Revista Nº17 " ECONOMIA"
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RESUMEN

 

            Al final de la Década Perdida que ocurrió en América Latina durante los años ochenta, casi todos los países en la región buscaban un modo de servir las deudas nacionales. Los grandes organismos financieros internacionales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial accedieron a proveerles de los fondos necesarios a condición de que se iniciaran en las políticas del mercado libre.

            En las últimas dos décadas, este sistema de reformas con condiciones ha sido implementado alrededor del mundo para ayudar a las naciones a mejorar el estado de sus economías y a evitar moras en las deudas exteriores.  No obstante, hay países en muchas regiones diferentes que siguen cayendo en crisis y, a veces, entrando en mora.

            El objetivo del presente trabajo es analizar comparativamente los liderazgos de Jorge Luis Batlle Ibáñez en la República Oriental de Uruguay y de Fernando de la Rúa en la República Argentina durante las crisis financieras ocurridas después del giro al capitalismo neoliberal y la menor participación del estado para establecer cuáles serían las razones por las que Uruguay pudo evitar una mora en los pagos de sus préstamos exteriores y Argentina no.

 

ABSTRACT

 

            At the end of the Lost Decade that occurred throughout Latin America during the 1980’s, nearly all of the countries in the region were looking for a way to service the national debts.  The large, international financial institutions like the International Monetary Fund and the World Bank acceded to provide them with the necessary funds on the condition that they initiated a series of free-market policies.

 

            In the last two decades, this system of conditionalities has been implemented across the world in order to help nations improve the state of their economies and consequently avoid defaults on their external debts.  Nevertheless, there are countries in many different regions that continue falling into crisis and, sometimes, entering in default.

            The objective of the work is to comparatively analyze the leaderships of Luis Batlle Ibanez and Fernando de la Rua in Uruguay and Argentina respectively during the financial crisis that occurred after the turn to neoliberal capitalism and minimized state participation in order to establish why Uruguay was able to avoid a default on the payments of its external loans and not Argentina.

 

 

Liderazgo político y crisis financieras: una aproximación al Uruguay de Jorge Batlle y a la Argentina de Fernando de la Rúa (2001-2002)

 

Por: Ariel Jean-Diane Dickson[1]

 

INTRODUCCIÓN

Durante los primeros años ochenta, Latinoamérica estaba buscando una respuesta a la crisis económica regional.  Durante los cincuenta años anteriores, estos países aplicaron un modelo de desarrollo llamado Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI), el cual enfocaba en el desarrollo interno por impulsar la manufactura doméstica.  Para lograr este nuevo nivel de proteccionismo, los gobiernos emplearon tarifas y cuotas que restringían las importaciones extranjeras y utilizaban una tasa de cambio sobrevaluada que hizo que los productos extranjeros fuesen más caros (Smith; 2005:59).  Desafortunadamente, este modelo fracasó en crear producción independiente y exitosa porque no perdieron nunca la dependencia del capital extranjero. 

Hacia las finales de la década de los ochenta, Uruguay y Argentina intentaron solucionar las crisis fiscales de los estados a través de la implementación de las políticas del libre mercado por sugerencia de los organismos financieros internacionales. Históricamente, tanto Uruguay como Argentina han tenido historias y culturas muy parecidas a causa de su patrimonio y de su proximidad geográfica dado que las ciudades más pobladas de los dos países están ubicadas en el Río de la Plata.  Es por ello que se han parecido más o menos intercambiables en el mundo.  Esta misma similitud aún se extendió después de la implementación del Consenso de Washington cuando los dos países se encontraban con otras crisis fiscales.

Sin embargo, al proseguir estas condiciones establecidas por el FMI y el BM, solamente uno de los dos países cayó en mora al principio del siglo XXI: la Argentina. En cambio, hubo varias razones que finalmente le pusieron freno a la corrida de la crisis uruguaya.

A pesar de tener un contexto cultural similar y también de haber proseguido políticas parecidas, excepto las privatizaciones de las empresas públicas, la implementación de reformas tuvo resultados distintos para ambos países.

Es por todo esto, que en el siguiente artículo nos proponemos analizar las diferencias entre el contexto de las crisis financieras en el Uruguay y en la Argentina durante los años 2001 y 2002.  Para ello en el primer capítulo desarrollaremos las políticas económicas del Consenso de Washington llevadas a cabo por estos países durante los años noventa y la percepción mundial de los mismos durante esa época. En segundo lugar analizaremos los liderazgos de Fernando de la Rúa en la Argentina y de Jorge Batlle en el Uruguay en el contexto de su acción o inacción durante el período de crisis, considerando la política económica perseguida. En el tercer capítulo examinaremos los impactos de estas decisiones con respecto a sus consiguientes reputaciones mundiales y la estabilidad de los países a corto plazo y a largo plazo.  A modo de conclusión, intentaremos dilucidar los motivos por los cuales Argentina entró en mora de los pagos de la deuda y Uruguay no lo hizo.

 

 

MARCO TEÓRICO

 

            El marco general sobre las crisis financieras al comienzo del siglo XXI se abordará a partir de los trabajos de Claudio Paolillo con respecto al Uruguay, Thomas Skidmore, Peter Smith y James Green sobre la Argentina y complementado por lo de Oliver Stone y Peter Smith.

            La investigación sobre los gobiernos de los presidentes Jorge Batlle y Fernando de la Rúa en este contexto de crisis fiscal se servirá principalmente de los trabajos de Claudio Paolillo y Mario Carranza.

            El marco histórico de los programas de ajuste estructural que promovía el FMI se desarrollará de los trabajos de Smith; Skidmore, Smith y Green; y Oliver Stone.

            Los trabajos y estudios de Ana Eiras y Veronica Montecinos con John Markoff se utilizarán para darle un análisis del estado económico de cada país antes de y durante la época.

            El contexto político de Argentina y Uruguay durante la época de crisis se desarrollará de los trabajos y estudios de Juan Luna y Julio Sevares.

            Las relaciones internacionales (específicamente con los Estados Unidos) y la fama de cada país en el ámbito mundial se servirán del trabajo de Richard Feinberg.

            Por último, en lo que específicamente se refiere a los impactos de las divergentes orientaciones económicas, se utilizará un discurso de post crisis en el caso de Uruguay, mientras que el caso de Argentina será tratado a partir de los estudios de Brad Setser y Anna Gelpern.

 

 

ANTECEDENTES HISTÓRICOS

 

Las políticas económicas del Consenso de Washington

 

            Los Programas de Ajuste Estructural (PAE) se refiere a los programas que esponsoreaba el Fondo Monetario Internacional que incluían, en general, financiamiento a cambio de condiciones que el país tenía que cumplir en lo monetario, en lo fiscal y en lo estructural.  Los PAE son diseñados específicamente para reducir los desequilibrios fiscales dentro de los países que toman préstamos.  Como la mayoría de la financiación para los préstamos del FMI procede de  las naciones que en la actualidad implementan las políticas neoliberales, estas ideas se difunden por los acuerdos financieros.  Estas metas aspiran reducir el rol del estado en la economía, apoyar el crecimiento del sector privado y liberalizar las políticas del comercio (Skidmore, Smith y Green; 2010:369).  Eso les exige a los países que enfoquen en la producción y el comercio para hacerse más orientados al mercado mundial.  Además, ya que los inversionistas quieren asegurar que los países no malversen ningún dinero restante que ya tienen en su posesión, los PAE imponen amplios recortes en los gastos públicos gubernamentales (Skidmore, Smith y Green; 2010:371).  En teoría, esto funciona para garantizar que se devuelvan los préstamos en un plazo prudente y que se utilicen efectivamente. A menudo, los países tomadores de préstamos fueron compelidos a adoptar todos los aspectos de los programas para evitar un debacle económico. Los planes reconstructivos radicales sostienen que, “the short-term pain of economic adjustment policies would unleash the productive energy of the free market, setting the country on the course to long-term economic growth and development”[2] (Stone; 2009).  Por ejemplo, la disminución de los gastos gubernamentales en primera parte resultaría en la pérdida de muchos beneficios sociales (como el salario mínimo y los sindicatos), pero eventualmente reduciría el déficit del gobierno.  Típicamente, estos programas consistían en una lista fija de metas y métodos para lograr estos objetivos.  Los Programas de Ajuste Estructural no eran diseñados con la intención de modificación para cada país ni región.  Como siempre, los países deudores recibieron los préstamos de modo desde arriba hacia abajo, y rápidamente siguieron las sugerencias fuertes del FMI para asegurar una entrada consistente de plazos y evitar exclusión de la economía mundial (Smith; 2005:115).

 

La fama de Uruguay en el ámbito internacional y su buena política

 

            Se puede decir que la crisis financiera de Uruguay empezó desde 1999 con la devaluación de Brasil que le había hecho perder a Uruguay 50% de sus exportaciones seguido por aumentos del petróleo, subidas de interés, adversidades climáticas que arruinaron cosechas de trigo y de cebada, la reaparición de la aftosa y, finalmente, la crisis argentina (Paolillo; 2004:211). Bajo el gobierno de Fernando de la Rúa, el Ministro de Economía de la Argentina, Domingo Cavallo, había convencido a sus compatriotas a imponer lo que llamaron el “corralito”. El “corralito” prohibía extraer de los bancos argentinos más de 250 dólares por semana a cada ahorrista. En Uruguay, los bancos tenían casi 16.000 millones de dólares y más del 45% de los depósitos en moneda extranjera (6.200 millones de 13.600 millones) pertenecían a no residentes quienes casi todos eran argentinos. Muchos de estos argentinos habían recalado en los bancos uruguayos para huir de la inseguridad permanente en que habían vivido durante todo el 2001 (Paolillo; 2004:20). El presidente Batlle sabía que si en argentina les prohibían sacar dinero del banco, los argentinos recurrirían a sus ahorros depositados en Uruguay. El presidente quería evitar que la tragedia en Argentina se repitiera en Uruguay, no obstante, el creía que “Uruguay era diferente” en sentido del sistema político, la comunidad financiera nacional e internacional y, a diferencia de la Argentina, en Uruguay la corrupción era marginal y no estructural y, en general, los uruguayos eran “más serios”.

            A diferencia de Argentina, desde el año 1974, el Uruguay había establecido los cambios institucionales necesarios para preservar las reformas económicas neoliberales.  Abrió su mercado al mundo lentamente pero consistentemente y se convirtió en una nación impresionante con un ingreso per cápita que había crecido más de sesenta por ciento durante los veinte años anteriores (Eiras; 2002:1).  Durante este período, las reformas económicas más importantes, como la liberalización financiera, fueron instituidas sin mayor privatización ni liberalización comercial profunda (Montecinos y Markoff; 2012:298).  Por ende, la nación pudo acostumbrarse a los cambios sin terapia de shock.  En ese respecto, el Uruguay era una mejor representación de las metas de los Programas de Ajuste Estructural del FMI.

Además, Uruguay tenía una tradición democrática más firme, estabilidad política e institucional asegurada y un gobierno sustentado por una sólida coalición de partidos (Paolillo; 2004:21). A pesar de que el Uruguay verdaderamente si era diferente a la Argentina, eso no pudo detener que el “virus argentino” cruzara el Rio de la Plata. Poco a poco, los efectos de la crisis en Argentina empezaron a surgir en Uruguay.

            Los argentinos empezaron a viajar a Uruguay a sacar sus ahorros de los bancos uruguayos ya que en Uruguay, el “corralito” no aplicaba. Esto fue el comienzo de la corrida bancaria en Uruguay que, solo en enero, se desaparecieron 200 millones de dólares (Paolillo; 2004:78). Viendo que el “corralito” estaba fuertemente afectando al Banco Galicia Uruguay, el Ministerio de Economía y del Banco Central uruguayos pidieron la autorización a la casa matriz en la Argentina de transferir el dinero necesario para hacer frente a los retiros que los clientes estaban haciendo de las sucursales uruguayas. Las autoridades argentinas nunca habilitaron esas transferencias (Paolillo; 2004:79). El gobierno uruguayo también decidió no ayudarle al Banco Galicia Uruguay con préstamos y más tarde vieron que esa decisión había sido un gran error. Esto causo una falta de credibilidad en el gobierno uruguayo que en esos momentos, era indispensable para que los uruguayos se sintieran seguros con su propia plaza financiera. En los días siguientes, José Rohm, un accionista del Banco Comercial (principal banco privado de Uruguay) y del grupo económico llamado “Grupo Rohm”, denuncio en Suiza ante los socios internacionales de la institución un fraude (estafa de bonos) de su hermano Carlos Rohm, jefe del grupo. Sintiéndose traicionados, los otros representantes miembros del Grupo Rohm decidieron no ayudar al Banco Comercial y dejarlo caer con unos 1.500 millones de dólares en depósitos causando un “terremoto espantoso”. El presidente Batlle suplico respalde de los bancos extranjeros. Los bancos aceptaron con la condición que el Estado uruguayo también pusiera plata en la capitalización del Banco Comercial (Paolillo; 2004:112). En febrero, el Parlamento aprobó un ajuste fiscal que había propuesto Batlle que aumentaría los impuestos a los sueldos (Paolillo; 2004:124). Cuando esto no fue suficiente para desahogar al Uruguay, Batlle decidió pedirle ayuda a los Estados Unidos. En un viaje a Quebec para una reunión del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), Batlle trato de conseguir un tratado de libre comercio con el presidente Bush para importar carne a los Estados Unidos. Después, durante una conferencia entre Batlle y Bush en Washington, Batlle recibió la noticia de que la fiebre aftosa había llegado al ganado uruguayo desde argentina (Paolillo; 2004:131). Sin ningún alivio en la crisis financiera en Uruguay, el gobierno pido ayuda al FMI quien estaba dispuesto a disponer por lo menos 500 millones de dólares. El gobierno estimaba que esa decisión del FMI aportaría “un impulso significativo al restablecimiento de la confianza interna y externa del país” (Paolillo; 2004:142). Desafortunadamente para el Uruguay, esa ayuda del FMI termino siendo un paso para adelante y dos pasos para atrás porque a pesar de las buenas noticias, de aquellos 14.618 millones de dólares que había en febrero, quedaban solo 13.760 millones. La corrida no se había parado en ningún sentido (Paolillo; 2004:146).

 

La inestabilidad económica y política en Argentina

 

Durante los primeros años noventa, la Argentina parecía el “mejor alumno” para los Programas de Ajuste Estructural del FMI.  El país se convirtió en un sueño para los inversionistas internacionales porque encontró éxito a través del protocolo económico estricto.  Para “desarrollarse”, la nación intentó atraer las inversiones extranjeras.  Erradicó las barreras contra las inversiones y contra comercio con el exterior, debilitó las leyes laborales y recortó los programas sociales para estimular la privatización de las industrias nacionales y de los servicios públicos (Skidmore, Smith y Green, 2010:171).  Al mismo tiempo, el Ministro de Economía de Argentina, Domingo Cavallo, estableció un sistema de cambio fijo (con el apoyo del FMI) al lado del comienzo de competencia dura de los bienes extranjeros baratos (Smith; 2005:89).  Estas políticas sirvieron para contenerla inflación y transformarse la Argentina en un buenísimo ejemplo para el resto del mundo en vías de desarrollo.

Sin embargo, algunos creyeron que a este éxito faltaba el institucionalismo para apoyar los cambios. El país tenía una historia de inestabilidad gubernamental en el sentido de que cuando a un actor predominante no le gustaba una reforma del gobierno, ejerció su poder sobre el Estado para que el segundo sucumbiera a la presión o fue derrocado.  Este tipo de reputación llevó a la presión política en los Estados Unidos sobre la gestión de George W. Bush y su intención para crear un acuerdo de comercio libre hemisférico (Feinberg; 2002:134). Algunas organizaciones predominantes estadounidenses no confiaban en la estabilidad del país y sostenían que los desenlaces económicos estrechos crearían una situación precaria en los EEUU debido a eso y la falta de la formalidad como aliado diplomático en el pasado (Feinberg; 2002:134).  La Argentina sintió la misma tensión con otra potencia mundial también.  Como recientemente trató de apoderarse de las Islas Malvinas durante el fin de la dictadura militar había hostilidades entre los dos actores. 

Además, en la Argentina a los economistas les faltaba la misma capacitación sobre las prácticas neoliberales que recibían los economistas uruguayos.  Menos gente estudió la economía en países occidentales, como los Estados Unidos, que promovían el neoliberalismo (Montecinos y Markoff; 2010:74).  Además, la gran mayoría que se fue para concientizarse no regresó con el conocimiento a su patria.  De ahí, a la Argentina escaseaba el número de economistas de corte neoliberal para asegurar la implementación propia.  Al abrirse al libre mercado, no se consideraba el efecto de una crisis en uno o más de los países de lo que dependía mucho para comprar sus productos. La Argentina tenía una historia de caer en crisis financiera cuando otros países en América Latina cayeron; todavía persistió la confianza ciega externa (Eiras; 2002:1).  A causa de su dependencia regional consistente con respecto al comercio, la situación económica argentina estaba atada profundamente a las economías de los otros países latinoamericanos. Lo más importante para el éxito o fracaso de la Argentina era su mayor socio comercial, Brasil.

            Desgraciadamente, la pobre situación económica sobre todo el mundo llevó a la incertidumbre de los inversionistas en todos lados.  Argentina no fue una excepción.  El desarrollo de los tipos de interés en alza al momento en el que la moneda brasileña fue devaluada resultó en bienes extranjeros bastante baratos (Skidmore, Smith y Green; 2012:173).

            No pudo competir más debido a la tasa de cambio fija, pero el FMI fracasó en modificar los métodos. En contrario, prestó a la Argentina miles millones de dólares para soportar la economía como estaba escalando hacia desastre.  Tan pronto como los ciudadanos se dieron cuenta de que un desastre económico inminente estaba entre ellos, se apuraron desesperadamente a los bancos para retirar su plata.  Eso tuvo un impacto severo en el bancario sistema argentino.  Al gobierno le faltaba bastante dinero en efectivo para devolver las deudas  al FMI.  Como una solución, las autoridades impusieron una congelación parcial y comenzaron a extraer los fondos de pensiones para cobrar los defectos (Stone; 2009).  El banco central no pudo restituir más la plata simplemente por imprimir más billetes porque cada peso tenía que ser apoyado por un dólar estadounidense en la reserva nacional.  Eventualmente, la carga se hizo insostenible; por lo tanto, el 20 de diciembre de 2001, Argentina entró en una mora de su deuda de 141 mil millones de dólares y concedió su posición como el prototipo ideal (Smith; 2005:92).

 

 

LOS PRESIDENTES DE LAS NACIONES EN CRISIS

 

El liderazgo político de Fernando de la Rúa y su docilidad en frente de las instituciones financieras internacionales

 

La gestión de Fernando de la Rúa creyó que la confianza de los consumidores volvería al país cuando los hombres de negocio obtuvieran las ganancias por el método de “goteo” (Carranza; 2005:66).  Esta teoría preconiza que hay que suplicar a ellos de las clases de privilegios con los beneficios económicos para que su riqueza les chorree a los más pobres de la sociedad a través de la generación del empleo. No obstante, esta política llevó a la depresión económica más profunda en la historia argentina (Carranza; 2005:66). El presidente Fernando de la Rúa fracasó en enfrentarse con las instituciones financieras internacionales que promovían los cambios neoliberales, y por consecuencia, persistió el empeoramiento del país.

 El grupo desfavorecido en cuanto al método de goteo sufrió aún más debido a las reducciones en los gastos públicos que eran condición de los Programas de Ajuste Estructural.  El crecimiento del desempleo junto con la desaparición de las redes de seguridad sociales causaron indignación pública ya que el gobierno abandonó de repente a la gente.

Desgraciadamente, a la Argentina le faltaba un aspecto importante que existía en el Uruguay: un frente político unido en contra de la gestión del presidente.  En Uruguay, el Frente Amplio pudo exponer sus reclamos a la gestión de Jorge Batlle para influir en el movimiento político (Luna; 2007:7).  Esto le dio a la nación una voz en frente de las instituciones financieras internacionales porque las potencias mundiales y sus extensiones financieras como en Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional tuvieron que considerar la posibilidad de una reacción violenta del frente unido. En cambio, el gran partido político radical consistía en “la Alianza formada por el Frepaso y el radicalismo, que prometió cambios en algunos aspectos del sistema imperante y honestidad en su administración” (Sevares; 2002:2). El presidente Fernando de la Rúa llegó al poder causa del apoyo recibió de este frente unido; por ende, no tenía un frente opositor unido para poner en duda la inacción.

Existe alguna discrepancia sobre a quién debería recibir la culpa para el colapso de la economía argentina.  Técnicamente, la Argentina cayó en default bajo el liderazgo de pocos días del presidente provisional Adolfo Rodríguez Saá, y el presidente Fernando de la Rúa en estaba en funciones al momento que entró en mora el país; no obstante, eso no lo perdona (Carranza; 2005:70).  Fernando de la Rúa fue el primer presidente después de la instalación de todas las reformas neoliberales bajo la gestión de Carlos Menem.  Considerando que tomó el poder bajo una nueva base de apoyo que era más radical, tenía la capacidad de revisar los cambios dramáticos de su predecesor.  Además, todos los problemas económicas se elevaron durante el tiempo que él fue presidente, y el punto culminante inminente lo llevó a descargar la posición. Fernando de la Rúa renunció el cargo el 20 de diciembre de 2001 cuando se dio cuenta de no poder hacer algo más para mejorar la situación económica (Carranza; 2005:70). Dada que su posición, este presidente fue el único presidente con tiempo suficiente para prevenir la mora en las deudas exteriores, pero a este líder le faltaban el coraje y el dinamismo para enfrentar las instituciones financieras internacionales y salvar el país.

 

Jorge Batlle: la vehemencia que previno una mora tradicional

 

            La corrida bancaria seguía afectando la plaza financiera en Uruguay, y no mostraba ninguna indicación de detenerse. Aún quedaban serios problemas por resolver urgentemente: el “agujero fiscal” que estaba provocando la depresión económica en que se hallaba el país. También, el debilitamiento del sistema financiero, causado primero por “lo que vino de la Argentina” y, después por “el temor de los uruguayos de que durante estos cinco meses pudieran pasar acá las mismas cosas que en la Argentina han pasado” (Paolillo; 2004:211). En respuesta, Batlle envió al Parlamento un proyecto de “la ley de urgencia” para aumentar los impuestos a las rentas de las empresas, extender el UCA a la OSE, gravar al transporte con un IVA del 14% y volver a aumentar el impuesto a los sueldos en forma progresiva según los niveles salariales de cada uno (Paolillo; 2004:212). El FMI envió a Eduardo Aninat a evaluar el proceso de las prescripciones especificadas en el trato previamente acordado para  dar los préstamos en Uruguay y lo que encontró le gustó mucho al director gerente del FMI Horst Köhler que después propuso en el Directorio del FMI un aumento de 1.500 millones de dólares en el marco del préstamo stand by, que se votaría “a mediados de junio”. Así, el crédito total del FMI para Uruguay pasaría a ser de 2.100 millones de dólares. El BID y el Banco Mundial anunciaron un refuerzo del “blindaje financiero” para Uruguay en otros 900 millones de dólares. Total: 3.000 millones de dólares. Esto hizo bajar el “riesgo país” unos 300 puntos dejándolo en 958 (de los 1.200 puntos que tenía anteriormente) (Paolillo; 2004:223). Desgraciadamente, ni el segundo ajuste fiscal ni las nuevas ayudas prometidas por los organismos internacionales de crédito conseguían reinstalar la confianza en los mercados financieros.

            El Estado uruguayo no tenía la capacidad para seguir asistiendo los bancos ante la corrida aún teniendo el respaldo adicional de agencias multilaterales y el nuevo ajuste fiscal. La gente uruguaya estaba harta del presidente Batlle y sus promesas que estaban aún por cumplir y eso entonces estaba causando mucha tensión social. Empezaron a surgir caceroleos, escarches, y piquetes del PIT-CNT quienes eran sindicalistas del Frente Amplio (Luna, 2007:7). El presidente Batlle y su gobierno se empezaron a debilitar y a desesperar en reacción a la presión de los uruguayos. Para el 19 de junio, el “riesgo país” había subido a 1.358 puntos básicos.

Poco después ocurrió la corrida contra los bancos de la familia Peirano que, según la Justicia, habían viólalo varias regulaciones legales. Este episodio había contribuido también a debilitar aún más la situación del sistema financiero que, para entonces, ya era calamitosa (Paolillo; 2004:291). Como no había dinero suficiente para respaldar a los bancos y sostener el precio del dólar, el gobierno estuvo forcado a cambiar la política y liberar definitivamente el precio del dólar después de haber asegurado durante meses que la “banda de flotación” se mantendría hasta el final del 2002 (Paolillo; 2004:306). La gerencia del FMI recomendó al Directorio la aprobación de la solicitud del gobierno uruguayo para ampliar en 1.500 millones de dólares más a la línea de crédito (Paolillo; 2004:308). Esta ayuda, más otros 600 millones del FMI ya asignados pero no utilizados, 500 millones que aportaría el BID y 400 millones del Banco Mundial, completaban el “blindaje financiero” de 3.000 millones de dólares que el gobierno estaba construyendo desde mayo. Sin embargo, el total de depósitos bancarios había vuelto a bajar fuertemente desde mayo. Ya había desaparecido el 32% de los casi 16.000 millones que había en diciembre (Paolillo; 2004:308). El 10 de julio, el “riesgo país” estaba en 1.566 puntos básicos y fuera de control (Paolillo; 2004:324).

La debilidad política, el desespero de los uruguayos, y la corrida sin frenos preocupaban al presidente Batlle y a sus dos interlocutores Lacalle y Sanguinetti. El FMI creía que había llegado el momento que el gobierno uruguayo implementara algo similar al “corralito” argentino para parar la “sangría” de depósitos, no obstante, el presidente Batlle respondió diciendo que “de ninguna manera” haría eso porque entonces Uruguay perdería la estabilidad institucional (Paolillo; 2004:337). Ese día, el “riesgo país” había saltado a casi 2.500 puntos básicos, una cifra sideral en los mercados internacionales (Paolillo; 2004:361).

El gobierno uruguayo estaba bajo alta presión del FMI para congelar los depósitos, imponer un control de cambios, decretar un feriado bancario, cerrar los bancos y declarar el default de la deuda lo más pronto posible (Paolillo; 2004:372). Batlle se mantuvo firme en su decisión de no aplicar estas políticas porque eso significaba que Uruguay tenía el mismo destino que la Argentina. Batlle mando a sus delegados a los Estados Unidos a buscar algún apoyo del FMI o del presidente Bush. De milagro, el presidente Bush estaba dispuesto a ayudar al Uruguay en estos momentos de desesperación cuando quedaban menos de 9.500 millones de dólares en los bancos y los retiros ya superaban el 40% de los que había el 31 de diciembre del 2001 y el “riesgo país” ya estaba en los 3.000 puntos básicos (Paolillo; 2004:378). Después de mucho planeamiento entre el Departamento del Tesoro y los delegados uruguayos, surgió la formula final, que luego se plasmaría en una ley para crear un “Fondo de Estabilidad del Sistema Bancario” (Paolillo; 2004:381). El BID contribuyó con unos 500 millones de dólares y con la presión de los Estados Unidos, el FMI finalmente decidió considerar la propuesta para ayudar a Uruguay (Paolillo; 2004:385). Pocos días después, la ley fue instituida con el respaldo del Frente Amplio el 5 de agosto del 2002 (Paolillo; 2004:400). Esto por fin le puso fin a la corrida bancaria en Uruguay.

 

LOS IMPACTOS

 

A corto plazo

 

Aunque pudo evitar la mora tradicional que experimentó la Argentina, el Uruguay todavía sufrió del evento. El Producto Bruto Interno (PIB) se desplomó un 11% y de haber estado en 20.912 millones de dólares en 1999 quedo en apenas 12.273 millones de dólares en el 2002—con tremendas caídas en comercio y hoteles (24,5%), construcción (22%), industrias (14%), transporte y comunicaciones (9%) (Paolillo; 2004:14).  Las repercusiones económicas se sentían sobre todo el país.

En Argentina el malestar social fue inevitable después del default.  Los trabajadores del sector público  no recibieron más salarios en moneda fuerte sino en cuasi-monedas emitidas por las provincias, mientras que cerca de la mitad de la población estaba completamente desocupada o subocupada.  En el punto álgido de la crisis financiera de Argentina en 2003, 56 por ciento de la población estaba empobrecida (Jeter, 2009:37).  Esta escasez fue socialmente evidente cuando las familias perdieron sus ahorros de toda la vida sin oportunidades de empleo para reconstruirlas.  Además, el coeficiente Gini para la Argentina continuó aumentando, demostrando que el incremento de la desigualdad en la Argentina fue en detrimento de los más pobres en el país (Smith; 2005:96). Estas deficiencias ocurrieron no solamente durante el tiempo de la crisis, sino también mientras se implementaron los Programas de Ajuste Estructural.  Por ejemplo, la deuda externa y pública per cápita en la Argentina fue cuatro veces más grande que en 1990 como lo fue en 1980, aunque los PAE se adjudicaron éxitos macroeconómicos durante este período (Skidmore, Smith y Green; 2010:178).  Hay también una asociación entre bajos niveles de empleo y salarios reales en conjunto con la adopción de los PAE.  La percepción errónea del éxito argentino viene del crecimiento económico superficial.  A pesar de que el efectivo extranjero se vertió en el país para comprar bonos y utilidades estatales, todo esto fue a expensas del sector manufacturero (Jeter; 2009:45).  Todos estos factores tuvieron como resultado la emergencia de una subclase así como se amplió la brecha de ingresos entre los más ricos y los más pobres en un factor de 400 desde 1989 (Jeter; 2009:37). 

 

Las reputaciones mundiales a largo plazo

 

            Posteriormente al desenlace de la crisis en los dos países hubo consecuencias que afectaron sus reputaciones.

            Uruguay pudo mantener su antigua reputación de país estable económicamente. El FMI basó las reformas que implementó en sus planes de crédito en el caso uruguayo. Las reformas apuntan “a mejorar las operaciones del FMI en el caso de préstamos excepcionalmente amplios en situaciones de crisis como la de Uruguay. Se nombraron Marco de Acceso Excepcional (EAF) y fueron puestos en marcha por el FMI a comienzos del 2003” (Taylor; 2007:5). El criterio que siguió el EAF fue el de restringir los indicadores que indicaban la necesidad de ayuda económica a una lista estricta (Taylor; 2007:5).

La crisis uruguaya también demostró que los planes del FMI podían tener alternativa. En cuanto a la restructuración de la deuda con el sector privado, el FMI propuso un procedimiento centralizado que las autoridades uruguayas rechazaron. Aunque ninguno de los planes propuestos mostraba claramente la solución al problema, finalmente Uruguay usó un mecanismo voluntario a través de las nuevas cláusulas de acción colectiva (CACs) en los bonos. “Las lecciones de la crisis Uruguaya reforzaron la idea que las CACs eran una buena manera de reestructurar deuda. (De hecho, durante las negociaciones uruguayas, el gobierno descubrió que las CACs estaban en los bonos emitidos en Japón y usaron estas cláusulas exitosamente en este caso de intercambio voluntario)” (Taylor; 2007:5).

La respuesta argentina a la crisis fue diferente, se trató de la pesificación de los depósitos en dólares. Esta medida respondía al reclamo de los ahorristas que querían su dinero, pero perjudicó a los dueños de bancos (Setser and Gelpern; 2006:478).  “Despite its myriad of detractors, pesification has proved to be a qualified success: it instantly restructured domestic contacts and restored payment flows; it made it possible to unfreeze deposits relatively rapidly; and, by resolving the internal payments crisis, it helped lay the basis for Argentina's current recovery.[3] (Setser and Gelpern; 2006:478).

Hacia afuera, la reputación de la Argentina decayó: entre los tenedores de bonos, los dueños de bancos, los propietarios de utilidades privatizadas (Setser and Gelpern; 2006:480). Al mismo tiempo se perjudicó la reputación del FMI debido al destacado fracaso de sus planes de préstamos destinados a resolver la crisis económica argentina. Sin embargo, su salud financiera no fue afectada (Setser and Gelpern; 2006:480).

 

CONCLUSIÓN

 

“¡Somos unos fenómenos!”, declaró “con aire de satisfacción” el presidente Jorge Batlle ese 6 de agosto del 2002 cuando finalmente la corrida bancaria de Uruguay había llegado a su fin. El gobierno del presidente Batlle estuvo a punto de caer durante esos agotadores 248 días durante la crisis financiera uruguaya y, aunque pudo evitar entrar en mora, hubo consecuencias incalculables que dejaron muchos sectores del país enormemente debilitados.

En cambio, la Argentina fracasó en dedicarse a un nuevo plan de acción después de fijarse en la crisis inminente.  Bajo el liderazgo de Fernando de la Rúa, la nación continuó con la política neoliberal que consistía en la participación mínima del Estado; por lo tanto, el gobierno no pudo salvar a la Argentina de una crisis financiera que tendría desenlaces mucho más perniciosos que los que ocurrieron en el Uruguay.

En mi opinión, a pesar que el gobierno de Batlle cometió varios errores que aportaron a la “sangría” de los depósitos en la corrida, el presidente mantuvo una línea firme de no permitir que lo que le pasó a la Argentina ocurriera en Uruguay. Yo pienso que hubo tres factores esenciales que fueron los que más aportaron al paro de la corrida bancaria uruguaya.

Primero, la relación que el presidente Batlle armó con el presidente Bush que fue indispensable para después poder negociar la ayuda de los 1.500 millones de dólares que vinieron en el último minuto antes de agosto del 2002. Sin esa relación tan cercana y sin esa ayuda monetaria hubiera sido imposible escapar, tarde que temprano, la declaración de default. A la Argentina le faltaban estas buenas relaciones con los poderes mundiales, y por consecuencia, con las instituciones financieras internacionales, haciendo más difícil negociar con ellos. Además, el presidente Fernando de la Rúa falló en enfrentarse con las ganas de estos actores para que el mismo no pudiera emancipar al país ni ampararlo.

Otro factor importante en la resolución del problema en Uruguay fue que, a diferencia de la Argentina, en Uruguay había una alternativa democrática: el Frente Amplio dirigido por Tabaré Vázquez. Bien pudo la dirección del Frente Amplio haber soltado la gente a la calle, o haber provocado a empujar al gobierno que se cayera pero Tabaré Vázquez lo dijo más de una vez que “nosotros nos mantenemos en una oposición firme, dura, no estamos de acuerdo con estas cosas, pero no pasamos la raya de quebrar la lealtad institucional" (Paolillo; 2004:389). El Frente Amplio pudo haber hecho lo que hicieron los peronistas en Argentina respecto a De la Rúa o lo que hicieron los seguidores de Evo Morales respecto al presidente Sánchez Lozada en Bolivia.

Por último, el orden y la seriedad de Uruguay como país fue lo que les dio una reputación de madurez y prestigio ante las instituciones internacionales y a la vez, el respeto de otros países como los Estados Unidos. En cambio, Argentina tenía una historia política inestable debido a los golpes frecuentes del estado y las crisis repetidas. 

En conclusión, después de todo lo que lucho Uruguay en esos largos 248 días, pienso que el presidente Batlle tenía razón en decir, “¡Somos unos fenómenos!”.

 

 

BIBLIOGRAFÍA

 

LIBROS

 

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DIARIOS Y REVISTAS O ARTÍCULOS

 

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Luna, Juan P (2007): "Frente Amplio and the crafting of a social democratic alternative in Uruguay." Latin American Politics and Society. Vol. 49, Nº 4. Páginas 1-30.

 

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CONFERENCIAS, JORNADAS, SEMINARIOS

 

Taylor, John B (disertante) (2007): The 2002 Uruguayan Financial Crisis: Five Years Later [transcripción del discurso]. Montevideo, Uruguay. 29 de mayo.

Transcripción disponible en: http://www.stanford.edu/~johntayl/The2002UruguayFinancialCrisisFiveYearsLater.pdf

 

 

WWW

 

Eiras, Ana I (2002): "Why the President should sign a Free Trade Agreement with Uruguay." Heritage Foundation [Washington, D.C.] 8 de febrero. 800 ed.

Disponible en: http://www.policyarchive.org/handle/10207/bitstreams/8299.pdf

 

Sevares, Julio (2002): "Anticipos ¿Por Qué Cayó La Argentina?" Revista Realidad Econónica Buenos Aires 30 de junio. Páginas 6-10.

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Stone, Oliver (2009): “The IMF and the ‘Washington Consensus’.” South of the Border. 2009. Web. 1 mayo 2012.

Disponible en: http://southoftheborderdoc.com/the-imf-and-the-washington-consensus/



[1] Estudiante de Estudios Globales en la Facultad de Estudios Globales y de Lingüística Hispánica  en la Facultad de Lenguas Romances en la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill, North Carolina, Estados Unidos de Norteamérica.

[2] “…la molestia de corto plazo de los programas de ajuste económico desataría la energía productiva del libre mercado, poniendo en marcha el país hacia el crecimiento y desarrollo económico a largo plazo.”

[3] “A pesar de la gran cantidad de detractores que tuvo, la pesificación probó ser un éxito calificado: instantáneamente reestructuró los contactos domésticos y restituyó la cadena de pagos; hizo posible descongelar los depósitos relativamente rápido; y, por resolver la crisis de pagos interna, ayudó a sentar las bases para la actual recuperación de la Argentina.”