constitución de 1988  cristalizó ese pasaje y trajo en su letra grandes conquistas sociales, de las  cuales gran parte aún no fue alcanzada. 12             Tanto para el caso argentino como para el brasilero, el corpus  constitucional y sus modificaciones ya sea vía reforma (Argentina) o enmiendas  (Brasil) serán explicados y desarrollados a lo largo del presente trabajo a  medida que resulten pertinente. 4- LOS PRIMEROS GOBIERNOS DE LA REDEMOCRATIZACIÓN             El modelo estatal  democrático imperante en Occidente desde los años ’30 y que vivió su “época de  oro” entre 1950 y fines de la década del ’60 se sustentó en un círculo virtuoso  de desarrollo económico basado en la producción en masa (fordismo), consumo  masivo y fuerte intervencionismo estatal (Estado de Bienestar) en la economía (nacionalización  de empresas, productor de bienes y servicios, influencia en el salario mediante  el salario indirecto representado por la red de previsión social). El cambio de  paradigma a nivel mundial, que se manifestó en el Primer Mundo a partir de principios  de la década del ’70 y cuyos efectos se retrasaron alrededor de una década en  llegar a América Latina, implicó la hegemonía de las respuestas a la crisis del  Estado Keynesiano pregonadas por el neoliberalismo económico y el  neoconservadurismo político: acabar con la intervención del Estado en materia  económica y la necesidad de liberalizar y abrir las economías, terminando con  el proteccionismo y propiciando la instalación de un Estado mínimo.En América Latina, si  bien Chile comenzó a regirse con esta lógica ya a partir de la década del ’70  (tras el golpe de Estado del 11/09/73 contra Salvador Allende), fue recién  luego de la crisis mexicana de 1982 y el fracaso de las medidas ortodoxas y  heterodoxas aplicadas por los primeras gobiernos post dictaduras de la región  para superar la crisis de la deuda (aprendizaje negativo según Torre13)  que estas ideas hallaron un terreno cada vez más fértil y se hicieron  extensivas y masivas a lo largo de la década del ’90, con la implementación de  las medidas y soluciones emanadas y pregonadas por el Consenso de Washington,  conocidas como las reformas de primera y segunda generación (disciplina fiscal,  prioridad del gasto público en educación y salud, reforma tributaria, tasas de  interés positivas determinadas por el mercado, tipos de cambio competitivos,  políticas comerciales liberales, mayor apertura a la inversión extranjera.,  privatización de empresas públicas, desregulación, protección de la propiedad  privada y reforma del Estado).
 Aunque la adversidad  económica de los países latinoamericanos constituyó un poderoso acicate para el  ajuste estructural, no bastó por sí sola para definir cómo, cuándo y en qué  medida habría de efectuarse dicho ajuste. Es necesario tener en cuenta los  factores internos de carácter político que tienen que ver con la  influencia que ejercen las ideas, las fuerzas  sociopolíticas y las instituciones en la decisión e implementación de las  políticas públicas para responder a la crisis. Las preferencias políticas de la  comunidad financiera internacional, de los empresarios, de los trabajadores y  grupos de interés local son filtradas por las orientaciones ideológicas y los  cálculos políticos de los líderes de gobierno, que sancionan y autorizan la  continuidad o el cambio en las políticas públicas y, al hacerlo, deben tomar en  consideración las reglas de juego políticas, las capacidades burocráticas y  técnicas del aparato estatal, los legados y las circunstancias históricas, las  negociaciones con los organismos financieros y los acreedores externos.
             Así como no fue lineal el  proceso de cambio en la orientación económica, tampoco lo fue el proceso  político de redemocratización que tuvo lugar en Latinoamérica a partir de la  década del ’80. 4.1-  Argentina           En  Argentina la reapertura del juego democrático, interrumpido por el Golpe de  Estado de 1976 contra el gobierno de Isabel Perón, habría encontrado en el  fracaso del conflicto armada en las Islas Malvinas (1982) un poderoso detonante  ya que “el previsible desastre en el  campo de batalla arrastró a los mandos responsables y desintegró su capacidad  para controlar…el creciente descontento popular que comenzaba a desafiar al  régimen…y los militares argentinos ,nuevamente, debieron apresurarse a convocar  a elecciones antes de lo previsto”14. Podríamos denominar  este pasaje de régimen autoritario a democrático como una transición por  ruptura donde no hubieron incentivos para que los políticos negociaran las  cuestiones de la transición con los militares pero tampoco los hubieron para  que entre sí lograran llegar a algún tipo de acuerdo que tornara más viable y  manejable la situación.
 En  1983 la UCR  (Unión Cívica Radical) derrota al PJ (Partido Justicialista) gracias a la  campaña electoral encarada por el candidato presidencial Raúl Alfonsín,  centrada en la defensa de los derechos humanos y el juicio a la Junta Militar. El legado  militar en materia económica arrojó para 1983 números más que alarmantes:  46.000 millones de dólares de deuda externa, una tasa de inflación del 344%, un  déficit del sector público que alcanzó el 11% del PBI, descenso en la  producción industrial, creciente desigualdad social y un nivel de vida más bajo  que el de 1970. El gran error inicial de Alfonsín fue el no comunicar a la  sociedad la gravedad de la situación, error maximizado si se tiene en cuenta  que incluso agrandó las expectativas al anunciar que se podría detener la  inflación, controlar el problema de la deuda, promover el crecimiento, elevar  los salarios  y redistribuir el ingreso.15
             El 15 de diciembre de 1983 Alfonsín sancionó los decretos 157/83  y 158/83. Por el primero se ordenaba enjuiciar a los dirigentes de las  organizaciones guerrilleras ERP y Montoneros; por el segundo se ordenaba procesar  a las tres juntas militares que dirigieron el país desde el golpe militar del 24  de marzo de 1976 hasta la   Guerra de las Malvinas. El mismo día creó la Comisión Nacional sobre la   Desaparición de Personas (CONADEP) con la misión de  relevar, documentar y registrar casos y pruebas de violaciones de derechos  humanos, para fundar el juicio a las juntas militares. También el 15 de  diciembre Alfonsín envió al  Congreso un proyecto de ley declarando nula la llamada ley de auto-amnistía Nº  22.924 dictada por el gobierno militar. Una semana después el proyecto fue  sancionado como Ley Nº 23.040, la primera ley de la nueva etapa democrática.              Uno de los pilares del  discurso de Alfonsín que lo  llevó a la victoria en 1983 fue la denuncia de un supuesto “pacto  sindical-militar”. La denuncia estaba orientada a identificar al peronismo con  el autoritarismo y a subsumir al sindicalismo en el peronismo. Siete días  después de asumir el gobierno Alfonsín  abrió la confrontación frontal con los sindicatos, enviando al Congreso, sin  consulta ni diálogo alguno, un proyecto de reforma sindical (“Ley Mucci”) con  el objetivo de incluir a las minorías en los organismos de dirección de los  sindicatos. El proyecto fue aprobado por la Cámara de Diputados pero terminaría en un  estrepitoso fracaso por falta de mayoría en el Senado. Pero el proyecto tuvo el  efecto de unir rápidamente a todos los sectores sindicales, y establecer una  lógica de confrontación entre el gobierno radical y los sindicatos, que se  expresará en 13 huelgas generales a lo largo de los seis años en que Alfonsín  ocupó la presidencia.             En una primera etapa Alfonsín recurrió al esquema  económico que el radicalismo había utilizado con considerable éxito durante la  presidencia de Illia 20 años antes. Su primer ministro de Economía, Bernardo  Grinspun, y gran parte de sus colaboradores habían sido parte de aquel equipo. En  febrero de 1985 Alfonsín reemplazó a Grinspun por Juan Vital Sourrouille con el  fin de implementar una política económica que atacara frontalmente la inflación.  El 14 de junio se puso en marcha del Plan Austral, por el que se creaba una  nueva moneda, el austral, se congelaban todos los precios de la economía, y se  establecía un mecanismo de “desagio” para desindexar los contratos. El Plan  Austral fue un plan no monetarista, que se basaba en la idea de que, en una  economía de alta inflación durante varias décadas, como la argentina, el único  modo de lograr la estabilidad era frenando la anticipación de la inflación por  parte de los agentes económicos para poder luego atacar las causas  estructurales. El plan funcionó medianamente bien en un primer momento pero  para 1986 los problemas inflacionarios habían regresado.             El gobierno de Alfonsín estuvo permanentemente  amenazado por sectores de las Fuerzas Armadas que se negaban a aceptar el  enjuiciamiento por violaciones a los derechos humanos durante el régimen  militar anterior. Para intentar mantener bajo control el descontento en las  Fuerzas Armadas, en 1986 Alfonsín debió intervenir personalmente para que el  Congreso sancionara la ley de Punto Final imponiendo un plazo de 60 días para  procesar a acusados de delitos de lesa humanidad cometidos durante el gobierno  militar. Esta ley no fue suficiente y en la Semana Santa de 1987 se produjo una gran rebelión militar compuesta  mayoritariamente por jóvenes oficiales que se denominaron “carapintadas”  dirigidos por el teniente coronel Aldo Rico. Durante varios días el país estuvo  a borde de la guerra civil. Alfonsín  anunció el envío de tropas leales para exigir a los rebeldes que depusieran su  actitud. Poco después habría de darse cuenta que esas tropas, en los hechos, no  existían. Alfonsín, sin poder militar para detener el golpe de Estado,  negoció con los líderes “carapintadas” la garantía de que no habría nuevos  juicios contra militares por violación de derechos humanos. Esas medidas se  concretaron en la ley de Obediencia Debida y el reemplazo del general Héctor  Ríos Ereñú por el general José Dante Caridi, al mando del Ejército. Las leyes  de Punto Final y Obediencia Debida fueron objetos de fuertes cuestionamientos  por parte de las organizaciones de derechos humanos, el movimiento estudiantil,  y las fuerzas políticas progresistas, incluidos sectores internos del  radicalismo. 16             Tras sucesivos fracasos en  el logro de la estabilización económica (devaluación de la moneda, control de  precios y salarios y Plan Austral) y la consiguiente insatisfacción popular, a  mediados del ’87 el gobierno anunció un giro hacia las reformas estructurales  que incluían la liberalización comercial, privatización de empresas públicas,  cambio en el papel del Estado en el proceso de desarrollo y reasignación de los  recursos económicos. El desfinanciamiento crónico del Estado ya no podía ser  resuelto ni recurriendo a los fondos de pensiones, ni por el endeudamiento  interior y exterior, ni por la emisión monetaria. Si bien la política de liberalización  comercial, radicada en el ámbito de las atribuciones del Ministerio de  Economía, pudo realizar sus objetivos a pesar de la reacción adversa del sector  industrial, no ocurrió lo mismo con la privatización parcial de empresas  públicas ya que en este caso se requería contar con apoyo parlamentario. A lo  largo de todo el período presidencial, el radicalismo debió enfrentar a un  Congreso opositor ya que el PJ controló de entrada la Cámara de Senadores y luego  de las elecciones legislativas de 1987 la UCR perdió la mayoría absoluta en Diputados,  estando entonces ante una situación de gobierno dividido. Ni el partido  opositor (PJ) en control del Congreso ni ciertos sectores del oficialismo habrían  estado dispuestos a acompañar el proyecto y contaron con los recursos  institucionales necesarios para bloquearlo. Si bien el presidente tenía el  respaldo de los poderes constitucionales (poder de veto) y paraconstitucionales  (DNU’s) no habría podido imponer la agenda legislativa porque perdió el control  de los poderes  partidarios y no fue  capaz de neutralizar el accionar de los actores de veto (institucionales y  partidarios) que lograron evitar un cambio de status quo en todas aquellas  medidas que no habían sido previamente acordadas entre ambas fuerzas políticas.   Lo que sí existió de parte del Congreso  fue un compromiso mínimo para garantizar la continuidad institucional y evitar  la parálisis de la gestión del gobierno.              En 1987 Alfonsín cambió su táctica de  confrontación con el movimiento obrero y ofreció el Ministerio de Trabajo a uno  de los principales dirigentes sindicales del país, Carlos Alderete, secretario  general de Luz y Fuerza. Como resultado de este acuerdo, el gobierno de  Alfonsín elaboró una nueva Ley Sindical que fue aprobada en 1988 (Ley 23.551),  con el apoyo unánime de todos los sindicatos y parlamentarios de todos los  partidos políticos. En cambio fue cuestionada ante la OIT por la Unión Industria  Argentina (UIA), la principal organización empresarial de Argentina.             Bajo el gobierno de Alfonsín fue presentado nuevamente un  proyecto de ley de divorcio vincular, que fue sancionado como ley 23.515 del 8  de junio de 1987 a  pesar de una fuerte presión ejercida por la Iglesia Católica,  incluso recurriendo a manifestaciones públicas. La Iglesia presionó entonces  al presidente Alfonsín para que  vetara la ley, pero ello no sucedió. La Comisión Episcopal  Argentina discutió entonces la posibilidad excomulgar a los legisladores que  votaran la ley, pero la idea no prevaleció.              En abril de 1988, Argentina  entró en moratoria del pago de su deuda externa. En agosto la inflación  alcanzaba el 27,6% mensual. En octubre entonces, el gobierno de Alfonsín puso  en práctica un plan de salvataje, el Plan  Primavera, cuyo objetivo primordial era llegar a las elecciones con la  economía bajo un mínimo de control. Básicamente consistía en un acuerdo de  moderación del aumento de precios con la Unión Industrial  Argentina y la Cámara  de Comercio y un nuevo régimen cambiario, en el que el Estado intermediaba en  la compra y venta de divisas. El Plan Primavera duró poco. Los operadores  cambiarios lo rechazaron, no generó confianza y adicionalmente a comienzos de 1989,  el Banco Mundial suspendió su ayuda a la Argentina. A fines de  enero se inició una corrida masiva hacia el dólar. La inflación, que en febrero  de 1989 era del 9,6% mensual, alcanzó 78,4% en mayo, mes de las elecciones  presidenciales.17             Alfonsín había llegado a  ser presidente en 1983 con la mayoría absoluta de los votos, pero con el tiempo  fue disminuyendo el apoyo a su gobierno y fue perdiendo su capital político.  Los errores de Alfonsín y el agravamiento de los problemas heredados del  gobierno militar habrían facilitado la victoria de Menem. Con el nuevo gobierno  electo en 1989 y ante la agudización de la emergencia económica (hiperinflación,  creciente endeudamiento gubernamental, crisis fiscal y mínimos niveles de  reservas internacionales) se habría generado la dinámica política propicia para  retomar la iniciativa de las reformas. 4.2-  Brasil           En  Brasil, el camino hacia la redemocratización fue paulatino y pautado “desde  arriba” ya que “el consenso de las  oligarquías regionales más el sostenido crecimiento de la economía desde  finales de los ’60 y parte de los ’70, permiten a las FF.AA concebir un proceso  de apertura política gradual que da sus primeros pasos en 1974, una vez que el  general Ernesto Geisel llega a la presidencia. En las elecciones legislativas  de ese año el partido de oposición tolerado, el MDB, derrota al oficialista  ARENA y aumenta su presencia en el Parlamento pero sin llegar a alterar el  dominio oficial”18. Bajo la presidencia del general João  Baptista Figueiredo se flexibilizó la ley de partidos  políticos, el oficialista ARENA pasó a denominarse PSD (Partido Social  Democrático) y el MDB se transformó en el PMDB (Partido do Movimento  Democrático Brasileiro) y en las elecciones de 1982 obtuvo la gobernación de  los cuatro estados principales.           La  multiplicación de polos de desarrollo industrial promovida por los cambios  económicos favorables durante el régimen militar permitió la emergencia de una  estructura de poder más diversificada con epicentro en los Estados regionales.  Los gobernadores ganaron protagonismo durante la transición democrática ya que  las primeras elecciones libres fueron a nivel estadual y los electos dirigieron  la movilización popular y tuvieron un papel destacado en las negociaciones con  los militares que condujeron al retorno de la autoridad civil.             A raíz de la crisis  económica del ’79, que desaceleró los indicadores favorables e incrementó la  deuda externa, se resquebrajó la elite oficialista y, con motivo de las  elecciones presidenciales de 1984, se escindió una fracción liderada por José  Sarney dando origen al PFL (Partido da Frente Liberal). En las elecciones  presidenciales de 1984 la alianza PFL-PMDB, cristalizada en la fórmula Tancredo  Neves-José Sarney, derrota al candidato del PSD (Paulo Maluf) por 480 contra  180 votos del Colegio Electoral compuesto por ambas cámaras parlamentarias.  Como Tancredo Neves falleció antes de asumir el cargo, la primera magistratura  pasó a ser ocupada por José Sarney, antiguo jefe del partido oficialista, ex  diputado federal, senador y gobernador de Maranhão, quien mantuvo en sus puestos a todos los  ministros que habían sido designados por Neves.              Durante el primer año y  medio de su mandato enfrentó poca oposición legislativa gracias a los poderes  limitados del Congreso por la   Constitución de 1967, al apoyo de la coalición PFL/PMDB y al  éxito del Plan Cruzado lanzado en 1986 para afrontar la crisis económica. El  Plan Cruzado cambió la moneda de cruzeiro a cruzado, congeló los precios, creó  el “gatilho salarial” (reajuste automático de los salarios siempre que la  inflación alcanzase el 20%), extinguió la corrección monetaria y creó el seguro  de desempleo y el “valetransporte” y, si bien sufrió muchas críticas políticas,  recibió el apoyo de la población y escasa oposición efectiva en el Congreso y  entre los gobernadores. El relativo éxito del plan se tradujo en un importante  triunfo legislativo en las elecciones de noviembre de 1986 ya que el PMDB  obtuvo la mayoría absoluta en ambas cámaras del Congreso pero ni bien pasadas  las elecciones se produjeron importantes cambios en un plan que habría sido  manipulado políticamente para no perder el apoyo popular. El Plan Cruzado II,  con reajustes de las tarifas públicas, combustibles y otros productos, no tuvo  la misma aceptación y acarreó la impopularidad del presidente y la consiguiente  pérdida de apoyo parlamentario y el aumento de la dependencia política de las  redes de elites tradicionales. El extendido uso de prebendas para lograr  mantener una base legislativa socavó la coherencia de la política económica. En  1987 fue el turno del Plan Bresser y en 1989 el del Plan Verano pero ambos  fracasaron en su intento de contener la presión inflacionaria. Otros aspectos  relevantes del gobierno de Sarney fueron los programas sociales y el  establecimiento de las bases del Mercosur.19             También durante la  presidencia de José Sarney tuvo lugar una modificación institucional clave para  la historia reciente del Brasil ya que la Asamblea Nacional  Constituyente para la Reforma Constitucional  aprobó en 1988 varias medidas que habrían de resultar primordiales para la  configuración del nuevo escenario político. “Intereses corporativos, económicos, sectoriales y regionales de toda especie  se encendieron más que nunca con el fin de intentar garantizar en la Nueva Constitución  beneficios colectivos y selectivos materiales así como disposiciones políticas  que juzgaban serles ventajosas en la disputa del poder (…) El carácter  fundacional de la   Constituyente favoreció acuerdos y alianzas que, si bien no  completamente aleatorios ante las diferencias ideológicas y de clase, acercaban  o alejaban a los parlamentarios en las votaciones sobre cuestiones específicas  que tendían a pasar por sobre los partidos, aumentando así las cuotas de  indisciplina partidaria”20. “A Constituição de 88, no que diz respeito ao poder legislativo, aprovou  dois conjuntos distintos e, pode-se dizer, contraditórios de medidas. De um  lado, os constituintes aprovaram uma série de medidas tendentes a fortalecer o  Congresso, recuperando assim os poderes subtraídos do Legislativo ao longo do  período militar. De outro lado, a Constituição de 88 manteve muitos dos poderes  legislativos com os quais o poder Executivo foi dotado ao longo do período  autoritário. Dessa forma, não foram revogadas muitas das prerrogativas que  permitiram ao Executivo dirigir o processo legislativo durante o regime militar.  (...) A mais importante das conquistas do  Congresso, consagrada pela nova carta, é sem dúvida a redefinição de sua  participação no processo orçamentário e no controle das finanças públicas”21**. El pedido de 1984 (“direitas já”) cristalizó en la elección directa  del presidente en segunda vuelta en caso de no existir mayoría absoluta, se  extendió el derecho de voto a los analfabetos y a los mayores de 16 años  (ampliándose considerablemente el padrón electoral); se estableció la  obligatoriedad de la afiliación partidaria para ocupar cargos electorales; se  fijaron los límites del alcance de las privatizaciones; se dotó al presidente  del poder de decreto (“medidas provisórias”) que requiere de la promulgación  explícita del Congreso para convertirse en ley (en caso de que dicha  promulgación no se produzca, el decreto cae al cabo de 30 días y que en la  práctica política diaria son reintroducidas por el Ejecutivo una vez vencido el  plazo) y que puede ser modificado por el Legislativo, de veto débil total y  parcial (puede ser revertido por la insistencia de una mayoría absoluta del  Congreso en sesión conjunta) y de iniciativa legislativa exclusiva en  determinadas áreas (incluido el presupuesto anual, los lineamientos  presupuestarios y los planes presupuestarios plurianuales que tiene serias  restricciones en cuanto a las modificaciones que puede introducir el Congreso  lo cual le permite al presidente preservar el status quo en materia  presupuestaria y los proyectos que regulan la organización y el funcionamiento de la administración federal); se otorgó al Ejecutivo la posibilidad de establecer prioridades  en la agenda del Congreso (derecho a declarar urgente un proyecto de su propia  iniciativa); se estableció la posibilidad de modificar la Constitución mediante  enmiendas salvo en lo referente a los derechos y garantías individuales, la  separación de poderes, la forma federativa del Estado y el voto secreto,  directo, universal y periódico; se amplió el proceso de descentralización  mediante la transferencia de recursos políticos y económicos desde la administración  central a los Estados regionales y municipios pero sin reasignar  responsabilidades del gobierno central a los gobiernos subnacionales. Debido al  sistema electoral empleado para la elección de los diputados nacionales  (representación proporcional con voto preferencial, umbral bajo y distritos de  gran tamaño) también se produjeron cambios en relación al sistema de partidos  que favorecieron la fragmentación partidaria, lo cual usualmente conduce a que  los presidentes se encuentren en una situación de gobierno de coalición  informal o en un presidencialismo de minoría y esto, sumado a la tradicional  indisciplina partidaria, dificulta la implementación de la agenda ejecutiva.22              La entrada en vigor de la Constitución produjo  cambios en las relaciones del presidente con el Congreso y los Estados que  crearon un contexto institucional diferente. El fortalecimiento del Legislativo  y de los gobiernos estaduales y locales introdujo nuevas demandas y limitó los  poderes de Sarney, dificultando aún más la implementación de sus políticas.  Hacia el final de su mandato y tras el fracaso del Plan Verano, el presidente  quedó cada vez más aislado al tiempo que el país entraba en un proceso  hiperinflacionario.             Durante el período  1985-1989 se continuó con la política de reprivatizaciones iniciada en julio de  1981 (presidencia de Figueiredo) mediante la creación de la Comisión Especial  de Desestatización y fueron transferidas 18 empresas controladas por el  gobierno federal. Pero la presentación de las privatizaciones como parte de una  reforma global del Estado recién se habría producido con las elecciones  presidenciales de 1989. “A medida que la  percepción de la magnitud y la duración de los desequilibrios macroeconómicos  se abrió paso en los diversos elencos gubernamentales, la política de ajuste  estructural cobró mayor relevancia. El cambio de rumbo se insinuó durante la  administración de Sarney pero las reformas estructurales adquirieron el status  de verdaderas políticas públicas con el arribo de Collor a la presidencia”23. 5- LA LLEGADA AL  PODER DE MENEM Y COLLOR DE MELLO             En Argentina, en julio de  1988 el PJ realizó por primera vez en su historia internas directas para elegir  el candidato presidencial del ’89. Carlos Menem (53% de los votos), gobernador  riojano, derrotó al titular del partido y gobernador de la provincia de Buenos  Aires, Antonio Cafiero (47%).             Los últimos meses del  gobierno radical transcurrieron en medio del vaciamiento de las instituciones  de gobierno y de la hiperinflación desatada “en febrero de 1989, cuando presionando por un mercado cambiario libre,  grupos y sectores económicos se resistieron a liquidar divisas de la  exportación”24. El 14 de mayo el  candidato justicialista Carlos Menem derrotó con el 47% de los votos al radical  Eduardo Angeloz y se convirtió en el segundo presidente popularmente electo  desde la vuelta a la democracia. Las elecciones se realizaron en medio del  proceso hiperinflacionario y en un clima de desorden y saqueos. El 30 de mayo  Alfonsín decretó el estado de sitio. La situación era insostenible.Con una hiperinflación que  en junio alcanzó el 200% y ante el temor de no poder llegar a traspasar el  mando democrático en diciembre como estaba previsto por ley, se puso en juego  la paraconstitucionalidad y el presidente electo asumió su cargo anticipadamente  el 8 de julio gracias a un acuerdo entre el Partido Justicialista y la Unión Cívica Radical  que incluyó el compromiso de facilitar la sanción de la legislación económica  de emergencia que el nuevo gobierno enviara al Congreso. Una vez en la  presidencia, cambió el mensaje populista de su campaña por un duro programa de  ajuste, cuyo carácter ultraliberal provocó divisiones en la CGT y acusaciones de diversos  sectores, por considerarlo contrario a los postulados del general Perón.
 “Ante el potencial de aniquilamiento político que exhibía la crisis  económica, el nuevo presidente de origen peronista, sorprendiendo a amigos y  adversarios por igual, dejó de lado el programa populista que debía en gran  parte su victoria electoral. En su lugar, adoptó la política de estabilización  y liberalización económica en pos de la aquiescencia de los principales agentes  económicos, internos y externos, que disponían de un insoslayable poder de veto  sobre los mercados y la sustentabilidad política del flamante gobierno”25.
 Con las leyes de Emergencia  Económica y de Reforma del Estado y en virtud de la delegación de facultades  legislativas, el Ejecutivo obtuvo del Congreso los poderes institucionales  necesarios para que pudiera prescindir de la propia asamblea legislativa a la  hora de implementar el nuevo curso económico. Mientras que con la primera ley “se asestó un golpe frontal al corazón del  capitalismo asistido que se desarrolló desde la posguerra, suspendiendo los  regímenes de promoción industrial, regional, de exportaciones y de compras del  Estado”, con la segunda se “marcó el  comienzo del fin de otro de los pilares del patrón de desarrollo preexistente,  al fijar el marco normativo para las privatizaciones de empresas públicas”26. Para lograr la  aprobación parlamentaria del proyecto de ley de Reforma del Estado el gobierno  contó con el apoyo de los legisladores oficialistas, partidos liberales  minoritarios (UCEDÉ y Partido Demócrata Progresista) y partidos provinciales  conservadores, lo cual “expresaba la  nueva alianza estratégica que el presidente Menem había formalizado tras su  elección con la derecha liberal, produciendo bruscas redefiniciones intra e  interpartidarias”27. Nombró ministro de Economía a Miguel Roig primero, y luego a Néstor  Rapanelli, ambos altos ejecutivos de Bunge y Born. El llamado Plan Bunge y Born  estableció el control de precios, el cierre a las importaciones y la  convocatoria a negociaciones paritarias entre empresarios y sindicatos. La  inflación no se detuvo y la recesión fue en aumento. En consecuencia asumió la Cartera de Economía el ministrode Economía de La Rioja Antonio Erman  González, quien en 1990 lanzó un nuevo plan. Una de las primeras medidas fue el  canje compulsivo de depósitos a plazo fijo por bonos externos. El Ejecutivo  envió numerosos proyectos de ley al Congreso y presionó públicamente, mediante  la amenaza del empleo del veto y los decretos de necesidad y urgencia, para una  sanción rápida y sin modificaciones de las iniciativas28.
 Otro de los puntos claves  durante los primeros meses del gobierno menemista fue su relación con la Corte Suprema de Justicia. La  primera estrategia implementada por el gobierno en 1989 para aumentar su  influencia sobre el Poder Judicial consistió en tratar de conseguir la renuncia  de algunos de sus miembros. Al no lograrlo, el Ejecutivo envió al Senado un  proyecto de ley que ampliaba el número de los miembros de la Corte de cinco a nueve con  el objetivo de obtener, por intermedio de la ampliación, el respaldo judicial a  las políticas oficiales. A pesar de los argumentos esgrimidos por la Corte contra los planteos a  favor de la ampliación, el Senado aprobó el proyecto en septiembre de 1989 y lo  remitió a la Cámara  de Diputados. Tras ciertas irregularidades en el trámite parlamentario, la ley  23.774 fue sancionada el 5 de abril de 1990 y promulgada por el decreto reglamentario  nº 670/1990. Entre abril y mayo de ese año el presidente designó con acuerdo  del Senado a seis jueces de la Corte Suprema  sobre un total de nueve. Quedó así conformada una mayoría automática que nunca se expediría  en contra de las decisiones del Ejecutivo.
 En Brasil, Collor de Mello,  gobernador del Estado de Alagoas y quien no contaba con el respaldo de un  partido político tradicional, fundó el Partido de Reconstrucción Nacional,  sustentado principalmente por la cadena de televisión TV Globo y grupos  empresarios locales, y consiguió beneficiarse “del colapso de los grandes partidos que habían secundado a Sarney (el  centrista PMDB y el conservador PFL) y  pagado un alto precio por su legado económico; así, logró reunir una vasta y  heterogénea mayoría de votos al postularse en los comicios de 1989 como  alternativa a la candidatura del líder sindical Luís “Lula” da Silva, del PT”29. Obteniendo el  cargo en segunda vuelta, fue el primer presidente electo por el voto popular  directo después de 25 años de régimen militar. El presidente más joven de la República (44 años) ganó  las elecciones con una imagen de político renovador cercana a la de  antipolítico, anunciando que iba a acabar con la corrupción y la burocracia  brasilera y con propuestas tendientes a emprender la modernización  administrativa, privatizar empresas estatales, terminar con los privilegios de  la burocracia estatal, combatir los monopolios y abrir el país a la competencia  internacional desregularizando la economía.Asumió la presidencia el 15 de marzo de 1990.
             “El día siguiente de asumir la presidencia, Collor anunció un nuevo  plan de estabilización heterodoxo. Congeló precios y salarios e inmovilizó las  cuentas bancarias individuales, creando así la impresión de ser valiente,  dinámico y decidido. Sin embargo, no pasó demasiado tiempo hasta que su  gobierno comenzó a desmoronarse”30. Las trabas generadas por el andamiaje institucional y la  multipolaridad del sistema político y económico brasileño fueron bien clarasdesde el comienzo de su gestión. “Al tomar posesión del cargo y lanzar su  programa de ajuste, Collor carecía de mayoría en la asamblea legislativa. Electo  en comicios altamente polarizados en el nivel de las candidaturas  presidenciales, su victoria no se tradujo en fuerza parlamentaria: los  representantes de su partido eran apenas el 5% de los miembros del Congreso y  sumados a los representantes no siempre confiables de los partidos de apoyo,  totalizaban el 33%”31.  Su primer gabinete reflejaba claramente su postura antipolítica ya que no tuvo  en cuenta a los partidos a la hora de conformarlo y, sobre un total de nueve  ministros civiles, incluía sólo a tres políticos que habían competido  exitosamente por cargos públicos.             Que el presidente señalara  que las implicancias institucionales de la emergencia económica podían poner en  peligro la estabilidad democrática, habría logrado ejercer cierta presión sobre  el Congreso para que aprobara sus políticas, al tiempo que habría servido para  legitimar la imposición de medidas excepcionales cuando éste no apoyaba sus  proyectos. La necesidad imperiosa de evitar la hiperinflación se habría  convertido en la justificación principal de las reformas económicas y en una  importante fuente de legitimación de la concentración del poder en manos del  Ejecutivo. 6- LAS REFORMAS ESTRUCTURALES: REACCIONES DEL CONGRESO Y DE LOS  GRUPOS DE PODER             Como ya fue señalado en  puntos anteriores, “la demanda por las  privatizaciones es anterior a los programas ejecutados durante ambos gobiernos.  Expresiones políticas del liberalismo…venían demandando en soledad la  disminución del Estado a favor del mercado”32. Pero recién con  las presidencias de Collor en Brasil y de Menem en Argentina el tema pasó a  convertirse en una política de Estado que incluía no sólo privatizaciones de  empresas públicas sino también la desregularización de la economía, la reforma  administrativa y la apertura comercial. Si bien compartían diagnósticos y  metas, ambos procesos contrastaron significativamente en su formulación,  alcance y resultados.
 “Si bien en Brasil las privatizaciones adquieren centralidad a  partir de la asunción de Collor de Mello al gobierno, éstas ya venían siendo  impulsadas por una agencia tecnoburocrática estatal (BNDES)33 inspirada en motivos  “prácticos” antes que ideológicos. (…) El programa iniciado por el BNDES en los  ‘80 adquiere en los ’90 otra connotación y alcance, no sólo porque Collor lo  recubre de un tono neoliberal sino porque ya no contempla meras “reprivatizaciones”  de escaso monto sino la venta de empresas estatales de gran porte edificadas  durante el ciclo desarrollista”34. Pero el alcance de las privatizaciones tenía un claro límite  institucional ya que la   Constitución de 1988 señalaba explícitamente los sectores  estratégicos que debían continuar en manos del Estado y el marco jurídico de  las privatizaciones (ley 8.031/90, conocida como “Programa Nacional de  Desestatização”) fijó al capital extranjero un tope del 40% del capital  vacante.
             Aprovechando la crítica  coyuntura de 1990 y ante la dificultad para lograr una base parlamentaria  propia, el gobierno logró imponer su paquete económico gracias al apoyo  condicional y negociado con los líderes de los bloques parlamentarios de  partidos de derecha y de centro, lo cual le permitió formar mayoría. Cuando a  finales de ese año dicha coalición se deterioró y comenzó a ganar peso  parlamentario la oposición del PMDB, Collor optó por utilizar las disposiciones  transitorias (el 50% de las mismas estuvieron referidas a medidas económicas) para  incorporar las privatizaciones como parte del plan de estabilización y de  emergencia fiscal, lo cual deterioró aún más su relación con el Congreso y éstas  no siempre cristalizaron tal como lo hubiera deseado el Ejecutivo ya que de un  total de 160 MP’s sólo el 41% fueron aprobadas y la mayoría sufrió cambios en  una proporción de 33 enmiendas por MP en promedio. “Quedó así planteado un tira y afloje entre la presidencia y el  Congreso, en el que los triunfos se alternaron de un lado y del otro y donde  los dilemas de gobierno sólo pudieron ser sorteados explotando la dinámica  política de las situaciones de crisis”35. Dentro del  conjunto de reformas neoliberales encarado por Collor, su éxito más destacado  habría sido la apertura de los mercados ya que a pesar de haber creado muchos perdedores  en el corto plazo, en términos institucionales fue más fácil su establecimiento  debido a que ni el Congreso ni los gobernadores tenían poder de veto sobre las  políticas de liberalización comercial.              Debido a las  disposiciones constitucionales que le otorgaron al Poder Ejecutivo la  iniciativa exclusiva de proyectos de leyes en materia presupuestaria y  administrativa federal, la incorporación de las medidas provisorias y la  iniciativa ejecutiva, la participación directa del gobierno de Collor en el  proceso legislativo representó el 83% del total de la producción legislativa  brasileña entre 1990 y 1992. Alrededor del 50% de los proyectos de ley de  origen ejecutivo fueron presentados para su consideración bajo el pedido de  tratamiento urgente, lo cual implicó eliminar el proceso de discusión en las  comisiones parlamentarias y pasar directamente al plenario. En el mismo  período, sobre un total de 181 MP’s enviadas al Congreso para su consideración  fueron aprobadas 87 (31 sin modificaciones y 56 con enmiendas) y formalmente  rechazadas 5, la diferencia entre la suma de medidas aprobadas o rechazadas y  medidas enviadas corresponde a aquellas que perdieron eficacia, fueron  revocadas o reeditadas. Al igual que en al caso argentino, el Ejecutivo fue el  encargado de la implementación de la agenda ecómico-administrativa  (macrolegislación) mientras que correspondió al Congreso la elaboración de la  agenda social y los homenajes (reglamentación de lo dispuesto por la Constitución de 1988  y microlegislación).36              A pesar del diagnóstico  compartido por el gobierno, los economistas y los empresarios sobre el peso de  la indexación en el aumento de la inflación, las medidas tendientes a  desindexar los salarios chocaron con la oposición parlamentaria ya que los  legisladores sabían que el favorecerlas les habría acarreado el rechazo  sindical y de gran parte de los electores nacionales y estaduales (lo que es  aún más importante en un país fuertemente federalista como Brasil). Las mismas  dificultes se habrían presentado a la hora de obtener el apoyo parlamentario  necesario para reducir el empleo público ya que oponiéndose a esas medidas, que  gozaban de amplio consenso en la opinión pública, no sólo protegerían a sus  votantes potenciales sino que también estarían protegiendo su capacidad para  construir sus carreras políticas mediante la designación de aliados en  posiciones públicas.             Respecto a las  privatizaciones de empresas públicas, los límites constitucionales sólo podían  eliminarse a través de enmiendas que anularan los monopolios del sector público  pero como el Congreso no habría estado dispuesto a dar el quórum necesario para  hacerlo, la capacidad privatizadora de los gobiernos habría estado seriamente  limitada al igual que lo estuvo la reforma de la seguridad social. Debido a que  la aprobación parlamentaria era y es constitucionalmente necesaria para crear  nuevos impuestos e incrementar las tasas impositivas, el Congreso habría  limitado también estas capacidades gubernamentales. En lo referente a los  poderes estaduales y municipales, tanto el Congreso como los gobernadores  defendieron la participación vigente en los ingresos fiscales federales y la  autonomía de las empresas y bancos públicos estaduales a pesar de que estas posturas  contribuían al aumento de la inflación y problemas fiscales.             “Al despreciar al Congreso, los partidos y grupos civiles, Collor  promovió un proceso de desintermediación política que se tradujo en una actitud  de confrontación con la clase política y la sociedad civil, encaminándolo a un  aislamiento que no cesará de aumentar hasta hallar su desenlace en el impeachment de 1992”37. A principios de 1991 su base de apoyo se erosionó notablemente y  comenzó a quedarse cada vez más aislado, por lo cual el gobierno habría debido  recurrir a la distribución de cargos y  recursos para obtener apoyo parlamentario. Sus esfuerzos por reducir el Estado  eran dejados de lado  ante su dependencia  respecto de diputados y senadores cuyas carreras dependían de los recursos públicos  que el presidente pudiera otorgarles. A partir de abril de 1992 su único  objetivo habría sido lograr comprar el apoyo parlamentario necesario para  evitar el impeachment.               “Así, un gobierno que se inauguró con una agenda ambiciosa y altas  tasas de aprobación, no pudo en última instancia lograr la estabilización  económica y fue, cuanto mucho, moderadamente exitoso en la promoción de la  reforma del Estado”38. Más allá de haber fracasado en su intento por estabilizar la  economía, durante su gestión se puso en marcha la transformación institucional  brasileña debido a que su mensaje antiestatista habría permitido que el nuevo  consenso sobre la necesidad de reorientar el patrón de desarrollo se filtrara  en la agenda de gobierno y ganara legitimidad.             En el caso argentino, “la legislación que dispuso las privatizaciones  no definió explícitamente los sectores estratégicos que retendría el Estado ni  (…) fijó límites a la participación de capitales extranjeros ni contempló  salvaguardas para evitar su eventual control sobre las empresas enajenadas”39. Al no contarse  con un organismo técnico específico para su ejecución la misma quedó en manos  de ciertos segmentos políticos del Estado y, si bien la legislación contemplaba  la existencia de organismos de control, no lo hacía sobre los de gestión que  pasaron a depender de consultoras privadas o de organismos multilaterales que  no actuaron en todos los casos. Como señala Iazzetta, en las privatizaciones  podrían distinguirse dos etapas diferentes: la más apresurada, improvisada y  desprolija habría correspondido al período ’89-’91 y a la gestión del ministro  Dromi, la otra se habría iniciado con la llegada de Cavallo al Ministerio de  Economía y habría permitido cierta reconstrucción del Estado gracias al control  de las variables macroeconómicas y al aporte de cuadros tecnocráticos formados  fuera del área estatal que estaban más capacitados para reunir, analizar y  procesar información compleja. “Sin  embargo, el objetivo político del presidente Menem de aumentar su credibilidad  ante los grupos privados internos y externos nuevamente privilegió la  celeridad, sometiendo al programa a rígidos cronogramas reñidos con el estilo  privatizador que intentaba imponer Cavallo”40.              La llegada de Domingo  Cavallo y su equipo tecnocrático habría aportado una fuente de legitimidad para  amparar las inclinaciones autoritarias de Menem una vez atenuado el imperativo  de la emergencia económica. Cavallo era una figura aceptada por el establishment  ya que había estatizado la deuda de  los grandesgrupos económicos privados cuando presidía el Banco  Central durante la dictadura. Pronto el Congreso aprobaría la Ley de Convertibilidad  Monetaria  que fijaba la cotización del austral en razón de 10.000  unidades por 1 dólar. En 1992 el Plan recuperaba el peso como unidad de cuenta  nacional sobre la paridad exacta y fija con respecto al dólar. Se prohibía  además toda emisión de moneda sin el respaldo en las reservas internacionales  de divisas. Si bien el programa trajo aparejada cierta estabilidad, posibilidad de viajes al exterior,  compras en cuotas y con tarjetas de crédito, esos frutos tuvieron como  contrapartida la caída de los salarios reales ya que los salarios estabancongelados pero los  precios de los productos de la canasta familiar y las tarifas de los servicios  y de los alquileres no. La disminución del índice de pobreza fue sólo un reflejode la  disminución de la inflación  acompañada por un breve crecimiento del PBI. El crecimiento de las  exportaciones estuvo centrado en sectores de uso intensivo de los recursos  naturales y la brecha salarial entre mano obra calificada y no calificada se  amplió. También se profundizó y amplió el proceso de reformas acelerándose la  privatización de empresas públicas, la desregularización de la economía, la  reducción de los empleos públicos, el aumento de la recaudación impositiva y la  modificación de la legislación laboral.              Si bien Menem habría  logrado armar rápidamente una coalición favorable a nivel parlamentario, las  reformas impulsadas desde el Ejecutivo resultaban contrarias a la doctrina  peronista por lo cual fue necesario justificarlas mediante la urgencia creada  por la emergencia económica para disciplinar a los legisladores de su propio  partido e inmovilizar a los actores de veto potenciales. Al igual que en Brasil,  el fortalecimiento del Ejecutivo frente al Legislativo habría generado un  gobierno de emergencia fundado en criterios legales y proclive a excederlos  para implementar medidas drásticas y urgentes, lo cual favoreció la rápida  implementación de las reformas económicas. “Desalentando  los intercambios políticos intra e interpartidarios, así como los contactos  entre los partidos y los actores sociales, el gobierno intentó formular sus  decisiones mediante el trato directo con grupos económicos atraídos por la  venta de los activos estatales”41. Los poderes  delegados y las leyes de emergencia sancionadas por el Congreso entrarían  dentro del marco de poderes institucionales ordinarios y extraordinarios del  Ejecutivo para enfrentar una situación crítica, pero los decretos de necesidad  y urgencia (DNU’s) fueron prácticas paraconstitucionales ya que no estaban  contemplados  por la Constitución   Nacional hasta después de la reforma de 1994 ni se derivaban  de una delegación de autoridad por parte de los legisladores42 y, sumados a los cambios introducidos en el Poder Judicial para subordinarlo a  los designios del Ejecutivo, habrían producido cierto deterioro de la  institucionalidad democrática.               “La importancia de la  delegación operada a través de las leyes de emergencia surge con claridad  cuando se analizan las medidas y políticas que el gobierno llevó adelante en  uso de las facultades delegadas. La privatización de empresas como ENTEL y  Aerolíneas Argentinas se llevó a cabo por el Ejecutivo, con meras notificaciones  a la Comisión Bicameral  de Seguimiento de las Privatizaciones. Otro tanto sucedió con importantes  aspectos de la política de desregulación que se desarrollaros en base a  decretos amparados por la delegación del Congreso”43.              Entre 1989 y 1993 de 166  decretos de necesidad y urgencia dictados y reconocidos como tales por el  presidente, el Congreso ratificó por ley 26 en forma total, uno parcialmente y  otro con modificaciones y derogó en forma total tres y en forma parcial uno. De  esos 28 decretos, 16 fueron ratificados por la ley 24.307, sancionada y  promulgada en diciembre de 1993. En el caso de los decretos rechazados, el  Ejecutivo aceptó la resolución del Congreso en dos oportunidades y en las otras  dos recurrió al veto parcial para evitar la derogación. Por otra parte, en el  mismo período el Ejecutivo vetó totalmente en cuatro ocasiones leyes dictados  por el Legislativo y parcialmente nueve aduciendo que contradecían lo dispuesto  por los decretos de necesidad y urgencia.              El éxito de Menem no se  habría debido únicamente a los amplios poderes legislativos que le fueron  delegados en 1989 para encarar las privatizaciones y la reforma del Estado sino  también a la pasividad del Congreso ante el uso de DNU’s en áreas donde no se  le delegaron facultades (reforma tributaria, regulación laboral, deuda pública  y liberalización comercial).             Entre 1989 y 1995 fueron  sancionadas 835 leyes, 386 de ellas tuvo su origen en el Poder Ejecutivo (46%)  y 449 en alguna de las cámaras legislativas (54%). La mayoría de las propuestas  de  leyes que nacieron en el Congreso  versaban sobre microlegislación tendiente a satisfacer intereses particulares,  sectoriales y regionales, mientras que las propuestas de macrolegislación  referida a políticas de alcance general y sobre temas de fondo quedaron en  manos del Ejecutivo. Entre el 1º de mayo de 1992 y el 23 de diciembre de 1994, excluyendo  las leyes no relevantes y aquellas que aprobaron tratados internacionales, el  Ejecutivo inició alrededor del 29% de las leyes y el 46% de los proyectos de  ley iniciados por él fueron hechos ley por el Congreso con modificaciones,  algunas de ellas importantes. La ley de patentes sancionada en 1995 recibió  tantas modificaciones que provocó el veto presidencial, el cual fue respondido  con una insistencia parcial no prevista por la Constitución pero  mantenida por el Congreso a pesar de las objeciones públicas del Ejecutivo.  Durante la primera presidencia de Menem el Poder Ejecutivo vetó 109 leyes  (alrededor del 13% de las presentadas para su promulgación), 30 a iniciativas del propio  Ejecutivo (todos vetos parciales) y 79 iniciadas en el Congreso, habiendo sido  60 el número total de vetos parciales. El Poder Legislativo insistió en 11 ocasiones,  cuatro de ellas a iniciativas del Poder Ejecutivo (dos solicitadas indirectamente  por el propio presidente dando marcha atrás a su anterior decisión de vetarlas)  pero la única políticamente relevante fue la ya mencionada ley de patentes  medicinales.              El efecto de los vetos  parciales podría haber sido muy importante teniendo en cuenta que generalmente  es un mecanismo empleado para incumplir acuerdos previamente obtenidos para  permitir que un proyecto se convierta en ley (a través de enmiendas), acuerdos  entre bloques partidarios, entre ambas cámaras legislativas e incluso entre el  Congreso y el Ejecutivo. De hecho, buena parte de las leyes parcialmente  vetadas por el presidente estuvieron vinculadas con las políticas de reforma  estructural ante las cuales algunos legisladores habrían decidido actuar en  forma autónoma y el presidente habría respondido, mediante el veto parcial,  desautorizando parte de lo negociado en el Congreso.44 7- LA DESTITUCIÓN DE  COLLOR DE MELLO             Ya en el primer mes de  gestión presidencial (1990), el margen de popularidad del presidente había  caído al 71% y en junio de ese año era del 36%. A mediados de 1991 debido a la  combinación del estilo de gestión presidencial y de su Ministra de Hacienda  Zélia Cardoso de Mello (despedida ese mismo año por problemas políticos, siendo  acusada de corrupción y filtración de informaciones), el magro desempeño  macroeconómico y la corrupción masiva, la imagen pública del gobierno era  pésima (menos del 20%) y para febrero de 1992 contaba con sólo un 15% de apoyo.             La principal causa del  fracaso de la gestión de Collor no fueron ni los errores políticos ni socioeconómicos  sino la denuncia de Pedro Collor, hermano del presidente, presentada en la  revista Veja (publicación semanas de la Editorial Abril)  contra el empresario Paulo César Darías, amigo personal del primer mandatario y  tesorero de la campaña presidencial de 1989, inculpándolo sobre tráfico de  influencias dentro del gobierno federal y que alcanzaron al propio presidente en  la medida en que Paulo César Farías contaba con su apoyo y actuaba como su  testaferro. Las repercusiones de estas denuncias en la opinión pública derivaron  en una indignación popular sin precedentes y en la constitución en el Congreso de  la Comissão Parlamentar de Inquérito (CPI) con el fin  de verificar los hechos y en la cual jugó un papel importante la oposición que  formó parte de ella y exigió ir a fondo en la investigación.             A la denuncia inicial se  sumaron las de inversionistas diciendo que allegados de Collor exigían “mordidas”  de hasta un 40% a la inversión. El asunto se complicó aún más cuando la CPI interrogó a Heriberto  Franca, chofer del presidente, quien reconoció que él recibía cheques y dinero  de Paulo César Farías para Collor de Mello. El 1 de julio de 1992, Franca  volvió al Congreso a ampliar su declaración con una cadena de radio y televisión  en vivo y dijo que Farías había entregado cerca de 6,5 millones de dólares al  presidente por el tráfico de influencia y las mordidas. Las irregularidades que  marcaron el gobierno de Collor envolvieron, bajo la acusación de corrupción, a  miembros de su equipo como Antônio Rogério Magri (ministro de Trabajo y  Previsión Social), Alcen Guerra (ministro de Salud), Pedro Paulo Leoni Ramos  (secretario de Asuntos Estratégicos) a la primera dama Rosane Collor,  secretarias, amigos y funcionarios próximos al presidente. Escándalos en el  proceso de privatización de VASP (Viação  Aérea São Paulo), en la LBA (Legião Brasileira de Assistência45),  en el INSS (Instituto Nacional de Seguridade Social), en los CIAC’s (Centro  Integrados de Atendimento à Criança) y en la Central de Medicamentos mostraron un panorama  desolador de corrupción.              Fue entre junio y agosto  de 1992 que la CPI  desarrolló sus trabajos y su divulgación provocó una serie creciente e  ininterrumpida de manifestaciones populares. Después de 84 días de trabajo la CPI explicó concluyentemente  la participación de Collor en el esquema de tráfico de influencias dirigido por  Paulo César Farías. El relato final de la Comisión colocó, prácticamente, un punto final al  gobierno de Fernando Collor de Mello. Los grandes medios de comunicación  comenzaron a investigar y ahondar en la corrupción, haciendo destapes  escandalosos con pruebas. Millones de brasileros descontentos salieron a las  calles de las grandes ciudades pidiendo el impeachment del presidente.               La  clase política dominante y la clase empresarial comenzaron  a negociar con Collor de Mello un perdón a  cambio de puestos en el gabinete y recomposición del gobierno. En la caída del presidente  confluyeron dos procesos: la movilización ciudadana y la acción institucional,  sobre todo en el parlamento. Sin un quiebre del bloque gobernante no había  posibilidad de la caída de Collor. El escándalo llevó a que los amigos,  partidarios y empresarios de Collor lo dejaran solo. Después del contundente  informe del Congreso, se presentó un problema ya que la Constitución no tenía  causales de destitución del presidente, entonces se creó el mecanismo del  impeachment. El gobierno intentó mantener y ganar el apoyo de los diputados por  medio de prebendas, pero la presión de la opinión pública, la movilización de  la gente y la debilidad del oficialismo en la legislatura nacional habrían  permitido que en agosto fuera autorizada por el Congreso la apertura del mismo.             El 29 de septiembre la Cámara de Diputados votó el  impeachment y 441 diputados se manifestaron a favor del mismo, más de 100 por  encima del número mínimo previsto por la Constitución  (artículo 86) para suspender al presidente y permitir su juzgamiento por el  Senado,  Collor consiguió apenas 38 votos  en contra del mismo, habiéndose registrado también 1 abstención y 23 ausencias.  El 2 de octubre Collor fue suspendido por 180 días, hasta que el Senado  ultimase su juzgamiento por delitos de responsabilidad. Frente a la amenaza de  condena, el 29 de diciembre presentó la renuncia a la primera magistratura y,  tras haber sido encontrado culpable por el Congreso, se lo inhabilitó para  ocupar cargos públicos durante ocho años.             “La amenaza que la corrupción estatal significó para la democracia  brasileña representó una prueba crucial para sus instituciones que revelaron  fortaleza para resolver la crisis sin comprometer su continuidad”46. Con el alejamiento de Collor, la presidencia pasó a ser ocupada por  quien fuera su vicepresidente, Itamar Franco, que se había distanciado  previamente de su compañero de fórmula. 8- LA PRESIDENCIA DE  ITAMAR FRANCO Y LA LLEGADA DE  CARDOSO47              Itamar Franco, político  de centro-izquierda y con ambiciones nacionalistas, asumió la presidencia en  forma interina cuando el presidente fue separado del cargo y en carácter  definitivo el 29 de diciembre de 1992, tras la renuncia de Collor. Itamar  recibió un país traumatizado por el proceso que llevó a la destitución presidencial  de su antecesor y procuró administrarlo con equilibrio.              Ante la percepción  general en las elites políticas tradicionales de la necesidad de asegurar la  gobernabilidad, habría podido contar con el apoyo que anteriormente habrían  perdido tanto Sarney como Collor. Tanto la opinión pública como la mayoría de  la clase política brasileña estuvieron dispuestas a otorgarle un considerable  margen de maniobra. Gracias a que su gabinete coalicional incluía ministros del  PMDB, el PSDB, el PT y el PFL, habría logrado construir una amplia base de  apoyo parlamentario que se fue perdiendo paulatinamente hasta julio de 1994 lo  cual le habría acarreado dificultades a la hora de lograr la aprobación de  leyes claves sobre salarios, inflación reforma del Estado y reducción del  déficit fiscal.             La herencia económica  dejada por la administración anterior fue el problema más difícil enfrentado  por el nuevo gobierno. Entre los ingresos y los gastos del Estado nacional había  un desfasaje de veinte mil millones de dólares. El parque industrial estaba  ocioso en un 30% y con peligro de cierre, lo que podía aumentar el índice de  desempleo. La especulación desenfrenada de los sectores ligados a la industria  y al comercio contribuía a la aceleración del proceso inflacionario. Los  sucesivos ministros de Economía de Itamar Franco tomaron diversas medidas para  reducir los índices de déficit público y para contener la inflación pero no  lograron resultados satisfactorios.              El programa de  desestatización y privatización de la economía, iniciado en el gobierno  anterior, prosiguió lentamente y  chocó con la oposición de personas y grupos interesados en mantener a las  grandes empresas a las cuales estaban ligados bajo la tutela estatal. La  creación de una nueva moneda, el cruzeiro real, cuya unidad correspondía a mil  cruzeiros antiguos, fue una de las primeras medidas tomadas como preparación  para una reforma económica más amplia.             “Em Abril de 1993, cumprindo com o  previsto na Constituição, o governo realiza um plebiscito para a escolha da  forma e do sistema de governo no Brasil. Quase 30% dos votantes, não  compareceram ao plebiscito ou anularam o voto. Dos que comparecem às urnas, 66%  votaram a favor da república, contra 10% favoráveis à monarquia. O  presidencialismo recebeu cerca de 55% dos votos, ao passo que o parlamentarismo  obteve 25% dos votos. Em função dos resultados, foi mantido o regime  republicano e presidencialista”.48**             Al igual que sus  antecesores, Franco “adoptó un compromiso  retórico con la reducción del gasto público pero...hizo pocos progresos, en  gran medida porque carecía del apoyo político necesario y constantemente tuvo  que utilizar recursos públicos para obtener ese apoyo. Esta práctica generó  presiones contradictorias: por un lado, el gobierno afirmaba la importancia de  la reducción del gasto; por el otro, debía distribuir recursos con el fin de  obtener el apoyo político necesario para llevar adelante sus programas”49. Cada vez que  anunciaba medidas relacionadas con la estabilización y la reforma del Estado,  éstas habrían sido frenadas por la oposición del Congreso y los gobernadores  que por intermedio de sus discursos apoyaban dichas políticas pero cuando las  mismas debían ser refrenadas se aseguraban que sus propios recursos no  resultasen afectados.             Una de las figuras  políticas claves en el gobierno de Itamar Franco fue Fernando Henrique Cardoso (electo senador en 1988 para un mandato de 8 años  fundó, junto a otras figuras en su mayoría provenientes del PMDB, el Partido de  la Socialdemocracia   Brasilera, PSDB, y desde ese año hasta 1992 actuó como líder  de esa agrupación en el Senado), designado en noviembre  de 1992 Ministro de Relaciones Exteriores y en mayo de 1993 titular de  Hacienda. “En 1994, el Ministro de  Hacienda Fernando Henrique Cardoso presentó un nuevo plan de estabilización que  finalmente comenzó a reducir la inflación y, simultáneamente, expandir la economía”50.              En la víspera de que el  nuevo plan entrara en vigor, se verificó una intensa especulación de precios,  especialmente de los ligados a los sectores oligopólicos de la economía, lo que  aumentó aún más el proceso inflacionario. El gobierno habría tratado de  utilizar medidas para desestimular el alza de los precios, como la reducción de  las tasas de importación, lo cual permitió a productos extranjeros competir en  el mercado interno y, teniendo los precios reducidos, esos productos estaban al  alcance de los consumidores. A pesar de eso, las medidas no habrían arrojado  los resultados esperados.             El Plan FHC, rebautizado  luego como Plan Real, no puede ser entendido solamente como un conjunto de  técnica económica diseñado por economistas con fines estrictamente económicos  sino como un plan político, tanto en su diseño como en sus objetivos. Uno de  los principales objetivos del plan era la reforma del Estado debido a la  creencia de que la larga crisis económica enfrentada por Brasil, desde finales  de la década del ’70, fue causada por la crisis del Estado. Dentro de la  reforma estatal, los puntos calves involucraban la reforma fiscal, la reforma  de la estrategia de desarrollo económico y social del Estado y la reforma del  aparato de Estado y su burocracia. En el plano económico, creó el URV (Unidad  Real de Valor), un indexador provisorio de la economía que serviría como  transición hasta que una nueva moneda, el real, entrara en vigencia. El real  mantendría la paridad con el dólar y eliminaría la espiral inflacionaria. El  nuevo plan económico no incluía las soluciones ya conocidas e ineficientes de  congelamiento de salarios y precios y de confiscaciones y evitaba el corsé  utilizado en Argentina con la Ley  de Convertibilidad. Los sectores sindicales y algunos partidos políticos (entre  ellos el PT) se opusieron parcialmente a las determinaciones del Plan Real por  entender que implicaba una restricción salarial. El plan no fijó ninguna norma  para la conversión de precios pero los salarios de los trabajadores fueron  convertidos en URV con base en el promedio de los cuatro meses previos.             La deuda externa  brasilera, cuyo pago gradual había sido conseguido en el gobierno previo,  continuó siendo negociada. Sucesivas reuniones de representantes del gobierno  con el FMI y demás acreedores externos, consiguieron, al menos parcialmente,  mantener las negociaciones tendientes a hallar el modo de satisfacer los  intereses de ambas partes. El presidente también participó en varias reuniones  con los jefes de Estado de los países miembros del Mercosur para discutir su  implementación.             Durante los dos años (1993-1994)  que Itamar Franco ocupó la presidencia de Brasil, la participación directa del  Ejecutivo en el proceso legislativo representó el 74% del total de la  producción legislativa. En ese tiempo, el presidente emitió 518 MP’s, de las  cuales sólo 64 fueron aprobadas por el Congreso (38 sin modificaciones y 26 con  enmiendas) y ninguna fue formalmente rechazada.51             En el final de su  mandato, Itamar Franco apoyó la candidatura del ministro de Economía, Fernando  Henrique Cardoso, a la presidencia de la República. Al dejar  el gobierno a fines de diciembre de 1994, su índice de popularidad estaba entre  los más altos a nivel nacional.             Respaldado en la  aceptación del Plan Real, Cardoso  decidió postularse a la presidencia componiendo una inesperada  alianza entre su partido, el PSDB y el PFL. En agosto de 1994 la candidatura  definitiva a la vicepresidencia recayó en el fundador del PFL, Marco Antonio de Oliveira Maciel, en reemplazo del senador por el  Estado de Alagoas, Guilherme Palmeira, a raíz de denuncias sobre  irregularidades en el destino de fondos presupuestarios que pesaban en su  contra. En Octubre de 2004, contando con el apoyo total  del PSDB, el PFL, el Partido  Progressista Brasileiro (PPB, actual PP) y de parte del PMDB, Cardoso derrotó en primera vuelta al candidato del PT, Luíz Ignacio  da Silva, con el 54% de los votos. El 1º de enero de 1995 dio comienzo el vigésimo quinto período de  gobierno republicano.             Cardoso logró mantener la coalición preelectoral durante los ocho años en  que estuvo al frente del Poder Ejecutivo, lo cual habría dado cierta  estabilidad política al Brasil. En su primer mandato, consiguió la aprobación  de una enmienda constitucional que habilitó la opción de reelección para los  cargos electivos del Ejecutivo, siendo el primer presidente brasileño en ser  reelecto (1998). Durante su gobierno hubieron diversas denuncias de corrupción,  entre las que destacaron las acusaciones de compra de parlamentarios para la aprobación  de la reelección y las de haber favorecido a determinados grupos financieros en  el proceso de privatización de empresas estatales. 9-  EL PACTO DE OLIVOS, LA REFORMA   CONSTITUCIONAL ARGENTINA DE 1994 Y EL CAMINO A LA REELECCIÓN DE MENEM             Después  de 1983, año en que Argentina empieza la transición a la democracia, distintos  proyectos de reforma de la   Constitución comenzaron a plasmarse en diversos ámbitos  institucionales y fueron presentados en el Congreso por legisladores  provenientes del justicialismo, el radicalismo, la democracia cristiana y el  socialismo. Ya en los ‘90, la necesidad de la reforma era compartida por gran  parte de las fuerzas políticas. Sin embargo el debate constitucional, reflejaba  la desconfianza mutua entre radicales y peronistas ante el establecimiento y  respeto de las reglas de juego consagradas. El Pacto de Olivos, fue resultado  de esta falta de consenso explícito y producto de necesidades políticas claras  del partido en el gobierno (PJ), de la oposición y de los líderes que la  impulsaran: Menem, en su primer período presidencial, y Alfonsín, ex presidente  y líder del principal partido opositor (UCR).
 En 1993, el proceso  reformista se aceleró y la mayoría del bloque justicialista del Senado  introdujo un proyecto de ley declarativa de necesidad de cambio constitucional,  que después de ciertas discusiones, resultó aprobado con modificaciones  (Proyecto Bravo). Pero en la   Cámara de Diputados no logró la aprobación de los dos tercios  exigida por el artículo 30 de la Constitución Nacional  para su reforma.
             Ante  este fracaso, el Poder Ejecutivo decidió convocar, mediante el decreto 2181 del  22 de octubre de 1993, una consulta popular no vinculante para que la  ciudadanía se expresara en relación a la necesidad o no de reformar la Constitución de 1853.  Más allá de la reacción de la oposición que juzgó a la consulta como  inconstitucional, ésta no tuvo lugar ya que el 14 de noviembre Menem y Alfonsín  sellaron mediante el Pacto de Olivos la suerte de la reforma a cambio de mutuas  concesiones. Menem logró que se admitiera la posibilidad de reelección  presidencial y Alfonsín consiguió que se incluyera a un Jefe de Gabinete de  Ministros que recortaría los poderes del presidente.             El Acuerdo  de la Rosada,  suscripto por ambos líderes el 13 de diciembre de 1993 y que complementaba al  Pacto de Olivos, fue producto de la labor de juristas de ambos partidos que  postulaban las opiniones favorables de los respectivos órganos partidarios y  los trabajos realizados por sus comisiones técnicas. El convenio tuvo 3 partes:  el núcleo de coincidencias básicas, temas que deberían ser habilitados para el libre debate en la Asamblea Constituyente  y
 modalidades de instrumentación del Pacto.
 
 El texto del Pacto de Olivos  fue presentado a la Cámara  de Diputados que se constituyó en Cámara de Origen, y lo aprobó sin  modificaciones. Luego pasó al Senado, que enmendó el proyecto en la cuestión de  la reducción del mandato de los senadores a 4 años. La iniciativa no volvió a Diputados  como hubiera debido ocurrir de acuerdo al trámite legislativo previsto en el artículo  71 de la Constitución,  sino que se remitió directamente al Poder Ejecutivo. El 29 de diciembre el presidente  promulgó la Ley  24.309 que estableció dos áreas de reforma:
 
                  El Núcleo  de Coincidencias Básicas: autorizaba la reelección inmediata del presidente, se  creaba la figura del Jefe de Gabinete de Ministros, aumentaba la cantidad de  Senadores por provincia a tres, se contemplaban los decretos de necesidad y  urgencia y la delegación legislativa. Se erigía el Consejo de la Magistratura como  órgano de gobierno del Poder Judicial. Esta parte de la ley de la reforma de la  constitución, debía ser votada en conjunto, llamándose a este procedimiento  “paquete cerrado”.    
                  La otra  parte de la Ley  estaba expuesto al debate abierto y segmentado de cada tema. Los puntos que contenía  era la relación Nación/Provincias, los partidos políticos, el sistema  electoral, la autonomía municipal, el ministerio público, atribuciones del  Poder Ejecutivo y Legislativo, derechos de los aborígenes, del consumidor, del  usuario, libre competencia, defensor del pueblo, etc. La elección de los  convencionales constituyentes se realizó el 10 de abril de 1994, conforme al  decreto que las convocaba 2754/93. Los partidos del Pacto de Olivos, lograron  el 58% de los votos, que significaron un 40% del padrón electoral, a raíz del  alto porcentaje del voto en blanco y del abstencionismo. Se eligieron 305  diputados constituyentes, de los cuáles el Partido Justicialista obtuvo 136  bancas, la UCR  75, el Frente Grande 32, el Modín 20 y los restantes partidos 42 bancas. Por lo  tanto, nadie contó con la mayoría absoluta ni con quórum para sesionar. La Asamblea inició sesiones  el 25 de mayo de 1994 y las concluyó el 22 de agosto, tal como se había  previsto. El Presidente de la misma fue el Senador Eduardo Menem, quien a su  vez era Presidente del Senado.
 
 La nueva Constitución contiene  129 artículos, a comparación de la anterior que poseía 110.
 A la Primera Parte  de la Constitución  se ha agregado un Capítulo Segundo denominado “Nuevos Derechos y Garantías”. En  la Segunda Parte,  a la sección del Poder Legislativo, se sumaron dos capítulos más que tratan de  la “Auditoria General de la   Nación” y del “Defensor del Pueblo”. También se agregó otra  sección, sobre el Ministerio Público, concebido en su momento como un cuarto  poder, por tener autonomía funcional y autarquía jerárquica (artículo 120). El  Ministerio Público y el Consejo de la Magistratura, son entendidos como órganos extra  poder, al no depender de la   Corte Suprema de Justicia. La creación de órganos extra poder  y la alteración de la organización de cada poder del Estados fueron dos  características predominantes resultado de la reforma.
 
 Si bien con la creación del  Jefe de Gabinete de Ministros que ejerce la administración general del país (artículo  100) y es responsable políticamente ante el Congreso de la Nación que puede removerlo  por el voto de la mayoría absoluta de los miembros de cada Cámara (artículo  101) algunos consideraron que estas características pondrían a Argentina más  cerca de un sistema parlamentario, esto no es tan así, ya que el Presidente  nombra al Jefe de Gabinete y puede removerlo discrecionalmente, con lo cual si  bien tiene competencias constitucionales, su estabilidad depende de la decisión  presidencial.
 
 El mandato presidencial se  redujo de 6 a  4 años, con posibilidad de reelección inmediata. Se otorgó al presidente el  derecho constitucional de emitir decretos de necesidad y urgencia, salvo en las  áreas de legislación penal, tributaria, electora o de partidos políticos. Los  decretos deberán ser enviados en diez días a consideración de la Comisión Bicameral  Permanente del Congreso, la cual deberá elevar un despacho a cada Cámara para  su tratamiento.
 
 La Constitución dio  jerarquía constitucional y, por lo tanto, superior a las leyes, a los Tratados  Internacionales y concordatos con la Santa   Sede suscriptos por la Nación (artículo 75, inciso 22). Las provincias  pueden crear regiones para el desarrollo económico y social, así como celebrar  convenios internacionales bajo ciertos recaudos. La Ciudad de Buenos Aires fue  dotada de un gobierno autónomo y su propio Estatuto Organizativo (artículo  129). Respecto a la distribución de los recursos entre Nación y provincias, en  el artículo 75 se estableció el régimen de coparticipación impositiva sobre la  base de una ley convenio entre Nación y provincias aunque no se fijó la cuota  que cada parte recibirá.
 
 En el nuevo texto se  establecen los derechos de resistencia a la opresión contra autoridades de  facto, el sufragio es determinado como universal, secreto, obligatorio e igual,  se constitucionalizan los partidos políticos y se impone al Estado la responsabilidad  de financiarlos.
 También aborda los derechos de iniciativa popular de leyes y la sanción de  ellas por el electorado (artículo 40). Por otra parte, regula el recurso amparo,  al hábeas data y al hábeas corpus (artículo 43) y enuncia las reglas tutelares  para los aborígenes (artículo 75).
 
 La Convención Nacional  Constituyente introdujo modificaciones cualitativas en la estructura de los  tres poderes, e incluso en el sector de derechos sociales y personales. En el  plano federal, una modificación trascendental fue la incorporación del tercer  Senador por cada provincia. En conjunto, la nueva Constitución mantiene  contenidos pluralistas y principios del Estado Social y de justicia social e  incorpora derechos de tercera generación, como los relacionados con la ecología  y los consumidores.52
           Una  vez en vigencia la nueva Constitución que permitía (y permite) la reelección  presidencial, el camino para continuar en el poder estaba institucionalmente despejado. El 14 de mayo de 1995 se  realizaron las elecciones presidenciales y la fórmula Carlos Menem-Carlos  Ruckauf (PJ) se impuso en primera vuelta tras obtener el 43,03% de los votos  contra el 21,7% de José Octavio Bordón-Carlos “Chacho” Álvarez (FREPASO)53,  habiendo quedado la UCR  relegada al tercer puesto.              Después de la reelección,  las cosas empezaron a cambiar. Si bien en su segundo mandato Menem mantuvo las  políticas económicas de su primera etapa de gobierno, comenzó una  crisis económica  mundial que trajo recesión y ajuste en el tercer trimestre de 1998, mientras se  disparaban el déficit, el endeudamiento y la desocupación. Nuevas acusaciones  de corrupción tendrían como consecuencia un descenso de su popularidad. 11-  CONCLUSIONES           Si  bien tanto Menem como Collor al asumir la presidencia en sus respectivos países  decidieron encarar reformas económicas y estructurales, el contexto histórico,  social, económico y político en el cual debieron actuar fue muy diferente.  Incluso sus apoyos y discursos preelectorales fueron distintos ya que mientras  Menem representaba a uno de los partidos políticos con mayor alcance nacional  (Partido Justicialista) y hablaba de “revolución productiva”, Collor contaba  con el apoyo mediático de la cadena O Globo, con un partido construido  específicamente con miras a las elecciones (Partido de Reconstrucción Nacional)  y hablaba de reformas económicas y del Estado. Uno (Collor) mantuvo su postura  reformista hasta el día en que presentó la renuncia, el otro (Menem) cambió su  discurso al día siguiente de haber asumido el cargo.             Ambos tuvieron a su favor  el desprestigio de sus antecesores y el apoyo ciudadano a un cambio de rumbo.  Ambos llegaron a la presidencia en un contexto social y económicamente adverso,  con crisis hiperinflacionarias y altos índices de desempleo. Ambos comenzaron una  gestión de gobierno proactiva, centrada en el liderazgo presidencial ante la  necesidad de dar respuestas rápidas a los graves problemas nacionales. Pero  mientras que Menem comprendió rápidamente que debía conseguir apoyo  parlamentario para poder imponer su agenda, Collor no lo hizo y actuó  convencido de que el apoyo ciudadano lo habilitaba para gobernar sin tener en  cuenta al Congreso. Ambos contaban con amplios poderes constitucionales para  gobernar, pero mientras que Menem pudo sumar poderes partidarios, Collor ni  siquiera se molestó en conseguirlos.             Menem armó rápidamente una  coalición firme de gobierno con partidos conservadores, liberales y el propio PJ  disciplinado. Collor recurrió a coaliciones ad hoc que rápidamente se mostraron  inconsistentes. Ambos recurrieron al uso de decretos de necesidad y urgencia o  medidas provisorias, sólo que para el argentino fueron un mecanismo más de  legislación, útil cuando fallaban los procedimientos habituales de negociación  o cuando el tiempo apremiaba, mientras que para el brasilero se convirtieron en  el arma legislativa por excelencia, capaz de pasar por encima del Congreso.             No fue la fragilidad ni la  indisciplina de los partidos políticos brasileros sino la debilidad de Collor  para comprender su fortaleza en el ámbito legislativo, lo que complicó la  implementación de las medidas tendientes a desindexar los salarios y reducir el  empleo público. Si bien a cambio de incentivos selectivos, traducidos en  designaciones o recursos, logró contar con el apoyo de legisladores  individuales, no pudo armar una base de sustentación sólida.              No fue la arbitrariedad de Menem para  neutralizar a los actores de veto potenciales (sindicatos, oposición, Fuerzas  Armadas, Poder Judicial, empresariado, acreedores externos) sino su habilidad  para seducirlos a través del ofrecimiento de pagos colaterales e incentivos  selectivos y colectivos lo que le permitió contar con su colaboración en el  proceso de reformas y consolidar un liderazgo presidencial fuerte.             Al comienzo de este trabajo  se planteó, partiendo desde una concepción a priori, una hipótesis que decía  que “entre 1989 y 1995 el presidente argentino Carlos Saúl Menem, mediante la  neutralización de los potenciales actores de veto, habría logrado construir un  liderazgo presidencial fuerte mientras que en el caso brasilero las prácticas  paraconstitucionales habrían impedido la concreción de uno similar durante el  mismo período”. Si bien la primera parte estaría provisoriamente corroborada,  la segunda necesita un análisis más detallado.             Al momento de hablar de  prácticas paraconstitucionales, se tenían en mente algunos de los mecanismos  vigentes en los Estados Unidos que bien podrían aplicarse al caso brasilero: fuerte  federalismo, partidos indisciplinados y territorialmente atados. Al avanzar en  el desarrollo se comprobó que el federalismo brasileño es realmente fuerte y  que los gobernadores han sido actores claves desde la redemocratización y aún  antes de ella, que tienen mucha influencia sobre los diputados y senadores de  su partido y que los legisladores tienen fuertes lealtades locales que a menudo  superan sus compromisos para con el presidente. El sistema electoral vigente  para la elección de diputados nacionales favorece la fragmentación partidaria,  sin embargo, la indisciplina de los partidos en el Congreso bien podría no ser  tal y los intentos de armar coaliciones estables de gobierno habrían fracasado  con Collor pero no con Franco y aún menos con Cardoso.              El alejamiento de Collor de  la presidencia a fines de 1992 fue un ejemplo de control interórgano del  Legislativo sobre el Ejecutivo. Pero fue aún más claro el funcionamiento de  otro control interórgano: el control del electorado frente a los otros  detentadores del poder. Fue gracias a la reacción de la ciudadanía ante las  denuncias de corrupción que el Congreso decidió continuar y profundizar las  investigaciones, que los allegados al presidente en el ámbito legislativo  comenzaron a tomar distancia dejándolo solo y que fue posible iniciar y  concluir un proceso de impeachment.             Así que la segunda parte de  la hipótesis estaría refutada: no fueron las prácticas paraconstitucionales  sino los mecanismos institucionales impulsados por la sociedad civil los que  determinaron el alejamiento de Collor de la presidencia sin que por ello haya  peligrado el régimen político democrático. ANEXOS Anexo  1:  Resumen de las constelaciones de poderes  presidenciales sobre la legislación en las constituciones Latinoamericanas. 
                  
                    
                      | Autoridad legislativa del presidente, según la Constitución | Configuración de poderes | Ejemplos  |  
                      | Potencialmente dominante | Decreto, veto fuerte, introducción    exclusiva | Chile 1980-89Colombia 1968-91
 |  
                      | Decreto, veto fuerte | ArgentinaEcuador
 |  
                      | Proactivo | Decreto, veto débil, introducción    exclusiva | Brasil 1988Colombia 1991
 |  
                      | Decreto, veto débil | Perú 1979 y 1993 |  
                      | Reactivo | Veto fuerte, introducción exclusiva | Brasil 1946Chile antes de    1973
 Uruguay
 |  
                      | Veto fuerte | BoliviaRepública Dominicana
 El Salvador
 Panamá
 |  
                      | Potencialmente marginal | Sin veto | Costa RicaHonduras
 México
 Nicaragua
 Paraguay
 |  Fuente: Presidencialismo y democracia en América LatinaScott Mainwaring y Matthew Shugart  (2002)
 Anexo 2:  Leyes electorales y  partidarias en América Latina. Disposiciones para control partidario sobre los  candidatos legislativos. Cámara Baja. 
                  
                    | Disposición para control    partidario sobre los candidatos | Lista cerrada y bloqueada | Mixto: lista cerrada y bloqueada    con RP y distritos uninominales | Lista cerrada y bloqueada con    primarias | Lista por facciones(sublemas)
 | Lista cerrada con voto    preferencial | Lista cerrada con voto    preferencial con “candidato nato” | Lista preferencial (voto    efectivo único no transferible) |  
                    | Control de la elección del    candidato | Sí | Sí | No | Sí | Sí | No | No |  
                    | Control del orden de elección | Sí | Sí/No | Sí | No | No | No disponible | No |  
                    | Votos compartidos entre los    candidatos de los partidos o las listas dentro de los partidos | Sí | Sí/ No    disponible | Sí | Sí | Sí | Sí | No |  
                    | Ejemplos en América Latina | Argentina | México | Costa Rica | Uruguay | Chile  | Brasil | Colombia |  Fuente: Presidencialismo y democracia en América LatinaScott Mainwaring y Matthew Shugart  (2002)
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                    Vanesa Elizabeth Túńer Universidad de  Buenos Aires. Facultad de Ciencias Sociales. Carrera de Ciencia Política. 
                2 Karl Loewenstein (1982): Controles  interórganos entre el Parlamento y el Gobierno, en “Teoría de la Constitución”. Barcelona. Editorial Ariel.  P. 252.  
                    
                        3 Scott Mainwaring y Matthew Shugart (2002): “Presidencialismo  y democracia en América Latina” . Buenos Aires. Paidós. Pp. 11 y 12.  
                      4 Scott Mainwaring y Matthew Shugart  (2002), ibídem, pp. 20 y 21. 
                      5 Scott Mainwaring y Matthew Shugart  (2002), ibídem, pp. 17 y 18. 
                    
                        6 La capacidad relativa del Ejecutivo para  controlar la agenda legislativa por medio de decretos, está supeditada al tipo  de normas que regulan la aprobación de estos instrumentos, a la estructura del  Congreso (bicameral o unicameral) y al grado de respaldo partidario de que  disfruta el propio Ejecutivo dentro de la Legislatura. Las  normas establecen si el Legislativo puede introducir enmiendas (tratamiento  legislativo a libro abierto) o si su poder se limita a aceptar o rechazar el  decreto como un todo (tratamiento legislativo a libro cerrado), y al tipo de aprobación/rechazo  legislativo del decreto, pudiendo ser explícita (el decreto permanecerá como  ley a futuro sólo si recibe la aceptación explícita del Congreso y ante la  falta de pronunciamiento la medida caduca al concluir el plazo constitucional  fijado para dicho efecto) o tácita (el decreto se mantendrá como ley salvo que  sea expresamente rechazado por el Legislativo en forma conjunta, siendo tanto  el silencio como la falta de acuerdo interparlamentario suficientes para que el  mismo continúe vigente). Las reglas que se adopten determinarán tanto la  capacidad del Ejecutivo para alterar el status quo como la del Legislativo para  impedirlo o limitarlo. 
                      Para más información, véase Gabriel Negretto (2002): “¿Gobierna solo el  presidente? Poderes de decreto y diseño institucional en Brasil y Argentina” .  Desarrollo Económico. Revista de Ciencias Sociales, volumen 42, número 167.  Octubre-diciembre de 2002. Pp. 377-387.  
                      7 Scott Mainwaring y Matthew Shugart (2002),  ibídem, pp. 55. 
                      8 Scott Mainwaring y Matthew Shugart (2002),  ibídem, pp. 256 y 257. 
                      9 Fred W. Riggs (1988): La supervivencia del presidencialismo en Estados Unidos: Prácticas  paraconstitucionales, en Consejo para la Consolidación de la Democracia (comp): “Presidencialismo  vs. Parlamentarismo”. Buenos Aires. EUDEBA. P. 45. 
                      10 Fred W. Riggs (1988), ibídem, p. 59. 
                      12 Véase Bianor Scelza  Cavalcanti (2007): “El Gerente Ecualizador: estrategias de gestión para el  sector público”. Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Proyecto de Modernización  del Estado. Jefatura del Gabinete de  Ministros. P. 182 y 183. 
                      13 Véase Juan Carlos Torre (1998): “El  proceso político de las reformas económicas en América Latina” . Buenos Aires.  Paidós. Pp. 3 a  36.  
                    14 Mario Toer (2007): “De Moctezuma a Chávez. Repensando la historia de América Latina”. Buenos Aires. Ediciones Cooperativas. P. 129.  
                    15 Véase Scott Mainwaring (1996): “La democracia en Brasil y el  cono sur: Éxitos y problemas”. Agora, Cuadernos de Estudios Políticos, año  3, número 5. Invierno de 1996. Pp. 143 y 144.  
                    17 Véase “Raúl Alfonsín”, ibídem. 
                    18 Mario Toer (2007), op. cit., p. 137. 
                    19 Véase Bianor Scelza Cavalcanti (2007), op.  cit., pp. 187 y 188.Véase también Scott Mainwaring y Matthew Shugart (comp.) (2002), op. cit, pp. 101-104.
 20 Leôncio Martins Rodrigues (2003): “La clase política  brasileña. Un estudio de las bancadas partidarias en la Cámara  de Diputados”. Buenos Aires. Ediciones La Crujía.   P. 26.   21 Argelina Cheibub  Figueiredo y Fernando Limongi (1999): “Mudança constitucional,  desempenho do Legislativo e consolidação institucional”. Pp. 1 y 2.En: http://www.anpocs.org.br/portal/publicacoes/rbcs_00_29/rbcs29_10.htm ** La Constitución del 88, en lo que se refiere al poder legislativo, aprobó  dos conjuntos distintos y, puede ser dicho, contradictorios de medidas. Por un  lado, los constituyentes aprobaron una serie de medidas tendientes a fortalecer  al Congreso, recuperando de este modo los poderes sustraídos al Legislativo a  lo largo del período militar. Por otro lado, la Constitución del 88 mantuvo  muchos de los poderes legislativos con los cuales el poder Ejecutivo fue dotado  a lo largo del período autoritario. De esa forma, no fueron revocadas muchas de  las prerrogativas que permitieron al Ejecutivo dirigir el proceso legislativo  durante el régimen militar. (…) La más importante de las conquistas del  Congreso, consagrada por la nueva carta, es sin duda la redefinición de su  participación en el proceso presupuestario y en el control de las finanzas  públicas. (Traducción de la autora).  22 Véase “Constituição  da República Federativa do Brasil. Texto promulgado em 5/10/1988”. En PDF.24 Juan Carlos Torre (1998), op. cit, p. 52En: http://www.senado.gov.br/sf/legislacao/const
 
                    
                        24 Liliana De Riz (1994): “Radicales y Peronistas: el  Congreso Nacional entre 1983 y 1989” .  CEAL/Instituto de Investigaciones de la Facultad de Ciencias Sociales-UBA. Buenos Aires. 
                     
                      25 Juan Carlos Torre (1998), op. cit, p. 47. 
                      26 Juan Carlos Torre (1998), ibídem, p. 47. 
                      27 Osvaldo M. Iazzetta  (1997): “Capacidades técnicas y de gobierno en las privatizaciones de Menem  y Collor de Mello”. Desarrollo Económico, volumen 37, número 146. Julio-  septiembre 1997. P. 277. 
                      28 De los 625 proyectos de ley sancionados por el Congreso entre julio  de 1989 y diciembre de 1993, el Poder Ejecutivo vetó en forma total 37  proyectos y en forma parcial 41. En los casos de veto parcial, recurrió a la  promulgación parcial del texto en aquellas partes que no habían sido vetadas.  El Ejecutivo utilizó el veto cuando el Congreso dejó sin efecto algunas normas  de los decretos de necesidad y urgencia o cuando sancionó leyes que no  coincidían con la política adoptada mediante los mismos.Para mayor  información véase Delia Ferreira Rubio y Mateo Goretti (1995): “Cuando el presidente  gobierna solo. Menem y los decretos de necesidad y urgencia hasta la reforma  constitucional (julio 1989-agosto 1994)”. Desarrollo Económico. Revista de  Ciencias Sociales, volumen 36, número 141. Abril-junio 1995. Pp. 445 y 446.
 
                      30 Juan Carlos Torre (1998), op. cit., p. 52. 
                      30 Scott Mainwaring (1996), op. cit., p.152. 
                      31 Juan Carlos Torre (1998), op. cit., p. 53. 
                      32 Osvaldo M. Iazzetta  (1997), op. cit., p. 265. 
                      33 Organismo creado en 1952 con el nombre de Banco  Nacional de Desarrollo Económico y que en 1982 pasó a denominarse Banco  Nacional de Desarrollo Económico y Social, formador de una tecnocracia  profesional altamente competitiva y que ha logrado mantenerse relativamente al  margen de las presiones políticas e intereses socioeconómicos predominantes. Es una empresa pública  federal, vinculada al Ministerio de Desarrollo, Industria y Comercio Exterior,  que tiene como objetivo financiar a largo plazo emprendimientos que contribuyan  con el desarrollo del país, fortalecer la estructura de capital de las empresas  privadas y el desarrollo del mercado de capitales. Se destaca también en el  apoyo a las inversiones sociales direccionadas a la educación y salud,  agricultura familiar, saneamiento básico ambiental y transporte colectivo.
 Para más información, véase  Bianor Scelza Cavalcanti (2007), op. cit., p. 191.
 
                      34 Osvaldo M.  Iazzetta (1997), op. cit., p. 266. 
                      35 Juan Carlos Torre (1998), op. cit., p. 53. 
                      36 Véase Argelina Cheibub Figueiredo y Fernando  Limongi (1999), op. cit., pp. 5-14. 
                      37 Osvaldo M. Iazzetta (1997), ibídem, p. 280. 
                      38 Scott Mainwaring y Matthew Shugart (comp.) (2002), op. cit., p. 107. 
                      39 Osvaldo M. Iazzetta (1997), op.  cit., pp. 268 y 269. 
                      40 Osvaldo M. Iazzetta (1997), ibídem, p. 272. 
                      41 Osvaldo M. Iazzetta (1997), ibídem, p. 281. 
                      42 Si bien recién con la Reforma Constitucional  de 1994 fueron incorporados como mecanismos institucionales, en diciembre de  1990 la Corte Suprema  de Justicia determinó su validez constitucional sujeta a dos condiciones: la  existencia de un serio peligro social que haga necesario adoptar medidas  rápidas y que el Congreso no adoptara medidas diferentes al decreto en los  temas relacionados con la política económica en cuestión. Por otra parte, la Corte consideró que el  silencio del Congreso era prueba suficiente de consentimiento legislativo  (aprobación tácita) y que si los legisladores deseaban aprobar los decretos con  enmiendas o derogarlos el Ejecutivo podía rechazar las reformas y sostener el  veto en sus términos originales (recuérdese que en Argentina los presidentes  cuentan con un poder de veto total y parcial fuerte ya que para revertirlo es  necesaria una mayoría calificada de 2/3 de los votos en cada cámara). Para mayor información,  véase Gabriel Negretto (2002), op. cit., pp. 394-396.
 
                      43 Delia Ferreira Rubio y Mateo Goretti (1995), op. cit., p. 448. 
                      44 Véase Guillermo Molinelli (1996): “Relaciones  Presidente-Congreso en Argentina. 1983-1995”. Revista Posdata/2. Buenos Aires.  Noviembre de 1996. Pp. 3-7.Véase  también Ana María Mustapic (2000): “Oficialistas y diputados: las relaciones  Ejecutivo-Legislativo en la   Argentina”. Desarrollo Económico. Revista de Ciencias  Sociales, volumen 39, número 156, IDES. Buenos Aires. Enero-marzo de 2000. Pp.  582-595.
 Desde la  perspectiva del equilibrio de poderes, el veto/promulgación parcial inclina  fuertemente la balanza a favor del Ejecutivo al disminuir la capacidad de  control legislativo por parte del Congreso.
 
                    
                        45 Fundación creada el 28 de agosto de 1942 por el  presidente Getulio Vargas con   el objetivo de prestar asistencia social a la población  carente. A través de sus programas, inclinados a la mortalidad infantil, el  desarrollo físico y psicosocial del niño en la franja de 0 a 6 años, a la reintegración  del anciano al medio social, al apoyo de discapacitados, a la inclusión social  para el ejercicio de la ciudadanía, al incentivo de iniciativas empresariales,  se transformó, en la segunda mitad de la década de 1980, en la mayor agencia de  desarrollo social de América Latina. En 1995, luego de convivir con una  sucesión de desgastes gerenciales a partir de 1990, la LBA dejó de existir. 
                      Para mayor información, véase Bianor Scelza Cavalcanti (2007), op. cit., p. 194.  
                      46 Osvaldo M. Iazzetta (1997), ibídem,  p. 283. 
                      48 “Itamar Franco. 1992-1994”. En: http://elogica.br.inter.net/crdubeux/hfranco.html
 ** En abril de 1993,  cumpliendo con lo previsto en la Constitución, el gobierno realiza un plebiscito  para la elección de la forma y del sistema de gobierno en Brasil. Casi el 30%  de los votantes no se presentó al plebiscito o anularon el voto. De los que  comparecieron ante las urnas, el 66% votó a favor de la república, contra el  10% favorable a la monarquía. El presidencialismo recibió cerca del 55% de los  votos, al tiempo que el parlamentarismo obtuvo el 25% de los votos. En función  de los resultados, fue mantenido el régimen republicano y presidencialista.  (Traducción de la autora).
 
                      49 Scott Mainwaring y Matthew Shugart (comp.) (2002),  op. cit., p. 108. 
                      50 Scott Mainwaring (1996), op. cit., p.153. 
                      51 Véase Argelina Cheibub Figueiredo y Fernando  Limongi (1999), op. cit., pp. 5-7. 
                      52 Véase (1996): “Constitución  de la Nación Argentina. Santa Fe. Paraná. 1994”. Buenos Aires. Producciones  Mawis. Pp. 5-59.Véase también  Política y actualidad: “Constitución Nacional”, op. cit.
 
                      54 El Frente  País Solidario (FREPASO) fue una confederación de partidos políticos de  Argentina constituida en 1994 por el Frente Grande, el partido PAIS, la Unidad Socialista  integrada por los partidos Socialista Popular y Socialista Democrático, y el  Partido Demócrata Cristiano. En 1994 el FREPASO realizó un proceso electoral abierto para elegir entre  Álvarez y Bordón para la candidatura a Presidente de la Nación, en la cual se impuso  éste último, aunque el resultado no estuvo nunca claro. En las elecciones  presidenciales de 1995 el FREAPASO relegó a la UCR por primera vez en su historia al tercer  lugar y se constituyó en la tercera fuerza en la Cámara de Diputados de la Nación. De todas  maneras el FREPASO carecía de una fuerza electoral estable más allá de su  penetración en sectores del electorado urbano, particularmente en Capital  Federal, Gran Buenos Aires y Rosario.Se disolvió de hecho luego de la crisis política de diciembre de 2001.Véase “Frente País Solidario”.
 En: http://es.wikipedia.org/wiki/FREPASO
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