Revista de Ciencia Poltica
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Revista Nº15 " INSTITUCIONES Y PROCESOS GUBERNAMENTALES"

Resumen

El siguiente artículo es una aproximación a las causas que dan origen al fenómeno outsider en América latina. Así, a través de un marco teórico y el estudio del caso peruano se muestra que es principalmente la crisis de gobernabilidad y la creciente desconfianza en los partidos políticos de los electores la que lleva a la elección de estos líderes anti-políticos, quienes aparecen ante la población como la única alternativa posible frente a una tradición de políticos corruptos en el poder. Además, también se analizan las causas nocivas que este fenómeno tiene sobre la democracia y las consecuencias que tuvo para Perú la eliminación de la división de poderes y los organismos típicos de control, lo que terminó por dejar al país en una situación de desigualdad y corrupción, aún más compleja de que la  tenía antes de Fujimori.

ABSTRACT

The following article is an approach to the causes of “political outsiders” phenomenon in Latin America. Through a theoretical framework and the study of the peruvian case we will show that governance crisis and increasing distrust in political parties led to the election of anti-politics leaders who appeared as the only chance in opposition to a past of corruption. Besides, the paper will investigate the damaging consequences of this kind of phenomenon especially in Peru where the end of power division and control organizations led to a more serious situation of inequality and corruption than it was in Alberto Fujimori’s times.   

 

 

 

 

 

“La popularización de los líderes outsiders en América latina, como respuesta a la crisis democrática de la región: un estudio del caso peruano”.

                          Por: Sofía Miranda Cogollos*

 

Introducción

En las últimas décadas, las democracias latinoamericanas han enfrentado un proceso de desgaste: el entusiasmo democrático entre la población ha decaído, las instituciones políticas se encuentran fuertemente desprestigiadas entre la población votante y los partidos políticos parecen estar cada vez mas debilitados. Todo esto ha dado lugar al ascenso de nuevos líderes anti-políticos o outsiders, que llegan al poder con la promesa de solucionar los problemas y demandas de la sociedad que no han logrado remediar los líderes políticos tradicionales.

 

Este fenómeno se ha hecho cada vez más frecuente en la región, extendiéndose por países como Perú, Ecuador, Bolivia, Venezuela, Colombia y Argentina, los cuales, como es el caso de Fujimori en Perú y de Chávez en Venezuela, muchas veces han desembocado en gobiernos de tinte autoritario.

 

En este sentido, vale la pena explorar a fondo las causas que han llevado a la popularización de estos líderes en las dinámicas políticas de América latina y las consecuencias que esto ha conllevado sobre las democracias latinoamericanas.

El objetivo de este trabajo es analizar el caso Peruano a la luz de los análisis y teorías sobre partidos políticos y democracia en Latinoamérica realizados por distintos académicos tanto locales como extranjeros. Todo esto, en aras de dilucidar las causas concretas del ascenso de los líderes outsiders en los gobiernos latinoamericanos y las consecuencias nocivas que esto pueda o no tener en las democracias de los distintos países.  

 

Planteo del problema:

 

A finales de los ochenta, la democracia peruana atravesaba un momento crítico: los partidos políticos tradicionales eran incapaces de organizar sus estructuras internas, la volatilidad electoral era alta y la política se desarrollaba  con altos grados de polarización y confrontación. Este contexto, favoreció la simpatía de los votantes por actores ajenos a la política, quienes aparecieron como el antídoto a las difíciles problemáticas que vivía el país. Así, en noviembre de 1989, Ricardo Belmont, un líder antipolítico, era elegido como alcalde de Lima, al tiempo que el reconocido escritor, Mario Vargas Llosa se postulaba como candidato presidencial de un nuevo frente político, el FREDEMO.

 

Sin embargo,  sería el triunfo en las elecciones presidenciales de 1990 de Alberto Fujimori, el que pondría en evidencia la total decepción de los peruanos frente a la política tradicional y su desconfianza en partidos políticos nacionales. Fujimori, cuya trayectoria profesional distaba mucho de los caminos de la política y que en las primeras encuestas figuraba con  menos del 3% de popularidad, obtuvo su triunfo con el apoyo de diferentes sectores políticos tanto de izquierda como de derecha y su estancia en el poder se prolongaría por los siguientes 10 años. Durante este tiempo la estabilidad macroeconómica del país se recuperaría y el Estado obtendría grandes victorias en su guerra contrainsurgente. Sin embargo, este sería también un periodo de fuerte represión en contra de los medios y la población civil, caracterizado por numerosas desapariciones, secuestros, censura y asesinato.

 

Todo esto invita a preguntarse ¿qué factores favorecieron el ascenso de un outsider a la presidencia peruana y cuáles fueron los efectos que esto tuvo sobre la democracia de este país?

                             

“El contexto de inequidad económica, violencia e inestabilidad política de Perú, durante los años ochenta, unido al desprestigio y desorganización de los partidos políticos, serían las causas principales del triunfo electoral del outsider por excelencia, Alberto Fujimori. Sin embargo, su elección lejos de ser la solución a los problemas peruanos, sería altamente perjudicial para la democracia peruana, aún cuando lograra fuertes avances a nivel económico y en la lucha contrainsurgente”. 

 

En primer lugar, se tomará el análisis de René Antonio Mayorga sobre outsiders políticos y neopopulismo, el cual servirá para introducirnos a la cuestión, dado que muestra la creciente popularización de los líderes antipolíticos en el contexto latinoamericano, especialmente entre los países andinos.

 

Por otro lado, los trabajos de Sebastián Miller y Carina Perelli servirán de marco teórico para analizar el fenómeno de los líderes outsiders. Así, Miller, explica como los outsiders no son necesariamente un fenómeno nuevo, y que es más común para países con grandes brechas entre ricos y pobres. Por su parte, Perelli demostrará que si bien el fenómeno de los outsiders no es nuevo, en América latina si puede pensarse como una nueva forma de hacer política que ha ido tomando fuerza, y donde se tiende a acentuar el principio de la mayoría sobre el de libertad,  lo que implica que los partidos políticos sean devaluados; al igual que las instituciones representativas clásicas, como los parlamentos.

Por otro lado, se utilizarán los trabajos de Julio Cotler, Hernán Fair, Mercedes García Montero y Jo Marie Burt para analizar el caso peruano. En primer lugar, el artículo de Julio Cotler servirá para explicar el contexto político en el que Fujimori llega a la presidencia peruana, manifestando que factores como la subversión, las violaciones de derechos humanos y el narcotráfico, influyeron fuertemente sobre este hecho. Del mismo modo, el articulo de Mercedes García Montero, mostrará las principales variables que influyeron en el ascenso, mantenimiento y caída del poder de Alberto Fujimori, haciendo énfasis en la crisis económica, el sistema presidencialista y las leyes electorales, como otros aspectos que influyeron directamente en el ascenso.  

 

Asimismo, el trabajo de Jo Marie Burt Muestra el papel de los medios de comunicación durante la administración de Fujimori como instrumento para prolongarse en el poder. De la misma manera, por medio de Fair y algunos artículos periodísticos se explicaran otros hechos  del estudio de caso.

 

 

  1. Los “outsiders” como nueva forma de liderazgo político en américa latina

El sistema democrático de toda la región está en juego,

y se ve frente a una crisis doble de

representación política y gobernabilidad. Mayorga

 

Desde mediados de la década de los noventa, Latinoamérica empezó a ver truncado el sueño de paz y democracia que prometía la caída del muro de Berlín al final de los 80, y los procesos de democratización que se dieron como consecuencia del triunfo del modelo occidental en el mundo empezaron a verse fuertemente deteriorados durante este periodo. Debido a esto, diversos países tomaron caminos contradictorios y regresivos hacia regímenes autoritarios, democracias delegativas o semidemocracias. Todo esto forjó “un hábitat de confusión política, con graves consecuencias para la estabilidad, los cimientos políticos y las perspectivas futuras de la región” (Mayorga, 2006, p. 209).

 

 

1.1       Outsiders: una respuesta a la crisis de los partidos.

 

Evidencia de esto, es el contexto de inestabilidad que vivió Ecuador entre 1997 y 2005, con el derrocamiento de 5 presidentes consecutivos; o el derrumbe en el sistema de partidos y la crisis económica que se vive en Venezuela desde 1992. Para Mayorga, la característica más desfavorable de este periodo es la crisis estructural que han enfrentado los partidos políticos de la región, puesto que ésta ha ocasionado el surgimiento de líderes neopopulistas y antipolíticos (outsiders) que han establecido gobiernos poco democráticos en diferentes países.  

 

En este sentido, se puede entender que para Mayorga, el fenómeno outsider se enmarca en un contexto de auge de regímenes neopupulistas que surgen a raíz de la crisis democrática de la región, en el cual, el líder anti político juega un rol fundamental debido a la crisis de gobernabilidad y la declinación y profunda fractura de los sistemas de partidos.  Es decir, “cuando los partidos como agentes gubernamentales no logran tener un desempeño razonable en el tratamiento de los problemas y las necesidades básicas de los ciudadanos, pierden su capacidad de representación política. Esto genera un vacío de poder que los outsider pueden aprovechar en su beneficio” (Mayorga, 2006, p. 215).

 

Así, según Mayorga, la causa principal de la crisis de los partidos es que estos fueron incapaces de responder eficazmente a los nuevos problemas políticos y sociales que trajo la adopción de economías de mercado en la región.  Sin embargo, “estos problemas no fueron sólo estructurales,  sino consecuencia de decisiones políticas y un mal desempeño partidario” (Mayorga, 2006, p. 216), lo que creó una gran desconfianza en la población frente a las organizaciones partidarias. Es decir, que el fenómeno outsider, más que la crisis de representación política, fue en mayor medida consecuencia de una crisis de gobernabilidad que creó una brecha entre la sociedad y los partidos. Así, “con el tiempo los partidos políticos dominantes de Perú y Venezuela sufrieron una perdida significativa de votos y bancas porque una mayoría de los votantes dejo de confiar en ellos debido a su fracaso en la función de gobernantes” (Mayorga, 2006, p.).

 

En este contexto, el outsider aparece como una alternativa radical que tiene la misión de llevar a cabo la redención. Así, llegan al poder con las reglas electorales establecidas, pero no reivindican su autoridad y legitimidad sobre los principios democráticos, sino que por el contrario los atacan constantemente. De esta manera, acuden al uso de “un discurso anti político radical, como herramienta eficaz para identificarse con las necesidades de las personas excluidas e interpretan el papel de líderes paternalistas que encarnan con mayor eficacia que las instituciones democráticas, la unidad del Estado y pueblo” (Mayorga, 2006, p.218). Es decir, eliminan los intermediarios entre gobierno y electores y se relacionan directamente con las masas y sus deseos.

 

Finalmente, Mayorga considera que aunque las causas político institucionales ya mencionadas fueron el caldo de cultivo de los outsiders. En muchos casos, fue el contexto socioeconómico de división social, desigualdad y fragmentación el que abonó el terreno perfecto para la aparición de estos. En este mismo sentido, Sebastian Miller considera que las democracias de América latina, son más propensas al surgimiento de outsiders, debido a la debilidad de sus democracias y los altos niveles de corrupción, pero principalmente por los mayores índices de concentración del ingreso que tiene la región.

 

1.2       El fenómeno outsider como una consecuencia de lo económico

 

Así, mediante la creación de un modelo cualitativo, en el que la principal variable es el nivel de ingreso de los votantes, Miller concluye que aunque el fenómeno outsider no es exclusivo de América latina, al compararlo con países desarrollados como los de Europa, estos últimos tienen menores posibilidades de elegir outsiders, porque tienen mejores niveles de redistribución del ingreso en la población (Miller, 2008, p.2). Esto se debe a que en los países con mayor concentración del ingreso, el outsider aparece como una alternativa a las elites ricas y poderosas que financian y conforman los partidos y que han manejado el poder por tanto tiempo (Miller, 2008, p.19). Posibilidad que puede verse incrementada con la aparición de alguna crisis económica o un contexto de violencia.

 

De la misma manera, Miller resalta que es más probable que en países con mayor cantidad de pobres los outsiders sean elegidos, porque apuntan a votantes que pueden ser fácilmente influenciados por su elocuencia y “encanto”. Así, el autor considera que los electores de menores ingresos son más impresionables. Mientras que en países con mejor distribución del ingreso,  los votantes son menos impresionables porque son mas instruidos, prefieren las organizaciones partidarias, conocen sus agendas y financian las campañas de estos (Miller, 2008, p.24).

 

1.3       Los outsiders como una fenómeno de medios

 

En síntesis, se puede ver que tanto Miller como Mayorga piensan que  el fenómeno outsider está intrínsecamente asociado al surgimiento del neopopulismo. Para Carina Perelli, ambos fenómenos son muy diferentes, pues si bien es cierto que los outsiders también aparecen como opositores a la política tradicional, estos no apelan a las masa ni se presentan como dioses ante estas; sino que se muestran como ciudadanos comunes alejados de la política, y que son más bien expertos o técnicos, que pueden ejercer más efectivamente la labor de gobernar. 

 

En este sentido, el fenómeno outsider o de nuevos caudillos no es exclusivo de América latina, sino consecuencia de una tendencia creciente del siglo XX entre los países occidentales, de hacer primar el principio puramente mayoritario. “La tendencia hacia las formas plebiscitarias se relaciona con el principio de deliberación, con la necesidad de debate público en una democracia, para facilitar la toma de decisiones” (Perelli, 1995, p.164). Este debate usualmente se realizaba en los partidos políticos, pero estos perdieron su carácter masivo pues la sociedad industrial empezó a disolverse en la nueva organización donde el poder se fragmentó y apareció una sociedad atomizada en sus intereses.

 

En este contexto de fragmentación, son los medios de comunicación los únicos capaces de agregar los intereses de los votantes porque llegan a todos los sectores de la sociedad y en este sentido, sólo aquellos lideres que tengan mayor carisma y puedan transmitir su mensaje de manera simplificada por medio de estos, tendrán posibilidad de acceso al poder. Es decir que nos encontramos ante el surgimiento de una nueva videopolítica que se enfrenta a la política tradicional, y que se sostiene en un videopoder. Según Sartori, “está surgiendo un homoocular, una persona que se relaciona con el  mundo a través de lenguajes visuales (…) Esta videopolitica aparece en un contexto en que los partidos políticos están en crisis y ante la falta de referente partidario  su acción apagada, el medio de comunicación se transforma en un receptor de las preocupaciones ciudadanas” (En Perelli, 1995, p. 166).

 

Así, en este contexto “los lideres cobran mayor importancia que el diseño institucional formal. Para mantenerse dentro del marco de justificación democrático, estos jefes deben manejarse con un estilo que supone actuar pegados a la opinión pública” (Perelli, 1995, p. 167), y la tendencia general de esta última, es de repudio frente a la política tradicional. Por lo tanto, cualquiera que aparezca como una alternativa radical frente a esto, tendrá mas posibilidades de acceder al poder.

 

Por otro lado, el triunfo de la sociedad industrial se ha traducido en un desmantelamiento del Estado y en mayores problemas sociales tales como desempleo, subempleo, crecimiento de la pobreza urbana, etcétera. “Los partidos no estaban preparados para lidiar con las nuevas demandas asociadas con las desigualdades introducidas por el ajuste económico de los años 80” (Perelli, p.30).  Y la instauración de modelos neoliberales, especialmente en América Latina, dejó al desnudo la debilidad de los partidos políticos que comenzaron perder su papel de mediadores entre la sociedad y el Estado, frente a lo cual, los técnicos y expertos como economistas, analistas políticos y encuestadores empezaron a tomar el lugar del político tradicional.  

 

En este sentido, los técnicos y expertos aparecen como el elemento que encaja perfectamente en este nuevo contexto, donde los medios de comunicación son los que promueven e integran los intereses de la sociedad, y donde las nuevas demandas sociales, se hicieron casi imposibles de manejar para las organizaciones partidarias tradicionales. Así, “el experto se puede refugiar en su saber y no tiene porque responder a una estructura partidaria. Es más, carece de la cultura de partido. Y el político profesional pasa a ser percibido por el ciudadano como una figura ineficaz y hasta innecesaria” (Perelli, 1995, p.184). 

 

Con base en lo anterior, Perelli plantea 5 elementos primordiales para que un outsider se haga con el poder: 1) Crisis del partido por falta de representatividad ciudadana, 2) desconfianza en el viejo liderazgo 3, necesidad de un mensaje de esperanza, 4) existencia de una persona dispuesta a encarnar un liderazgo a través de una amplia cobertura de los medios de comunicación masivos y, 5) propuestas de acción vagas que implican sustancialmente la realización de una actividad simbólica tendiente a tener en cuenta los intereses populares, es decir una política pragmática fuera de marcos o principios estrechos (Perelli, 1995, p. 192).

 

En resumen, el fenómeno outsider surge gracias una amalgama de situaciones sociales, políticas y económicas que se han presentado en las últimas décadas en el contexto mundial. Sin embargo, en América latina estas características han sido aún más evidentes  y se han presentado de manera simultánea lo que ha dado lugar, a que este sa más pronunciado y evidente en la región como es el caso de Venezuela, Ecuador y primordialmente Perú, donde los factores mencionados por los autores (crisis democrática, declive económico, aumento de la desigualdad social, y la aparición del técnico como alternativa perfecta a la política tradicional) se conjugaron de manera tan perfecta que dieron lugar a la llegada a la presidencia del que es conocido como líder outsider por excelencia: Alberto Fujimori.

 

  1. Fujimori: el “outsider” por excelencia

"Los pueblos a veces se equivocan, y a menudo la pagan caro.

Por regla general, los pueblos tienen los gobiernos que merecen tener, aunque luego se arrepientan." Mario Vargas Llosa

 

2.1 Perú: el contexto político perfecto para la llegada de un anti-político

 

Perú, como la mayoría de países latinoamericanos, tiene una larga tradición de profundas desigualdades sociales, corrupción, autoritarismo y fragmentación política. Así, “durante largas décadas, Perú vivió una trágica historia signada por Golpes de Estado, gobiernos pseudo-democráticos y democracias blandas caracterizados por un sistema político débilmente estructurado. Este régimen político imposibilitó conformar un sistema de partidos que funcionara de manera coherente e integral” (Fair, 2010, p.81). Sin embargo, la transición democrática a la que se sometió en los años ochenta, más que resolver los problemas que aquejaban a la sociedad peruana, evidenciaron la debilidad y desacreditación de las organizaciones partidarias, además de la profundización de problemáticas como la subversión, el narcotráfico, violación de los Derechos Humanos y e hiperinflación que en su conjunto llevarían a Perú a conformarse en el escenario perfecto para la llegada al poder de un outsider.

 

De esta manera, durante la década de 1980 se “sucedieron los gobiernos del dirigente de Acción Popular Fernando Belaúnde Terry (1980-1985) y el aprista Alan García (1985-1990). Al primero de ellos le tocaría enfrentarse a los difíciles problemas de orden político, económico y social heredados del régimen anterior” (Fair, 2010, p.84). A su llegada, Belaúnde se presentó como mediador entre los partidos tradicionales y desmanteló algunas reformas decretadas por los militares; sin embargo, perdió rápidamente popularidad entre sus electores pues “las tibias medidas liberales que aplicó, merecieron reacciones contrarias en la sociedad y fueron calificadas como una traición a su plataforma electoral” (Cotler, 1995, p.124).

 

Asimismo, los indicadores económicos de su gobierno comenzarían a volverse en su contra al poco tiempo de su gobierno. De este modo, “si bien durante los dos primeros años del gobierno de Belaunde, el crecimiento del PIB fue de 2%, en 1982 decreció en la misma proporción, al año siguiente cayó en 15% sin poderse recuperar en los dos años restantes” (Cotler, 1995, p. 125). Esto desembocó en una crisis macroeconómica hacia 1983, la cual se profundizó con el desastre económico causado por la corriente “el Niño”. Además, “el Presidente debió enfrentarse al inicio y desarrollo de un período de violencia política generado por los grupos guerrilleros de Sendero Luminoso (SL) y, a partir de 1984, del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA)” (Fair, 2010, p.85). En consecuencia, al final de su mandado Belaunde tendría un gobierno altamente deslegitimado, con una población decepcionada, en crisis y ávida de un cambio.  

 

En este contexto, el aprista Alan García llegaría a la presidencia del Perú en 1985. Las políticas de García, además de adoptar una conducta conciliatoria y de tolerancia con los enemigos de su partido, se enfocaron en dos frentes: enfrentar los problemas económico-sociales y políticos-militares que afrontaba el país. En cuanto a lo primero, implementaría políticas neokeynesianas, que fueron principalmente la otorgación de subsidios a las exportaciones, sumado a la negativa de pagar la deuda externa. Por otro lado, en lo político-militar se enfocó en el respeto a los Derechos Humanos y a buscar un diálogo con  los grupos subversivos (Fair, 2010,  p. 81). En consecuencia, la popularidad al principio de su mandato sería alta y de resultados positivos, “en el primer año del gobierno de García los sueldos subieron 22.1% y los salarios 30%. Además por primera vez el gobierno estableció una política de atención al trapecio andino donde se concentra la población indígena y la pobreza extrema” (Cotler, 1995, p.127).

 

Sin embargo, el gobierno de García no fue la excepción a las conductas de corrupción que tradicionalmente ejercían los gobiernos peruanos. Así, “los subsidios y exenciones tributarias, se constituyeron en autenticas prebendas y sinecuras que el jefe distribuía graciosamente” (Cotler, 1995, p. 127). Además, en el ámbito militar, su conducta laxa con los grupos subversivos hizo que las Fuerzas Armadas perdieran cada vez más el control sobre el territorio nacional. Sin contar, que sus políticas económicas de carácter ortodoxo, hicieron que todos los empresarios y las elites económicas le retiraran su apoyo y la mayoría de los capitales se fugaran al exterior.

 

De esta manera, al final de la década la situación del Perú era realmente preocupante. ”El caos e ingobernabilidad política, económica y sobre todo social, llegaba a un extremo que lo diferenciaba cualitativamente del resto de los países de la región. En efecto, el país andino no sólo se hallaba inmerso en una situación de hiperinflación explosiva y fuerte crisis de representación política, sino que se hallaba también signado por una pesada herencia de décadas de una trágica y feroz lucha interna entre el Estado y los grupos guerrilleros, lo que ponía al Estado soberano frente a la amenaza latente de disolución de lo social” (Fair, 2010, p.83). A todo esto se sumaba, la creciente problemática del narcotráfico y el evidente descontento de la población, que empezaría  a traducirse en un rechazo a los políticos, el cual se hizo evidente en las elecciones municipales de 1989 cuando el grueso de los votantes se inclino por los independientes (Cotler, P.130).

 

En este sentido, es evidente que a inicios de los noventa, Perú encajaba perfectamente en los parámetros presentados por Miller, Mayorga y Perelli para la elección de un outsider. En primer lugar, existía una fuerte crisis de gobernabilidad, que se tradujo en la incapacidad de los partidos políticos tradicionales de resolver los problemas de violencia, pobreza e inflación que enfrentaba el país. Todo esto, también se tradujo en una crisis de representación política, en la cual, los grupos de izquierda se encontraban divididos, el APRA totalmente desprestigiado y la derecha neoliberal altamente debilitada, lo que implicaba un fuerte repudio entre la población por toda la clase política del país y la disposición de la población de encontrar nuevos liderazgos que llevaran adelante políticas radicales de verdadero cambio.

 

Para Mercedes García, las principales causas del triunfo de Fujimori fueron “la crisis de los partidos políticos, relacionada con la crisis de representación; así como la crisis de otras instituciones relevantes del Estado, el sistema presidencialista y, en menor medida, las leyes electorales (…) A estas variables institucionales hay que unir la crisis económica y la polarización creciente que ésta provocó” (García, 2001. P. 50).  Sin embargo, para otros autores, un factor que influyó fuertemente, fue la rivalidad de Alan García con Mario Vargas Llosa, que era hasta poco antes de las elecciones el candidato más probable para ser elegido. Así, “la activa participación de García ayudó a fin de bloquear a su enemigo personal, Vargas Llosa y al candidato aprista que desafiaba sus intenciones de seguir dirigiendo los destinos de APRA” (Cotler, 1995, P. 131).

 

Asimismo, no queda duda de que la imagen innovadora y neutral que representaba Fujimori, tuvo una gran influencia en su elección. Mientras el candidato aprista tenía reducidas opciones de llegar al poder, por el descrédito tan grande en el que había dejado Alan García a su partido; Vargas Llosa, que había aparecido en principio como ese líder innovador que necesitaba el país, no tardaría en aparecer frente a la población como el líder del neoliberalismo que velaría simplemente por los intereses de las élites económicas. Así, la contienda se planteó “como una elección entre los ricos y los pobres o bien entre blancos y cholos (mestizos), situándose como aquel que defendía a los pobres, mientras Vargas Llosa, crítico de la irracionalidad indígena, era situado como el representante y encarnación de los intereses particulares de los ricos, blancos y clases altas en general” (Fair, 2010, p. 89).

 

En este contexto, Fujimori era la imagen perfecta que buscaba el pueblo peruano. Su historial, totalmente limpio de política y su trayectoria de tecnócrata lo hicieron muy interesante ante los electores. Fujimori “era un ex profesor universitario sin lazos con el sistema político tradicional, lo que le permitía reforzar su discurso basado en la crítica al sistema político vigente y lo autonomizaba de cualquier sector social específico” (Fair, 2010, p. 88). Asimismo, “hombre de ciencias duras (se graduó en matemáticas y física), este ciudadano de origines modestos era desconocido del gran público hasta su entronización en las elecciones presidenciales de 1990” (Colombet, 2011).

 

Sin embargo, contrario a los argumentos presentados por Carina Perelli, los medios de comunicación no fueron tan influyentes en la elección de Fujimori como presidente del Perú, aunque “llegado cierto momento, su presencia tuvo mucha afinidad con el lenguaje de la televisión. El silencio y el manejo de la imagen lo favorecieron. Esos escasos segundos de televisión mostrando su paseo en el tractor y su cara de personaje diferente de la sociedad tienen que haber incluido frente al residente del barrio de barranco y las capitales europeas” (Cotler, 1995, p. 140). Así, toda esta amalgama de circunstancias políticas, económicas y sociales permitieron a Alberto Fujimori llegar a la presidencia del Perú el 28 de julio de 1990.  

 

 

2.1 Fujimori: De héroe a villano

 

El gobierno de Alberto Fujimori, aunque en principio fue un giro radical frente a lo que había planteado durante las campañas políticas, se vio marcado de múltiples triunfos. En primer lugar, se dio la adopción de una política económica altamente neoliberal (aún mas que la propuesta de su opositor Vargas Llosa). “El proceso de liberalización fue muy rápido ya que entre 1991 y 1995 se privatizó una gran parte del sector público, se dejaron los precios en manos del mercado, se eliminó la mayoría de las protecciones arancelarias, se trató de llegar a un acuerdo con los acreedores extranjeros y se dio prioridad a la inversión extranjera” (Cotler, 1995, p. 141). Dichas políticas, demostraron éxitos instantáneos como la disminución de los niveles de inflación que tanto aquejaban a la economía del país, lo que hizo que el apoyo del pueblo peruano por el presidente aumentara sustancialmente.

 

Asimismo, los inmediatos triunfos militares de su gobierno, dejarían convencidos a los peruanos de haber tomado la decisión correcta. Esto gracias a las capturas de Víctor Polay Campos líder del MRTA, y en especial, la captura de Abimael Guzmán, jefe de Sendero Luminoso, que dejó casi completamente debilitado al grupo guerrillero reduciéndolo a unas pocas columnas en la selva peruana. Esto sumado a las frecuentes transmisiones de golpes militares a los grupos subversivos, por medio de la televisión, convertirían a Fujimori, en una especie de salvador o héroe de los peruanos, que había logrado salvarlos de las condiciones tan preocupantes en las que habían vivido la última década.

 

Sin embargo, en lo político el gobierno de Fujimori no fue nada consensual, desde su llegada al poder se mostró poco respetuoso de las instituciones democráticas, lo que se evidenció en el autogolpe de Estado del 5 de abril de 1992 o en la constante asignación de familiares y  amigos en los puestos públicos. Sin embargo, este suceso más que ser repudiado por la población, fue apoyado por ésta. Lo que pondría en evidencia, que aunque el gobierno  de Fujimori cometiera constantes atropellos contra la población y las instituciones,  sus victorias en la economía y la seguridad opacarían cualquiera de estos actos.

 

El autogolpe consistió básicamente en la disolución de las principales instituciones democráticas del país  el Congreso, el Tribunal de Garantías Constitucionales, el Consejo Nacional de la Magistratura y la Procuraduría General de la Nación. Además, Fujimori destituyó a los miembros de la Corte Suprema y cesó a 150 jueces; depuso a los miembros del Jurado Nacional de Elecciones y a la dirigencia del Banco Central de Reserva. Además, suspendió la Constitución de 1979, ordenó el arresto de varios líderes de la oposición, la ocupación de locales partidistas  y sindicales,  clausuró el Congreso, desmanteló la judicatura, y pospuso las elecciones municipales (Fair, 2010, p.113).  Todo esto hizo evidente la voluntad de Fujimori de gobernar lejos del rigor de las instituciones democráticas y aún más lejos de los partidos políticos, y reemplazar el sistema democrático por uno autoritario de concentración personalizada del poder o de democradura.

 

Un personaje fundamental de su gobierno sería Vladimiro Montesinos “un personaje carente de mandato popular y con cargo y funciones desconocidas, quien controló las relaciones con la prensa y el Ejército y ayudó a Fujimori a perpetuarse en el poder” (García, 2008, p. 70). Montesinos estaría al frente no sólo del Servicio de Inteligencia, sino que también sería el responsable de las violaciones de Derechos Humanos cometidas por el gobierno, además de enriquecerse en gran medida de los dineros del Estado.  “En abril de 1997, el canal de televisión Frecuencia Latina informó que las declaraciones de impuestos de Montesinos indicaban que ganaba 600.000 dólares al año, aunque su salario oficial era de 18.000” (García, 2008, p.74).

 

En este mismo sentido, las políticas de opresión que aplicaba el gobierno de Fujimori, de la mano de Vladimir Montesinos se enfocaron principalmente a la manipulación en intervención de los medios de comunicación. Así, “utilizó noticias sensacionalistas, haciéndolas coincidir con actos políticos controvertidos, tales como revelaciones de corrupción. Estas noticias o «cortinas de humo» solían estar referidas a intimidades de personajes de la farándula, escándalos en los  denominados tal,-shows e información deportiva” (García, 2008, p. 73). Además, a menudo se censuraban las noticias que afectaban la imagen del gobierno y se logró que por medio de amenazas a los periodistas que estos tergiversaran la información o la falsearan.

 

Del mismo modo, la censura y opresión no se dirigieron únicamente a los medios de comunicación. A menudo políticos de oposición, sindicalistas y jueces, fueron perseguidos, espiados y desaparecidos. En consecuencia de esto, la población empezó a sentirse amenazada e inconforme, lo que se profundizaba con el hecho de que “los éxitos económicos iniciales del Gobierno de Fujimori, no se tradujeron en un aumento del empleo y, el nivel de subempleo fue del orden del 42,6 por ciento en 1997” (García, 2008, p. 80). Lo que dejaba en evidencia que en realidad, la implantación del modelo neoliberal había terminado por favorecer sólo a las elites empresariales y a Fujimori en su círculo. 

 

Gracias a todo esto, la población empezó a sentir que  “diez años en el poder ya eran suficientes y que Fujimori se había cobrado sus éxitos en ese tiempo. A ello se unió la salida a la luz pública de diversos casos de corrupción” (García, 2008. P. 82).  Por lo cual, los constantes intentos de Montesinos y Fujimori de condicionar la segunda reelección a la victoria sobre la subversión y de encadenar a los peruanos en una especie de miedo a la vuelta al pasado (hiperinflación y terrorismo), resultaron en vano frente al inconformismo de la población. Así, para las elecciones del 2000, el candidato Alejandro Toledo, empezó a ganar un lugar muy fuerte en las encuestas, a diferencia de lo que había sucedido en las elecciones de 1995, en las cuales Fujimori había sido reelegido sin ninguna dificultad.

 

Sin embargo, Fujimori lograría una tercera victoria muy cuestionada, en la cual se cree que se realizó fraude en el conteo de los votos, amenazas, extorsiones y diversas manipulaciones de los resultados [1] . Esto provocaría un gran descontento entre la población, que encabezada por Toledo, realizó múltiples marchas en protesta por el supuesto sabotaje en las elecciones. Esta situación se profundizaría cuando salieron a la luz escándalos por contrabando de armas, que iban a manos del grupo insurgente Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, que realizaban Montesinos y Fujimori, además del descubrimiento de actividades corruptas dirigidas desde el SIN.

 

Abrumado por la situación, “el presidente salió del país supuestamente para asistir a una reunión internacional en Brunei y desde Japón anunció su renuncia a la Presidencia de la República el 19 de noviembre. Dos días después, el 21 de noviembre, el Congreso de la República decidió no aceptar su renuncia, declarando la vacancia de la Presidencia por incapacidad moral” (García, 2008, p. 81). Por lo tanto, el Congreso llamaría a nuevas elecciones en abril de 2001, poniendo fin al periodo de autoritarismo y represión de Fujimori y Montesinos.

 

  1. El “outsider” y su efecto nocivo sobre la democracia

 

Como se ha evidenciado a este punto, Perú ha sido el caso más emblemático del fenómeno outsider en América latina. Así, según el marco teórico presentado, logró hacerse con el poder gracias a una amalgama de elementos de tipo político, económico y social que implicaban la crisis democrática de la región, crisis de gobernabilidad y la desconfianza en los partidos políticos, debido a su inhabilidad para enfrentar los problemas de desigualdad que habían causado las reformas económicas liberales en el país.

 

De este modo, Fujimori aprovechando el contexto de desintegración social y crisis partidaria que se vivía en Perú, es elegido presidente gracias a su imagen de tecnócrata, apolítico y neutral entre los distintos sectores de la sociedad peruana. Sin embargo, durante su gobierno, las cosas resultaron muy en contra de las expectativas de los peruanos, porque aún cuando se debilitó fuertemente a la guerrilla Sendero Luminoso y disminuyeron  los altos niveles de inflación que afectaban la economía, los peruanos tuvieron que soportar altos niveles de violencia, represión y violaciones de Derechos Humanos. Además, el tan mentado crecimiento económico, no benefició mucho a los pobres, sino que al contrario fue a parar a manos de las élites y a los que gobernaban junto a Fujimori. Esto demuestra que el caso peruano, no es sólo clave para entender el fenómeno outsider y las causas de su ascenso al poder, sino también las consecuencias nocivas que puede llegar a tener la elección de unos de estos sobre la democracia de un país.

 

En este sentido, García Montero piensa que la crisis de representación que permite el fenómeno outsider y su modelo de democracia plebiscitaria son altamente peligrosos en la medida en que la desaparición de los partidos y demás poderes implica darles el poder directamente a las mayorías, lo que inevitablemente implica la opresión de las minorías de ese país [2] . Así, “la opinión pública no debe ser tomada en cuenta en forma primaria, sino que es necesario pasarla por intermedio de un cuerpo elegido por los ciudadanos, lo que presupone dejar de lado los impulsos de momento que normalmente pueden tener grandes masas de población que reaccionan de forma emocional ante hechos que las afectan o perciben como muy relevantes para la vida en su sociedad” (Perelli, p. 165).

 

En el caso de Perú, por ejemplo, la desaparición de los partidos, como órgano principal de representación política, implicó una relación directa del líder (Fujimori) con sus electores, los cuales abrumados por las cifras económicas en mejora y los golpes a Sendero Luminoso, permitieron e incluso apoyaron un autogolpe que implicó la desaparición del equilibrio de poderes y demás organismos de control del poder ejecutivo. Además, también permitió las violaciones de derechos humanos y la represión de muchos de sus políticos, periodistas y jueces, todo lo cual se veía como un sacrificio menor en pro de la eliminación del grupo guerrillero y mejoras económicas, es decir el sacrificio de unos pocos, por lo que se considera el bien mayor.

 

En este sentido, es evidente que el fenómeno outsider no es una estrategia política y un estilo político anti-institucional diferente y saludable; sino una estrategia conducente al debilitamiento y el derrumbe de la democracia representativa liberal, y en particular, a su transformación en una democracia plebiscitaria. El llamado retorno del líder ha significado la destrucción de las instituciones democráticas y el ascenso de regímenes políticos autoritarios (Mayorga, 2008, p.210). Lo que evidentemente sucedió en el Perú con el gobierno de Fujimori,  quien a través del cierre del Congreso, las Altas Cortes y organismos como la Procuraduría, buscó dejar a la población desprotegida frente a las políticas autoritarias y conductas poco democráticas que se adoptaran en su gobierno.

 

Así, una vez el poder estaba completamente centralizado en las manos de Fujimori, los ataques contra la población se fueron multiplicando. El gobierno empezó a cometer masacres y atentados sistemáticamente contra periodistas, jueces y opositores. En este sentido, las fuerzas armadas cometieron múltiples matanzas durante el gobierno de Fujimori, de las cuales hubo evidencia que no se presentaron como consecuencia de las dinámicas de violencia, sino que fueron completamente intencionadas; por ejemplo, Fujimori fue “declarado culpable de los delitos de homicidio calificado y asesinato con alevosía, lesiones graves y secuestro por las matanzas de Barrios Altos y La Cantuta, que dejaron 25 muertos en 1991 y 1992, además del secuestro de un periodista y un empresario en 1992”(El Mundo, 2009).

 

Sin embargo, “este puñado de asesinatos, tráficos y violaciones a los derechos humanos son un diáfano muestrario de los horrores que vivieron los peruanos entre 1990 y 2000” (Vargas Llosa, 2007), y el resto de victimas quedaron sepultadas bajo el velo de la guerra de baja intensidad que se implementaba contra Sendero Luminoso, o escondidas por la prensa amarillista, que a órdenes de Montesinos y Fujimori presentaba el asesinato de opositores como producto de incidentes pasionales o escándalos sexuales.

 

Pero la política opresora de Fujimori no se limitó al terror, sino que también se enfocó a repartirse con sus colaboradores el dinero de las arcas estatales peruanas. Así, “durante el Gobierno de Fujimori se privatizaron empresas públicas por un monto aproximado de 7.000 millones de dólares, pero al término de esa gestión sólo se encontraron 500 millones de dólares en el Tesoro Público” (El Comercio, 2010). En este sentido, se dice que cerca de 6.000 millones desaparecieron del erario nacional, de los cuales hasta el momento solo se han   recuperado 184 millones.

 

Por último, otra consecuencia negativa del fenómeno outsider sobre la democracia es la fricción que crea entre el poder ejecutivo y el legislativo. Esto sucede, en primer lugar, porque es muy poco probable que el outsider que llegue al poder tenga el apoyo de las mayorías en el congreso, puesto que no pertenece a ningún partido, en este sentido las posibilidades de confrontación entre poderes aumenta (Carreras, 2010, p.8). Así, es muy probable que el presidente outsider cometa excesos de poder para poder avanzar en sus agendas. Por ejemplo, a la llegada al poder  de Fujimori, era complicado tomar decisiones consensuales para llevar a cabo las políticas que pretendía el gobierno, en ese sentido, la disolución del congreso era de las pocas opciones que el outsider tenía para ejecutar sus planes.

 

Por otro lado, factores como la manipulación de los medios de comunicación para perpetuarse en el poder y para presentar los logros como hazañas y los errores como necesarios es otro fenómeno constante en el gobierno outsider. Así, para Fujimori el manejo de medios fue clave; según Jo-Marie Burt sirvió básicamente para exacerbar la amenaza del rebrote terrorista, sobredimensionar las capturas y asociar a los opositores  del gobierno con el terrorismo, entre otros aspectos que apuntaban básicamente a ocultar los escándalos de corrupción de su gabinete o las violaciones de derechos humanos que se cometían con su consentimiento (Burt, 2006, p.36). En resumen, “Fujimori y sus aliados procuraron utilizar las victorias políticas contra la subversión para justificar un proyecto neoliberal y autoritario concebido para largo plazo, garantizar la impunidad a los miembros de las fuerzas armadas y forjar redes masivas de corrupción y compadrazgo” ().

 

Por lo que en resumen, queda demostrado que la elección de outsiders más que ser la solución a la crisis democrática gracias a la cual llegan al poder; son el elemento crucial que acaba por destruir la democracia. Así, con el caso de Perú se ha comprobado que desde su llegada los outsiders afectan la democracia y tienden a adoptar conductas autoritarias, ya sea por su falta de experiencia negociadora con la oposición y su poca habilidad para buscar consensos; o por su cercanía a los deseos de las mayorías que exigen resultados rápidos, aun cuando esto implique grandes costos. Además, se evidencia que el fenómeno outsider, afecta no únicamente al poder legislativo y el judicial, cuando busca ejecutar su agenda, sino que también hace uso del llamado cuarto poder, es decir los medios de comunicación para perpetuarse en el poder, exagerar la imagen del enemigo y ocultar los propios errores.

 

Conclusiones: 

 

En primer lugar, se puede concluir que el fenómeno outsider ha debido su popularización en América latina a las crisis de gobernabilidad que han implicado la tradición de una clase política gobernante corrupta que actúa en amanguale con las elites económicas y las beneficia. Pero también, por las problemáticas sociales y económicas que trajo consigo la instauración de reformas neoliberales en la región, porque los partidos políticos se vieron incapaces de afrontar las nuevas demandas de la población ante esos cambios.

 

Sin embargo, también se concluye que este no es un factor suficiente para que el outsider se haga con el poder, además de la creciente desconfianza en los partidos políticos, es la mezcla de otros factores que atañen a las particularidades de cada país las que pueden permitir el ascenso de estos líderes. Así, para el caso específico de Perú no fue sólo la existencia de una tradición de una clase política corrupta, sino el factor que profundizó la necesidad de un cambio de liderazgo fue la existencia de una lucha insurgente que tenia a la población peruana atemorizada. Además, las dinámicas electorales del momento también posibilitaron ese ascenso; por ejemplo, el hecho de que Alan presentara su apoyo a Fujimori debido a sus diferencias personales con Vargas Llosa, también influencio fuertemente en que Fujimori pasara de un 3% en las encuestas a un triunfo electoral.

 

Asimismo se puede concluir, que la ascensión de estos líderes tiene graves consecuencias para la democracia de los países porque elimina la representación política que implican los partidos dejando las decisiones a merced de las mayorías que muchas veces deciden más emocional que racionalmente. Además la dificultad de construir consensos con los demás poderes en especial con el legislativo, fomenta las decisiones autoritarias del líder para llevar a cabo sus agendas. Lo que en el caso peruano implico la disolución del congreso y otras entidades de control como la procuraduría, lo que causó que la población se encontrara desprotegida frente a los abusos, violaciones de derechos humanos, censura y corrupción que ejerció el gobierno de Alberto Fujimori.

 

 

*Universidad Externado de Colombia

 

Bibliografía General

Libros

COTLER, Julio: “Crisis política, outsiders y democraduras: El fujimorismo” en PERELLI, Carina; PICADO, Sonia; ZOVATTO, Daniel (comps.): Partidos y clase política en América Latina en los 90. San José, CAPEL-IIDH, 1995, p. 117-141

FAIR, Hernán. “La construcción y consolidación del discurso neodecisionista de Fujimori en Perú (1990-1995)”. En LEIRAS, Santiago. Estado de excepción y Democracia en América latina Argentina, Brasil, Perú y Venezuela. En perspectiva comparada. Homo Sapiens Ediciones, Santa , Argentina.

 

MAYORGA, René Antonio (2006). “Outsiders políticos y neopopulismo: el camino a la democracia plebiscitaria”. En: Scott Mainwaring et al. La crisis de la representación democrática en los países andinos. Editorial Norma.

PERELLI, Carina (1995). “La personalización de la política. Nuevos caudillos, outsiders, política mediática y política informal”. En: Carina Perelli, Sonia Picado y Daniel Zovatto. Partidos y clase política en América Latina en los noventa. IIDH-CAPEL, San José.

 

Artículos académicos

CARRERAS, Miguel (2010). “The Rise of Outsiders in Latin America, 1980-2010: An Institutionalist Perspective”.En: Comparative political studies. University of Pittsburgh.

CARRERAS, Miguel. “Outsiders and ExecutiveLegislative Conflict in Presidential Democracies”. University of Pittsburgh.

COLOMBET, Thomas (2010).De Alan García a Alan García: un estudio sobre la gobernabilidad en Perú desde los 80s". En: Revista Teoría política e historia, No. 12.

GARCÍA MONTERO, Mercedes (2001). “La década de Fujimori: ascenso, mantenimiento y Caída de un líder antipolítico”. En: América latina hoy, No. 28, 2001, pp. 49-86.

 

MILLER, Sebastian J. (2008).  “Why do populist-outsiders get elected? The a.b.c.of populism”. University of Maryland.

 

 

 

Páginas de Internet

 

Biografía de Alberto Fujimori, véase enhttp://www.cidob.org/es/documentacion/biografias_lideres_
politicos/america_del_sur/peru/alberto_fujimori
 

BURT, Jo-Marie Jugando a la política con el terror. El caso del Perú de Fujimori, véase en http://www.scribd.com/doc/33746694/Jugando-co
n-la-politica-del-Terror-El-caso-del-Peru-de-Fujimori

 

http://www.revcienciapolitica.com.ar  

Artículos periodísticos

VARGAS LLOSA, Mario (2010). “El dictador en el banquillo”. El Comercio, Véase en: http://elcomercio.pe/edicionimpre
sa/html/2007-12-16/el-dictador-banquillo.html

 

“Fujimori, condenado a 25 años de cárcel por crímenes de Estado y contra la Humanidad”. El Mundo, 8 de marzo de 2009. Véase en: http://www.elmundo.es/elmundo/2
009/04/07/internacional/1239115061.html

 

“Balance del Gobierno de Fujimori: desaparecieron 6 mil millones de dólares de las arcas del Estado”. El Comercio, 8 de abril de 2009. Véase en: http://elcomercio.pe/politica/
458481/noticia-balance-gobierno-fujimori-desapar
ecieron-mil-millones-dolares-arcas-estado

 

 



[1] Panamericana Televisión, siguiendo las encuestas realizadas por la empresa «Datum» dio como virtual ganador de las elecciones a Alejandro Toledo con el 46 por ciento de los votos frente al 39 por ciento de Alberto Fujimori. Cual baldazo de agua helada, de pronto, en los noticiarios se escuchaba cómo, poco a poco, se iban cambiando los dígitos y Toledo del 46 por ciento bajó al 38 por ciento y Fujimori de un 39 por ciento subía, hasta bordear el 50 por ciento de los votos válidamente emitidos. El resultado oficial dio finalmente la victoria a Fujimori con el 45,8 por ciento de los votos (García, 2008, p. 79).

 

[2] Lo que se conoce como  Tiranía de las mayorías según Tocqueville.